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jueves, 27 de abril de 2017

Escucha el susurro... o el ladrillazo

Nuestro ritmo de vida nos lleva muchas veces a vivir demasiado deprisa. Sobre este tema trata la reflexión que os propongo leer:


Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a gran velocidad en su flamante automóvil eléctrico Tesla. Al llegar a un cruce, redujo su velocidad por precaución, por si cruzaba la calle algún chico sin mirar. De repente, sintió un estruendoso golpe en la puerta del vehículo. Al bajarse, vio que un ladrillo le había estropeado la pintura, carrocería y vidrio de la puerta de su lujoso auto.
Giró en sentido contrario para dirigirse a donde vio salir el ladrillo que acababa de afectar a su precioso auto.
Salió del vehículo de un salto y agarró por los brazos a un chiquillo, y empujándolo hacia la pared de un edificio, le gritó a toda voz: ¿Qué rayos fue eso? ¿Quién eres tú? ¿Qué crees que haces con mi auto? Y muy enfurecido, continuó recriminándole al chiquillo: !Es un auto nuevo y ese ladrillo que lanzaste va a costarte caro! ¿Por qué hiciste eso?
"Por favor, Señor, por favor. ¡Lo siento mucho! no sabía que hacer", suplicó el chiquillo." Le lancé el ladrillo porque nadie se detenía... las lágrimas bajaban por sus mejillas hasta el suelo, mientras señalaba hacia alrededor del auto estacionado.
"Es mi hermano", le dijo. Se descarriló su silla de ruedas y se cayó al suelo y no puedo levantarlo". Sollozando, el chiquillo le preguntó al ejecutivo: "Puede usted, por favor; ayudarme a sentarlo en su silla? Se ha golpeado, está en tierra y pesa mucho para mí solito". Soy pequeño.
Visiblemente impactado por las palabras del chiquillo, el ejecutivo tragó la saliva  que se le formó en su boca.
Indescriptiblemente emocionado por lo que acababa de pasarle, levantó al joven del suelo y lo sentó en su silla nuevamente sacando su pañuelo de seda para limpiar un poco los cortes y la suciedad sobre las heridas del hermano de aquel chiquillo especial. Luego de verificar que se encontraba bien, miró; y el chiquillo le dio las gracias con una sonrisa que no tiene posibilidad de describir nadie... "DIOS lo bendiga, señor...y muchas gracias" le dijo.
El hombre vio como se alejaba el chiquillo empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su hermano, hasta llegar a su humilde casita. El ejecutivo no ha reparado aún la puerta del auto, manteniendo la hendidura que le hizo el ladrillazo; para recordarle el no ir por la vida tan deprisa que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para que preste atención. Dios nos susurra en el alma y en el corazón. Hay veces que tiene que lanzarnos un ladrillo a ver si le prestamos atención.

Escoge: Escucha el susurro... o el ladrillazo.

domingo, 20 de noviembre de 2016

La escucha de María

virgen-nino
Tercer fin de semana de noviembre con María en el corazón. María, el icono de la escucha. El silencio de Nuestra Señora es un silencio completamente orientado a la “escucha”. Es el silencio de la acogida de la Palabra: María siempre está preparada para poder “escuchar” y atender. Primero, porque atiende a las palabras, de saludo e invitación, del arcángel Gabriel; al saludo profético y la bendición de su querida prima Isabel; al canto de los ángeles en el nacimiento de su Hijo; a la profecía del anciano Simeón; a las palabras de Jesús en el templo, con apenas doce años cumplidos…
La escucha de María es una escucha a las palabras y los acontecimientos de la vida de su Hijo. Pero María no solo escuchaba; guardaba con celo para no olvidar fácilmente; conservaba en su corazón para que nada se dispersara; y meditaba en lo más profundo de sí para indagar el significado de la Palabra o el acontecimiento en la vida de Jesús y, en general, en la historia de la salvación. María, meditando, se nos presenta como la mujer sabia, que recuerda y actualiza la palabra y los acontecimientos, y se interroga por el significado de las palabras oscuras sobre las que se proyecta la sombra de la Cruz y acoge los silencios de Dios con su silencio orante.
¡Si yo fuera capaz de lograr más silencios en mi vida, más abierto estaría a la voluntad del Padre y mejor persona sería!

¡Qué escuela la tuya, Señora! ¡Dame, Madre, un corazón silente para acoger con humildad la palabra de tu Hijo! ¡Dame, María, la sencillez de corazón para aceptar la voluntad del Padre y orientar mi vida a la escucha con el fin de estar preparado para apercibir todos los susurros que el Espíritu me regala en la oración diaria! ¡Enséñame, Señora del silencio, a aprender a callar si al hablar voy a dañar la caridad! ¡Enséñame, Señora, a callar lo negativo, lo que avergüence al que está a mi lado, si no defiendo la justicia o la verdad, lo que corrompe mi corazón, lo que comporte sólo crítica destructiva o difamación! ¡Ayúdame a no hablar mal de nadie! ¡Ayúdame, María, a cultivar el silencio en mi corazón para comprenderme primero a mí, para escuchar y atender a mis semejantes, para encontrar y conocer a Dios, para eliminar de mi corazón los pensamientos negativos, las ilusiones imaginarias, los agobios innecesarios, los sufrimientos dañinos! ¡Ayúdame, Madre del amor hermoso, a aprender de tus silencios para aceptar interiormente y con paz en el corazón todo lo que Dios quiere y espera de mi, para aprender a sufrir y amar en la confianza en Dios! ¡Ayúdame, Señora de la oración, a orar en silencio, a vivir con santidad con pureza de corazón! ¡Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío!
Del compositor inglés Thomas Damett, uno de los grandes músicos británicos del siglo XV, disfrutamos hoy de su antífona Beata Dei genitrix a tres voces de delicada sensibilidad: