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martes, 8 de noviembre de 2016

Pensar y vivir en clave de eternidad

eternidad
Me decía el hace un tiempo un antropólogo que en algunos países africanos la vida más larga no alcanza de media los cuarenta años. Yo veo a mi abuela que con sus noventa y seis años como alarga su estancia en esta tierra con la alegría del primer día. Pero ¿qué son estos cuarenta o casi cien años comparados con la eternidad? Lo cierto es que muchas veces me olvido de esto pero debería valorar mi vida actual a la luz de la eternidad futura. Una vida de duración sin fin. Para siempre.
Lo cierto es que estamos a las puertas de la eternidad... desde el mismo día de nuestro nacimiento y cuanto menos lo pensemos, cuando menos lo esperemos, llegará la hora en la que debo estar alerta. Y ese día no habrá tiempo de rectificar. El tiempo corre, corre y corre. Y se va. Por eso hay que vivir santamente para la eternidad, sentir para la eternidad, trabajar para el eternidad, amar para la eternidad, sembrar para la eternidad, estudiar para la eternidad, crear para la eternidad, perdonar para la eternidad, servir para la eternidad, pensar para la eternidad, dejar la impronta para la eternidad, ser virtuoso para la eternidad, obrar para la eternidad, hablar para la eternidad... Todo con el fin de imprimir en mi alma y en mi corazón la imagen de Dios con el que voy a compartir la eternidad.

¡Señor, ayúdame a valorar mi vida actual a la luz de la eternidad! ¡Sé, Señor, que estoy a las puertas de la eternidad y a veces me cuesta pensar en ella! ¡Envía tu Espíritu, Señor, para que mi corazón arda en deseos de eternidad, de elevar mi vida a la altura del cielo, amar las cosas eternas más que las cosas mundanas, desear ir a la casa del Padre! ¡Ayúdame Espíritu Santo a vivir para la eternidad siempre y en cada momento, echar aquí en la tierra la semilla que decida mi eternidad, regarla, cuidarla, y recoger sus frutos! ¡Ayúdame Espíritu Santo a que cada una de mis acciones estén pensadas para la eternidad! ¡Hazme Espíritu Santo consciente de que la llegar a la vida eterna depende de mí y ayúdame a estar preparado, a servir fielmente los mandatos del Señor que redundan siempre en mi beneficio! ¡Señor, me dices que si quiero entrar en la vida eterna guarde tus mandamientos, quiero ponerlos en práctica cada día! ¡Ayúdame Tú, con la fuerza de tu Espíritu y por intercesión de María de lograrlo cada día!


Mi guardián no duerme, con la hermana Glenda:

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