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miércoles, 30 de noviembre de 2016

¿A dónde iríamos si…?

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El recuerdo y la obra de Cristo llena la historia, ¡un hombre que murió hace veintiún siglos! Sorprende que las gentes de hoy lo tengamos tan abandonado cuando su nacimiento cambió la historia de la humanidad, lo revolucionó todo, transformó la vida de todos aquellos que se cruzaron en su camino desde los pobres pastores de Belén a los Reyes de Oriente, desde el ciego Bartimeo al centurión de Cafarnaun, de los doce apóstoles a María Magdalena, de María, Marta y Lázaro al Buen ladrón, de José Arimatea a San Pablo… Y así con millones de personas que a lo largo de la historia, día a día, se levantan y caminan porque creen en Él, en sus milagros, en la fuerza de su amor y en la gracia de sus sacramentos.
Cada día, son muchos los que escuchan su llamamiento de intimidad, los que le siguen en la vida consagrada o en el sacerdocio, los que lo abandonan todo para complacer a este corazón sagrado, viven en el silencio de la oración y entregan su vida por los demás.
Hay tantos otros que entregamos nuestra vida al matrimonio, a la procreación, al amor conyugal, y otros que se inclinan sobre las miserias de la vida, aceptan los sufrimientos, la enfermedad, la pobreza económica, la desesperanza y el sacrificio.
Son miles también los que cada día entran en los templos para darle alabanza, para adorarle, para recibirle en el sacramento de la Eucaristía y para confesar sus faltas.
Desde hace varios siglos pequeñas capillas y grandes templos se erigen en su nombre en pueblos y grandes ciudades pero también en lugares recónditos. Sin embargo, es en el corazón donde encontramos a Jesús, el amigo, el hermano, el dador de vida, el que marca el camino, el que nos lleva a la vida eterna.
¿Y cómo es posible vivir sin Él si es el que nos da la paz y nos lo entrega todo? ¿A dónde iríamos si no tuviéramos a la figura de Jesús que lo ilumina todo con la grandeza de su amor y su misericordia?

¡Te necesito, Señor Jesús! ¡Necesito que entres en mi corazón y para esto quiero creer más en ti, conocerte mejor, confiar más, amarte más intensamente,

abandonarme con mayor confianza! ¡Señor, te necesito porque eres necesario en mi vida y sin ti no soy nada y no valgo nada! ¡Jesús, amigo, quiero hacerte cada día más mío para que descanses en lo más profundo de mi corazón! ¡Señor, despoja de mi vida el orgullo y la soberbia porque no me quiero encontrar a mí mismo sino solo a Ti! ¡Quiero tener un encuentro contigo, Jesús, en mis alegrías y mis éxitos pero también en mis fracasos, mis problemáticas, mis dificultades y mis angustias! ¡Señor, tu lo sabes todo y tu sabes que te amo a pesar de mi miseria y mi pequeñez! ¡Te doy como ofrenda mi nada y como donación mi pequeño corazón! ¡Y te doy gracias, Señor, porque sin merecerlo me has dado la gracia de conocerte y amarte, de sentirme profundamente unido a ti, porque a tu lado no he perdido nada y lo he ganado todo! ¡Gracias, Jesús, gracias! ¡Pero no olvides que necesito sentirte cerca, sentirte dentro y encontrarte en la pobreza de mi ser!

Quiero enamorarme más de Ti, cantamos hoy al Señor:

lunes, 21 de noviembre de 2016

La indiferencia que destruye el amor

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En nuestras sociedades hay un decidido objetivo de destruir el matrimonio en todos los sentidos y se minusvalora a esta iglesia doméstica que fundamenta los pilares de nuestra sociedad. A este ataque contra la familia se le une un problema de fondo que se extiende entre las parejas: la indiferencia. La indiferencia es el cáncer terminal de cualquier matrimonio. Es la enfermedad crónica que destruye el núcleo central de una pareja. Durante el noviazgo, él y ella ponían como eje la necesidad del otro; ese encuentro furtivo; esos cinco últimos minutos que pasaban volando pero que uno quería que fueran como una eternidad; esa llamada telefónica de conversación irrelevante en contenido pero que duraba horas; ese estar pensando continuamente en el otro y saber que el otro tenía también la mente puesta en ti; el dejar de lado a esos amigos o amigas con los que compartir cervezas, tarde de compras u horas de gimnasio porque ahora lo importante era encontrarse con la persona amada...

Entonces llega la felicidad del matrimonio, el anhelo de vivir juntos, la ceremonia, los hijos… y con paso del tiempo la rutina y con la rutina la indiferencia gélida. Esa llamada de teléfono que se producía cada hora ahora se espacia en el tiempo; esas ganas de llegar pronto a casa ahora se reducen porque otras ocupaciones son más prioritarias; la preocupación del saber cómo está el otro ya ni se pregunta porque se presupone que la persona se encuentra bien y ya no se es capaz de leer lo que anida en el interior de su corazón; esas ganas de explicar las cosas ahora se convierten en silencios existenciales porque cuesta hablar ya que uno se siente cansado, agobiado por los problemas, molesto por alguna actitud del otro, ensimismado en el propio mundo; antes los dos se sentaban juntos agarrados en el mismo sofá, pero ahora cada uno se concentra en su móvil, en sus programas de televisión o en su propia luna.
La indiferencia mata el amor de manera lenta y agónica. La indiferencia destruye los sentimientos del corazón. Es como si sobre la pareja cayera una gélida capa de hielo o como si a un árbol frondoso se le cayeran todas las hojas en otoño y no volvieran a reverdecer en primavera. Si el amor surge de la comunicación afectiva, de las ganas de verse, de la ternura de los detalles, de las palabras cautivadoras y motivadoras del vocabulario cotidiano, no se puede ser feliz cuando se ama alguien que no te valora, que no te presta atención, que no pronuncia un «te quiero», que asesina poco a poco el amor robotizando la relación con la ausencia de palabras dulces, gestos delicados, miradas de complicidad, perdones sinceros, caricias tiernas, besos furtivos, tiempo robado dedicado a cosas sin importancia pero que unen sentimientos y experiencias personales...
Ninguna persona puede vivir sin recibir estímulos afectivos sinceros o mendigando sentimientos cotidianos. Al amor se le mata cuando se ignora la dicha y la bendición que Dios, en un momento determinado de nuestra vida, puso en nuestras manos.
¡Que hermoso es encontrar el amor de tu vida todos los días en la misma persona!
Ahora miro mi corazón ¿y?...

¡Sagrada Familia de Nazaret, pongo en vuestras manos todos los matrimonios del mundo, especialmente aquellos que pasan dificultades o viven en la indiferencia para que seáis vosotros el ejemplo de recogimiento, interioridad, perdón, afecto, complicidad, predisposición a la escucha, inspiración de buenas obras, generosidad, palabras amables...! ¡Enseñadnos, Sagrada Familia de Nazaret, la necesidad del trabajo de reparación, de la vida interior personal, de la oración, de la entrega generosa, de buscar lo mejor del otro, del apoyo y la entrega como don! ¡Ayudadnos a ser, Sagrada Familia de Nazaret, imagen de Cristo y de la Iglesia en la sociedad para que nuestros corazones puedan elevarse siempre hacia el Padre! ¡Iluminadnos, Sagrada Familia de Nazaret, y fortalecednos en la tarea de la formación de nuestros hijos para que sean auténticos cristianos! ¡Espíritu Santo, llena con la fuerza de tu gracia a todos los matrimonios del mundo para que no caigan en la indiferencia, en el desdén, en la rutina, en la falta de estímulos personales y espirituales, y se conviertan en auténticos hacedores de amor, de alegría y de paz! ¡Que todos los corazones de los matrimonios se unan al corazón de la Sagrada Familia de Nazaret!
Y hoy acompañamos la meditación con una canción sobre la familia:

martes, 9 de agosto de 2016

Desde el respeto de la diversidad a evitar querer cambiar al otro. Así, el amor eterno ya no es una quimera


¿Estás enamorado pero infeliz? ¿Piensas que tu pareja necesita una inyección de energía? Encontrar el equilibrio y la felicidad con la pareja es un recorrido lleno de obstáculos.

El prof. Robert Cheaib, teólogo, profesor en la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Roma y la Universidad Pontificia Gregoriana, en Il gioco dell’Amore (El juego del amor) presenta diez pasos para que una pareja se encamine hacia la felicidad. Diez consejos prácticos y útiles que volverán más serenos tu futuro.

“Este libro – comenta Cheaib – pretende ir más allá del falso mito que la pareja feliz es una empresa fácil. Feliz y fácil no siempre van de la mano. Como, por otro lado, feliz y difícil no son antónimos, ni siquiera en el diccionario. La pareja es un camino, y cuando se camina se tiene menos equilibrio que cuando se está quieto o sentado. Pero los descubrimientos, los encuentros y las experiencias que se tienen mientras se camina valen completamente el riesgo de ponerse en marcha. Si ponerse en camino es arriesgado, estar inmóviles es mortal, es la muerte”.

Y entonces aquí tienes los diez pasos para volar hacia una posible felicidad.

1) Estar bien incluso en soledad

La incapacidad de saber estar solos empuja a las personas a refugiarse en el amor como antidepresivo, como droga, como sedante y a construir parejas hechas de individuos que se refugian en el amor desde su identidad incierta. El arte de saber estar bien solos, en cambio, abre a un gran privilegio: el de poder elegir con quien estar. La soledad fecunda y rica nos restaura a nosotros mismos y nos permite compartir con el otro no sólo cosas, no sólo experiencias, no sólo la lista de la compra, sino a nosotros mismos, nuestra misma valiosa vida. Es bueno casarse con la propia soledad antes de casarse.

2) Respetar (y perdonar) la diversidad

Un dicho anglosajón afirma que no se debe juzgar a una persona antes de haber recorrido una milla con sus zapatos.

Para recorrer una milla con los zapatos de alguien más, debo quitarme primero que nada los míos, esforzándome por llegar a ese difícil desapego de mi subjetividad. Sólo quien se atreve a vivir la aventura de la alteridad vive un encuentro comprometedor y feliz. Tener pareja sin el intento de ponerse en los zapatos del otro es un preanuncio de desventura asegurada.

Si no estoy listo para la aventura de la alteridad, me encuentro en una condición narcisista de atravesar al otro en busca de mí mismo. Me engaño al ver al otro y veo visiones y, en realidad, imprimo mi imagen bajo el disfraz del nombre y el rostro del otro. Lo primero que tenemos que reconocer en el otro es su diversidad. Lo primero que tenemos que perdonar en el otro es su alteridad.

3) Los riesgos de la familiaridad

La pareja es un nido, un refugio, un espacio precioso. Le preguntó el discípulo al maestro: “¿Cuál es el peligro más grande para la vida en común?”. La respuesta decidida y lapidaria fue: “La familiaridad”. Familiaridad es cuando estás tan habituado a una realidad que no te das cuenta. Pasas al lado o, peor aún, pasas por encima, sin pestañear. Familiaridad es tomar al otro por descontado, olvidando que las relaciones no pueden vivir de descuentos. Dar por descontado las relaciones genera descontento. Familiaridad es también creer que tienes el derecho, más aún el sagrado deber, de decir todo lo que “sientes” o lo que te pasa por la cabeza.

Ser uno mismo no equivale a abandonarse a las propias emociones que vienen y van. Ser uno mismo es también estar en control de los propios sentimientos y de los propios cambios de humor. Ser uno mismo es dominar los propios instintos y frenar la propia lengua.

4) Ser exigentes

No se puede amar condicionadamente: “te amo si”, “te amo pero”. Cuando se ama a alguien, se ama por sí mismo. Teniendo en mente el principio de reciprocidad en la exigencia. Exigir es incitar, no exprimir. Es contribuir delicadamente a la floritura de la libertad con el calor de un amor incondicional.

