Dios trata de despertar a los hombres de su sueño constantemente. Quiere sacar a las almas adormiladas del torpor. Y por eso hay que tener cuidado para no volverse «cristianos tibios», porque así se pierde de vista el Señor. Papa Francisco volvió a lanzar esta advertencia en la homilía de esta mañana, 15 de noviembre, en la misa que presidió en la capilla de la Casa Santa Marta, según indicó la Radio Vaticana. El Pontífice exhortó a estar listos para discernir cuándo Jesús «toca a nuestra puerta».
El obispo de Roma reflexionó sobre la Primera lectura de hoy, en la que se narra el regaño de Dios a los cristianos «tibios» de la Iglesia de Laodicea. El peligro de la tibieza en la Iglesia, para Francisco, existe hoy como en esa época. El Papa subrayó que el Señor usa un lenguaje duro para los «tibios», es decir esos cristianos «que no son ni fríos ni calientes». A ellos les dice: «Estoy por vomitar de mi boca».
Dios no acepta esa tranquilidad «sin consistencia» de los tibios. Porque es una «tranquilidad que engaña».
Y el Pontífice se pregunto: «¿Qué piensa un tibio? Lo dice aquí el Señor: piensa que es rico. “Me he enriquecido y no necesito nada. Estoy tranquilo”. Esa tranquilidad que engaña. Cuando en el alma de una Iglesia —advirtió—, de una familia, de una comunidad, de una persona todo está siempre tranquilo, ahí no está Dios».
Y a los tibios el Papa les pidió con fuerza que no se quedaran dormidos, que no cayeran en la convicción (un poco presuntuosa) de no necesitar nada, de no hacerle daño a nadie.
El Señor describe a estas personas como infelices y miserables. Conceptos duros, severos, pero que no surgen de una especie de «maldad», sino del «amor» de Dios por los seres humanos: son estímulos para que se descubra otra riqueza que solo Él puede dar.
No es «esa riqueza del alma —precisó— que tú crees tener porque eres bueno, haces las cosas bien, todo tranquilo: otra riqueza, la que viene de Dios, que siempre lleva una cruz, siempre trae una tempestad, siempre provoca alguna inquietud en el alma». Francisco aconsejó: «comprar ropa blanca» para vestirse, «para que no se vea tu vergonzosa desnudez: los tibios no se dan cuenta de que están desnudos, como la fábula del rey desnudo en la que es un niño el que le dice: “Pero, ¡el rey está desnudo!”… Los tibios están desnudos».
Además, «pierden la capacidad de contemplación, la capacidad de ver las grandes y bellas cosas de Dios». Es por ello que Cristo trata de despertarlos, trata de ayudarlos a convertirse.
Y más: Dios «está presente» de otra manera: «está para invitarnos: “Heme aquí, toco a la puerta”». Papa Bergoglio subrayó la importancia de ser capaces y de estar listos para «sentir cuándo el Señor toca a nuestra puerta, porque quiere darnos algo bueno, quiere entrar a nuestra casa».
El obispo de Roma observó que hay cristianos que no se dan cuenta «cuando el Señor toca, cada ruido es el mismo para ellos». Entonces hay que «entender bien» cuándo toca Dios. Porque Cristo está delante de cada uno también para «que lo inviten».
Dios «está. Alza los ojos y dice: “Pero, ven, invítame a tu casa”. El Señor está, siempre está con amor: o para corregirnos o para invitarnos a cenar o para que lo inviten. Está para decirnos: “Despiértate”. Está para decirnos “Abre”. Está para decirnos “Baja”. Pero siempre es Él».
Francisco propuso hacer un examen de conciencia: «¿yo sé distinguir en mi corazón cuándo me dice el Señor “Despiértate”? ¿Cuándo me dice “Abre”? ¿Y cuándo me dice “Baja”?. Que el Espíritu Santo, concluyó, «nos dé la gracia de saber discernir siempre estas llamadas».