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viernes, 24 de junio de 2016

Deja a un lado las prisas y arrodíllate con serenidad

Necesitamos cuidar más las corrientes que me alimentan espiritualmente


Siempre me ha sorprendido el valor que tienen las pequeñas cosas de la vida. Pero muchas veces no las aprovecho. Sé que lo mejor que puedo hacer es disfrutar de esas pequeñas cosas de cada día.

Pero no sé bien por qué me encuentro exigiéndole a la vida lo que no me puede dar. Quejándome de lo que no tengo y deseando lo que no alcanzo.

Me turba la velocidad con la que corren los días y no sé sacarle todo el jugo a los minutos de mi reloj de arena. Las contrariedades. Los cambios de planes. Los imprevistos. Los pequeños fracasos. Y la bendita rutina que no siempre sé vivir con alegría.

A veces imagino un descanso soñado, ideal, en el que poder empezar de nuevo. Creo que seré más feliz en lugares paradisíacos, llenos de lujos y comodidades. Complico la vida queriendo ser más feliz, más pleno, con más paz. Y no sé pasarlo bien con las cosas más sencillas que poseo.

¿Cómo se puede vivir de una forma en la que todo me cause alegría? No lo sé. Me confundo. Debe ser un estilo de vida que no tengo. Mirar con otros ojos el día que se me abre en medio de mi rutina. En medio de las nubes grises percibir la luz del sol. Quiero hacerlo.

Comentaba Ángeles Caso: “Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, en una persona amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo”.

Tal vez yo también quiero vivir de esa forma. Disfrutando la vida. Valorando la vida. No quejándome por lo que no es tal y como yo soñaba. Con la serenidad grabada en el alma.

Decía el padre José Kentenich: “Ya no nos tomamos tiempo para tener una vivencia serena de Dios. No podemos arrodillarnos serenos ante el Dios sereno. Corremos precipitadamente de una idea a otra. Debemos aprender a estar de nuevo serenamente de rodillas ante el Dios sereno”.

Tiempo para descansar. Tiempo para Dios. Y no corriendo por la vida sin tiempo para nada. Dejar de mirar el reloj. Cultivar mi mundo interior.

Saber abandonarme como leía el otro día en medio de las dificultades: “Al renunciar completa y definitivamente a todo control sobre mi vida y mi destino futuro, me liberaba de cualquier responsabilidad. Me liberaba de la angustia y la preocupación, de toda tensión, y podía flotar serenamente, con perfecta paz de espíritu, en la marea de la providencia divina que me sostenía”[1].

Me gustaría tener el alma siempre serena. Saber que mi vida está en manos de Dios y descansar. Dejar de agobiarme por todos los imponderables que no controlo. Querer ser uno más y vivir la vida serenamente sin grandes pretensiones. No siempre lo logro. Pierdo la serenidad y me altero.

En ocasiones queremos que lleguen las vacaciones para tener más serenidad, más tiempo, más paz. Pero no siempre el descanso del verano me ayuda a tener paz interior. No van de la mano. Puedo vivir con ansiedad también en vacaciones. Puedo vivir angustiado en medio del descanso.

Quizás consista en dejar de mirar tanto hacia el exterior para posar la mirada en mi alma. Vaciarme de lo que me llena para que haya más silencio y paz en el pozo de mi vida.

¿Cómo se llena de agua ese interior mío a veces tan seco? ¿Dónde están esas corrientes que me llenan? Tengo que cuidar más las corrientes que me alimentan.

Decía el Padre Kentenich sobre el descanso: “Estoy convencido de que no se descansa no haciendo nada. Nuestras vacaciones no deben consistir en no hacer nada, sino en un sano cambio de actividades. El hombre busca una ocupación creativa. Si observamos el trabajo del niño, su juego, comprobaremos una característica: la tranquilidad. En el juego, el niño trabaja con tranquilidad. Se entrega a un juego concreto como si fuese el único que existiese”.

Cambiar de ocupación y vivirla con tranquilidad, con paz en el alma, centrado en lo que tengo delante.

Quiero optar y elegir bien qué caminos sigo, qué amistades frecuento, qué cosas leo, qué veo, a quién sigo. En mis elecciones se esconde el sentido de mi vida.

Quiero seguir a un Dios sereno, que le dé serenidad al alma. Un Dios en el que descansar. Porque estoy cansado. La vida, los meses, el trabajo, el día a día.

Me alegra ese Dios sereno que me enseña a ver las cosas pequeñas de mi vida y alegrarme con ellas. Esos pequeños detalles que todo lo cambian.

