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martes, 30 de mayo de 2017

¿Libre?

orar con el corazón abierto
Si uno analiza lo que más caracteriza a Jesús enseguida lo tiene claro: su comunión íntima con Dios. En Dios se encuentra el propósito, el significado y la satisfacción. Y es, a través de Cristo, como uno conoce de verdad al Padre. «Abba». ¡Qué hermosa expresión de confianza y unión con Dios que nos enseña Jesús!
Pero todos, en el fondo, somos como Adán el hombre que solo mira hacia su interior y cuya actitud es querer ser como el mismo Dios sin poder serlo. En esta forma de actuar, donde reina la soberbia, se encuentra la auténtica raíz del pecado.
Uno piensa que puede ser libre con la autosuficiencia de su voluntad. Y la aparición de Dios —auténtico antagonista de la libertad humana— nos lleva a pensar que es mejor deshacerse de Él. Sin Dios, más libertad. Sin Dios más satisfacción. Sin Dios más disfrute. Pero es tan grande la mentira que nos ahoga en la insatisfacción. Si me enfrento a Dios, me opongo a la verdad.
Meditando esta unión entre Jesús y el Padre comprendo que solo unido a Dios soy verdaderamente libre. ¡Y yo amo la libertad!
¡Señor, sabes que tengo necesidad de Ti, pero también sabes con cuanta frecuencia cedo ante las ofertas engañosas del mundo, los caminos errados, las propuestas fáciles, las invitaciones maliciosas del Demonio que, en lugar de satisfacerme, dejan en mi corazón y en mi vida un profundo vacío interior! ¡Fortaléceme, Señor, en mi combate interior con la oración, con la Palabra, con la Eucaristía y con la presencia viva de tu Santo Espíritu! ¡Señor, Tu dijiste: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»! ¡Yo deseo la salvación y quiero seguir este camino que lleva a la felicidad plena y duradera! ¡Ayúdame, Señor, a comprender que la verdadera plenitud de la vida se encuentra en Ti que has muerto y resucitado por nosotros! ¡Señor, gracias de corazón por el don de la fe, de la esperanza y la confianza! ¡Ayúdame, Señor, a unirme a Ti y al Padre a través de todos los acontecimientos de mi vida y a manifestar con mis palabras y mis obras que soy un testigo tuyo! ¡Ayúdame, Señor, a no caer en la tentación de rebelarme por soberbia, autocomplacencia o egoísmo, ante la verdad!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: ¡Oh María Santísima, Tú que conoces de manera perfecta los caminos de la voluntad de Dios y de la santidad, ayúdame a elevar mi espíritu a la Santísima Trinidad!
¿Qué quiere Dios de mí? cantamos hoy con la hermana Glenda: