El  año nuevo inició ayer su andadura. Además de celebrarlo, es tiempo de  reflexión y de resoluciones.Tiempo para agradecer a Dios por todo lo que  ha hecho por mi en el año que se ha cerrado, por todas las enormes  bendiciones y las grandes enseñanzas que me ofreció durante este tiempo.  Comienzo este día alabando al Señor con este breve y hermoso salmo  cargado de verdad que te invita a la gratitud y a la acción de gracias y  a mantener frente a Dios y frente a la vida una actitud nueva:
Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.
¡Con  cuanta frecuencia me olvido de ser agradecido con el Padre, con aquel  que cuidó, sanó y limpió mis heridas! ¡Con aquel que me ofreció la  oportunidad para ser más humano, más libre, más generoso, más auténtico!  ¡Con aquel que me dio la oportunidad de vivir una vida nueva!
¡Con cuanta frecuencia me acostumbro a que luzca el sol por la mañana, a que amanezca cada jornada, a tener el plato caliente en la mesa, a recibir una sonrisa del que me ama, a recibir un abrazo que reconforta, a ver como cada uno de mis hijos crecen con alegría, a observar los frutos de mi esfuerzo en el trabajo!
¡Con cuanta frecuencia olvido el dar gracias a Dios por sus regalos de misericordia y de amor, por su bendiciones infinitas fruto de su fidelidad sin límites de las que, tantas veces, me creo merecedor sin haber dado nada a cambio!
¡Con cuanta frecuencia olvido reconocer a aquel que me ha hecho un favor a cambio de nada, que me ha dado una palabra de aliento cuando más lo esperaba, que me ofrecido una respuesta cuando era necesaria, cuando ha dado muestras de su gratitud como el pesar me embargaba!
¡Con cuanta frecuencia me resulta difícil comprender lo que Dios quiere para mi vida, lo que quiere de mi, cuáles son sus planes y solo soy capaz de observar el vallado que cubre mi corazón tantas veces cerrado para entender las maravillas que Dios obra en mi vida!
¡Con cuanta frecuencia me cuesta agradecer a Dios incluso las situaciones que no me son favorables que me permiten crecer humana y espiritualmente porque en sus manos adquieren un sentido sobrenatural que me lleva a transformar mis actitudes y mi vida!
¡Cuántas veces se me rompe el frasco de alabastro que llevo en las manos como un valor preciado y el perfume se derrama a los pies de Cristo y no soy capaz de ver que en realidad es una ofrenda de acción de gracias por su infinito amor a mi pequeña persona!
Le pido al año que comienza que Dios me bendiga, que haga brillar su rostro en mi y en los que quiero y, también, en la humanidad entera; que proyecte sobre cada uno la luminosidad de su santo Nombre, manifestación de su paternidad. Que sea este un año en el que no pase un día sin ser agradecido con Dios, que nada me quite la paz, ni siquiera las dificultades y los sufrimientos de la vida y que estos, las pruebas y la oscuridad que pueda venir acreciente mi esperanza, una esperanza que viene de ese amor que Dios derrama en el corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado.
Y que este año camino de nuevo de la mano de la Virgen María, Reina de la Paz, para construir un entorno más justo y fraterno, más digno del hombre y del amor.
No es mucho lo que pido pero lo es todo porque quien a Dios tiene, todo lo abarca.
¡Con cuanta frecuencia me acostumbro a que luzca el sol por la mañana, a que amanezca cada jornada, a tener el plato caliente en la mesa, a recibir una sonrisa del que me ama, a recibir un abrazo que reconforta, a ver como cada uno de mis hijos crecen con alegría, a observar los frutos de mi esfuerzo en el trabajo!
¡Con cuanta frecuencia olvido el dar gracias a Dios por sus regalos de misericordia y de amor, por su bendiciones infinitas fruto de su fidelidad sin límites de las que, tantas veces, me creo merecedor sin haber dado nada a cambio!
¡Con cuanta frecuencia olvido reconocer a aquel que me ha hecho un favor a cambio de nada, que me ha dado una palabra de aliento cuando más lo esperaba, que me ofrecido una respuesta cuando era necesaria, cuando ha dado muestras de su gratitud como el pesar me embargaba!
¡Con cuanta frecuencia me resulta difícil comprender lo que Dios quiere para mi vida, lo que quiere de mi, cuáles son sus planes y solo soy capaz de observar el vallado que cubre mi corazón tantas veces cerrado para entender las maravillas que Dios obra en mi vida!
¡Con cuanta frecuencia me cuesta agradecer a Dios incluso las situaciones que no me son favorables que me permiten crecer humana y espiritualmente porque en sus manos adquieren un sentido sobrenatural que me lleva a transformar mis actitudes y mi vida!
¡Cuántas veces se me rompe el frasco de alabastro que llevo en las manos como un valor preciado y el perfume se derrama a los pies de Cristo y no soy capaz de ver que en realidad es una ofrenda de acción de gracias por su infinito amor a mi pequeña persona!
Le pido al año que comienza que Dios me bendiga, que haga brillar su rostro en mi y en los que quiero y, también, en la humanidad entera; que proyecte sobre cada uno la luminosidad de su santo Nombre, manifestación de su paternidad. Que sea este un año en el que no pase un día sin ser agradecido con Dios, que nada me quite la paz, ni siquiera las dificultades y los sufrimientos de la vida y que estos, las pruebas y la oscuridad que pueda venir acreciente mi esperanza, una esperanza que viene de ese amor que Dios derrama en el corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado.
Y que este año camino de nuevo de la mano de la Virgen María, Reina de la Paz, para construir un entorno más justo y fraterno, más digno del hombre y del amor.
No es mucho lo que pido pero lo es todo porque quien a Dios tiene, todo lo abarca.
¿Qué  te pido yo, Señor, para este año que comienza? ¡Sentimientos nuevos,  Señor, para que en las doce ventanas de este 2018 tenga una fe fuerte  para nunca dudar de ti; oración para no alejarme de Ti; fortaleza para  no dejarme vencer por los problemas y dificultades; trabajo para que no  le falte a mi familia el sustento cotidiano; ilusión para afrontar todas  las cosas con alegría; coherencia para no desafinar en lo que pienso,  en lo que digo, en lo que hago, en lo que creo y en lo que defiendo;  humildad para reconocer mis limitaciones, mis miserias y mis pecados y  aceptar la crítica ajena y mejorar como persona; caridad para no dejarme  dominar por la soberbia y el egoísmo; amor para querer más a los míos y  ofrecerme sin nada a cambio para quien más lo necesite; optimismo, para  no desalentarme en las luchas cotidianas; verdad para tener fortaleza  ante las mentiras interesadas; y salud para estar fuerte para proclamar  tu Reino! ¡Te pido, Señor, que cierres también los contrafuertes de las  ventanas para que penetren en mi corazón todas aquellas cosas que me  dañan, me hacen caer en los errores mediocres de siempre, me alejan de  la verdad, me distancian de tu Gracia y me impiden actuar con nitidez,  con verdad, con perfección, con sencillez y con magnanimidad!
¿Qué  te pido yo, María, para este año que comienza? ¡Imitarte en tu  seguimiento y en tu corazón abierto para hacer siempre la voluntad del  Padre! ¡María, Señora de los humildes, de los desamparados, de los  necesitados de amor, cambia mi mirada, convierte mis puntos de vista,  encarna en mi la presencia de tu Hijo, embebe mi corazón, para que en  este año que nace, el Año de la Misericordia, mi corazón sea un corazón  amoroso y misericordioso que sepa amar y perdonar! ¡María, Virgen fiel a  la Palabra, enséñame este año a escuchar más a Dios, a dejarme  sorprender más por Él, para ir descubriendo la voluntad en mi! ¡María,  Señora de la fidelidad y el compromiso, que te entregaste sin  condiciones, enséñame a ser fiel en el camino, a no desfallecer nunca, a  seguir sin dejar caer los brazos! ¡María, Señora de los Dolores, que  nos enseñas que la fidelidad tiene momentos de dolor e incomprensión,  ayúdame y permíteme superar hasta lo más difícil! ¡Ayúdame a ser siempre  fiel, fiel al amor compartido a mi pareja, entregado a mis hijos,  compañero a mis amigos y conocidos, misericordioso con los necesitados y  ofrecido al Padre y a tu Hijo, Señor de la Vida! ¡María, Madre de los  que buscan, que sepa seguir tu ejemplo para ser fiel a Jesucristo, Tu  Hijo! ¡Tu que vives el servicio con Amor, dame el valor para vivir la  fidelidad a Tu Hijo en la acción solidaria a los que más lo necesitan, a  los que sufren, a los que necesitan paz en el corazón! ¡Y en este Año  Santo de la Misericordia, ayúdame a vivir practicando la fe en obras de  justicia, de caridad y de amor para crecer en fidelidad y entrega al  Reino de Dios que ha nacido en medio de nosotros! ¡Transforma mi  corazón, María, para como tu dar mi «Sí» decidido al Padre!
Merry Christmas and Happy New year con la música de Enya:
 




