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domingo, 29 de mayo de 2016

Eucaristía: Una presencia que descansa

Me calmo al recibir su cuerpo


La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene que ver con ese Jesús que no quiere que esté solo y quiere quedarse conmigo. Jesús se hace carne para que yo no vuelva a estar solo. Su carne se queda conmigo para siempre y me acompaña en el camino:

“Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: – Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: – Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre”.

Se queda conmigo para siempre, para que no sufra la soledad. Para que no me sienta aislado en mi dolor. Para que crea en todo lo que yo puedo llegar a ser con su presencia, con su abrazo en mi espalda, con sus palabras de ánimo.Su presencia cada día en mi carne me sostiene. Esa presencia que puedo ver y tocar me ayuda a caminar más confiado. Él está conmigo para siempre, todos los días de mi vida, hasta el final. Se ha quedado para siempre a mi lado.

Dice el papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia: “La Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”.

Su presencia es un remedio en mi debilidad. Un alimento constante para mi hambre. Un amparo en medio de mi pobreza. Es un hogar en medio de mis miedos. Me enriquece. Me levanta.

Cuando recibo a Jesús mi vida se hace más fuerte y más plena. No es un premio por mi buen comportamiento. No es algo merecido, es un don. No es una palmadita en la espalda por haber sido tan bueno. Es un remedio. Es un apoyo en medio del camino.

No tengo que ser inmaculado para merecer su compañía. Él viene a mí me lo merezca o no. Viene a mi vida tantas veces empecatada. Viene para quedarse y darme su descanso en medio de mi cansancio.

Decía el papa Francisco: “Y, cuando uno se queda solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa mal y, a la larga, cansa peor”.
El amor verdadero no nos cansa. Lo que no amo me cansa. La compañía de Jesús a mi lado me descansa. Su ausencia me cansa. Mi cansancio a veces no es sano. Es un cansancio provocado por haber estado desparramado por el mundo, sin un centro en el que encontrar paz y sosiego. Ese cansancio me envenena y me quita la paz del alma.

¿Estoy cansado de verdad? ¿Cómo es mi cansancio? A veces no es el cansancio bueno, fruto de haberlo dado todo en la entrega.

Así lo describe el papa Francisco: “Está el que podemos llamar el cansancio de la gente, el cansancio de las multitudes: para el Señor, como para nosotros, era agotador, pero es cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría. La gente que lo seguía, las familias que le traían sus niños para que los bendijera, los que habían sido curados, que venían con sus amigos, los jóvenes que se entusiasmaban con el Rabí”.El cansancio bueno lo ofrecemos. Todos podemos estar cansados al final del día cuando nos hemos dado por entero por amor. El cansancio malo nos envenena, nos quita la paz, nos hace sentirnos culpables. ¿Cómo es mi cansancio?
Una vida que no ama me cansa y me llena de pobreza. Me llena de soledad. Me deja vacío. Me sorprende, me conmueve siempre de nuevo, ver el mal a mi alrededor. El mal que cansa. El mal que agota. El mal que envenena.

En corazones llenos de rabia, de ira, de odio. En corazones que han perdido el sentido de la vida. Desesperados arañan luz a las sombras. Pero no logran encontrar paz en el camino. Viven en medio de la noche.

El mal agota el alma. Un corazón emponzoñado no puede vivir con paz. Un corazón que no perdona no puede tener paz. Se cansa de no amar. Se cansa de odiar. Se cansa de buscar el mal, de querer el mal de los otros. Se desangra en la crítica, en el juicio, en la condena. Se desgasta en la queja y en las agresiones. No hay paz. Un corazón así no tiene paz.

Jesús viene para quedarse y darme su paz. Viene para llenarme de su presencia. ¿Una comunión puede cambiar mi forma de mirar y de amar? Una comunión sola no basta. Recibir a Jesús una sola vez no es suficiente. Es necesario hacerlo con frecuencia.

Una y otra vez compartir el pan, compartir el vino, su Cuerpo y su Sangre. Ofrecer mi vida. Recibir la suya. Dejar lentamente que su amor vaya siendo mi amor. Su mirada la mía.Para vencer el cansancio malo que se me pega al alma. Para no dejarme llevar por ese mal que veo a mi alrededor y me hace tanto daño. Para que no sea yo instrumento de ese mal, de ese odio, de esa ira.
Jesús se queda conmigo para cambiar mi mirada y mi amor, para hacerme distinto. No sólo se queda a mi lado. Se queda en mí, en mi carne, en mi alma. Su cuerpo en mi cuerpo. Su sangre en mi sangre. Me hago más como Él.

Y Él se queda para hacerlo todo nuevo en mi vida. Para cambiar mi forma de ser, de estar. Cambia el cansancio en paz. La huida en encuentro. La ira en abrazo. Me calmo al tocar su cuerpo. Me quedo quieto al notar su presencia.
Quisiera tener la fuerza para abrirme a Él cada día. Dejar de buscar caminos propios lejos de Él. Comenzar a besar la vida tal como Dios me la regala. Sembrar amor allí donde hay odio. Sembrar paz en medio de la guerra.El amor verdadero no cansa nunca, siempre me descansa. El amor verdadero me da una paz verdadera que antes no conocía. Es remedio para el camino. Alimento para mi hambre.

Esta fiesta de hoy me habla de esa generosidad que llega al extremo. Jesús se ha partido para llegar a todos los corazones. Y me pide que yo me parta como Él se parte por mí.

Decía el padre José Kentenich: “Cada día participo en la misa y me dejo clavar con el Señor en la cruz. Cada día pendo decididamente de mi propia cruz, o bien, cada día doy al Señor la oportunidad de llevar su cruz, con mi originalidad, hasta la próxima eucaristía”[1].

Me cuesta esa generosidad que me hace partirme por amor. Partirme por entero. Esa generosidad que me descentra y me lleva a amar más, a amar partido, roto, vacío. Y me invita a ponerme en camino hoy, no mañana.

[1] J. Kentenich, Vivir la misa todo el día, 55

viernes, 27 de mayo de 2016

Lourdes: ¿Hacia una 70ª curación milagrosa?

Una niña italiana sorda de nacimiento empieza a oír en una peregrinación al santuario francés


Una niña italiana de seis años, sorda de nacimiento, empezó a oír, inexplicablemente, durante una peregrinación a Lourdes que realizó del 8 al 12 de mayo, junto a su madre, su hermano pequeño, su abuela y otros cientos de peregrinos de las parroquias de la ciudad de Milán.

La noticia llegó diez días más tarde a los medios italianos. A través del teléfono, el santuario de Lourdes declara “ser consciente del entusiasmo de los medios” que provoca este acontecimiento.Pero precisa: “En Lourdes, cada gracia de curación o conversión es recibida con alegría, pero hay que respetar los procedimientos que exigen prudencia y el deber de la discreción”, sobre todo porque es el caso de una niña menor de edad.

Los hechos de la curación

La pequeña, cuyo nombre no ha sido revelado, padecía una sordera profunda en ambos oídos y tenía que usar audífonos.
Pero el pasado 11 de mayo, a las 20:30 horas, se los quitó y le dijo a su madre: “Ya no me hacen falta, escucho bien”, declara Giuseppe Secondi, director de la peregrinación organizada por UNITALSI-Lombardie.

Él se encontraba jugando con la niña y fue testigo directo de la escena: “Tenía que irme porque tenía un compromiso, pero la vi acercarse a su madre y quitarse sus dispositivos. Sin ellos, estaba condenada a la sordera. Entonces su madre le dijo que se los volviera a poner, pero la niña se negó diciendo que podía escuchar bien”.
La chica es natural de la región de Liguria. Nació el 25 de diciembre de 2009, después de sólo 26 semanas de embarazo, con un peso de solamente 800 gramos.

Los médicos lograron salvarla, pero algunos de los medicamentos usados durante sus tres meses de hospitalización, en el Instituto pediátrico Gaslini de Génova, causaron hemorragias cerebrales que dañaron sus canales auditivos.
Los exámenes efectuados posteriormente confirmaron una “pérdida auditiva profunda en ambos oídos”. Sin embargo, gracias a la logopedia, la niña consiguió aprender a leer los labios y a hablar, aunque con dificultad.

La peregrinación de la misericordia

La familia tomó la decisión de ir en peregrinación a Lourdes en el último momento, aprovechando que coincidía con el Año de la Misericordia para “dar las gracias a la Virgen María por haber protegido a nuestra niña, que estuvimos a punto de perder y que al final se salvó, y también para pedir su apoyo y así tener la fuerza de hacer frente, mi hija, yo, todos nosotros, a un estilo de vida tan exigente”, confiesa la madre.

Era su primera estancia en Lourdes y la vivieron “con gran emoción y fervor” ya desde los preparativos, según explican sus allegados.“Cuando escuché a mi hija decir: ‘Oigo bien, ya no necesito mis dispositivos’, mi corazón comenzó a latir muy fuerte… En realidad tenía aspecto de estar oyendo mejor. Los niños no mienten y mi hija no se los habría quitado sin motivo”, continúa la madre.Ese día, la noticia se extendió de inmediato entre los peregrinos. “Lo celebramos y seguimos celebrándolo”, asegura el director de la peregrinación.
Y añade: “No sabría dar un nombre a lo que ha sucedido. Sólo sé que es un acontecimiento hermoso en el que hay que profundizar”.

El sacerdote de Giovanni Frigerio, ayudante de UNITALSI, intenta ponerle palabras: “Yo lo llamo una curación. Otros ya explicarán el cómo y el por qué”.
“Lo que yo sé es que aquí vienen muchísimas personas que sufren, en el cuerpo y en el espíritu, y que regresan revitalizadas, dispuestas a retomar el camino de sus vidas llenas de esperanza y gracia”.

Prudencia y discreción

La madre llevó de inmediato a su hija a la Oficina de Constataciones Médicas de Lourdes.

Los médicos han pedido toda la documentación referente al historial médico y han propuesto nuevos exámenes audiométricos.Según la madre y el responsable de UNITALSI, “efectivamente, se ha confirmado una mejoría auditiva, así como el restablecimiento de los órganos”.Pero todos están de acuerdo en ser prudentes y rigurosos. Tras presentar el expediente, el proceso de verificación acaba de comenzar.
Si el caso es considerado “serio”, el médico convoca un “consejo”, es decir, una reunión para la “discusión de un caso clínico” en la que pueden participar todos los médicos y el personal sanitario presentes en Lourdes, independientemente de sus creencias religiosas.

¿Cómo se autentifica una curación?

Según explica Patrick Theillier, antiguo director de la Oficina de Constataciones Médicas y miembro del Comité Médico Internacional de Lourdes (CMIL), “para que sean reconocidas como milagrosas, las curaciones inexplicables producidas en un contexto de fe deben ser autentificadas –de inmediato e indisociablemente– desde un punto de vista médico (la razón) y un punto de vista espiritual (la fe); puesto que la curación milagrosa es mucho más que una curación médica”.
Aquí, la función de la medicina, continúa, es asegurar la veracidad de la curación: “Tiene que haberse producido objetivamente una transición de una condición patológica demostrada hacia un estado de buena salud evidente”.
“Para que el estudio médico pueda concluir en favor de una curación ‘verdadera, definitiva y sin explicación médica’ hay cuatro condiciones necesarias: certeza del diagnóstico y de la enfermedad, pronóstico estable o fatal, curación extraordinaria y súbita, tratamiento sin relación con la curación”.
Por tanto, la constatación de una curación en un contexto de fe es, claramente, tanto médica como espiritual. La intervención de los hombres de ciencia es un requisito previo, pero una curación “inexplicable” no basta para hablar de un milagro.Por eso, explica y concluye el experto, sólo hay 69 milagros reconocidos en Lourdes, mientras que el consultorio médico ha confirmado más de 3.000 curaciones objetivamente inexplicables.La 69ª curación reconocida como milagrosa por la Comisión médica se remonta a julio de 2013. Había sucedido hacía 24 años, lo que dice mucho de la lentitud y complejidad del proceso y de la prudencia de la Iglesia.

Una única enseñanza católica que resuelve 14 problemas

Si el alma y el cuerpo son una unidad, entonces eso significa varias cosas…


En los seres humanos, el alma y el cuerpo son una unidad; son uno solo. Nosotros no somos almas presas en un cuerpo a espera de liberación, ni somos sólo cuerpos que llevan a cabo funciones cerebrales superiores.

La Iglesia católica habla de unidad “profunda” del alma y el cuerpo. El espíritu y la materia “no son dos naturalezas unidas, sino que su unión forma una única naturaleza”.

Es difícil enfatizar la importancia de esta enseñanza y cuán fácil es entenderlo mal.

A continuación 14 verdades que se despliegan de la unidad del alma y el cuerpo:


  • El hombre es noble

¡Qué obra de arte es el hombre!”, dijo Hamlet. “Cuán noble de razón, cuán infinito de facultades. En forma y movimiento, cuán admirable. En el actuar, cuán angelical. En el aprendizaje, cuán semejante a un dios. La belleza del mundo. El parámetro de los animales”.
Somos parte animal y parte “ángel”; estamos hechos de polvo y soñamos con alcanzar las estrellas. En la imagen destacada del libro del Génesis, Dios nos hace a partir del barro e inspira en nosotros el soplo de vida.
Si la Iglesia está en lo correcto, nosotros somos nobles y bellos; si la Iglesia está equivocada, somos meros receptáculos de placeres fugaces, altamente desarrollados.


  • El arte puede ser grandioso

Cuando creamos arte, expresamos ideas intangibles mediante materia tangible, audible, visible. El arte utiliza nuestros sentidos para hablarle a nuestra alma.
Si la Iglesia está en lo correcto sobre la unidad del alma y el cuerpo, entonces el arte es un canal para una belleza que nos trasciende.
Pero si la Iglesia está equivocada, el arte es sólo un ejercicio de creatividad.


