¡Por qué celebro la alegría de la vida!
¡Son muchos los que no saben las intenciones maliciosas de suplantar las celebraciones cristianas del día de Todos los Santos y del Día de difuntos!
Al contemplar el éxito comercial de Halloween, ¡que no nos caigan las lágrimas, no nos lamentemos, al contrario dejémonos desafiar por el evento, démosle un nuevo significado! ¿Por qué no llenarlo de fe?
Es cierto que en ciertas épocas de la cristiandad, las imágenes cristianas y las estatuas han sido ricas en bailes macabros, visiones infernales, torturas u otros horrores. En ciertos momentos es así como hemos expresado la relación con la muerte, el juicio que se hará sobre nuestras acciones y, a veces, también el deseo de encerrar a la población en miedos esterilizadores.
Halloween —en realidad la celebración de todos los santos en las sociedades de raíz cristiana, no lo olvidemos— nos invita a los católicos a revivir nuestras propias celebraciones, a darle un significado profundo detrás de las viejas palabras y los ritos de nuestra fe.
Atrapada ahora en el calendario entre la fiesta de las calabazas con muecas y el día de los difuntos, la fiesta de los santos está destinada a ser la fiesta de la felicidad de todos los que nos reconocemos amigos de Jesús, sin miedos y sin máscaras.
Los cristianos tenemos muchos otros accesos a la felicidad a pesar de que la muerte misma es un elemento básico de la felicidad cristiana porque es el viaje a la patria celestial. ¿Acaso el evangelio de las bienaventuranzas no pone la fe en el centro de las contradicciones de la vida proclamando felices a los pobres, a los que lloran, al hambriento de justicia? ¿no es una manera de resaltar la vocación subversiva de la fe cristiana?
Esta la noche es la antesala de todos aquellos que están enamorados de la felicidad, de los que aman la felicidad ajena, de los que están listos para darse a sí mismos y cuyo corazón busca latir al ritmo del corazón de Jesús. Esta felicidad, no puede explicarse. En la vigilia de esta noche, la de Todos los Santos, podemos por medio de la oración contemplar los rostros de aquellos que cuentan con la visión de Dios, los que sienten la huella de la santidad de Dios, la multitud de santos de todos los tiempos que están de pie ante el Trono de Dios.
Halloween no es una fiesta inocente porque sus símbolos son símbolos de muerte y de terror. Se celebra el cumpleaños del diablo que millones de seguidores en todo el mundo conmemoran con misas negras, abusos terribles a menores, disfraces irreverentes, máscaras vampíricas, profanaciones eucarísticas… El ambiente que rodea este día es de miedo aunque el demonio sepa presentar lo negativo con la mejor de las apariencias.
Aunque no lo creamos celebrar Halloween implica trabar una amistad con el mundo de las tinieblas, de lo oscuro y de lo maligno. Celebrar Halloween no agrada a Dios. Mañana es el día para desagraviar al Sagrado Corazón de Jesús, orando si es posible en vigilias de oración. No se trata de no celebrar nada sino de celebrar el día de Todos los Santos, a los que estamos unidos por nuestro camino de fe. ¡Yo celebro la vida, no la muerte!