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lunes, 31 de octubre de 2022

Tenedor

 

Conserva tu tenedor

conserva tu tenedorUna mujer, a quien le habían diagnosticado una enfermedad terminal y le habían dado tres meses de vida, estaba poniendo sus cosas "en orden". Le pidió al sacerdote que fuera a su casa para discutir ciertos aspectos de sus deseos finales. Le dijo qué canciones quería que cantaran en su funeral, qué lecturas le gustaría que leyeran y con qué ropa querría ser enterrada. También pidió que la enterraran con su Biblia favorita. Cuando el sacerdote estaba preparándose para irse, de pronto la mujer recordó algo muy importante para ella y dijo: "Hay una cosa más". "¿Qué es?", preguntó el sacerdote. "Esto es muy importante", continuó la mujer, "quiero que me entierren con un tenedor en la mano derecha".

El sacerdote se quedó parado mirando a la mujer sin saber qué decir.

- "Esto le sorprende, ¿no?", dijo la mujer.

- "Bueno, para ser honesto, estoy extrañado por su petición", dijo el sacerdote.

La mujer explicó: "recuerdo que en todos los años de concurrir a comidas en la iglesia, cuando se retiran las fuentes del plato principal, alguien inevitablemente dice "conserva tu tenedor". Era mi momento favorito porque sabía que algo mejor venía... como torta de chocolate o pastel de manzana, algo maravilloso y sustancial. De modo que quiero que la gente me vea en mi ataúd con un tenedor en la mano y quiero que pregunten: "¿Para qué es el tenedor?". Entonces quiero que por favor les diga: "Conserva tu tenedor.... aún falta lo mejor."

"Los ojos del sacerdote se llenaron de lágrimas de alegría cuando se despidió de ella. Sabía que era una de las últimas veces que la vería antes de morir. Pero también sabía que la mujer entendía mejor que él lo que era la Gloria. Ella sabía que algo mejor venía.

En el funeral, la gente que se acercaba al ataúd veía el vestido que más le gustaba, su Biblia favorita y el tenedor en la mano derecha. Una y otra vez el sacerdote escuchaba la pregunta "¿Para qué es el tenedor?" y él sonreía. Durante su mensaje, el sacerdote les contó la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de morir. También les contó sobre el tenedor y lo que simbolizaba para ella; les contó cómo él no podría dejar de pensar en el tenedor y quizás ellos tampoco podrían hacerlo. Tenía razón.

De modo que la próxima vez que tomes un tenedor, deja que te recuerde muy suavemente que aún falta lo mejor.

Profundizar en los textos de San Lucas

 

Profundizar en los textos de san Lucas


La Iglesia nos permite celebrar la figura del evangelista san Lucas, médico griego convertido al cristianismo y compañero de san Pablo, autor de su propio Evangelio y del Libro de los Hechos de los Apóstoles. Tengo una especial preferencia por él. Hace unos años, cuando trabajaba en el mundo editorial, reedité una maravillosa novela histórica sobre su figura: Médicos de cuerpo y de almas, de Taylor Caldwell y me emocionó la película Pablo, apóstol de Cristo en la que un anciano Lucas intenta reavivar la fe de Pablo a través de sus logros y recopilando la palabra del apóstol en forma de cartas. Hoy es un día muy hermoso para meditar sobre la identidad del discípulo y todas las exigencias que sus textos nos invitan a vivir en la vida cristiana. 

San Lucas y su evangelio nos abre de manera bellísima a la figura de María, embellece la obra de la anunciación, de la visitación, del nacimiento y de los primeros pasos del Dios hecho hombre. A él le debemos el conocer mejor a la Virgen, a la que presenta con una delicadeza sin precedentes, y que resume en una de las frases para mí más hermosas, profundas y motivadoras de la Sagrada Escritura: «Todas estas cosas las meditaba en su corazón”.

El suyo es el Evangelio de la universalidad de la salvación, el Evangelio de la universalidad de la proclamación del espíritu evangélico, la universalidad de la misión, la universalidad del crecimiento de la Iglesia después de Pentecostés.  

Lo hermoso de san Lucas es que ensalza el anuncio de la salvación de una manera maravillosa, sencilla, tierna y dulce y deja un poso delicado de la bondad y la misericordia del Señor. En sus escritos Jesús aparece en su máxima expresión, sin sus textos no habrían llegado a nuestra vida la transformación de la parábola del hijo pródigo, ni la del buen samaritano, ni la de la oveja perdida, ni la de la prostituta perdonada. Nos habría pasado desapercibido la delicadeza con la que Jesús trataba a enfermos de cuerpo y de alma, nada sabríamos de la existencia de Zaqueo, ni tan siquiera de la existencia del buen ladrón. No habríamos experimentado la tierna mirada de amor de Cristo al prójimo, ni sentido como Cristo camina a nuestro lado en el relato de los dos de Emaús.

El evangelio de san Lucas es el evangelio de la misericordia, es el evangelio de la ternura de Cristo, es el evangelio del corazón cristiano, es el evangelio de la misión, es el evangelio que pone al cristiano en el camino del discipulado. ¡Qué gran ocasión para releer con amor su Evangelio y los Hechos de los Apóstoles!

¿Dios sana?

 

¿Dios sana?


Conozco a un matrimonio hondureño, ambos son jóvenes; el había trabajado en la policía de sus país y ante la negativa a aceptar sobornos y corrupciones tuvo que huir de Honduras. Compartiendo experiencias sobre sanación comenta con humildad cómo a lo largo de su casi treinta años de vida ha sufrido infinidad de graves accidentes que pudieron acabar con su vida e, incluso, un atentado y cómo el Señor, en su misericordia, le ha sanado. Me cuenta que vive por la gracia de Dios. Vive también porque Dios le ha dado la oportunidad de darle alabanza y gloria porque su madre le contó que tuvo intención de abortar antes de su nacimiento. Pero aquí está, peregrinando, sanado de las heridas corporales y del corazón porque durante mucho tiempo tuvo un gran rencor con su madre. ¿Dios sana?

Es una persona de fe. Alguien que cree en el poder sanador de Dios. Un joven que creció en un ambiente religioso, que se fue separando de la religión y regresó a ella. Cree en el poder sanador de Dios. Cree que Dios es un Dios sanador, que sana todas las heridas. Es un joven que se alimenta de la Palabra. Esa Palabra de Dios que invita a acercarse a Él y entregarle las heridas de la infancia, las experiencias del pasado, la amargura adquirida con el devenir de los días; una persona de oración que, desde la humildad, es capaz de decirle de tu a tu a Dios que no se merece levantarle la mirada pero que le conceda un corazón nuevo para amar todos nuestros días.  

Con frecuencia uno se relame con las pesadillas del pasado, se muestra angustiado por los acontecimientos de la vida. Su ejemplo, como el ejemplo de tantos que conozco, te demuestra que el dolor puede no ser de utilidad debido a la amargura y la acritud que provoca, como amargo es muchas veces el jarabe que tienes que tomar para curar una enfermedad aunque no por ello no sea beneficioso para tu salud; sin embargo, el dolor vivido desde la fe puede convertirse en un medio extraordinario para aceptar la voluntad de Dios, un despertador magnífico para darle fecundidad a la vida; si sabes sufrir, si sabes aceptar el dolor, te acercará a  Dios; si no te alejará de Él destruyendo tu interior.  

Dios sana. Orar con el corazón abierto, hacer el bien, no incurrir en faltas, vivir de la Palabra, purificar el corazón, confesarse, comulgar… son procesos que Dios emplea para nuestra sanación. Pero si Dios elige permitir que una aflicción persista, hay que darle gloria porque algo grande quiere hacer en ti.

La felicidad está en saber apreciar la grandeza de las cosas más pequeñas

 

La felicidad está en saber apreciar la grandeza de las cosas más pequeñas

El gran maestro de la sencillez y de las cosas pequeñas es el Espíritu Santo. Cuando abres tu corazón a la gracia que proviene de Él, cuando le pides que te ayude a valorar los ofrecimientos sencillos de la jornada, cuando te avienes a disfrutar de las cosas sencillas del día, cuando valoras los pequeños detalles que se te presentan la felicidad inunda tu ser. Son muchas las ocasiones en que los hombres cerramos el corazón y no somos capaces de disfrutar de los pequeños detalles, no somos capaces de atender determinadas palabras que recibimos, de ciertas cosas aparentemente insignificantes que nos ocurren porque desde nuestra mirada soberbia y egoísta no nos parecen relevantes. Obviamos llevar a cabo ciertos actos de bondad porque no se ven a los ojos de los demás. 

La felicidad está en saber apreciar la grandeza de las cosas más pequeñas. Admiramos, elogiamos y aplaudimos los hechos más sobresalientes de la vida pero pasamos por alto esas cosas que nos parecen pequeñas y de menor importancia que, sin embargo, son las que en definitiva determinan nuestros éxitos o fracasos. Y todo se escurre como el agua entre nuestras manos. Son las pequeñas cosas las que hacen grande nuestra vida. Olvidamos que venimos sin nada y nos iremos sin nada y que solo dejaremos en este mundo huella en el prójimo en los detalles pequeños: este gesto de amor, esta sonrisa en el momento adecuado, esa entrega en el momento que uno lo necesita, ese detalle inesperado, ese saludo amable, esa ayuda generosa, ese abrazo amoroso de perdón, esa mirada de misericordia, esa llamada de interés por el otro…

Todos estos detalles abiertos a la gracia son inspiración del Espíritu que abre el corazón al amor. El cristiano que proclama el Evangelio debe ser sencillo como sencillos deben ser sus gestos. El Evangelio se proclama de palabra y viviendo con fidelidad a la Voluntad de Dios porque el camino de las cosas pequeñas y de la sencillez es el camino que nos lleva a Cristo, que consiste en negarse a uno mismo, llevar la cruz, desterrar el egoísmo y servir al otro desde el amor auténtico.

domingo, 30 de octubre de 2022

Cómo ser un triunfador

Serás un triunfador

triunfador

Serás un triunfador... cuando el egoísmo no limite tu capacidad de amar.

Cuando confíes en ti mismo aunque todos duden de ti y dejes de preocuparte por el qué dirán.

Cuando tus acciones sean tan concisas en duración como largas en resultados.

Cuando puedas renunciar a la rutina sin que ello altere el metabolismo de tu vida.

Cuando sepas distinguir una sonrisa de una burla, y prefieras la eterna lucha que la compra de la falsa victoria.

Cuando actúes por convicción y no por adulación.

Cuando puedas ser pobre sin perder tu riqueza y rico sin perder tu humildad.

Cuando sepas perdonar tan fácilmente como ahora te disculpas.

Cuando puedas caminar junto al pobre sin olvidar que es un hombre, y junto al rico sin pensar que es un dios.

Cuando sepas enfrentar tus errores tan fácil y positivamente como tus aciertos.

Cuando halles satisfacción compartiendo tu riqueza.

Cuando sepas obsequiar tu silencio a quien no te pide palabras, y tu ausencia a quien no te aprecia.

Cuando ya no debas sufrir por conocer la felicidad y no seas capaz de cambiar tus sentimientos o tus metas por el placer.

Cuando no trates de hallar las respuestas en las cosas que te rodean, sino en Dios y en tu propia persona.

Cuando aceptes los errores, cuando no pierdas la calma, entonces y sólo entonces, serás... ¡UN TRIUNFADOR!