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sábado, 3 de diciembre de 2016

¿Qué es hacer algo extraordinario?

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«Un discurso extraordinario», «Una jugada extraordinaria», «Un libro extraordinario», «Ha logrado un triunfo extraordinario»… Atribuimos lo «extraordinario» a muchos aspectos de la vida porque «extraordinario» es todo aquello digno de llamar la atención y que sobresale por ser algo fuera de lo común. Pues yo, como cristiano, cada día puedo hacer algo extraordinario. Convertir mi vida —desde que abro los ojos por la mañana hasta que los cierro por la noche—, en algo excepcional. Pero lo extraordinario es que no se necesitan hacer grandes cosas sino, simplemente, vivir el presente poniendo a Dios en el centro y tratando de encontrarle en cada una de las experiencias cotidianas.
Hacer algo extraordinariamente es realizar lo ordinario bien hecho por amor a Dios. Ir por el mundo con el corazón abierto a la entrega, no dejarse vencer por el desánimo, por el desconcierto, por la rutina, por la monotonía, por la desidia…
Hacer algo extraordinario es vivir el presente inmediato como si tratara de la primera vez, con ilusión y alegría, proponiéndose vencer los desafíos con una confianza ciega en la voluntad de Dios, sirviendo sin esperar nada a cambio, venciendo con esperanza las incertidumbres de la vida, afrontando los miedos con serenidad...
Hacer algo extraordinario es vivir como lo haría un niño pequeño: entregado a la seguridad del Padre, buscando su protección y su consejo.
Hacer algo extraordinario implica vivir buscando a Dios en todos los detalles de lo cotidiano de cada jornada tratando de encontrar la belleza incluso en esas pequeñas pinceladas del cuadro de nuestra vida para convertir lo viejo en nuevo y lo triste en alegre.
Hacer algo extraordinario supone no vivir en el tactismo ni en el cálculo de las oportunidades porque de tanto esperar uno acaba alejándose de las personas y de lo que es importante.
Hacer algo extraordinario es renovar cada nuevo amanecer el amor por la vida, cambiar la manera de amar para hacerla más auténtica y generosa, despojarse del yo para llenarse del otro.
Hacer algo extraordinario es evitar que la rutina, los automatismos y la tibieza hagan creer que todos los días son iguales.
Convertir mi vida en algo extraordinario solo depende de mí. Lo tengo claro. El problema radica en que muchas veces no creo que lo extraordinario pueda ser posible porque no me creo que Dios me ama con un amor extraordinario; que si pidiera con fe se producirían en mi vida cosas extraordinarias; que cada una de mis palabras, de mis acciones, de mis gestos, de mis miradas pueden tener efectos extraordinarios en los otros; que Dios actúa siempre —anhela actuar siempre— y quiere hacerlo de una manera extraordinaria; que cada vez que me vacío de mi mismo para llenarme del Señor logro efectos extraordinarios.
Lo que es extraordinario es que con las veces que me olvido de Él, lo ignoro, lo olvido y lo menosprecio Dios sigue actuando en mi vida de una manera extraordinaria: con un amor incorruptible, personal y misericordioso.
Y, aunque soy poca cosa —y cada día me doy más cuenta de mi pequeñez— es extraordinario saber que puedo convertir mi camino de santidad en algo extraordinariamente extraordinario.

¡Señor, quiero convertir la sencillez de mi vida en algo extraordinario! ¡Ayúdame, Señor, a afrontar la vida como tu deseas, que no sea mi voluntad sino lo tuya la que prevalezca siempre! ¡Señor, ayúdame a comprender que no puedo convertir mi vida en algo extraordinario si afronto las circunstancias como lo hago normalmente! ¡Ayúdame a serte fiel siempre para convertir lo cotidiano en algo extraordinario! ¡Qué tu seas, Señor, el centro de mi vida, con eso ya logro que todo lo demás sea extraordinario! ¡Ayúdame, Señor, a crecer en humildad y sencillez para convertir la pequeña obra de mi vida en algo extraordinario! ¡Que toda mi vida esté iluminada por ti, Señor, no necesito luces de neón me basta una pequeña vela pequeña! ¡Te abro mi pobre corazón, Señor, porque quiere que entres en él para enamorarme más de ti! ¡No permitas, Señor, que la indolencia y la monotonía inunden mi vida cristiana porque no puedo ser templo del Espíritu Santo con una vida tibia y perezosa! ¡Ayúdame, Señor, a darme más, a entregarme más! ¡Ayúdame a llevar una vida extraordinariamente genuina, es decir, en ti, contigo y para ti! ¡Gracias, Señor, por tu amor y misericordia!

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