Hacerse preguntas
Los que somos padres y tenemos hijos pequeños estamos sometidos a preguntas que requieren respuestas: ¿por qué? (cuando planteas algo), ¿Cuándo llegaremos? (a los cinco minutos de salir de viaje), ¿Qué hay para cenar? (cinco minutos antes de cenar)… cada pregunta tiene como fin dar claridad y estructura a la vida. Cuando somos mayores las preguntas tienen la habilidad de ordenar tiempos, pensamientos, acciones. Y cuando esa pregunta se queda sin responder puede surgir una sensación de desconcierto, crear malos entendidos o generar desorden.
La vida requiere preguntas y respuestas. Muchas están en la Biblia. Te plantean cuestiones desafiantes aunque no te ofrecen soluciones fáciles porque la respuesta requiere dar espacio al corazón y tener la ocasión de abrirlo para escuchar a Dios. Buscan una respuesta a una pregunta sobre algo y sales con un descubrimiento nuevo. Con gran frecuencia, la lección que surge la hayas en el proceso mismo de tu propio cuestionamiento.

La vida es hacerse preguntas. Cuando lees las Escrituras surgirán cientos de preguntas. Cada página de la Biblia abre una magnífica oportunidad para conocer a ese Dios poderoso y amoroso, firme y misericordiosa, exigente y tierno… un Dios que cuya gracia y poder , cuya grandeza y omnipotencia es más grande de lo que uno pueda imaginar, un Dios que no puede ser definido con nuestros interrogantes humanos pero que al buscarlo con el corazón abierto, a través del misterio de lo divino, en un camino de continuo descubrimiento, superará nuestras expectativas.
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