El amor tiene las exigencias de “eternidad”. Pero no sólo.

Incluso exigencias de responsabilidad. Ser responsable de alguien es poder responder por los propios gestos en relación a él y custodiar siempre el espacio de su respuesta. Responsabilidad implica premura. La premura garantiza la acogida y el cuidado por la existencia del otro. Es una dimensión “materna” que marca el amor que no puede ser condicionado.

5) No actuar como “psicólogos”

Muchas personas se desilusionan del otro, no porque sea malo, sino simplemente porque no las completa. Esperaban, al estar con esa persona, no aburrirse o sentirse solas y no tener que hablar más porque el otro las habría entendido inmediatamente… en cambio se encuentran con una maldita alteridad, a la que se le necesita explicar todo y repetidamente.

Nadie, pero realmente nadie, puede volverse una presencia total y totalizante en nuestra vida. No idealizar. La persona que encontrarás, o con la que ya estás, no es Dios, sino al máximo un don de Dios. No es un salvador, ni un salvavidas, sino una persona como tú que necesita salvación. A propósito de “salvadores”, uno de los grandes errores – especialmente de las personas con el carácter de cruz roja, de madre Teresa o con el síndrome de Jesucristo – es estar con una persona para salvarla, para repararla. No se puede vivir sanamente una relación a dos niveles y con dobles papeles: no se puede ser el novio y el psicólogo de tu novia.

6) Buen humor

El deseo de amor necesita una seguridad lúcida que le de la dosis de paz necesaria para permanecer y construirse, pero necesitan también de ese toque de lucidez, de novedad y renovación. Necesita esa pizca de aventura que se regala con la sorpresa recreativa del humor y le permite superar sus desventuras.

Ser lúdico es relativizar sus experiencias, incluso las más bellas… incluso la del amor. La sabiduría de la sonrisa sabe introducir la efervescencia de novedad en la pareja, pero sabe también simpatizar con la familiaridad, con las cosas que no cambian.

7) Morir para saber escuchar

El amor mata el egoísmo para salvarte del ahogo en ti mismo y salvar la pareja de la vorágine del egoísmo a dos. Quien quiere amar realmente, debe salir de sí mismo. Salir de sí, luego, no siempre es un éxtasis agradable. Es confiar en lo ignoto, como una semilla que se encomienda al frío y a la oscuridad de la tierra, para morir. Sólo aceptando esta “sepultura”, la semilla puede “resurgir” y dar fruto.

Zanjar el propio egoísmo significa haber aprendido a dialogar con el otro. En todo diálogo verdadero hay una muerte a sí mismo, porque la parte esencial del diálogo es la escucha.

Escuchar no es sólo oír, es escuchar los sentimientos que se hacen palabras. Es un gesto de “compasión”, de compartir y de acoger el pathos(1) del otro.

8) Resurgir para relanzar

Hay muchas ocasiones por las que una relación de amor llega a un momento de estancamiento. Cada intento de reactivar el dinamismo de vida parece chocar contra un muro de acero. En situaciones de inactividad y de muerte relacional, se vuelve crucial decir “tú no morirás” porque significa “aún creo en ti”. Significa que quiero invertir nuevamente y todavía. Significa simplemente: “Te amo”.

Y en estos momentos no se debe tener miedo del contraste y la discusión constructiva. Hay personas que piensan que discutir significa no amarse más. No soy de la filosofía de “el amor no es bello si no es peleon”. Lo que les digo siempre a las parejas, sin embargo, es esto: no se alarmen si discuten animadamente, teman más bien la concordia sin alma.

Para recomenzar, el amor necesita de tres aliados: humildad, valentía y esperanza.

Atreverse a resurgir no siempre es el lado dramático de una relación que muere y que necesita reanimación, o resurrección. Puede simplemente adquirir la forma de una elección renovadora del otro después de haber conocido mejor su realidad. Es escoger al otro, no sólo cuando su atractiva novedad lo impone como perfecto, sino cuando el tiempo lo repropone en su imperfección y, con todo eso, nos atrevemos a escogerlo como perfecto para nosotros, precisamente en esta imperfección.

9) Permanecer conectados (con el mundo real)

“Atreverse a estar conectado”, es uno de los pasos más difíciles de este camino, porque implica al menos restablecer y reforzar tres conexiones: con nosotros mismos, con lo que hacemos y con los demás. Es el compromiso de estar menos conectados con pseudo mundos wifi y más conectados y presentes en encuentros reales y vivos. Las parejas, además, necesitan un contexto de parejas para confrontarse y consolarse. Las relaciones permiten a las parejas relativizar sus propios dramas. Y se sorprenden que ciertos dramas sentimentales se vuelven comedias que sacan alguna carcajada.

10) Acercarse a Dios

El amor no es Dios, pero gracias al éxodo del amor comenzamos a parecernos a Dios, permitimos a Dios volverse vida en nuestra vida. Amar como Dios nos transfigura, no para hacernos dioses caprichosos que poseen al otro, sino para conformarnos a semejanza del Dios que ama donando todo y donándose a sí mismo completamente.

Estamos llamados a ser “por participación lo que Dios es por naturaleza”, por lo tanto, a ser partícipes del amor que Dios es. La distinción entre Dios y el hombre permanece, pero la posibilidad de amar a Dios es puesta a nuestra disposición para transfigurarnos. Esta es la gran revolución. El amor es una “virtud teologal” porque es el don puro de Dios que nos permite hacer un acto típico de Dios: amar verdaderamente.


13 verdades sobre el matrimonio que nadie te dice

La mayoría de las personas crea una familia con una mochila llena de falsas esperanzas, creencias irracionales y mitos que no corresponden a la realidad.


Vivimos en una época en la que la preparación académica y el mercado laboral avanzan con pasos agigantados, mientras que la orientación en las relaciones, la organización de la familia y la educación de los niños permanecen carentes sin muchas explicaciones. El hecho es que la mayoría de las personas crea una familia, llevando consigo una mochila llena de falsas esperanzas, creencias irracionales, mitos e ideas que no corresponden a la realidad.

De acuerdo con un artículo publicado en el portal de La Familia, si las parejas recibieran una orientación adecuada las tasas de divorcio, y en consecuencia, el sufrimiento humano que esto supone para la pareja y sus hijos, se reducirían considerablemente.

Estas son algunas verdades que nadie cuenta sobre la vida de pareja, una especie de pequeño manual que puede ayudar a entender lo que es normal y hasta necesario para que una relación pueda durar:

1. El amor y la convivencia se aprenden

“Nadie nace aprendido.” Debemos aprender a pensar en hacer feliz al otro en lugar de medir lo que hace el otro por nosotros, para renovar la esperanza, para comunicar, sin herir sus sentimientos, para discutir, negociar, gestionar nuestras emociones de manera constructiva. Aunque si es extremadamente importante, no lo aprendemos. Por el contrario, recibimos información de la televisión y los medios de comunicación con una buena dosis de sexo sin compromiso, infidelidad y todo tipo de mitos y mentiras acerca de lo que es el amor auténtico y generoso.

2. No se debe confundir el verdadero amor con la pasión y la locura temporal del inicio

Estar enamorados es una fase de las relaciones y no dura para siempre. Estos “incendios” pueden durar entre dos y cuatro años. Las personas que quieren vivir sólo este tipo de relación se ven obligados a cambiar constantemente de pareja, experimentando el dolor y la soledad en cada rotura hasta que aparece una nueva pareja en el horizonte.

3. El amor crece con el tiempo y el esfuerzo

Aprendan a construir y mantener un amor. Compartimos la idea errónea de que si las cosas van bien es porque estamos enamorados, y si hay dificultades es porque no lo estamos. Otro error es pensar que el amor es medible y que siempre hay que tener la mayor medida para que dure. La realidad es que el verdadero amor crece con el tiempo y el esfuerzo. Su relación es como un jardín que necesita atención y cuidado, y si son fertilizados, lo riegan y les arrancan las malas hierbas florecerá en el trascurso de la vida. Cuando se deje de cultivar su relación, empezará a marchitarse.

4. No espere que su pareja responda a todas sus necesidades.

La única persona que puede hacerla feliz y puede llenar su vida es uno mismo. No pretenda que el otro lo haga por usted. Sólo si usted es capaz de satisfacer sus necesidades y vivir una vida plena, logrará hacer que la otra persona sea feliz.

5. No se sentirán atraídos por su pareja en todo momento

Aunque si sabemos que la falta de atracción en el matrimonio puede aparecer en un momento u otro, esto no significa que todo terminó. Los medios de comunicación nos bombardean constantemente con mitos y mentiras sobre qué es el amor, y la mayoría de las personas no tiene otra fuente de información. Una de las mentiras más comunes que nos dicen es que si usted no se siente terriblemente atraído por su pareja significa que estás con la persona equivocada. La convivencia nos hace ver a nuestra pareja en muchas situaciones diferentes.

6. Los períodos de indiferencia son parte del verdadero amor

Un mito muy común es pensar: “Nos conocemos, nos enamoramos y por esto viviremos felices por siempre.” Este modelo nos esconde una parte esencial: la ausencia de placer. Y si experimentan estos momentos en una fase de pasión, eso no quiere decir que todo ha terminado. Esto significa que pueden dedicar tiempo y energía para mejorar su relación: cultivar intereses comunes, haciendo cosas que les gustan juntos. Incluso si usted no tiene una pasión, eso no quiere decir que su relación está muerta o condenada.

Algunas personas experimentan estas condiciones con más frecuencia que otras, y no hay absolutamente ninguna correlación entre el experimentar una fase de la pasión y el éxito de una relación.

7. Tengan en cuenta que van a pasar por una crisis, pero esta puede ayudarlos a crecer y fortalecer como pareja

Sabiendo que es la mejor manera para prepararse a esto, no levanten la guardia. Es parte de la vida. No crean que es el final. Es hora de testear el amor y los puntos fuertes.

8. No esperen de “sentir”. Primero viene el comportamiento, después la emoción

Lo que no se utiliza se pierde, pero no esperen a sentir afecto o deseo de involucrarse en relaciones íntimas con su pareja y expresar su amor. Empiecen a practicarlos ambos, y su amor y anhelo por el otro se multiplicarán. Hay momentos en que el estrés del trabajo y la vida cotidiana, el cuidado de los niños, o el sufrimiento emocional que deriva de la educación de los adolescentes ahogan en ambos los sentimientos, pero no dejen morir la relación. Busquen un poco de tiempo para estar juntos y modos para revivir buenos momentos.

9. El sexo es un acto sagrado de dar y recibir

La falta de educación sexual adecuada y emocional es otro fracaso en nuestro currículo. Aprendemos de los medios de comunicación, de los compañeros, y ahora, cada vez más, de la pornografía que el sexo es algo que se usa para la auto-satisfacción, la aprobación o la seguridad. La sexualidad sana no es nada de eso. El sexo es una expresión de amor, un acto de conexión, donde se practica el arte y la habilidad de dar y recibir.

10. El matrimonio está proyectado para ayudar a crecer

El matrimonio no es “felices para siempre”, el lugar de reposo, de la felicidad eterna. El matrimonio es una de los modos más difíciles y gratificantes que podemos realizar como seres humanos. Es la oportunidad diaria para desarrollar y mejorar la mejor versión de nosotros mismos, el amor, la generosidad, el sentido del humor, la inteligencia emocional, la compasión, la pérdida y muchas otras virtudes con las que nacemos. Por desgracia no nos viene enseñado, pero la gran noticia es que podemos aprender! Es la mejor manera de vivir.

11. Los modelos que hemos tenido influencian en el modo de relacionarnos con el otro

Si tuvieron la suerte de crecer en un matrimonio saludable, es más probable que hayan aprendido, por supuesto, los principios y las acciones necesarias para un matrimonio exitoso, pero si han sido testigo de un matrimonio caracterizado por las críticas, peleas, la ira, el resentimiento o el abuso físico o verbal tendrán que luchar para dejar atrás este modelo. No es una tarea fácil, pero sólo porque se requiere esfuerzo no significa que estás con la persona equivocada.

12. Estar con los niños pequeños es agotador y estresante

Tener hijos es una de las cosas más maravillosas que pueden hacer. Es una inversión para el futuro. Pero deben saber que es una fuente de estrés y discordia, incluso en los mejores de los matrimonios. Es importante encontrar tiempo para cuidar de la relación de pareja. Asistir a un grupo de apoyo para parejas o frecuentar una escuela para padre puede ser maravilloso para aprender como otros abordan los mismos problemas y ver que nadie está solo.

13. En algún momento de su vida matrimonial aparecerá otra persona por la que se sentirá atraído

El hecho de que simplemente se sienten atraído por otra persona significa que estás vivo y eres un ser humano. Cuando percibimos que está pasando, no se deje llevar por la nueva persona, no abra una ventana para dejarla entrar (y no le cuente sus problemas). No se engañe pensando que puede controlar la cosa pensando que si usted tiene una buena relación no pasará nada. También sucede aunque si usted tiene un buen matrimonio. Si continúa a cultivar una relación con esa persona, esto se convertirá en el foco de su interés y su pareja siempre va a perder puntos.

jueves, 4 de agosto de 2016

¿Son realmente necesarios los sacramentos?

Me comenta uno de mis mejores amigos ─un joven alegre, abierto, simpático, lleno de vida, tolerante, generoso, amigo de sus amigos─ me explica que cree en Dios pero que no frecuenta la Iglesia ni los sacramentos. No tiene dudas de que Dios existe. Su planteamiento es que Dios es bueno por naturaleza, le está muy agradecida por ello, reza cuando las cosas van mal dadas… El ya trata de hacer el bien a los demás. Le afecta profundamente cuando contempla las cientos de desgracias que ocurren en el mundo y que vemos en tiempo real en los medios de comunicación, le produce gran dolor ver sufrir a la gente pobre que se encuentra por las esquinas, sufre por las personas enfermas, por los necesitados ─a veces, incluso, hace algún voluntariado─, vive una vida coherente sin alcohol, sin drogas, sin sexo fácil… Le gusta dar amor y recibir amor a las personas que quiere. Contagia alegría por su sonrisa fácil y su personalidad arrolladora. Sin embargo, le hastían las ceremonias religiosas, se aburre en la Santa Misa, no le ve sentido a confesarse ni a llevar una vida de sacramentos. Para el eso es algo un poco retrógrado. Vivir y deja vivir. A mi me gustaría que mi amigo se confesara y que pudiera recibir al Señor al menos cada domingo.
«¿Tienes novia?», le pregunto. Efectivamente, tiene novia. Y la ama. Y necesita estar con ella. Y compartir sus experiencias, sus tristezas, sus éxitos y sus fracasos. Necesita verla cada día y cuando pasan unas horas que no se ven necesitan llamarse. Con ella seguramente no harás lo que siempre deseas, discutirás, pasarás tiempo entre cervezas y discotecas, comentareis las buenas notas de la Universidad o aquel trabajo low cost que anhelaban para pagarse el viaje de fin de curso y uno de vosotros no habeis conseguido. Juntos compartireis comidas en un restaurante de comida rápida porque sin alimentos ni bebida no es posible sobrevivir. Si así es vuestra vida cotidiana, así es también nuestra vida sacramental. Los sacramentos son para el espíritu del hombre lo que vigoriza el alma. El complemento ideal a la bondad del hombre.
Pero hay algo más, incluso, que vivifica el corazón del creyente. Cada vez que entramos en un templo allí está el Señor que nos espera enamorado. Cada vez que asistimos a un oficio se produce una cita de amor con el Dios que nos ha creado.
Los sacramentos son esos encuentros especiales con Jesús pensados para cada momento de nuestra vida. Y, a través de ellos, Cristo se hace presente en lo más profundo del corazón para transformarnos con su amor.
Si por el bautismo nacemos de nuevo y tenemos el honor de liberarnos del pecado original y ser hijos protegidos del Padre, en la confirmación recibimos la fuerza del Espíritu Santo y fortalecemos los dones del bautismo. Por medio del sacramento de la penitencia recibimos el perdón de nuestros pecados, recuperamos la gracia, nos reconciliamos con Dios y obtenemos el consuelo, la paz, la serenidad espiritual y las fuerzas para luchar contra el pecado. En la Eucaristía —el sacramento por excelencia— nos llenamos de la gracia recibiendo al que por sí mismo es la Gracia. ¡Celebrar la Eucaristía supone que Cristo se nos da a sí mismo, nos entrega su amor, para conformarnos a sí mismo y crear una realidad nueva en nuestro corazón! A través del matrimonio —el noviazgo en el caso de mi amigo— nos convertimos en servidores del amor.
No basta sólo con la fe. Es imprescindible alimentarla con el sello vivo de los sacramentos en los que Dios ha dejado su impronta. Los sacramentos son signos visibles de Dios y no los podemos menospreciar. Y Cristo es el auténtico donante de los sacramentos. Son un regalo tan impresionante que Cristo quiso que fuese Su Iglesia quien los custodiara para ponerlos al servicio de todas las personas. Y la gran eficacia de los sacramentos es que es el mismo Jesús quien hace que tengan un efecto concreto en cada persona porque es Él mismo quien hace que funcionen.
La inquietud de mi amigo se ha convertido también en mi inquietud porque me permite darme cuenta que a través de la Palabra y los sacramentos, en toda nuestra vida, Cristo está realmente cercano. Por eso hoy le pido al Señor que esta cercanía me toque en lo más íntimo de mi corazón, para que renazca en mí la alegría, esa sensación de felicidad que nace cuando Jesús se encuentra realmente cerca.

¡Te doy infinitas gracias, Señor, por los sacramentos de tu Iglesia, fruto de tu amor para nuestra salvación! ¡Te doy gracias, Padre, porque transforman nuestra vida, mi vida! ¡Te doy gracias, Padre, porque a través de ellos puedo descubrir que no hay nada más gratuito que el amor! ¡Te doy gracias, Señor, porque a través de los sacramentos se revela tu amor liberador y creador se manifiesta de manera auténtica y me invitas a la transformación personal! ¡Te doy gracias por los sacramentos del Bautismo y la Confirmación porque a través de ellos me invitas a renacer a la vida y ser parte activa del camino hacia la salvación! ¡Te doy gracias por el sacramento de la Penitencia que me permite reconciliarme contigo! ¡Te doy gracias por el sacramento del matrimonio y de los enfermos en los que puedo vivir la realidad cotidiana del amor y crecer como persona! ¡Te doy gracias por el sacramento del Orden por el que permites que tantos hombres vuelquen su vocación para servirte espiritualmente! ¡Te doy gracias por el gran sacramento de la Eucaristía por el que nos invitas a todos a participar activamente del gran milagro cotidiano de tu presencia entre nosotros y anticipar el gran ágape que nos espera en el Reino del Amor y en el que todos los sacramentos confluyen! ¡Gracias, Jesús, amigo, porque Tú eres el verdadero sacramento, el que da la vida y la esperanza, el perdón y la caridad, y porque todos los sacramentos confluyen en tus manos que tenemos la oportunidad de tocar cada día! ¡Gracias, Señor, por tanto amor y misericordia!


Sagrado Corazón de Jesús, ¡En vos confío!Jaculatoria a la Virgen: Virgen María, madre de Dios, quiero ser como tú, amigo de la gente y disfrutar de la compañía de tu Hijo Jesucristo porque también está dentro de mi pequeño corazón. Gracias por quererme tanto, María.

En este días nos regalamos las Laudes a la Virgen María, de Giuseppe Verdi: