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sábado, 25 de marzo de 2017

La fe callada

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La fe es hermoso vivirla también en el silencio contemplativo. En lo oculto, en la mirada personal hacia el encuentro con el Padre. Sin grandes gestos que llamen la atención de los otros. Lo bonito de la fe es que se puede vivir en el silencio de uno mismo, llevado a lo más profundo del corazón. Surgen en las páginas del Evangelio numerosos personajes que nos muestran esa fe callada, silenciosa, firme, auténtica, esperanzada, llena de vida y de alegría pero que a los ojos de los hombres ha pasado completamente desapercibida porque lo pequeño no suele llamar la atención.

Así, puedes ver aquel personaje que los apóstoles llaman antes de la Santa Cena para que les conduzca al Cenáculo. Dio un «sí» a Dios, conduciendo a los seguidores de Cristo al lugar donde se iba a instituir la Eucaristía. Y de su fe callada, nadie habla ahora. Tampoco se hace mención de ese joven personaje, que no sabemos quién es, que llevaba en un cesto los panes y los peces. Cristo quiso hacer con ellos el milagro de la multiplicación para saciar el hambre de tantos hombres y mujeres que necesitan de Dios. Y Cristo los tomó de alguien que ha permanecido anónimo a los ojos de la gente, pero no a los de Dios. Y su fe también fue callada y silenciosa pero a su manera dio un «sí» a Dios entregando lo que poco —o mucho, según se mire— que tenía.
Hay también un grupo de personas, amigos de un paralítico postrado en una camilla que, por amor a él, hacen lo indecible para subirse al tejado de una casa e introducirle en la estancia donde se encuentra Cristo. Su esfuerzo, regado por el valor de la amistad, es parte de una fe callada; convencidos están de que lograrán con ello sanar al amigo con las manos del mismo Dios.
Lo importante es lo que hacemos y por qué lo hacemos. Lo hermoso es el valor que damos a nuestros gestos, cuando más callados y desprendidos, más enraizados en la fe y más sustentados en la entrega generosa, más cerca de Dios están. El único que lee lo oculto de nuestro corazón es Dios y es a Él al que hay que rendir cuentas de nuestra entrega. Así actuó Cristo. Todos sus actos, desde el primer milagro a la última prédica, desde su primer gesto de amor hasta el último muriendo en la Cruz tenían mucho de callado cumplimiento de la voluntad del Padre. Cristo impregnó lo cotidiano de su vida de un amor sencillo pero grande al mismo tiempo. ¿Y yo, doy fecundidad a mi vida cotidiana dispuesto a que los gestos de mi vida estén visibles solo a los ojos de Dios y no al de los hombres? ¿Están mis pequeños gestos cotidianos untados del fruto amoroso de Dios y alejados de todo egoísmo mundano?

¡Señor, te alabo con todo mi ser porque eres la luz que brilla en mi vida y das sentido a todo lo que me ocurre! ¡Aumenta, Señor, mi pequeña fe! ¡Dame, Señor, con la fuerza de tu Espíritu el valor para sobrellevar todas los acontecimientos de mi vida, la valentía para no temer los problemas que se me presenten! ¡Aumenta mi fe, Señor! ¡Ayúdame a seguir tu Palabra con el espíritu que has puesto en mí! ¡Señor, sé que para ti nada es imposible, ayúdame a seguir tu voluntad! ¡Aumenta mi fe para seguir adelante a pesar de los obstáculos, de los problemas, de las circunstancias, de lo que digan los demás y a pesar de mí mismo! ¡Aumenta mi fe para decirte siempre que "Sí", sin temer a nada! ¡Aumenta mi fe para viviendo en el silencio del corazón impregne todos mis actos de bondad y de entrega! ¡Pero sobre todo, Señor, no me sueltes de la mano para que me no desvíe de la senda correcta sino que se haga tu voluntad en mi en cada paso que de! ¡Señor, te suplico desde lo profundo de mi corazón que no permitas que se extinga la hermosa luz de mi fe! ¡Envíame tu Espíritu, Señor, para que con su gracia mi fe crezca cada día!
Here I am Lord; I, the Lord of sea and sky, I have heard My people cry. Hermosa canción para sanar el alma y aumentar nuestra fe.

sábado, 3 de diciembre de 2016

¿Qué es hacer algo extraordinario?

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«Un discurso extraordinario», «Una jugada extraordinaria», «Un libro extraordinario», «Ha logrado un triunfo extraordinario»… Atribuimos lo «extraordinario» a muchos aspectos de la vida porque «extraordinario» es todo aquello digno de llamar la atención y que sobresale por ser algo fuera de lo común. Pues yo, como cristiano, cada día puedo hacer algo extraordinario. Convertir mi vida —desde que abro los ojos por la mañana hasta que los cierro por la noche—, en algo excepcional. Pero lo extraordinario es que no se necesitan hacer grandes cosas sino, simplemente, vivir el presente poniendo a Dios en el centro y tratando de encontrarle en cada una de las experiencias cotidianas.
Hacer algo extraordinariamente es realizar lo ordinario bien hecho por amor a Dios. Ir por el mundo con el corazón abierto a la entrega, no dejarse vencer por el desánimo, por el desconcierto, por la rutina, por la monotonía, por la desidia…
Hacer algo extraordinario es vivir el presente inmediato como si tratara de la primera vez, con ilusión y alegría, proponiéndose vencer los desafíos con una confianza ciega en la voluntad de Dios, sirviendo sin esperar nada a cambio, venciendo con esperanza las incertidumbres de la vida, afrontando los miedos con serenidad...
Hacer algo extraordinario es vivir como lo haría un niño pequeño: entregado a la seguridad del Padre, buscando su protección y su consejo.
Hacer algo extraordinario implica vivir buscando a Dios en todos los detalles de lo cotidiano de cada jornada tratando de encontrar la belleza incluso en esas pequeñas pinceladas del cuadro de nuestra vida para convertir lo viejo en nuevo y lo triste en alegre.
Hacer algo extraordinario supone no vivir en el tactismo ni en el cálculo de las oportunidades porque de tanto esperar uno acaba alejándose de las personas y de lo que es importante.
Hacer algo extraordinario es renovar cada nuevo amanecer el amor por la vida, cambiar la manera de amar para hacerla más auténtica y generosa, despojarse del yo para llenarse del otro.
Hacer algo extraordinario es evitar que la rutina, los automatismos y la tibieza hagan creer que todos los días son iguales.
Convertir mi vida en algo extraordinario solo depende de mí. Lo tengo claro. El problema radica en que muchas veces no creo que lo extraordinario pueda ser posible porque no me creo que Dios me ama con un amor extraordinario; que si pidiera con fe se producirían en mi vida cosas extraordinarias; que cada una de mis palabras, de mis acciones, de mis gestos, de mis miradas pueden tener efectos extraordinarios en los otros; que Dios actúa siempre —anhela actuar siempre— y quiere hacerlo de una manera extraordinaria; que cada vez que me vacío de mi mismo para llenarme del Señor logro efectos extraordinarios.
Lo que es extraordinario es que con las veces que me olvido de Él, lo ignoro, lo olvido y lo menosprecio Dios sigue actuando en mi vida de una manera extraordinaria: con un amor incorruptible, personal y misericordioso.
Y, aunque soy poca cosa —y cada día me doy más cuenta de mi pequeñez— es extraordinario saber que puedo convertir mi camino de santidad en algo extraordinariamente extraordinario.

