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lunes, 19 de febrero de 2018

¡Es alguien ocupadísimo! ¿Ocupadísimo para qué?





Desde Dios
¡Ocupadísimo! Valoramos a las personas por lo ocupadas que están. Su tiempo está tan lleno que son difícilmente accesibles. Su vida está repleta, su agenda está repleta… su tiempo, sus actividades, sus compromisos son una sucesión demostrativa de que esa persona está ¡muy ocupada! Ese estar ¡ocupadísimo! las convierte en seres importantes a los ojos de los demás.
Hay quien piensa que si las páginas de tu agenda no están llenas y que si tienes muchos huecos por llenar cada día —en definitiva, que no estás ¡ocupadísimo!— es que eres alguien sin relevancia social.
Vivimos tiempos donde el tiempo es un valor escaso. Si uno no es capaz de transitar por el precipicio del ritmo acelerado tampoco se le valora. En este entorno, la persona ¡muy ocupada! es colocada en un pedestal.
Respeto mucho a las personas cuyo tiempo está siempre ocupado. Pero me pregunto, ¿ocupan su tiempo en lo que es necesario, en lo que verdaderamente tiene relevancia, en lo que de verdad importa o lo dedican solo a si mismos o a cosas que, en realidad, no tienen relevancia alguna?
De entre todos los asuntos relevantes de la vida, entre los muchos trabajos que surgen cada día y entre las tantas ocupaciones que nos exige la jornada, hay una superior a todas. Es la propia salvación. Para eso uno sí debe estar siempre ¡ocupadísimo!
En la obra de la salvación humana Cristo ya invita a trabajar por nuestra propia salvación con temor y temblor. La salvación es el business más relevante que el hombre puede realizar en su vida. El que mayor réditos ofrece. El más valioso. La salvación exige tiempo y dedicación porque en el camino pueden surgir —y de hecho surgen— complicaciones, obstáculos y dificultades que hay que superar si uno desea avanzar. Y hay que estar preparado para ello.
Una ocupación importante es estar alerta; vigilante ante esa confianza que nos aligera pero que es el paso previo a la caída. Es la artimaña del enemigo que nos hace creer que basta con nuestra solas fuerzas. Otra importante ocupación es esforzarse en mejorar cada día. Estar vigilante ante nuestra debilidades. O alimentar la fe que las fuerzas del mal buscan debilitar cada día. Ocuparse en vivir una vida de sacramentos, una vida de oración, una vida de penitencia, una vida de entrega a los demás, una vida profundizando en la Palabra. Cuando uno deja espacio a estos alimentos esenciales de la vida da sentido radical a sus muchas otras ocupaciones.
¡Sí vale la pena estar ocupadísimo por Dios, por los demás y por uno mismo! ¡Vale la pena si esa ocupación es por un bien superior! ¡Cuando uno se ocupa de su salvación deja todo en manos del querer y del hacer de Dios que actúa en cada uno por medio del Espíritu Santo!
La pregunta es sencilla: ¿Me considero una persona ocupadísima que centra toda su atención en lo mundano o mi ocupación tiene como objetivo mi propia salvación?o ¿soy el prototipo de persona desocupada al que le falta la sensibilidad para comprender cuál debe ser en su vida la más valiosa de las ocupaciones?
¡Señor, quiero centrar mis ocupaciones en Ti! ¡Quiero centrar mi experiencia en Ti! ¡Quiero aceptar tu voluntad! ¡Quiero amarte más porque Tu me amas aunque tantas veces intento olvidarte! ¡Quiero amarte más aunque tantas veces olvido tu amor! ¡Te alabo, Señor, porque no es posible vivir sin amar y Tu esperas siempre mi amor! ¡No permitas, Señor, que vaya tan deprisa; dame paciencia para caminar a tu lado, para que no me inquieten los vaivenes de la vida! ¡Ayúdame a valorar el tiempo, Señor, para aprender de Ti y de Tu Madre! ¡Tu, Señor, creciste en silencio durante treinta años de vida oculta, en apariencia lo perdiste todo en tres días de completo abandono, pero lo recuperaste todo para nuestra salvación, ofreciendo todo tu tiempo para la esperanza! ¡Te pido, Señor, la gracia del Espíritu para tener la paciencia del tiempo para que pacifique mi corazón! ¡Ayúdame, con la gracia de tu Santo Espíritu, para mejorar cada día, para estar vigilante ante mis debilidades! ¡Ayúdame a acrecentar mi fe, a vivir mi vida de sacramentos, a tener una vida de profunda oración, a una vida de penitencia, una vida entregada a los demás, una vida profundizando en Tu Palabra y buena nueva!
De James MacMillan escuchamos hoy su coral Data est mihi omnis potestas de su colección Motetes de Strathclyde: