Uno de los medios más hermosos para encontrarse con Dios es la naturaleza, con ese ritmo acompasado que se aleja del vértigo de la vida humana. A través de ella Dios ilumina nuestra vida con su presencia. La Creación es el principal medio en el que Dios se hace presente en el mundo. Los árboles, las nubes, las flores, los ríos, las montañas… la vida interior —la piedad si se prefiere— te permite comprender los signos de esta presencia.
Paseas por la montaña o por los valles, junto a cañadas o en la vereda de los ríos, elevas los ojos al cielo y comprendes no sólo la belleza sino la magnitud de la creación de Dios. Y más todavía. Tomas conciencia del gran amor que Dios siente por el hombre obsequiándole con tan incomparable regalo.
Paseas por la montaña o por los valles, junto a cañadas o en la vereda de los ríos, elevas los ojos al cielo y comprendes no sólo la belleza sino la magnitud de la creación de Dios. Y más todavía. Tomas conciencia del gran amor que Dios siente por el hombre obsequiándole con tan incomparable regalo.
En estos días de asueto siento también la huella de Dios en mi vida con el disfrute de su creación. Subía el otro día una montaña. Subiendo la cuesta hasta la cima tomaba conciencia viva de que esa montaña, presente desde la creación del mundo, pervive desde siglos infinitos antes del caminar del hombre sobre la tierra. El hombre está de paso, peregrina hasta un destino eterno; la naturaleza te hace darte cuenta de la finitud de la vida.
La naturaleza es un medio muy adecuado para acercarse a Dios pero requiere abrir el corazón para detenerse en sus beneficios. Con el corazón abierto, sensible a la belleza y a la hermosura de lo creado, te conviertes en privilegiado protagonista de un espectacular lienzo que Dios, en su infinita bondad, fue creando durante seis días antes de dar vida al ser humano.
¡Qué gran regalo el tuyo Señor y que pocas veces doy gracias por poder disfrutarlo!
¡Te doy gracias, Dios mío, porque me permites gozar de la belleza de la Creación! ¡Cada segundo de mi vida es un precioso regalo para alabarte por las maravillas de la naturaleza! ¡Es la gran oportunidad que tu me ofreces para ser Tu en medio del mundo! ¡Para ser colaborador tuyo en la conservación de lo que has creado! ¡Cada momento es una oportunidad única para continuar tu obra, cuidando el medio ambiente! ¡Gracias, Padre, porque cada segundo de mi vida es un tiempo precioso para unirme a Ti en la oración y dar gracias por la belleza que contemplo a mi alrededor! ¡Gracias, Padre, por este amor infinito! ¡Por haber pensado en la belleza del mundo, el mejor escenario para la vida del hombre! ¡Gracias, Padre, por la oportunidad que me ofreces de descansar unos días rodeado de naturaleza en la que te me puedo acercar más a Ti! ¡Me uno a Ti, Padre, con el cántico de las criaturas de San Francisco y digo como él: loados seas, mi Señor, por nuestra hermana madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna y produce los frutos para nuestra subsistencia!
El cántico de las criaturas de San Francisco, musitado:
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