¡Señor, quiero convertir la sencillez de mi vida en algo extraordinario! ¡Ayúdame, Señor, a afrontar la vida como tu deseas, que no sea mi voluntad sino lo tuya la que prevalezca siempre! ¡Señor, ayúdame a comprender que no puedo convertir mi vida en algo extraordinario si afronto las circunstancias como lo hago normalmente! ¡Ayúdame a serte fiel siempre para convertir lo cotidiano en algo extraordinario! ¡Qué tu seas, Señor, el centro de mi vida, con eso ya logro que todo lo demás sea extraordinario! ¡Ayúdame, Señor, a crecer en humildad y sencillez para convertir la pequeña obra de mi vida en algo extraordinario! ¡Que toda mi vida esté iluminada por ti, Señor, no necesito luces de neón me basta una pequeña vela pequeña! ¡Te abro mi pobre corazón, Señor, porque quiere que entres en él para enamorarme más de ti! ¡No permitas, Señor, que la indolencia y la monotonía inunden mi vida cristiana porque no puedo ser templo del Espíritu Santo con una vida tibia y perezosa! ¡Ayúdame, Señor, a darme más, a entregarme más! ¡Ayúdame a llevar una vida extraordinariamente genuina, es decir, en ti, contigo y para ti! ¡Gracias, Señor, por tu amor y misericordia!

miércoles, 30 de noviembre de 2016

¿A dónde iríamos si…?

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El recuerdo y la obra de Cristo llena la historia, ¡un hombre que murió hace veintiún siglos! Sorprende que las gentes de hoy lo tengamos tan abandonado cuando su nacimiento cambió la historia de la humanidad, lo revolucionó todo, transformó la vida de todos aquellos que se cruzaron en su camino desde los pobres pastores de Belén a los Reyes de Oriente, desde el ciego Bartimeo al centurión de Cafarnaun, de los doce apóstoles a María Magdalena, de María, Marta y Lázaro al Buen ladrón, de José Arimatea a San Pablo… Y así con millones de personas que a lo largo de la historia, día a día, se levantan y caminan porque creen en Él, en sus milagros, en la fuerza de su amor y en la gracia de sus sacramentos.
Cada día, son muchos los que escuchan su llamamiento de intimidad, los que le siguen en la vida consagrada o en el sacerdocio, los que lo abandonan todo para complacer a este corazón sagrado, viven en el silencio de la oración y entregan su vida por los demás.
Hay tantos otros que entregamos nuestra vida al matrimonio, a la procreación, al amor conyugal, y otros que se inclinan sobre las miserias de la vida, aceptan los sufrimientos, la enfermedad, la pobreza económica, la desesperanza y el sacrificio.
Son miles también los que cada día entran en los templos para darle alabanza, para adorarle, para recibirle en el sacramento de la Eucaristía y para confesar sus faltas.
Desde hace varios siglos pequeñas capillas y grandes templos se erigen en su nombre en pueblos y grandes ciudades pero también en lugares recónditos. Sin embargo, es en el corazón donde encontramos a Jesús, el amigo, el hermano, el dador de vida, el que marca el camino, el que nos lleva a la vida eterna.
¿Y cómo es posible vivir sin Él si es el que nos da la paz y nos lo entrega todo? ¿A dónde iríamos si no tuviéramos a la figura de Jesús que lo ilumina todo con la grandeza de su amor y su misericordia?

¡Te necesito, Señor Jesús! ¡Necesito que entres en mi corazón y para esto quiero creer más en ti, conocerte mejor, confiar más, amarte más intensamente,

abandonarme con mayor confianza! ¡Señor, te necesito porque eres necesario en mi vida y sin ti no soy nada y no valgo nada! ¡Jesús, amigo, quiero hacerte cada día más mío para que descanses en lo más profundo de mi corazón! ¡Señor, despoja de mi vida el orgullo y la soberbia porque no me quiero encontrar a mí mismo sino solo a Ti! ¡Quiero tener un encuentro contigo, Jesús, en mis alegrías y mis éxitos pero también en mis fracasos, mis problemáticas, mis dificultades y mis angustias! ¡Señor, tu lo sabes todo y tu sabes que te amo a pesar de mi miseria y mi pequeñez! ¡Te doy como ofrenda mi nada y como donación mi pequeño corazón! ¡Y te doy gracias, Señor, porque sin merecerlo me has dado la gracia de conocerte y amarte, de sentirme profundamente unido a ti, porque a tu lado no he perdido nada y lo he ganado todo! ¡Gracias, Jesús, gracias! ¡Pero no olvides que necesito sentirte cerca, sentirte dentro y encontrarte en la pobreza de mi ser!

Quiero enamorarme más de Ti, cantamos hoy al Señor:

domingo, 13 de noviembre de 2016

Porque Él vive…

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Escuchaba ayer una bellísima canción de Alan Jackson. Una de las estrofas dice: «Because He lives, I can face tomorrow...» («Porque Él vive, no temo al mañana»). La escucho en el bus, al caer la noche, después de una larga jornada de trabajo, regresando a casa. Como me ocurre a mi, el resto de viajeros muestran en sus rostros el cansancio del día y me pregunto qué responderían si les cuestionara en este momento qué les motiva a vivir... Pero estoy convencido que la mayoría de la gente no se ha planteado jamás esta pregunta. Muchas vidas están muy vacías aunque el vacío produzca vértigo. Hay mucho automatismo en nuestro caminar. Tal vez están vacías porque, aunque llenas de lo material, no tienen un valor trascendente que las encauce.
La canción prosigue: «Porque Él vive, triunfaré mañana; porque Él vive, ya no hay temor; porque yo sé que el futuro es suyo». Lo que deja claro que ese vacío se llenaría si viviéramos llenándonos de Dios. Me gustaría quitarme los cascos y que todos pudieran escuchar el mensaje. Con Cristo a nuestro lado la vida tiene otro sentido. ¡Qué lastima que a tantos esto les pasé desapercibido! ¡Pero es que con Él, dueño del futuro, no hay que temer al mañana porque es Cristo quien vive en mí!
Para mí la esperanza no está en esta vida, es el anhelo de la futura, el encuentro con el Padre con el que trato de vivir unido cada día.
Por eso, mientras escucho «Porque Él vive, no temo al mañana» me pondría de pie en el bus y exclamaría: «os invito a que abráis vuestro corazón a Jesús para llenar vuestros vacíos». Hacerles ver que Dios no es un enemigo. Que Dios conoce todas nuestras dudas y el vacío de nuestro corazón, es sabedor de nuestras incredulidades y de la confusión que anida en nuestra mente, cuando tratamos de llenar el vacío de nuestra vida alejados de Él.
Al llegar a mi parada bajo del bus. Con un deseo, que en algún momento de su vida los viajeros que no conocen a Cristo se encuentren algún día con Él y que ningún paraguas cubra la luz que pueda alcanzar su corazón.


¡Señor, no tengo miedo porque Tú estás a mi lado! ¡Y aún y así quiero convertirme! ¡Quiero, Señor, que bajes a lo profundo de mi corazón para poder convertirme verdaderamente!¡Tú sabes, Señor, cuántos esfuerzos de conversión he hecho en esta vida! ¡Las veces que he tratado de transformarme y me ha resultado difícil conseguirlo porque he sido incapaz de llegar hasta el fondo de mi alma y no me he atrevido a cogerte de la mano para que me sanes interiormente y elimines mis egoísmos, orgullos, perezas, vanidades, mal carácter, flojeras, caídas reincidentes, miedos...! ¡Señor, tu sabes, porque estás dentro, la oscuridad que hay en mi corazón porque no dejo que Tú lo ilumines, porque antepongo mi voluntad a la tuya y prefiero dejar las cosas tal y como están para evitar cambiar determinadas actitudes! ¡Pero hoy, Señor, también te pido por aquellos que no te conocen para que en algún momento, haciéndote el encontradizo, puedan conocer que tú eres el camino, la verdad y la vida!

Y como no podía ser menos os dejo con Because He lives I can face tomorrow:
Aquí dejo la traducción del inglés:
Dios nos envió a su hijo Cristo.

Él es salud, paz y perdón.
Vivió y murió, por mis pecados.
¡Vacía está la tumba porque Él triunfó!
Porque Él vive, triunfaré mañana;
Porque Él vive, ya no hay temor;
Porque yo sé que el futuro es suyo;
La vida vale más y más sólo por Él.
Grato es tener a un tierno niño
tocar su piel, gozo nos da.
¡Pero es mejor la dulce calma
que Cristo el Rey nos puede dar pues vivo está!
Yo sé que un día el río cruzaré.
Con el dolor batallaré,
y al ver la vida triunfando invicta
veré gloriosas luces, sí, ¡veré al Rey!