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martes, 20 de febrero de 2018

Cuarenta días de desierto, ¿para qué?




Desde DiosComo a Jesús, también el Espíritu nos empuja a ir hacia el desierto durante cuarenta días. Lo hará después de treinta años de vida oculta para iniciar un camino de cruz y como preparación para el proyecto que Dios ha dispuesto para Él. Comienzan tres años de una vida marcada por las tensiones y las aclamaciones, los desprecios y los aplausos, las enseñanzas y los milagros cuyo fin es la muerte en Cruz. Tiempos de prueba que son una enseñanza para un corazón abierto a su verdad.
Y cuando contemplas como el Espíritu Santo lleva al desierto al Señor comprendes que tu propia vida tampoco resultará sencilla ni cómoda sino que estará repleta de pruebas, de tentaciones permanentes, de caídas y de incertidumbres. Buscar la verdad no es fácil, tratar de seguir el camino que lleva al reino de Dios sin desfallecer tiene sus riesgos. Lo es para uno como lo fue también para Jesús.
Sin embargo, en aquel lugar inhóspito encontró Jesús el acomodo para su purificación personal, se desprendió de todo lo innecesario para vivir con lo esencial, recurriendo a la verdad, apoyado tan solo por la fuerza interior que ofrece la oración y el aliento del Espíritu que facilita superar las pruebas y la tentación, ese elemento de hostilidad que el demonio coloca en nuestra vida para alejarnos del amor y la misericordia de Dios.
Pero Jesús no se dejará tentar por Satanás. Lo rechazará para no dejarse vencer por la soberbia y el orgullo, los principales elementos que nos apartan de Dios.
Estos cuarenta días de Cuaresma me enseñan que debo caminar con el corazón atento, mantenerme vigilante para vislumbrar el juego que el príncipe del mal quiere hacer para desviarme de mi camino de autenticidad. Vivir como Jesús alimentándose de la oración y de la vida sacramental.
Cuarenta días para llegar a la Pascua. Cuarenta días para estar atentos al susurro del Espíritu. Cuarenta días para poner la mirada fija en ese Jesús retirado en el desierto. Cuarenta días para crecer en humildad, servicio y amor. Cuarenta días, en definitiva, para ser más fiel y cercano a Jesús.
¡Señor, te doy gracias por la vida que me has dado, por todo los sufrimientos y las alegrías! ¡Todo viene dado por Ti! ¡Ayúdame a aceptar lo que Tú me envías! ¡Si debo entrar de nuevo en el desierto de la vida dame la fuerza y la confianza que viene de tu Espíritu para aceptarlo con entereza cristiana! ¡Que se conviertan en verdadero estímulos para tener la certeza de que es la manera que quieres para moldear mi carácter! ¡Ayúdame en esta Cuaresma a buscar más tiempos de silencio y soledad para recorrer junto a tu Hijo un camino interior de conversión, de cambio y de transformación! ¡Ayúdame a vivir el sentido de la vida desde la cercanía a Jesús! ¡Ayúdame a aprender a caminar a ciegas, siguiendo la guía del Espíritu! ¡Concédeme la gracia de ser muy austero en este tiempo y estar siempre abierto a la entrega al prójimo! ¡Concédeme la gracia de abrir mi corazón para que sea transformado por tu Santo Espíritu y ser un cristiano auténtico que entregue su vida por servir a los demás de corazón! ¡Señor, quiero adentrarme en el desierto de la Cuaresma para envolverme de tu misterio, para que nadie se interfiera entre nosotros, para sentir tu amor y tu misericordia! ¡Deseo entrar en el desierto de la Cuaresma para despojarme de mis yoes y en la aridez que me envuelva hacer que desaparezcan de mi alrededor todo aquello que es innecesario! ¡Deseo entrar en el desierto de la Cuaresma para hacerme más disponible a Ti y a los demás! ¡Deseo entrar en el desierto de la Cuaresma para, en mi desnudez interior, comprender todo desde lo íntimo, desde la intimidad contigo que da una perspectiva diferente a las cosas y a la vida! ¡Deseo entrar en el desierto de la Cuaresma para que desde la transparencia de mi oración poder ponerte mi realidad ante Ti, todos mis anhelos y mis fracasos, mis alegrías y mis desesperanzas! ¡Y a Ti María, Madre del Silencio, te pido tu compañía en este tiempo para seguir el ejemplo de tu vida oculta en Nazaret, en tus años de desierto en lo cotidiano de la vida, que te sirvieron para acoger con el corazón abierto el proyecto que Dios tenía pensado para Ti!
Nos has llamado al desierto, cantamos hoy acompañando la meditación:



lunes, 7 de agosto de 2017

La lucha entre el bien y el mal


orar con el corazón abierto

Son muchas las personas que no tienen verdadera conciencia de que la lucha entre el bien y el mal es permanente. Tiene lugar en diferentes ámbitos de nuestra vida: en la familia —objetivo primordial del demonio—, en el trabajo, en la Administración, en el seno de la Iglesia, entre amigos o compañeros… Basta con leer la prensa o ver los noticiarios para observar como se trata de desmoronar los valores cristianos de la sociedad y del mundo.

Tratar de explicar el mal en nuestro mundo se está convirtiendo en una tarea cada vez más ardua pues cada vez hay menos conciencia de lo que es el pecado y cuáles son sus consecuencias. No somos conscientes de que el motivo que originó el pecado de nuestros primeros padres se produce diariamente en cada uno de los hijos de Dios. Desde la muerte de Cristo en la Cruz, el cristiano tiene que ser consciente que libra una batalla que no puede perder. En el Gólgota el Bien derrotó al mal. El demonio fue derrotado —es consciente de que todo lo tiene perdido— pero siempre intentará que en la vida de cada hombre no sea efectivo el triunfo de la Cruz. Y lo intentará hasta el final de los tiempos tratando de derrotar y vencer al hombre por su soberbia, su orgullo o su autosuficiencia.
Aún en la derrota, el príncipe del mal se hace fuerte en nuestro mundo porque el ser humano está aparcando a Dios de su lado y abandonando la fe, pilar fundamental de la vida. Busca respuestas pero las trata de encontrar en lugares equivocados.
La lucha entre el bien y el mal es algo personal. Se libra en el interior de cada uno. Lo dice bien claro el apóstol San Pablo: «la lucha es contra principados, potestades y contra los gobernadores de las tinieblas y las huestes espirituales de maldad».
Algo tengo claro como cristiano. Personalmente ganaré la batalla si no decrece mi confianza en el Señor y pongo mi seguridad en los méritos de Jesús. Aquí es donde radica la victoria sobre el mal, recibiéndolo diariamente, siguiendo sus enseñanzas, aceptando su voluntad y sosteniéndome en la oración que pone en comunión con Dios, la confesión que nos redime del pecado y la comunión que nos hace uno con Cristo y el rezo del Santo Rosario, escudo que la Virgen pone en esta batalla. Son elementos básicos para protegerse de los ataques diarios del príncipe del mal y para vencer en ese conflicto permanente entre el bien y el mal. El cristiano cuenta, además, con un aliado esencial: el Espíritu Santo, que nos otorga la fortaleza para luchar y nos entrega las herramientas para vencer.

¡Señor, te pido humildad y mucha fe para luchar contra los ataques del demonio, líbrame de todo mal y ayúdame a ser libre, a guardar siempre el amor y el bien en mi corazón, desear siempre el bien, respetar siempre la verdad! ¡Bendice, Señor, a todo aquel que desee el mal y encamínalo por el camino de la fe en ti! ¡Líbrame, Señor, de cualquier cosa que pueda perturbar mi camino, mi mente, mi espíritu, mi fe, mi estabilidad, mi amor, mi esperanza! ¡Concédeme la gracia para distinguir siempre el bien del mal y la gracia para salir siempre victorioso en el enfrentamiento con el poder de las insidias del demonio! ¡Haz que mi compromiso cristiano sea contra el mal y me vuelva cada día más lleno de Dios! ¡Espíritu Santo, Espíritu de Dios, desciende sobre mi, moldéame, lléname de Ti, utilízame, expulsa de mi corazón todo aquello que me aleje de Dios, expulsa de los corazones de los hombres todo lo que les aleja de la verdad, destruye del mundo todas las fuerzas del mal! ¡Espíritu Santo mantenme siempre firme en la fe, revestido de la verdad y protegido por la rectitud en el actuar! ¡Hazme, Espíritu de Dios, una persona preparada para salir a anunciar el mensaje de paz, amor y verdad! ¡Concédeme la gracia, Espíritu divino, para que mi fe sea un escudo que me libre de las insidias del demonio! ¡Que la espada de la oración, de la palabra, de la Eucaristía, del amor, de la entrega y del servicio sea la que luche contra el mal! ¡Recibe ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que te hago en este día para que te dignes a ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón!
Quiero cantar una linda canción: es mi amigo Jesús:

jueves, 8 de diciembre de 2016

Y yo… ¿cómo puedo vencer al diablo?

orarcon-el-corazon-abiertoLa principal habilidad del demonio es establecer las bases para destruir. Sabe que rompiendo el corazón del hombre, la confianza, las relaciones humanas, la vida de oración y de sacramentos, la fe, la esperanza… acaba destruyendo la familia y las relaciones de amistad que es el lugar donde crece Cristo, en medio del amor. Por eso el diablo ataca a través de los estilos de vida equivocados, del pensamiento individualista, de las ideologías, seduciendo a través de eslóganes falsos y los lemas mentirosos.
Y yo… ¿cómo puedo vencer al diablo? Amando. Amando como lo hace Dios. Ese es el método más eficaz porque el príncipe del mal nunca luchara contra Dios. Consciente de que tiene todas las de perder, prefiere destruir las piezas más débiles creadas por Él. Por eso el hombre es el objetivo del diablo. Debilitando nuestra alma y nuestro corazón nos coloca en una situación de absoluta vulnerabilidad.
Al diablo sólo le puedo vencer con el Amor que conlleva vivir en la humildad, renunciando a mi yo, revistiéndome del amor de Dios y fortaleciéndome con la gracia del Espíritu, dándome a los demás, transformándome en apóstol de la misericordia en total disponibilidad a la voluntad a Dios y en el servicio a los demás. Amar dejándome llenar del amor de Dios, confiando en su amor providente y paternal y siendo obediente a su voluntad.
Pero desde mi pobre humanidad no puedo vencerlo solo. Por eso es tan necesaria la oración y la vida sacramental. Por eso es tan importante acudir a María, la llena de gracia, para vivir en gracia como vivió Ella en total consonancia con el amor a Dios.
¿Y como es ese Amor? Basta con mirar la Cruz, revestida de la mayor disponibilidad a la voluntad del Padre porque no existe amor más grande que el que da su vida por el prójimo. Y en la Cruz Jesús venció al diablo con el Amor.
¡Señor, dame una fe fuerte para confiar siempre en ti, para abandonarme a tu amor y tu misericordia y para ser siempre obediente a tu voluntad! ¡Señor, ayúdame a convertirme cada día para vencer al demonio! ¡Ayúdame a no abandonar nunca la confesión en la que Tú me perdonas, me liberas del pecado, renuevas tu amistad, limpias mi corazón y me confirmas en la vida de gracia! ¡Espíritu Santo, ayúdame a estar siempre vigilante y alerta para no dejarme vencer por las acechanzas, seducciones y tentaciones del demonio! ¡Señor, perdóname! ¡En este tiempo de adviento ayúdame a cambiar desde el corazón, a no rebelarme contra Dios creyéndome un pequeño dios, a discernir siempre entre el bien y el mal! ¡Ayúdame, Espíritu Santo a desenmascarar las mentiras de la tentación! ¡Ayúdame a rezar más para librarme del mal, para liberarme de todos los males! ¡Señor, estás en camino! ¡Conviérteme de verdad!
Del compositor Philippe De Vitry acompañamos la meditación con su motete Vos Qui Admiramini:

sábado, 10 de septiembre de 2016

5 principios básicos de sanación interior que nos enseña la Biblia

¡Cuidado! El demonio quiere que nos quedemos a solas con nuestro sufrimiento

Nuestro Dios es un Dios que escucha, que muestra compasión ante el lamento, que no se queda impasible ante las lágrimas, se deja vencer por la súplica. Las oraciones atraviesan las nubes y llegan a él. Tenemos que tomar esto en cuenta, porque el demonio quiere que nos quedemos a solas con nuestro sufrimiento, que luchemos solo con nuestras fuerzas, pero luchar con nuestras solas fuerzas es insuficiente, para vencer las heridas profundas, para llegar al perdón auténtico, para empezar a amar, para sonreír de corazón no basta con proponérselo.

Es cierto que son muy buenos los libros de autoayuda y tomar una actitud positiva, pero para la mayoría de las personas esas cosas son insuficientes. Frente a las decepciones profundas de la traición de un amigo, frente a las violaciones que experimentó una niña, frente a una enfermedad, no basta con simplemente con tomar una actitud positiva.

Sin embargo, hay gente que le pone demasiada confianza a las neuronas y creen que todo consiste en reprogramar el cerebro, en pensar diferente, pero aunque algo bueno puede salir de allí, es algo muy limitado. Un cristiano reconoce que es cierto que debe reprogramar su vida, pero pone su confianza no en sí mismo para hacerlo, sino en el Señor.

Dios sabe todo de nosotros, y se compadece de nosotros, Él es misericordioso y nos quiere ayudar a sanar las dolencias de nuestra alma. Aquí están los principios de sanación interior en el Nuevo Testamento:

1.- Realismo

Las actitudes de huida, de negación, de represión y de escapismo son contrarias a la dinámica del Evangelio, y cada vez que nosotros escondemos el problema que tenemos estamos obrando en dirección opuesta. Necesitamos confrontar al pecado, confrontar el dolor, confrontar la herida, confrontar al demonio. La negación del problema es nuestra primera dificultad, debemos ser realistas y aceptar nuestros problemas.

La oración, el silencio y participar en un retiro espiritual nos ayuda a ver nuestros errores, nuestra soberbia, nuestro orgullo, nuestra petulancia, así podemos despertar a la realidad.

2.- Bondad de la creación

Eso quiere decir que usted peca con su cuerpo pero el cuerpo humano en sí no es malo, usted peca con su boca pero el don de la palabra o es malo, usted peca con el dinero pero el dinero en sí no es algo malo. La bondad de la creación indica que la raíz de nuestros problemas no están en las cosas y no está afuera, Cristo dijo “No es lo que viene de afuera lo que hace impuro al hombre, es lo que sale de su corazón.”

La bondad de la creación es un principio que existe para que te reconcilies con tu cuerpo, como por ejemplo en el caso de la autoculpabilización por sufrir un abuso, lo cual sucede mucho en las mujeres, que luego de una violación comienzan a creer que ellas son las culpables y piensan que sus cuerpos son pecaminosos, pero debemos estar conscientes de que cada una de las células de nuestro cuerpo bendito es una creación de Dios. Tenemos que reconciliarnos con nuestro propio cuerpo, dejar a un lado los rechazos físicos, para así encontrar paz con nosotros mismos. Lo mismo sucede con los sentimientos, tenemos que dejar de luchar con ellos. Dios acepta y ama y tu ser, por eso es importante que nosotros también lo hagamos.

3.- Hay un orden correcto cuando se trata de sanar el corazón

La mayor parte de la gente cree que cuando se habla de perdón y perdonar se trata de cambiar sentimientos, porque ponemos los sentimientos como la locomotora de la vida pero es un error.

Si usted intenta luchar contra un sentimiento va a perder, porque los sentimientos son más fuertes que nosotros. Eso no va a funcionar porque el orden es, en primer lugar la escucha del mensaje de Dios, es decir, lo primero que necesitamos para que nuestra vida cambie es recibir la palabra de Dios de una manera personal, pues Él le habla a nuestro corazón para que algo cambie en nosotros, no podemos cambiar nada en nuestras relaciones problemáticas si no comenzamos a ser una persona diferente, cuando nos sentimos perdonados por Dios nos abrimos a perdonar a otros, la vida no cambia si no cambiamos nosotros, y el único que puede cambiarnos es el Señor, debemos aliarnos con Él, escuchemos la palabra de Dios y apliquemos sus enseñanzas a notros. Debemos escucharlo como si fuéramos su único oyente, y entonces llegará el verdadero gozo gracias al cambio en nuestra vida.

La locomotora es la escucha de Dios, cuando hemos entendido eso, podemos avanzar, y el primer vagón es la convicción y la fe de que Dios lo puede todo. El segundo vagón es la obediencia, es la acción de buscar el bien de la otra persona así nos haya hecho daño, y el primer bien que podemos hacerle a nuestros enemigos es entregarlos a la voluntad de Dios, debemos orar por ellos. El tercer vagón es el sentimiento, es allí cuando podemos cambiar la manera en que vemos a quienes nos han hecho daño, que podemos comprenderlos y cambiar nuestros sentimientos hacia ellos. Por último está el cuarto vagón, que es la reflexión, allí debemos reflexionar sobre lo que Dios hizo y apreciamos la transformación que ha logrado el Señor en nosotros.

4.- Todo camino de sanción apunta a la instauración del reino de Dios

La razón principal de la llegada de Cristo a la tierra, fue para instaurar y abrir las puertas del reino de Dios a la humanidad, por lo tanto, la llegada de Cristo a tu corazón busca hacer lo mismo.

La mayor parte de los seres humanos, incluyéndome, hemos llegado a Cristo porque necesitamos un parche en nuestras vidas, necesitamos resolver un problema, sin embargo Él no está ahí para eso, Él busca vivir en nosotros. Debemos entregarle el trono de nuestras vidas a Jesús, para que se convierta en el Señor de nuestra existencia.

5.- Re-significación

Muchas veces cuando nos suceden cosas malas nos preguntamos “¿Por qué a mí?”, con este principio Cristo llega a entender el motivo, es la respuesta a la pregunta a nuestra devastación, son las razones positivas detrás de las tragedias que nos suceden, es el bien que surge después del mal, eso es la re-significación, y estos son los motivos:

Cristo nos muestra que el mal que hemos padecido es una oportunidad para probar nuestros propios límites, y para fortalecernos. Las experiencias de desbordamiento, tienen como fin vencer la soberbia, así podemos vencer la raíz de todos los pecados, pues la soberbia es la raíz todos los pecados y Dios nos libera de ella a través de esas experiencias abrumadoras de devastación.
Las decepciones y desilusiones tienen la función de desatarme y liberarme de la idolatría de los poderes de este mundo, ellas nos libran de la idolatría hacia las cosas y las personas, es indispensable pues a veces tenemos una idea demasiado romántica de nuestros amigos, de nuestras carreras, de nuestros esposos, de nuestra familia, y cuando nos decepcionamos nos damos cuenta de los errores de los demás.
  • Las situaciones negativas además nos ayudan a experimentar directamente la necesidad humana, y nos abre a la compasión, pues las personas que surgen de las condiciones más oscuras de la humanidad y de los fracasos, son los más indicados para ayudar a personas que están pasando por las mismas tragedias, nos vuelven más compasivos y abiertos a ayudar a otros.
  • Cristo permite que vivamos el mal porque quiere hacer de nosotros un libro viviente, un narrador que sirva de testimonio, una prueba de superación, nos quiere mostrar su misericordia a nosotros y la esperanza a otros. No es para que nos quedemos con los males que nos suceden, sino porque nuestra vida tendrá un desenlace precioso y las experiencias negativas nos llevarán allá, a través de la narrativa que está construyendo en nosotros le mostrará el bien a otros.
  • Dios a través de historias de gran dolor está preparando regalos maravillosos para nosotros y para otras personas, una referencia clara de eso es la historia de José, hijo de Jacob, la cual se refleja en el génesis, él fue vendido como esclavo por sus hermanos, más tarde fue encarcelado y termino por convertirse en la mano derecha del Faraón, y gracias a eso logró salvar a su familia. Los males que estas padeciendo hoy, son la antesala de los bienes maravillosos del mañana, no lo vemos claramente cuando estamos en esa situación, pero más adelante se vuelve evidente.

Nuestros dolores son ocasión de penitencia, de purificación y de unión con la pasión de Cristo. El transforma nuestro sufrimiento y lo convierte en salvación para nosotros y para los demás.
Esos males nos sirven para entender que lo mejor siempre está por delante, que lo mejor no ha llegado todavía. A veces necesitamos los descontentos para avanzar, para no quedarnos en un lugar, que entendamos que somos peregrinos, que estamos de paso.
Recibamos la gracia del señor, recibamos los males que nos da, pues siempre lo hace para un bien mayor, aunque suframos, pequemos y nos decepcionemos, tenemos que confiar en el Señor. Él siempre tiene un plan que no alcanzamos a vislumbrar completamente, pero debemos confiar en que de su mano llegaremos al lugar correcto, a la vida eterna.

sábado, 27 de agosto de 2016

La trampa de vivir una doble vida

El demonio puede tratar de convencernos de que podemos vivir dos vidas paralelas sin consecuencia alguna


Otro sinuoso complot del demonio es tratar de convencernos de que podemos vivir doble vidas. Él disfruta enteramente el pensar en nosotros viviendo nuestras vidas diarias divorciados de nuestra Fe, pero aun acercándonos al altar los Domingos a recibir la Eucaristía.

Uno podría decir que el demonio nos alienta a que no seamos ni muy fríos ni muy cálidos, sino tibios en nuestra experiencia de Fe.

Escrutopo, un demonio y personaje principal del libro: «Cartas del diablo a su sobrino», describe este escenario así:

“[El Paciente] puede ser forzado a encontrar un placer positivo en la percepción de que ambos lados de su vida son inconsistentes. Esto se logra explotando la vanidad. Se le puede enseñar a disfrutar el arrodillarse junto al dueño de la tiendita el Domingo sólo por el hecho de que él recuerda que este hombre puede no entender el mundo urbano y sarcástico que él habitó el Sábado por la noche; y por el contrario, a disfrutar la blasfemia y el lenguaje subido de tono que utilizó con sus amigos mientras tomaban un café pero sabiéndose consciente de un mundo “más profundo y espiritual” que sus amigos no entienden. Ves la idea – sus amigos mundanos le tocan por un lado y el dueño de la tiendita por el otro, y él se siente completo, balanceado, un hombre complejo que ve su alrededor. Por lo tanto, al traicionar constantemente al menos a dos grupos de personas, él sentirá, en lugar de vergüenza, una corriente subyacente continua de satisfacción personal”(51-52)

Como pueden ver, el Paciente es un hombre de dos mundos que está siendo entrenado para disfrutar este hecho. En lugar de escoger vivir una vida de libertinaje total, el demonio trata de convencerlo de que él puede vivir dos vidas paralelas sin consecuencias. El demonio intenta decirle que este tipo de doble vida es preferible y algunas veces incluso deseable.

Desafortunadamente, este tipo de vida es muy común. Muchos de nosotros vamos a Misa el Domingo, pero vivimos una vida totalmente diferente durante la semana. Una persona puede mirar nuestra vida diaria y no pensar que somos Cristianos. Ellos pueden pensar incluso todo lo contrario y se sorprenderían al saber que asistimos a Misa los Domingos.

Éste NO es nuestro cometido luego de asistir a cada Misa.

El sacerdote o diácono dice al final de la Misa: “Id en paz, glorificando al Señor con sus vidas”. Esta despedida particular fue escogida por el Papa Benedicto XVI y deliberadamente seleccionada para mostrar la continuidad que deberíamos tener en nuestra vida. En lugar de finalizar la Misa como si terminara una producción teatral, se nos envía adelante; es un comienzo. El Papa Benedicto reflexionó al respecto en su Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis»:

“Después de la bendición, el diácono o el sacerdote despide al pueblo con las palabras: Ite, missa est. En este saludo podemos apreciar la relación entre la Misa celebrada y la misión cristiana en el mundo. En la antigüedad, «missa» significaba simplemente «terminada». Sin embargo, en el uso cristiano ha adquirido un sentido cada vez más profundo. La expresión «missa» se transforma, en realidad, en «misión». Este saludo expresa sintéticamente la naturaleza misionera de la Iglesia. Por tanto, conviene ayudar al Pueblo de Dios a que, apoyándose en la liturgia, profundice en esta dimensión constitutiva de la vida eclesial.” (51)

Al final de cada Misa somos literalmente enviados; destinados a ir en misión. Es nuestro deber – dado por Dios – tomar a Cristo con nosotros en nuestro lugar de trabajo e incluso en nuestros encuentros sociales y festejos. La gente debería saber que somos Cristianos.

Esto no significa que debamos iniciar cada conversación diciendo “¿Sabías que Jesús murió en la cruz por ti?”. En el contexto adecuado, sí, esto debería ser dicho. Sin embargo, somos llamados a vivir nuestra vida Cristiana tanto en obras como en palabras. Nuestros compañeros de trabajo, amigos y familiares deben ser capaces de saber sin necesidad de preguntar que somos Cristianos.

Para concluir, he aquí otra forma de ponerlo:

“La belleza del testimonio cristiano expresa la belleza del cristianismo y, por ende, la hace visible. ¿Cómo puede ser creíble nuestro anuncio de la buena noticia, si nuestra vida no logra manifestar también la belleza del vivir? Del encuentro en la fe con Cristo nacen así, en un dinamismo interior sostenido por la gracia, la santidad de los discípulos y su capacidad de hacer la propia vida y la del prójimo «buena y bonita». No se trata de una belleza exterior y superficial, de fachada, sino interior, que se delinea bajo la acción del Espíritu Santo y resplandece ante los hombres: nadie puede esconder lo que es parte esencial del propio ser.” (La Via Pulchritudinis, III.3.B)

Lección: No vivas una “doble vida”. Vive cada minuto como un verdadero Cristiano.

jueves, 11 de agosto de 2016

Cómo el demonio se mete sutilmente en los actos de caridad

Cuando eres capaz de ayudar a los pobres de las misiones, e incapaz de sentir amor por los que tienes cerca


Muchos nos sorprendemos al ver como satanás nos impulsa a cuidar de otras personas. Sin embargo, podemos ver rápidamente que él está tratando de alejarnos de practicar la caridad diariamente con la gente que nos rodea con la práctica de actos imaginarios de caridad que no cultivan una vida virtuosa.

Lo que él hace es muy astuto y en la superficie parece algo bueno.

Screwtape enmarca la situación así:

“Hagas lo que hagas, va a existir bondad así como malicia en tu alma paciente. La cosa más grande es dirigir la maldad a los que te rodean a diario y lanzar la bondad a círculos más distantes, a gente que no conoce. De esta manera la maldad se vuelve palpable y la bondad un concepto imaginario. No hay ningún bien en inflamar su odio por los alemanes (durante la segunda guerra mundial) si, al mismo tiempo, un hábito pernicioso de caridad crece entre él y su madre, su empleador y el hombre que se cruce en el tren”. (28, énfasis añadido)

Lo que describe Screwtape es un escenario muy familiar.

Cada año (típicamente uno o dos domingos al año) escuchamos de un sacerdote misionero acerca de tierras lejanas, (usualmente en Sudamérica, África o India) que describe la terrible situación de su pueblo. La situación es precaria y la necesidad está ahí.  Es una acción muy bella colaborar con ellos, y debemos hacer lo que podamos para usar nuestras riquezas para su beneficio. Al mismo tiempo, muy a menudo damos donaciones generosas de lo que nos sobra a la gente que lo necesita, pero todavía guardamos resentimientos contra el vecino que nunca recoge su basura. Tenemos mucha compasión por la gente de África que viven sin agua potable, pero fallamos al no sostener el mantenimiento de comedores de caridad locales.

Se pone peor cuando damos miles de dólares a un orfanato distante, pero no colaboramos con nuestros parientes que tratan de adoptar un bebe. 

Mientras que las misiones son maravillosas y debemos colaborar con ellas (personalmente yo colaboro con el trabajo “Sin unión” (Unbound) como una persona que puede colaborar con una persona específica y ha respondido a través de los años; siempre sabes quien recibe tu dinero y que impacto ha causado en ellos), casi nunca escuchamos las dificultades de nuestros vecinos que sufren o acerca de todos los hombres y mujeres en nuestra comunidad que no tienen empleo y no tienen dinero suficiente para sostener a su familia.  Nuestra caridad parece “imaginaria” como la llama Screwtape;  no tiene sustancia. Para usar terminología moderna, es “caridad en la Nube.”

La iglesia nos da un antídoto para nuestra caridad que le falta realidad. Es llamada “Las obras corporales de la Misericordia.” Estas acciones virtuosas tienen sustancia y nos ayudan a llevar una vida virtuosa y caritativa. Nos ayuda a ver a Jesús no solo en las imágenes que vemos en la iglesia, sino también en la gente real que vemos cada día.

Estas son las siete obras corporales de la misericordia:

Dar de comer al hambriento.
Dar de beber al sediento.
Vestir al desnudo.
Dar posada al necesitado.
Visitar al enfermo.
Socorrer a los presos (rescatar al cautivo)
Enterrar a los muertos.
Estas son probablemente algunas de las cosas más humillantes que una persona puede hacer. Muy pocos de nosotros nos tomamos el tiempo de alimentar a otros en los comedores de caridad locales o visitamos un hogar de ancianos. Y de por sí, estas son las personas que necesitan nuestra atención.

Alguno de los momentos más profundos de mi vida llegó cuando de hecho ayudé a alimentar a alguien, visitarlos o simplemente ayudarlos. Estos son literalmente nuestro prójimo. Estos actos de misericordia definen quienes serán los que lleguen al Reino de los Cielos:

“Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”.

Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”

Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. (Mateo 25, 34-40)

Si queremos mayor incentivo, escuchemos las palabras de La Madre Teresa:

“No nos conformemos con solo dar dinero.  El dinero no es suficiente, el dinero se puede obtener, pero ellos necesitan el amor de su corazón.  Entonces, entreguen su amor a donde vayan.

Insistamos más y más en reunir fondos de amor, de caridad, de entendimiento, de paz.  El dinero vendrá si buscamos primero el reino de Dios- el resto vendrá por añadidura.

Toquemos al moribundo, al pobre, al que se encuentra solo, al abandonado, de acuerdo con las gracias recibidas y no nos avergoncemos o retrasemos el trabajo humilde”.

Conclusión

Si damos un paso pequeño practicando la caridad con esos que nos encontramos día a día seremos capaces de cambiar el mundo entero, una familia, un vecindario a la vez.