Compréndelos para vivir aún más profundamente la maravilla de la misa
Adoración
Es el fin latréutico de la misa. Deriva del término griego “latría”, que quiere decir precisamente adoración, alabanza a Dios en señal de reconocimiento de su divinidad; alabanza a Dios porque es Dios, pero no sólo de manera “genérica”, por lo que se puede alabar a Dios en cualquier lugar y momento, sino con la conciencia que en la misa Dios está presente de manera real y física en la Eucaristía, es decir, su Cuerpo y su Sangre donados por nosotros por amor para salvarnos del pecado y de la muerte.
Acción de gracias
Es el significado mismo de la palabra “Eucaristía”, que deriva del griego y significa precisamente “agradecimiento”. Este es el objetivo eucarístico de la misa: agradecer, dar gracias. La misa es la Eucaristía, es agradecimiento, es acción de gracias a Dios por todo lo que recibimos de él – precisamente por el hecho de recibirlo a Él mismo. Dios nos ha dado el don de agradecerle dignamente haciendo que en la misa ofrezcamos nada menos que al mismo Jesucristo en un acción de gracias.
Reparación
Llamada también propiciación o expiación, es el fin propiciatorio de la misa: se trata de reparar el sufrimiento que le provocamos a Dios cuando con nuestros pecados nos alejamos voluntariamente de su amor. Sólo Jesucristo puede expiar dignamente, a través de su sacrificio, las ofensas hechas a Dios. La misa es el sacrificio expiatorio porque vuelve presente, en la Eucaristía, al mismo Cristo en estado de víctima, con su Cuerpo donado por nosotros y su Sangre versada para lavarnos de nuestros pecados. “Esta es mi sangre de la alianza, versada por ustedes, en remisión de los pecados” (cfr. Mt 26, 28).
Petición
Llamada también impetración, es el acto de suplicar a Dios y de presentarle nuestras oraciones. Es el fin imprecatorio de la misa. Jesucristo vive e intercede por nosotros, presentando al Padre su Pasión. Si tenemos ya la promesa de obtener todo lo que pedimos a Dios en nombre de Jesús (cfr. Jn 16, 23), mayor debe ser nuestra confianza si ofrecemos a Dios al propio Jesús que nos ama. Además de ser la oración del mismo Jesús, la misa es también la oración de la Iglesia, que une sus súplicas a las de Cristo.