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viernes, 17 de junio de 2016

El blog de Ma Daqin y el misterio de la Iglesia

Vatican Insider. En las comunidades católicas chinas, dentro y fuera de Shanghái, no se habla de otra cosa: no cayó en saco roto el quinto artículo que Thaddeus Ma Daqin, obispo católico de la metrópolis china desde 2012, dedicó a su conocido predecesor, el Obispo jesuita Aloysius Jin Luxian, a tres años de su muerte y en la inminencia de los cien años de su nacimiento. Se trata de una especie de largo ensayo en entregas, difundido y publicado desde marzo de este año, y su «capítulo» más reciente apareció en la red el pasado 12 de junio. El obispo Ma vuelve a afrontar su caso personal, con palabras ya argumentos que provocarán una larga sucesión de preguntas y de discusiones animadas.

Los aparatos chinos impidieron que Thaddeus Ma Daqin (de 47 años) ejerciera apropiadamente su ministerio pastoral, desde que él, apenas elegido obispo auxiliar el 7 de julio de 2012 con el consenso «paralelo» de la Santa Sede y del gobierno de Pekín, declaró públicamente, al final de su ordenación episcopal, la intención de abandonar los encargos que hasta aquel momento tenía en los organismos «patrióticos» de los que se sirve la política religiosa gubernamental, para dedicarse exclusivamente a su ministerio pastoral. Esa declaración fue interpretada por los funcionarios que se ocupan de las políticas religiosas en China como una bofetada y una traición. Desde entonces se ha visto obligado a vivir en un estado de residencia «vigilada» en el seminario de Sheshán; desde entonces el obispo Ma no ha celebrado misas en público. El Colegio de los obispos chinos (organismo también dirigido por el poder civil y no reconocido por la Santa Sede) lo castigó quitándole la autorización para desempeñar su ministerio episcopal y con una suspensión de dos años del ejercicio público del sacerdocio. Esta medida punitiva terminó en junio de 2014. Desde entonces, no ha habido ningún cambio importante en la condición de Ma Daqin, mientras que la diócesis de Shanghái, sin una guía episcopal, ha visto empeorar su condición de «impasse», caracterizada por divisiones en el clero diocesano: los seminarios y los noviciados están detenidos, la casa editorial diocesana también, no se han llevado a cabo ordenaciones sacerdotales y hay dificultades para la administración de las confirmaciones.

En estos años, el único instrumento que ha tenido Thaddeus Ma Daqin para estar en contacto con los fieles ha sido su blog, muy seguido en los sectores eclesiales llamados «clandestinos», es decir los que tratan de no tener nada que ver con la política religiosa gubernamental y quienes hasta hace algunos días consideraban el doloroso caso del obispo de Shanghái como emblema de «resistencia» frente a las condiciones impuestas por los aparatos políticos a la vida de la Iglesia.

Ahora, justamente el blog de Ma Daqin parece hacerse convertido en una piedrita en el zapato y en un signo de contradicción para algunos sectores de la comunidad china. Desde ese púlpito digital, el obispo de Shanghái en septiembre del año pasado contó su sueño de un apretón de manos entre Papa Francisco y el Presidente Xi Jinping (cuando ambos se encontraban en los Estados Unidos). Desde su blog, en marzo de este año, Ma Daqin escribió una serie de largas y densas reflexiones sobre la figura de su predecesor, el obispo jesuita de Shanghái Aloysius Jin Luxian (1016-2013). En su conjunto, este largo texto en cinco entregas también es una especie de manifiesto: recordando a su predecesor, Thaddeus ha retomado las intuiciones más fecundas que expresó el gran obispo jesuita sobre los criterios que convendría seguir en las relaciones entre la Iglesia católica y la sociedad china. Y, siguiendo los pasos de su predecesor Jin, también descubrió en el gran tesoro de la Tradición y de la historia eclesial criterios para dirigir el camino del catolicismo chino en el presente, mientras se replantean sus relaciones con el actual liderazgo político-cultural del ex Celeste Imperio. En algunos pasajes de estos textos, las reflexiones que publicó en la red el obispo Thaddeus para recordar a Jin proponen una mirada más allá del horizonte de las dialécticas simplistas en las que normalmente se encasilla al catolicismo chino. Como cuando el obispo que no puede desempañar sus funciones indica como modelo para el deseado encuentro entre el Vaticano y la cultura china a los Padres de la Iglesia Ambrosio, Justino y Agustín, que encontraron caminos eficaces y fecundos para proponer el anuncio cristiano en el contexto cultural y político del imperio romano y de su decadencia. Pero después, lo que ha llamado más la atención y lo que ha desencadenado muchas reacciones fue la última «entrega» de la serie, publicada el pasado 12 de junio.

En ella, al referirse particularmente a Shanghái, Ma Daqin valora los resultados que obtuvo Jin en la guía de la diócesis, incluso en virtud de su «modus operandi» de colaboración con la Asociación Patriótica. Y recordó también la complicada y dolorosa situación en la que él mismo se encuentra. Entre otras cosas, dijo que era «poco sabia» la decisión de renunciar a la Asociación Patriótica justamente el día de su ordenación episcopal. Y da a entender que ese gesto fue fruto de algunas presiones «exteriores», que lo llevaron a pronunciar palabras y a hacer gestos «incorrectos» para con la Asociación Patriótica, cuyo papel sería, según su propia definición, «imprescindible», en el actual estatus de la Iglesia en China. Por ello, el obispo Ma se dijo «interiormente inquieto» por haber dañado «el excelente proceso de desarrollo de la Iglesia de Shanghái, que el obispo Jin construyó en un largo periodo». E indicó también el deseo de poder hacer gestos concretos para «corregir los errores».

Esos pasajes del texto en los que el obispo Ma se refiere a los «errores» que hizo en su relación con la Asociación Patriótica han provocado diferentes preguntas en los ambientes eclesiales dentro y fuera de China. Hay quienes se preguntan si esas frases en las que se retracta y en las que reconoce el papel de la Asociación Patriótica pueden atribuirse verdaderamente al obispo; hay quienes se preguntan cuál podría ser el eventual objetivo de una postura tan neta. Mientras tanto, sectores y comentadores de la blogósfera católica que antes exaltaban a Ma Daqin, como si fuera un héroe de la resistencia frente a las políticas religiosas chinas, comienzan a entonar sentencias para condenar al nuevo, presunto, «traidor» que se vendió al enemigo.

Al no contar con informaciones confiables, conviene tener en cuenta algunos elementos y factores objetivos que pueden dibujar su caso desde que comenzó hasta las últimas novedades.

Antes de convertirse en obispo, Thaddeus estudió en el seminario diocesano de Sheshán y solía tratar con el poder político en virtud de los encargos que tenía en una diócesis que, bajo la guía «oficial» del obispo Jin (consagrado en 1985 sin el consenso de la Santa Sede, que lo «legitimó» en 2004), siempre privilegió el diálogo con las autoridades civiles, en lugar del enfrentamiento. Durante los años del episcopado de Jin, la local Asociación Patriótica de los católicos chinos en Shanghái siempre estuvo en buena sintonía con el obispo. La misma elección del joven Thaddeus como sucesor ’in pectore’ de Jin como obispo dela diócesis se llevó a cabo con el consenso de los órganos patrióticos, y en absoluta comunión con el Obispo de Roma. En el artículo publicado el 12 de junio, el mismo Ma Daqin recuerda haber participado en pequeñas y grandes iniciativas en colaboración con la Asociación Patriótica. Durante su ordenación, su intención de querer abandonar su colaboración directa con los organismos patrióticos tal vez fue interpretada de manera exagerada tanto por los aparatos gubernamentales como por quienes la exaltaron inmediatamente como un gesto con el que rechazaba las políticas religiosas chinas.

Otro dato objetivo, reconocido implícitamente en el artículo de Ma, es la situación de sufrimiento general en el que la diócesis de Shanghái cayó después de la muerte de Jin Luxian, y después de las duras medidas punitivas aplicadas a su sucesor designado. El artículo de Ma podría representar un intento (más o menos afortunado, o menos ‘acordado) para salir del estancamiento y crear las condiciones para que la Iglesia de Shanghái pueda retomar su camino ordinario; a veces lo óptimo (ideal que no tiene en cuenta la realidad histórica) puede ser enemigo del bien posible en el presente. Como sea, los sufrimientos apostólicos que vive el joven obispo merecen todo el respeto, toda la comprensión y toda la cercanía de los que se preocupan por anunciar el Evangelio en China. Los artículos y las reflexiones publicados durante estos años en su blog muchas veces han dado la impresión de una espiritualidad madurada, más encendida durante el tiempo del aislamiento. Desde su habitación en el seminario de Sheshán, «posteando» oraciones y comentarios en la red, Ma Daqin ha dado consuelo a muchos fieles, y así, como podía, también ha guiado su diócesis. La misión que Cristo encomendó a Su Iglesia a veces puede proceder en el mundo mediante caminos semejantes, paradójicos y misteriosos. Antes que nada, para comprender el caso de Ma Daqin, hay que tenerlo en cuenta. Y hay que reconocer que solo una mirada aguda que sepa descubrir y seguir el dinamismo propio de la vida apostólica por sus senderos siempre nuevos podrá hacer que maduren buenos frutos para la vida de los cristianos chinos, mediante el renovado diálogo entre la Santa Sede y el gobierno de Pekín.

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