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viernes, 18 de julio de 2014

Toda confesión es un Pentecostés

Toda confesión es un Pentecostés

Carta del Card.Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor, a todos sus hermanos confesores y a todos los penitentes, con ocasión de la Solemnidad de Pentecostés de 2014.

 Queridísimos,reunidos espiritualmente en el Cenáculo junto a la Santísima Virgen María, en una intensa comunión eclesial, revivamos el misterio de la “Pascua roja”, el descenso del Eterno Espíritu de Amor, que vivifica la Iglesia y la renueva incesantemente a través el don de gracia con el cual el Señor nos ha consagrado a su servicio: el sello bautismal y sacerdotal.
Teniendo presente que el sacramento de la Misericordia es como la “puerta” mediante la cual, el Espíritu sopla con más fuerza sobre la historia y orienta su curso, deseo enviar a todos mis hermanos que ejercen el ministerio de confesores y a todos los penitentes una reflexión para la solemnidad de Pentecostés y asegurarles que los encomiendo diariamente en mis oraciones.
Sabemos bien que nuestra vida nueva hunde las raíces en el envío del Espíritu Santo y así también la misma identidad de la Iglesia y la vitalidad de su misión. En el gran “abrazo” de Pentecostés, la misma persona de Jesús, Resucitado y Ascendido al cielo, se hace presente, hasta el fin de los tiempos, en todos sus discípulos y, a través de ellos, por obra del mismo Espíritu, se dilata en un eterno respiro de misericordia. Para esta obra divina la realidad de la Persona y del Amor salvífico de Cristo no permanece “lejana”, como una cosa para imitar, pero fundamentalmente inaccesible, o como un “modelo ideal” al cual imitar pero sin poder alcanzarlo jamás; al contrario, llega a ser la raíz misma de nuestro ser, la nueva realidad en la cual vivimos, aquella fuerza de Amor que “habita” en nosotros y que pide, durante la peregrinación terrena, poder actuar en el mundo a través de nosotros.
Sabemos bien que todo esto, válido y actual para cada fiel, en virtud del Bautismo, toca particularmente a los sacerdotes, porque ellos, han sido introducidos, no por sus méritos, sino por gracia, a un tal “nivel del ser”, a una tal intimidad con el Señor, de llegar a ser partícipes del Amor de su Corazón, de su misma obra de salvación, tanto que, a través de ellos, sucede ahora realmente, para los hermanos, el encuentro con Cristo. Los sacerdotes han sido constituidos ministros de la misericordia divina, por lo tanto, servidores del Dios de Amor y compasión de Jesús.
Por esta razón el sacerdote, objeto de la misericordia, no podrá otra cosa que ser siempre “un hombre de la misericordia”.
Su nuevo ser lo testimonia y el ejercicio fiel y apasionado del ministerio llega a ser un recuerdo continuo de ello.
Para ser expertos en misericordia, será suficiente estar “a la escucha” de la obra del Espíritu en nosotros y en los fieles, “a la escucha” del don de Pentecostés, que nos ha consagrado a todos en el Bautismo, y los confesores en la ordenación sacerdotal, y que nos “renueva” por medio de cada celebración de los sacramentos; en un modo muy particular, en el sacramento de la Reconciliación.
Este sacramento, de hecho, constituye una experiencia siempre nueva del Espíritu Santo en acción, sea para el sacerdote como para el penitente.
Para el penitente, porque el perdón sacramental representa un verdadero y propio “Pentecostés para el alma”, que es iluminada por su luz divina, purificada por la sangre del Cordero inmolado y adornada por cada don de gracia, a comenzar una plena y renovada comunión con Jesús. Y para el sacerdote, que unido profundamente con Cristo, vivo punto de llegada de toda acusación del hombre pecador, aprende cada vez más, el pensamiento del mismo Cristo, en corregir, valorar, curar y, mientras pronuncia las palabras de la absolución, siente renacer en el corazón, por obra del Espíritu, el sello sacramental y la personal identificación con el Buen Pastor. ¡Qué Amor se nos muestra!
Pidamos a la Santísima Virgen María, Esposa del Espíritu Santo y Madre del Redentor, que nos enseñe a guardar y a recordar estas realidades, para que siempre pueda reavivarse y resplandecer el fuego de Pentecostés, que es fuego de Amor, fuego de misericordia.

Una "N" marca las casas de cristianos en Mosul

La situación está empeorando en Mosul, ciudad iraquí ocupada ya desde hace casi un mes por milicianos del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL), junto a otras zonas en el área del recién constituido Califato Islámico. 
 De este modo están aumentado las persecuciones contra las comunidades cristianas locales: ahora todas las casas de los cristianos de Mosul están marcados por una letra "N", inicial de la palabra Nazarat, cristiano en árabe.
Las casas vacías han sido requisadas, mientras en aquellas que aún están habitadas, se ha intimidado a los inquilinos a abandonarlas, hacerse musulmanes o pagar los impuestos de protección, la jizia,prevista por el dhimma, el pacto de protección. Monseñor Shlemon Warduni, vicario patriarcal caldeo de Baghdad, explica a la agencia Sir que también el obispado caldeo ha sido ocupado por los rebeldes y "arriba ahora ondea su bandera".
"Son noticias que llegan de Mosul y lamentablemente no son las únicas", dice el prelado. "Nos consta también que los representantes desde el Califato islámico han ordenado a los funcionarios públicos suspender cualquier ayuda de comida y gas a los pocos cristianos que quedan en la ciudad, a los chiítas y a los curdos. Cualquier infracción a la prohibición será castigada según la Sharia".
Esta noticia ha sido publicada por la web ankawa.com. “Estamos volviendo atrás, la situación empeora cada día. En los pueblos cristianos que han acogido los desplazados que huyen de Mosul y del ISIL es de hecho una emergencia humanitaria", recuerda monseñor Warduni en declaraciones a Baghdadhope.
"Como Cáritas Irak -añade- estamos tratando de hacer lo posible pero no tenemos suficientes medios. También los pozos que hemos construido, en colaboración con Unicef, resultan insuficientes. La ayuda es necesaria urgentemente, la estación es calurosa y es necesaria el agua y la comida y toda la ayuda que pueda aliviar el sufrimiento de toda la población".

jueves, 17 de julio de 2014

«Sor Roulotte», una monja belga «jubilada», recorre las carreteras con su autocaravana evangelizando


«Sor Roulotte», una monja belga «jubilada», recorre las carreteras con su autocaravana evangelizando
La vida en la caravana y la carretera permite también contemplar las maravillas de Dios

Cuando el Papa Francisco habla de salir a las periferias seguro que se está refiriendo a gente como la hermana Jean-Luc Pirson. 

Esta mujer se ha dedicado en diversos colegios y guarderías a la educación de los más pequeños, hasta que llegó su jubilación.

Como muchos jubilados de Europa, huyó de la poltrona en busca de la aventura. Quería trabajar por los pobres, por los marginados… Fue entonces cuando se le propuso que se dedicara a los viajeros, a la gente de paso, a los “gens du voyage”. Así recorre los caminos de Bélgica, del Brabante, de Namur y de Luxemburgo al volante de su roulotte.

No se trata de visitar turistas. Con la expresión “gens du voyage” se conoce en Francia, Bélgica y Suiza a los comerciantes ambulantes sin domicilio fijo. En la práctica, es una forma de referirse a gitanos, a nómadas rumanos… 

La gente que quiere a sor Jean-Luc estaba preocupada, como sus hermanas de la congregación de la Providencia de Champion.

Las leyes de la zona valona de Bélgica son cada vez más severas con estos “gens du voyage”.

“No están contentos”, dice la hermana Jean-Luc, “a pesar de que cada vez son más numerosas las personas que viven en sus caravanas”.

Muchos han comprado un terreno y se han instalado con sus vehículos, en familia. Sonfamilias que tienen dificultades económicas.

La hermana Jean-Luc visita estas familias. Es responsable de la catequesis de sus niños y ora con ellos. No se trata de reunir a los niños para darles el catecismo, porque sería imposible. Están diseminados por todas partes.

Le toca a la hermana organizarse para llegar hasta ellos.

