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lunes, 21 de noviembre de 2016

La indiferencia que destruye el amor

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En nuestras sociedades hay un decidido objetivo de destruir el matrimonio en todos los sentidos y se minusvalora a esta iglesia doméstica que fundamenta los pilares de nuestra sociedad. A este ataque contra la familia se le une un problema de fondo que se extiende entre las parejas: la indiferencia. La indiferencia es el cáncer terminal de cualquier matrimonio. Es la enfermedad crónica que destruye el núcleo central de una pareja. Durante el noviazgo, él y ella ponían como eje la necesidad del otro; ese encuentro furtivo; esos cinco últimos minutos que pasaban volando pero que uno quería que fueran como una eternidad; esa llamada telefónica de conversación irrelevante en contenido pero que duraba horas; ese estar pensando continuamente en el otro y saber que el otro tenía también la mente puesta en ti; el dejar de lado a esos amigos o amigas con los que compartir cervezas, tarde de compras u horas de gimnasio porque ahora lo importante era encontrarse con la persona amada...

Entonces llega la felicidad del matrimonio, el anhelo de vivir juntos, la ceremonia, los hijos… y con paso del tiempo la rutina y con la rutina la indiferencia gélida. Esa llamada de teléfono que se producía cada hora ahora se espacia en el tiempo; esas ganas de llegar pronto a casa ahora se reducen porque otras ocupaciones son más prioritarias; la preocupación del saber cómo está el otro ya ni se pregunta porque se presupone que la persona se encuentra bien y ya no se es capaz de leer lo que anida en el interior de su corazón; esas ganas de explicar las cosas ahora se convierten en silencios existenciales porque cuesta hablar ya que uno se siente cansado, agobiado por los problemas, molesto por alguna actitud del otro, ensimismado en el propio mundo; antes los dos se sentaban juntos agarrados en el mismo sofá, pero ahora cada uno se concentra en su móvil, en sus programas de televisión o en su propia luna.
La indiferencia mata el amor de manera lenta y agónica. La indiferencia destruye los sentimientos del corazón. Es como si sobre la pareja cayera una gélida capa de hielo o como si a un árbol frondoso se le cayeran todas las hojas en otoño y no volvieran a reverdecer en primavera. Si el amor surge de la comunicación afectiva, de las ganas de verse, de la ternura de los detalles, de las palabras cautivadoras y motivadoras del vocabulario cotidiano, no se puede ser feliz cuando se ama alguien que no te valora, que no te presta atención, que no pronuncia un «te quiero», que asesina poco a poco el amor robotizando la relación con la ausencia de palabras dulces, gestos delicados, miradas de complicidad, perdones sinceros, caricias tiernas, besos furtivos, tiempo robado dedicado a cosas sin importancia pero que unen sentimientos y experiencias personales...
Ninguna persona puede vivir sin recibir estímulos afectivos sinceros o mendigando sentimientos cotidianos. Al amor se le mata cuando se ignora la dicha y la bendición que Dios, en un momento determinado de nuestra vida, puso en nuestras manos.
¡Que hermoso es encontrar el amor de tu vida todos los días en la misma persona!
Ahora miro mi corazón ¿y?...

¡Sagrada Familia de Nazaret, pongo en vuestras manos todos los matrimonios del mundo, especialmente aquellos que pasan dificultades o viven en la indiferencia para que seáis vosotros el ejemplo de recogimiento, interioridad, perdón, afecto, complicidad, predisposición a la escucha, inspiración de buenas obras, generosidad, palabras amables...! ¡Enseñadnos, Sagrada Familia de Nazaret, la necesidad del trabajo de reparación, de la vida interior personal, de la oración, de la entrega generosa, de buscar lo mejor del otro, del apoyo y la entrega como don! ¡Ayudadnos a ser, Sagrada Familia de Nazaret, imagen de Cristo y de la Iglesia en la sociedad para que nuestros corazones puedan elevarse siempre hacia el Padre! ¡Iluminadnos, Sagrada Familia de Nazaret, y fortalecednos en la tarea de la formación de nuestros hijos para que sean auténticos cristianos! ¡Espíritu Santo, llena con la fuerza de tu gracia a todos los matrimonios del mundo para que no caigan en la indiferencia, en el desdén, en la rutina, en la falta de estímulos personales y espirituales, y se conviertan en auténticos hacedores de amor, de alegría y de paz! ¡Que todos los corazones de los matrimonios se unan al corazón de la Sagrada Familia de Nazaret!
Y hoy acompañamos la meditación con una canción sobre la familia:

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