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viernes, 17 de junio de 2016

El blog de Ma Daqin y el misterio de la Iglesia

Vatican Insider. En las comunidades católicas chinas, dentro y fuera de Shanghái, no se habla de otra cosa: no cayó en saco roto el quinto artículo que Thaddeus Ma Daqin, obispo católico de la metrópolis china desde 2012, dedicó a su conocido predecesor, el Obispo jesuita Aloysius Jin Luxian, a tres años de su muerte y en la inminencia de los cien años de su nacimiento. Se trata de una especie de largo ensayo en entregas, difundido y publicado desde marzo de este año, y su «capítulo» más reciente apareció en la red el pasado 12 de junio. El obispo Ma vuelve a afrontar su caso personal, con palabras ya argumentos que provocarán una larga sucesión de preguntas y de discusiones animadas.

Los aparatos chinos impidieron que Thaddeus Ma Daqin (de 47 años) ejerciera apropiadamente su ministerio pastoral, desde que él, apenas elegido obispo auxiliar el 7 de julio de 2012 con el consenso «paralelo» de la Santa Sede y del gobierno de Pekín, declaró públicamente, al final de su ordenación episcopal, la intención de abandonar los encargos que hasta aquel momento tenía en los organismos «patrióticos» de los que se sirve la política religiosa gubernamental, para dedicarse exclusivamente a su ministerio pastoral. Esa declaración fue interpretada por los funcionarios que se ocupan de las políticas religiosas en China como una bofetada y una traición. Desde entonces se ha visto obligado a vivir en un estado de residencia «vigilada» en el seminario de Sheshán; desde entonces el obispo Ma no ha celebrado misas en público. El Colegio de los obispos chinos (organismo también dirigido por el poder civil y no reconocido por la Santa Sede) lo castigó quitándole la autorización para desempeñar su ministerio episcopal y con una suspensión de dos años del ejercicio público del sacerdocio. Esta medida punitiva terminó en junio de 2014. Desde entonces, no ha habido ningún cambio importante en la condición de Ma Daqin, mientras que la diócesis de Shanghái, sin una guía episcopal, ha visto empeorar su condición de «impasse», caracterizada por divisiones en el clero diocesano: los seminarios y los noviciados están detenidos, la casa editorial diocesana también, no se han llevado a cabo ordenaciones sacerdotales y hay dificultades para la administración de las confirmaciones.

En estos años, el único instrumento que ha tenido Thaddeus Ma Daqin para estar en contacto con los fieles ha sido su blog, muy seguido en los sectores eclesiales llamados «clandestinos», es decir los que tratan de no tener nada que ver con la política religiosa gubernamental y quienes hasta hace algunos días consideraban el doloroso caso del obispo de Shanghái como emblema de «resistencia» frente a las condiciones impuestas por los aparatos políticos a la vida de la Iglesia.

Ahora, justamente el blog de Ma Daqin parece hacerse convertido en una piedrita en el zapato y en un signo de contradicción para algunos sectores de la comunidad china. Desde ese púlpito digital, el obispo de Shanghái en septiembre del año pasado contó su sueño de un apretón de manos entre Papa Francisco y el Presidente Xi Jinping (cuando ambos se encontraban en los Estados Unidos). Desde su blog, en marzo de este año, Ma Daqin escribió una serie de largas y densas reflexiones sobre la figura de su predecesor, el obispo jesuita de Shanghái Aloysius Jin Luxian (1016-2013). En su conjunto, este largo texto en cinco entregas también es una especie de manifiesto: recordando a su predecesor, Thaddeus ha retomado las intuiciones más fecundas que expresó el gran obispo jesuita sobre los criterios que convendría seguir en las relaciones entre la Iglesia católica y la sociedad china. Y, siguiendo los pasos de su predecesor Jin, también descubrió en el gran tesoro de la Tradición y de la historia eclesial criterios para dirigir el camino del catolicismo chino en el presente, mientras se replantean sus relaciones con el actual liderazgo político-cultural del ex Celeste Imperio. En algunos pasajes de estos textos, las reflexiones que publicó en la red el obispo Thaddeus para recordar a Jin proponen una mirada más allá del horizonte de las dialécticas simplistas en las que normalmente se encasilla al catolicismo chino. Como cuando el obispo que no puede desempañar sus funciones indica como modelo para el deseado encuentro entre el Vaticano y la cultura china a los Padres de la Iglesia Ambrosio, Justino y Agustín, que encontraron caminos eficaces y fecundos para proponer el anuncio cristiano en el contexto cultural y político del imperio romano y de su decadencia. Pero después, lo que ha llamado más la atención y lo que ha desencadenado muchas reacciones fue la última «entrega» de la serie, publicada el pasado 12 de junio.

En ella, al referirse particularmente a Shanghái, Ma Daqin valora los resultados que obtuvo Jin en la guía de la diócesis, incluso en virtud de su «modus operandi» de colaboración con la Asociación Patriótica. Y recordó también la complicada y dolorosa situación en la que él mismo se encuentra. Entre otras cosas, dijo que era «poco sabia» la decisión de renunciar a la Asociación Patriótica justamente el día de su ordenación episcopal. Y da a entender que ese gesto fue fruto de algunas presiones «exteriores», que lo llevaron a pronunciar palabras y a hacer gestos «incorrectos» para con la Asociación Patriótica, cuyo papel sería, según su propia definición, «imprescindible», en el actual estatus de la Iglesia en China. Por ello, el obispo Ma se dijo «interiormente inquieto» por haber dañado «el excelente proceso de desarrollo de la Iglesia de Shanghái, que el obispo Jin construyó en un largo periodo». E indicó también el deseo de poder hacer gestos concretos para «corregir los errores».

Esos pasajes del texto en los que el obispo Ma se refiere a los «errores» que hizo en su relación con la Asociación Patriótica han provocado diferentes preguntas en los ambientes eclesiales dentro y fuera de China. Hay quienes se preguntan si esas frases en las que se retracta y en las que reconoce el papel de la Asociación Patriótica pueden atribuirse verdaderamente al obispo; hay quienes se preguntan cuál podría ser el eventual objetivo de una postura tan neta. Mientras tanto, sectores y comentadores de la blogósfera católica que antes exaltaban a Ma Daqin, como si fuera un héroe de la resistencia frente a las políticas religiosas chinas, comienzan a entonar sentencias para condenar al nuevo, presunto, «traidor» que se vendió al enemigo.

Al no contar con informaciones confiables, conviene tener en cuenta algunos elementos y factores objetivos que pueden dibujar su caso desde que comenzó hasta las últimas novedades.

Antes de convertirse en obispo, Thaddeus estudió en el seminario diocesano de Sheshán y solía tratar con el poder político en virtud de los encargos que tenía en una diócesis que, bajo la guía «oficial» del obispo Jin (consagrado en 1985 sin el consenso de la Santa Sede, que lo «legitimó» en 2004), siempre privilegió el diálogo con las autoridades civiles, en lugar del enfrentamiento. Durante los años del episcopado de Jin, la local Asociación Patriótica de los católicos chinos en Shanghái siempre estuvo en buena sintonía con el obispo. La misma elección del joven Thaddeus como sucesor ’in pectore’ de Jin como obispo dela diócesis se llevó a cabo con el consenso de los órganos patrióticos, y en absoluta comunión con el Obispo de Roma. En el artículo publicado el 12 de junio, el mismo Ma Daqin recuerda haber participado en pequeñas y grandes iniciativas en colaboración con la Asociación Patriótica. Durante su ordenación, su intención de querer abandonar su colaboración directa con los organismos patrióticos tal vez fue interpretada de manera exagerada tanto por los aparatos gubernamentales como por quienes la exaltaron inmediatamente como un gesto con el que rechazaba las políticas religiosas chinas.

Otro dato objetivo, reconocido implícitamente en el artículo de Ma, es la situación de sufrimiento general en el que la diócesis de Shanghái cayó después de la muerte de Jin Luxian, y después de las duras medidas punitivas aplicadas a su sucesor designado. El artículo de Ma podría representar un intento (más o menos afortunado, o menos ‘acordado) para salir del estancamiento y crear las condiciones para que la Iglesia de Shanghái pueda retomar su camino ordinario; a veces lo óptimo (ideal que no tiene en cuenta la realidad histórica) puede ser enemigo del bien posible en el presente. Como sea, los sufrimientos apostólicos que vive el joven obispo merecen todo el respeto, toda la comprensión y toda la cercanía de los que se preocupan por anunciar el Evangelio en China. Los artículos y las reflexiones publicados durante estos años en su blog muchas veces han dado la impresión de una espiritualidad madurada, más encendida durante el tiempo del aislamiento. Desde su habitación en el seminario de Sheshán, «posteando» oraciones y comentarios en la red, Ma Daqin ha dado consuelo a muchos fieles, y así, como podía, también ha guiado su diócesis. La misión que Cristo encomendó a Su Iglesia a veces puede proceder en el mundo mediante caminos semejantes, paradójicos y misteriosos. Antes que nada, para comprender el caso de Ma Daqin, hay que tenerlo en cuenta. Y hay que reconocer que solo una mirada aguda que sepa descubrir y seguir el dinamismo propio de la vida apostólica por sus senderos siempre nuevos podrá hacer que maduren buenos frutos para la vida de los cristianos chinos, mediante el renovado diálogo entre la Santa Sede y el gobierno de Pekín.

viernes, 10 de junio de 2016

Papa Francisco: ¿Sientes que ya no tienes fe?

Cristo te dice "levántate y camina"


VATICANO, 10 Jun. 16 / 06:11AM - Durante la Misa matutina en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco señaló que en la vida del cristiano hay momentos oscuros, sin fe, donde siente que ya no es capaz de levantarse; pero afirmó que es ahí donde Cristo lo reconforta y le dice “levántate y ve adelante”, exhortándolo a mantenerse en pie y en camino, como ocurrió con el profeta Elías.

“Siempre debemos buscar al Señor. Todos nosotros sabemos cómo son los momentos feos: momentos que se te tiran por los suelos, momentos sin fe, oscuros, momentos en los que no vemos el horizonte, no somos capaces de levantarnos. ¡Todos sabemos esto! Pero es el Señor que viene, nos reconforta con el pan y con su fuerza y nos dice: ‘¡Levántate, y ve adelante! ¡Camina!’. Para encontrar al Señor debemos estar así: de pie y en camino. Después esperar que Él nos hable”, aseguró el Santo Padre.

En su homilía, el Pontífice explicó que la vida del cristiano se puede resumir en tres actitudes: estar “de pie” para acoger a Dios, en paciente “silencio” para escuchar su voz, y “en salida” para anunciarlo a los demás.

Dijo que se puede ser un pecador arrepentido que ha decidido recomenzar con Dios o incluso un elegido por Él que ha consagrado su vida, en todo caso puede asaltarte el “miedo” por creer que no lo lograrás, y puedes entrar en un estado de “depresión” cuando la fe se oscurece.

Para profundizar este aspecto e indicar cómo salir del túnel, el Papa recordó al hijo pródigo, deprimido mientras mira hambriento a los cerdos, y se concentró en el personaje de la liturgia del día, el profeta Elías.

Francisco afirmó que Elías es “un vencedor” que “ha luchado tanto por la fe”, ha vencido a centenares de idólatras en el Monte Carmelo; pero se abate tras la enésima persecución que lo toma como blanco y se queda desanimado bajo un árbol esperando morir, sin embargo Dios no lo deja en ese estado de postración, sino que le envía un ángel con un imperativo: levántate, come y parte.


“Para encontrar a Dios es necesario volver a la situación en la que el hombre estaba en el momento de la creación: de pie y en camino. Así nos ha creado Dios: a su altura, a su imagen y semejanza, y en camino. ‘¡Ve, ve adelante! Cultiva la tierra, hazla crecer; y multiplíquense...’. ‘¡Sal!’. Sal y vete al Monte y detente sobre el Monte ante mi presencia. Elías se puso de pie. Y puesto de pie, sale”.

Sin embargo, “¿cómo pasa el Señor? ¿Cómo puedo encontrar al Señor para estar seguro de que sea Él?”, preguntó Francisco.

Indicó que el pasaje del Libro de los Reyes es elocuente. Recordó que el ángel invita a Elías a salir de la caverna en el Monte Oreb donde había encontrado amparo para estar ante la “presencia” de Dios. Sin embargo, al profeta no lo induce a salir ni el viento “impetuoso y recio” que parte las rocas, ni el terremoto que siguió y ni siquiera el fuego sucesivo.

“Tanto ruido, tanta majestad, tanto movimiento y el Señor no estaba allí. ‘Y después del fuego, el susurro de una briza ligera’ o, como es propio del original, ‘el hilo de un silencio sonoro’. Y allí estaba el Señor. Para encontrar al Señor, es necesario entrar en nosotros mismos y sentir aquel ‘hilo de un silencio sonoro’ y Él nos habla allí”, aseguró el Pontífice.

La tercera petición del ángel a Elías es: “Sal”, indicó el Papa. Señaló que el profeta es invitado a volver sobre sus pasos, hacia el desierto, porque se le encomienda una misión que cumplir.

Francisco subrayó que en esto debemos aceptar la invitación “a estar en camino, no cerrados, no dentro del egoísmo de nuestra comodidad”, sino “valerosos” para “llevar a los demás el mensaje del Señor”, es decir, salir en “misión”.

Debemos esperar con el corazón abierto para que Dios nos hable, afirmó el Papa. “Y Él nos dirá: ‘Soy Yo’ y allí la fe se vuelve fuerte. ¿La fe es para mí, para custodiarla? ¡No! Es para ir y darla a los demás, para ungir a los demás, para la misión”, concluyó.

Lectura del día

I Reyes 19:9, 11-16

9 Allí entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: «¿Qué haces aquí Elías?»

11 Le dijo: «Sal y ponte en el monte ante Yahveh». Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor.

12 Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave.

13 Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?»

14 El respondió: «Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.»

15 Yahveh le dijo: «Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de Damasco. Vete y unge a Jazael como rey de Aram.

16 Ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, le ungirás como profeta en tu lugar.

lunes, 6 de junio de 2016

Ser religioso y ser de Dios ¿cuál es la diferencia?

Dios me hace suyo cuando yo me dejo, cuando acepto mi vida como es.


El otro día una persona me comentaba: “No es lo mismo ser religioso que ser de Dios”. Y yo me quedaba pensando. Es verdad. En realidad la meta en la vida es estar profundamente unido a Dios. Y no es lo mismo ser religioso, hablar mucho de Dios, participar en oraciones, repetir gestos litúrgicos, que estar atado a Él desde lo más profundo. Podemos rezar mucho. Hablar de la Iglesia. De los desafíos pastorales. De los cambios de los tiempos. De nuestra estrategia pastoral. De los altos ideales a los que aspiramos. Podemos leer libros religiosos tratando de encontrar respuestas y orientaciones.

Podemos meditar la vida y desentrañar los misterios más ocultos. Podemos escribir con profundidad sobre temas religiosos tratando de dar algo de luz. Podemos querer mucho a Dios pero no pertenecerle por entero.No es lo mismo, es verdad, ser religioso, ser de Iglesia, que ser de Dios desde las entrañas. ¿Dónde está la diferencia? ¿Cómo se puede llegar a ser verdaderamente de Dios? Todo lo que he dicho antes es importante. Es la antesala del verdadero encuentro con Dios. Es lo que prepara el corazón para que tenga lugar esa unión más honda. Es necesario aprender a rezar, invertir tiempo en leer, escribir y hablar con profundidad de Dios y de la Iglesia. Todo ayuda.

Siempre con Dios, siempre pensando en Dios. Todo ayuda. Siempre ayuda. Pero a veces podemos contentarnos con educar hombres religiosos. Les pedimos que repitan gestos. Que interioricen formas. Que lean y estudien. Que conozcan bien la doctrina. Que su conciencia esté bien formada. Todo para que sean más religiosos. Para que estén más unidos a Dios. Queremos que estén arraigados en el corazón de Dios hasta lo más profundo. Que su personalidad sea religiosa desde dentro hacia fuera. Sin formas simplemente pegadas a la piel. Pero, ¡qué difícil es educar hombres de Dios! ¡Cuánto cuesta de verdad ser de Dios! Pensar como Él piensa, amar la vida como Él la ama. Desde lo más profundo. Desde las entrañas. A veces somos del mundo y repetimos actos religiosos. Sólo se nos han pegado formas a la piel. Pero no somos de Dios.

El padre José Kentenich habla de la simplicidad en nuestra relación con Dios: “¿Qué significado tiene la palabra ‘simple’? La función de pensar es simple, la vida afectiva es simple, toda la vida es simple. Sin embargo, no es posible conducir a la oración de simplicidad, de la noche a la mañana, a un alma que aún no está suficientemente cobijada en lo religioso” (J. Kentenich, Hacia la cima). Hace falta tener el corazón muy arraigado en Dios para que mi oración sea simple, para que mi forma de pensar sea simple, para que mi amor sea simple. Hace falta un milagro de conversión para ser totalmente de Dios. Quiero cuidar mi vida, esa huella de eternidad y misterio dejada por Dios en mi alma. Esa presencia de Dios cálida y personal que me remite a Él en cada instante. Esa hondura que, a veces, está muy lejos de los actos externos que repito.

Ojalá fuese más creativo con Él. Sueño con ser más de Dios. Más cada día. Que no busque continuamente la fórmula para que responda a mis deseos. Que no pretenda, rezando mucho, lograr lo que más quiero. Que no busque milagros por todas partes que me den razones para seguir creyendo. Que no me empeñe en enfadarme con Dios cada vez que no sucede lo que más espero.Ser de Dios no consiste en una repetición de gestos religiosos, de frases santas. No es tan solo un arrodillarme asombrado ante el misterio. Tiene que ver con entregarle el corazón por entero, como decía el Padre Kentenich: “Por lo común el ser humano es determinado más por lo que el corazón desea sin confesárselo que por lo que la voluntad quiere. Por eso no hablamos de fusión de voluntades sino de fusión de corazones. Porque es el corazón el que nos hace elocuentes, nos hace grandes o débiles” ( J. Kentenich, Hacia la cima).

Dios me hace suyo cuando yo me dejo. Cuando abro la puerta de mi vida para que Él entre y cambie las cosas. Cuando beso mi vida como es desde lo más profundo. Quiero ser de Dios. Quiero ser propiedad suya. Y acostumbrarme a mirar la vida con sus ojos. Con frecuencia me empeño en que las cosas deben ser como yo creo que deben ser. Y cuando no lo son me alejo de Dios. Me da pena encontrarme con personas que niegan a Dios negando la vida que les ha tocado. Él me acompaña en mi realidad. Tal y como es. Y saca bien del mal. Yo puedo escoger vivir mi vida con Dios o sin Dios. Perteneciéndole a Él o perteneciéndole al mundo. Dios se mete en lo cotidiano y me enseña a mirarlo todo desde Él. En la película El Señor de los anillos, enfrentado a una difícil misión, dice Frodo: “Ojalá nada de esto hubiera ocurrido”. Y Gandalf le contesta: “Eso dicen los que viven estos tiempos, pero no les toca a ellos decidir. Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado”.

Qué hacer con el tiempo que tengo es lo único que puedo decidir. Las circunstancias de mi vida no puedo cambiarlas. Tan sólo puedo besarlas y aceptarlas en mis manos. Para ello tengo que volver a nacer. Tengo que cambiar mi corazón rígido que se empeña en que las cosas sean como yo quiero. Dios actúa en la verdad de mi vida, en las circunstancias más concretas. No en la idea que tengo sobre cómo deberían ser las cosas. No actúa en mis temores sobre el futuro incierto.

Actúa hoy y me ayuda a decidir hoy. Me ayuda a acercarme a Él para vivir a su lado. Para pertenecerle por entero. Para ser más suyo.

domingo, 5 de junio de 2016

Marian de Belén

Enseñanzas sobre la vida y espiritualidad de Santa María de Jesús Crucificado, Mariam de Belén, la arabita. Texto de Sor Emmanuel Maillard.






Fecha de beatificación: Ella fue beatificada el 13 de noviembre 1983 por el Papa Juan Pablo II.

Fecha de canonización: 17 de mayo de 2015, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Breve Biografía

Mariam Baouardy nació el 5 de enero de 1846, en Ibillin, una pequeña aldea de Galilea, a mitad de camino entre Nazareth y Haifa, en una familia de rito griego-católico. Pero Mariam no tenía aún 3 años cuando su padre muere confiándola a la fiel custodia de san José. Algunos días más tarde muere su madre. Es así que Boulos es adoptado por una tía y Mariam por un tío de buena condición.

Es recibida en el Carmelo de Pau en junio de 1867, dónde recibe el nombre de Hermana María de Jesús Crucificado. Su sencillez y su generosidad conquistan los corazones de todos. Don de profecía, ataques del demonio o éxtasis… entre todas las gracias divinas de las cuales está colmada, está aquella de saberse, de manera muy intensa, ser ‘nada’ frente a Dios, y cuando habla de ella misma se llama "la pequeña nada", es realmente la expresión profunda de su ser.

Funda el Carmelo de Belén y Nazareth. Muere, el 26 de agosto de 1878, a los 32 años.



Galilea: la infancia

Mariam Baouardy nació el 5 de enero de 1846, en Ibillin, una pequeña aldea de Galilea, a mitad de camino entre Nazareth y Haifa, en una familia de rito greco-católico. Sus padres no lograban traer al mundo un hijo que sobreviviese: doce niños les murieron uno después de otro, siendo todos ellos muy pequeños. En su profundo dolor y confianza en Dios, decidieron entonces hacer una peregrinación a Belén para ir a rogar ante el Pesebre y pedir la gracia de una hija. Es así como Mariam vino al mundo. Y luego de ella, el siguiente año, su hermano Boulos.

Pero Mariam no tenía aún 3 años cuando su padre muere confiándola a la fiel custodia de san José. Algunos días más tarde muere su madre. Es así que Boulos es adoptado por una tía y Mariam por un tío de buena condición.

De sus años de infancia en Galilea, le quedará, a la vez, ese maravillarse delante de la belleza de la Creación, de la luz, de los paisajes dónde todo le habla de Dios y del sentimiento, muy fuerte, de que “todo pasa”.

Una experiencia de niña es decisiva para su vida futura: juega con dos pequeños pajarillos y quiere hacerlos tomar un baño… pero estos no resisten y mueren entre sus manos. Toda triste, siente entonces interiormente estas palabras: "¿Ves?, es así que todo pasa; pero si quieres darme tu corazón, yo me quedaré siempre contigo”.

A los 8 años hace su primera comunión. Poco después su tío parte para Alejandría con toda la familia.

En Egipto: Alejandría y el martirio

Mariam tiene 12 años cuando se entera que su tío quiere casarla. Decidida a darse totalmente a Dios, ella rechaza la proposición. Tratan de persuadirla… la amenazan. Ni las humillaciones, ni los malos tratos pueden cambiar su resolución. Después de tres meses, ella encuentra a un viejo criado de la casa para mandar una carta a su hermano que se había quedado en Galilea para que venga a ayudarla. Escuchando la narración de sus sufrimientos, el criado que era musulmán la exhorta a dejar a los cristianos y a abrasar su religión. Mariam rechaza. Encolerizado, el hombre saca su cimitarra y le corta la garganta, abandonándola luego en una callejuela oscura. Era el 8 de septiembre.

Pero su hora no había llegado todavía, y ella se despierta en una gruta, cerca de una joven mujer que se parecía a una religiosa. Durante cuatro semanas, esta señora la cuida, la nutre, la instruye. Después de lo cual, al estar ya curada, aquella que más tarde dirá que es la Virgen María, la lleva a una iglesia y allí la deja.

Desde ese día, Mariam irá de ciudad en ciudad (Alejandría, Jerusalén, Beirut, Marsella…), como doméstica, eligiendo preferentemente las familias pobres, ayudándolas, pero dejándolas en cuanto se encuentra demasiado honrada.

Así ella llegará a ser de manera del todo particular, testigo de ese “universo invisible”. Ese universo que nosotros creemos sin verlo, y que ella ha experimentado de una manera muy fuerte.

En Marsella: las Hermanas de San José

En el 1865 Mariam se encuentra en Marsella. Entra en contacto con las Hermanas de San José de la Aparición. Tiene 19 años, pero sólo parece de 12 o 13. Habla mal el francés y posee una salud frágil… de todos modos es admitida al noviciado, y su alegría es enorme por poder entregarse de este modo a Dios. Siempre dispuesta para los trabajos más pesados, ella pasa la mayor parte de su tiempo lavando o en la cocina… pero junto a dicha vida ordinaria, dos días por semanas revive la Pasión de Jesús, recibe los estigmas (que en su sencillez cree ser una enfermedad) y comienzan a manifestarse toda clase de gracias extraordinarias. Algunas hermanas quedan desconcertadas de ello, y al final de 2 años de noviciado, no es admitida a continuar en la Congregación. Es así que un conjunto de circunstancias la orientan hacia el Carmelo de Pau.

El Carmelo de Pau

Es recibida en junio de 1867. Allí, en medio de todas las pruebas que tendrá a atravesar, siempre encontrará amor y comprensión. Al ser una nueva Congregación, ingresa de nuevo al noviciado, dónde recibe el nombre de Hermana María de Jesús Crucificado. Insiste en ser admitida como ‘hermana conversa’, ya que se encontraba más a gusto en el servicio de los otros, teniendo por otro lado un gran problema para leer lo que conllevaba una gran dificultad para recitar convenientemente el Oficio divino. Su sencillez y su generosidad conquistan los corazones de todos. Y sus palabras dichas después de un éxtasis son el fruto de su vida: "Dónde está la caridad allí también está Dios. Si pensáis en hacer el bien a vuestro hermano, Dios pensará en vosotros. Si hacéis un pozo para vuestro hermano, caeréis en él; el pozo será para vosotros. Pero, si hacéis un cielo para vuestro hermano, ese cielo será para vosotros…”.

Don de profecía, ataques del demonio o éxtasis… entre todas las gracias divinas de las cuales está colmada, está aquella de saberse, de manera muy intensa, ser ‘nada’ frente a Dios, y cuando habla de ella misma se llama "la pequeña nada", es realmente la expresión profunda de su ser. Es lo que le hace penetrar la insondable profundidad de la misericordia divina dónde encuentra su alegría y sus delicias, su vida… “La humildad es feliz de ser nada, ella no se apega a nada, ella no se cansa nunca de nada. ¡Está contenta, es feliz, dondequiera que esté es feliz, está satisfecha con todo… Felices los pequeños!”. Allí está la fuente de su abandono al corazón de las gracias más extrañas y al corazón de los acontecimientos humanos más desconcertantes.

La fundación del Carmelo de Mangalor en India

Al fin de 3 años, en el 1870, parte con un pequeño grupo para fundar el primer monasterio de carmelitas en la India, en Mangalor. El viaje en barco hasta allí es ya toda una aventura… tres religiosas mueren antes de llegar. De todos modos, son enviados refuerzos, y a finales de 1870 se puede inaugurar la vida claustral. Sus experiencias extraordinarias continúan sin impedirle ello el afrontar los trabajos más pesados y las agitaciones que vienen siempre anejas a una nueva fundación. Durante sus éxtasis, bien se la veía a veces resplandeciente su rostro en la cocina o en otro lugar, bien participando en espíritu de lo que ocurría en la iglesia al momento de las persecuciones en China; bien sea que a veces el demonio parecía tomar posesión de ella, en lo exterior de su cuerpo, haciéndole vivir terribles tormentos y combates. De todos modos, las incomprensiones empezaron entonces a producirse alrededor de ella, llegando a dudar de la autenticidad de lo que ella vivía. Sin embargo pudo emitir sus votos al final de su noviciado el 21 de noviembre de 1871, pero las tensiones creadas en su entorno acabaron por provocar su regreso al Carmelo de Pau en el 1872.

El regreso a Pau

En aquel lugar halla su vida de simple ‘hermana conversa’ en medio del cariño de sus hermanas de religión, y su alma se dilata. Durante ciertos éxtasis ella, que es casi analfabeta, profiere repentinamente en la exultación de su gratitud hacia Dios poesías de una gran belleza, llenas de frescor y de un atractivo todo oriental, donde la creación entera canta a su Creador… o bien, enardecida por la aspiración de su alma hacia Dios, se la verá elevarse hacia la cima de un árbol milagrosamente sobre una rama que no soportaría ni siquiera un ave… “Todos duermen. Y Dios, tan lleno de bondad, tan grande, tan digno de alabanzas, ¡es olvidado!… ¡Nadie piensa en Él!… Veo, que la naturaleza lo alaba; el cielo, las estrellas, los árboles, las hierbas, todo lo alaba; ¡y el hombre, que conoce sus beneficios, que debería alabarlo, duerme!… ¡Vamos, vamos a despertar el universo!”.

Numerosos también son los que vienen a buscar cerca de ella consuelo, consejos, ruegos, y que parten de su lado iluminados y fortificados por su encuentro.

La fundación del Carmelo de Belén

Poco después de su regreso de Mangalor, comienza a hablar de la fundación de un Carmelo en Belén. Los obstáculos son numerosos, pero se disipan progresivamente, incluso de manera inesperada. Por fin la autorización es dada por Roma y el 20 de agosto de 1875 un pequeño grupo de carmelitas se embarca para esta aventura. El Señor mismo guía a Mariam hacia el lugar y la construcción. Puesto que es la única que habla árabe, ella se encarga particularmente de seguir los trabajos, “inmersa en la arena y en la cal”. La comunidad puede venir a habitar los lugares preparados desde el 21 de noviembre de 1876, mientras que ciertos trabajos continúan.

Se preocupa también por la fundación de un Carmelo en Nazareth, viajando allí y logrando que se compre un terreno en agosto de 1878 para dicho fin. Durante este viaje le es revelado por Dios el lugar de Emaús. Ella lo hace comprar a Berthe Dartigaux para el Carmelo.

De vuelta en Belén, retoma la vigilancia de los trabajos bajo un calor sofocante. Llevando de beber a los obreros, Mariam cae de una escalera y se parte un brazo… La gangrena va afectarle muy velozmente y muere algunos días después del suceso, el 26 de agosto de 1878, a los 32 años.

Su mensaje

La presencia de Mariam es para nosotras un vínculo con todo el mundo árabe.

Mariam, nos descubre este mundo invisible tan cerca de nosotros, el cual es todo misericordia. Ella nos enseña a apostar toda nuestra vida por “aquello que no pasa nunca”, aquello que únicamente “tiene peso”: Dios solo.

Mariam que es llamada por algunos “Patrona de la Paz” para la Tierra Santa, es para nosotros un estímulo a dejarnos transfigurar por el Señor a fin de convertirnos nosotros mismos en artesanos de esta transfiguración del mundo por la gracia de Dios. Testigo de un mundo ya transfigurado, Mariam nos conduce a ese primer día de la Creación, dónde el Cielo y la Tierra no fueron separadas todavía, sino sólo la luz y las tinieblas: este día Uno, reflejo de la Unidad divina, dónde todo resplandece de esta Unidad…

Mariam ha sido atraída de modo particular por el Espíritu Santo, este Espíritu que aleteaba sobre las aguas al principio de la Creación. Es este Espíritu Santo que ella nos quiere entregar como herencia, ya que cuando El viene a tomar sitio de nuestro “yo” transfigura cada cosa, “crea de nuevo”: “Dirigíos al Espíritu Santo que inspira todo”.

“El ‘yo’ es aquello que hace perder al mundo. Los que tienen el yo llevan la tristeza y la angustia con ellos. No se puede tener juntos a Dios y al mundo… Aquel que no tiene el yo tiene todas las virtudes y la paz y la alegría". Pero con el Espíritu Santo todo, incluso “una gota” sola, algo insignificante, llega a ser posible de gran transformación:

Espíritu Santo, inspiradme;
Amor de Dios, consumidme;
Al verdadero camino, conducidme;
María, Madre mía, miradme,
Con Jesús, bendecidme;
De todo mal, de toda ilusión,
De todo peligro, preservadme.

Orar con Mariam

Salmo de contemplación

¿Con qué puedo compararme, Señor?
con los pajaritos implumes en su nido,
si el padre y la madre no les dan su alimento
mueren de hambre.
Así mi alma, Señor
sin Ti,
no tengo apoyo,
no puedo vivir.
¿Con qué me compararé, Señor?
Con un pequeño grano de trigo, sepultado en tierra.
si el rocío no lo alimenta
y el sol no lo calienta
el grano se marchita y muere.
Pero si Tú lo regalas
con la dulzura del rocío
y el calor de tu Sol
de la pequeña semilla
plena de linfa y de vigor
brotarán raíces
y germinará un tallo
fuerte en frutos abundante.
¿Con qué me compararé, Señor?
Con una rosa cortada
que al instante en la mano se marchita
y pierde su aroma.
Pero unida a su tallo
permanece fresca y brillante
intacta en su aroma.
Guárdame en Ti, Señor,
y comunícame tu Vida!...
¿Con qué te compararé, Señor?
Con la paloma que proporciona alimento a sus pequeños,
con una tierna madre
que alimenta a su criatura".


Conocer la verdad, o mejor: dejarse conocer por ella

Lo que los griegos llamaron "aletheia"
Angela Waye / Shutterstock

Me he parado un momento a escribir lo que estás leyendo. Se me ha ocurrido mientras leía una noticia sobre la guerra de Siria. Me preguntaba qué sentido podía tener el cristianismo en la actualidad, en pleno siglo XXI. Porque no faltan momentos en mi propia vida en los que me cuestiono hasta qué punto puedo decir que tengo fe.

Cuando miro a mi alrededor y hago un pequeño examen de mi vida, no dejo de pensar que es muy posible que el Reino de Dios esté en otro sitio, porque no soy precisamente la encarnación de ninguna idea que clarifique la esencia de la fe cristiana.Cosa que me alegra, porque si la gente en la actualidad tuviera que entender el sentido de la fe contemplando mi vida se llevaría una gran decepción.

Tenemos la suerte de que –como su propio nombre indica– la fe a la que me refiero es cristiana y no rafaeliana.

Una de las cosas que más me fascina de la fe es que no se basa en una idea. No hace falta ser un gran pensador para comprender el cristianismo. Para tener fe solamente hay que estar enamorado.
¿De quién? De Jesucristo, sin duda alguna. Es una vivencia que llega a lo más profundo del corazón. Lo transforma.Cuando te encuentras con Cristo hay algo en tu interior que cambia radicalmente. Es lo que llamamos conversión.Los cristianos griegos de los primeros siglos lo llamaron metanoia. Eso significa que se conoce algo más que antes no se conocía. Se llega más allá de lo que nuestro corazón llegaba a ver, a amar.

La metanoia es lo que está más allá de nuestro nous, de nuestra mente, de nuestro conocimiento, de lo que es más íntimo en nosotros.

Salimos de nosotros mismos conociendo lo que antes nos era desconocido: el Amor que no nos olvida, que nos tiene siempre presentes, aquel en el que nuestro ser es sin que podamos percibirlo.

Es el Amor que nos antecede porque existe antes que nosotros. Es Aquel que con la mirada de su corazón nos tiene presentes dentro de sí mismo y que con su Palabra nos llama a la existencia, a la vida.

Se tiene fe en aquello que no se ve, no en aquello que se ve. Lo que está ante los ojos ya es conocido. Es visto. Pero aquello que no se ve queda oculto al ver.

La misma mirada que mira se oculta en aquello que ve. La mirada para sí misma es invisible. Ve y, no obstante, no se ve. Para sí misma es un misterio. Vemos lo de fuera. Lo que es fuera de nosotros. Lo que ex-siste (sistere-extra, es-fuera). Nuestro corazón queda oculto. Nuestra intimidad nos es desconocida.

Lo invisible no queda fuera de nosotros, sino que nos lleva hacia dentro: al corazón. El joven Agustín de Hipona lo experimentó en su búsqueda de Dios y lo expresó con estas palabras: eres más íntimo a mí mismo que mi misma intimidad.

Esa mirada nuestra que se nos oculta cuando intentamos mirarla se vuelve clara, cristalina y brillante cuando en lo profundo de nuestro corazón se clava el dardo ardiente del Amor de Cristo y desgarra los límites de nuestra carne abriéndola a la Vida infinita del Espíritu de Dios.

La mirada de Cristo nos libera de nuestro desconocimiento, del desaliento y del sinsentido de la ignorancia del Amor.

En ella nuestro ser se ilumina como en el Principio, pues escuchamos nuestro nombre en los labios mismos del Verbo Creador. Tal es la fuerza y la belleza de aquello que es invisible a los ojos… de aquello que no ex-siste, de lo que no está-fuera…

Sin embargo, desde ese instante, desde que el corazón se desgarra y queda herido y abierto hacia dentro de sí mismo saliendo de sí, comprende que todo lo que existe fuera de él permanece dentro del Verbo que lo ha llamado a ser, siendo, además, distinto de Él.

La herida del Amor no se olvida. Desde entonces el corazón se manifiesta y ya no queda oculto. Es el Amor el que mejor expresa la esencia de la verdad. Lo que los griegos llamaron aletheia.

Esta palabra guarda dentro de sí un misterio fascinante que –creo– solamente podemos comprender desde la experiencia del Amor. El significado de letheo en griego es olvidar. La a-letheia es aquello que no se olvida.

Lo inolvidable, lo que permanece presente en nuestro corazón y lo hace preso de la nostalgia, es lo que se ama.

Pero letheo también es ocultar. El olvido y lo oculto están íntimamente unidos. Olvidamos el corazón porque permanece oculto en las profundidades de lo invisible. La aletheia es, además, lo que se des-oculta porque se manifiesta.

¿Cómo se puede manifestar, pues, en nosotros aquello que está oculto y que nuestra memoria ha olvidado? Únicamente me atrevo a decir que es el Amor el que lo consigue.

La búsqueda del Amor que nos antecede y que hemos olvidado es la que hace posible que aquello que está oculto, la verdad de nuestra vida, se manifieste y sea auténtica aletheia.

Es un acontecimiento que se imprime a fuego en lo más profundo de nuestro ser y que permanece presente en nosotros con cada latido del corazón.

Es el momento en el que el Verbo nos dice “¡ven!”, similar al que María experimentó cuando dijo fiat mihi secundum verbum tuum!

Ella es la que lo experimentó en toda su plenitud porque pudo corresponder a la mirada de Dios sin ninguna limitación: ella no estaba limitada por sí misma, es la criatura que hace posible que Dios se dé a sí mismo sin restricciones, pues entre ella y Él no hay barrera alguna y se cumple a la perfección la voluntad de Dios en su vida.

Por eso le decimos “llena eres de gracia”… ¡Ella es un anticipo del Reino de Dios!

Hay una relación estrecha entre el Amor y la verdad. Gracias a Él se manifiesta la verdad que nuestro corazón anhela.

Y lo que más me fascina es que la verdad no se manifiesta como objeto, como algo conocido, sino como cognoscente: me conoce. Soy conocido.

Desde ese ser-conocido que soy me doy cuenta de que la verdad es algo más grande que yo mismo y que es la Verdad en sentido pleno. Algo ante lo que siempre cabe admirarse, porque me desborda y no depende de mí mismo, sino que dependo de ella, del Amor que me crea y que se me da sin límites.

Siendo conocido busco conocer a Quien me conoce y en esa búsqueda comienza una ascensión inagotable en el camino de la Vida.

Así que creo que ser cristiano en el siglo XXI aún tiene mucho sentido: Jesús realmente está vivo.

viernes, 3 de junio de 2016

¿Se pueden evitar el dolor y el sufrimiento?

La solución no es vestir de salud el dolor de una vida enferma



A veces, quiero olvidar de repente todas las cosas malas de la vida. Como de un plumazo el pasado que hiere. Las ofensas que ofenden. El puñal que se me clava. El olvido que duele. La agresión nunca olvidada. Las palabras hirientes. ¿Cómo olvidar de golpe todo el dolor que llevo dentro? ¿Cómo sentir paz en mitad de la tormenta? El perdón. El bendito perdón que suplico.
¿Cómo poder cambiar la historia que he vivido? Invertir los caminos. Deshacer las pisadas. A veces quiero.
 A veces entiendo que no tiene sentido rescribir la historia. Lo escrito, escrito está.Muchas veces he escuchado a personas quejándose de su suerte, queriendo cambiarlo todo. De repente.

Tal vez yo mismo sin razón he querido cambiar cosas de mi vida pasada. Corregir decisiones, borrar la mala suerte, reparar errores. Como queriendo restablecer un orden que nunca se había perdido en ese corazón de Dios que yo a veces no entiendo. ¿Por qué su lógica y la mía son tan distintas? No lo sé. La vida no es lineal en su crecimiento. Ni justa. Ni paga a cada uno lo suyo, lo que merece, lo que le corresponde. Y entra en juego tal vez la mala suerte. Y veo vidas con tanto dolor. Parece injusto. Y deseo cambiarlo todo, o una parte. Devolverle a los sueños la posibilidad de hacerse vida. Que no haya muerte ni dolor. Que no haya pérdidas ni lágrimas. Borrar los fracasos del alma. Para no sufrir. Para no sentir que la vida duele demasiado.

Una persona rezaba: “Te pido, Jesús, la fuerza para caminar siempre contigo. Para ver que la cruz no es el punto final de mi vida. Ni el dolor el extremo definitivo de una vida fracasada. No, Jesús. Después de la cruz viene la vida. Después de la muerte la resurrección. Después de las lágrimas la alegría. Después del dolor la paz infinita. ¡Cómo no voy a soñar con imposibles!".Pretender que desaparezca el dolor y el sufrimiento no es el camino. No es lo que de verdad quiero. Acabar con todo el sufrimiento, con las enfermedades que se nos clavan en el alma. No lo espero.
No pretendo lograr que mi madre recuerde todo lo que es, lo que hay que hacer, lo último que ha hecho. Aunque me duela que no pueda hacerlo. No espero que me pregunte cómo me encuentro y qué hago ahora. No importa tanto, para ser sincero. Es verdad, lo reconozco, me gustaría escuchar otra vez palabras con sentido de su alma. En ríos caudalosos que expresaran lo que siente. Me gustaría saber cuándo su sí es cierto. Y su no responde a un pensamiento lógico. Me gustaría sacar su alma de ese pozo en el que habita. Recuperar su mirada que reía tantas veces. Me gustaría su abrazo sentirlo nuevamente. Saber que es a mí a quien abraza. Que lo sabe y que lo siente. Me gustaría sacarla de allí donde está escondida. Recuperar su alma perdida, sus palabras cuerdas, su risa alegre. Lo sé, me gustaría.

Pero son sólo sueños que yo dibujo. Esperanzas que guardo. Pero lo acepto y lo beso. No es el camino borrar nada. Ni el olvido, ni querer cambiar el presente. Y por eso, mientras tanto, abrazo a esa madre que tengo que me quiere y punto. Que me toma la mano y la aprieta.Me basta con retener su mirada azul algo perdida. Me bastan su sonrisa cuando reímos y sus palabras inconexas. Me basta su docilidad para aceptar cualquier plan con agrado. Me basta que se alegre cuando llego y me mire sonriendo.
Me basta con sentir que no se ha ido. Que permanece firme siempre a mi lado. Dispuesta a no dejarme. Dispuesta a no marcharse. Me bastan sus ojos azules, su sonrisa eterna. Me basta con sentirla cerca aun cuando ella parezca lejos. Me basta con saber que me siente aunque tal vez no comprenda.

Sólo importa el instante en que la abrazo, la acaricio y le digo que la quiero. Y ella me dice que también me quiere. Me basta con saber que puedo volver una y mil veces a encontrarme con ella.

Por eso, lo sé, la solución no es borrar de golpe lo que no me gusta de mi vida. Pintar de colores el gris de mis paisajes. Llenar de música los silencios del desierto. Vestir de salud el dolor de una vida enferma. Esperar un milagro que me saque de la muerte. Pedirlo, suplicarle y enfadarme con Dios si no me libra.

No es posible cambiar la vida que vivo con sus circunstancias. No lo pretendo. Sólo beso sonriendo todo lo que tengo

¿Cómo adorar a Dios? Lo que enseñó Jesús de Nazaret

La forma más elevada de la alabanza es la obediencia

Paul Williams-Yann Caradec-Carlos Smith-Peter Dahlgren-cc

Comencemos por decir que la adoración está reservada sólo a Dios. Sólo Él es digno y no cualquiera de sus siervos (Ap 19, 10). No debemos adorar a los santos, ángeles, criaturas, etc.

La palabra adorar proviene del término adoris del latín formado por el prefijo ad (hacia) más el verbo orare (hablar). Adorar es pues, en su etimología, hablar hacia Dios o a Dios.
Adorar, según un diccionario, significa rendir culto a alguien o a algo que se considera como divinidad o que está relacionado con ella; según otro diccionario adorar es reverenciar y honrar a Dios con un culto religioso. Por tanto adorar es un acto de culto espiritual a Dios. Para adentrarnos más en lo que es adorar, contemplemos el episodio bíblico en que Jesús dialoga con una samaritana. Ella en cierto punto le pregunta a Jesús sobre los lugares de adoración a Dios: si en Jerusalén según los judíos o en el Monte Garizim según los samaritanos.
Jesús le dice: “Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en Espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (Jn 4, 23-24).
Se ve que la inquietud de la samaritana por saber adorar correctamente a Dios es sincera, aunque ella estaba más preocupada por un lugar que por su relación personal con Él. Aunque la samaritana tenía la inquietud de saber si el lugar donde adoraba era el correcto, ella es consciente de que sus prácticas de adoración no habían tenido ningún efecto en su vida espiritual, pues seguía practicando una vida inmoral.

Y Jesús conociendo su sinceridad le dice cómo y dónde adorar a Dios Padre: en el Espíritu y en la Verdad.

Adorar al Padre es, de consecuencia, adorar a Dios Trinidad. “Y así, al confesaros Dios verdadero y eterno, hemos de adorar al mismo tiempo vuestra esencia, única, las personas, distintas, y su idéntica majestad” (Prefacio de la Santísima Trinidad). Adoramos a Dios Padre en el hijo por el Espíritu Santo; o, lo que es lo mismo, por el Espíritu Santo (en el Espíritu) y en Jesús (en la Verdad); por esto Jesús dice: “Llega la hora (ya estamos en ella)”.
El Espíritu Santo, la promesa de Cristo para con sus discípulos (Jn 14, 26), debe morar en el verdadero adorador para guiarlo por el camino correcto y adorar a Dios Trinidad de manera genuina en Jesucristo (la verdad); pues el Espíritu de la verdad (Jn 16,13) es enviado por Jesús (Jn 16, 7). Jesús por tanto nos ha dicho a quién y cómo adorar. Adorar a Dios equivale a rendirle un culto espiritual.

Nos lo dice san Pablo: “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal SERÁ VUESTRO CULTO ESPIRITUAL. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir lo que es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rm 12, 1-2).

De aquí se desprenden los siguientes elementos:

1. MOTIVACIÓN. ¿Qué motivación tenemos para adorar a Dios? Su misericordia nos mueve a adorarlo. Es saber que Dios nos ha creado; y, si nos ha creado, lo ha hecho por amor; Él es nuestro Dueño. Adorar a Dios es darnos cuenta que dependemos totalmente de Él.
Tener conciencia de la misericordia divina y tratar de comprenderla nos motiva a la alabanza y/o a la acción de gracias, en otras palabras, a la adoración.

2. FORMA. Como Dios nos ama, nosotros le queremos amar, le queremos adorar. ¿Pero en qué forma? Ofreciéndole nuestros cuerpos “como una víctima viva, santa, agradable a Dios”.
El ofrecimiento de nuestros cuerpos o de todo nuestro ser a Dios, significa darle a Dios todo de nosotros mismos; en definitiva, cederle a Dios el control de nuestra vida.
Para Jesús, el dar la vida es signo de amor (Jn 15, 13). Ofrecernos, darnos o entregarnos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, y con toda nuestra mente (Mt 22, 37) es hacer un sacrificio vivo, santo y agradable a Él. Este es nuestro culto espiritual.

3. CONDICIÓN. Para que nuestro culto espiritual a Dios sea auténtico, verdadero, y agradable a Él, debemos hacerlo con una mente renovada; y esto se logra a través de un proceso constante de conversión.
La conversión, que es expresión de fe y que nace de la humildad, nos motiva a inclinarnos, arrodillarnos, postrarnos ante Dios (que no es sólo una postura corporal), y hacerlo tanto ante su presencia eucarística como fuera de ella.
Eso significa sentirnos infinitamente inferiores a Dios, que dependemos de Él, que Él es nuestro Creador y Señor. Significa rendirnos ante Dios, reconocernos dependientes de Él en todo.

Adoramos a Dios en la medida en que vamos renovando nuestra mente a la luz de la verdad, de la verdad de Cristo. El esfuerzo por tener y mantener nuestra mente renovada, purificada, limpia, incluso integrando las emociones, nos permitirá adorar a Dios sin ataduras.

4. CONTEXTO. La mente renovada se traducirá concretando la voluntad de Dios, haciendo “lo bueno, lo agradable, lo perfecto”. “Y todo lo que puedan decir o hacer, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él (Col 3, 17)”.
Es lo que también nos dice Jesús: “Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás” (Mt. 4, 10). ¿Cuándo? Siempre: en todo momento y lugar. Y sabemos que Dios lo que desea para nosotros es nuestro mayor bien; por tanto, su voluntad será siempre lo mejor para nosotros.
La verdadera adoración se siente por dentro, y se expresa a través de nuestras acciones momento tras momento.
La adoración a Dios es reconocerle toda su omnipotencia y gloria en todo lo que hacemos. La adoración es para glorificar y exaltar a Dios y mantenerle nuestra lealtad.

La forma más elevada de la alabanza y de la adoración es la obediencia constante a Él y a su Palabra

martes, 31 de mayo de 2016

LAS 7 VISITAS DE LA VIRGEN MARIA A LA HUMANIDAD

¿Qué quiere decirnos?


Durante el transcurso de la historia, la Virgen María ha visitado a la humanidad en ciertos lugares especiales por todo el mundo.
En la mayoría de las apariciones marianas, sólo una persona o un grupo pequeño, muy a menudo de niños, se ha informado de la visión de la Santísima Virgen que, al principio, es descrita únicamente como “una Señora”. Aunque ha habido excepciones, como la aparición en Zeitun, Egipto, donde se documentó su aparición ante miles de personas: católicos, ortodoxos, musulmanes y no creyentes.

Según la doctrina de la Iglesia católica, la era de la “revelación pública” terminó con la muerte del último Apóstol. Una aparición mariana, si es juzgada auténtica por una autoridad legítima de la Iglesia, se considera una revelación “privada”. En relación a este tipo de revelaciones, podemos leer en el Catecismo de la Iglesia Católica:

A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia. (CIC, 67).

Después de una investigación concienzuda de acuerdo con las normas descritas específicamente por la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, la Iglesia confirmará una aparición auténtica como fidedigna.

La Santa Sede ha aprobado oficialmente al menos 13 apariciones de la Virgen María, incluyendo las de Guadalupe (México), Saint-Étienne-le-Laus, París (Rue du Bac, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa), La Salette (Francia), Lourdes (Francia), Fátima (Portugal), Pontmain (Francia), Beauraing (Bélgica) y Banneux (Bélgica).

Hay otras apariciones que han sido aprobadas por el obispo local correspondiente; por ejemplo, la aprobación en 2010 de las apariciones del siglo XIX de “Our Lady of Good Help” (Nuestra Señora de la Buena Ayuda), la primera aparición mariana reconocida en los Estados Unidos.

Apariciones marianas del siglo XX

El siglo XX es pródigo en la documentación de apariciones de la Santísima Virgen, desde la celebérrima aparición en Fátima, Portugal, hasta otras menos divulgadas, pero igualmente poderosas, como las apariciones en Kibeho, Ruanda, o en Akita, Japón. ¿Por qué se ha estado apareciendo tan recientemente?

Fray René Laurentin, un mariólogo mundialmente reputado, nacido el 19 de octubre de 1917 —sólo seis días después de la última aparición de la Virgen María en Fátima— ha viajado por todo el mundo investigando muchos de los informes de estos eventos. Hace algunos años, afirmó que cree que la multitud de apariciones es una llamada urgente a un mundo abocado a la autodestrucción.

“Hay situaciones muy graves y serias en el mundo de hoy en día, así que hay muchas razones para que la Virgen se aparezca para alertarnos. Ella habla de forma global de los riesgos morales, de la inmoralidad sexual liberal o del materialismo. El mundo ha rechazado a Dios y se está abandonando lenta y pacientemente al pecado. Es como si estuviéramos sentados en una rama mientras nosotros mismos la cortamos. Así que ahora experimentamos las consecuencias. El mundo se autodestruye a causa del pecado y no podemos sacarnos a nosotros mismos de esa situación sin ayuda. Así que la Virgen nos llama a volver a lo esencial en nuestras vidas. Pide oración y conversión, nos dice que Dios existe y que debemos regresar a Él. Solamente en Él encontraremos nuestra libertad”.

¿Qué mensaje quiere comunicarnos la Santísima Virgen? En una entrevista en 2008, fray Laurentin explicó que los mensajes varían pero que, al mismo tiempo, son unánimes “en la medida en que representan el simple eco del Evangelio y nos invitan a la oración, a la conversión, al arrepentimiento, al ayuno y a la lectura de la Biblia, de formas diferentes según los tiempos y la relevancia profética de cada mensaje individual, pero siempre sin traspasar los límites de la doctrina de la Iglesia”.

Aunque se informe de milagros, curaciones y recuperaciones acompañando a las apariciones marianas, no son el propósito esencial. Cuando aparece la Santísima Virgen, su propósito principal es el de guiar a sus hijos hacia Jesucristo.

Aquí tienes 7 ocasiones en las que la Virgen María visitó a la humanidad.

Lourdes (Franca), 1858:

La Virgen María se aparece a Bernadette Soubirous, de 14 años, un total de 18 veces en la gruta de Massabielle (“la roca”). La Virgen indicó a Bernadette que debía decir a los sacerdotes que construyeran una capilla en el lugar y le mostró una fuente cuyas aguas han sido causa de numerosas curaciones milagrosas. Cuando por fin Bernadette le preguntó a la Señora quién era, la Virgen respondió: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.


Fátima (Portugal), 1917:

La Virgen María se aparece a tres niños pastores, Lúcia dos Santos y sus primos Francisco y Jacinta Marto, el 13 de mayo de 1917, en el valle de Cova da Iria. La Virgen habló del dolor de un mundo asolado por la guerra y las revoluciones e hizo un llamamiento a la oración, el arrepentimiento y la penitencia redentora. También confió a los niños una serie de mensajes proféticos, conocidos como “secretos” o “misterios”, que compartirían con los líderes de la Iglesia. María pidió a los niños que rezaran a menudo el Rosario, diciendo que con el Rosario “pondrían fin a las guerras”. El domingo 13 de octubre de 1917, entre 30.000 y 100.000 personas fueron testigos del “Milagro del Sol”.



Akita (Japón), 1973-1981:

La Virgen María se aparece a sor Agnes Sasagawa, una conversa del budismo al cristianismo. Se dice que el mensaje de Akita, que se asocia con una imagen de la Virgen María venerada por milagrosa, está profundamente relacionado con Fátima y que advierte de la venida de dificultades para la Iglesia. Aunque fueron aprobadas por devoción local, las apariciones de Akita no han recibido ni la aprobación ni la desaprobación de la Santa Sede.




Betania (Venezuela), 1976-1988:

La Virgen María se aparece a María Esperanza de Bianchini, esposa, madre y abuela, bajo el título de María, Virgen y Madre, Reconciliadora de Todos los Pueblos y Naciones. Durante una de estas apariciones, había presentes 150 personas que también vieron a la Señora. Las apariciones de Betania han sido aprobadas por el ordinario local, pero la Santa Sede aún no se ha posicionado. En 2010, la Diócesis de Metuchen, Nueva Jersey, EE.UU., abrió un proceso de beatificación y canonización de la visionaria, que ahora es conocida como Sierva de Dios María Esperanza.




Kibeho (Ruanda), 1981-1986:

La Virgen María se aparece a tres adolescentes, Alphonsine Mumereke, Nathalie Ukamazimpaka y Marie-Claire Mukangango, poco antes del genocidio de Ruanda. La Virgen pide ayuno, oración incesante y conversión. Otros jóvenes en Kibeho afirmaron haber recibido mensajes de la Virgen María, pero sólo fueron aprobadas por el ordinario local las apariciones de Alphonsine, Nathalie y Marie-Claire. En el santuario de Kibeho, María es venerada como Nuestra Señora de los Dolores.




Champion, Wisconsin (EE.UU.), 1859:

La Virgen María se aparece a una joven inmigrante, Adele Brise, al noreste de Wisconsin. María la llamó a “reunir a los niños de este lugar campestre y enseñarles lo que tienen que hacer para la salvación”. En 2010 las apariciones fueron aprobadas por veneración por el obispo de Green Bay, Wisconsin, y el Santuario de Nuestra Señora de la Buena Ayuda, construido en el lugar de la aparición a Adele Brise, es un gran atractivo para los peregrinos.




Zeitun, El Cairo (Egipto), 1968-1970 (aprobada por la Iglesia copta ortodoxa):

La Virgen María se aparece sobre la cúpula de la Iglesia copta ortodoxa de Santa María ante una multitud de más de 250.000 personas, entre los que se encontraban católicos, ortodoxos, protestantes, musulmanes y no creyentes. No se transmitió ningún mensaje durante estas apariciones. Puesto que la iglesia donde ocurrieron las apariciones pertenecía a la Iglesia copta ortodoxa de Alejandría, el patriarca copto ortodoxo Cirilo VI fue quien aprobó su veneración.



domingo, 29 de mayo de 2016

Eucaristía: Una presencia que descansa

Me calmo al recibir su cuerpo


La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene que ver con ese Jesús que no quiere que esté solo y quiere quedarse conmigo. Jesús se hace carne para que yo no vuelva a estar solo. Su carne se queda conmigo para siempre y me acompaña en el camino:

“Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: – Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: – Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre”.

Se queda conmigo para siempre, para que no sufra la soledad. Para que no me sienta aislado en mi dolor. Para que crea en todo lo que yo puedo llegar a ser con su presencia, con su abrazo en mi espalda, con sus palabras de ánimo.Su presencia cada día en mi carne me sostiene. Esa presencia que puedo ver y tocar me ayuda a caminar más confiado. Él está conmigo para siempre, todos los días de mi vida, hasta el final. Se ha quedado para siempre a mi lado.

Dice el papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia: “La Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”.

Su presencia es un remedio en mi debilidad. Un alimento constante para mi hambre. Un amparo en medio de mi pobreza. Es un hogar en medio de mis miedos. Me enriquece. Me levanta.

Cuando recibo a Jesús mi vida se hace más fuerte y más plena. No es un premio por mi buen comportamiento. No es algo merecido, es un don. No es una palmadita en la espalda por haber sido tan bueno. Es un remedio. Es un apoyo en medio del camino.

No tengo que ser inmaculado para merecer su compañía. Él viene a mí me lo merezca o no. Viene a mi vida tantas veces empecatada. Viene para quedarse y darme su descanso en medio de mi cansancio.

Decía el papa Francisco: “Y, cuando uno se queda solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa mal y, a la larga, cansa peor”.
El amor verdadero no nos cansa. Lo que no amo me cansa. La compañía de Jesús a mi lado me descansa. Su ausencia me cansa. Mi cansancio a veces no es sano. Es un cansancio provocado por haber estado desparramado por el mundo, sin un centro en el que encontrar paz y sosiego. Ese cansancio me envenena y me quita la paz del alma.

¿Estoy cansado de verdad? ¿Cómo es mi cansancio? A veces no es el cansancio bueno, fruto de haberlo dado todo en la entrega.

Así lo describe el papa Francisco: “Está el que podemos llamar el cansancio de la gente, el cansancio de las multitudes: para el Señor, como para nosotros, era agotador, pero es cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría. La gente que lo seguía, las familias que le traían sus niños para que los bendijera, los que habían sido curados, que venían con sus amigos, los jóvenes que se entusiasmaban con el Rabí”.El cansancio bueno lo ofrecemos. Todos podemos estar cansados al final del día cuando nos hemos dado por entero por amor. El cansancio malo nos envenena, nos quita la paz, nos hace sentirnos culpables. ¿Cómo es mi cansancio?
Una vida que no ama me cansa y me llena de pobreza. Me llena de soledad. Me deja vacío. Me sorprende, me conmueve siempre de nuevo, ver el mal a mi alrededor. El mal que cansa. El mal que agota. El mal que envenena.

En corazones llenos de rabia, de ira, de odio. En corazones que han perdido el sentido de la vida. Desesperados arañan luz a las sombras. Pero no logran encontrar paz en el camino. Viven en medio de la noche.

El mal agota el alma. Un corazón emponzoñado no puede vivir con paz. Un corazón que no perdona no puede tener paz. Se cansa de no amar. Se cansa de odiar. Se cansa de buscar el mal, de querer el mal de los otros. Se desangra en la crítica, en el juicio, en la condena. Se desgasta en la queja y en las agresiones. No hay paz. Un corazón así no tiene paz.

Jesús viene para quedarse y darme su paz. Viene para llenarme de su presencia. ¿Una comunión puede cambiar mi forma de mirar y de amar? Una comunión sola no basta. Recibir a Jesús una sola vez no es suficiente. Es necesario hacerlo con frecuencia.

Una y otra vez compartir el pan, compartir el vino, su Cuerpo y su Sangre. Ofrecer mi vida. Recibir la suya. Dejar lentamente que su amor vaya siendo mi amor. Su mirada la mía.Para vencer el cansancio malo que se me pega al alma. Para no dejarme llevar por ese mal que veo a mi alrededor y me hace tanto daño. Para que no sea yo instrumento de ese mal, de ese odio, de esa ira.
Jesús se queda conmigo para cambiar mi mirada y mi amor, para hacerme distinto. No sólo se queda a mi lado. Se queda en mí, en mi carne, en mi alma. Su cuerpo en mi cuerpo. Su sangre en mi sangre. Me hago más como Él.

Y Él se queda para hacerlo todo nuevo en mi vida. Para cambiar mi forma de ser, de estar. Cambia el cansancio en paz. La huida en encuentro. La ira en abrazo. Me calmo al tocar su cuerpo. Me quedo quieto al notar su presencia.
Quisiera tener la fuerza para abrirme a Él cada día. Dejar de buscar caminos propios lejos de Él. Comenzar a besar la vida tal como Dios me la regala. Sembrar amor allí donde hay odio. Sembrar paz en medio de la guerra.El amor verdadero no cansa nunca, siempre me descansa. El amor verdadero me da una paz verdadera que antes no conocía. Es remedio para el camino. Alimento para mi hambre.

Esta fiesta de hoy me habla de esa generosidad que llega al extremo. Jesús se ha partido para llegar a todos los corazones. Y me pide que yo me parta como Él se parte por mí.

Decía el padre José Kentenich: “Cada día participo en la misa y me dejo clavar con el Señor en la cruz. Cada día pendo decididamente de mi propia cruz, o bien, cada día doy al Señor la oportunidad de llevar su cruz, con mi originalidad, hasta la próxima eucaristía”[1].

Me cuesta esa generosidad que me hace partirme por amor. Partirme por entero. Esa generosidad que me descentra y me lleva a amar más, a amar partido, roto, vacío. Y me invita a ponerme en camino hoy, no mañana.

[1] J. Kentenich, Vivir la misa todo el día, 55

sábado, 28 de mayo de 2016

5 Razones para quedarse hasta el final de la misa


Esperamos que nuestro pastor y amigos no se den cuenta que nos vamos temprano pero Alguien sí


La mayoría de nosotros lo ha hecho al menos un par de veces.

Vamos directos a la puerta con la cabeza gacha nada más recibir la comunión porque tenemos algo importante que hacer.
Confiamos en que el pastor y nuestros amigos no se den cuenta. Tal vez ellos no lo noten. Pero hay Alguien que sí.

Como  he viajado bastante de aquí para allá, e sorprende lo radicalmente diferentes que pueden ser unas parroquias de otras según la zona o  país. Soy del norte de España y rara vez veras a alguien salir de misa antes tiempo.  Viví en Francia durante unos cuantos años,en la parroquia a la que asistía, la gente llegaba tarde y a veces se iba pronto. Ahora vivo en el noroeste de España me sorprende que tanta gente deje la misa antes de que termine. Es un fenómeno interesante. Un incidente aislado no es algo que me preocupe, pero si la mitad de los feligreses se han fugado al aparcamiento antes de que termine el canto final, mi corazón se entristece un poco.

A veces me gustaría correr detrás de estas personas que veo salir apresuradamente de la iglesia justo después de recibir la comunión para decirles “¡Tenéis a Jesús dentro de vosotros! ¡Tomaos aunque sea un minuto para hablar con él, para darle gracias, para amarle!”.

¿Necesitas más motivación para quedarte un poco más hasta haber completado la misa? ¿Sabes de alguien que no le vendría mal algún acicate?

Aquí tienes algunas razones por las que yo me quedo hasta el final de la misa (además del hecho de que soy monja y sería un poco escandaloso si saliera corriendo tras la comunión de cada domingo):



1- La comunión es conversación:
Cuando recibimos la comunión, recibimos al mismísimo Jesús. Si comemos y salimos corriendo es como ir a visitar a un amigo y precisamente en el momento en que ya puede sentarse y dedicarnos tiempo plenamente, nos levantamos de repente y salimos corriendo por la puerta mientras gritamos, “Ha sido fantástico pasar un rato contigo, ¡hasta la semana que viene!”. En la comunión hay que conversar con nuestro Señor y Salvador. Y para poder conversar de verdad tenemos que saborear ese momento especial con Él y aprovechar ese breve momento de intimidad con nuestro Señor.


2- No está bien ser irrespetuoso:
En el Santuario, tenemos una hora de adoración y meditación sobre el Evangelio. Algunas veces llego tarde y entro rápidamente mirando hacia abajo, avergonzado de que todos puedan ver que me he quedado dormido. Hace poco me di cuenta de que mi motivación para llegar a tiempo no debería ser evitar la vergüenza, sino el hecho de que voy a ver a Jesús. ¿Por qué nos preocupamos tanto de las reacciones de los demás y tan poco de la reacción de Jesús? Pensamos, Tengo que darme prisa porque me queda mucho que hacer, que si esto, que si lo otro, ¡no puede esperar! ¿Por qué nos resulta tan fácil irnos tan rápido, incluso llegando tarde a veces, cuando es el Creador del Universo el que nos espera para reunirse con nosotros?


3- Ir a misa no es hacer un recado:
A menudo, cuando veo a personas salir corriendo de misa, me da la sensación de que están tachando de la lista uno de los recados de ese día y que estaban deseando pasar a lo siguiente. La vida cristiana no es una lista de tareas. Es una invitación a tener una relación con Dios. Si vamos a misa por un sentido de responsabilidad, es cierto que estaremos evitando el pecado mortal, pero contentarnos con evitar el pecado mortal no es precisamente el objetivo de la llamada de nuestra vida espiritual. Estamos llamados a relacionarnos, a santificarnos, a transformarnos.


4- La bendición final es importante:
 El Día del Perdón, Zacarías, padre de Juan Bautista, tuvo el honor de entrar en el Sancta Sanctorum el día que el ángel le dijo que su esposa y él tendrían un hijo. El pueblo esperaba con entusiasmo a que él les diera su bendición tras hacer la ofrenda de incienso. Cuando Zacarías regresó mudo porque no pudo creer el mensaje del ángel, la falta de una bendición amplificó la deshonra y la tragedia de haber perdido su voz. Estoy seguro de que los allí presentes volvieron a casa muy decepcionados. Las bendiciones son un tesoro. Cuando un sacerdote, que por su ordenación está configurado con Cristo, da su bendición final, estamos siendo bendecidos por Dios mismo. Si Jesús estuviera preparándose para darnos su bendición antes de que nos fuéramos de misa para volver al mundo, ¿no le esperarías?


5- Recibes MÁS gracia:
 Según el Catecismo, “los frutos de los sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe” (CIC 1128). El poder de los sacramentos está en ellos y también se deriva de ellos, pero la cantidad de poder que cala en nuestras almas y se desarrolla en nuestras vidas depende de nuestra disposición. Si salimos con prisas de la iglesia tras la comunión, no es muy probable que nuestra disposición sea la de un conocimiento reverencial del asombroso hecho de estar consumiendo el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Dios mismo. No es poca cosa. Así que merece una actitud y una disposición de gran respeto, aunque fuera sólo porque a todos nos hace falta toda la gracia que podamos recibir.


¿Se te ocurren más motivos? Pues me encantaría escucharlos.

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10 cosas sorprendentes que te pasan cuando haces adoración con frecuencia.

Encontrar tiempo para hacer Adoración Eucarística puede ser difícil, pero, si lo consigues, ¡podrás percibir grandes resultados!


La Eucaristía es descrita en el Catecismo como fuente y culmen de la fe. Encontrar tiempo para hacer Adoración Eucarística puede ser difícil, pero, si lo consigues, ¡podrás percibir resultados sorprendentes!


“Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Tomen, esto es mi Cuerpo. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos” (Marcos 14, 22-24).

En la cultura actual, la idea de progreso interior es drásticamente desvalorada como “desperdicio de tiempo” o “cosa de los antiguos e ingenuos”. Sólo el progreso exterior parece palpable. Pero el progreso material permanece fuera de nosotros: incluso nos ofrece sentimientos positivos, pero es siempre efímero y sin sustancia. Pero el progreso interior significa que tu te estás transformando y volviéndote mejor.

El tiempo que dedicas a la Adoración puede sorprenderte de muchas maneras. Por ejemplo:

1. Puedes desarrollar un sentimiento de admiración y maravilla

¡No hay nada como la atmósfera de una capilla o iglesia tranquila! El olor del incienso y el esplendor del ostensorio ayudan a comprender la verdad de lo que está sucediendo en la Adoración. ¡Estamos realmente ante Jesucristo! Su Cuerpo, Su Sangre, Su Alma, Su Divinidad. Cuanto más te quedas en silencio ante la Hostia Santa, más comprendes que la única respuesta a la grandeza de Dios es la maravilla, la admiración y el amor.

2. Experimentas la paz en otras áreas de tu vida

Jesús dijo: “Mi paz les dejo, mi paz les doy” (Jn 14, 27). La paz exterior que podemos experimentar en la Adoración (la quietud y el silencio) van mucho más al fondo y nos llevan a una paz interior que abraza todas las áreas de nuestra vida. Esto no significa que todo será perfecto y sin sufrimiento, pero esa paz nos fortalecerá para enfrentarnos con más firmeza y serenidad a las tempestades de la vida.

3. Empieza a mirar más fuera de ti mismo

Jesús dijo: “Como yo les amé, ámense también ustedes unos a otros” (Jn 13, 34). La Adoración nos conecta al prójimo y al mundo – al final, ¡estamos dedicando tiempo al Creador de todo lo que existe! Más tiempo para alabar y adorar a Dios significa más tiempo para ir más allá de nuestras propias preocupaciones y para atender las necesidades de los demás y del mundo en que vivimos.

4. A veces, es pesado …

Habrá momentos en que la Adoración parecerá “insulsa”, “árida”… Te distraerás, tu mente empezará a divagar… La Adoración regular puede estabilizarse y dejar de parecer especial, pero eso no quita valor ni disminuye la verdad de la Adoración. Nuestra fe es mucho más que los sentimientos, y Dios continuará trabajando en ti aunque sientas o pases por momentos más “secos”. Aunque tu mente divague, estás dando a Dios lo mejor que puedes: ¡tu tiempo, tu compromiso y tu compañía!

5. ¡Te emocionas en la Adoración!

Cuanto más tiempo dedicas a adorar a Dios, más descubres que Él te ama y quiere pasar tiempo contigo. ¡Y más empiezas a querer realmente vivir ese tiempo con Él! Si la Adoración antes parecía rutina, ¡en poco tiempo percibes que deseas hacerla! Como decimos en la misa, “es justo y necesario” dar gracias al Señor. La Adoración a Dios está inscrita en nuestro corazón, y “nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa en él” (San Agustín).

6. La gracia entra en tu vida

Es increíble como un simple acto de compromiso con Dios, aunque sea un corto periodo de Adoración, haga la diferencia para el resto de tu vida. Puedes tener la certeza de seguir en su presencia aunque hayas salido de la iglesia o capilla. La gracia te poya en todos los momentos, especialmente en los de tentación. Es más fácil resistir a la tentación cuando se dedica más tiempo a la Adoración.

7. Te das cuenta de lo afortunado que eres

Hay personas que quisieran pasar más tiempo con Jesús en Adoración, pero no pueden porque están enfermos o tienen mil tareas necesarias en el día a día. Hay personas, en muchas regiones del mundo, que arriesgan la vida por la Eucaristía y son perseguidas por causa de la fe. ¡Hay personas que enfrentan situaciones extremamente peligrosas para estar con Jesús! Y tu tienes el regalo de poder adorarlo abiertamente, ¡sin hablar de lo que significa tener un sacerdote para administrar los sacramentos!

8. ¡Comprendes que Dios tiene sentido del humor!

Cuanto más dejas que Dios te hable, en vez de gastar todo tu tiempo hablándole, ¡más notas que Dios tiene un gran sentido del humor! ¡Hay incluso momentos en que quisieras reír en voz alta! Quizás parezca sorprendente, pero los mejores padres ¿no demuestran su amor con buen humor?

9. Vas a querer confesarte más veces

Puede parecer intimidador, pero no lo es. ¡La confesión nos permite experimentar el océano ilimitado de la misericordia de Dios! Su misericordia engulle todos nuestros pecados y nos da una libertad real, una libertad sin miedo, que nos permite entrar en su Amor y en su Bondad! La confesión fortalece la conciencia de que estamos en los brazos de un Padre que nos ama mucho y que “nunca se cansa de perdonar” (Papa Francisco).

10. ¡Te apasionas!

Cuando dedicas tiempo de corazón abierto a adorar a Dios y permitir que Cristo te muestre Su Amor, ¡también te apasionas! ¡Y su amor te revela a ti mismo y permite que seas tu mismo! “Yo he venido para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).

Entonces, ¿a qué estás esperando? Dedica un tiempo a la Adoración Eucarística, ¡y deja a Dios transformar tu vida!