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sábado, 3 de diciembre de 2016

Lo que soy, lo que quiero cambiar y lo que quiero mejorar

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El teléfono móvil me «invita» a actualizar algunas de sus funcionalidades. Entre ellas los emoticonos que contienen una gran variedad de imágenes que representan estados de ánimo. Tristeza, ira, felicidad, cansancio, desesperación, decepción, esperanza, enojo, aceptación, amor, desprecio, agobio, miedo, alegría... Nuestros estados de ánimo espirituales y vitales son tan cambiantes como la rapidez con la que podemos introducir con los dedos de nuestra mano un emoticono en un texto del teléfono.
¿Cómo repercute el estado ánimo en nuestra vida? ¿es lo mismo la emoción que el estado de ánimo? ¿se pueden regular los estados de ánimo? Sin el conocimiento sincero de uno mismo, que supone el primer y fundamental paso para convertirse en el artífice de la propia vida, es una tarea difícil. Con la observación de uno mismo nos alejamos de nuestra propia subjetividad, para vernos desde una ligera distancia, como hace el artista que se aleja unos pasos para observar su cuadro e ir contemplando cómo va dando forma a su obra.
El conocimiento de uno mismo exige no sólo un trabajo cotidiano sino también ser capaz de salir de la propia subjetividad para entrar en la objetividad, tratar de verme como realmente soy, no tratar de vivir en la ensoñación y la fantasía, tratar de no pactar constantemente con mis propias debilidades y limitaciones o sobrevalorar otras muchas, no permitir que el pesimismo, la tristeza, la indecisión o las emociones desgarradoras se acomoden en mi corazón o, simplemente, subestimar todo aquello que me impide luchar contra la adversidad.
El conocimiento de uno mismo tiene mucho que ver con la vida de oración, con el encuentro con Jesús desde la intimidad y, desde la apertura del corazón; trasmitirle al Señor aquello que soy, aquello que quiero cambiar y aquello que quiero mejorar.
Somos tan frágiles como una vasija de barro. Tan quebradizos que cualquier movimiento brusco nos rompe. Eso se nota en nuestras opiniones cambiantes; en nuestros estados de ánimo volubles; en nuestra incapacidad para ser constantes; en nuestros amores y desamores que funcionan cual montaña rusa; en nuestras interpretaciones maliciosas o positivas de las cosas en función de los entornos; en la informalidad de nuestra palabra y nuestros compromisos; en nuestra búsqueda de afectos o en el dolor que nos producen los desafectos; en nuestra manera de sentir una cosa y la contraria en cuestión de poco tiempo... Sí vasijas de barro, pero también índices del mercado bursátil que tanto suben como bajan.
Cristiano es aquel que trata de mantenerse en una linea de coherencia, que no se deja manejar por la fuerza de la marea o por los soplidos del viento del ánimo interior. ¿Acaso a Cristo le gustó nacer en un pobre pesebre, pasar por el desprecio de la gente, por los comentarios maliciosos, por la ignominia de la flagelación, por el abandono de tantos, por la muerte en la Cruz? La coherencia de Cristo estuvo en mantener una vida de oración firme, entregada al Padre. Y así tiene que ser mi vida: humilde y auténtica en la oración; vivificante en la vida sacramental, coherente en mi examen personal antes de acostarme, sacrificada en mi entrega a los demás, orante en el caminar diario. Y asi cada día, aunque cueste, aunque las fuerzas mermen, aunque las circunstancias personales inviten a darlo todo por perdido, aunque un vacío interior llene mi alma y mi corazón. La vida del cristiano es cuestión de fidelidad. Y la fidelidad tiene mucho que ver con el amor, la entrega y el desprenderse del yo. Cuanto más fiel a Cristo, menos vaivenes tendrán mis estados de ánimo personales y más vivificante será mi vida personal.

¡Señor, ayúdame con la fuerza de Tu Espíritu a conocerme mejor, a identificar los rasgos de mi manera de ser y de comportarme, de aprender de mis fortalezas y debilidades, de sacar partido de mis posibilidades y límites, de mejorar mis virtudes y limar mis defectos, de no complacerme en mis aciertos y aprender de mis errores! ¡Señor, con la fuerza de tu Espíritu ayúdame a distinguir entre los sufrimientos padecidos, los buscados, los deseados y los no comprendidos; a saber distinguir las alegrías positivas de las merecidas!¡Señor, tú me conoces perfectamente, tú sabes todo lo que hago y lo que anida en mi corazón, tú penetras desde lejos mis ideas; tú me ves, mientras camino o mientras descanso; tú sabes cada cosa que emprendo o abandono; tú sabes cuáles serán mis palabras antes de pronunciarlas; lees mis labios! ¡Señor, tu mano siempre me rodea, no me dejes caer! ¡Oh Dios, ponme a prueba y mira si mis pasos van hacia la perdición y guíame por el camino eterno! ¡Ayúdame a conocerme mejor a mi mismo para conocerte mejor a Ti!
Solo por ti, Jesús, cantamos hoy acompañando esta meditación:

