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viernes, 26 de septiembre de 2014

Declaración del Presidente de la Conferencia Episcopal Chilena sobre el Evangelio de Judas

Los medios de comunicación social han dado a conocer en estos días la publicación de un antiguo texto manuscrito encontrado en Suiza en 1983, en idioma copto y que correspondería a un supuesto “Evangelio de Judas”. Con la intención de aclarar dudas y responder a muchas interrogantes, resulta interesante y oportuno entregar algunas orientaciones. Nos ayudará una reciente entrevista al P. Thomas D. Williams, Decano de la Facultad de Teología de la Universidad Regina Apostolorum de Roma y un artículo de opinión del sacerdote chileno P. Samuel Fernández, Decano de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile.
I. Evangelios Apócrifos
• El texto pareciera estar fechado entre el siglo IV y el siglo V, es decir, unos 300 ó 400 años después de la vida de Jesús. Es imposible, por lo tanto, que sea Judas su autor directo, sino que puede tratarse de una copia del “Evangelio de Judas”, citado por San Ireneo de Lyon hacia el año 180.
• Fue redactado por la secta gnóstica de los Cainitas y presenta a Judas Iscariote de una manera positiva, como un personaje que sólo obedeció una supuesta orden divina de entregar a Jesús para que pudiera cumplirse la obra de salvación.
• Siempre se supo de la existencia de Evangelios Apócrifos, es decir, no inspirados porque no contienen la verdad acerca de la Revelación de Dios y su deseo de salvación para la humanidad y desde siempre fueron rechazados por el conjunto de la comunidad cristiana porque son incompatibles con la fe.
• La Iglesia nunca ha ocultado o negado la existencia de estos documentos. Al contrario, estos textos han sido publicados y están editados en muchas editoriales a través del mundo entero, como la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) o la Editorial Ciudad Nueva, entre otras.
• Los Evangelios Apócrifos no son reconocidos como inspirados por Dios porque simplemente buscaban satisfacer la curiosidad de algunos, o contenían leyendas fantasiosas respecto a Jesús, o explicaban opiniones particulares de algunos grupos religiosos acerca de Cristo. No buscaban la verdad más profunda sobre Dios y su obra salvadora.
• Algunos de estos Evangelios Apócrifos pertenecen a sectas gnósticas, como la de los Cainitas, cuyo propósito principal era reivindicar figuras del Antiguo y del Nuevo Testamento que cayeron en la maldad, como Caín (que mató a su hermano Abel) y como Judas (que traicionó a Jesús). Los gnósticos pretendían que la salvación se logra sólo por el conocimiento que tengamos de Dios, no por obra del amor y de la misericordia de Dios, que envió a su Hijo Jesús al mundo.
II. Diferencias entre cristianos y gnósticos
• La principal diferencia entre los gnósticos y los cristianos radica en su concepción acerca del origen del mal en el mundo. Los cristianos creemos en un Dios bueno que ha creado un mundo bueno. Los gnósticos creen en un Dios que ha creado el mal y ha creado al mundo de manera desordenada.
• Los cristianos creemos que la maldad nace a partir del mal ejercicio de la libertad con la que Dios nos ha creado, porque Dios siempre respeta nuestra libertad. Los gnósticos afirman que Dios quiere el mal en el mundo y por eso se explica la acción de los hombres malos, como Caín o Judas.
• Dios conoce todas nuestras intenciones, incluso los errores, pecados y decisiones equivocadas. A veces se vale de ellas para obtener un bien en su plan providencial para el hombre.
Asumiendo estas orientaciones y aclaraciones, podemos entender de mejor manera lo que puede representar un texto como el que comentamos y cómo ello no afecta en nada la fe y la doctrina católica. Así, podemos responder algunas otras interrogantes.
III. El drama de Judas
• ¿Cómo podemos entender el papel y la persona de Judas Iscariote? Judas fue, como todos los demás seres humanos, un hombre creado con el atributo de la libertad. No se puede decir que Dios buscó que Judas cayera en el mal y se viera obligado a cumplir un rol histórico ya determinado, como una opción fatalista a la que no podía sustraerse de ninguna manera. No nació con el sello de una condena fatal. Judas usó su libertad para hacer el mal.
• ¿Podemos saber si Judas se salvó o se condenó? La Iglesia, a través de los procesos de beatificación y de canonización de una persona, puede tener la absoluta certeza de la santidad de alguien y de que esa persona goza de la presencia eterna ante Dios, que ha practicado las virtudes cristianas y merece la gloria de Dios y la salvación eterna. Pero no puede tener la certeza absoluta de una condena eterna y de que alguna persona esté en esa condición. Ni siquiera respecto a Judas. Lo que la fe siempre ha manifestado es la inmensa bondad y misericordia de Dios. Sólo Dios conoce el destino de las personas. Cualquier ser humano puede arrepentirse de sus pecados y errores en el último momento de su existencia terrenal. El drama de Judas, más que la gravedad de su pecado en sí, fue su falta de esperanza, el hecho de cerrarse en sí mismo, en vez de reconocer su falta, llorar su pecado y volver al amor de Dios, como lo hizo, por ejemplo, el Apóstol Pedro.
• ¿Por qué despiertan tanto interés temas o libros como el “Evangelio de Judas” u otros similares? La obra musical “Jesucristo Superestrella” y algunos ejemplos de la literatura reciente nos muestran una figura de Judas que podríamos llamar “simpática” o “benevolente” respecto a este personaje. Ello llama la atención y es una invitación a que ese tratamiento de la persona redunde en éxitos mediáticos y comerciales, en una perspectiva sociológica, comunicacional o de la propia psicología humana.
IV. Jesús, Único Salvador de la Historia
• ¿Cuál es la única fuente segura para conocer la obra, las acciones y la enseñanza de Jesús? Sólo los Evangelios son considerados como obras inspiradas por Dios y se les reconoce una autoridad especial. Nos referimos a los textos de Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Son libros canónicos, reconocidos por el mismo pueblo fiel desde los inicios del cristianismo y luego por la autoridad de la Iglesia. Su mérito consiste en su antigüedad, en la autoridad de quienes los redactaron y que sus escritos se basan en el testimonio de testigos directos de su obra; testigos de su enseñanza, sus milagros, la condena, la muerte, la sepultura y la misma resurrección de Jesús. Mientras más tardíos sean algunos escritos, más dudosa se vuelve la autenticidad y fidelidad de la transmisión de estos hechos hasta nuestros días. El Nuevo Testamento en su conjunto refleja la plena seguridad en esta autenticidad y fidelidad.
• ¿Por qué la Obra y la Persona de Jesús resultan tan atrayentes, incluso para los que no creen en El? El sensacionalismo y la supuesta revelación de datos que contradicen lo esencial de la fe en Jesucristo ha sido un tema de todos los tiempos, no sólo de ahora. Hoy se habla del “Evangelio de Judas”. Después se hablará de otro texto, de otro descubrimiento o de otras fantasías u opiniones particulares de grupos sectarios. Pero resulta muy significativo y hasta emocionante que la Persona de Jesús, el Redentor y Salvador de la humanidad, sea motivo de una “profunda fascinación”, incluso para aquellos que no creen en Él, lo rechazan o tratan de desprestigiar su figura y su mensaje. Jesús a nadie deja indiferente. Para los que tenemos el don de la fe, es el Único - no hay otro - Salvador de la Historia.
• ¿Qué hemos de hacer los discípulos de Cristo? Renovar nuestra fe y nuestro amor a Jesús Redentor de la humanidad. Profundizar el fundamento histórico de nuestra fe cristiana, para no dejarnos sorprender por falsificadores de todo tipo como ya nos advierte la Santa Escritura: “Tengan cuidado de los falsos profetas” (Mt. 7, 15)

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