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miércoles, 6 de agosto de 2014

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

 
 
32.1) Reconciliación y penitencia en la Sagrada Escritura.
32.2) Cristo transmite a la Iglesia la potestad de perdonar los pecados
32.3) Estructura sacramental de la reconciliación cristiana.
32.4) Partes del sacramento.
32.5) Forma de la celebración del sacramento; la confesión personal, forma ordinaria.
 
32.1 Reconciliación y penitencia en la Sagrada Escritura.
AT: Es clara la idea de que por un pecado hay que hacer penitencia para reconciliarse con Dios. Habiendo introducido el pecado ( hatˆ, pesha, awon) una ruptura de las relaciones personales entre Dios y el hombre, la reanudación del diálogo con Dios supone que el hombre comience por quitar el obstáculo que él mismo ha puesto. Es el volver a Dios de 1Re. 8, 33-48. Se expresa con el verbo shub que es retornar. En los LXX se traduce por epistrefein. También se usa niham que es arrepentirse con desgarro. En los LXX se traduce por metanoein.
En todo el AT es sabido y reconocido que sólo Dios puede perdonar.
Una manifestación clara de esto lo encontramos en los profetas y sobretodo en los salmos penitenciales.
NT: El NT empieza con una clara llamada al arrepentimiento y a la penitencia por los pecados (Mt 3, 1-2). El mismo Cristo manifiesta que no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores que son los que necesitan médico (Mt 9, 12-13). A ese perdón que Cristo ofrece debe preceder el arrepentimiento y la conversión (Mc 1, 15; Mt 4, 17).
Esa metanoia implica un cambio de mentalidad, de vida y de conducta. Además de predicar el perdón, Cristo mismo perdona los pecados (Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12; Lc 5, 17-26) por propia autoridad y muestra su potestad por medio de milagros. Él adelanta el juicio final para juzgar y perdonar siempre que sea preciso (Mt 18, 21-22).
32.2 Cristo transmite a la Iglesia la potestad de perdonar pecados.
Este poder Cristo Dios lo confiere a la Iglesia. Lo vemos en Mt 16, 17-19; Mt 18, 15-18 y Jn 20, 19-23.
Mt 16, 17-19 ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y te daré las llaves del Reino de los cielos: lo que atares en la tierra, quedará atado en el Cielo, y lo que desatares en la tierra quedará desatado en el Cielo.
En este texto encontramos tres afirmaciones fundamentales:
a. Pedro es la Piedra inquebrantable sobre la que se edifica la Iglesia. Es su jefe visible.
b. Pedro tiene las llaves del Reino. Es poder vicario.
c. Ejercerá ese poder vicario atando y desatando: ¿Qué es atar y desatar? Tiene dos sentidos.
a) Es declarar con autoridad que una cosa es permitida o prohibida en relación con la ley de Dios.
b) Puede significar también excomulgar y volver a admitir. Así pues, Pedro tiene poder magisterial para interpretar la doctrina y la ley de Cristo y también el poder disciplinar de juzgar, de excluir de la Iglesia y poder admitir de nuevo.
Mt 18, 15-18. En este texto el poder de atar y desatar se pronuncia en el contexto de la corrección fraterna y se extiende a los Doce Apóstoles.
Jn 20, 19-23. "Paz a vosotros, como el Padre me ha enviado, también os envío yo a vosotros. Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonareis los pecados les serán perdonados; a quienes se los retuviereis les serán retenidos."
En estos textos vemos que esta potestad es universal, de carácter judicial, de índole sacramental y de institución divina.
32.3 Estructura sacramental de la reconciliación cristiana.
Siguiendo la estructura escolástica, todo sacramento tiene una materia y una forma. Como en la penitencia no hay presencia de ninguna realidad corporal sino de acciones morales, se aplica la teoría hilefórmica analógicamente: Los actos del penitente (contrición, confesión y satisfacción) son la cuasi materia del sacramento, y la absolución del sacerdote es la forma. Es así como el Cc. de Trento (Ds 1704) enseña: " La forma del sacramento de la penitencia, en la que está puesta principalmente su virtud, consiste en aquellas palabras del ministro: "Yo te absuelvo..." (...) y son cuasi materia de este sacramento los actos mismos del sacramento..."
32.4 Partes del sacramento.
Contrición del corazón. Es un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar ( Cc. de Trento DS 1676).
Si brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas se llama contrición perfecta: Perdona los pecados veniales, y si comprende la determinación de recurrir prontamente como sea posible a la confesión sacramental, perdona los pecados mortales (Cc. de Trento DS 1677).
Si brota de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna, la contrición es imperfecta o de atrición. Es un impulso del Espíritu Santo y perdona los pecados veniales.
Antes de confesar los pecados conviene hacer un diligente examen de conciencia.
Confesión de los pecados. Es una parte esencial del sacramento. El penitente debe enumerar todos los pecados mortales de que tiene conciencia tras un diligente examen (Cc. de Trento DS 1680). Además, es conveniente confesar también los veniales.
Satisfacción. La absolución sacramental quita el pecado, pero no remedia los daños que éste causó. Liberado del pecado, el penitente debe recobrar la plena salud espiritual. Debe satisfacer apropiadamente por sus pecados, por la pena temporal que permanece tras perdonarse la culpa. También se le llama penitencia sacramental.
32.5 Forma de la celebración del sacramento; la confesión personal, forma ordinaria del sacramento.
 
En el Ordo Poenitentiae de 1973 se recogen tres formas de penitencia: 
Rito A: Reconciliación individual de los penitentes con confesión y absolución personal. Constituye el único modo ordinario de la celebración sacramental.
Rito B: Reconciliación de muchos penitentes con confesión y absolución individuales insertados en el marco de una celebración penitencial comunitaria.
Rito C: Reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución general, que se puede realizar si: Hay penuria de confesores + gran número de penitentes + si éstos, sin culpa por su parte, se encuentran privados durante largo tiempo de la gracia del sacramento o de la sagrada comunión. No hacerlo así es un claro abuso.

EUCARISTÍA


 
31.1) El sacrifico de la Eucaristía prefigurado en la pascua judía
31.2) La Eucaristía sacrificio de la Nueva Alianza
31.3) Relación de la misa al Calvario y a la Ultima Cena
31.4) Naturaleza del sacrificio de la Misa
31.5) Fines y frutos del sacrificio eucarístico
 
31.1 EucaristIa Prefigurado en LA PASCUA JUDIA
La eucaristía, aunque lo supera, tiene su contexto y raíces últimas en el Antiguo Testamento.
Pascua judía: Es el banquete anual que el pueblo judío celebraba en conmemoración de la liberación de Egipto y comienzo del Éxodo. Consiste en la buena noticia de Dios que salva a su Pueblo y que se celebra con un sacrificio-banquete. Este rito se celebra cada año como Zikkaron-memorial del hecho salvífico. Este memorial significa no solo recordar el hecho histórico pasado, sino también hacerlo presente y actualizarlo, de modo que sea operativo y eficaz (Cfr. Ex 13,3-10).
Sacrificios en Israel: Los sacrificios rituales son esenciales para la vida del Pueblo escogido. Éstos son:
-Holocaustos. En él se quema toda la víctima y no se guarda nada. Es un homenaje a Dios, es decir, tiene una clara función latréutica.
-Sacrificios pacíficos. Aquí la víctima es comida por los oferentes. Se reparte entre Dios, el sacerdote y el oferente. Su sentido es de dar gracias y de comunión con Dios al participar de la misma comida.
-Sacrificio de expiación. Se realizaban para reparar por los pecados. Como la sangre era el centro de la vida, se usaba especialmente en este tipo de sacrificio para recuperar la amistad con Dios. El más importante era el día del gran Kippur o expiación.
1. Sacrificio de Abel
Es evocado por la carta de los Hebreos (11,4), donde es presentado como modelo de fe, en virtud de la cual sus sacrificios fueron aceptados por Dios. En otro pasaje dice también "Jesús, mediador de una nueva alianza, y la aspersión purificadora de una sangre, que habla mejor la de Abel" (Heb. 12,24). Aquí la comparación se establece entre el sacrificio propio de Cristo en la cruz y el sacrificio, también personal, de Abel.
2. Sacrificio de Abrahán
En el NT, el sacrificio de Abrahán se presenta como tipo del sacrificio de Cristo. San Pablo alude a 'el cuando dice: "El que no perdonó a su hijo, sino antes bien lo entregó por todos nosotros..." (Rom 8,32). Más clara todavía es la alusión de Juan: "Dios ha amado tanto al mundo, que ha entregado a su Hijo único..."(Jn 3.16). Se trata de la misma actitud de Abrahán, que entrega a su propio hijo a la muerte.
 
3. Sacrificio de Melquisedec
Gen. 14,18-20, encontramos la figura de Melquisedec, del que se dice que salió al encuentro de Abrahán. El hecho es que en Hebreos ve en Melquisedec un tipo de Cristo (Heb 5-7). Melquisedec por no estar vinculado ni a la ley ni a la descendencia de Aarón, sin principio ni fin, viene a ser un personaje representativo del nuevo y eterno sacerdocio de Cristo, aunque lo cierto en que no hace mención de un sacrificio ofrecido por Melquisedec. Los padres han visto en el pan y vino aportados por Melquisedec la materia de un sacrificio ofrecido por él y, por tanto, una figura profética.
4. Profecía de Malaquías
El Libro contiene una profecía referente a una oblación pura sacrificada en todo lugar, en la cual la tradición patrístico-teológico, incluso el Concilio de Trento (Ses. 22 c. 1), ha visto una clara prefiguración de la eucaristía.
Comienza exponiendo la predilección divina por Israel (Mal 1,1), para pasar a la recriminación de los pecados de los sacerdotes, que "despreciaban el nombre de Yahveh" y ofrecen "pan inmundo" y víctimas viciadas e imperfectas. Con tales dones no pueden agradar a Yahveh. A continuación viene la profecía: ".....y en todo lugar se ofrece a mi nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura" Mal 1,10-11).
Malaquías, viendo la situación de negligencia, se traslada al futuro, y habla del sacrificio definitivo que será ofrecido por todo el mundo. Se trata del sacrificio de la era mesiánica.
31.2 Sacrificio de la NUEVA Alianza
Este es mi cuerpo (que será) entregado por vosotros. Es este "entregado" el que da al gesto de Jesús un valor sacrificial y que coloca la carne de Cristo directamente en conexión con la Cruz.
ESTA ES LA SANGRE DE LA ALIANZA, DERRAMADA POR MUCHOS . Pone Jesús en relación directa la copa con su sangre que va a sellar la nueva alianza en sustitución de la de Moisés.
Lo que Cristo entrega es su carne u su sangre como en los sacrificios del A T. Él habla de sí mismo como víctima. Va a la muerte como verdadera víctima pascual. El sacrificio de Cristo se configura como sacrificio de la Nueva Alianza en su sangre y sacrificio expiatorio por nuestros pecados.
31.3 Relación de la Misa al Calvario y a la Ultima Cena
La eucaristía es el memorial del Sacrificio de la Cruz. Como dice el Concilio de Trento " Cristo, nuestro Dios y Señor se ofreció a Dios Padre de una vez por todas, muriendo como intercesor sobre el altar de la Cruz, a fin de realizar para los hombres una redención eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio, en la última cena, la noche en que fue entregado, quiso dejar a su Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible, donde sería representado el sacrificio sangriento que iba a realizarse una única vez en la Cruz, cuya memoria se perpetuaría hasta el fin de los siglos y cuya virtud saludable se aplicaría a la redención de los pecados que cometamos cada día" (DS 1740). Por tanto, la Eucaristía es la renovación incruenta del sacrificio del Calvario, ya que hay un único sacrificio, una única víctima que se ofrece y un único sacerdote. Esta eucaristía fue instituida en la última cena. En este sentido Trento señala -define- la unicidad del sacrificio de Cristo, y afirma que el sacrificio de la Misa representa, conmemora y aplica el sacrificio de la Cruz (Ses. XX c. 1). manteniéndose la identidad esencial: la misma Víctima y el mismo Sacerdote, aunque es distinta la manera de ofrecerse.
Por otra parte, Vaticano II (SC) emplea la expresión "perpetuar el sacrificio de la Cruz" ya que sólo podría decirse "renueva" en sentido metafórico: hay multiplicidad numérica de sacrificios incruentos, pero no hay multiplicidad del sacrificio de la Cruz, por lo que, en sentido propio, el sacrificio cruento en la Cruz no es reiterado ni renovado, sino perpetuado y actualizad. (Cfr. Redemptoris Hominis, 20).
 
Catecismo nn. 1362. "La Eucaristía es el memorial de la pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único sacrificio.......". "El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son pues, un único sacrificio: "Es una y la misma victima, que se ofrece....... sólo se defiere la manera de ofrecer; se ofreció a sí mismo una vez de una manera cruenta sobre el altar de la cruz, es contenido e inmolado de manera no cruenta" DZ 1743/ Cat. 1367.
Padres de la Iglesia.
Es una constante el hablar del sacrificio eucarístico como memorial del sacrificio de la cruz. Justino habla de los sacrificios que hacen los cristianos en conmemoración de la pasión que por ellos padeció el Hijo de Dios (Diálogo con Trifón 117,2). Orígenes se hace eco del carácter de memorial que tenían los panes de la proposición del AT y, frente a ellos, coloca el pan eucarístico, cuya eficacia propiciatoria no tiene comparación. Cipriano es sobre todo el que desarrolla el tema. El sacrificio que Cristo ofreció al Padre mandó que se hiciese en su conmemoración, de modo que el sacerdote hace las veces de Cristo, dice, imitando lo que hizo Cristo ofreciendo así un sacrificio verdadero y pleno a Dios en la Iglesia (Carta 63,14; Solano, I 223).
31.4 Naturaleza del Sacrificio de la Misa
El santo Sacrificio del Altar es la renovación incruenta del sacrificio del Calvario. Esta renovación se puede realizar hoy porque el sacrificio de Cristo es eterno y perdura en el Cielo y puede hacerse presente entre nosotros en la medida en que esa misma víctima y esa misma acción sacerdotal se hacen presentes en la eucaristía. Por eso cuando el sacerdote consagra el pan y el vino, la Víctima que murió en la Cruz se hace presente bajo las especies eucarísticas en virtud de la transubstanciación, participando el sacerdote de la eterna acción sacerdotal de Cristo. No se repite el sacrificio único de Cristo, sino que se participa repetidamente de él.
31.5 Fines y Frutos del Sacrificio Eucaristico
No son otros que los del sacrificio de la Cruz.
a.) Fin latréutico. La Mediator Dei lo señala como el primer fin de la eucaristía. Toda la Eucaristía es un canto de alabanza al Padre. Nuestra adoración se dirige a El por medio de Cristo, por medio su sacrificio redentor.
b.) Fin Eucarístico. Este sentimiento de acción de gracias está particularmente expresado en el prefacio, pero en realidad esto no hace sino disponernos a la perfecta acción de gracias. Darle gracias por los beneficios recibidos. La Misa realiza de manera excelente el deber de agradecimiento, pues sólo Cristo, en nuestro nombre, es capaz de retribuir a Dios sus innumerables beneficios.
c.) Fin propiciatorio A través de la santa Misa recibe Dios, de modo infinito y sobreabundante, méritos que remiten los pecados de vivos y muertos.
d.) Fin impetratorio. La Eucaristía es una oración. La plegaria Eucarística tiene el ritmo de impetración y la petición humilde. Si Dios es Padre en cualquier circunstancia, lo es mucho más en la Eucaristía, ya queÊen ella tocamos lo más hondo de su corazón de Padre al ofrecerle su Hijo. Por ello, por los méritos de Cristo podemos pedirle a Dios por nuestras necesidades y podemos llamarle Padre.
Frutos
a.) general o universal.
Para toda la Iglesia. Cada fiel, aunque no participe, recibe los beneficios de la Eucaristía.
b.) particular o ministerial
El sacerdote puede aplicar la Eucaristía por una determinada intención.
c.) especial
Es el que se desprende de la participación de los fieles en la celebración. Depende de la mayor o menor intensidad de la misma.

martes, 5 de agosto de 2014

San Pedro De Anagni


«Monje benedictino, obispo e impulsor en su sede de la reforma gregoriana. A él se debe la reconstrucción de la basílica-catedral de Anagni; en ella fue canonizada Clara de Asís»
Por Isabel Orellana Vilches
MADRID, 03 de agosto de 2014 (Zenit.org) - Amigo y colaborador de Bruno de Segni, que fue su biógrafo, procedía de la noble familia de príncipes lombardos de Salerno que se establecieron allí en el siglo IX, aunque el año 1077, en vida de este santo, la ciudad fue conquistada por los normandos. La Bula suscrita por el papa Pascual II en 1110 mediante la cual lo elevó a la gloria de Bernini se hacía eco de la narración que Bruno hizo de Pedro. En la actualidad se conserva incompleto otro documento redactado antes de 1181, cuyo autor fue Pedro II de Anagni, al que se le puede dar cierta credibilidad. En conjunto el relato permite recomponer su trayectoria vital que se inicia subrayando su temprana orfandad tras la cual fue conducido al monasterio de San Benito, donde se imbuyó en la espiritualidad monástica. Allí cultivó la oración y el estudio impregnándose de la fecunda tradición conservada y acrecentada por sus hermanos a través de la regla que les legó su insigne fundador. Junto a ellos obtuvo la preparación que unida a sus excelsas virtudes a su tiempo le llevarían a ser un gran obispo.
Desde el punto de vista histórico, la situación eclesial se hallaba inmersa en el espíritu de la reforma que tuvo en san Gregorio Magno a uno de sus grandes impulsores. Fue continuada por Gregorio VII en las dos últimas décadas del siglo XI, aunque había comenzado a mediados del mismo, durante el pontificado de León IX. Por otro lado, para comprender el contexto existencial en el que discurrió la vida de Pedro, y cómo llegó a ocupar la sede de Anagni, conviene recordar que a la muerte del papa Esteban IX se produjo la elección de Benedicto X sin que hubiese unanimidad en el Colegio cardenalicio. Los que estaban en desacuerdo eligieron a Nicolás II en Siena contando con el voto de Hildebrando, futuro Gregorio VII. Pero al morir Nicolás II en 1061, los nobles de Roma y los prelados lombardos apelaron al derecho imperial reclamando la designación de un nuevo pontífice. Entonces intervino el cardenal Hildebrando, y reivindicó la legitimidad de los decretos para la elección papal ratificados por el sínodo de Melfi en agosto de 1059. Se escogió como sucesor de Nicolás al obispo de Lucca, Anselmo da Baggio, que tomó el nombre de Alejandro II; su pontificado duró doce años.
En esta época, el cardenal Hildebrando, que había conocido a Pedro en el monasterio benedictino de Salerno, estaba al corriente de su admirable virtud y excelente preparación. De modo, que sugirió al pontífice Alejandro II que lo designase su capellán. Esta cercana relación de Pedro con el papa, quien puso en él su confianza, le permitió adquirir una gran experiencia en temas eclesiásticos. Ayudó al Santo Padre en temas dolorosos y problemáticos que se dieron entonces, como la disciplina interna eclesial y los privilegios de los laicos que habían ido usurpando los bienes de la Iglesia, entre otros asuntos. Pedro fue también impulsor de la reconstrucción de la catedral-basílica de Salerno, una de sus acciones por la que es bien conocido, que reclamó su atención entre 1072 y 1103.
Pues bien, Alejandro II consagró a Pedro obispo de Anagni y lo envió como legado suyo a la corte del emperador de Bizancio, Miguel VII, para reconciliarlo con la fe católica. Precisamente las fuentes atribuyen a este monarca su ayuda para la reconstrucción de la catedral; se piensa que pudieron intervenir en ella artesanos bizantinos. En 1096, mientras la obra estaba en marcha, el santo participó en la Primera Cruzada junto a su líder, Bohemundo I de Tarento, que sería príncipe de Antioquia y que marchó a luchar a Tierra Santa. Pedro se mantuvo al lado del emperador de Constantinopla. Durante cuarenta y tres años de episcopado, parte de los cuales tuvieron lugar mientras Hildebrando, ya como Gregorio VII, ocupaba la Silla de Pedro (fue elegido en 1073 y rigió la Iglesia hasta que se produjo su deceso en 1085), el santo prelado de Anagni tuvo que afrontar diversos problemas espinosos. La Iglesia dejaba mucho que desear y el papa, que fue un enérgico reformador, no estaba dispuesto a mantener los deplorables testimonios que se daban en ella. Luchó contra la simonía, las investiduras y estableció el celibato sacerdotal en contra de una mayoría del clero incendiado por un decreto que inicialmente no estuvo dispuesto a acoger. No le tembló la mano y en el concilio realizado en Roma en 1075 excomulgó a varios obispos.
Este clamor en contra de la reforma salpicó a la sede Anagni donde fue palpable la reticencia de muchos clérigos, un hecho que produjo a Pedro gran sufrimiento ya que era un fiel hijo de la Iglesia y estuvo indisolublemente unido a los sucesivos pontífices. Murió el 3 de agosto del año 1105. Fue introducido en el catálogo de los santos por el papa Pascual II el 4 de junio de 1110, autorizando su culto en las diócesis de la Campania. Sus restos se veneran en la catedral de Anagni, ciudad de la que es uno de patrones. La basílica está dedicada a Santa María Annunziata y se da la circunstancia de que fue el lugar elegido para la canonización de santa Clara de Asís en 1255.

San Juan María Vianney


«Cura de Ars, patrono de los sacerdotes, enamorado de la Eucaristía y maestro de la penitencia. Recibió, entre otros, el don de lágrimas. Con su santidad ya en vida conmovió a la Europa de su tiempo»
Benedicto XVI declaró «Año sacerdotal» al periodo de junio de 2009 hasta ese mes de 2010 poniendo a este admirable santo como ejemplo para los presbíteros. El pontífice hizo un panegírico de este humilde cura que llegó a Ars diciendo: «Dios mío, concédeme la conversión de mi parroquia; acepto sufrir todo lo que quieras durante toda mi vida», llevando su anhelo hasta el final. Ser sacerdotes santos es lo que el papa quiso recordar a los ordenados con esta celebración conmemorativa del 150 aniversario de la muerte del padre Vianney. Su enternecedora trayectoria de amor dejó traslucir su extraordinaria pasión por lo divino. Fue un apóstol que llegó al corazón de cientos de miles de personas con su virtud, en el silencio de su ofrenda y abrazo a la cruz, contemplando la Eucaristía, envuelto en lágrimas.
Nació en Dardilly, Francia, el 8 de mayo de 1786, cuando la Revolución comenzaba a hacer acto de presencia y su influjo era percibido en hogares católicos como el suyo, lo cual signó su infancia. Las prácticas de piedad que toda la familia se veía obligada a realizar clandestinamente, marcaron también su primera comunión: la recibió por la noche en un pajar. Ayudaba trabajando en tareas del campo y cuidando ganado. Pero quería ser sacerdote a toda costa, y aunque su padre se oponía, logró iniciar los estudios. Los formadores reconocían su virtud, pero en lo tocante a los estudios era calamitoso. Desalentado por tener que abandonar el seminario, pidió limosna para costear su peregrinación a la tumba de san Francisco de Regis. Partió de allí con la convicción de que sería sacerdote pese a su limitación.
A sus 17 años por ser seminarista se libró de luchar con las tropas de Napoleón para las que fue reclutado. Envuelto en peripecias, alternándose enfermedad y periodos de convalecencia, acabó siguiendo a un desertor sin saberlo. Sobrevivió catorce meses oculto en las montañas de Noës usando nombres ficticios hasta que se produjo la amnistía, todo ello con conocimiento del alcalde, a quien informó de la situación. Después, prosiguió estudios en Verrières y Lyón. Al persistirsu problema de aprendizaje del latín, no fue admitido en el seminario. Tampoco lo acogieron los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Hasta que el padre Balley le ayudó, y Juan María, que no lograba asimilar las asignaturas, fue ordenado en 1815 por el obispo de Grenoble, sin concluir los estudios. La soledad en la que se produjo, soledad que prosiguió después, no hizo mella en su ánimo.
Feliz de ser sacerdote, completó su formación con el padre Balley, un virtuoso presbítero, siendo su vicario en Ecully durante un breve periodo, hasta que se produjo la muerte de éste. Entonces fue enviado a Ars que no tenía parroquia. Su experiencia pastoral había discurrido en esta escuela de santidad junto a Balley. Partía con algo que no se adquiere en ningún lugar: la gracia de querer convertirse cada día en otro Cristo, anhelo que sostuvo cada segundo sin desfallecer. En su nuevo destino sufrió y se entregó por los pecadores en auténtico holocausto, con una vida plagada de penitencias y austeridades, alimentado prácticamente con la oración, ya que apenas tenía viandas que llevarse a la boca.
De humildad heroica, en incontables ocasiones deseó poder encontrar un lugar para ir «a llorar su pobre vida». Halló frialdad y distancia hacia la fe en las gentes, pero no tardó en conmoverlas con su santa conducta. De noche y de día le vieron orar arrodillado ante el Sagrario. Y la inicial curiosidad se fue tornando en admiración. Cuando oficiaba la misa era palpable que lo hacía sabiendo que rememoraba el sacrificio de Cristo. «¡Oh, qué cosa tan grande es el sacerdocio! No se comprenderá bien más que en el cielo... Si se entendiera en la tierra, se moriría, no de susto, sino de amor»«¡Qué desgracia es un sacerdote sin vida interior!», decía.
A pesar de su estricta discreción, se fue corriendo el rumor de sus crudos ayunos y penitencias. No tuvo el don de palabra, pero las que lograba proferir eran ascuas que incendiaban el corazón de los fieles. Éstos recibían a manos llenas los bienes que les ofrecía, aún minando los escasos ahorros de la parroquia. Se ganó a todos con encendidas súplicas a Dios y constantes sacrificios, abrazándose a una cruz que venía envuelta en difamaciones y en una campaña de desprestigio permanente ante sus superiores. Su fe era inquebrantable. Se empecinó en poner bien altos los valores morales del pueblo, y pudo con todo, hasta con las insidias del diablo que no le dejaba en paz.
El ejemplo de su heroica caridad y rigurosas mortificaciones corrió de boca en boca por todos los rincones, traspasando las fronteras de Ars. Y comenzaron a llegar las peregrinaciones que tomaron un sesgo insospechado en poco tiempo, ya que los testimonios que daban cuenta de la virtud del sacerdote se extendieron desde Lyon y Belley al resto de Francia y de Europa. Personas de toda condición, ricos y pobres, querían confesarse con él. Y el humilde confesionario sería prácticamente su única morada: «El confesionario es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo», decía.
Milagrosamente pudo sobrevivir durante años apenas sin alimentarse y sin concederse el mínimo descanso, cosido materialmente a durísimas disciplinas que él mismo se infligía. Obediente, sencillo, humilde, agradecido, con gestos significativos como adquirir un paraguas de seda para una señora que lo acogió en su casa cuando estaba oculto, con el don de penetración de espíritus y el de lágrimas, este gran sacerdote, tierno y humano, murió el 4 de agosto de 1859. Había dado gloria a Dios y encumbrado con su santidad la pequeña aldea de Ars, prácticamente desconocida hasta que llegó, y que en adelante perviviría junto a su nombre. Pío X lo beatificó el 8 de enero de 1905. Pío XI lo canonizó el 31 de mayo de 1925, y en 1928 lo nombró patrono de los párrocos.

EUCARISTÍA


 
31.1) El sacrifico de la Eucaristía prefigurado en la pascua judía
31.2) La Eucaristía sacrificio de la Nueva Alianza
31.3) Relación de la misa al Calvario y a la Ultima Cena
31.4) Naturaleza del sacrificio de la Misa
31.5) Fines y frutos del sacrificio eucarístico
 