Tiene organizada su ruta: “Necesito un mes para ver a todo el mundo. Y cuando acabo el viaje, comienzo de nuevo”. 

En sus encuentros de catequesis la hermana va a lo esencial: ¿Quién es Jesús? y el descubrimiento de la Palabra de Dios a través de las parábolas y del pan de vida.

Para dar catequesis se ayuda tanto de su sonrisa como de su auto caravana. La decoración interior de la roulotte ha corrido a cargo de los alumnos del instituto Saint-Luc de Tournai.

En los laterales: niños y erizos, el símbolo de los viajeros. Colores, dibujos en el interior del vehículo: ¡una verdadera catequesis!



La hermana Jean-Luc sonríe pensando en su auto caravana.

Para ella, es esencial. Le permite compartir su vida con estos viajeros. Y es que los buenos contactos que tiene con los niños le permiten encontrarse con los padres, hablar con ellos.

Rezaba mucho para conseguir un vehículo que le permitiera ser una más con estas personas. Un generoso donante se cruzó en su camino y sus oraciones fueron escuchadas.

Su familia y quienes la conocen le dijeron: “Pero, ¿cómo vas a pasar de tu Twingo a un vehículo así? Así que me apliqué y seguí los buenos consejos que me daban para tomar las curvas amplias”. 

Prometió a sus superioras que no pasaría la noche en cualquier lugar. Así que, si está en la zona, pasa la noche por ejemplo en la Abadía de Rochefort. “Nunca duermo bien si no es en mi auto caravana”, dice la religiosa.

Además de la ruta de las catequesis, la hermana Jean-Luc está presente en las peregrinaciones marianas a Beauraing, a Banneux, a Avioth…

Muchas personas acuden con sus roulottes a estos lugares marianos y, entre ellas, aparcada, no falta de la hermana.

Hay oración, encuentro familiar y, en muchas ocasiones, bautismos… Para eso está esta intrépida hermana, como dice la oración final a María de la Evangelii gaudium del Papa “para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz”.

¿Quieres que muchos jóvenes encuentren a Dios? Empieza ya a rezar la oración de la JMJ Cracovia 2016

El cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo metropolitano de Cracovia (Polonia), ha presentado este jueves 3 de julio, el logo y la oración oficial de la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, a través de la oficina de prensa de la Santa Sede.

En el simbolismo del logo se combinan tres elementos: el lugar, los principales protagonistas, y el tema de la celebración.

El logotipo de la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia 2016 ilustra el pasaje de Mateo 5,7: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" elegido como tema del encuentro. 

La imagen se compone de los límites geográficos de Polonia, dentro de los cuales se encuentra la Cruz, símbolo de Cristo, que es el alma de la JMJ.

El círculo amarillo marca la ubicación de Cracovia en el mapa de Polonia y es también símbolo de los jóvenes.

El hombre puede cerrarse a la palabra de Dios, rechazarla y hacerla ineficaz

Este 15º domingo durante el año trata, precisamente, de la Palabra de Dios. Jesús la compara a una semilla de gran vitalidad, pero que necesita un terreno fértil para producir frutos.
El poder y la eficacia de la palabra de Dios son el argumento central de la liturgia de hoy. “Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar… -dice el Señor-, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo” (Is 55, 10-11; 1ª lectura). La palabra de Dios realiza siempre lo que expresa: bastó un “fiat” (sí) para sacar de la nada el universo entero y dar la vida a todas las criaturas. Y cuando el hombre, en vez de responder con amor a la palabra creadora, se rebeló, otra palabra, la promesa del Salvador, repetida a través de los siglos de mil formas, le aseguró la salvación y lo orientó a ella.
Llegada la plenitud de los tiempos, Dios no ha enviado a los hombres ya simples palabras, sino su Palabra eterna, su Verbo. El Verbo ha asumido la naturaleza humana, se ha hecho carne, llamándose Jesucristo, y ha venido a sembrar en el corazón de los hombres la palabra de Dios.
Es el tema de la parábola del sembrador que se lee en el Evangelio de hoy (Mt 13, 1-23). El sembrador salido a sembrar es justamente Jesús, y la semilla que esparce “es la palabra de Dios” (Lc 8, 11) que él -Palabra increada- posee en sí mismo y expresa a los hombres en lenguaje humano. Su palabra, pues, es de un poder y eficacia divinos, es semilla fecunda como ninguna, capaz de germinar en salvación, santidad y vida eterna.
Con todo -dice la parábola- la misma semilla produce fruto abundante en un terreno y en otros no produce nada. Se significa aquí el misterio de la libertad del hombre frente al don de Dios. Jesús siembra por doquier la Palabra: no la niega ni a los pecadores empedernidos, a la gente superficial y distraída, a los hombres inmersos en los placeres o engolfados en los negocios, a todos los cuales se los compara en la parábola al camino pisoteado, al terreno pedregoso o al cubierto de espinas; esto indica la gran misericordia del Señor.
En el orden espiritual, en efecto, “es posible que la roca se transforme en tierra grasa; y que el camino deje de ser pisado y se convierta también en tierra fértil, y que las espinas desaparezcan y dejen crecer exuberantes semillas. Y si no en todos se opera esa transformación no es ciertamente por culpa del sembrador, sino de aquellos que no quieren transformarse” (San Juan Crisóstomo, In Mt, 44, 3). Terrible cosa, pero real: el hombre puede cerrarse a la palabra de Dios, rechazarla y en consecuencia hacerla ineficaz. Entonces la Palabra verterá en otra parte su fecundidad con la extraordinaria abundancia de frutos producida “en la tierra buena”, o sea en el que “escucha la Palabra de Dios y la entiende” (Mt 13, 23). Pero aun en éstos el fruto no será igual, sino proporcionado a las disposiciones de cada uno: “unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta” (ib).
Por eso Jesús, aun antes de explicar la parábola, recuerda a sus discípulos lo que decía Isaías de sus contemporáneos: “Esta embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos, para no entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure (ib 15). En verdad que hay que reflexionar y orar para que la gracia de Dios preserve a los creyentes de semejante endurecimiento. Por otra parte, es cierto: quien escucha con buena voluntad la palabra de Dios, reportará fruto y gozará de la felicidad proclamada por el Señor: “Dichosos vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos porque oyen” (ib 16).
Les dejo este bellísimo texto orante sobre la Palabra de Dios que nos pone en diálogo de amor con el Divino Sembrador:
“Salió el sembrador a sembrar. ¿De dónde saliste o cómo saliste, Señor, tú que estás en todas partes y lo llenas todo? No cambiando de lugar, sino tomando nuestra naturaleza y por una relación nueva con nosotros, haciéndote más cercano nuestro por haberte revestido de carne. Porque, como nosotros no podíamos entrar donde tú estabas, pues nuestros pecados amurallaban la entrada, saliste en busca nuestra. ¿Y a qué saliste?... Saliste a cultivar y cuidar esta tierra por ti mismo y a sembrar en ella la palabra de la piedad…
Señor, tú ofreces a todos tu palabra con mucha generosidad. Porque así como el sembrador no distingue la tierra que va pisando con sus pies, sino que arroja sencilla e indistintamente su semilla, así tú no distingues tampoco al pobre del rico, al sabio del ignorante, al tibio del fervoroso, al valiente del cobarde; a todos indistintamente te diriges.
Haz, Señor, que escuche yo con diligencia y piense constantemente tu enseñanza, y luego la ponga en práctica con valor, despreciando las riquezas y desprendiéndome de todo lo mundano… Que nos fortifiquemos por todas partes, atendiendo a tu palabra divina, echando profunda raíces y purificándonos de lo mundano” (San Juan Crisóstomo, Comentario sobre el Evangelio de San Mateo, 44, 3-4).
“Mi palabra no volverá a mí sin producir fruto”, afirma el Señor. Hermanos: la parábola del sembrador nos invita a examinar la calidad de nuestra tierra. La eficacia de la Palabra de Dios puede verse limitada por la falta de colaboración. Abramos nuestro corazón a Jesús Sembrador que siembra su Palabra en nuestros corazones para dar a nuestra vida una dimensión nueva.