San Francisco de Asís, un santo al que me siento muy unido por diferentes circunstancias de mi vida y, de hecho, una de sus oraciones es el corazón de esta página de meditaciones.
Su ejemplo y el de muchos franciscanos me inspiran en mi vida personal y en mi vida de oración. En la vida de san Francisco la oración y la meditación son dos pilares esenciales. Son el secreto íntimo de su ser. Todo en san Francisco es espíritu de oración, alabanza y devoción, y amor ferviente y abandonado a Dios y a los que le rodeaban. A excepción de la Oración ante el Crucifijo de san Damián y la Carta a toda la orden, todas las demás oraciones de san Francisco rezuman el perfume de la alabanza, de la acción de gracias, de la caridad, de la fe, de la esperanza y la devoción. Orar para darse a Dios. Orar para entregar por completo su alma a Dios. Orar para vaciarse de sí y, en la humildad, llenarse del Señor. Orar para dominar su voluntad y llenarse de Dios.
La breve Oración ante el Crucifijo de san Damián me llena de emoción cada vez que la pronuncio. Escrita en tiempo de lucha interior es profundamente conmovedora porque es una oración de conversión.
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.
El joven Francisco encuentra la felicidad en el autoconocimiento de si mismo. Y desde este profundizar en si mismo siente que debe cambiar su vida. En el horizonte de su vida brilla la perspectiva de la eternidad. Todo encuentro con Dios y, en el caso de san Francisco, también con los más pobres de los pobres, los leprosos, percibe nuevos valores que transforman su ser. Caridad y amor, misericordia y servicio. Y en esa búsqueda anhelante entra en la iglesia de san Damián, casi destruida. Solo, guiado únicamente por la fuerza del Espíritu Santo, se postra de rodillas ante lo único que se mantiene en pie: un crucifijo de madera. Y allí ora, y ora y ora. Al salir, su corazón se ha transformado para siempre. ¿Por qué no me ocurre a mí cuando rezo ante el Cristo crucificado? ¿Qué debe cambiar en mi corazón para experimentar un sentimiento tan profundo?
Francisco escuchara de aquel Cristo suspendido en el madero, con los brazos extendidos para acoger el corazón del hombre, esta frase: «Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y repárala». Y Francisco obedece. Nuestra casa es también nuestro corazón. Mira la imagen que acompaña esta meditación. Es en si misma una escuela de oración, especialmente en momentos en que nuestra vida está pasando por momentos de debilidad, de dolor, de sufrimiento, de turbación o de perplejidad. En ese momento en que debemos afrontar un problema y no sabemos cómo solventarlo o en el momento de tomar una decisión fundamental en nuestra vida. Con la mirada atenta en el crucifijo hay que dejarse amar por el Cristo que dirige su mirada llena de amor y acoger en lo más íntimo de nuestro corazón el mandamiento que nos transmite desde la Cruz. Y, en el silencio de la oración, contemplando la cruz, comenzar a recitar la oración para hacerse uno con Cristo, uno en Cristo, imagen de su imagen:
Sumo, glorioso Dios...
¡Es que tu lo eres, Dios mío, glorioso, altísimo y sumo, grande y ominipotente, santísimo y eterno! ¡Porque quien está en la Cruz eres tu, Dios mío! ¡Eres el Dios que está en todos los lugares del mundo, donde hay riqueza y pobreza, alegría y tristeza, caridad y amor, guerra y paz! ¡Eres el Dios sencillo que nació en Belén, el Dios humilde que transforma el pan y el vino en su cuerpo y su sangre para nuestra redención, el Dios generoso que entrega su vida y muere en la Cruz! ¡Eres el Dios de las pequeñas y las grandes cosas! ¡Eres el Dios amor! ¡El que todo lo puede y todo lo acoge! ¡Eres el Dios que ama a las criaturas que ha creado y que envuelto en la majestad del cielo nos da la libertad para peregrinar hasta el vida eterna! ¡Eres el Dios Altísimo que obra milagros! ¡Eres el Dios de la Pasión, el Dios de la Resurrección y la Vida, el Dios que resplandece en nuestros corazones y que nos da la paz, el Dios que nos inspira con la fuerza del Espíritu, el Dios que acoge los sufrimientos del hombre y los hace suyos! ¡Gracias, Sumo y Glorioso Dios por la vida que me das!
Ilumina las tinieblas de mi corazón
¡Dios mío, mi vida no es fácil y lo sabes! ¡Tengo caídas, y dudas, y problemas, y oscuridad! ¡Pero tu estás ahí, Dios mío, para darme la luz, para convertir las tinieblas de mi corazón en un lugar de luz y brillo! ¡Transforma mi corazón, Señor! ¡Transfórmalo para que nada me endurezca el corazón, para que la amargura no me invada en los momentos de dificultad, que la dulzura se impregne en mi ser, para transpirar alegría y felicidad, para ser capaz de dar amor como tú lo das! ¡Solo Tú puedes iluminar mi vida, Señor! ¡Sólo Tú puedes transformar mi corazón y darle la luz que me permita caminar! ¡Lléname de Ti, Señor, e ilumina las tinieblas de mi corazón!
Dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta
¡Señor, quiero llenarme completamente de Ti! ¡Quiero ser otro Cristo, un alter christuspara Ti y para los demás! ¡Quiero desprenderme de mi yo, de mi soberbia, de mi egoísmo, de mis seguridades, de mi incapacidad de amar, de mi falta de servicio, de mi poca autenticidad! ¡Quiero entregarme como te entregaste Tú! ¡Quiero fundamentar mi vida cristiana en los tres pilares de la fe, esperanza y caridad! ¡Dame una fe recta, Señor, una fe firme, una fe auténtica, una fe cierta que no admita la duda! ¡Dame, Señor, la fe de Tu Madre, la fe de Abraham, la fe de san Pablo, la fe de Pedro, la fe de san Mateo…! ¡Señor, dame mucha esperanza para creer en Ti, para entregar mi vida, para dar respuesta a tu llamada, para ser auténticamente yo contigo! ¡Dame la esperanza de creer en Ti y de creer esperando contra toda esperanza! ¡Ayúdame a ser caritativo, dar amor y perfeccionarme en el amor! ¡Ayúdame a darme en la entrega a los demás, en la caridad perfecta! ¡Ayúdame a servir contigo a mi lado porque es la única manera de servir de corazón!
Sentido y conocimiento, Señor
¡Señor, dame el conocimiento y la capacidad para comprender! ¡Dame la virtud de la sensibilidad para amar, acoger, escuchar, abrazar…! ¡Dame el conocimiento para comprender tu Palabra, tus Mandamientos, tus enseñanzas y tu ejemplo! ¡Ayúdame a sentir en la oración aquello que quieres para mí y lo que esperas de mí! ¡Hazme receptivo a tu llamada, que no me haga el sordo cuando Tú me dejas claro cuáles son tus planes! ¡Solo contigo, Señor, seré capaz de conocer lo que viene de Ti!
Para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento
¡Señor, no soy nada sin Ti! ¡Nada soy, Señor, porque soy pequeño! ¡Pero como soy fruto de tu amor y tu creación que mi vida se ajuste a tus mandatos, Señor! ¡Señor, ayúdame a caminar por esta vida cumpliendo tus mandamientos y no permitas que viaje con las alforjas llenas de mi egoísmo y de mi única voluntad! ¡Que todo lo espere de Ti, Señor! ¡Que se haga en mi vida tu voluntad, Señor! ¡Que mi corazón guarde tus mandamientos, Señor! ¡Quiero contar con tu protección, con tu guía y con tu bendición, Señor! ¡Quiero someterme a tu autoridad, Señor, y sujetarme a tu santa Voluntad porque en la obediencia está el amor!
Oramos cantando la oración de san Francisco:
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