domingo, 13 de noviembre de 2016

Porque Él vive…

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Escuchaba ayer una bellísima canción de Alan Jackson. Una de las estrofas dice: «Because He lives, I can face tomorrow...» («Porque Él vive, no temo al mañana»). La escucho en el bus, al caer la noche, después de una larga jornada de trabajo, regresando a casa. Como me ocurre a mi, el resto de viajeros muestran en sus rostros el cansancio del día y me pregunto qué responderían si les cuestionara en este momento qué les motiva a vivir... Pero estoy convencido que la mayoría de la gente no se ha planteado jamás esta pregunta. Muchas vidas están muy vacías aunque el vacío produzca vértigo. Hay mucho automatismo en nuestro caminar. Tal vez están vacías porque, aunque llenas de lo material, no tienen un valor trascendente que las encauce.
La canción prosigue: «Porque Él vive, triunfaré mañana; porque Él vive, ya no hay temor; porque yo sé que el futuro es suyo». Lo que deja claro que ese vacío se llenaría si viviéramos llenándonos de Dios. Me gustaría quitarme los cascos y que todos pudieran escuchar el mensaje. Con Cristo a nuestro lado la vida tiene otro sentido. ¡Qué lastima que a tantos esto les pasé desapercibido! ¡Pero es que con Él, dueño del futuro, no hay que temer al mañana porque es Cristo quien vive en mí!
Para mí la esperanza no está en esta vida, es el anhelo de la futura, el encuentro con el Padre con el que trato de vivir unido cada día.
Por eso, mientras escucho «Porque Él vive, no temo al mañana» me pondría de pie en el bus y exclamaría: «os invito a que abráis vuestro corazón a Jesús para llenar vuestros vacíos». Hacerles ver que Dios no es un enemigo. Que Dios conoce todas nuestras dudas y el vacío de nuestro corazón, es sabedor de nuestras incredulidades y de la confusión que anida en nuestra mente, cuando tratamos de llenar el vacío de nuestra vida alejados de Él.
Al llegar a mi parada bajo del bus. Con un deseo, que en algún momento de su vida los viajeros que no conocen a Cristo se encuentren algún día con Él y que ningún paraguas cubra la luz que pueda alcanzar su corazón.


¡Señor, no tengo miedo porque Tú estás a mi lado! ¡Y aún y así quiero convertirme! ¡Quiero, Señor, que bajes a lo profundo de mi corazón para poder convertirme verdaderamente!¡Tú sabes, Señor, cuántos esfuerzos de conversión he hecho en esta vida! ¡Las veces que he tratado de transformarme y me ha resultado difícil conseguirlo porque he sido incapaz de llegar hasta el fondo de mi alma y no me he atrevido a cogerte de la mano para que me sanes interiormente y elimines mis egoísmos, orgullos, perezas, vanidades, mal carácter, flojeras, caídas reincidentes, miedos...! ¡Señor, tu sabes, porque estás dentro, la oscuridad que hay en mi corazón porque no dejo que Tú lo ilumines, porque antepongo mi voluntad a la tuya y prefiero dejar las cosas tal y como están para evitar cambiar determinadas actitudes! ¡Pero hoy, Señor, también te pido por aquellos que no te conocen para que en algún momento, haciéndote el encontradizo, puedan conocer que tú eres el camino, la verdad y la vida!

Y como no podía ser menos os dejo con Because He lives I can face tomorrow:
Aquí dejo la traducción del inglés:
Dios nos envió a su hijo Cristo.

Él es salud, paz y perdón.
Vivió y murió, por mis pecados.
¡Vacía está la tumba porque Él triunfó!
Porque Él vive, triunfaré mañana;
Porque Él vive, ya no hay temor;
Porque yo sé que el futuro es suyo;
La vida vale más y más sólo por Él.
Grato es tener a un tierno niño
tocar su piel, gozo nos da.
¡Pero es mejor la dulce calma
que Cristo el Rey nos puede dar pues vivo está!
Yo sé que un día el río cruzaré.
Con el dolor batallaré,
y al ver la vida triunfando invicta
veré gloriosas luces, sí, ¡veré al Rey!