31.1 EucaristIa Prefigurado en LA PASCUA JUDIA
La eucaristía, aunque lo supera, tiene su contexto y raíces últimas en el Antiguo Testamento.
Pascua judía: Es el banquete anual que el pueblo judío celebraba en conmemoración de la liberación de Egipto y comienzo del Éxodo. Consiste en la buena noticia de Dios que salva a su Pueblo y que se celebra con un sacrificio-banquete. Este rito se celebra cada año como Zikkaron-memorial del hecho salvífico. Este memorial significa no solo recordar el hecho histórico pasado, sino también hacerlo presente y actualizarlo, de modo que sea operativo y eficaz (Cfr. Ex 13,3-10).
Sacrificios en Israel: Los sacrificios rituales son esenciales para la vida del Pueblo escogido. Éstos son:
-Holocaustos. En él se quema toda la víctima y no se guarda nada. Es un homenaje a Dios, es decir, tiene una clara función latréutica.
-Sacrificios pacíficos. Aquí la víctima es comida por los oferentes. Se reparte entre Dios, el sacerdote y el oferente. Su sentido es de dar gracias y de comunión con Dios al participar de la misma comida.
-Sacrificio de expiación. Se realizaban para reparar por los pecados. Como la sangre era el centro de la vida, se usaba especialmente en este tipo de sacrificio para recuperar la amistad con Dios. El más importante era el día del gran Kippur o expiación.
1. Sacrificio de Abel
Es evocado por la carta de los Hebreos (11,4), donde es presentado como modelo de fe, en virtud de la cual sus sacrificios fueron aceptados por Dios. En otro pasaje dice también "Jesús, mediador de una nueva alianza, y la aspersión purificadora de una sangre, que habla mejor la de Abel" (Heb. 12,24). Aquí la comparación se establece entre el sacrificio propio de Cristo en la cruz y el sacrificio, también personal, de Abel.
2. Sacrificio de Abrahán
En el NT, el sacrificio de Abrahán se presenta como tipo del sacrificio de Cristo. San Pablo alude a 'el cuando dice: "El que no perdonó a su hijo, sino antes bien lo entregó por todos nosotros..." (Rom 8,32). Más clara todavía es la alusión de Juan: "Dios ha amado tanto al mundo, que ha entregado a su Hijo único..."(Jn 3.16). Se trata de la misma actitud de Abrahán, que entrega a su propio hijo a la muerte.
 
3. Sacrificio de Melquisedec
Gen. 14,18-20, encontramos la figura de Melquisedec, del que se dice que salió al encuentro de Abrahán. El hecho es que en Hebreos ve en Melquisedec un tipo de Cristo (Heb 5-7). Melquisedec por no estar vinculado ni a la ley ni a la descendencia de Aarón, sin principio ni fin, viene a ser un personaje representativo del nuevo y eterno sacerdocio de Cristo, aunque lo cierto en que no hace mención de un sacrificio ofrecido por Melquisedec. Los padres han visto en el pan y vino aportados por Melquisedec la materia de un sacrificio ofrecido por él y, por tanto, una figura profética.
4. Profecía de Malaquías
El Libro contiene una profecía referente a una oblación pura sacrificada en todo lugar, en la cual la tradición patrístico-teológico, incluso el Concilio de Trento (Ses. 22 c. 1), ha visto una clara prefiguración de la eucaristía.
Comienza exponiendo la predilección divina por Israel (Mal 1,1), para pasar a la recriminación de los pecados de los sacerdotes, que "despreciaban el nombre de Yahveh" y ofrecen "pan inmundo" y víctimas viciadas e imperfectas. Con tales dones no pueden agradar a Yahveh. A continuación viene la profecía: ".....y en todo lugar se ofrece a mi nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura" Mal 1,10-11).
Malaquías, viendo la situación de negligencia, se traslada al futuro, y habla del sacrificio definitivo que será ofrecido por todo el mundo. Se trata del sacrificio de la era mesiánica.
31.2 Sacrificio de la NUEVA Alianza
Este es mi cuerpo (que será) entregado por vosotros. Es este "entregado" el que da al gesto de Jesús un valor sacrificial y que coloca la carne de Cristo directamente en conexión con la Cruz.
ESTA ES LA SANGRE DE LA ALIANZA, DERRAMADA POR MUCHOS . Pone Jesús en relación directa la copa con su sangre que va a sellar la nueva alianza en sustitución de la de Moisés.
Lo que Cristo entrega es su carne u su sangre como en los sacrificios del A T. Él habla de sí mismo como víctima. Va a la muerte como verdadera víctima pascual. El sacrificio de Cristo se configura como sacrificio de la Nueva Alianza en su sangre y sacrificio expiatorio por nuestros pecados.
31.3 Relación de la Misa al Calvario y a la Ultima Cena
La eucaristía es el memorial del Sacrificio de la Cruz. Como dice el Concilio de Trento " Cristo, nuestro Dios y Señor se ofreció a Dios Padre de una vez por todas, muriendo como intercesor sobre el altar de la Cruz, a fin de realizar para los hombres una redención eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio, en la última cena, la noche en que fue entregado, quiso dejar a su Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible, donde sería representado el sacrificio sangriento que iba a realizarse una única vez en la Cruz, cuya memoria se perpetuaría hasta el fin de los siglos y cuya virtud saludable se aplicaría a la redención de los pecados que cometamos cada día" (DS 1740). Por tanto, la Eucaristía es la renovación incruenta del sacrificio del Calvario, ya que hay un único sacrificio, una única víctima que se ofrece y un único sacerdote. Esta eucaristía fue instituida en la última cena. En este sentido Trento señala -define- la unicidad del sacrificio de Cristo, y afirma que el sacrificio de la Misa representa, conmemora y aplica el sacrificio de la Cruz (Ses. XX c. 1). manteniéndose la identidad esencial: la misma Víctima y el mismo Sacerdote, aunque es distinta la manera de ofrecerse.
Por otra parte, Vaticano II (SC) emplea la expresión "perpetuar el sacrificio de la Cruz" ya que sólo podría decirse "renueva" en sentido metafórico: hay multiplicidad numérica de sacrificios incruentos, pero no hay multiplicidad del sacrificio de la Cruz, por lo que, en sentido propio, el sacrificio cruento en la Cruz no es reiterado ni renovado, sino perpetuado y actualizad. (Cfr. Redemptoris Hominis, 20).
 
Catecismo nn. 1362. "La Eucaristía es el memorial de la pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único sacrificio.......". "El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son pues, un único sacrificio: "Es una y la misma victima, que se ofrece....... sólo se defiere la manera de ofrecer; se ofreció a sí mismo una vez de una manera cruenta sobre el altar de la cruz, es contenido e inmolado de manera no cruenta" DZ 1743/ Cat. 1367.
Padres de la Iglesia.
Es una constante el hablar del sacrificio eucarístico como memorial del sacrificio de la cruz. Justino habla de los sacrificios que hacen los cristianos en conmemoración de la pasión que por ellos padeció el Hijo de Dios (Diálogo con Trifón 117,2). Orígenes se hace eco del carácter de memorial que tenían los panes de la proposición del AT y, frente a ellos, coloca el pan eucarístico, cuya eficacia propiciatoria no tiene comparación. Cipriano es sobre todo el que desarrolla el tema. El sacrificio que Cristo ofreció al Padre mandó que se hiciese en su conmemoración, de modo que el sacerdote hace las veces de Cristo, dice, imitando lo que hizo Cristo ofreciendo así un sacrificio verdadero y pleno a Dios en la Iglesia (Carta 63,14; Solano, I 223).
31.4 Naturaleza del Sacrificio de la Misa
El santo Sacrificio del Altar es la renovación incruenta del sacrificio del Calvario. Esta renovación se puede realizar hoy porque el sacrificio de Cristo es eterno y perdura en el Cielo y puede hacerse presente entre nosotros en la medida en que esa misma víctima y esa misma acción sacerdotal se hacen presentes en la eucaristía. Por eso cuando el sacerdote consagra el pan y el vino, la Víctima que murió en la Cruz se hace presente bajo las especies eucarísticas en virtud de la transubstanciación, participando el sacerdote de la eterna acción sacerdotal de Cristo. No se repite el sacrificio único de Cristo, sino que se participa repetidamente de él.
31.5 Fines y Frutos del Sacrificio Eucaristico
No son otros que los del sacrificio de la Cruz.
a.) Fin latréutico. La Mediator Dei lo señala como el primer fin de la eucaristía. Toda la Eucaristía es un canto de alabanza al Padre. Nuestra adoración se dirige a El por medio de Cristo, por medio su sacrificio redentor.
b.) Fin Eucarístico. Este sentimiento de acción de gracias está particularmente expresado en el prefacio, pero en realidad esto no hace sino disponernos a la perfecta acción de gracias. Darle gracias por los beneficios recibidos. La Misa realiza de manera excelente el deber de agradecimiento, pues sólo Cristo, en nuestro nombre, es capaz de retribuir a Dios sus innumerables beneficios.
c.) Fin propiciatorio A través de la santa Misa recibe Dios, de modo infinito y sobreabundante, méritos que remiten los pecados de vivos y muertos.
d.) Fin impetratorio. La Eucaristía es una oración. La plegaria Eucarística tiene el ritmo de impetración y la petición humilde. Si Dios es Padre en cualquier circunstancia, lo es mucho más en la Eucaristía, ya queÊen ella tocamos lo más hondo de su corazón de Padre al ofrecerle su Hijo. Por ello, por los méritos de Cristo podemos pedirle a Dios por nuestras necesidades y podemos llamarle Padre.
Frutos
a.) general o universal.
Para toda la Iglesia. Cada fiel, aunque no participe, recibe los beneficios de la Eucaristía.
b.) particular o ministerial
El sacerdote puede aplicar la Eucaristía por una determinada intención.
c.) especial
Es el que se desprende de la participación de los fieles en la celebración. Depende de la mayor o menor intensidad de la misma.