  • La ley natural importa

Lo que hacemos con nuestro cuerpo, aunque de modo independiente de nuestras intenciones interiores, importa. Nuestro cuerpo, de hecho, es “nosotros”: no es que nosotros “tenemos” un cuerpo: nosotros “somos” cuerpo y alma. Y, por lo tanto, somos responsables de nuestras acciones.
Pero si la Iglesia está equivocada, no podemos acusar o encontrar culpa en nadie, porque no tenemos cómo juzgar las intenciones de los demás y porque sus cuerpos simplemente responden a fuerzas de las cuales ellos no son responsables.


  • La encarnación de Dios es posible

Las herejías cristológicas iniciales intentaban separar la divinidad y la humanidad de Jesucristo: ¿será que su alma era Dios, pero su cuerpo no lo era? ¿Será que Él era un Dios “menor” porque “tenía” cuerpo? ¿Será que Él “se volvió” Dios en el bautismo?
La unidad del alma y el cuerpo resuelve todas estas herejías: Él siempre fue quien Él es: verdadero Dios y verdadero hombre.
Si la Iglesia está equivocada sobre la unidad del alma y el cuerpo, entonces Jesús no puede ser Dios y nosotros no podemos ser redimidos. Si la Iglesia está en lo cierto, nuestra fe no es en vano.


  • Los edificios de la Iglesia importan

Si el alma y el cuerpo no son una sola cosa, entonces no importa la apariencia de las iglesias: estas son sólo algo ante lo que el cuerpo reacciona por instinto.
Pero si el alma y el cuerpo son una sola cosa, entonces las iglesias deben ser, también en su construcción material, testigos elevados de la grandeza de Dios.
Sin la enseñanza sobre la unidad del cuerpo y el alma, las iglesias podrían estar vacías o priorizar formas geométricas que no distrajeran a nuestra alma.
Con esta enseñanza, sin embargo, ellas pueden y deben ser llenadas con iconos e imágenes atractivas también para nuestra naturaleza corporal.


  • Los sacramentos son necesarios

Sin esta enseñanza, sería inútil que lo material transmitiera la gracia.
Pero, con esta enseñanza, podemos tener acceso a la gracia a través de cosas comunes, táctiles, transformadas por un sacerdote: el agua, el pan, la mano que unge, la palabra hablada…


  • María es especial

Sin esta enseñanza, María sería sólo una madre de alquiler que sólo cargó el cuerpo de Jesús.
Pero, con esta enseñanza, ella es la Madre de Dios.


  • Los santos importan

Sin esta enseñanza, sólo celebraríamos los misterios de la vida de Cristo.
Con esta enseñanza, sin embargo, podemos también celebrar a los grandes hombres y mujeres que comparten la vida de Cristo en su propia vida.


  • El sexo importa

Sin esta enseñanza, la sexualidad es un mero entretenimiento y no importa ni el número ni el tipo de parejas.
Con esta enseñanza, en cambio, la sexualidad es la conexión espiritual más íntima posible entre un hombre y una mujer y necesita ser tratada con dignidad y propósito.


  • Las obras de misericordia importan

Sin esta enseñanza, dar de comer y de beber, vestir y abrigar al necesitado son simples cuestiones de decoro público, no actos de misericordia.
Pero, con esta enseñanza, estamos no sólo gestionando necesidades de cuerpos ajenos, sino amando a nuestros hermanos.


  • El ejercicio físico importa

Sin esta enseñanza, cuidar del cuerpo no es relevante; o, por lo menos, no tanto como cuidar el alma.
El cuerpo, no obstante, es parte de quienes somos. Y esto significa que debemos cuidarlo bien.


  • …pero sin exagerar

La Iglesia rechaza la noción neopagana que tiende a promover el culto al cuerpo, a sacrificar todo por él, a idolatrar la perfección física y el éxito en los deportes.


  • El matrimonio no es mera construcción jurídica

Sin esta enseñanza, el matrimonio sería sólo un contrato entre cualquier grupo de dos o más personas, vinculadas por cualquier necesidad mutua.
Con esta enseñanza, sin embargo, el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer con el objetivo final de generar y crear hijos por amor, hijos que jamás fueron, son o serán un mero “conglomerado de células”.


  • Tus órganos genitales y tus cromosomas importan

Si tu cuerpo y tu alma no son una unidad, entonces tu identidad de género es un concepto que queda escondido de los demás.
Pero si tu cuerpo y tu alma son una unidad, entonces las demás personas saben decir lo que tú eres, aunque las ideologías inventen otra cosa.