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ADORACIÓN EUCARÍSTICA ONLINE 24 HORAS

Aquí tienes al Señor expuesto las 24 horas del día en vivo. Si estás enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el...

martes, 30 de mayo de 2017

¿Libre?

orar con el corazón abierto
Si uno analiza lo que más caracteriza a Jesús enseguida lo tiene claro: su comunión íntima con Dios. En Dios se encuentra el propósito, el significado y la satisfacción. Y es, a través de Cristo, como uno conoce de verdad al Padre. «Abba». ¡Qué hermosa expresión de confianza y unión con Dios que nos enseña Jesús!
Pero todos, en el fondo, somos como Adán el hombre que solo mira hacia su interior y cuya actitud es querer ser como el mismo Dios sin poder serlo. En esta forma de actuar, donde reina la soberbia, se encuentra la auténtica raíz del pecado.
Uno piensa que puede ser libre con la autosuficiencia de su voluntad. Y la aparición de Dios —auténtico antagonista de la libertad humana— nos lleva a pensar que es mejor deshacerse de Él. Sin Dios, más libertad. Sin Dios más satisfacción. Sin Dios más disfrute. Pero es tan grande la mentira que nos ahoga en la insatisfacción. Si me enfrento a Dios, me opongo a la verdad.
Meditando esta unión entre Jesús y el Padre comprendo que solo unido a Dios soy verdaderamente libre. ¡Y yo amo la libertad!
¡Señor, sabes que tengo necesidad de Ti, pero también sabes con cuanta frecuencia cedo ante las ofertas engañosas del mundo, los caminos errados, las propuestas fáciles, las invitaciones maliciosas del Demonio que, en lugar de satisfacerme, dejan en mi corazón y en mi vida un profundo vacío interior! ¡Fortaléceme, Señor, en mi combate interior con la oración, con la Palabra, con la Eucaristía y con la presencia viva de tu Santo Espíritu! ¡Señor, Tu dijiste: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»! ¡Yo deseo la salvación y quiero seguir este camino que lleva a la felicidad plena y duradera! ¡Ayúdame, Señor, a comprender que la verdadera plenitud de la vida se encuentra en Ti que has muerto y resucitado por nosotros! ¡Señor, gracias de corazón por el don de la fe, de la esperanza y la confianza! ¡Ayúdame, Señor, a unirme a Ti y al Padre a través de todos los acontecimientos de mi vida y a manifestar con mis palabras y mis obras que soy un testigo tuyo! ¡Ayúdame, Señor, a no caer en la tentación de rebelarme por soberbia, autocomplacencia o egoísmo, ante la verdad!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: ¡Oh María Santísima, Tú que conoces de manera perfecta los caminos de la voluntad de Dios y de la santidad, ayúdame a elevar mi espíritu a la Santísima Trinidad!
¿Qué quiere Dios de mí? cantamos hoy con la hermana Glenda:

lunes, 29 de mayo de 2017

Hoy es la solemnidad de la Ascensión del Señor. La Pascua casi llega a su fin. Jesús, fiel al Padre, que tras su donación generosa murió en la cruz y resucitó de entre los muertos, sube definitivamente al Cielo para vivir, rodeado de la gloria celestial, en la presencia de Dios, con Dios y en Dios. ¡Qué día más hermoso! ¡Mi enhorabuena, Señor!
Siento este día como algo especial. Como una meta. Yo también aspiro a la gloria eterna. Y, de nuevo, Jesús me marca el camino. Me señala la puerta de entrada a la eternidad. Mi profesión de fe me permite vislumbrar el futuro cierto. Creo que Jesús es El Salvador del hombre y que por su muerte y resurrección yo estoy llamado a la vida. A la Vida Eterna. Y aspiro también a mi ascensión al cielo en el momento de mi paso final por este valle de lágrimas. No quiero quedarme paralizado cómodamente en la antesala del cielo. Mi aspiración concreta es la eternidad y eso exige esfuerzo, trabajo, lucha, compromiso, testimonio.
En esta fiesta de la Ascensión del Señor surge de mi corazón un compromiso firme a ser misionero de la verdad. Testimonio de la autenticidad cristiana. No me puedo permitir el lujo de quedarme mirando al cielo a la espera de que todo me venga hecho.  No puedo como hicieron los apóstoles, escuchar las palabras de los ángeles: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”.
Soy cristiano. Y quiero ser un cristiano comprometido. No me puedo quedar mirando al cielo porque debo volver a la Jerusalén de mi vida cotidiana. Allí también está Cristo vivo, en el corazón del prójimo, en los acontecimientos de cada día. Porque Jesús, que está en el cielo, en realidad no se ha ido porque se hace presente en el mundo en el que vivo. Porque ese Cristo que se ha sentado a la diestra del Padre está muy presente en el amigo enfermo, en ese familiar que sufre depresión, en el compañero que se ha separado, en el amigo que no tiene trabajo y sufre problemas económicos, en el mendigo de la esquina de mi casa, en el hermano de comunidad que tiene problemas con su hijo drogadicto... Ese Jesús sobre todo Nombre es en realidad el cristiano perseguido, el niño abortado y la madre que sufre por ello, la amiga que su marido la ha dejado por otra más joven, el amigo que ha perdido su trabajo con cuatro hijos. En definitiva, ese Jesucristo que sube a la gloria celestial es el Dios que se hace presente en el corazón de todo hombre.
El Señor está hoy en el cielo, sí. Pero también en lo terreno de la vida. En el centro de mi vida familiar, en mi entorno laboral tan descristianizado, en la comunidad parroquial, en el núcleo de mis amigos, en la universidad de mis hijas aunque Dios parezca ausente, en el metro cuando viajo cada mañana... Cristo es cosa del minuto a minuto, del día a día. Yo aspiro al cielo, pero ahora mi cielo es la tierra y es aquí donde debo nutrir mi santidad para que algún día se me abra la puerta celestial a la que aspiro entrar con la mayor de la humildades.

orar con el corazon abierto
¡Señor, enhorabuena por este premio tan hermoso! ¡Tu me recuerdas en este día, Señor, que mi aspiración es el cielo! ¡Que en el personal de mi vida debo hacer la voluntad del Padre y buscar mi salvación cada día de mi vida! ¡Señor, soy consciente de que el Padre me ha encomendado una misión y debo cumplirla! ¡Envíame, Espíritu Santo, la sabiduría, la fortaleza y la confianza para escribir cada día la página certeza de mi vida que siga la voluntad de Dios! ¡Ayúdame, Espíritu divino, a vivir mi vida en perspa deprisa, que no puedo detenerme en mi crecimiento personal y espiritual, que las consecuencias de mis actos tendrán mucho que ver en mi entrada en el cielo! ¡Que mi misión no es solo para mí siectiva de eternidad! ¡Ayúdame a comprender que estoy en la tierra de paso, que el tiempo avanzno también para los que me rodean y encuentro por el amigo! ¡Concédeme, Espíritu divino, las herramientas necesarias para afrontar la vida con decisión y dame los instrumentos para inculcar a los míos los elementos para ayudarle a enfrentar también su vida! ¡En tu solemnidad de la Ascensión, Señor, hazme pescador de hombres, hazme servidor de los demás y que busque siempre servir y no ser servido, hazme cristiano comprometido para continuar tu obra con el impulso y la gracia del Espíritu Santo y la compañía siempre adorable de tu Santísima Madre! ¡Te pido, Señor, por tu Santa Iglesia católica, para que su camino lleve a todos los hombres a la gloria eterna!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: ¡Madre mía, confianza mía, llévame a Jesús!
De J. S. Bach, escuchamos una pieza de su Oratorio Lobet Gott in seinen Reichen (Ascensión de Jesus al Cielo〉 BWV 11 tan señalado para la festividad de hoy:

viernes, 26 de mayo de 2017

Decisiones que ponen en juego la moral

desde DiosUna de las obras maestras del cine es la película El hombre tranquilo, dirigida por John Ford y protagonizada por John Wayne y Maureen O’Hara. El duro actor norteamericano, al que asociamos con los mejores western de la historia del cine, interpreta a Sean Thornton, que después de haber adoptado en conciencia la más importante decisión de su vida, deberá cargar con el peso de esa medida en los postreros años de su vida. Thornton vivirá todo tipo de situaciones al no cumplir ni con las expectativas creadas por su futura esposa y su hermano ni la de los habitantes de la pequeña comunidad del minúsculo caserío del Norte de Irlanda donde se localiza la trama. En principio, los valores que le exigen a Thornton son muy estimables y se enmarcan en las varias veces centenaria tradición de aquellas tierras. Otra cosa es, que las circunstancias más íntimas, le lleven a Thornton a sufrir un camino de espinas y de incomprensiones. El personaje de John Wayne toma la decisión de renunciar a un padecimiento físico y, en su lugar, aceptar el sufrimiento espiritual de verse como alguien incapacitado para cumplir con sus deberes y obligaciones matrimoniales pues su conciencia le dicta aspirar a un bien superior y no a subvertir los valores que son el sustento de su vida.

A lo largo de nuestra vida nos vemos obligados a tomar decisiones de índole moral, muchas de las cuales son tan importantes que suponen un enorme desgaste físico, mental y espiritual. Cargar la cruz de cada día no es tarea fácil, especialmente cuando se trata de hacer las cosas con honestidad y fidelidad a una doctrina. Viene esto a cuenta porque un amigo me explicó hace unos días el caso de una profesional que tenía un importante dilema moral a cuenta de su negocio. Tan profunda era la situación que podría acabar con sus ingresos, y por tanto necesitaba hablar con un sacerdote para que le aconsejara las medidas a adoptar. En la conciencia de cualquier ser humano –inteligencia, emotividad, voluntad– está la propia vocación al bien, de manera que la elección del bien o del mal en las situaciones concretas de la vida acaban por marcar profundamente a la persona en cada expresión de su ser. Es la situación de esta chica. Yo, personalmente, también he estado en esta situación y no siempre, por las circunstancias, he tomado el camino correcto.
Olvidamos a veces que antes de ser clavado en la Cruz, Cristo hizo parada en el huerto de Getsemaní. Tal vez allí su sufrimiento fuese mayor que durante el tormentoso y oprobioso paso por el palacio de Pilatos donde, además de humillado, escupido y vejado fue flagelado, coronado de espinas y revestido con una túnica para iniciar el cortejo hacia el Gólgota. Sin reproches, el Señor, con la grandeza de aceptar la voluntad del Padre, sólo pidió que se apartase de Él aquel cáliz.
Los cristianos tenemos la obligación de ser fieles a la Cruz de Cristo, pues sin Cruz no hay salvación; pero antes hemos de pasar por nuestro Getsemaní particular, que es nuestro momento espiritual, con la conciencia limpia y libre, el que nos lleva a aceptar la voluntad de lo que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros, con el fin de cargar posteriormente la cruz de cada día. Todos somos un poco ese Thornton de la película de John Ford, porque todos estamos obligados a buscar con la conciencia limpia la verdad de nuestra vida con la misma honestidad que lo hace John Wayne en las verdes praderas del norte de Irlanda. Para que eso se logre nuestra alma debe estar serena. Y cuando rechazamos la verdad y el bien que Dios nos propone, hay que escuchar lo que Él nos propone a través de la voz de la conciencia, buscándole y hablándole, para reconocer y enmendar nuestros errores y abrirnos a la Misericordia divina, la única capaz de sanar cualquiera de nuestras heridas.

¡Señor, ayúdame a asemejarte cada día más a Ti para actuar siempre con corrección; sin Tí, Señor, y sin tu ejemplo no puede haber una base sólida para desarrollar una ética personal! ¡Envíame los frutos del Espíritu Santo, Señor, para llenarme de Ti que eres el Señor de la vida de la forma de ser y relacionarte! ¡Envíame tu Espíritu Señor, para tener un carácter amable, generoso, puro, entregado, alegre, flexible, servicial, cariñoso, justo, honrado, honesto y fiel! ¡Envía tu Espíritu Señor, para que mis actos siempre reflejen bondad, comprensión, humildad y firmeza frente al pecado, la injusticia y la maldad! ¡Concédeme la gracia de esforzarme para vivir de acuerdo a tus mandamientos, siendo diligente en servirte a Ti y a los demás y defendiendo siempre la verdad aunque esto me lleve a la persecución y el sufrimiento! ¡Concédeme la gracia de ser una persona llena del Espíritu Santo, sometido a la verdad de la Escritura, que viva una vida limpia con conductas ejemplares, que nazca de un corazón henchido del Evangelio y viva la realidad de las bienaventuranzas! ¡Ayúdame a que mi valores sean los del Evangelio y mi ejemplo de vida sea el tuyo! ¡Quiero ser un autentico seguidor tuyo, Señor, y seguir tus mandamientos! ¡Dame la fuerza para con la gracia de Dios que viene del Espíritu Santo a servir, amar y aplicar las verdades del Evangelio, servir por amor a Dios y no para mi mismo!

Como hoy va de Irlanda, qué mejor que nos acompañe la música del más renombrado de sus compositores clásicos, Sir Charles Villiers Stanford, y uno de sus célebres motetes, Beati Quorum Via:

lunes, 22 de mayo de 2017

Un simple jardinero

orar con el corazon abierto
Para vivir los hombres modificamos el medio ambiente en función de nuestras necesidades. Una de las más propias es disfrutar de un entorno agradable para vivir, que proporcione calidad de vida y facilite el retorno a la naturaleza. Pero no a una naturaleza agresiva y hostil, sino a una naturaleza que invite a la tranquilidad y la relajación, además de a la estética.
Una de las maneras que ha empleado el hombre para conseguir esta circunstancia es la jardinería. Hay quien encuentra la felicidad en el cuidado de su jardín. En la unión perfecta con una soledad bien entendida, pasando las horas y los días rodeado de plantas, contemplando como salen las flores del cerezo, crecen las rosas o las enredaderas carmesíes… observando las luces y colores de las distintas estaciones… Pero este disfrute no es suficiente sin el cuidado del jardín, arrancando las malas hierbas que perturban el entorno.
La vida espiritual se asemeja en gran medida al arte de la jardinería. Para mantener la belleza se han de erradicar de raíz las malas hierbas para que estas no vuelvan a resurgir. De lo contrario, el entorno se estropea y se hace imprescindible segar una y otra vez. La vida ascética exige «lucha» contra las malas hierbas de nuestra vida para lograr un crecimiento en el desarrollo de nuestra vida sobrenatural. La gracia de Dios es un don puramente gratuito pero corresponde al hombre fomentar y defender la participación de esa vida divina recibida contra las inclinaciones que le son contrarias; exige amor y esfuerzo para desarrollar el germen de la vida sobrenatural que lleva en su alma y luchar contra los obstáculos que se opongan a su desarrollo personal.
Cada día uno tiene el propósito de hacer bien las cosas, de amar, de ser generoso, caritativo, amable, honesto, servicial, humilde... evitando ofender a Dios. Pero cada mañana la raíz del pecado emerge de nuevo en el corazón. Es en el corazón donde está la raíz del pecado. Mientras uno no pode esa soberbia que domina, esa sensualidad que todo lo pervierte, ese rencor y ese odio que tanto daño provoca, esa envidia que todo lo corroe, ese egoísmo que desmorona toda libertad... el trabajo seguirá siendo inútil y poco fructífero.
Hay que pedir al Espíritu Santo con insistencia que purifique nuestro corazón porque desde la nitidez y sin abandonar la lucha ascética de cada día no se pueden asumir ni interiorizar los sentimientos de Cristo en el interior del corazón. Analizo ahora mi propio corazón y ¡no me queda más que postrarme de rodillas y pedir perdón al Señor porque queriendo ser un jardinero fiel soy incapaz de podar aquello que pervierte mi corazón!

¡Señor, te pido que hagas de mi corazón un jardín florido y no un desierto seco y agreste! ¡Te pido, Señor, que riegues con tu Santo Espíritu mi corazón pequeño y rudo! ¡Que lo llenes con el abono de la gracia para que elimine los rencores, las amarguras y las tristezas y haga mi vida más fuerte que el amor y una fuente de esperanza y alegría! ¡Señor, riega mi corazón para florezca la alegría y no me ahoguen ni las caídas y los fracasos! ¡Señor, cuando las flores de mi corazón se marchiten te pido que con tu sangre preciosa me ayudes a revivir y morar en Ti para crecer en santidad! ¡Señor, que no me den miedo las espinas ni me agobie por los abrojos porque sé que Tú estás conmigo! ¡Y cuando todo me vaya bien, y mi jardín estén bien florido, ayúdame a no relajarme y no cantar victoria para que no se marchite mi corazón con la soberbia y la autosuficiencia! ¡Señor, quiero mirarte siempre a Ti que eres el mejor jardinero y quiero que me conduzcas al mejor jardín que Dios ha pensado para los hombres: el jardín celestial! ¡Espíritu Santo, purifica mi corazón para llegar a ser santo cada día!
Jaculatoria a la Virgen en el mes de mayo: Virgen María, eres sosiego y ternura eres la luz y la fe, dame consuelo en el dolor.
El jardinero, la canción para la meditación de hoy:

miércoles, 17 de mayo de 2017

La paradoja del fracaso





DESDE DIOS
Cuando más sufriente es el dolor del corazón y más grandes son los fracasos, más cerca está Dios del hombre. Vencer el fracaso de mi egoísmo, de mi soberbia, de los excesos de mi personalidad, de mi relación con los demás, de mis rencores, de mi falta de caridad… esta idea del fracaso resuena varias veces en el interior de mi alma. Triunfar es aprender a fracasar. El éxito de nuestra vida tiene como punto de partida el saber afrontar las inevitables faltas de éxito del vivir de cada día. De esta paradoja estriba, en gran parte, el acierto en el vivir. Cada desengaño, cada revés, cada decepción, cada contrariedad, cada frustración, cada desilusión lleva consigo el cimiento de una serie de capacidades humanas inexploradas, sobre las que los espíritus pacientes y decididos han edificado lo mejor de sus vidas.

Todos estamos expuestos, de una manera u otra, al fracaso; esa es la realidad. Pensar que uno está exento de él es una insensatez. Si asumimos el fracaso con una actitud positiva podremos incluso fortalecernos y abrir nuevos horizontes en nuestra vida. Del fracaso surgen lecciones esenciales para la vida. Las dificultades a las que nos enfrentamos juegan a nuestro favor. El problema principal de los fracasos radica en que no estamos acostumbrados a abordarlos sino que vivimos atemorizados por el riesgo a fallar, perseguidos por la sombra de la crítica o de la humillación. Pero Dios escribe derecho en los renglones torcidos de nuestro propio caminar. Dios nos deja libertad y sabe encontrar en nuestro fracaso nuevos caminos para su amor.
Pero el Señor se hace siempre presente en el corazón de cada uno con la impotencia de su amor, que es lo que constituye su fuerza. Se pone en nuestras manos. Nos pide nuestro amor. Nos invita a hacernos pequeños, a descender de nuestros tronos de barro y aprender a ser niños ante Él. Nos ofrece el Tú. Nos pide que confiemos en Él y que aprendamos a vivir en la verdad y en el amor. Eso no es fracasar, eso es hacer grande y simple lo esencial: amar a Dios, amarse uno mismo y amar a los demás.

¡Señor, tu eres mi roca, mi auxilio, mi fuerza! ¡Te dirijo mi súplica, Señor, para que me ayudes a superar las amarguras que me generan mis fracasos! ¡Necesito sentirte cerca, Señor, y ofrecerte mi pobreza y mi nada! ¡Señor, Tu conoces lo que anida en mi corazón y las buenas intenciones! ¡Sabes, Señor, que muchas veces las cosas no salen por mi cabezonería! ¡Ayúdame a comenzar de nuevo cogido de Tu mano, haciendo las cosas con humildad y mayor madurez, para gloria tuya! ¡Espíritu Santo, enséñame a amar a los demás como a mi mismo y juzgarme como lo haría con los demás! ¡Y cuando me vayan bien las cosas no permitas caer en el orgullo ni en la tristeza cuando fracase! ¡Recuérdame, Espíritu de Dios, que el fracaso es el primer paso hacia el triunfo! ¡Lléname de serenidad, alma de mi alma, para hacer siempre el bien! ¡Ayúdame a superar las amarguras de mis fracasos y sentirte siempre cerca de mi! ¡Concédeme la gracia de aferrarme a Ti con la esperanza de que ofrecerás tu inestimable ayuda cuando todo a mi alrededor parezca derrumbarse! ¡Ven a socorrerme, Espíritu Santo, con tu gracia y con la del Señor! ¡Tú conoces perfectamente lo que este pobre corazón siente! ¡Tú sabes las veces que he fracasado y no deseas que me muestre triste y paralizado; al contrario te pido que me ayudes a tener la fortaleza para seguir adelante y enriquecer mi esperanza! ¡Te pido Espíritu Santo, que por medio del Padre que me concedas  tu eficaz auxilio  y tener la alegría y la fuerza de comenzar todo de nuevo sin detenerme en el camino llevando aridez e inutilidad a mi vida! ¡Si el fracaso se presenta, déjame creer Dios mío, que me lo ofreces para adquirir una madurez humana y espiritual!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: Nunca salgas de mi vida Virgen mía, porque perdido estaré si no tengo tu guía.
Agnus Dei, de Samuel Barber, para acompañar la meditación de hoy:

jueves, 11 de mayo de 2017

Como un Zaqueo del Evangelio

orar con el corazon abierto


Al tomar la Biblia para iniciar mi oración se me ha caído de las manos. Las páginas se han abierto en el pasaje de Zaqueo, una señal para comenzar la oración. De su lectura extraes que el Señor es realmente desconcertante. Apuesta por un personaje de reputación troquelada, un hombre poco apreciado por sus conciudadanos, alguien que genera contradicción, desprecio y aversión. Así era Zaqueo, que eleva su riqueza sobre el abuso y la corrupción.
Pero Cristo lee en lo más profundo del corazón. Y en Zaqueo -como en todos nosotros- solo encuentra lo bueno de Él. Porque no hay nadie que no atesore bondad. Y seguro que en lo más íntimo de su ser tenía  necesidad de cambiar.
La sociedad actual requiere de más «zaqueos» como el que surge de las páginas del Evangelio. «Zaqueos» que sean capaces de contribuir a crear un mundo más justo, más humano, más cristiano, mas servicial y más solidario. «Zaqueos» con un corazón generoso, humilde, sencillo, servicial y carente de orgullo, soberbia y ambición. «Zaqueos» que sean capaces de mirar a los demás con amor, que crean que incluso en los corazones de los hombres más duros la bondad y la humanidad es posible. «Zaqueos» que no duden en abrir de par en par las puertas a Cristo porque el encuentro con el Dios del amor es una posibilidad real que puede suceder en cualquier momento. «Zaqueos» que crean que este Dios que se hace presente en nuestra vida a través de Cristo sana corazones heridos, historias truncadas, almas desesperadas... y reconstruye todo aquello que a los ojos humanos parece más que perdido.
¿Por qué es posible que en este tiempo haya «Zaqueos» que se abran al amor de Cristo? Simple y llanamente porque Cristo, que murió en la cruz por la salvación del hombre, tiene viva esperanza en el género humano.
Jesús espera de mi —un «Zaqueo» más del Evangelio— que me levante de mis comodidades y le siga. Que lo hospede en mi casa —en mi corazón—. Que lo acomode en mi vida. Me invita a no perder la esperanza. Me propone a que salga de mi mismo y mire a mi alrededor. Me invita a buscar al prójimo y darle lo mejor de mi. Me invita a salir de mis medianías y buscar la excelencia personal. La santidad. Me invita penetrar en lo más profundo de mi ser donde habita Él y dejarme sorprender por su amor.
Quiere que sea un «Zaqueo» como el del Evangelio que, sintiendo su cercanía, irradiado por su paz y su amor, se puso en pie y escuchando la voz del Espíritu resonando en su interior dio un «sí» rotundo al Señor. Cuando uno entrega al Señor lo mejor de si mismo, su corazón, su vida, su fragilidad y sale de su mundo Jesús hace milagros. Y el más bello, el milagro de sentir su cercanía.
¡Señor, como a Zaqueo hazme bajar del árbol de mis egoísmos, mi humanidad y mis comodidades y llévame a hacia Ti para que puedas entrar en mi corazón endurecido por las pruebas! ¡Gracias, Señor, porque siempre eres Tu con tu paciencia y bondad el que se acerca a mí para pedirme entrar en mi corazón y en mi vida! ¡Puedes entrar, Señor! ¡Concédeme, Señor, la gracia de tener todo siempre preparado para cuando llames! ¡Envía tu Espíritu para que haga limpieza en mi interior y te sientas más cómodo! ¡No te sorprendas, Señor, cuando en alguna ocasiones observes tanto desajuste, tanta inmundicia interior, tanto desorden, tanta falta de autenticidad! ¡Solo ten compasión de mí, Señor, que soy un humilde pecador! ¡Lo que yo deseo, Señor, es experimentar en mi vida tu amor, tu gracia, tu cercanía, tu perdón y tu misericordia! ¡Quiero sentir la paz de tenerte en mi corazón! ¡Quiero que, como a Zaqueo, me mires con una mirada de amor, me sonrías con la sonrisa de la bondad, me acerques la mano con la serenidad del que sabe va a perdonar! ¡Señor, ya sé que no te importa lo que soy porque lees en mi interior y sabes que tengo intención de cambiar, de mejorar, de crecer como persona y como cristiano! ¡Envíame tu Espíritu, Señor, para que me ayude a optar por la santidad ¡Gracias, Señor, porque tu lo puedes todo y puedes sanar mi corazón!

Como Zaqueo, la canción que acompaña hoy la meditación:

¿Qué significa el monograma JHS?

Estas letras han dado lugar a interpretaciones varias, algunas erróneas


Este monograma se encuentra en solitario en muchas partes (escudos, altares, manteles, puertas de sagrarios, etc), pues hace referencia a Jesús.
El monograma IHS sencillamente es la transcripción latina del nombre abreviado de Jesús en griego; es decir del nombre Jesús en griego Ιησούς (en mayúsculas ΙΗΣΟΥΣ) viene de la abreviatura, iota-eta-sigma (sustituyendo la letra sigma final por la S).
Este monograma ha dado lugar a interpretaciones varias. La única aceptada es la abreviación latina de la frase “Iesus Hominum Salvator” (IHS), traducida al español como Jesús salvador de los hombres.
Otros finalmente pueden interpretar erróneamente las tres letras como Jesús Hombre Salvador, o Jesús Hostia Santa.
El monograma IHS fue adoptado como sello por san Ignacio de Loyola fundador de los Jesuitas o de la Compañía de Jesús, y se convirtió en el símbolo de la misma congregación tras usarlo así Ignacio en su sello como superior general. El papa Francisco, miembro de los jesuitas, tiene este monograma en su escudo episcopal.

Un «Me gusta» al Señor

me gusta
El auge de las redes sociales ha consolidado el término «seguidor» para referirse a las personas que siguen las opiniones y comentarios de otros sobre cuestiones de actualidad. Hoy puedes encontrar numerosas personas con millones de «followers» que ansían darle al «like» por un determinado comentario. Es curioso. Siglos antes de que la redes sociales pusieron de moda el término «seguidor» en la Biblia ya se distinguían dos tipos de seguidores: los que seguían lo malo, cuya consecuencia es la muerte, y los que seguían lo bueno que tenía como fin la vida. Dos formas antagónicas de seguimiento que ponen al hombre en la disyuntiva de seguir uno u otro camino.

Cuando uno lee el Antiguo Testamento observa lo recurrente que es la expresión «seguir a Dios» que implica un compromiso de entrega; todo mi ser humano centrado en el seguimiento al Padre. Es decir, todo mi corazón y toda mi voluntad entregada a Dios como centro de mi vida y de mi esperanza. Así, ese seguimiento a Dios es algo radicalmente antagónico al seguimiento que pueda hacerse de una persona en cualquiera de los ámbitos de las redes sociales, en las que si el personaje me aburre, ha pasado de moda, pierde interés o, simplemente ya no me gusta lo que dice, me doy de baja de su cuenta y dejo de seguirle.
En el Nuevo Testamento el término «seguir» está marcado por una profunda experiencia con Jesús, pero para convertirse en seguidor es necesario una llamada en el que el discípulo hace un reconocimiento de Jesús como su maestro y toma la decisión de seguirle incluso con la propia vida.
Razón importante para saber a quien sigo y quien me influye porque en la vida existen muchos seguimientos estériles e inútiles que nada aportan y que mucho distraen.
El seguimiento vital y fundamental del hombre debería ser el seguimiento de Cristo. ¿Lo sigo verdaderamente?

¡Señor, me invitas a seguirte, a creer en ti, ponerme en camino y seguir tus huellas! ¡concédeme la gracia de tener esas actitudes que marcaron tu vida: de servicio, de generosidad, de entrega, de solidaridad, de liberación, de amor, de compasión, de perdón, de obediencia y entrega total a Dios y a su proyecto de salvación! ¡Concédeme la gracia de ser un testigo del Evangelio para poder anunciar a los que me rodean el reino de Dios! ¡Ayúdame a entender que tu seguimiento es un camino de Cruces y de servicio y que exige mucha renuncia, pobreza, humillación y sacrificio! ¡Que sea consciente, Señor, que el camino que me lleva a ti no conduce al desencanto sino a la realización plena y a la felicidad verdadera! ¡No he sido yo quien te ha elegido a ti, has sido tú quien me ha llamado por mi nombre! ¡Tú, Señor, muestras el significado de las parábolas y de tus enseñanzas, ayúdame a creer, vivir y amar el Evangelio estando siempre unido a ti! ¡Tú me invitas a ser tu discípulo, para que donde tú estés yo vaya contigo y para predicar la conversión al prójimo y experimentar la riqueza que es seguirte! ¡Dame, Señor, la fortaleza, la valentía y la sabiduría de renunciar a todo por ti, aprender a llevar contigo la cruz de cada día y negarme a mi mismo para seguirte! ¡Aumenta mi fe para poder seguir el camino que me propones porque quiero ser tu discípulo, abrazar, por amor a Ti, los problemas y el sufrimiento que pueda encontrar a lo largo del camino!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: Bienaventurados los que te aman, María, porque en tus manos hallarán las riquezas que no parecen. Y, guiados por tus pasos, entrarán en posesión de Dios.
Como te lo puedo decir, cantamos hoy:

Escuchaba ayer una bellísima canción titulada Where Could I Go But to the Lord? (¿Adónde puedo dirigirme sino es al Señor?). La letra de la canción repite hermosamente: «¿A quien iré? Oh, ¿A quién iré sino a Jesús? El me salvó y rescató mi alma». Vivimos en un mundo donde el pecado está a la orden del día y el mal se hace presente en nuestras vidas de manera permanente. Vivimos en sociedades donde hedonismo, el materialismo, el individualismo… si incrustan en nuestros corazones sin que pongamos freno a este desenfreno. Eso nos lleva a una pérdida de valores y también una pérdida de esperanza. Y aquí surge luminosa la letra de esta canción: «¿Adónde puedo dirigirme sino es al Señor?» Él es el único al que uno puede recurrir siempre, en toda circunstancia y en todo momento porque Cristo, siempre al alcance de nuestra voz, de nuestra oración, escucha el grito del que le reclama.
Si uno se siente cansancio y agotado, «¿Adónde puede dirigirse sino es al Señor?».
Si la oscuridad interior que uno experimenta le hace ser consciente de su propia debilidad, «¿Adónde puede uno dirigirse sino es al Señor?».
Si uno necesita barruntar en su corazón el amor de Dios, «¿Adónde puede dirigirse sino es al Señor?»
Si uno padece en el cuerpo y en el alma, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?».
Si uno siente el desprecio y el abandono de tantos que antes le daban golpes en la espalda, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?».
Si uno sufre en sus propias carnes el sufrimiento de la enfermedad y el dolor, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?».
Si uno no es capaz de vislumbrar la luz luminosa de la esperanza que haya al final del túnel, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?»
Si uno se siente profundamente agobiado por los problemas económicos, materiales o de otra índole, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?».
Y, así, un largo etcétera de situaciones más o menos extraordinarias que pueden llevar como coletilla «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?»
A Jesús hay de gritarle muchas veces en una oración encendida: ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí! ¿Acaso no exclamó aquello de «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Cargad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontraréis alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana».
Junto a Jesús todas las fatigas se vuelven amables. Todo sacrificio, al lade de Cristo no es áspero y ni rebelde, sino gustoso. Él llevó nuestros dolores y nuestras cargas más pesadas. Entonces, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?».

¡Señor, no hay camino más seguro que seguirte a ti y encontrar a tu lado la felicidad! ¡Señor, cuando el peso resulte demasiado pesado para mis fuerzas que no deje de escuchar tus palabras del «Venid a Mí todos los que andáis fatigados y agobiados, y Yo os aliviaré»! ¡Gracias, Señor, porque esta es una invitación de compasión por cada uno de nosotros pero también de amistad, de ofrecimiento, de confort, de promesa, de paz y de vida! ¡Gracias, Señor, porque tú eres mi descanso al que puedo acudir en cualquier momento! ¡Sabes bien, Señor, de todos mis cansancios y dificultades, y recurro a Ti para descansar en tu Sagrado Corazón! ¡Señor, que la gracia de este encuentro me ayude a salir renovado para continuar mi camino hacia la santidad! ¡Te pido, Señor, perdón por todos los momentos en que me alejo de Ti, y trato de reposar en esos falsos lugares que me ofrece el mundo para mi felicidad! ¡Concédeme la Luz de tu Espíritu Santo, para que sea capaz de ver con claridad y reconocerte como mi Señor y mi verdadero descanso!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Acompaño la meditación con esta canción:

miércoles, 10 de mayo de 2017

Una súplica a la voluntad de Dios

De camino la cocina, entré ayer en la capilla para hacer una breve visita al Señor. La capilla donde se encuentra el Sagrario está presidida por una imagen de Jesucristo con sus manos abiertas acogiendo amorosamente las peticiones de Los que allí se acercan. Una mujer con los brazos abiertos ora en voz alta, con la voz entrecortada, gimiendo, exclamando una y otra vez al Señor que atienda cada una de sus súplicas: «¡Que se haga tu voluntad, Jesús, y no la mía!». Esta petición, en el silencio del templo, resuena con una fuerza impresionante. La mujer no sabe que nadie más está en la iglesia, me siento en el último banco (momento de que recoge la fotografía) y me uno a su oración. «¡Que se haga tu voluntad, Jesús, y no la mía!». Siento también el dolor de esta mujer porque yo estoy rodeado de problemas. Pero este clamor me hace entender que debo doblegarme al padre y entregarle mis miedos, mis inquietudes, mis temores, mis fragilidades, mis inquietudes, mis deseos… Jesús los toma con sus manos amorosas.

Escuchando la súplica de esta mujer sencilla comprendo que son muchas las ocasiones en las que me dirijo al Padre dándole recomendaciones concretas de cómo tiene que solucionar mi problema, de cómo proceder ante esta situación que me agobia, de cómo puedo solucionar y salir airoso de la situación en la que me encuentro dándole precisas instrucciones de cómo debe proceder en mi vida. A veces de manera consciente y otras no tanto le digo a Dios como mover ficha. Pero no es así como Dios actúa. A Él no le complace la oración ritual, desapegada de amor, de confianza, del que no abre el corazón, que no se desprende de lo mundano. Él quiere que uno se doblegue a su voluntad, a sus designios. Al «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!».
Mi deseo ferviente es «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Mi anhelo es «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Sí, quiero que pasen esos nubarrones oscuros que traen tormentas y huracanes en mi vida pero ante todo quiero «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Que por muchas lágrimas que derrame en mis ojos producto del sufrimiento «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Saber descansar en el Padre amoroso que todo lo puede para repetir confiadamente «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Tratar de no imponer mi voluntad sino la del Padre para hacer las cosas a su manera y no como las tengo yo previstas, de forma «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Que sea Él el que tome mi mano y escriba en el libro de mi vida el capítulo y el guión que mejor corresponda, dado con amor, para poder exclamar certeramente «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!».

¡Hágase tu voluntad, Señor, y no la mía! ¡Señor, tu me has creado y me has dado la vida, tu me impones un destino y me das la libertad de seguirlo aunque muchas veces me equivoque! ¡Tú, Señor, conoces lo que anida en mi corazón, mis debilidades y mis miedos! ¡Tu, Señor, deseas lo mejor para mí por eso te pido que se haga tu voluntad y no la mía! ¡Tu, Señor, buscas mi bien! ¡Hazme saber, Padre de bondad, qué es lo que deseas para mí, que es lo que más me conviene en cada ocasión!¡Señor, que se haga siempre tu voluntad porque siguiéndola siempre todo me irá bien! ¡Y cuando no sepa cuál es tu voluntad, Señor, envíame a tu Espíritu para que me ayude a discernir! ¡Que se haga, Señor, tu voluntad y no la mía! ¡Qué cada instante, Señor, se haga en mi tu santa voluntad! ¡Hágase tu voluntad para perder el miedo a mis seguridades mundanas, a las incertidumbres de la vida, a dónde me llevará tu voluntad! ¡Señor, en tus manos pongo mi libertad, mi camino, mi vida! ¡Hágase tu voluntad y no la mía!
Jaculatoria a la Virgen: Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mia.
Una entre todas, cantamos hoy:

lunes, 8 de mayo de 2017

En el Día de la madre



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Hoy en España se celebra el día de la madre y en la mayoría de países de América Latina el domingo 14 de mayo.El rasgo más hermoso de la naturaleza humana es propiedad de la mujer: a ella le pertenece el don maravilloso y extraordinario de ser madre y dar vida a un ser humano. Junto a la dicha de engendrar vida, a la mujer se le han concedido una serie de destrezas, virtudes y valores que la hacen especial a los ojos de Dios.

Para mí una madre es portadora del don de la comprensión, que conoce los sentimientos del hijo, que le apoya en sus estados de ánimo y de desánimo, que reconforta con sus palabras, sus besos, su mirada y sus caricias.
Una madre lleva en la mochila de su corazón el don del esfuerzo y de la paciencia para poner paz y serenidad en la familia, para hacer íntegras y auténticas a las personas que la forman, que desarrolla la paciencia en grado máximo, y que pone las situaciones familiares en el punto de equilibrio para hacer feliz el entorno familiar.
Una madre es un canto a la responsabilidad cotidiana, en busca siempre del bienestar de los miembros de la familia, poniendo todo su empeño y su esfuerzo para lograrlo, que ejerce sus deberes con una responsabilidad fuera de lo común, trabajando para hacer felices a los demás a costa de sus cansancios cotidianos.
Pero ante todo, una madre es ejemplo de amor, un amor único y especial, despojado de todo egoísmo. Es un amor capaz de multiplicarse sin dar alguno más que otro, con la misma intensidad y el mismo cariño. Un amor que nunca se agota y que se mantiene aunque haya desdén, olvido y abandono. Es un amor que no tome en cuenta las consecuencias ni esperar nada cambio porque prefiere su propio sufrimiento al dolor de un hijo por ella engendrado. El amor de una madre es un amor universal pensado para que la vida perdure. Es un amor que implica donación, entrega, generosidad, tolerancia, perdón, comprensión, sacrificio...
El amor de una madre solo es superado por el amor que Dios tiene por cada ser humano, por eso el amor de una madre es tan parecido al amor que Dios tiene sobre cada uno de sus hijos aunque no alcance a ese nivel de amor que el Padre tiene por nosotros. Pero Dios ha sido muy generoso en otorgar a las madres ese amor que permita hacer hasta lo imposible por un hijo suyo y esto es lo que en realidad celebramos el día de hoy, el día de la madre.
Este domingo es propicio para darle gracias a Dios por la madre que nos ha dado la vida, para honrarla, respetarla y agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros.
Y ofrecérsela a María, Madre del Verbo encarnado y Madre nuestra, para que la proteja siempre; ofrecer cada mamá del mundo, a aquellas que, junto a los maridos, educan a los hijos en un contexto familiar armonioso, y a las que, por diferentes motivos, tienen que afrontar solas esta ardua tarea. Que todas puedan desempeñar con entrega y fidelidad su servicio cotidiano en la familia, en la Iglesia y en la sociedad. ¡Que la Virgen se convierta en su apoyo, consuelo y esperanza!

La oración de hoy no es mía, es una plegaria que rezo cada año el día de la madre:
Padre Celestial:

Te doy gracias por mi madre, a las que Tu les has confiado el cuidado precioso de la vida humana desde su inicio.
Tú has dado a la mujer la capacidad de participar contigo en la creación de nueva vida. Haz que cada mujer puede llegar a comprender el pleno significado de esta bendición.
Mira a cada madre que está esperando un hijo, fortalece su fe en Tu paternal cuidado y amor para con ella y para su hijo en camino. Dale valentía en tiempos de miedo o dolor, comprensión en los momentos de incertidumbre y duda, y esperanza en tiempos de problemas. Concédele alegría en el nacimiento de su hijo.
Bendice a las madres a quienes les has dado el gran privilegio y la responsabilidad de ser formadoras de un niño o una niña.
Haz que todas ellas puedan fomentar la fe de sus hijos, siguiendo el ejemplo de María, la Madre de Tu Hijo.
Ayuda a todas las "madres espirituales", quienes están al cuidado de los hijos de otros y asumen su tarea con amor maternal, que puedan descubrir que engendrar vida es mucho más que dar a luz.
Te pedimos que envíes el Espíritu Santo Consolador a las madres que han perdido hijos, que están enfermos o separados de sus familias, que se encuentran en peligro o problemas de cualquier tipo. Muéstrales Tu misericordia y dales fortaleza y serenidad.
Colma de tu paz a las madres que ya no están con nosotros, que disfruten en Tu presencia del fruto de sus esfuerzos en la tierra.
María, Madre del Cielo, intercede por todas las madres, sé su guía y consuelo. Alcánzales  la Gracia de Dios para esta vida y la alegría eterna en la Gloria.

Jaculatoria a María en el mes mayo: He resuelto, María, vivir cerca de ti: tú me haces participar de la plenitud de tu gracia; en mis penas y quebrantos tú serás mi fuente de consuelo y alegría.
Feliz día para todas las madres con esta canción:

domingo, 7 de mayo de 2017

Un ángel llamado MAMA


Un niño que iba a nacer le dijo a Dios:
-Me dicen que me vas a enviar a la Tierra, pero, ¿cómo viviré tan pequeño e indefenso como soy?
Y Dios le respondió:
-No temas, entre muchos ángeles escogí uno para ti que te está esperando; él te cuidará.
Y el niño volvió a preguntar:
-¿Quién me alimentará?
-El mismo ángel - contestó Dios.
-¿Quién me acunará?
-El lo hará, como también te hará sonreír, calmará tus dolores, velará tu sueño, te guiará por la vida mientras creces.
-¿Y cómo entenderé a la gente que me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?
-Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar, y con mucha paciencia y cariño te enseñará a hablar.
-He oído que en la Tierra hay hombres malos. ¿Quién me defenderá?
-Tu ángel te protegerá de todas las maldades del mundo y cuidará de ti en cada momento de tu vida, día y noche. No permitirá que te hagan daño. Si enfermas, buscará los medios para sanarte, porque dará su propia vida por ti si es necesario.
En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo, pero se oían voces terrestres, y el niño, presuroso, repetía suavemente:
-Dios mío, si ya me voy, dime su nombre. ¿Cómo se llama mi ángel?
Dijo la voz de Dios, llena de paz y de amor:
-Su nombre no te lo diré, porque no es necesario, pero tú le llamarás MAMÁ.

sábado, 6 de mayo de 2017

EL PERFUME DEL SABER

En cierta ocasión estaban en un convento trabajando arduamente los monjes, cuando en forma imprevista llegó otro monje peregrino que se dedicaba a predicar las cosas de Dios. Golpeó la puerta principal y les dijo a los laboriosos religiosos del convento: " Vengo a visitarles para hablarles del Señor".
Los monjes que estaban muy atareados, de inmediato empezaron a murmurar entre ellos: "¿Qué puede enseñarnos éste que nosotros no sepamos?"
"¡Sólo llega este peregrino a hacernos perder el tiempo!", comentaban contrariados.
Y en medio de ese descontento, decidieron insinuarle muy sutilmente que no podrían detenerse para escucharlo.

Entonces, uno de los monjes, le ofreció como cena sólo un vaso de leche diciéndole: "Mira, es lo único que tenemos para darte de comer; no tenemos tiempo en prepararte otra comida".
El monje peregrino, que no era tonto, interpretó inmediatamente la indirecta, y colocando un pétalo de rosa sobre el vaso de leche que le habían ofrecido, dijo: "Ves, este pétalo que he agregado a la leche flota en la superficie, pero no hace rebasar el vaso. Por el contrario, no sólo que no ocupa lugar, sino que además perfuma la leche que me trajiste".
El monje del convento calló y se retiró avergonzado: Él también había captado el sutil mensaje de respuesta.-

Moraleja: "Por más que estemos atareados, siempre debe haber un tiempo en nuestra vida y un lugar en nuestro corazón para escuchar las cosas de Dios. Lo que escuchemos y aprendamos acerca de Él, no sólo no "rebasará" nuestros conocimientos u ocupará inútilmente nuestro tiempo, sino que por el contrario, contribuirá a "perfumar" y hacer más bella nuestra existencia".

viernes, 5 de mayo de 2017

¡SI YO CAMBIARA ..., CAMBIARÍA EL MUNDO

Si yo cambiara mi manera de actuar ante los demás, los haría felices.
Si yo deseara siempre el bienestar de los demás, yo sería más feliz.
Si yo comprendiera plenamente mis errores y defectos, sería humilde y comprensivo con los otros.
Si yo cambiara el "tener" más por el "ser" más, ¡cuán dichoso sería!
Si yo cambiara el ser "yo" a ser "nosotros", comenzaría la civilización del amor.
Si yo siguiera decididamente a Jesús y su Evangelio, comenzaría a vivir la verdadera felicidad.
Si yo amara "en serio" a los demás, ellos cambiarían.
Si yo cambiara mi manera de pensar hacia los otros, los comprendería.
Si yo criticara menos y aplaudiera más, ¡cuántos amigos ganaría!
Si yo encontrara lo positivo en todos, ¡con qué alegría los trataría!
Si yo cambiara mi manera de tratar a los demás, tendría más amigos.
Si yo aceptara a todos como son, sufriría menos.
Si yo comprendiera que todos cometemos errores, sería más humilde.
Si yo tuviera más sentido del humor, relativizaría mis pequeños problemas.
Si yo pensase antes de decir y de hacer, me ahorraría muchas palabras y más de un fracaso.
Si yo fuese más «inteligente», no me quedaría en las apariencias de las personas y de las cosas.
Si yo mirase «más allá de mi ombligo», .vería a más de una persona que me necesita.
Si yo me esforzara siempre por hacer el bien a los demás, sería más feliz.
Si yo tuviera más en cuenta mis defectos, sería más comprensivo.
Si yo fuese menos autosuficiente, me enriquecería con lo bueno de los demás.
Si yo confiara más en Dios Padre, me sentiría como un niño en los brazos de un ser querido.
Si yo «comulgase» más y mejor con Cristo, sería capaz de «tragar a los que me caen gordos»
Si yo...
Si yo no puedo cambiar el mundo, sí que puedo cambiarme a mí mismo.

Cristo en lo cotidiano de mi vida

orar con el corazon abierto
La vida ordinaria, esa que vivimos cotidianamente, la que nos acompaña en el descanso y en el trabajo, en la familia y con los amigos, en el tiempo de oración, en las pequeñas tareas del día a día, es una aventura maravillosa. Una vida donde reina la discreción, la prudencia y la tranquilidad, esa que se vive pasando sin hacer demasiado ruido y sin llamar la atención de los que nos rodean. Los detalles monótonos del día a día, incluso aquellos con momentos difíciles, deben estar impregnados de santidad y de grandeza.

La vida ordinaria es también tiempo de renuncias, de abandono de lo mundano, de relativizar las cosas y darle a cada cosa y momento su verdadero valor y significado. Es en la grandeza de las pequeñas cosas, en lo ordinario de la vida, donde Dios se hace presente. Aunque no lo percibamos allí está. Depende de nosotros sentir su Presencia. Día a día. Minuto a minuto.
Pero en todo ese palpitar hay algo impresionante que a nadie se le escapa, escondido en el corazón de todo hombre. El Amor con mayúsculas con la que se hacen las cosas. Y eso hace que la vida ordinaria nada tenga de ordinaria. Porque entre las mil pequeñas discusiones diarias, el trabajo en la casa o en la oficina, los problemas que agobian, el estrés, las dificultades económicas, el malestar por una situación… surge una cascada de amor que hace maravilloso el día a día.
Y entonces uno entiende que la vida ordinaria es extraordinaria, sí, que incluso agota porque hasta los pequeños detalles y los más nimios deberes se conviertan en un esfuerzo. Pero entonces piensas en la vida de esa familia de carpinteros de Nazaret, hace más de dos mil años, con una imponente proyección contemplativa. Y entiendes que entre tanto lío allí está Jesús en el centro. Y descubres que para que Dios se haga presente en nuestra vida es necesario transformar la superficialidad de nuestra mirada hacia una más profunda que nos permita observar la historia —nuestra historia— con los mismos ojos con los que Cristo lo mira todo y descubrir entonces su Presencia escondida. Y pides al Espíritu Santo que se haga presente porque con tus solas fuerzas y esfuerzos no puedes. Y descubres que la presencia escondida de Cristo en la cotidianidad de nuestra vida es la gran obra de Dios en cada uno de nosotros. Y Cristo te permite mirar tu entorno con una mirada nueva, con un corazón expansivo. Así es más fácil encontrar a Dios en la vida ordinaria. Vivir desde la fe lo pequeño como un regalo, que en absoluto no es ajeno. Y, así, sin pretenderlo, recuperas poco a poco la alegría escondida en las pequeñas cosas que a uno le van surgiendo. Todo encuentro con Dios une lo espiritual con lo cotidiano. ¡Qué maravilla!

¡Señor, quisiera mirar mi vida sencilla con ojos nuevos, con un corazón abierto a tu llamada! ¡Quisiera vivirlo todo como un regalo que me haces no como un motivo para la queja! ¡Señor, quisiera aprender de Ti que la santidad que Tu viviste durante aquellos años en Nazaret sea una santidad basada en las actividades más sencillas, impregnadas de trabajo y de vida familiar! ¡Padre, Tu estás presente en todas mis tareas diarias, ayúdame a llenarlas de Tu amor y de tu santidad para irradiar a todos los que me rodean! ¡Espíritu Santo, no permitas que los acontecimientos controlen mi vida sino que sea yo con mi actitud positiva impregnada de Dios el que sea dueño de mi vida! ¡María, quiero que seas espejo de mi alma para que cada una de mis acciones, mis pensamientos y mis deseos estén revestidos de amor, caridad y servicio! ¡Señor, que mi servicio y entrega a los demás no sea para ensalzarme y mostrar mis capacidades sino que tengan la humildad y sencillez como ideal, desposeyéndome a mi mismo para despojarme de mi amor propio y de mi interés!
Gloria, de Johannes Eckart:

martes, 2 de mayo de 2017

Pisadas en la arena


Aprovechando el buen tiempo y el día de fiesta, caminé ayer a primera hora de la mañana por una playa solitaria del pueblo. No había ni una sola alma. La brisa  me daba la fuerza para sonreír, para hablar, para caminar. Cuando llevaba un tiempo andando sobre las arena me dimos cuenta de que mis pisadas iban acompañadas de una pisada anónima (véase foto). Instintivamente segui la estela de estas pisadas desde que nos habíamos adentrado en la arena.  Me sentí acompañado. Y rece una oración a Jesús para darle gracias por esta mañana tan agradable que estába disfrutando. Hoy en la oración me viene a la mente las veces que he seguido al Maestro siguiendo sus huellas. La infinidad de ocasiones que he dicho al Señor que «Sí» aunque en realidad era a medias, o casi nada, o nada. A través de los pasajes del Evangelio me he sentado junto a aquel ciego que recuperó la vista, del cojo que comenzó a andar, del manco que recuperó la mano; he estado en la ladera del monte de las bienaventuranzas escuchando como nos legaba ese nuevo conjunto de ideales que se centran en la humildad y el amor al prójimo; me he sentado a comer un trozo de pan y de pescado junto a aquella multitud ingente de personas ávidas de escuchar a Cristo; pero, también, en el terrible momento de su prendimiento en el huerto de los Getsemaní me ha desprendido de todo lo que me cubría para alejarme de Jesús. Al salir huyendo he dado entrada en mi corazón al rencor, a la desesperanza, a la sensación de miedo, a ese sentimiento culpable de mi corazón, al llamarme cristiano y en realidad ser un tibio seguidor de Jesús, al dolor... He dejado abandonado a Cristo y cuando lo necesito —que es casi siempre— me encuentro que estoy solo, que me falta lo esencial, que todo se tambalea. Y ahí es donde surge esta imagen tan clarividente de las huellas en la arena de ayer.
Son muchas las ocasiones en la vida que ante los problemas que nos sobrevienen empezamos a correr sin criterio y nos alejamos de Cristo, sabedores de manera consciente o inconscientemente del error que hemos cometido. Lo hacemos sin nada que nos cubra sometidos a las inclemencias de la hostilidad del mundo en el que vivimos y nuestra fragilidad nos expone de manera cruenta ante la realidad del mundo. Y entonces Jesús me enseña que Él camina a mi lado. Que sí, soy una frágil criatura que Él nunca abandona y que a su lado debo luchar en lugar de huir despavorido, que debo plantar cara con valentía y confianza a los problemas a los que me enfrento y que debo buscar siempre soluciones que Él me ofrecerá en la escucha de la oración. Él me da la fortaleza para no hundirme y caer rendido ante las adversidades. También me enseña que todas mis preguntas van a tener su debida respuesta pero su contestación llegará en el momento oportuno. Que debo caminar cogido de su mano. No soltarla nunca. Que la lucha cotidiana supone un trabajo siempre arduo, y que si huyo de mis obligaciones escondiendo mi rostro bajo la arena tal vez logre en la práctica no afrontar la realidad pero esto implica un descomunal desacierto.
Caminar por la vida viendo como cada paso de Cristo a mi lado la huella se une a la mía, me enseña a superar mis limitaciones y asimilar que cada día debo seguir luchando cogido de su mano.
¡Señor, tu caminas cada día a mi lado y eso es un gran privilegio! ¡Tu Señor conoces mis anhelos, mis frustraciones, mis sueños, mis fracasos, mis dudas, mis alegrías! ¡Tú, Señor, me acompañas y me ayudas a avanzar y por eso te doy gracias! ¡Tu, Señor, lees en lo más profundo de mi corazón, en mis pensamientos y en mis necesidades cotidianas! ¡Señor, gracias porque me ayudas a caminar contigo! ¡Señor, yo no puedo ocultarte nada por eso te pido que me permitas vivir bajo tu amparo y protección! ¡Te ruego, Señor, cubras todas mis necesidades y las de los míos! ¡Concédeme, Señor, que proveas en mi vida lo que tú consideres es mejor para mí! ¡Te pido, Señor, la fortaleza, la guía y la sabiduría del Espíritu para ir recorriendo los caminos de la vida según tu voluntad y no la mía!
Jaculatoria a la Virgen en el mes de mayo: María, Madre mía, se tu mi guía.
Junto a ti María, cantamos hoy a la Virgen:

¿Qué significa “Aleluya”?

Y ¿por qué se usa tanto durante la Pascua?

Durante los 40 días de Cuaresma la palabra “Aleluya” desaparece de la liturgia de la Iglesia. No se dice ni una vez. Luego, durante la Vigilia Pascual, el sacerdote entona el gran Aleluya y parece que la Iglesia no puede dejar de repetir esta palabra una y otra vez. Pero ¿por qué?
¿Qué significa y por qué está tan estrechamente asociada a la temporada de Pascua?
Aleluya, del latín halleluia, tiene a su vez raíces hebreas en hallĕlū yăh significa “alabad a Dios”. Se encuentra más comúnmente como una especie de antífona que se repite al final de los Salmos. También se encuentra en el libro de Tobías, donde se utiliza como un himno de alabanza para cantar en la nueva Jerusalén.
“Las plazas de Jerusalén serán soladas con rubí y piedra de Ofir; las puertas de Jerusalén entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya!” (Tobías 13:17)
No es de sorprender que también aparezca en el libro de Apocalipsis.
“Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: ‘¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos; porque ha juzgado a la Gran Ramera que corrompía la tierra con su prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos’. Y por segunda vez dijeron: ‘¡Aleluya! La humareda de la Ramera se eleva por los siglos de los siglos’. Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: ‘¡Amén! ¡Aleluya!’. Y salió una voz del trono, que decía: ‘Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le teméis, pequeños y grandes’. Y oí el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: ‘¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado (…)’”. (Apocalipsis 19, 1-7)
San Jerónimo es el responsable de la traducción de la expresión hebrea de la palabra “Aleluya” en la Vulgata Latina, que se usaba por entonces en la liturgia romana. Es y siempre ha sido una expresión de alabanza, para glorificar a Dios por su bondad. Por esta razón, Aleluya está tan íntimamente relacionada con una época de alegría y contrasta drásticamente con la sombría actitud de penitencia de la Cuaresma.
La Pascua es un periodo de gran alegría y exaltación, por lo que cantar Aleluya es la forma que tiene la Iglesia de destacar esta realidad, ofreciendo continuamente alabanzas y honras a Dios.
Así que, si alguna vez necesitas una oración breve para ensalzar a Dios, simplemente grita “¡Aleluya!”.