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miércoles, 14 de junio de 2017

Dios, familia y comunidad

El misterio fundamental de la fe y de la vida cristiana se sumerge en el misterio de la Santísima Trinidad. Somos bautizados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» y «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» nos persignamos cada día. En el Credo confesamos Un solo Dios en Tres Personas, punto central de la fe católica.Toda la vida de Cristo revela al Dios Uno y Trino: en la Anunciación del ángel a María, en el nacimiento en Belén, al perderse en el Templo de Jerusalén apenas cumplido los doce años, en su bautismo en el Jordán, en su testimonio en la vida pública, en su pasión, muerte y resurrección y en su despedida final a los apóstoles cuando les invita a predicar por el mundo en nombre de la Trinidad. En todos estos acontecimientos Jesús se revela como Hijo de Dios.
En este gran Misterio nuestra razón humana ofrece sus límites, pero es un acto de fe que llena de confianza. La festividad de la Santísima Trinidad me enseña de manera maravillosa que Dios es familia y comunidad. Que Padre, Hijo y Espíritu Santo integran la gran familia de Dios, y que esta Trinidad está presente en mi peregrinaje vital, a mi lado en las alegrías y las penas, que tiene un proyecto específico para mi, que me indica el camino a seguir y que me otorga la fortaleza para hacerlo realidad.
¡Qué día más señalado para constatar la verdad de mi fe y para ser profundamente consciente de que cada vez que digo «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo», profeso y actualizo mi relación vital con Dios «en quien vivimos, nos movemos y somos».

¡Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos! ¡Santísima Trinidad, Dios Trino y Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, principio y fin nuestro, te rindo homenaje y exclamo agradecido por razón de mi fe: ¡bendita y alabada sea la Santísima Trinidad! ¡Trinidad Santísima sea todo honor, gloria y alabanza! ¡Padre del Cielo, fuente de bondad y eterna sabiduría; Jesús Buen Pastor, en cuyo Sagrado Corazón mi alma encuentra refugio; Espíritu Santo, claridad que todo lo ilumina; os suplico me otorguéis vuestra ayuda, guía, iluminación y protección en el camino de la vida! ¡Y en este día exclamo con fe: «Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador de cielo y tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas!»
Escuchamos hoy la cantata de Bach Gelobet sei der Herr, mein Gott, BWV 129 (Alabado sea el Señor, mi Dios) compuesta para el domingo de la Trinidad de 1726

martes, 30 de mayo de 2017

¿Libre?

orar con el corazón abierto
Si uno analiza lo que más caracteriza a Jesús enseguida lo tiene claro: su comunión íntima con Dios. En Dios se encuentra el propósito, el significado y la satisfacción. Y es, a través de Cristo, como uno conoce de verdad al Padre. «Abba». ¡Qué hermosa expresión de confianza y unión con Dios que nos enseña Jesús!
Pero todos, en el fondo, somos como Adán el hombre que solo mira hacia su interior y cuya actitud es querer ser como el mismo Dios sin poder serlo. En esta forma de actuar, donde reina la soberbia, se encuentra la auténtica raíz del pecado.
Uno piensa que puede ser libre con la autosuficiencia de su voluntad. Y la aparición de Dios —auténtico antagonista de la libertad humana— nos lleva a pensar que es mejor deshacerse de Él. Sin Dios, más libertad. Sin Dios más satisfacción. Sin Dios más disfrute. Pero es tan grande la mentira que nos ahoga en la insatisfacción. Si me enfrento a Dios, me opongo a la verdad.
Meditando esta unión entre Jesús y el Padre comprendo que solo unido a Dios soy verdaderamente libre. ¡Y yo amo la libertad!
¡Señor, sabes que tengo necesidad de Ti, pero también sabes con cuanta frecuencia cedo ante las ofertas engañosas del mundo, los caminos errados, las propuestas fáciles, las invitaciones maliciosas del Demonio que, en lugar de satisfacerme, dejan en mi corazón y en mi vida un profundo vacío interior! ¡Fortaléceme, Señor, en mi combate interior con la oración, con la Palabra, con la Eucaristía y con la presencia viva de tu Santo Espíritu! ¡Señor, Tu dijiste: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»! ¡Yo deseo la salvación y quiero seguir este camino que lleva a la felicidad plena y duradera! ¡Ayúdame, Señor, a comprender que la verdadera plenitud de la vida se encuentra en Ti que has muerto y resucitado por nosotros! ¡Señor, gracias de corazón por el don de la fe, de la esperanza y la confianza! ¡Ayúdame, Señor, a unirme a Ti y al Padre a través de todos los acontecimientos de mi vida y a manifestar con mis palabras y mis obras que soy un testigo tuyo! ¡Ayúdame, Señor, a no caer en la tentación de rebelarme por soberbia, autocomplacencia o egoísmo, ante la verdad!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: ¡Oh María Santísima, Tú que conoces de manera perfecta los caminos de la voluntad de Dios y de la santidad, ayúdame a elevar mi espíritu a la Santísima Trinidad!
¿Qué quiere Dios de mí? cantamos hoy con la hermana Glenda: