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domingo, 6 de agosto de 2017

Mi corazón está firme

desde Dios
Me acerco a la oración por medio de un salmo hermoso, profundo y cadencioso. Es el salmo 57, que entre otras cosas exclama: «Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar al son de instrumentos».
¡Mi corazón esta firme y siempre tiene que estar dispuesto, abierto a la alegría, a la esperanza, a la espera! ¡Mi fe me sostiene y mi espíritu me fortalece!
No es fácil la vida. Las contrariedades aparecen cuando menos te las esperas. Y el corazón debe estar preparado para aceptar los reveses. Un cristiano ha de ser firme. Decidido. Firme en la constancia, valeroso en el sufrimiento.
Cuando uno es firme se manifiesta fiel y decidido ante cualquier circunstancia que se le presente. Cuando uno es firme acepta lo que venga y su compromiso no se compromete. Aguanta el tiempo que convenga porque es sostenido por el Espíritu.
Pero la firmeza puede convivir —y convive— con los miedos, la tibieza y las vacilaciones. Con la falta de compromiso por miedo al fracaso. Lo importante es el poso que hay en lo profundo del corazón. El fracaso es consustancial al ser humano; pero desde el fracaso puede surgir la fortaleza y la experiencia.
No resulta sencillo ser firme en las convicciones, en la lucha cotidiana, en el camino de la vida. Es más sencillo abandonar cuando todo se complica; sucumbir ante la incerteza o las dudas; no comprometerte por miedo al que dirán o no ser capaz de dar la talla; no terminar algo porque implica demasiado esfuerzo… La firmeza se sostiene con el compromiso en el trabajo, en el servicio comunitario, en los estudios, en la vida hogareña, en las relaciones familiares y de amistad, en la formación humana o profesional…
Firme implica estar lleno del Espíritu de Dios. Es permanecer en la confianza y en la perseverancia. Tener fortaleza interior no es lo mismo que ser una persona fuerte, endurecido por las experiencias y las heridas que le ha producido la vida. Estar firme en el Espíritu es el único modo de poder resistir los embates de las sombras del ambiente. Es tener conciencia de quien es Dios, saber que se puede confiar plenamente en Él, confiar en que Él hará lo que mejor convenga. Y eso exige crecer cada día en la oración, en la Eucaristía y en la vida de sacramentos.
¿En qué medida cultivo yo la firmeza de mi Espíritu?

¡Señor dame firmeza que la necesito! ¡Ayúdame a sostenerme en ti con la fuerza de tu Santo Espíritu! ¡Concédeme la gracia de que tu seas siempre mi roca para que no dude ante los acontecimientos de la vida! ¡Dame firmeza, Señor, para que mis pensamientos y mis acciones estén guiadas siempre por tu Palabra y tu Evangelio! ¡Dame firmeza, Señor, para que mi corazón no se confunda ante los engaños del mundo! ¡Dame firmeza, Señor, para que mis ideas no cambien en función de las circunstancias! ¡Dame firmeza, Señor, para que sepa hacer siempre lo que convenga, que es el bien por amor a ti y a los demás! ¡Dame firmeza, Señor, para que mi fe no vacile y cumpla siempre tu santa voluntad! ¡Dame firmeza, Señor, para que los problemas, las dificultades, los obstáculos y los fracasos no me hagan abandonar nunca! ¡A ti Espíritu Santo te pido la firmeza para que me protejas de los temores y mis inseguridades! ¡Espíritu Santo, dame firmeza para enfrentarme a lo desconocido! ¡Dame firmeza, Espíritu divino, para sostenerme en medio de la adversidad! ¡Dame firmeza, Espíritu de sabiduría, para mantenerme siempre cerca de Dios!

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