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lunes, 18 de julio de 2016

¿Cuándo una puerta es más que una puerta? Descubre la “Puerta Santa”

Todo lo que siempre habías querido saber sobre las Puertas Santas – lo que son, y por qué habría que cruzar una



[Cuando se difundieron las imágenes del Papa Francisco abriendo la Puerta Santa en Bangui durante su visita a África muchos se plantearon: ¿Qué es una Puerta Santa? ¿Para qué sirve?”  Os ofrecemos una respuesta]

¿Qué es una Puerta Santa?

Una Puerta Santa es una puerta especial en una catedral o en una basílica que se abre sólo durante los años jubilares. Por tradición, la Puerta Santa es la de la basílica de San Pedro. Después de un año jubilar, es sellada y no se vuelve a abrir hasta el siguiente año jubilar. Los obreros ya han empezado a quitar los ladrillos a la Puerta Santa de la basílica de San Pedro para la ceremonia de la próxima semana.

¿Cuándo se abre una Puerta Santa?

En general debería suceder cada 25 años. Pío XII abrió la Puerta en 1950 y Pablo VI en 1975, pero San Juan Pablo II la abrió antes, en 1983, y otra vez en el 2000. Puede abrirse también durante años “extraordinarios”, como en el caso de 1983 y de este año. El Papa Francisco inaugurará el Año Jubilar de la Misericordia 2016 abriendo la Puerta el 8 de diciembre de 2015. La Puerta quedará abierta todo el año, cerrándose el 20 de noviembre de 2016. La fecha del 8 de diciembre ha sido elegida porque es la solemnidad de la Inmaculada Concepción, y marca el 50° aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II.

¿Dónde están esas puertas?

Cada una de las demás basílicas mayores romanas tiene una Puerta Santa, que será abierta en las próximas semanas. La de San Juan de Letrán se abrirá el 13 de diciembre, Tercer Domingo de Adviento, mientras las Puertas de Santa María Mayor y de San Pablo Extramuros se abrirán en los domingos siguientes.

En la Misericordiae Vultus, la bula que anunciaba el Año de la Misericordia, el papa Francisco ofrece algo nuevo: un obispo tiene el permiso de designar una puerta de su diócesis como Puerta Santa.

“Para el mismo domingo establezco que en cada Iglesia particular, en la Catedral que es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en la Concatedral o en una iglesia de significado especial se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. A juicio del Ordinario, ella podrá ser abierta también en los Santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos con frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino de la conversión. Cada Iglesia particular, entonces, estará directamente comprometida a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. El Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma así como en las Iglesias particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia”.

El Papa Francisco ha establecido también Puertas Santas en el Santuario de Nuestra Señora del Divino Amor y en el albergue de Cáritas, ambos en Roma.

¿Cómo se cierra una Puerta Santa?

Toda la entrada es cubierta de ladrillos y desde arriba se infiltra una fina capa de mortero. Una gran cruz se inserta en el mortero. Una cajita metálica se cierra y se incrusta en el muro de ladrillos.

¿Qué hay en la cajita?

Dentro hay varios objetos asociados al Año santo, como la bula formal que proclama el Año Jubilar. En preparación de la apertura de la puerta de la Basílica de San Pedro, se derriba el muro y se quita la cajita del año 2000. Entre otras cosas, contiene 41 medallas del pontificado de San Juan Pablo II: una de oro, por el Año Jubilar, 23 de plata, una por cada año de su pontificado, y 17 de bronce, por cada año desde el último Jubileo. Está también la llave para abrir la puerta, que se dará al Papa Francisco.

¿Cómo se abren las Puertas?

Hasta hace poco tiempo, el papa golpeaba el muro de ladrillos tres veces con un martillo, y después este era desmantelado y se abría la puerta. En los últimos años, el portero se quitaba y se “liberaban” los ladrillos, para que el muro pudiera derrumbarse cuando el papa lo golpeaba. Esto provocó problemas en 1975, cuando algunos restos golpearon al papa Pablo VI, por lo cual en la época de san Juan Pablo II el muro se quita antes y el papa se limita a abrir la Puerta de par en par.

¿Qué puerta es?

La Puerta es una obra de bronce macizo proyectada en 1949 por Ludovico Consorti y realizada por la fundición artística de Ferdinando Marinelli de Florencia. Se abrió por primera vez en el Jubileo de 1950. Sobre la puerta hay 16 paneles (cuatro por cuatro) que ilustran la historia de la salvación, desde la caída del hombre hasta la resurrección del cuerpo. La de San Pedro es una de las cinco puertas monumentales proyectadas por Consorti, que le hicieron ganar el sobrenombre de “Vico dell’uscio”.

Sobre la Puerta Santa de la basílica de San Pedro en el Vaticano, el maestro de las celebraciones litúrgicas de Pablo VI, el cardenal Virgilio Noè, comparaba los paneles a los versos de un himno, que cantan la infinita misericordia de Dios, subrayando que comienzan desde la realidad del pecado, que degrada al hombre, y van hasta la penitencia que lo rehabilita, e iluminan cada momento de cualquier situación con la certeza del perdón divino.

¿Qué sucede si voy en peregrinación a Roma y atravieso las Puertas?

¡Obtienes una indulgencia plenaria! ¡Toma esta, Martín Lutero! La remisión de la pena temporal por los pecados perdonados en confesión se ofrece a quien atraviesa las Puertas, recibe la Eucaristía y la reconciliación, reza por las intenciones del papa y realiza un acto de misericordia.

¿A qué se refiere todo esto?

El Papa Francisco ha dicho que “habrá en esta ocasión una Puerta de la Misericordia, por donde quien entre podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y da esperanza”.

Las puertas son muy simbólicas. Representan un paso: del pecado a la redención, de la muerte a la vida, del no creer a la fe, etc. Jesús se describe a sí mismo como la puerta. La gente debe entrar a través de Cristo para llegar al Padre. La puerta es la vía de la salvación.

Hay también un simbolismo mariano, pues la Virgen María es la puerta a través de la cual la salvación entró en el mundo. Abrir las puertas en la solemnidad de la Inmaculada Concepción tiene por tanto un doble significado.

Las puertas de una Iglesia marcan el límite entre lo sacro y lo profano. Abriéndolas de par en par (y en el aniversario del Concilio), el papa Francisco está subrayando su deseo de abrir de par en par las puertas de la fe al mundo.

En el Apocalipsis (3, 20), Jesús dice: “He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré y comeré con él y él conmigo”.

En Jerusalén, la Puerta de Oro es el ingreso oriental del Monte del Templo. En hebreo se llama Sha’ar HaRachamim, la Puerta de la Misericordia. En la antigua tradición judía, allí aparecería la Shekhinah y que volverá a aparecer cuando vuelva el Mesías. Jesús debió atravesarla el Domingo de Ramos. Los textos apócrifos dicen que es allí donde María encontró a José después de la Anunciación, y así representa la encarnación. Fue tapiada en la Edad Media. Algunos textos medievales sugieren un vínculo entre la Puerta de Oro y la Puerta Santa.

¿Quién comenzó esta tradición?

No Alejandro VI, aunque durante mucho tiempo se creyó así. Presumiblemente él inauguró la costumbre en 1500, pero según Herbert Thurston en The Holy Year of Jubilee “es cierto que la idea central de abrir de par en par las puertas como símbolo de la efusión de la misericordia de Dios no tuvo origen en un pontificado tan poco edificante como en el del Papa Borgia”. La referencia a Alejandro VI deriva probablemente del ampliamente difundido Diarium de Johann Burchard, que fue maestro de celebraciones de cinco papas, incluido Alejandro.

Thurston retrocede en el tiempo para encontrar referencias que preceden a Alejandro VI al menos 200 años, y nos sugiere raíces aún más antiguas.

Medallas de 25 años antes, fechadas en el pontificado de Sixto IV, muestran al papa en la puerta.

A mitad del siglo XV, el viajero William Wey, de vuelta de Tierra Santa, escribió: “En el vestíbulo de la iglesia de San Pedro hay seis puertas, una de las cuales está cerrada, y esta es la auténtica Puerta de Oro”.

Hay también una sugerencia sobre que Clemente VI ((1342-1352) soñó que se le ordenaba que abriera una puerta, pero es insuficiente y algunos de los documentos son poco claros.

En 1437 Pedro Tafur unía la indulgencia del Jubileo al derecho de asilo al atravesar la puerta de la basílica de Letrán.

Esto sugiere una raíz muy antigua de esta costumbre, que se remontaría a Constantino, el cual pidió que el papa Silvestre publicase un edicto proclamando el derecho de asilo a los cristianos que entraban en la basílica. Por lo que parece, se abusó del privilegio y la puerta fue sellada, para ser abierta solo en los años jubilares.

Evaluando las 4 puertas santas de Roma en el año jubilar de la Misericordia

La estética es importante, pero no es el único criterio para esta valoración


Roma, no obstante, tiene superabundancia de gracias (tenemos en un mismo lugar al papa Francisco, la capilla Sixtina y delicioso gelato), y también rebosamos Puertas Santas: ¡cuatro puertas santas en las basílicas papales, más cuatro puertas de la misericordia y una puerta de la caridad!

Primero y ante todo, las Puertas Santas son un símbolo de la apertura de Dios y de su deseo de perdonarnos, de su disposición a esperarnos con las puertas abiertas y con los brazos abiertos como el padre que espera al hijo pródigo.

En la Bula Papal Misericordus Vultus, que proclamó este Jubileo, el papa Francisco escribía: “la Puerta Santa (…) en esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entre podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza” (MV3).

Las cuatro puertas de las basílicas papales están tapiadas cuando no están en uso y el antiguo rito de abrir las puertas solía requerir martillear las puertas hasta derribarlas. (Desde que unos escombros casi alcanzaran al papa Pablo VI en 1974, la práctica fue abandonada).

A la que escribe, las puertas me recuerdan a una escena de la serie de televisión Días felices en la que Fonzie tenía que reconocer que estaba equivocado pero no conseguía pronunciar las palabras para admitirlo. A mi parecer una Puerta Santa tapiada simboliza una barrera entre nuestro orgullo y nuestra contrición.

Pero ya es suficiente, ¡vayamos con nuestra clasificación de Puertas Santas! Para abreviar, revisaremos las cuatro papales más soberbias, ¡aunque el año todavía da para mucho más!

Ni que decir tiene que la estética tiene su importancia (hablamos de Italia nada menos), pero los criterios para la evaluación de nuestras Puertas Santas son la información, el espíritu de bienvenida y —citando al Concilio de Trento— el “estímulo para la piedad”.


4) San Juan de Letrán – Tal vez la Puerta Santa más antigua, además de la catedral de Roma, aunque si no fuera por los incansables voluntarios del jubileo que permanecen a su alrededor, sería difícil de distinguir. Hay unos pequeños recortes de flores de plástico, que tal vez decorarían mejor un puesto callejero de gelato, y un par de plantas en macetas también de adorno. Los peregrinos se quedan un poco perplejos, sin saber qué hacer una vez llegados al lugar, puesto que no hay señales que expliquen las condiciones para la indulgencia, ni tampoco textos con oraciones que ayuden a solemnizar esta ocasión. Además del hecho de que las puertas de bronce de Floriano Bondini jamás podrían confundirse con las “puertas del paraíso” de Ghiberti en Florencia, lo primero que afrontará el peregrino a su llegada es una barrera de madera… que no es precisamente el símbolo de misericordia más apropiado.

Por otro lado, hay muchos confesores disponibles, montones de lugares donde rezar y, tan pronto cruzas la barrera, encuentras el fresco de Giotto del primer año jubilar de la historia, declarado por Bonifacio VIII en el 1300.

3) Santa María la Mayor – La Puerta Santa de Santa María la Mayor no tiene ninguna decoración (un helecho, quizás), aunque sí tiene un gran letrero que dice “Porta Santa”, así que no tiene pérdida. Se encuentra en el lado izquierdo en vez del derecho —a diferencia de otras basílicas— y la puerta cerrada inmediatamente delante dificulta la preparación de cualquier tipo de procesión solemne a través de la puerta. Una vez más, la información escasea, aunque los voluntarios siempre están contentos de servir de ayuda. Las puertas en sí son un triunfo de “poder femenino” mariano pasado y presente: un lado muestra la declaración de María como “Madre de Dios” en el siglo V y el otro recoge el pronunciamiento de María como “Madre de la Iglesia” en el Concilio Vaticano II en el siglo XX. Nada más adentrarnos en la iglesia nos disponemos directamente a los pies de Nuestra Señora Reina de la Paz. No faltan confesores en María la Mayor y cuesta imaginar un lugar mejor para rezar por las intenciones del Santo Padre que bajo la Madonna Salus Populi Romani, donde el mismísimo Papa va a rezar antes de cada viaje.



2)  San Pablo Extramuros – San Pablo recibe al agotado peregrino con un oasis de paz. La hierba verde, las palmeras altas y la silenciosa estatua del Apóstol de los Gentiles favorecen un cambio de actitud hacia la contemplación. Incluso hay una forma de agilizar el tránsito de las líneas de seguridad: emula a los apóstoles y “no lleves nada (…) ni bastón, ni bolsa” (Lc 9:3) y podrás acceder por la entrada lateral. La Puerta Santa de San Pablo tiene una ventaja injusta: lleva más tiempo funcionando que el Año Santo, así que después de pasar la primera serie de puertas modernas, mira de nuevo y verás las increíbles puertas de bronce de 1070. Hay instrucciones claras en varios idiomas antes de las puertas que permiten al peregrino prepararse adecuadamente. El umbral está cubierto con una alfombra roja (¿quién dijo que uno no puede arrepentirse con estilo?) y el peregrino se aproxima al altar de malaquita presidido por una cruz mayor y un cuenco de agua bendita. Ya has llegado. Luego, a unos 100 metros con confesores marcando el camino, se encuentra la tumba de San Pablo, donde encontrarás más instrucciones para la indulgencia. Si sumamos los generosos e impecables lavabos, esta es la basílica más misericordiosa.

1) Basílica de San Pedro– A pesar de la multitud y la seguridad y la “inscripción de peregrinos”, es imposible mejorar la experiencia de la Puerta Santa de San Pedro. Los peregrinos inscritos comienzan en el Castel Sant’Angelo y reciben una cruz jubilar que habrán de portar a lo largo de la Via della Conciliazione (que precisamente significa Camino de la Reconciliación). También reciben oraciones para recitar y una lista con las condiciones de la indulgencia. Cuando se ve a los rezagados recuperar su sitio dentro de los grupos organizados, entendemos el significado de ecclesia, una convocatoria, una ceremonia, una asamblea de personas. Una diligente línea de seguridad permite una entrada relativamente ágil; sin embargo, el tráfico en la Puerta Santa es un problema (se cruza con el flujo de turistas de los Museos), pero los voluntarios despejan el camino para los peregrinos. No se permiten fotos en esta puerta (no es una ocasión para presumir con selfies) y tampoco hay decoración, pero es imposible no identificar el lugar. Para sorpresa, son las puertas más pequeñas de la fachada, pero son una obra espléndida en bronce de la mano de Vico Consorti en 1949. Mientras entras, te reciben a la altura de los ojos imágenes de perdón: la mujer que limpió los pies de Jesús con sus lágrimas, Jesús diciendo a Pedro que debe perdonar “no hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”, Pedro pidiendo perdón por su traición, y la Crucifixión de Cristo. Tras caminar a través de estas ilustraciones de redención, de inmediato nos asalta el alto precio de nuestra salvación con la Pietà de Miguel Ángel, estratégicamente situada junto a la Puerta Santa. Al mirar el cuerpo sin vida de Cristo, Miguel Ángel dirige nuestra atención hacia María, nuestra guía. El escultor florentino nos muestra la firme confianza de María en Dios, solemne pero calmada, abrazando la divina voluntad incluso en la hora más oscura. Ella es el ejemplo a seguir para confrontar los desafíos que se nos presenten en nuestro estado renovado.

En San Pedro hay tantísimos confesores que algunos se han instalado en las zonas más transitadas por los turistas, atrayendo a nuevos penitentes con su simple disponibilidad. Puedes rezar incluso en la tumba de san Juan Pablo II, que condujo al mundo hacia el último gran Jubileo. ¡No te lo pierdas!

Si decidieras iniciar tu propio estudio de las Puertas Santas, recuerda que puedes recibir una indulgencia no sólo para ti mismo, sino también para los difuntos, así que no olvides a familia y amigos, o tal vez puedas ofrecer una o dos indulgencias para las víctimas de la violencia sin sentido que nunca tendrán una oportunidad de ver una Puerta Santa.