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viernes, 21 de abril de 2017

Los 4 objetivos de la Misa

Compréndelos para vivir aún más profundamente la maravilla de la misa


Adoración

Es el fin latréutico de la misa. Deriva del término griego “latría”, que quiere decir precisamente adoración, alabanza a Dios en señal de reconocimiento de su divinidad; alabanza a Dios porque es Dios, pero no sólo de manera “genérica”, por lo que se puede alabar a Dios en cualquier lugar y momento, sino con la conciencia que en la misa Dios está presente de manera real y física en la Eucaristía, es decir, su Cuerpo y su Sangre donados por nosotros por amor para salvarnos del pecado y de la muerte.

Acción de gracias

Es el significado mismo de la palabra “Eucaristía”, que deriva del griego y significa precisamente “agradecimiento”. Este es el objetivo eucarístico de la misa: agradecer, dar gracias. La misa es la Eucaristía, es agradecimiento, es acción de gracias a Dios por todo lo que recibimos de él – precisamente por el hecho de recibirlo a Él mismo. Dios nos ha dado el don de agradecerle dignamente haciendo que en la misa ofrezcamos nada menos que al mismo Jesucristo en un acción de gracias.

Reparación

Llamada también propiciación o expiación, es el fin propiciatorio de la misa: se trata de reparar el sufrimiento que le provocamos a Dios cuando con nuestros pecados nos alejamos voluntariamente de su amor. Sólo Jesucristo puede expiar dignamente, a través de su sacrificio, las ofensas hechas a Dios. La misa es el sacrificio expiatorio porque vuelve presente, en la Eucaristía, al mismo Cristo en estado de víctima, con su Cuerpo donado por nosotros y su Sangre versada para lavarnos de nuestros pecados. “Esta es mi sangre de la alianza, versada por ustedes, en remisión de los pecados” (cfr. Mt 26, 28).

Petición

Llamada también impetración, es el acto de suplicar a Dios y de presentarle nuestras oraciones. Es el fin imprecatorio de la misa. Jesucristo vive e intercede por nosotros, presentando al Padre su Pasión. Si tenemos ya la promesa de obtener todo lo que pedimos a Dios en nombre de Jesús (cfr. Jn 16, 23), mayor debe ser nuestra confianza si ofrecemos a Dios al propio Jesús que nos ama. Además de ser la oración del mismo Jesús, la misa es también la oración de la Iglesia, que une sus súplicas a las de Cristo.

viernes, 21 de octubre de 2016

“Para conocer a Jesús no basta el catequismo, hay que rezar”

Oración, adoración y reconocerse pecadores. Son tres elementos indispensables para conocer verdaderamente a Jesús. Y es por ello que no basta el catecismo, como indicó Papa Francisco en la homilía de la misa que presidió hoy, 20 de octubre, por la mañana en la capilla de la Casa Santa Marta, según indicó la Radio Vaticana.
 
El Pontífice reflexionó sobre el pasaje de la Carta de San Pablo a los Efesios, primera lectura de hoy: «Ganar a Cristo», es el tema. El Apóstol de los gentiles pide que el Espíritu Santo le de a los efesios la gracia de «ser fuertes, reforzados» para que Cristo  pudiera vivir en sus corazones. Porque «ahí está el centro».

Pablo, dijo Bergoglio, «se sumerge» en el «mar inmenso que es la persona de Cristo» Después se preguntó: «¿Cómo podemos conocer a Cristo? ¿Cómo podemos comprender el amor de Cristo que supera todo conocimiento?». Cristo, respondió Papa Francisco, «está presente en el Evangelio. Leyendo el Evangelio conocemos a Cristo. Y todos nosotros hacemos esto. Al menos escuchamos el Evangelio cuando vamos a Misa. Con el estudio del catecismo. El catecismo nos enseña quién es Cristo. Pero esto no es suficiente. Para ser capaces de comprender cuál es la amplitud, la longitud, la altura y la profundidad de Jesucristo es necesario entrar en un contexto, primero, de oración, como hace Pablo, de rodillas: ‘Padre envíame al Espíritu para conocer a Jesucristo’».
Par conocer verdaderamente a Cristo, reafirmó Francisco, «es necesaria la oración»; pero Pablo, añadió, «no sólo reza, sino que adora este misterio que supera todo conocimiento y en un contexto de adoración pide esta gracia» al Señor. «No se conoce al Señor —explicó el Papa— sin esta costumbre de adorar, de adorar en silencio. Adorar. Creo (si no me equivoco) que esta oración de adoración es la menos conocida por nosotros, es la que hacemos menos. Perder el tiempo (me permito decir) ante el Señor, ante el misterio de Jesucristo. Adorar. Y allí en silencio, el silencio de la adoración. Él es el Señor y yo adoro».
El Pontífice concluyó su homilía diciendo que «para conocer a Cristo es necesario tener conciencia de nosotros mismos», es decir, tener la costumbre de acusarnos a nosotros mismos, reconociendo que  somos «pecadores».
«No se puede adorar sin acusarse a sí mismo —explicó. Para entrar en este mar sin fondo, sin orilla, que es el misterio de Jesucristo, son necesarias estas cosas. La oración: ‘Padre, envíame al Espíritu para que Él me conduzca a conocer a Jesús’. Segundo: la adoración del misterio, entrar en el misterio, adorando. Y tercero: acusarse a sí mismo. Soy un hombre de labios impuros’».

sábado, 10 de septiembre de 2016

La obra maestra compuesta por Santo Tomás de Aquino

Pange Lingua es hoy el himno eucarístico por excelencia de la Iglesia católica



Se le debe a santo Tomás de Aquino uno de los himnos eucarísticos más bellos de la Iglesia católica. El Pange Lingua fue compuesto por la liturgia de la solemnidad del Corpus Domini, instituida en Orvieto en 1264 enseguida a los eventos milagrosos sucedidos en Bolsena el año anterior. El himno, recorre la Última Cena de Cristo. Como oración de adoración a la Eucaristía, se canta al finalizar la Misa in Coena Domini, el Jueves Santo. En cualquier liturgia que se concluya con la bendición eucarística se suelen cantar las últimas dos estrofas de este himno extrapoladas como Tantum ergo Sacramentum.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Rezar por los que me hacen daño

Rezar por los que me hacen daño
El sábado a última hora de la tarde, cuando el calor arreciaba, fui al Santuario. Había varias parejas con hijos. En uno de los bancos un vagabundo tumbado.  Escucho esta frase de un padre que tiene a sus hijos correteando a sus pies: «Ese pobre de m… podría ponerse en otro lugar». He sentido una desazón profunda por él al escuchar esta frase despectiva e hiriente.
Cuando regresé a casa me pregunta por lo que ha escuchado. Trato de hacerle entender que no todos somos capaces de amar al que tenemos al lado, especialmente cuando nos creemos mejores a los demás. Le pregunto: «¿Crees que este pobre vagabundo tiene la misma dignidad que papá?». «Tu eres mejor», me contesta orgulloso. La respuesta es amor de hijo pero me permite explicarle que todo ser humano por el hecho de ser persona, por haber sido creada por Dios, merece un respeto a su dignidad. Por muy pobre que sea. Y que seguramente Dios se sentirá más cerca de ese pobre que de la persona que le ha insultado.
Y trato de explicarle algo que me ha ayudado mucho en los últimos años. Hace un tiempo me costaba mucho querer y, sobre todo, rezar por aquellos que no me quieren, con los que no tenía simpatía alguna, que de alguna manera me habían perjudicado. Pero la oración obra milagros. Y siendo consciente del daño que he podido hacer a muchas personas a lo largo de mi vida, me ha permitido cada día rezar por aquellos con los que he chocado o me hacen daño. Eso ha sanado muchas heridas de mi corazón y lo ha purificado. Todos los días le pido al Señor que me dé un corazón limpio, manso y bondadoso que sea capaz de amar a los demás, sobre todo, en aquellos que están más alejados de mí por las circunstancias que he vivido. No siempre es fácil, pero es un camino que me ayuda a crecer como cristiano. Hay algo que tengo claro: cada ser humano es imagen de Dios y como tal no podemos nunca despreciar a nadie.

¡Señor de la misericordia y el amor, te doy gracias por tu bondad y tu paciencia! ¡Gracias por como manifiestas tu misericordia conmigo! ¡Te pido humildemente tu perdón cuando cometa actos contra ti, cuando te ofenda, cuando actúe contra los demás con mis palabras, con mis hechos e, incluso, con mis pensamientos! ¡Padre de bondad, envía tu Espíritu para que aprenda a perdonar a todas las personas que me han dañado u ofendido y dame la fuerza para vivir siempre rodeado del perdón y la misericordia para conmigo y para con los demás! ¡Te doy gracias, Señor, porque siento en mi corazón perdón y con ese perdón puedo perdonar también a los demás! ¡Señor, no soy perfecto y también yo hecho daño a los demás y he sido merecedor de tu perdón y tu misericordia! ¡Hazme abierto al amor! ¡Padre de bondad, gracias porque cada día siento tu presencia y porque me muestras el camino de la reconciliación, de la misericordia y el amor! ¡Te amo, Dios mío, porque eres un Padre que ama y perdona, que acoge y abraza! ¡Quiero ser como tú, Señor! ¡En este día te pido por los marginados, por los despreciados, por los parias de la sociedad, por los que son ninguneados y negados... tú te haces presente en todos ellos! ¡Señor, bendícelos y no permitas que esta sociedad inmisericorde menosprecie la dignidad de nadie!
De J. S. Bach (1685-1750) disfrutamos hoy de la cantata Mein Herze schwimmt im Blut, BWV 199 ("Mi corazón flota en sangre"):

viernes, 29 de julio de 2016

3 prácticas católicas para el “espiritual pero no religioso”

Mucha gente "espiritual" tiene sed de algo más...¿por qué será eso?



Como ya sabéis muchos de vosotros, cada vez hay más personas que empiezan a identificarse como “espiritual, pero no religioso”. Siempre he sospechado que esta frase abarca a un grupo muy diverso de personas, algunos más cerca del agnosticismo de lo que querrían admitir, y otros que practican una fe de forma periódica pero que no quieren identificarse demasiado íntimamente con ella.

Circunstancialmente he llegado a creer que la frase “espiritual pero no religioso” la usan pocas veces personas que de veras implementan varias prácticas espirituales en sus vidas.

Pero pienso que las personas que usan esta frase quieren sinceramente ser más espirituales, de ahí que usen la expresión.

La frase transmite simultáneamente una alienación de Dios (presentado como despegado de la mayoría de prácticas espirituales) y un genuino deseo de establecer una relación con Él.

Hace poco leí un estudio interesante realizado hace unos años por una socióloga de religión, Nancy Ammerman, que confirmaba lo dicho. Su investigación constató que la mayoría de las personas que son “espirituales” dependen en gran parte de las tradiciones y prácticas religiosas.

De hecho, descubrió que las personas que eran “más activas en una religión organizada también eran las más comprometidas en las prácticas espirituales y en una visión espiritual del mundo”.

También reveló que “las personas con un sentido más sólido de una presencia sagrada son aquellas que participan en actividades religiosas que facilitan el diálogo y las relaciones”.

En otras palabras, parece ser que lo “espiritual” de “espiritual pero no religioso” depende en realidad, y bastante, de la participación en una tradición religiosa.

Nuestra cultura individualista y relativista nos guía, naturalmente, hacia un deseo gnóstico de separar las prácticas religiosas (cuerpo), asociadas con el dogma y las normas, de la espiritualidad (alma), asociadas con una relación con Dios.

Pero nuestra realidad humana, sencillamente, no permite que esto suceda. Somos tanto alma como cuerpo. Si no usamos nuestro cuerpo en la vida espiritual, nuestra alma sufre.

Una forma sencilla de explicar esto se encuentra en lo que entendemos secularmente como crear un hábito.

Si queremos estar sanos, no es suficiente con desear estarlo, ni siquiera con desarrollar actitudes psicológicas saludables. La salud requiere tanto del cuerpo como de la mente. Y están interrelacionados.

¿Por qué pensar que la espiritualidad es diferente?

Una persona “espiritual pero no religiosa” se parece mucho a una persona muy madura emocionalmente que está viendo Netflix sin parar, come comida basura, no tiene trabajo y se pasa todo el día en el sofá.

No existen muchas personas así, porque la salud mental y corporal están interrelacionadas, de igual forma que espiritualidad y religión son inseparables.

Así que afrontémoslo, las tradiciones de las religiones establecidas tienen miles de años de experiencia y conocimientos acumulados en el área del crecimiento espiritual.

Sencillamente, no tiene sentido que alguien rechace esa sabiduría si la relación con Dios le parece verdaderamente importante.

Como esto es cierto, creo que ahí fuera hay muchas personas “espirituales pero no religiosas” que están sedientas de más “espiritualidad” pero que en realidad no saben cómo obtenerla. Y la respuesta es fácil: religión.

¿Te criaste en el catolicismo aunque te identificas como “espiritual pero no religioso”?

¿Conoces a alguien que sea “espiritual pero no religioso”?

¿Vas a misa casi regularmente o con normalidad pero buscas algo más?

Pues aquí tienes tres prácticas religiosas que puedes desarrollar para ayudarte en tu vida espiritual:

1-Practica un examen diario. Esta práctica tiene unas raíces ancestrales y lleva practicándose durante siglos por personas que se toman en serio su desarrollo espiritual. Normalmente consta de cinco pasos en los que nos ponemos en presencia de Dios y revisamos nuestro día. Esta oración no es un momento para “fustigarnos”, sino para repasar el día en actitud agradecida y pedir a Dios la gracia de poder hacerlo mejor en las ocasiones que no fuimos espiritualmente maduros. Esta oración nos ayuda a crecer en virtud y desarrollar una actitud de gratitud. Si lo quieres hacer de forma más efectiva, establece una hora fija para la oración y asegúrate de cumplirla todos los días.

2-Da un paseo de Rosario. Muchas personas “espirituales pero no religiosas” encuentran a Dios en la naturaleza, lo cual es totalmente comprensible. Yo me convertí del ateísmo poco después de trabajar diariamente en una granja durante varios meses; no fue una coincidencia. Entonces, una forma de combinar las prácticas religiosas con la naturaleza es rezar, no sólo sentir un arrebato de gratitud y asombro en cualquier momento, sino rezar de forma meditativa mientras se da un paseo o se hace senderismo. El Rosario es una gran revisión de algunos de los acontecimientos básicos en los Evangelios y, desde mi experiencia, caminar al aire libre mientras rezo el Rosario es una de mis formas favoritas de rezar esta antigua oración.
3-Adoración eucarística. Busca una capilla por tu zona. Si no puedes encontrar una capilla, entonces averigua cuándo abre tu iglesia local. Es posible que no creas en la Eucaristía. Es posible que ni siquiera sepas qué es, más allá de un vago recuerdo de la Primera Comunión. Pero pruébalo. Ir a la capilla de adoración eucarística es una forma estupenda de estructurar el tiempo de oración. Comprométete a ir una vez a la semana durante una hora. Toma asiento ante la presencia de Dios. No te agobies mucho sobre lo que deberías estar haciendo o pensando. Simplemente habla con Dios como lo harías con un amigo. Luego, siéntate en silencio y deja que la presencia de Dios te arrope. No luches contra las dudas que puedan borbotar en tu mente. Simplemente deja que se vayan flotando mientras tú permaneces en tu envoltura de silencio.

Sin embargo, si tu actitud es más bien recelosa, pero sigues queriendo integrar algunas prácticas espirituales en tu vida, este es un buen comienzo; además, no es tan intimidante como volver a misa el domingo y sentarse en la banca de atrás.

Aunque tal vez eso no sea tan mala idea.

Si eres católico y tienes amigos a los que querrías invitar a volver a la Iglesia pero no estás seguro de cómo hacerlo, quizás quieras echar un vistazo a mi libro: The Prodigal You Love: Inviting Loved Ones Back to the Church [El pródigo que amas: invitar a los seres queridos de vuelta a la Iglesia]j

viernes, 15 de julio de 2016

¿Y si se cantara (la gloria de Dios)? Los cantos carismáticos

3ª parte, los cantos carismáticos


Ritmos pegadizos, fervor inspirado, manos alzadas hacia el cielo… Escuchas testimonios de conversión que han experimentado el canto en lenguas (o glosolalia, es decir, el hecho de cantar con palabras ininteligibles inspiradas por el Espíritu Santo) o que hablan en imágenes del amor de Dios.

Sin duda, te encuentras en un grupo de oración carismática. En Francia, en los círculos católicos se les conocen como “chacha” [de charismatique]. Eso sí, si miramos más allá de los clichés, encontramos que este movimiento carismático ha hecho una profunda labor de renovación en el canto y en la oración de la Iglesia.


Desde la década de los 70 en Francia, las “nuevas comunidades” surgidas de la Renovación carismática contribuyeron a la renovación del repertorio de la Iglesia católica. Chemin Neuf, Emmanuel, Verbe de Vie, Béatitudes…

Estas comunidades tienen en su haber cientos de canciones, muchas de las cuales se han convertido en verdaderos hits en las parroquias.

Inmersos en el Espíritu Santo

La Renovación carismática hizo su aparición en la Iglesia católica en 1967 de la mano de un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad Duquesne en Pittsburgh (Pensilvania) que querían revivir la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.

Pasaron por una auténtica “efusión del Espíritu Santo”, también llamada “nuevo Pentecostés”. La Renovación carismática se extendió a lo largo y ancho de Estados Unidos y por todo el mundo.

“La efusión del Espíritu Santo es una experiencia transformadora del amor de Dios Padre derramado en el corazón de una persona a través del Espíritu Santo, que esta misma persona ha recibido a través de un abandono de sí misma al señorío de Jesucristo. La persona revive la gracia del bautismo y de la confirmación, profundiza en la comunión con Dios y con los demás fieles de Cristo, ilumina el fervor evangélico y dota a la persona del carisma necesario para el servicio y la misión” (documento de la Comisión doctrinal de los Servicios de la Renovación Carismática Católica Internacional, ICCRS, publicado en 2012).

La renovación musical era un fruto esencial de esta experiencia de Pentecostés.

“Desde los comienzos de la Comunidad de Emmanuel ya existía esta experiencia de alabanza”, explica Guillemette Pradère, hermana consagrada de la comunidad y antigua responsable de la liturgia (2000-2003).

“A la vuelta de un viaje a Estados Unidos en 1976, los fundadores de la comunidad, impresionados por la fuerza de la alabanza carismática, tradujeron los cantos estadounidenses y comenzaron rápidamente con las composiciones”.

Para Alexis Fleury, compositor de la Comunidad de Emmanuel, las características principales de los cantos que se componen son: “el gusto por la palabra de Dios, una inspiración que viene de nuestros hermanos protestantes”, “melodías simples y participativas, de las que la congregación puede apropiarse”, y “una dimensión misionera”.


Componer en comunidad

Estas características contrastan con los cantos que estábamos acostumbrados a escuchar en los años 70, más centrados en el ser humano y sus dudas vitales.

“La experiencia de Cristo vivo resucitado entre nosotros, que nos habla a través de la letra, es una experiencia reafirmante de la presencia de Dios que se traduce con la alabanza, la proclamación, la aclamación a Dios, a diferencia de los cantos que solían plantear más preguntas”, indica Guillemette Pradère.

Por tanto, la composición de los cantos se produce en la oración, en la escucha de la palabra de Dios y en la atención a los movimientos del Espíritu Santo. “De ahí la importancia del discernimiento colectivo”, añade la hermana consagrada, con el fin de saber si una palabra es recibida o no realmente de Dios.

Para los carismáticos, la composición no es una labor de especialista, así que el reverso de la moneda a veces es una cierta falta de rigor en la composición armónica. A esta cuestión, Guillemette responde de forma simple:

“En un principio, estas canciones estaban pensadas para ser cantadas en grupos de oración, a la guitarra, y no para ser interpretadas en catedrales. No teníamos una política de conquista. Los cantos han conmovido a la gente. Aunque no sea algo perfecto, sí hay algo que transporta a la oración. Tratamos de mejorar, tanto en la escritura de las letras como en la música o en la armonía. Hemos aprendido las reglas. Pero hay diferentes estilos de escritura y el nuestro no se ajusta necesariamente a los cánones de la música clásica”.

Diversidad de llamadas

“Cada comunidad tiene un tipo de llamada particular y, por eso, sus creaciones son en función de ese tipo de llamada”, subraya Sylvie Tribouillet, miembro de la Comunidad del Camino Nuevo y autora de numerosos cantos.

En esta comunidad católica de vocación ecuménica, las canciones están muy inspiradas por la alabanza pop evangélica, “praise and worship” (alabanza y adoración), donde destaca Hillsong, una Iglesia evangélica fundada en Australia
También encontramos melodías africanas o criollas, como la letanía de los santos congoleños, “canciones que mueven”, como dice una joven habitual de las veladas de oración en Camino Nuevo, pero también hay cantos meditativos.

Por su parte, los cantos de la Comunidad de Emmanuel están más extendidos en las parroquias. “La dimensión litúrgica es más importantes para nosotros”, señala Guillemette Pradère. “Hemos recibido una gran influencia de la obra litúrgica de André Gouzes y de Taizé”.
Muchas obras regulares de nuestras misas han sido compuestas por la comunidad (la misa de San Bonifacio, por ejemplo), además de cantos para la comunión y el ofertorio.

Pero cuidado con la sectorización entre sensibilidades, previene Sylvie Tribouillet. “Si no hay puentes, es muy peligroso. La unidad tiene un precio. Es fruto del esfuerzo. Hay muchas moradas en la casa del Padre. Si hubiera un único embudo por el cual todos debieran pasar, Jesús nos lo habría dicho”. ¡Buen uso sutil de la dialéctica!

Cantos meditativos, alabanza, cantos litúrgicos, cantos para grupos de oración, alabanza pop… Los estilos carismáticos son variados.

El punto en común de estos cantos se encuentra en la forma de componer: en comunidad, inspirados en la oración, alimentados por la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. Este podría ser el secreto de unos cantos que combinan una gran libertad en la escritura y un gran fervor en la interpretación.

jueves, 7 de julio de 2016

La Eucaristía viene a nosotros como obra y don de toda la Trinidad.

Raniero Cantalamessa, OFM


Hace poco una amiga me contaba que su padre solía ayudar a su madre en la cocina con las tareas más tediosas. Una cosa que le gustaba hacer era pelar las nueces y clasificarlas en cubos; luego las metía en bolsitas y las ofrecía a familia y amigos.

El padre de mi amiga falleció recientemente. Pocos meses más tarde, cuando mi amiga fue al congelador a por nueces para hacer pan de plátano, vio la bolsa de nueces y se percató de que, aunque su padre ya no estaba, le había dejado alimento para su viaje.

En aquel momento, mi amiga sintió de repente una comprensión más profunda de lo que es la Eucaristía. Jesús sabía que iba a ascender a los cielos, pero dejó a sus seguidores algo para que les nutriera, no una mera comida terrenal, sino sus propios Cuerpo y Sangre.

Alguien cuida de nosotros.

Tenemos un Padre celestial que conoce todas nuestras necesidades y que no escatima en esfuerzos para darnos lo que requerimos.

Nuestro pan diario no es un símbolo ni un simple sustento terrenal; es auténtico alimento espiritual, la verdadera carne y sangre de nuestro Salvador, el Dios hecho hombre.

La Eucaristía es un alimento que trasciende la ceremonia y encuentra su poder y su esencia en la obra de la mismísima Trinidad.

Aquí están algunos de los asombrosos efectos de la Eucaristía:

1) Unión con Cristo: Al recibir a Jesús en la Eucaristía fusionamos nuestro ser con el de Cristo. San Cirilo de Alejandría lo describía a algo parecido a “cuando la cera derretida se fusiona con otra cera”. El viaje cristiano es el viaje para ser como Cristo, para “permanecer en Él” y Él en nosotros. La Eucaristía es el medio para que esto suceda.

2) Destrucción del pecado venial: La Eucaristía destruye el pecado venial. ¡Lo destruye! A través del pecado, el fervor de nuestra caridad puede disminuir por nuestro pecado venial. Pero cuando recibimos la Eucaristía, nos unimos con la misma Caridad, que quema los vestigios de nuestros pecados veniales y nos purifica para poder empezar de nuevo.

3) Protección contra el pecado mortal: Aunque deberíamos abstenernos de recibir la Eucaristía cuando sabemos que estamos en estado de pecado portal, deberíamos recibir la Eucaristía tanto como nos fuera posible porque nos protege de los pecados graves. Es como si el poder de la Eucaristía limpiara el pecado venial de nuestras almas y luego lo cubriera con una capa protectora que nos ayuda a permanecer a salvo de pecados graves.

4) Relación personal con Jesús: Muchos cristianos hablan de la importancia de mantener una relación personal con Jesús, lo cual es muy acertado. Pero, ante todo, es a través de la Eucaristía como realmente podemos establecer un encuentro íntimo con la Persona de Jesús. Benedicto XVI destacó una vez esta conexión:

“Hoy se necesita redescubrir que Jesucristo no es una simple convicción privada o una doctrina abstracta, sino una persona real cuya entrada en la historia es capaz de renovar la vida de todos. Por eso la Eucaristía, como fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia, se tiene que traducir en espiritualidad, en vida ‘según el Espíritu’” (Sacramentum Caritatis).

5) Da vida: Según el Catecismo, la Eucaristía “conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo” (CIC 1392). En otras palabras, recibir la Eucaristía incrementa la vida de la gracia ya presente dentro de nosotros. ¡Suena mejor incluso que irse de circuito de spa!

6) Unidad con el Cuerpo de Cristo: Puesto que estamos más íntimamente unidos con Cristo a través de la Eucaristía, ¡también estamos más unidos con todas las personas que reciben la Eucaristía! Dicho de otra forma, la Eucaristía es como el pegamento que nos mantiene unidos a Jesús y a todos los hermanos y hermanas en la Iglesia.

7) Nos compromete con los pobres: Las palabras de san Juan Crisóstomo avergüenzan a los que abandonan la mesa eucarística sin preocupación por los pobres:

“Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. […] Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento con el que ha sido juzgado digno […] de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aun así, no te has hecho más misericordioso”.

8) Consuelo espiritual: La Sagrada Comunión es un anticipo de la dicha del paraíso, así que produce dicha en nosotros en esta experiencia real de unidad con Dios. Si nos sentimos abatidos por las dificultades de la vida, podemos ir a la Eucaristía, nuestra fuente de alegría, y pedir al Señor que nos colme de consuelo y paz.

9) Pacificador: En el Sínodo sobre la Eucaristía en 2005, los obispos discutieron cómo la recepción de la Eucaristía en áreas devastadas por la guerra transformaba a las gentes de Dios y les daba el ímpetu para buscar la paz:

“Gracias a las celebraciones eucarísticas, pueblos en conflicto se han podido reunir alrededor de la Palabra de Dios, escuchar su anuncio profético de reconciliación a través del perdón gratuito, recibir la gracia de la conversión que permite la comunión en el mismo pan y en el mismo cáliz” (Propositio 49).

10) Ofrece un punto focal en nuestras vidas: Si entendiéramos de verdad la profunda naturaleza de la Eucaristía, empezaríamos por centrar nuestras vidas en torno a la Sagrada Comunión. No hay nada más importante en nuestras vidas. Ni partidos de fútbol, reuniones de amigos ni picnics. No hay nada más importante en nuestro calendario semanal que recibir la medicina del médico de almas, Jesús.

¡Todos estos asombrosos efectos y muchos más están a tu disposición el domingo! O mejor aún, intenta ir a misa diariamente.

Pero recuerda que tu disposición a la hora del recibimiento de la Eucaristía puede determinar tu nivel de apertura a sus poderosos efectos. Así que sé respetuoso, concéntrate y ruega a Dios que te ofrezca, a través del poder de la Eucaristía, todas las gracias que necesites en este momento de tu vida.

Como buen Padre que es, te escuchará.

viernes, 24 de junio de 2016

Una joven colombiana despunta en el escenario de la música de adoración

Deja a un lado las prisas y arrodíllate con serenidad

Necesitamos cuidar más las corrientes que me alimentan espiritualmente


Siempre me ha sorprendido el valor que tienen las pequeñas cosas de la vida. Pero muchas veces no las aprovecho. Sé que lo mejor que puedo hacer es disfrutar de esas pequeñas cosas de cada día.

Pero no sé bien por qué me encuentro exigiéndole a la vida lo que no me puede dar. Quejándome de lo que no tengo y deseando lo que no alcanzo.

Me turba la velocidad con la que corren los días y no sé sacarle todo el jugo a los minutos de mi reloj de arena. Las contrariedades. Los cambios de planes. Los imprevistos. Los pequeños fracasos. Y la bendita rutina que no siempre sé vivir con alegría.

A veces imagino un descanso soñado, ideal, en el que poder empezar de nuevo. Creo que seré más feliz en lugares paradisíacos, llenos de lujos y comodidades. Complico la vida queriendo ser más feliz, más pleno, con más paz. Y no sé pasarlo bien con las cosas más sencillas que poseo.

¿Cómo se puede vivir de una forma en la que todo me cause alegría? No lo sé. Me confundo. Debe ser un estilo de vida que no tengo. Mirar con otros ojos el día que se me abre en medio de mi rutina. En medio de las nubes grises percibir la luz del sol. Quiero hacerlo.

Comentaba Ángeles Caso: “Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, en una persona amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo”.

Tal vez yo también quiero vivir de esa forma. Disfrutando la vida. Valorando la vida. No quejándome por lo que no es tal y como yo soñaba. Con la serenidad grabada en el alma.

Decía el padre José Kentenich: “Ya no nos tomamos tiempo para tener una vivencia serena de Dios. No podemos arrodillarnos serenos ante el Dios sereno. Corremos precipitadamente de una idea a otra. Debemos aprender a estar de nuevo serenamente de rodillas ante el Dios sereno”.

Tiempo para descansar. Tiempo para Dios. Y no corriendo por la vida sin tiempo para nada. Dejar de mirar el reloj. Cultivar mi mundo interior.

Saber abandonarme como leía el otro día en medio de las dificultades: “Al renunciar completa y definitivamente a todo control sobre mi vida y mi destino futuro, me liberaba de cualquier responsabilidad. Me liberaba de la angustia y la preocupación, de toda tensión, y podía flotar serenamente, con perfecta paz de espíritu, en la marea de la providencia divina que me sostenía”[1].

Me gustaría tener el alma siempre serena. Saber que mi vida está en manos de Dios y descansar. Dejar de agobiarme por todos los imponderables que no controlo. Querer ser uno más y vivir la vida serenamente sin grandes pretensiones. No siempre lo logro. Pierdo la serenidad y me altero.

En ocasiones queremos que lleguen las vacaciones para tener más serenidad, más tiempo, más paz. Pero no siempre el descanso del verano me ayuda a tener paz interior. No van de la mano. Puedo vivir con ansiedad también en vacaciones. Puedo vivir angustiado en medio del descanso.

Quizás consista en dejar de mirar tanto hacia el exterior para posar la mirada en mi alma. Vaciarme de lo que me llena para que haya más silencio y paz en el pozo de mi vida.

¿Cómo se llena de agua ese interior mío a veces tan seco? ¿Dónde están esas corrientes que me llenan? Tengo que cuidar más las corrientes que me alimentan.

Decía el Padre Kentenich sobre el descanso: “Estoy convencido de que no se descansa no haciendo nada. Nuestras vacaciones no deben consistir en no hacer nada, sino en un sano cambio de actividades. El hombre busca una ocupación creativa. Si observamos el trabajo del niño, su juego, comprobaremos una característica: la tranquilidad. En el juego, el niño trabaja con tranquilidad. Se entrega a un juego concreto como si fuese el único que existiese”.

Cambiar de ocupación y vivirla con tranquilidad, con paz en el alma, centrado en lo que tengo delante.

Quiero optar y elegir bien qué caminos sigo, qué amistades frecuento, qué cosas leo, qué veo, a quién sigo. En mis elecciones se esconde el sentido de mi vida.

Quiero seguir a un Dios sereno, que le dé serenidad al alma. Un Dios en el que descansar. Porque estoy cansado. La vida, los meses, el trabajo, el día a día.

Me alegra ese Dios sereno que me enseña a ver las cosas pequeñas de mi vida y alegrarme con ellas. Esos pequeños detalles que todo lo cambian.

[1] Walter Ciszek, Caminando por valles oscuros



sábado, 18 de junio de 2016

Benedictinas francesas entonan un sublime himno medieval



"Adoro Te devote" fue compuesto por nada menos que S. Tomás de Aquino



La comunidad de la abadía de Sainte-Madeleine du Barroux, al sur de Francia, fue fundada en 1978 y, desde 2008, forma parte de la confederación benedictina.

En este vídeo, que registra las grabaciones del álbum “In Paradisum – Les Soeurs“, vemos breves y magníficas imágenes de la abadía y de la comunidad religiosa – y oímos una bellísima interpretación de “Adoro Te devote“, uno de los más célebres himnos eucarísticos de toda la historia de la Iglesia, compuesto por S. Tomás de Aquino.


ADORO TE DEVOTE

Adóro te devóte, latens Déitas,
Quae sub his figúris vere látitas:
Tibi se cor meum totum súbiicit,
Quia te contémplans totum déficit.

Visus, tactus, gustus in te fállitur,
Sed audítu solo tuto créditur.
Credo, quidquid dixit Dei Fílius:
Nil hoc verbo Veritátis vérius.

In cruce latébat sola Déitas,
At hic latet simul et humánitas;
Ambo tamen credens atque cónfitens,
Peto quod petívit latro paénitens.

Plagas, sicut Thomas, non intúeor;
Deum tamen meum te confíteor.
Fac me tibi semper magis crédere,
In te spem habére, te dilígere.

O memoriále mortis Dómini!
Panis vivus, vitam práestans hómini!
Praesta meae menti de te vívere.
Et te illi semper dulce sápere.

Pie pellicáne, Iesu Dómine,
Me immúndum munda tuo sánguine.
Cuius una stilla salvum fácere
Totum mundum quit ab omni scélere.

Iesu, quem velátum nunc aspício,
Oro fiat illud quod tam sítio;
Ut te reveláta cernens fácie,
Visu sim beátus tuae glóriae. Amen.

lunes, 6 de junio de 2016

Ser religioso y ser de Dios ¿cuál es la diferencia?

Dios me hace suyo cuando yo me dejo, cuando acepto mi vida como es.


El otro día una persona me comentaba: “No es lo mismo ser religioso que ser de Dios”. Y yo me quedaba pensando. Es verdad. En realidad la meta en la vida es estar profundamente unido a Dios. Y no es lo mismo ser religioso, hablar mucho de Dios, participar en oraciones, repetir gestos litúrgicos, que estar atado a Él desde lo más profundo. Podemos rezar mucho. Hablar de la Iglesia. De los desafíos pastorales. De los cambios de los tiempos. De nuestra estrategia pastoral. De los altos ideales a los que aspiramos. Podemos leer libros religiosos tratando de encontrar respuestas y orientaciones.

Podemos meditar la vida y desentrañar los misterios más ocultos. Podemos escribir con profundidad sobre temas religiosos tratando de dar algo de luz. Podemos querer mucho a Dios pero no pertenecerle por entero.No es lo mismo, es verdad, ser religioso, ser de Iglesia, que ser de Dios desde las entrañas. ¿Dónde está la diferencia? ¿Cómo se puede llegar a ser verdaderamente de Dios? Todo lo que he dicho antes es importante. Es la antesala del verdadero encuentro con Dios. Es lo que prepara el corazón para que tenga lugar esa unión más honda. Es necesario aprender a rezar, invertir tiempo en leer, escribir y hablar con profundidad de Dios y de la Iglesia. Todo ayuda.

Siempre con Dios, siempre pensando en Dios. Todo ayuda. Siempre ayuda. Pero a veces podemos contentarnos con educar hombres religiosos. Les pedimos que repitan gestos. Que interioricen formas. Que lean y estudien. Que conozcan bien la doctrina. Que su conciencia esté bien formada. Todo para que sean más religiosos. Para que estén más unidos a Dios. Queremos que estén arraigados en el corazón de Dios hasta lo más profundo. Que su personalidad sea religiosa desde dentro hacia fuera. Sin formas simplemente pegadas a la piel. Pero, ¡qué difícil es educar hombres de Dios! ¡Cuánto cuesta de verdad ser de Dios! Pensar como Él piensa, amar la vida como Él la ama. Desde lo más profundo. Desde las entrañas. A veces somos del mundo y repetimos actos religiosos. Sólo se nos han pegado formas a la piel. Pero no somos de Dios.

El padre José Kentenich habla de la simplicidad en nuestra relación con Dios: “¿Qué significado tiene la palabra ‘simple’? La función de pensar es simple, la vida afectiva es simple, toda la vida es simple. Sin embargo, no es posible conducir a la oración de simplicidad, de la noche a la mañana, a un alma que aún no está suficientemente cobijada en lo religioso” (J. Kentenich, Hacia la cima). Hace falta tener el corazón muy arraigado en Dios para que mi oración sea simple, para que mi forma de pensar sea simple, para que mi amor sea simple. Hace falta un milagro de conversión para ser totalmente de Dios. Quiero cuidar mi vida, esa huella de eternidad y misterio dejada por Dios en mi alma. Esa presencia de Dios cálida y personal que me remite a Él en cada instante. Esa hondura que, a veces, está muy lejos de los actos externos que repito.

Ojalá fuese más creativo con Él. Sueño con ser más de Dios. Más cada día. Que no busque continuamente la fórmula para que responda a mis deseos. Que no pretenda, rezando mucho, lograr lo que más quiero. Que no busque milagros por todas partes que me den razones para seguir creyendo. Que no me empeñe en enfadarme con Dios cada vez que no sucede lo que más espero.Ser de Dios no consiste en una repetición de gestos religiosos, de frases santas. No es tan solo un arrodillarme asombrado ante el misterio. Tiene que ver con entregarle el corazón por entero, como decía el Padre Kentenich: “Por lo común el ser humano es determinado más por lo que el corazón desea sin confesárselo que por lo que la voluntad quiere. Por eso no hablamos de fusión de voluntades sino de fusión de corazones. Porque es el corazón el que nos hace elocuentes, nos hace grandes o débiles” ( J. Kentenich, Hacia la cima).

Dios me hace suyo cuando yo me dejo. Cuando abro la puerta de mi vida para que Él entre y cambie las cosas. Cuando beso mi vida como es desde lo más profundo. Quiero ser de Dios. Quiero ser propiedad suya. Y acostumbrarme a mirar la vida con sus ojos. Con frecuencia me empeño en que las cosas deben ser como yo creo que deben ser. Y cuando no lo son me alejo de Dios. Me da pena encontrarme con personas que niegan a Dios negando la vida que les ha tocado. Él me acompaña en mi realidad. Tal y como es. Y saca bien del mal. Yo puedo escoger vivir mi vida con Dios o sin Dios. Perteneciéndole a Él o perteneciéndole al mundo. Dios se mete en lo cotidiano y me enseña a mirarlo todo desde Él. En la película El Señor de los anillos, enfrentado a una difícil misión, dice Frodo: “Ojalá nada de esto hubiera ocurrido”. Y Gandalf le contesta: “Eso dicen los que viven estos tiempos, pero no les toca a ellos decidir. Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado”.

Qué hacer con el tiempo que tengo es lo único que puedo decidir. Las circunstancias de mi vida no puedo cambiarlas. Tan sólo puedo besarlas y aceptarlas en mis manos. Para ello tengo que volver a nacer. Tengo que cambiar mi corazón rígido que se empeña en que las cosas sean como yo quiero. Dios actúa en la verdad de mi vida, en las circunstancias más concretas. No en la idea que tengo sobre cómo deberían ser las cosas. No actúa en mis temores sobre el futuro incierto.

Actúa hoy y me ayuda a decidir hoy. Me ayuda a acercarme a Él para vivir a su lado. Para pertenecerle por entero. Para ser más suyo.

viernes, 3 de junio de 2016

¿Cómo adorar a Dios? Lo que enseñó Jesús de Nazaret

La forma más elevada de la alabanza es la obediencia

Paul Williams-Yann Caradec-Carlos Smith-Peter Dahlgren-cc

Comencemos por decir que la adoración está reservada sólo a Dios. Sólo Él es digno y no cualquiera de sus siervos (Ap 19, 10). No debemos adorar a los santos, ángeles, criaturas, etc.

La palabra adorar proviene del término adoris del latín formado por el prefijo ad (hacia) más el verbo orare (hablar). Adorar es pues, en su etimología, hablar hacia Dios o a Dios.
Adorar, según un diccionario, significa rendir culto a alguien o a algo que se considera como divinidad o que está relacionado con ella; según otro diccionario adorar es reverenciar y honrar a Dios con un culto religioso. Por tanto adorar es un acto de culto espiritual a Dios. Para adentrarnos más en lo que es adorar, contemplemos el episodio bíblico en que Jesús dialoga con una samaritana. Ella en cierto punto le pregunta a Jesús sobre los lugares de adoración a Dios: si en Jerusalén según los judíos o en el Monte Garizim según los samaritanos.
Jesús le dice: “Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en Espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (Jn 4, 23-24).
Se ve que la inquietud de la samaritana por saber adorar correctamente a Dios es sincera, aunque ella estaba más preocupada por un lugar que por su relación personal con Él. Aunque la samaritana tenía la inquietud de saber si el lugar donde adoraba era el correcto, ella es consciente de que sus prácticas de adoración no habían tenido ningún efecto en su vida espiritual, pues seguía practicando una vida inmoral.

Y Jesús conociendo su sinceridad le dice cómo y dónde adorar a Dios Padre: en el Espíritu y en la Verdad.

Adorar al Padre es, de consecuencia, adorar a Dios Trinidad. “Y así, al confesaros Dios verdadero y eterno, hemos de adorar al mismo tiempo vuestra esencia, única, las personas, distintas, y su idéntica majestad” (Prefacio de la Santísima Trinidad). Adoramos a Dios Padre en el hijo por el Espíritu Santo; o, lo que es lo mismo, por el Espíritu Santo (en el Espíritu) y en Jesús (en la Verdad); por esto Jesús dice: “Llega la hora (ya estamos en ella)”.
El Espíritu Santo, la promesa de Cristo para con sus discípulos (Jn 14, 26), debe morar en el verdadero adorador para guiarlo por el camino correcto y adorar a Dios Trinidad de manera genuina en Jesucristo (la verdad); pues el Espíritu de la verdad (Jn 16,13) es enviado por Jesús (Jn 16, 7). Jesús por tanto nos ha dicho a quién y cómo adorar. Adorar a Dios equivale a rendirle un culto espiritual.

Nos lo dice san Pablo: “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal SERÁ VUESTRO CULTO ESPIRITUAL. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir lo que es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rm 12, 1-2).

De aquí se desprenden los siguientes elementos:

1. MOTIVACIÓN. ¿Qué motivación tenemos para adorar a Dios? Su misericordia nos mueve a adorarlo. Es saber que Dios nos ha creado; y, si nos ha creado, lo ha hecho por amor; Él es nuestro Dueño. Adorar a Dios es darnos cuenta que dependemos totalmente de Él.
Tener conciencia de la misericordia divina y tratar de comprenderla nos motiva a la alabanza y/o a la acción de gracias, en otras palabras, a la adoración.

2. FORMA. Como Dios nos ama, nosotros le queremos amar, le queremos adorar. ¿Pero en qué forma? Ofreciéndole nuestros cuerpos “como una víctima viva, santa, agradable a Dios”.
El ofrecimiento de nuestros cuerpos o de todo nuestro ser a Dios, significa darle a Dios todo de nosotros mismos; en definitiva, cederle a Dios el control de nuestra vida.
Para Jesús, el dar la vida es signo de amor (Jn 15, 13). Ofrecernos, darnos o entregarnos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, y con toda nuestra mente (Mt 22, 37) es hacer un sacrificio vivo, santo y agradable a Él. Este es nuestro culto espiritual.

3. CONDICIÓN. Para que nuestro culto espiritual a Dios sea auténtico, verdadero, y agradable a Él, debemos hacerlo con una mente renovada; y esto se logra a través de un proceso constante de conversión.
La conversión, que es expresión de fe y que nace de la humildad, nos motiva a inclinarnos, arrodillarnos, postrarnos ante Dios (que no es sólo una postura corporal), y hacerlo tanto ante su presencia eucarística como fuera de ella.
Eso significa sentirnos infinitamente inferiores a Dios, que dependemos de Él, que Él es nuestro Creador y Señor. Significa rendirnos ante Dios, reconocernos dependientes de Él en todo.

Adoramos a Dios en la medida en que vamos renovando nuestra mente a la luz de la verdad, de la verdad de Cristo. El esfuerzo por tener y mantener nuestra mente renovada, purificada, limpia, incluso integrando las emociones, nos permitirá adorar a Dios sin ataduras.

4. CONTEXTO. La mente renovada se traducirá concretando la voluntad de Dios, haciendo “lo bueno, lo agradable, lo perfecto”. “Y todo lo que puedan decir o hacer, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él (Col 3, 17)”.
Es lo que también nos dice Jesús: “Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás” (Mt. 4, 10). ¿Cuándo? Siempre: en todo momento y lugar. Y sabemos que Dios lo que desea para nosotros es nuestro mayor bien; por tanto, su voluntad será siempre lo mejor para nosotros.
La verdadera adoración se siente por dentro, y se expresa a través de nuestras acciones momento tras momento.
La adoración a Dios es reconocerle toda su omnipotencia y gloria en todo lo que hacemos. La adoración es para glorificar y exaltar a Dios y mantenerle nuestra lealtad.

La forma más elevada de la alabanza y de la adoración es la obediencia constante a Él y a su Palabra

miércoles, 1 de junio de 2016

¿Se puede adorar al Santísimo “on line”?

Es como la comunicación con un ser querido: mejor cara a cara, pero si no es posible Internet ayuda


 Nuestro culto espiritual es ofrecernos a Dios en respuesta a su amor. Este ofrecimiento a Dios de nuestra vida será aceptado y será objetivo si lo acompañamos con las obras en respuesta a su santa voluntad.

Pero esto sólo será viable a través de un proceso constante de conversión.

Adoramos a Dios cuando nos damos a Él junto a las obras que concretan su voluntad. ¿Cuándo? Siempre. ¿Dónde? Donde nos encontremos.

Al hablar de adoración, los creyentes inmediatamente piensan, o se centran exclusivamente, en acciones externas o cosas circunstanciales, dentro o fuera de un acto litúrgico, ante Jesús Eucaristía: ¿qué posturas adoptar?, ¿cómo?, etc.

Lo anterior sólo forma parte de un contexto de adoración; pero esta involucra la vida entera y en todo lugar.

Como podemos darnos cuenta, adorar, en el Espíritu y en la Verdad, realmente no es sólo, por ejemplo, el cantar bien, o tocar un instrumento con destreza, o realizar unas oraciones ante Jesús Eucaristía (cosas que son un complemento, que quedan en un segundo plano); es también, y sobre todo, ofrecernos a Dios omnipresente como una ofrenda agradable.

La adoración a Dios, pues, no se limita a un solo acto o a un solo momento y lugar (la adoración ante Jesús Sacramentado por acción del Espíritu Santo (Rm 8, 26)), sino que se realiza constantemente cuando la fe mantiene despierto el corazón para darse amorosamente a Dios.
De manera que no hay que confundir la adoración a Dios propiamente dicha o la actitud adoradora constante del fiel con un momento de adoración concreto, específicamente litúrgico o fuera de él, ante el Santísimo Sacramento.

Son dos momentos de adoración que se complementan y enriquecen recíprocamente.

Con respecto a la adoración al Santísimo ésta es una práctica muy recomendada por la Iglesia. Esta práctica aumenta el fervor, la conversión y la fidelidad.Quien quiera avanzar en su vida espiritual, debe separar un tiempito cada día, o al menos cada semana, para adorar a Dios ante el Santísimo Sacramento.
En la carta encíclica Ecclesia de Eucharistía, Juan Pablo II cita a san Alfonso María de Ligorio quien dijo: “Entre todas las devociones, esta de adorar a Jesús sacramentado es la primera después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros” (EE 25).

Y así como una persona puede ser libre entre rejas (entendiendo bien lo que es la libertad), así también no hay obstáculos o barreras cuando de adorar a Dios se trata.

Se adora a Dios con la vida misma, se adora en el Espíritu de Dios, quien nos hace decirle: ¡Abbá, Padre! (Rm 8,15) y en la Verdad, en Jesucristo, quien es la Verdad.

De esta manera un enfermo en cama puede adorar a Dios, un trabajador puede adorar a Dios en el lugar donde se desempeña, o se puede adorar a Dios mientras se camina, etc.
Y así como la misa seguida por televisión o por internet o radio tiene su validez para quienes están impedidos a asistir personalmente a la iglesia, incluyendo la posibilidad de la comunión eucarística espiritual, de igual forma el fiel puede unirse –a través de esos medios de comunicación- a una hora santa de adoración, y/o hacer una visita eucarística on line en cualquier momento y lugar.

A Dios, que es omnipresente, también le llega nuestra oración de adoración por estos medios y la acepta con agrado.
El adorar on line es el momento y la circunstancia intermedios entre ir por la vida y al mismo tiempo estar ante el Santísimo Sacramento.Jesús dio a la mujer samaritana una enseñanza clara: la adoración a Dios no se debe limitar necesariamente a una localización geográfica.

El lugar donde encontramos a Dios para adorarlo es Jesucristo; nadie llega al Padre sino va por Jesús (Jn 14, 6).

En el espíritu se accede a Dios para adorarlo en Cristo, la Verdad, estando el creyente físicamente o no cerca de su presencia eucarística; presencia que hay que privilegiar.
El uso de internet o de la televisión será sólo un medio o instrumento que no pretende sustituir la relación personal con Dios por la vía sacramental, sino que más bien la debe acompañar y reforzar; aquel encuentro estará al servicio de este.
Adorar al Señor on line será una alternativa muy excepcional si existe realmente un impedimento para hacerlo de manera personal en una capilla donde esté o no expuesto.

Es como la comunicación con un ser querido: no es lo mismo hablar con esa persona de manera directa o personalmente que hacerlo usando internet o el teléfono o por carta; pero si no hay otra opción se puede hacer.Orar personalmente ante el Santísimo es estar ante Jesús, realmente presente en la Eucaristía; percibirlo oculto bajo las especies eucarísticas tal como Él lo prometió (Mt 26, 26-27; 28,20).

Si por edad avanzada, enfermedad u otra razón válida no se puede ir a visitar al Santísimo Sacramento, internet es una gran alternativa válida.
Y tiene sus ventajas: está disponible 24 horas, la persona se enfoca en el Santísimo y lo ve cerca y sin distracciones, y puede quedarse todo el tiempo que quiera.

Sólo hay que tener en cuenta las siguientes observaciones:

1. La adoración tendrá que ser trasmitida en vivo y en directo. El fiel tiene que trasladarse espiritualmente a adorarlo allí donde está siendo expuesto y prestarle atención.

2. Se haga un momento de oración sincero con el debido silencio, recogimiento y piedad. Dirigirle al Santísimo la oración sabiendo que Él te ve y escucha, no en la pantalla, sino realmente.

3. Crear en el lugar el ambiente propicio para la adoración, como si el lugar se convirtiera en la extensión de una capilla o iglesia donde se adore al Señor.

domingo, 29 de mayo de 2016

ADORACIÓN EUCARÍSTICA ONLINE 24 HORAS

Aquí tienes al Señor expuesto las 24 horas del día en vivo. Si estás enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el Santísimo, o simplemente quieres saludar al Señor en algunos momentos de la jornada, aquí le tienes para rezarle con devoción:




Visita al Santísimo Sacramento

Oración inicial

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

¡Corazón de mi Jesús Sacramentado! Con mucha pena de no ser como Tú quieres que sea y con muchos deseos de ser como Tú quieres que sea, vengo a tener contigo este ratito de conversación afectuosa junto a Ti, a los pies de tu Sagrario, donde has querido quedarte por mí, para Tu mayor gloria, honor de mi Madre Inmaculada y provecho de mi alma. San José, enséñame a escuchar y a hablar a Jesús.

Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.

Sea por siempre bendito y alabado.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

(Se repite cinco veces en honor a las cinco llagas de Nuestro Señor)


Alabanzas al Santísimo Sacramento en reparación de las blasfemias

Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios, en sus Ángeles y en sus Santos.

Comunión espiritual

Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte dentro de mi alma. Mas, no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven espiritualmente a mi corazón y como si ya hubiéseis venido, te abrazo y me uno a Ti. No permitas Jesús mío que jamás me aparte de Ti. Así sea.

Oración de Santo Tomás de Aquino

Te adoro con fervor, deidad oculta, que estás bajo de estas formas escondidas; a ti mi corazón se rinde entero, y desfallece todo si te mira. Se engaña en ti la vista, el tacto, el gusto. Mas tu palabra engendra fe rendida; cuanto el Hijo de Dios ha dicho, creo; pues no hay verdad cual la verdad divina. En la Cruz la deidad estaba oculta. aquí la humanidad yace escondida; y ambas cosas creyendo y confesando, imploro yo lo que imploraba el ladrón arrepentido. No veo, como vio Tomás, tus llagas, mas por su Dios te aclama el alma mía: haz que siempre, Señor, en ti yo crea, que espere en ti, que te ame sin medida. Oh memorial de la pasión de Cristo, oh pan vivo que al hombre das la vida: concede que de ti viva mi alma, y guste de tus célicas delicias. Jesús mío, pelícano piadoso, con tu sangre mi pecho impuro limpia, que de tal sangre una gotita puede todo el mundo salvar de su malicia. Jesús, a quien ahora miro oculto, cumple, Señor, lo que mi pecho ansía: que a cara descubierta contemplándote, por siempre goce de tu clara vista. Amén.


Oración a Jesús solitario en el Santísimo Sacramento

Oh Divino Jesús! que durante la noche estáis solitario en tantos tabernáculos del mundo, sin que ninguna de vuestras criaturas vaya a visitaros y adoraros. Yo os ofrezco mi pobre corazón, deseando que todos sus latidos sean otros tantos de amor y adoración. Vos, Señor, estáis siempre en vela bajo las especies Sacramentales, vuestro amor misericordioso nunca duerme ni se cansa de velar por los pecadores. ¡Oh Jesús amantísimo! ¡Oh Jesús solitario! haced mi corazón cual lámpara encendida; en caridad se inflame y arda siempre en vuestro amor. Vela ¡oh centinela Divino! vela por el mísero mundo, por los sacerdotes, por las almas consagradas, las extraviadas, por los pobres enfermos cuyas noches interminables necesitan tu fortaleza y tu consuelo, por los moribundos y por ésta tu humilde sierva que, para mejor servirte, descansa pero sin alejarse de Ti, de tu Sagrario… donde vives en la soledad y el silencio de la noche. Sea siempre bendito, alabado, adorado, amado y reverenciado el Corazón Sagrado de Jesús en todos los Sagrarios del mundo. Amén.

Oración final

Gracias, Jesús mío, por la bondad con que me habéis recibido y permitido gozar de vuestra presencia y compañía amorosas.

Me vuelvo a mis ocupaciones. Mi corazón queda contigo. En mi trabajo y en mis descansos me acordaré de Ti, y procuraré vivir con la dignidad que merece vuestra amistad divina.

Dadme vuestra bendición y concededme todas las gracias, que necesito, para amaros y serviros con la mayor fidelidad.

Bendice, Señor, a nuestro Santísimo Padre el Papa, vuestro Vicario en la tierra; ilumínale, santifícale y líbrale de todos sus enemigos.

Bendice a vuestra Iglesia Santa y haced que su luz brille en todas las naciones; y que los paganos conozcan y adoren al único verdadero Dios y a su Hijo Jesucristo.

Bendice a vuestros sacerdotes, santifícalos y multiplícalos.

Bendice y protege a nuestra nación.

Bendice a todos los suscriptores y visitantes de este blog  y concédeles la bienaventuranza eterna.

Bendice a los que nos han ofendido y cólmalos de beneficios.

Bendice a todos nuestros familiares y haced que vivan todos en vuestra gracia y amistad y que un día nos reunamos en la Gloria.

Da el descanso eterno a todas las almas de los fieles difuntos que están en el Purgatorio.

Da la salud a los enfermos. Convierte a todos los pecadores. Danos a todos vuestro divino amor, para que la fe que nos impide ahora ver vuestro santísimo rostro se convierta un día en luz esplendorosa en la Gloria, donde en unidad con el Padre y el Espíritu Santo te alabemos y bendigamos por los siglos de los siglos. Amén.