Entrada destacada

ADORACIÓN EUCARÍSTICA ONLINE 24 HORAS

Aquí tienes al Señor expuesto las 24 horas del día en vivo. Si estás enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el...

jueves, 28 de agosto de 2014

La Virtud de la Caridad

Es la tercera y más importante de las virtudes Divinas enumeradas por San Pablo (1 Cor, 13,13), usualmente llamada caridad y es definida como: hábito divinamente infundido, inclinación de la voluntad del hombre a amar a Dios por Sí mismo sobre todas las cosas y al hombre por el amor a Dios.

La definición realza las características principales de la caridad:
(1) Su origen, por infusión divina: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.” (Rom. 5,5). Es, por lo tanto, distinto de y superior a la inclinación innata o el hábito adquirido de amar a Dios en el orden natural. Los teólogos (v. Teología) concuerdan al decir que es infundida junto con la gracia santificante, con la cual está íntimamente relacionada ya sea por identidad real, como algunos sostienen o, de acuerdo a una idea más común, por medio de una emanación connatural.
(2) Su morada es la voluntad humana. Aunque a veces la caridad es intensamente emocional y frecuentemente reacciona sobre nuestras facultades sensoriales, reside propiamente en la voluntad racional, un hecho que no deben olvidar aquellos que la hacen una virtud imposible.
(3) Su acto específico, es decir, el amor de benevolencia y amistad. Amar a Dios es desearle todo honorgloria y todo bien; y esforzarnos, en la medida que podemos, obtenerlo para Él. San Juan (14,23; 15,14) enfatiza el rasgo de reciprocidad que hace de la caridad una auténtica amistad del hombre con Dios.
(4) Su motivo, es decir, la bondad Divina o amabilidad tomada absolutamente y como dada a conocer a nosotros por la fe. No importa si esa bondad es vista en uno, o varios, o todos los atributos Divinos, sino que en todos los casos, nos debemos adherir a ella, no como una fuente de ayuda o premio o felicidad para nosotros mismos, sino como un bien en sí mismo, infinitamente (v. infinito) merecedor de nuestro amor, en este único sentido, Dios es amado por Sí mismo. Sin embargo, la distinción de los dos amores: concupiscencia, la cual incita la esperanza; y benevolencia, la cual anima la caridad, no deben ser forzadas a un tipo de exclusión mutua, pues la Iglesia ha condenado repetidamente cualquier intento por desacreditar las obras de la esperanza cristiana.
(5) Su alcance: Es decir, ambos, Dios y el hombre. Mientras solo Dios es todo amable, puesto que como todos los hombres, por gracia y gloria, ya sea que realmente comparten o al menos son capaces de compartir la bondad divina, se deduce que el amor sobrenatural (. orden sobrenatural) más bien los incluye que excluye, de acuerdo a Mateo 22,39 yLucas 10,27. Por lo tanto, una y la misma virtud de la caridad concluyen en ambos, Dios y el hombre, en Dios principalmente y en el hombre secundariamente.

El amor de Dios

El deber supremo de amar a Dios está concisamente expresado en Deut. 6,5; Mt. 22,37; y Lc. 10, 27. Es bastante obvio el carácter imperativo de las palabras “Deberás”. Inocencio XI (Denzinger, núms. 1155-57) declara que el precepto no está cumplido por un acto de caridad realizado una vez en la vida, o cada cinco años, o en las muy indefinidas ocasiones cuando la justificación no se puede conseguir de otra forma.
Los moralistas apremian la obligación al comienzo de la vida moral cuando la razón ha logrado su desarrollo total; en el momento de la muerte; y de tiempo en tiempo durante la vida, no siendo ni posible ni necesario un cálculo exacto dado que el hábito cristiano de la oración diaria seguramente cubre la obligación.
La violación del precepto es generalmente negativa, es decir, por omisión o indirecta, es decir, implícita en cada falta grave; sin embargo, hay pecados directamente opuestos al amor de Dios: la pereza espiritual, al menos cuando conlleva una aborrecimiento voluntario a los bienes espirituales, y el odio a Dios, ya sea como abominación a Sus leyes restrictivas y punitivas o una aversión a Su Sagrada Persona. (v. perezaodio).
Los requisitos de “con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas” no significan un máximo en intensidad, porque la intensidad de una acción nunca cae bajo su mandato; y mucho menos implican lanecesidad de experimentar un amor más sensible por Dios que por las criaturas, porque las criaturas visibles, aunque imperfectas, atraen nuestra sensibilidad mucho más que Dios invisible. Su verdadero significado es que, tanto en nuestra apreciación mental como en nuestra decisión voluntaria, Dios debe estar por sobre todo el resto, sin exceptuar padre o madre, hijo o hija (Mt. 10,37). Santo Tomás (II-II, Q. XLIV, a. 5) asignó un significado especial a cada una de las cuatro frases bíblicas; otros, con mayor razón, toman la oración completa en su sentido acumulativo y ven en ella el propósito, no sólo de elevar la caridad sobre el bajo materialismo de los saduceos o el ritualismo oficial de los fariseos, sino también declarando que “amar a Dios sobre todas las cosas es asegurar la santidad de toda nuestra vida.” (Le Camus, "Vie de Notre-Seigneur Jesus-Christ", III, 81.)
El amor a Dios es incluso mas que un precepto que ata la conciencia humana; es también, como observa Le Camus, “el principio y meta de la perfección moral.” Como el principio de perfección moral en el orden sobrenatural, con la fe como fundamento y la esperanza como incentivo, el amor a Dios ocupa el primer lugar entre los medios de salvación que los teólogos llaman necesario “necesitate medii”. Al establecer que “la caridad no acaba nunca” (1 Cor. 13,8), San Pablo da a entender claramente que no hay diferencia de clase, sino sólo de grado, entre la caridad aquí abajo y la gloria allá arriba; como consecuencia, el amor Divino, se torna en un comienzo necesario de aquella vida semejante a la de Dios que alcanza su plenitud sólo en el Cielo. La necesidad de la caridad habitual se infiere de su intima comunión con la gracia santificante. La necesidad de la caridad verdadera no es menos evidente. Fuera de los casos de recepción real en elbautismo, la penitencia, o la extremaunción donde el amor de caridad por un acto especial de la voluntad de Dios, admiteatrición como substituto, todos los adultos la necesitan, según 1 Jn. 3,14: “quien no ama permanece en la muerte”
Como el objetivo de la perfección moral, siempre en el orden sobrenatural, el amor a Dios es llamado “el mas importante y el primero de los mandamientos” (Mt. 22,38), “el fin del mandamiento” (1 Tim. 1,5), “el vínculo de la perfección” (Col. 3,14.) Se yergue como el factor más importante en las dos fases principales de nuestra vida espiritual: la justificación y la adquisición de méritos. El poder justificante de la caridad, tan bien expresado en Lc. 7, 47 y en 1 Ped. 4,8, no ha sido de modo alguno abolido o reducido por la institución de los Sacramentos del bautismo y penitencia, como medios necesarios de rehabilitación moral; sólo se ha hecho para incluir una buena disposición de recibir estos sacramentos donde y cuando sea posible. Su poder meritorio, enfatizado por San Pablo (Rom. 8, 28) cubre ambos, los actos producidos o los ordenados por caridad. San Agustín (De laudibus quartets) llama a la caridad la “vida de las virtudes” (vita virtutum); y Santo Tomás (II-II, Q. 8), “la forma de las virtudes” (forma virtutum.) Lo que significa que las otras virtudes, aunque poseen un valor real propio, derivan una más fresca y mayor excelencia de su unión con la caridad, la cual, alcanzando directamente a Dios, ordena todas nuestras acciones virtuosas hacia Él.
En cuanto a la forma y grado de influencia que la caridad debe ejercer sobre nuestras acciones virtuosas, para hacerlas meritorias del cielo, los teólogos están lejos de ponerse de acuerdo, algunos sostienen que se requiere sólo el estado de gracia, o caridad habitual; otros insisten sobre la más o menos frecuente renovación de los distintos actos de amor divino. Por supuesto, el poder meritorio de la caridad es, como la virtud misma, susceptible de crecimiento indefinido. Santo Tomás (II-II, Q. XXIV, 24 a. 4 y 8) menciona tres etapas principales: (1) liberarse del pecado mortal a través de la tenaz resistencia frente a la tentación, (2) evadir los pecados veniales deliberados por la asidua práctica de la virtud, (3) unión con Dios a través de la repetición frecuente de actos de amor.
A éstos, escritores ascéticos como Alvarez de PazSanta TeresaSan Francisco de Sales, agregan muchos más grados, anticipando así aun en este mundo las “muchas mansiones en la casa del Padre”. Sin embargo, las prerrogativas de la caridad no deben ser interpretadas de forma que incluyan la inadmisibilidad. Lo dicho por San Juan (1 Jn. 3,6) “Quien permanece en El (en Dios), no peca”, significa ciertamente la especial permanencia de la caridad principalmente en sus grados mas altos, pero no es garantía absoluta contra la posibilidad de perderla; mientras el habito infundido nunca es disminuido por el pecado venial, una sola falta grave es suficiente para destruirla y terminar así la unión y amistad del hombre con Dios.

El amor al hombre

Mientras la caridad abarca a todos los hijos de Dios en el cielo, en la tierra y en el purgatorio (v. Comunión de los Santos), aquí es considerado como el amor sobrenatural del hombre hacia el hombre en este mundo; como tal, incluye tanto el amor a sí mismo como el amor al prójimo.
3.1. Amor a sí mismo: San Gregorio el Grande (Hom. XIII en Evang.) se opone a la expresión “caridad hacia uno mismo” argumentando que la caridad requiere dos términos, y San Agustín (De bono viduitatis, XXI) comenta que no es necesario ningún mandamiento que ordene al hombre amarse a sí mismo. Obviamente, la objeción de San Gregorio es puramente gramatical; la observación de San Agustín se aplica al amor propio natural. De hecho, el precepto del amor sobrenatural a sí mismo no es solamente posible o necesario, sino también claramente contenido en el mandato de Cristo de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin embargo, su obligación afecta vagamente sobre la salvación de nuestra alma. (Mat., 16,26), la adquisición de los méritos (Mt. 6,19ss), el uso cristiano del cuerpo (Rom. 6,13; 1 Cor. 6,19; Col., 3.5) y difícilmente puede reducirse a puntos prácticos que no hayan sido ya cubiertos por preceptos mas específicos.
3.2 Amor al Prójimo. La idea cristiana de amor fraternal, comparado al concepto pagano (v. paganismo) o judío (v.judaísmo), ha sido tocada en otras partes. (v. Caridad y Caridades). Brevemente, su rasgo distintivo, como también su superioridad, se encuentra menos en sus mandamientos o prohibiciones, o incluso en sus resultados, que en el motivo que impulsa sus leyes y prepara sus logros. El fiel cumplimiento del “nuevo mandamiento” es llamado el criterio del verdadero discipulado cristiano (Jn. 13,34ss.), el criterio por el cual seremos juzgados (Mt. 25,34ss.), la mejor prueba que amamos a Dios Mismo (1 Jn. 3,10) y el cumplimiento de toda la ley (Gal. 5,14) porque, viendo al prójimo en Dios y a través de Dios, tiene el mismo valor que el amor a Dios. La expresión “amar al prójimo por el amor a Dios” significa que nos elevamos por sobre la consideración de una mera solidaridad natural y el sentido fraternal, a una visión más elevada de nuestra común adopción sobrenatural y herencia celestial; sólo en ese sentido nuestro amor fraternal puede llevarnos cerca del amor que Cristo tuvo por nosotros (Jn. 13,35) y una especie de identidad moral entre Cristo y el prójimo (Mt. 13,50). De este elevado motivo la universalidad de la caridad fraternal sigue como consecuencia necesaria. Quienquiera que vea en su prójimo, no las peculiaridades humanas, sino los dones y privilegios de Dios, ya no podrá restringir su amor a miembros de la familia, o correligionarios, o conciudadanos, o extranjeros dentro de las fronteras (Lev. 19,34), sino que necesitará extenderla sin distinción de judío o gentil (Rom. 10,12), a todas las unidades de la especie humana, a todos socialmente marginados (Lc. 10,33ss.), e incluso a los enemigos (Mt. 5,23ss). Muy enérgica es la lección donde Cristo llama a sus oyentes a reconocer, en el muy menospreciado samaritano (v. Samaria), al verdadero tipo de prójimo y verdaderamente nuevo es el mandato a través del cual Él nos impela a perdonar a nuestros enemigos, reconciliarnos con ellos, asistirlos y amarlos. El ejercicio de la caridad podría rápidamente transformarse en imprudente e inoperante a no ser que haya en ella, como en todas las virtudes morales, un orden bien definido.
El ordo caritatis, como lo catalogan los teólogos, posiblemente de una errada interpretación al Latin de Cant., II, 4 (ordinavit in me charitatem), toma en consideración los siguientes tres factores diferentes:
1. las [pe[rsonas]] que reclaman nuestro amor, 2. las ventajas que deseamos procurarles y, 3. la necesidad en la que son ubicadas.
Lo anterior es lo suficientemente simple cuando estos factores son considerados en forma separada. Considerando solo a las personas el orden es de algún modo como sigue: sí mismo, esposa, niños, padres, hermanos y hermanas, amigos, domésticos, vecinos, paisanos y todos los demás.
Considerando los bienes en sí mismos existe un orden triple: 1. los bienes espirituales más importantes en relación a lasalvación del alma, deben ser los primeros que deben despertar nuestro afán; luego 2. los bienes intrínsecos y naturales del alma y el cuerpo, como la vida, la salud, el conocimiento, la libertad, etc.; 3. finalmente, los bienes extrínsecos como la reputación, la riqueza, etc.
Considerando aparte los varios tipos de necesidades, el siguiente orden obtendría: 1. primero, extrema necesidad, allí donde un hombre esté en peligro de condenación, o de muerte, o de pérdida de otros bienes de más o menos igual importancia y no puede hacer nada por ayudarse; 2. Segundo, necesidad grave, cuando alguien esté en peligro similar puede salir de ella solo por esfuerzos heroicos; 3. tercero, necesidad común, tales como aquellas que afectan a pecadores ordinarios o limosneros que pueden ayudarse a sí mismos, sin gran dificultad.
Cuando los tres factores se combinan, surgen reglas complicadas, la principal de ellas, son estas: 1. El amor de complacencia y el amor de beneficencia no siguen el mismo criterio, el primero guiado por el mérito, y el último por la cercanía y necesidad del prójimo. 2. Nuestra salvación personal es la que debe ser preferida por sobre todas. Nunca somos justificados de cometer ni el mas mínimo pecado por el amor a nadie o a nada, tampoco debemos exponernos a peligro espiritual excepto en algunos casos con tal precaución de estar en lo moralmente correcto y con la garantía de la protección de Dios. 3. Estamos obligados a socorrer a nuestro prójimo en extrema necesidad espiritual incluso aunque nos cueste nuestra vida. Una obligación que, sin embargo supone la certeza de la necesidad de nuestro prójimo y la efectividad de nuestro servicio a él. 4. Excepto en muy raros casos descritos más arriba, no estamos obligados a arriesgar nuestra vida o miembros por el prójimo, sino solo de padecer la cantidad de inconvenientes que son justificados por la necesidad y cercanía al prójimo. Los casuistas no concuerdan respecto a lo correcto de dar nuestra propia vida por otra vida de igual importancia.
TANQUEREY, De virtute caritatis en Synopsis Theologiae Moralis, II (New York, 1906), 426; SLATER, A Manual of Moral Theology, I (New York, 1909), 179 sqq.; BATIFFOL, L'Enseignement de Jésus (Paris 1905); NORTHCOTE, The Bond of Perfection (London, 1907); GAFFRE, La Loi d'Amour (Paris, 1908); DE SALES, Traité de l'amour de Dieu; PESCH Praelectiones Dogmaticae, VIII (Freiburg im Br., 1898), 226 sqq.; DUBLANCHY in Dict. de Théol. Cath. s. v. Charité, con una exhaustiva bibliografía de teólogos y místicos que han tratado esta materia.

Las Virtudes

Las virtudes son el patrimonio moral del hombre. Ellas le ayudan a comportarse bien en toda circunstancia, es decir, a hacerle bueno en el sentido más verdadero y completo. Ningún hombre nace bueno o malo, como nadie nace médico o artesano, pero de la naturaleza recibe la capacidad para llegar a serlo. Y el deber de ser virtuosos, es decir, buenos en el sentido auténtico, debe ser un empeño de todos porque todos deben buscar mejorar moralmente. No existe otra posibilidad: o se hace uno mejor o se hace peor. Esto significa o que se adquieren las virtudes o nos abandonamos a los vicios.
El hombre se encuentra frente a una bifurcación: no se puede no elegir. Se elige el bien, mejora; en caso contrario empeora. Por ejemplo, quien elige ser mesurado en la mesa, hoy, mañana, etc., se hace sobrio y libre ante las atracciones de la comida. Por el contrario, quien es desordenado, hoy, mañana, etc., se hace viciosos y esclavo de los impulsos del momento.
El hombre virtuosos es un persona verdaderamente libre. El fumador empedernido esta sometido por el tabaco, el alcoholizado no es una persona libre para elegir en materia de alcohol, el drogadicto es una persona encadenada. Son todos ejemplos de esclavitud.
La adquisición de las virtudes es el único camino para ser verdaderamente libres, maduros, dueños de las propias acciones. Se comprende entonces la importancia vital del mandato de Jesús: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 48). Lo que significa: haceros virtuosos, es decir, buenos, haced el bien imitando a vuestro Padre celestial.
36. ¿Qué es la virtud?
La virtud es un hábito bueno que hace al hombre capaz de cumplir el bien de un modo fácil y gratificante.
37. ¿Cómo se dividen las virtudes?
La distinción fundamental es entre virtudes adquiridas, es decir, que se adquieren con nuestro esfuerzo a través de la repetición de acciones buenas, y virtudes infusas, es decir, recibidas como don de Dios junto con la gracia santificante.
38. ¿Cuáles son las principales virtudes adquiridas?
Las virtudes adquiridas, llamadas también virtudes morales, se reagrupan en torno a cuatro virtudes fundamentales, llamadas cardinales, y que son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
39. ¿Qué es la prudencia?
La prudencia es la virtud que nos dispone para comprender en toda circunstancias lo que hay que hacer.
40. ¿Qué es la justicia?
La justicia es el firma propósito de dar a cada uno lo que le es debido.
41. ¿Qué es la fortaleza?
La fortaleza es la constancia para alcanzar el bien y la capacidad de superar los obstáculos que a ello se oponen.
42. ¿Qué es la templanza?
La templanza es el pleno dominio de sí mismo que nos pone en condición de no dejarnos vencer por los placeres de los sentidos.
43. ¿Cuál es la utilidad de estas virtudes?
Las virtudes cardinales, y en general todas las otras virtudes morales ligadas a ellas, nos permiten cumplir el bien prontamente, con naturalidad y con alegría.
44. ¿Es posible hacer el bien sin las virtudes?
Sin las virtudes el hombre puede hacer alguna acción buena, si quiere, pero la mayoría de las veces puede hacerlo sólo con fatiga y con esfuerzos, por lo cual no puede ser constante en el bien.
45. ¿Cuáles son las principales virtudes infusas?
Las principales virtudes infusas son la fe, la esperanza y la caridad, que toman el nombre de virtudes teologales porque se refieren directamente a Dios.
46. ¿Qué es la fe?
La fe es la virtud teologal mediante la cual creemos firmemente lo que Dios ha revelado y la Santa Iglesia nos propone como verdades que hay que creer.
47. ¿Es necesario creer todas las verdades reveladas?
Es necesario creer todas las verdades reveladas por Dios y propuestas infaliblemente por el Magisterio de la Iglesia. Si se niega una sola verdad no se es católico.
48. ¿Cómo se puede volver a ser creyente católico?
Se puede recobrar la fe perdida y volver así a ser creyente católico arrepintiéndose del pecado cometido y creyendo de nuevo todo lo que la Iglesia enseña. Sin embargo, es necesario tener presente que quien ha renegado expresamente de la fe debe también pedir a la autoridad competente la absolución de la excomunión en la cual ha incurrido con tal pecado.
49. ¿Qué es la esperanza?
La esperanza es la virtud teologal gracias a la cual deseamos y aguardamos la vida eterna que Dios nos ha prometido, y las ayudas necesarias para obtenerla.
50. ¿En qué se funda nuestra esperanza?
Nuestra esperanza se funda en la misericordia de Dios y en los méritos de Jesucristo, Nuestro Salvador.
51. ¿Qué es la caridad?
La caridad es la virtud teologal mediante la cual amamos a Dios sobre todas las cosas en cuanto bondad infinita que nos llama a participar de su misma vida mediante la gracia, y amamos al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
52. ¿En qué medida debemos amar a Dios?
Debemos amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, es decir, sin medida.
53. ¿Hay un grado mínimo en la caridad?
La caridad exige como mínimo que se esté dispuesto a renunciar a cualquier bien creado antes de ofender a Dios con el pecado mortal.
54. ¿La caridad puede alcanzar la perfección en esta vida?
Se dice que en esta vida la caridad es perfecta cuando excluye no sólo todo pecado mortal o venial deliberado, sino también todo aquello que puede impedir amar a Dios con todo el corazón. El cristiano que ha alcanzado este grado de amor vive en plenitud las bienaventuranzas evangélicas.
55. ¿Cuáles son las bienaventuranzas evangélicas?
Las bienaventuranzas evangélicas proclamadas por Jesús en el sermón de la montaña (Mt 5, 3-10) son:
- Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
- Bienaventurados los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
- Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
- Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados.
- Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
- Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
- Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios.
- Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque ellos es el Reino de los cielos.
56. ¿A quién se dirige la virtud de la caridad?
La virtud de la caridad se dirige ante todo a Dios, y después se extiende también a nosotros mismos y a nuestro prójimo, es decir, a todos los hombres indistintamente, como también a los ángeles del cielo.
57. ¿Debemos amar también a los enemigos?
Debemos amar también a los enemigos, porque Dios los ama y quiere que se salven. Y se nos pide como mínimo que no los excluyamos de aquellos signos de buena educación que mostramos generalmente a todos los hombres.
58. ¿Cómo se puede perder la caridad?
La caridad se pierde cuando se comete cualquier pecado mortal.
59. ¿Cómo se puede recobrar la caridad perdida?
L caridad perdida se puede recobrar solo con el sacramento de la Penitencia o Confesión, o al menos con un acto de constricción perfecta unido al propósito de confesarse.
60. ¿Qué son los dones Espíritu Santo?
Los dones del Espíritu Santo son disposiciones permanentes, ligadas a la caridad, que hacen al hombre dócil para seguir las inspiraciones del Espíritu Santo.
61. ¿Cuántos y cuáles son los dones del Espíritu Santo?
Los dones del Espíritu Santo son siete, a saber: la sabiduría, la inteligencia, el consejo, la fortaleza, la ciencia la piedad y el temor de Dios.
62. ¿Quién tiene los dones del Espíritu Santo?
Los dones del Espíritu Santo se encuentran en quien posee la caridad. Como la caridad pueden ser más o menos intensos. Su mayor influjo caracteriza la vida mística.

Los Preceptos de la Iglesia

264. ¿Por qué la Iglesia nos da los preceptos?
La Iglesia, Madre y Maestra, nos da los preceptos para garantizar a los fieles el mínimo indispensable respecto al espíritu de oración y al compromiso moral y ascético. Nosotros debemos escucharla porque Jesús ha dicho a los Apóstoles y a sus sucesores: "Quien os escucha a vosotros me escucha a mí" (Lc 10, 16).
265. ¿Qué nos prescriben los preceptos de la Iglesia?
Los preceptos de la Iglesia nos prescriben la participación en la Misa los domingos y las fiestas de precepto, la confesión al menos una vez al año y la comunión en el período pascual, y finalmente, la abstinencia de carne todos los viernes y la abstinencia el miércoles de ceniza y el viernes santo.
266. ¿En qué consiste el ayuno prescrito por la Iglesia?
El ayuno prescrito por la Iglesia consiste en hacer una sola comida normal y reducir las otras dos comidas al mínimo indispensable. Esto obliga al que es mayor de edad y no ha cumplido todavía los 59 años (mientras el precepto de la abstinencia obliga a todo el que haya cumplido los 14 años).
267. ¿Es posible sustituir la abstinencia de carne con otra obra de penitencia?
En España esto está permitido fuera del tiempo de cuaresma.
268. ¿Los preceptos de la Iglesia obligan gravemente?
Por su naturaleza los preceptos de la Iglesia obligan gravemente, pero la transgresión del precepto de la abstinencia y del ayuno es grave sólo cuando es habitual y repetida.
269. ¿Qué obtiene el que observa fielmente los preceptos de la Iglesia?
Quien observa fielmente tales preceptos es compensado por un vivo sentimiento de amor hacia la Iglesia, su Madre, a la cual dedica gustosamente su tiempo y su compromiso, y hasta su vida a imitación de Cristo Señor (Ef 5, 25).

Los Sacramentos

Cuando Nuestro Señor Jesucristo se encontraba en este mundo comunicaba normalmente sus gracias espirituales y corporales a través del contacto físico de su persona, esto es, o con su viva voz o tocando con su mano, como cuando por ejemplo absolvió a la pecadora (Lc 7, 48) o sanó al leproso y al ciego de nacimiento (Mc 1, 41; Jn 9, 6).
Pero ahora que Jesús ha subido al cielo, ¿cómo podrá estar en contacto con nosotros y comunicarnos su gracia? Lo hace a través de los sacramentos de la Iglesia: en ellos está Él mismo que a través de la persona de su ministro también hoy nos toca, nos sana, nos alimenta y nos consuela.
Acercarse con fe a los sacramentos es encontrarse con Jesús resucitado y vivo, con Él que es nuestro único Salvador.
79. ¿Qué son los sacramentos?
Los sacramentos son los signos e instrumentos de la gracia instituidos por Jesucristo para santificarnos.
80. ¿La moral trata también de los sacramentos?
La moral trata también de los sacramentos en cuanto enseña el modo de recibirlos dignamente y con fruto. De hecho, la gracia que los sacramentos confieren es dada en proporción a las buenas disposiciones de quien los recibe.
81. ¿Cuántos y cuáles son los sacramentos?
Los sacramentos son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden y Matrimonio.
82. ¿Cuáles son los sacramentos de los que se ocupa sobre todo la moral?
Son la Eucaristía y la Penitencia, en cuanto estos dos sacramentos son recibidos con frecuencia y son los medios privilegiados para progresar en la vida cristiana. Sin embargo, también es necesario conocer algo del aspecto moral de los otros sacramentos.
El Bautismo
83. ¿Qué es el Bautismo?
El Bautismo es el sacramento que nos hace nacer a la vida de la gracia y nos hace cristianos. Él nos confiere también una señal indeleble, llamada "carácter", que permite el poder recibir válidamente todos los otros sacramentos.
84. ¿Cómo se confiere el bautismo?
El Bautismo se confiere normalmente derramando agua sobre la cabeza del bautizado y pronunciando las palabras: "N., yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". En algunas ocasiones también se realiza el bautismo por inmersión, que era el modo ordinario de la Iglesia primitiva: el catecúmeno es sumergido en la pila bautismal, mientras se pronuncian las palabras rituales.
85. ¿Quién puede bautizar?
Normalmente quien bautiza es el sacerdote o el diácono. Sin embargo, en caso de necesidad, cualquiera, incluso un no cristiano, puede y debe bautizar, con tal que tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia. Estos Bautismos de urgencia se realizan sobre todo en el caso de niños en peligro de muerte.
86. ¿Cuáles son las disposiciones requeridas para recibir el Bautismo?
Un adulto que recibe el bautismo debe tener la intención de recibir el sacramento, la fe y el arrepentimiento, al menos imperfecto, de los propios pecados.
87. Cuando son bautizados los niños, ¿quiénes son los principales responsables de su educación cristiana?
Son los padres. Ellos deben, con la palabra y con el ejemplo, contribuir al crecimiento espiritual de sus hijos. La Iglesia no concede el Bautismo sin la garantía de este compromiso, porque el Bautismo marca sólo el inicio de la vida cristiana, la cual por su naturaleza de be crecer y desarrollarse.
88. ¿Cuál es el deber del padrino y de la madrina?
Es el de ayudar a los padres en su compromiso de educación cristiana.
La Confirmación
89. ¿Qué es la Confirmación?
La confirmación es el sacramento, conferido por el Obispo o por su delegado, que nos hace perfectos cristianos, es decir, cristianos adultos en la fe u capaces de rendir público testimonio de Jesucristo, Nuestro Dios y Señor, muerto y resucitado por nuestra salvación. Es la fuerza del espíritu Santo, recibida en este sacramento, la que nos permite dar testimonio y difundir nuestra fe superando toda vergüenza o temor.
90. ¿Cuáles son las disposiciones requeridas para recibir la confirmación?
Quien recibe la Confirmación, además de estar en gracia de Dios, debe conocer las principales verdades de la fe cristiana y acercarse al sacramento con devoción.
91. ¿Cuál es el deber del padrino o madrina de la Confirmación?
El padrino, o madrina, de la Confirmación debe, con la palabra y con el ejemplo, instruir y ayudar al confirmando en el compromiso de la vida cristiana. Para subrayar la unidad con el Bautismo es bueno que el padrino o la madrina de la Confirmación sean los mismos del bautismo.
Eucaristía
92. ¿Qué es el sacramento de la Eucaristía?
La Eucaristía es el sacramento que bajo las especies o apariencias del pan y del vino contiene realmente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo para alimento espiritual de las almas.
93. ¿Qué efectos produce en nosotros la Santísima Eucaristía?
La Santísima Eucaristía conserva y acrecienta la gracia santificante, borra los pecados veniales y preserva de los mortales, nos une siempre más a Jesucristo, cabeza del Cuerpo místico, y a sus miembros, da consuelo espiritual, sostiene nuestras fuerzas a lo largo de la peregrinación de esta vida, nos hace desear la vida eterna y nos una ya a la Iglesia del cielo, a la Bienaventurada Virgen María y a todos los Santos.
94. ¿Qué se requiere para recibir dignamente la sagrada Comunión?
Para recibir dignamente la Sagrada Comunión se requieren tres cosas: estar en gracia de Dios, saber y pensar en Quién se va a recubrir, estar en ayunas desde al menos un ahora (exceptuada el agua y las medicinas). Los ancianos y enfermos están dispensados del "ayuno eucarístico".
95. ¿El que conciente de estar en pecado mortal ¡puede comulgar después de haber hecho un acto de constricción con el propósito de confesarse más tarde?
Quien es consciente de estar en pecado mortal, aunque esté arrepentido, debe confesarse antes de recibir la Eucaristía, salvo casos excepcionales (grave motivo para acercarse a la comunión unido a la imposibilidad de confesarse).
96. ¿Qué pecado comete el que recibe la Eucaristía en pecado mortal?
Quien recibe la Eucaristía en pecado mortal comete un grave sacrilegio, en cuanto que profana lo que allí hay de más sagrado en medio de nosotros, el cuerpo santísimo de Cristo.
97. El que está en pecado mortal, y por lo tanto no puede comulgar, ¿debe igualmente ir a Misa los días festivos?
La obligación de asistir a Misa los días festivos es distinta de la de comulgar. Quien no está en las condiciones de comulgar debe participar en la misa y posponer la comunión.
98. ¿Cuándo es obligatoria la comunión?
La comunión es obligatoria cada año en el tiempo pascual, y además en peligro de muerte (viático). Quien no ha comulgado en el tiempo pascual debe hacerlo cuanto antes.
La Penitencia
99. ¿Qué es el sacramento de la Penitencia?
El sacramento de la Penitencia, o Reconciliación, o Confesión, es el sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para borrar los pecados cometidos después del Bautismo. Es, por consiguiente, el sacramento de nuestra curación espiritual, llamado también sacramento de la conversión, porque realiza sacramentalmente nuestro retorno a los brazos del padre después de que nos hemos alejado con el pecado.
100. ¿Es posible obtener el perdón de los pecados mortales sin la confesión?
Después del Bautismo no es posible obtener el perdón de los pecados mortales sin la Confesión, aunque es posible anticipar el perdón con la contrición perfecta acompañada del propósito de confesarse.
101. ¿Y si después uno de hecho no se confiesa?
Quien se comporta de esta manera comete una falta grave. Pues todos los pecados mortales cometidos después del bautismo deben ser acusados en la Confesión.
102. ¿Qué se requiere para hacer una buena confesión?
Para hacer una buena confesión se necesita: hacer un cuidadoso examen de conciencia, tener dolos de los pecados cometidos y e3l firme propósito de no cometerlos más (contrición o atrición), decir los otros pecados al sacerdote (confesión), y cumplir la penitencia ( satisfacción).
103. ¿Qué es el examen de conciencia?
El examen de conciencia es la diligente búsqueda de los pecados cometidos después de la última Confesión bien hecha.
104. ¿En el examen de conciencia es necesario buscar también el número de los pecados?
De los pecados graves o mortales se necesita buscar también el número, porque cada pecado mortal debe ser acusado en la confesión.
105. ¿Qué es el dolor de los pecados?
El dolor de los pecados es el sincero pesar y la repulsa de los pecados cometidos.
106. ¿De cuántos tipos es el dolor?
El dolor es de dos tipos: dolor perfecto (o contrición) y dolor imperfecto (o atrición).
107. ¿Cuándo se tiene dolor perfecto o contrición?
Se tiene el dolor perfecto o contrición cuando se arrepiente de los propios pecados porque se ha ofendido ha Dios, infinitamente bueno y digno de ser amado: cuando el dolor nace del amor desinteresado a Dios, es decir, de la caridad.
108. ¿Cuándo se tiene el dolor imperfecto o atrición?
Se tiene el dolor imperfecto o atrición cuando el arrepentimiento, en cuanto inspirado por la fe, tiene motivaciones menos nobles: por ejemplo, cuando nace de la consideración del desorden causado por el pecado, o por el temor de la condenación eterna (Infierno) y de las tras penas que el pecador puede recibir.
109. ¿El dolor de los pecados obtiene de inmediato el perdón?
El dolor perfecto unido al propósito de confesarse obtiene inmediatamente el perdón; el dolor imperfecto lo obtiene, por el contrario, sólo en la confesión sacramental.
110. ¿Es necesario arrepentirse de todos los pecados cometidos?
Para la validez de la confesión es suficiente arrepentirse de todos los pecados mortales, mas para el progreso espiritual es necesario arrepentirse también de los pecados veniales.
111. ¿Un verdadero arrepentimiento requiere también el propósito de abandonar el pecado?
El arrepentimiento ciertamente mira hacia el pasado, pero implica necesariamente un empeño hacia el futuro con la firme voluntad de no cometer jamás el pecado.
112. ¿Se puede tener un verdadero arrepentimiento si uno prevé que antes o después recaerá en el pecado?
La previsión del pecado futuro no impiden que se tenga el propósito sincero de no cometerlo más, porque el propósito depende sólo del conocimiento que nosotros tenemos de nuestra debilidad.
113. ¿Qué es la confesión?
La confesión es la manifestación humilde y sincera de los propios pecados sal sacerdote confesor.
114. ¿Qué pecados es obligatorio confesar?
Estamos obligados a confesar todos y cada uno de los pecados graves, o mortales, cometidos después de la última confesión bien hecha.
115. ¿Cuáles son los pecados mortales más frecuentes?
Las faltas objetivamente mortales más frecuentes son (siguiendo el orden de los mandamientos): practicar de cualquier modo la magia; blasfemar; perder la Misa los domingos o en las fiestas de preceptos sin un grave motivo; tratar mal de manera grave a los propios padres o superiores; matar o herir gravemente a una persona inocente; procurar directamente el aborto; buscar el placer sexual es solitario o con otras personas que no sean el propio cónyuge; para los cónyuges, impedir la concepción en el acto conyugal; robar una suma revelante, incluso sustrayéndose en el trabajo; murmurar gravemente del prójimo o calumniarlo; cultivar voluntariamente pensamientos o deseos impuros; faltar gravemente el propio deber; acercarse a la Sagrada Comunión en estado de pecado mortal; callar voluntariamente un pecado grave en la confesión.
116. ¿Si uno olvida un pecado mortal obtiene igualmente el perdón en la confesión?
Si uno olvida un pecado mortal obtiene igualmente el perdón, pero en la confesión siguiente debe confesar el pecado olvidado.
117. ¿Si uno calla voluntariamente un pecado mortal obtiene el perdón de los otros pecados?
Si uno, por vergüenza o por otros motivos, calla un pecado mortal, no sólo no obtiene ningún perdón, sino que comete un nuevo pecado de sacrilegio, el de profanación de una cosa sagrada.
118. ¿Hay obligación de confesar los pecados veniales?
La co9nfesión de los pecados veniales no es necesaria, pero es muy útil para el progreso de la vida cristiana.
119. ¿El confesor debe dar siempre la absolución?
El confesor debe dar siempre la absolución si el penitente está bien dispuesto, es decir, si está sinceramente arrepentido de todos sus pecados mortales. Si por el contrario, el penitente no está bien dispuesto, no teniendo el dolor o el propósito de enmienda, entonces el confesor no puede y no debe dar la absolución.
120. ¿Qué debe hacer el penitente después de la absolución?
El penitente después de la absolución debe cumplir la penitencia que le ha sido impuesta y reparar los daños que sus pecados hubiesen eventualmente causado al prójimo /por ejemplo, debe restituir lo robado).
121. ¿Cuáles son los efectos del sacramento de la Penitencia?
Son la reconciliación con Dios y con la Iglesia, la recuperación de la gracia santificante, el aumento de las fuerzas espirituales para caminar hacia la perfección, la paz y la serenidad de la conciencia con una vivísima consolación del espíritu.
122. ¿Cómo se puede superar la dificultad que se siente para confesarse?
El que tiene dificultades para confesarse debe considerar que el sacramento de la Penitencia es un don maravillosos que el Señor nos ha dado. En el "tribunal" de la Penitencia el culpable jamás es condenado, sino sólo absuelto. Pues quien se confiesa no se encuentra con un simple hombre, sino con Jesús, el cual, presente en su ministro, como hizo un tiempo con el leproso del Evangelio (Mc 1, 40ss.) también hoy nos toca u nos cura; y, como hizo con la niña que yacía muerta nos toma de la mano repitiendo aquellas palabras: "¡Talita kumi, niña, a ti te digo, levántate!" (Mc 5, 41).
123. ¿La confesión nos ayuda también en el camino de la virtud?
La confesión es un medio extraordinariamente eficaz para progresar en el camino de la perfección. En efecto, además de darnos la gracia "medicinal" propia del sacramento, nos hace ejercitar las virtudes fundamentales de nuestra vida cristiana. La humildad ante todo, que es la base de todo el edificio espiritual, después la fe en Jesús Salvador y en sus méritos infinitos, la esperanza del perdón y de la vida eterna, el amor hacia Dios y hacia el prójimo, la apertura de nuestro corazón a la reconciliación con quien nos ha ofendido. En fin, la sinceridad, la separación del pecado y el deseo sincero de progresar espiritualmente.
La Unción de los enfermos
124. ¿Qué es la Unción de los enfermos?
La Unción de los enfermos, llamada también Oleo santo, es el sacramento, administrado por el sacerdote, que confiere una gracia especial al cristiano aquejado de cualquier enfermedad grave o de la vejez.
125. ¿Cuáles son las disposiciones requeridas para recibir dignamente este sacramento?
Para recibir dignamente la Unción de los enfermos es necesario estar en estado de gracia, confiar en la virtud del sacramento y en la divina misericordia, y finalmente abandonarse a la voluntad de Dios.
126. ¿Es bueno recibir la Unción de los enfermos cuando se está todavía lúcido de mente?
Es sumamente recomendablemente recibir la Unción de los enfermos cuando se está todavía en la plena posesión de las propias facultades, porque este sacramento, como todos los otros sacramentos, aumenta la gracia en proporción a las buenas disposiciones y al fervor de quien lo recibe.
127. ¿Cuáles son los efectos de la Unción de los enfermos?
En quien recibe con fe y devoción la Unción de los enfermos produce la unión con la pasión de Jesucristo, por el bien del enfermo y de toda la Iglesia, conforta y da la paz, concede el perdón de los pecados en el caso de que el enfermo no hubiese podido obtenerlo con el sacramento de la Penitencia, confiere también la salud del enfermo prepara para el eventual paso a la vida eterna.
128. ¿Cómo se debe ejercer la caridad hacia las personas gravemente enfermas o ancianas?
La caridad cristiana requiere que no se tenga en cuenta solamente el cuerpo, sino también el alma. Quien asiste a los enfermos está por tanto obligado a obrar4 de tal manera que no les falten los consuelos de la fe a aquellos que se encuentran cercanos al momento que decidirá su salvación eterna.
El Orden sagrado
129. ¿Qué es el Orden sagrado?
El Orden sagrado es el sacramento, administrado por el obispo, que confiere los tres grados del ministerio jerárquico de la Iglesia, es decir, que consagra a los obispos, a los sacerdotes y a los diáconos.
130. ¿Es necesario que en la Iglesia haya ministros ordenados?
Es absolutamente necesario, por explícita voluntad de su fundador, que en la Iglesia haya ministros ordenados, a través de los cuales el Señor resucitado continúa obrando la salvación en medio de nosotros. Si no hubiese obispos ni sacerdotes faltaría el sacramento de la confesión y permaneceríamos en nuestros pecados, no se celebraría la Santa Misa y no podríamos recibir la Eucaristía, por tanto, comprometida toda la existencia cristiana.
131. ¿Cuáles son los deberes de los cristianos respecto a los ministros de la Iglesia?
Los cristianos deben a sus ministros sagrados respeto y obediencia, recordando las palabras de Jesús: "El que os escucha, me escucha a mí, el que os desprecia, me desprecia a mí" (Lc 10, 16).
132. ¿Hay otros deberes respecto de la Iglesia?
Los cristianos deben proveer, según sus posibilidades y siguiendo las vías establecidas incluso por la ley civil, al sostenimiento económico de aquéllos que se dedican totalmente a nuestro bien espiritual.
El Matrimonio
133. ¿Qué es el Matrimonio?
El Matrimonio es el sacramento instituido por Jesucristo que establece una unión santa e indisoluble entre el hombre y la mujer, dándoles la gracia de amarse fielmente y de educar cristianamente a sus hijos.
134. ¿Qué se requiere para contraer válidamente el Matrimonio?
Para contraer válidamente el Matrimonio es necesario estar libres de eventuales impedimentos y manifestar libremente el propio consentimiento delante del asistente designado (habitualmente el párroco) y de dos testigos. Se necesita además estar suficientemente instruido sobre las verdades de la fe y de la moral, en particular sobre las que son las propiedades esenciales del matrimonio.
135. ¿Cuáles son las propiedades esenciales del matrimonio?
Son la unidad, que excluye la poligamia; la indisolubilidad, que excluye el divorcio; y la apertura a la fecundidad, que excluye la voluntad de no engendrar.
136. ¿Qué significa el hecho de que las tres características mencionadas son propiedades esenciales?
Significa que si uno no tiene intención de excluir la bigamia o la poligamia, o no está decidido a permanecer para siempre fiel a su cónyuge excluyendo el divorcio, o si no quiere de ninguna manera tener hijos, no contrae válidamente el matrimonio.
137. ¿Qué se requiere para el matrimonio, además de válido, sea espiritualmente provechosos?
Se requieren que los contrayentes estén en estado de gracia y reciban el sacramento con fe y devoción.
138. ¿La unión sexual es lícita sólo en el matrimonio?
Por ley divina y natural toda unión de tipo sexual es lícita solamente en el matrimonio legítimo entre hombre y mujer. Para los bautizados no existe ningún matrimonio válido que no sea también sacramento.

La Gracia

Recursos

La Gracia
Gracia es palabra que denota la belleza, la bondad, el encanto, el reconocimiento (la lengua española tiene una palabra bellísima: ¡gracias!).
Para la fe cristina la gracia encierra todos estos significados y mucho más: designa el amor que el Señor manifiesta por todos los hombres. Tal amor culmina en el don que Dios hace de su propio Hijo Jesucristo, el cual se hace hombre para que los hombres lleguen a ser hijos de Dios y herederos de sus bienes, llamados a habitar en su misma casa, el Paraíso.
La gracia, esto es, la vida divina en nosotros, es ofrecida por Dios generosamente, no se niega nunca a nuestras oraciones, y en la justa medida nos socorre en nuestras necesidades.
Los hombres tienen un solo deber: el de acogerla. Aun cuando pueda parecer increíble, a menudo el hombre no acepta este don maravilloso del amor de Dios. Pero Dios insiste y nos repite a cada uno de nosotros como al Pueblo de Israel: "Abre la boca, que te la llene" (Sal 81, 11). Ábrela, pues, de otro modo continuarás vagando por el desierto, en la estepa, y serás infeliz.
San Agustín, que había experimentado la soledad de quien está alejado de Dios, ha podido pronunciar aquellas famosas palabras: "Mi corazón está inquietud, Señor, hasta que descanse en ti".
63. ¿Qué es la gracia?
La gracia es un don sobrenatural mediante el cual Dios nos hace partícipes de su vida trinitaria.
64. ¿Cómo se divide la gracia?
La gracia se divide en santificante y actual.
65. ¿Qué es la gracia santificante?
La gracia santificante es un don permanente y sobrenatural, es decir, superior a las posibilidades de la naturaleza, que eleva y perfecciona nuestra alma haciendo que seamos hijos de Dios y herederos del cielo.
66. ¿Qué es la gracia actual?
La gracia actual es una intervención de Dios que mueve al alma hacia el bien sobrenatural?
67. ¿Por qué se llama actual?
Se llama actual porque no es una cualidad permanente, sino una ayuda transitoria.
68. ¿Hay alguna relación entra la gracia santificante y las tres virtudes teologales?
La gracia santificante está siempre acompañada de las tres virtudes teologales y de los dones del Espíritu santo.
69. ¿Es verdad también lo contrario, esto es, que las tres virtudes teologales están siempre unidas a la gracia?
No, lo contrario no es siempre cierto, porque también quien está privado de la gracia santificante puede conservar la fe y la esperanza, mediante las cuales con la ayuda de la gracia actual puede comprender el camino de retorno a Dios, es decir, de la plena conversión.
70. ¿La gracia santificante es compatible con el pecado mortal?
La gracia santificante no es compatible con el pecado mortal, que se llama precisamente "mortal" porque, haciendo perder la gracia santificante, destruye la vida sobrenatural del alma.
71. ¿Qué es la justificación?
La justificación es el pase del estado de pecado al estado de gracia.
72. ¿Cómo viene la justificación?
En quien no está bautizado la justificación viene a través de la fe que conduce al sacramento del bautismo. Por el contrario, en el caso de un pecador ya bautizado la justificación viene mediante el sacramento de la Penitencia o Confesión.
73. ¿Qué significa la expresión: "estar en gracia de Dios"?
"Estar en gracia de Dios" significa poseer la gracia santificante, es decir, tener el alma libre del pecado mortal.
74. ¿Es importante vivir la gracia de Dios?
Vivir en gracia de Dios, y en particular morir en gracia de Dios, es la única cosa verdaderamente importante para el hombre.
75. ¿Cómo se llama el don por el cual el hombre obtiene morir en gracia de Dios?
El don por el cual el hombre obtiene el morir en gracia de Dios se llama "perseverancia final".
76. ¿Cómo se puede obtener la perseverancia final?
El gran don de la perseverancia final puede ser obtenido con la oración humilde y confiada, hecha confiando sobre todo en la intercesión de la Bienaventurada Virgen maría, a la cual pedimos a menudo que interceda por nosotros "en la ora de nuestra muerte".
77. ¿Qué es el mérito?
El mérito es un cierto derecho de recibir una recompensa por las propias acciones. Dios concede gratuitamente este derecho a quien está en estado de gracia, por el cual las acciones buenas realizadas por el hombre merecen un aumento de la gracia misma y, si el hombre persevera hasta el final, la vida eterna.
78. ¿Qué es la santidad cristiana?
La santidad cristiana es aquel estado en el cual el hombre, habiendo así alcanzado la plena conformación con Cristo, vive la caridad de manera perfecta bajo la guía del Espíritu Santo.