[1] Walter Ciszek, Caminando por valles oscuros



jueves, 23 de junio de 2016

Bendición de la hoguera de la noche de san Juan

La víspera del cumpleaños de san Juan Bautista se celebra en muchos lugares con una fiesta en torno al fuego


La Iglesia celebra tres cumpleaños en el año, el de Jesús, el de María y el de san Juan Bautista. La causa es que estos tres nacimientos se produjeron sin la mácula del pecado original. La devoción ha establecido la creencia (aunque no ha sido afirmado dogmáticamente) de que san Juan quedó limpio del pecado original en el vientre materno cuando “saltó de alegría” al escuchar la voz de María (cf. Lucas 1:44).

El cumpleaños de san Juan se celebra el 24 de junio, tres meses después de la Anunciación y seis meses antes del nacimiento de Cristo.

La fiesta coincide con el solsticio de verano, en la época del año en que los días son más largos.

Sin embargo, tras la celebración del cumpleaños de san Juan, los días se van acortando progresivamente hasta el solsticio de invierno, alrededor del 25 de diciembre, cuando los días empiezan a alargarse de nuevo. El hecho se corresponde con las palabras de san Juan Bautista: “Es necesario que él crezca, y que yo disminuya”.

Una de las muchas celebraciones tradicionales que se asocian con el cumpleaños de san Juan es la bendición de una hoguera durante la noche anterior. Se hace para conmemorar las palabras de Zacarías en el Benedictus:

“Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
con que nos visitó desde lo alto la aurora
para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte,
para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:78-79).

San Juan a menudo es considerado la luz que brilla sobre las tinieblas, que señala hacia la verdadera luz del mundo, Jesucristo.

En muchas partes del mundo, es tradición celebrar una fiesta alrededor de una hoguera y que un sacerdote bendiga el fuego.

A veces, hay personas que queman viejos objetos para simbolizar la transición o el final de la Antigua Ley y dejar paso a la Nueva Ley en Cristo.

También es el momento apropiado para quemar viejos sacramentales que ya no tengan uso (como viejos escapularios), ya que el fuego es uno de los métodos aprobados para desechar artículos bendecidos.

Aquí hay una oración para bendecir una hoguera, que debería decir un sacerdote, aunque un seglar podría recitar las palabras en ausencia de un sacerdote para ayudar a los presentes a entender la conexión entre la hoguera y san Juan Bautista:

Oración:

Sacerdote: El socorro nos viene del Señor.
Todos: Creador del cielo y de la tierra.

Sacerdote: Que el Señor esté con vosotros.
Todos: Y con tu Espíritu.

Oremos.

Señor Dios, Padre todopoderoso, luz que nunca falla y fuente de toda luz, santifica + este fuego nuevo y concédenos que, después de las tinieblas de esta vida, lleguemos limpios a ti, que eres luz eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén.

El fuego se rocía con agua bendita; a continuación el clero y el pueblo cantan el himno Ut queant laxis.


Sacerdote: Hubo un hombre enviado por Dios.
Todos: El cual se llamaba Juan.

Oremos. Dios, que con motivo del nacimiento del bendito Juan hizo este día digno de alabanza, concede a tu pueblo la gracia de la dicha espiritual y mantén los corazones de tus fieles en el buen camino que lleva a la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén.

martes, 21 de junio de 2016

¿Por qué Dios no me enciende?

Muchas veces siento que amo una idea de Dios, pero no a Dios persona


Hoy me quiero detener a pensar en esa pregunta. Hoy Jesús se acerca a mí y me pregunta por mi nombre: “¿Quién soy Yo para ti?”.

Quiere que le diga qué lugar ocupa en mi corazón. Quiere saber si es Él a quien sigo o sigo a otros que no tienen palabras de vida eterna.

Me mira como miró a los suyos. Me mira conmovido esperando mi respuesta sincera. Por eso quiero hoy mirar a Jesús y contestarle. Quiero decirle lo que de verdad significa en mi vida. Quiero mirar mi corazón y descubrir su verdad en mí. Él está en mí. Él conduce mi vida pero yo muchas veces sigo a otros.

¿Cuál es ese Jesús al que sigo? ¿Qué imagen de Cristo es la que llevo grabada en mi alma?

Jesús ha venido a mi vida para cambiarla, pero yo sigo tantas veces centrado en mí mismo, en mis planes, en mis sueños. Vivo buscando mi seguridad y mi camino y no quiero darme por entero. Digo que sigo a Jesús pero no lo hago de verdad. Me quedo quieto, mudo, con miedo.

¿Quién es Jesús para mí? Me gustaría decirle que es el centro de mi vida. Que sin Él no tengo nada. Que mi vida está plasmada por su amor. Me gustaría confesarle mi deseo de seguir siempre sus pasos. Su verdad me toca en lo más profundo. Quiero ser como Él. Quiero ser Él.

Jesús quiere que le siga a mi manera y quiere que lleve conmigo mi cruz, su cruz. Me dice lo que espera de mí. Yo sé quién es Jesús. Sé que padeció por mí. Por eso quiero caminar a su lado, sufrir y padecer con Él.

Pero a veces dudo y no me parece tan fácil. Me falta la fuerza para ponerme en camino. Muchas veces prefiero salvar mi vida. Guardarla, esconderla, protegerla.

Sé quién es Jesús, pero dudo y no sé si es tan conveniente seguirlo. Veo su final y me duelen los clavos y el madero.

Hoy surge la pregunta en mi corazón. ¿Quién es de vedad Jesús para mí? Dios desea que le diga qué lugar ocupa en mi vida.

¿Dónde lo he puesto? No en el centro. Ahí estoy yo con mis deseos y proyectos. Pero Él no está. Estoy yo solo con mis dolores y sufrimientos. Yo con mis alegrías y sueños.

¿Y Él? En otra parte. En la razón. Allí donde comienzo a pensar en Él, en lo importante que es Él en mi vida. Sí. Allí lo encuentro.

Pero el corazón se me queda frío porque no lo he puesto en el centro de mi vida. No quiero que se vaya de mi corazón. Quiero amarlo más. Quiero que esté en el centro. Quiero saber a quién sigo de verdad.

Muchas veces siento que amo una idea de Dios, pero no a Dios persona. Dice el padre José Kentenich: “¿Qué es Dios para mí? Una idea primordial. Y por eso Dios no despierta mi personalidad. Como nuestro amor al yo y a los hombres está también despersonalizado, no podemos ver a Dios de otro modo que como una idea primordial. Yo mismo me he preguntado a menudo: ¿Has orado alguna vez como se debe? Nos entregamos a una idea. Pero, ¡qué poco original y espontánea es nuestra relación con Dios! Dios tiene que ser una persona. ¿Lo admito en la práctica?”.

No quiero que Jesús sea sólo una idea, un principio importante que determine mi forma de ser y comportarme. Tiene rostro, tiene voz, me acompaña, me abraza.

Hoy me pregunto: ¿Me detengo a rezar ante su imagen, ante su cruz? Una persona me comentaba que nunca había rezado delante de un Cristo crucificado. Me llamó la atención. Tal vez seguimos a un Dios impersonal. A un Dios desencarnado.

Dios se ha convertido en una idea que despierta mi amor pero no me arrastra, no me enciende por dentro, no saca lo mejor de mí. Dios sólo puede ser el centro de mi vida si es persona, si vive en mí. Si tiene rostro. Si pasea por mi vida, se detiene, me mira. Si se hace fuerte en lo más hondo de mí.

¿Vas a Misa cuando te nace? ¡Deberías pensarlo dos veces!

Cinco razones que nos pueden ayudar a reconocernos como verdaderos hijos de Dios


Estábamos en una reunión de trabajo cuando de pronto alguien dijo: “es que sólo voy a misa cuando me nace”.

…Sentí tristeza.

Esa tristeza me viene por pensar en que no se comprende lo que allí ocurre. Seguramente esta persona es católica de toda ocasión, es decir, visita al templo vestido de gala: solamente va a las fiestas de 15 años, bautizos, bodas, funerales, despedidas, y todo evento social… ah, y cuando le nace… cuando le nace un hijo, pero también cuando le nace la desesperación de una carga que ya no puede con ella, cuando le nace una enfermedad mortal, cuando le nace un dolor. Eso me parece muy injusto.

¿Mercaderes o hijos?

Cuando tenemos una dificultad económica, de salud, de relación con la pareja, con los hijos, los padres o los amigos, el primer recurso que se nos ocurre es pedir a Dios que nos ayude.

Visto así parece una relación de intercambio con Dios, una relación no de hijos, sino de mercaderes que intercambiamos beneficios por un pequeño sacrificio: tú me das, entonces yo respondo; no me das, entonces no te mereces mí tiempo.

No nos damos cuenta de que Dios Creador quiere ser y de hecho es nuestro Padre Amoroso.

A continuación se muestran cinco razones que nos pueden ayudar a reconocernos como verdaderos hijos de Dios:

1.- Dios creó el cielo y la tierra.

El Cielo y la tierra son nuestra herencia y ya la estamos disfrutando, el aire no nos ha faltado ni un segundo desde que nacimos, y no nos faltará. ¿Y si a Nuestro Señor de pronto no le naciera regalarnos el don del aire?

2.- Hombre y Mujer los creó.

Dios no hizo experimentos ni mutaciones genéticas erróneas, ni manipuló la raza humana para crear seres perfectos sin enfermedades ni sufrimiento. ¿Y si le naciera mezclar nuestros genes con los de un avestruz a ver qué resulta?

3.- Nos regaló el libre albedrío.

Dios nos dio un pensamiento y libertad para decidir, Jesús se presenta como una opción para aceptarlo, amarlo y seguirle; a nadie obliga. ¿Y si a Él le naciera obligarnos a realizar sacrificios durante todos los días y todo el día?

4.- Nos promete estar siempre ahí, aun cuando el cáliz del dolor nos acompañe.

Jesús imploró al Padre que retirara el cáliz de la crucifixión, y no le fue retirado. Hay amor en esto. Era más grande el amor que estaba involucrado, era mayor el beneficio espiritual que se obtendría que todo el dolor y la muerte causados en la cruz. ¿Por qué asustarnos y rechazar nuestras cruces de papel?

5.- Dios es nuestro Padre Amoroso.

No es como nuestro padre biológico. Todo lo que Él permite que nos ocurra es para nuestro bien, descubrir Su amor en todos los instantes y en todas las situaciones de nuestra vida, es un don llamado Sabiduría: encontrar el sabor a Dios en todas las cosas, aún las más adversas; y ya que Dios es amor, descubramos el amor de Dios en TODO y en TODOS.

Pidamos el Don de la Sabiduría y no caigamos en la tentación de servirnos de Dios. Acompañémosle en el hermoso Sacrificio del Altar y amémosle así como Él nos ama: hasta el extremo. ¿Cuál es tu extremo?

Rafael Ruiz

miércoles, 15 de junio de 2016

La larga historia de Isfahan, la ciudad más cristiana de Irán

Fruto de las emigraciones de refugiados cristianos, es hoy la capital cultural del país


Isfahan es la capital cultural de Irán, la más bella de las ciudades iraníes, gema engastada en medio del territorio persa, pero también la más cristiana del país.

Casi 5 millones de iraníes la visitan sólo durante las vacaciones del Nowruz (los últimso diez días de marzo), y entre las muchas atracciones de esta ciudad, su aspecto multicultural se manifiesta sobre todo en la ideal fusión entre musulmanes chiíes y cristianos de culto armenio.

La historia de este amor es larga. Tras la guerra entre Persia y el Impero Otomano entre 1603-1605 d.C., los armenios comenzaron a llegar a Irán buscando una nueva vida en el reino del buen rey safavid Shah Abbas I. Este había acogido en su imperio, en la ciudad de Nakhchivan al sur del río Aras, a decenas de miles de armenios que huían de las persecuciones de los otomanos. Y en 1604, cuando los otomanos estuvieron a punto de conquistar Nakhchivan y masacrar su población, decidió hacer emigrar a los súbditos cristianos al interior de Irán, eligiendo para ellos la ciudad más bella, la capital: Isfahan. En Isfahan les cedió un terreno que se convertiría pronto en el nuevo barrio de Jolfa; Jolfa era el nombre del lugar de procedencia de esas tribus armenias, una localidad que hoy forma parte de la república de Azerbayán.
A su entrada en Irán, los refugiados armenios comenzaron la construcción de iglesias y monasterios para continuar sus actividades religiosas como en su patria. Así, en 1606 nació en Jolfa el primer monasterio, que incluía una pequeña iglesia llamada Amna Perkich, que significa “Curación completa”. La pequeña iglesia fue después ampliada y trasformada en la magnífica catedral de Vank, construida unos 50 años después bajo la supervisión del arzobispo David. Está entre las iglesias más bellas y constituye una de las mayores atracciones del país.

La catedral incluye un campanario, construido en 1702, una tipografía fundada por el cardenal Khachatoor, una librería inaugurada en 1884 y un museo abierto en 1905. La arquitectura del edificio es única en el mundo, porque es una mezcla entre el arte safavid del siglo XVII y el estilo de altas arcadas de las iglesias cristianas.

El edificio tiene una cúpula parecida a la de los edificios islámicos y, según los expertos, ha influenciado e inspirado la construcción de muchos lugares de culto cristianos en Irán y en Mesopotamia. La entrada principal de la catedral es una gran puerta de madera que introduce a los visitantes en el patio del edificio.

Un gran campanario domina el patio y se levanta sobre las tumbas de cristianos ortodoxos y protestantes sepultados a lo largo de la pared de la entrada. El campanario, construido 38 años después de la estructura principal, conduce a la navata: al lado hay una gran inscripción azul rodeada de crucifijos de piedras, procedentes de iglesias del barrio de Jolfa que ya se han derrumbado. En el area elevada a la izquierda, un memorial recuerda a las víctimas de la masacre otomana.

Catedral de Vank.
Cada año, el 23 de abril, los armenios se reúnen para conmemorar a las víctimas de esa masacre y encienden velas en honor de sus mártires. En una esquina del patio, las habitaciones y los pasillos del área reservada a los huéspedes, y el lugar donde reside el arzobispo de Isfahan y las demás autoridades religiosas armenias de Irán. Al fondo del patio y ante la catedral, un edificio hospeda la librería y los museos.
La librería contiene más de 700 antiguos manuscritos raros en armenio y en lenguas europeas que se remontan a la Edad Media. El museo de Vank acoge una única e inestimable colección de objetos pertenecientes a los armenios. Construido en 1871, el museo contiene también el Edicto de 1606 del Shah Abbas I que fundaba Nueva Jolfa y prohibía la persecución de los armenios.

Sublimes copias de la Biblia forman también parte de la colección del museo: entre ellas, una Biblia de 0,7 gramos realizada por los miniaturistas armenios y, según los expertos, la más pequeña del mundo. Vestidos de la era safavid, alfombras, pinturas europeas compradas por mercantes armenios en sus viajes, bordados y otros objetos del patrimonio artístico iraní-armenio deslumbran a los visitantes. El museo Vank acoge también una colección completa de fotografías, mapas y documentos turcos sobre la masacre armenia de 1915, llevada a cabo por los sultanes otomanos. También hay paramentos sagrados, ostensores, cálices y otros objetos sagrados.

Interior de la catedral de Vank
La tipografía de Vank fue la primera en todo Irán y en Oriente Medio. El primer libro impreso en ella se refería a la vida de los monjes y de los sacerdotes armenios, y una copia del mismo se conserva en el museo. La primera imprenta, construida por el obispo Khachatoor, fue reemplazada por una nueva en 1647 comprada en Amsterdam. Más tarde, en 1844, un residente armenio de Jolfa importó otra imprenta de Europa, también conservada en el museo. El primer libro impreso por esta última máquina relativamente moderna es “Los salmos de David”, cuya copia original se conserva en la Oxford Bodleian Library.

El exterior de ladrillos colorados de la catedral da vida a una espléndida combinación de mosaicos persas, color oro bizantino y frescos de estilo europeo que embellecen las paredes interiores. El exterior sencillo contrasta con el interior decorado de manera gloriosa. El techo de la entrada está decorado con motivos florales y la parte superiore de las paredes está embellecida con frescos que recuerdan las fases de la vida de Jesús. El interior está decorado con pinturas, esculturas doradas y cautivadores mosaicos, y los pináculos sostienen imágenes pintadas de la cabeza de un querubín rodeado de alas plegadas.

En el lado septentrional de las paredes de la catedral se representan imágenes del Día del Juicio con el Paraíso arriba y el infierno abajo. Las partes inferiores están cubiertas de pinturas que representan a los armenios torturados por los turcos otomanos.

Tras la muerte de Shah Abbas I, también su sucesor Shah Abbas II puso gran atención a los armenios y a Nueva Jolfa, barrio situado cerca del río Zayandeh, que aún acoge a una nutrida comunidad de armenios iraquíes.

La comunidad armenia iraní creció en número de manera relevante, sobre todo después de 1933, cuando muchos refugiados armenios huyeron a Irán escapando de la Unión Soviética. Los armenios en Irán forman la comunidad cristiana más numerosa, y han construido iglesias, escuelas, centros culturales, artísticos y deportivos. Hoy los irano-armenios tienen dos diputados en Majles, el Parlamento, y son la única minoría que tiene estatus de observadores en los Consejos constitucionales de los Guardianes. Los irano-armenios publican libros, periódicos y diarios (el más famoso se llama Alik).

Puente Shiohse
En Isfahan los cristianos no viven cerrados en su barrio, sino que se encuentran por todas partes: son artistas, artesanos, vendedores de alfombres, pero sea cual sea su trabajo, son queridos por los habitantes de la ciudad, que tiene casi una segunda alma  cristiana – cuenta con 13 iglesias.

En esta ciudad se encuentra también el “Sioseh Pol” (Puente de las 33 Arcadas), de Shah Abbas Safavid. Tiene 33 arcadas en recuerdo de los años de Cristo y en honor de los cristianos de la ciudad. Y hoy, ironía del destino, es el símbolo por excelencia de la ciudad y uno de los símbolos de todo Irán.