Hay cosas que se desgastan por el uso continuado que hacemos de ellas. Y eso puede ocurrir también con las cosas que hacemos y amamos cada día o las que compartimos con nuestros semejantes. Eso tiñe de colores oscuros nuestra vida. Si planeamos una mirada sobre nuestra vida observamos como algunos valores se van oxidando paulatinamente.
La vida, regalo de Dios, a pesar de que su fuerza va aminorando con el paso de los años nos ha sido entregada para hacer un buen uso de ella, respetándola con libertad, compartiéndola para el bien con los demás y para hacer a los demás el bien que deseamos para nosotros mismos.
La fe, don de Dios, regalo de la gracia divina, que no constituye una propiedad que uno adquiera de por sí o por sus méritos. Y por esta gran riqueza hay que dar infinitas gracias, aprender a administrarla, alimentarla y, sobre todo, compartirla.
La familia, nunca perfecta, nunca inmaculada. No llevamos en nosotros la impronta de un nombre, vamos acompañados de unos apellidos que vienen otorgados por nuestros padres, origen de un pasado lejano. Es la familia, célula esencial de la sociedad, la mejor escuela del amor, de la generosidad, del perdón, de la comunicación, de la entrega, del sufrimiento, de la paz… Si no se nutren estos valores en la familia no se pueden exportar a la sociedad y uno tampoco crece humanamente.
La amistad, el vínculo que entrelaza el hombre con la sociedad, la cadena que nos permite caminar en peregrinación por lo senderos de la vida, donación de uno mismo.
Ahora me pregunto: ¿Doy gracias habitualmente por el don maravilloso de la vida? ¿soy capaz de apreciar en toda su grandeza la belleza que hay en la naturaleza, en el corazón de las personas, en las cosas que me envuelven? ¿Respeto la vida y la vida ajena sin jugar, sin valorar anticipadamente sus actos? ¿amo y respeto incluso los pequeños detalles de la vida? ¿Como alimento mi fe? ¿Soy fiel a la revelación divina? ¿Alimento adecuadamente mi vida espiritual con oraciones, plegarias, lecturas, jaculatorias, adentrándome en la realidad del Evangelio? ¿Procuro ser alegría auténtica en mi familia? ¿Trato de hacer feliz a sus miembros o los amargo con mis actitudes? ¿Sostengo mis amistades con una profundidad humana, la baso en la confianza mutua, en la fidelidad, en la comprensión ante cualquier dificultad? ¿O todas estas preguntas se responden con la rutina, la inercia, la comodidad, la falta de ilusión y de imaginación?
Quien es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho. Quién es infiel en lo poco también es infiel en lo mucho.
En una mirada sobre mi vida mucho tendré que hacer para no dejarla vacía de contenido.
¡Señor, gracias por el regalo de la vida, gracias por mi fe, gracias por mi familia, gracias por mis amigos, gracias Señor porque todo lo maravilloso que tú has puesto a mi alrededor y tengo posibilidad de valorarlo cada día! ¡Quiero en este día gozar de los pequeños milagros que me ofreces, ese gran milagro que es la conjunción de todas las cosas sencillas que ocurren a mi alrededor, que es encontrar la felicidad en los pequeños momentos de mi vida, con los míos, con mis amigos, en mi vida de fe y mi vida espiritual¡ ¡Quiero, Señor, que me ayudes a llenar mi vida de satisfacciones y a dar el valor supremo a las personas que me rodean y a las muchas cosas que se cruzan por mi camino! ¡Desde lo más profundo de mi corazón te doy las gracias, especialmente por todo lo que me has concedido sin habértelo pedido y rogado, sin haberlo merecido, todo es un regalo tuyo gratuito! ¡Gracias infinitas por el bienestar, por las alegrías y las penas, por la salud, por los sufrimientos, por las satisfacciones, y aunque todas las cosas me cuestan mucho trabajo, Señor, te agradezco y te ofrezco los esfuerzos cotidianos! ¡Gracias por los rayos de esperanza que iluminan mi camino cada día! ¡Todo es Providencia tuya, Señor de la Esperanza y la misericordia! ¡Pero sobre todo, te doy gracias, Señor, por la fe tan grande que tengo en ti! ¡Te doy gracias, Señor, porque me iluminas en la oscuridad, me levantas cuando caigo y me perdonas cuando te ofendo! ¡Te doy gracias, Señor, por todo aquello que ignoro y de lo cual debo darte gracias!
Ha quien que no vive para servir, no sirve para vivir y la que dijo que “La revolución del amor comienza con una sonrisa. Sonríe cinco veces al día a quien en realidad no quisieras sonreír. Debes hacerlo por la paz”. Damos gracias a la Iglesia por el ejemplo de esta mujer testimonio de la misericordia.oy el Papa Francisco eleva a los altares a la Madre Teresa de Calcuta, la servidora de los pobres, par
Adoramus te, o Christe, cantamos hoy como plegaria: