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viernes, 2 de junio de 2017

Santo, perfecto y misericordioso

El cristianismo para bien y para mal, es una religión de máximos. Te sitúa en la línea de salida de la vida y te invita a vencer la mediocridad, a hacerte imprescindible para los demás a través del servicio, a dejar de lado lo superfluo y lo relativo; busca la alegría y se aleja del aburrimiento, no desea que nadie se convierta en un permanente aguafiestas o estar siempre refunfuñando. En el cristianismo no se busca lo previsible. Se trata de una religión que invita a la superación permanente, al crecimiento continuado. El cristianismo es una escuela de alegría, de esperanza, de ilusión, de sorpresa, de generosidad, de vida. Es la religión que te lleva a la vida eterna. Hoy me lo ha dejado más claro que nunca una frase del libro del Levítico. Es la invitación a ser algo muy importante, clave en la vida, decisivo en mi devenir como persona: «¡Sed santos!». Este clamor se une a las palabras de Cristo del «¡Sed perfectos!» en el Evangelio de san Mateo y al transformador «sed misericordiosos» que san Lucas refleja en su Evangelio recogiendo esas palabras del Señor en un momento que pronunciar este alegato era toda una revolución para el sentir del hombre.

«Santidad», «perfección» y «misericordia». Las tres pautas del pentagrama de la vida que Dios escribe con letras de oro porque Él mismo es el compositor de esta obra sublime. Así es Dios: santo, perfecto y misericordioso y así quiere que sea yo en mi vida cotidiana. Es una invitación alegre y exigente pero asumible. Es una propuesta de compromiso pero llevadera.
La santidad, que es lo que me identifica como hijo de Dios y como coheredero del reino de Cristo y me distingue de todo aquel que está en el mundo y ama las cosas del mundo, es un meta que está a mi alcance si rechazo mi yo y la mundanalidad que me ofrece lo relativo; es el objetivo y el afán que debo buscar como cristiano. La perfección es la unión sobrenatural con Dios a la que estoy llamado en la vida cristiana desde el momento de mi bautismo; es, en definitiva, hacer siempre la voluntad de Dios. Y la misericordia es esa virtud del ánimo que me invita a tener un corazón compasivo y caritativo entregado al otro relacionado con el amor y que me inclina a la caridad, la entrega y el perdón.

Vivimos en una sociedad que afea lo hermoso, que ensalza lo aborrecible, que celebra lo negativo, que degrada lo que viene de Dios, que desacredita el valor de la santo.

El «sed santos, perfectos y misericordiosos» me obliga a un comprometerme con Cristo. Él no me pide cosas extraordinarias, imposibles de alcanzar. Me pide, sencillamente, unirme a Él, a sus misterios, a hacer míos sus pensamientos, sus comportamientos y sus actitudes. Mi santidad se mide, tan solo, por el grado que Cristo alcance en mi; por mi predisposición a dejarme moldear y transformar por la acción del Espíritu Santo para tratar de parecerme a Él. Una vida santa, perfecta y misericordiosa no es producto de mi solo esfuerzo porque es Dios quien me hace santo, perfecto y misericordioso; es la acción de su Espíritu la que me anima desde lo más profundo de mi corazón. Dios solo quiere que siga a su Hijo ejemplo de sencillez, pobreza y humildad, que tome a cuestas mi cruz cotidiana, camine con ella y conforme mi voluntad a Su voluntad para merecer tener parte en la gloria del cielo.

«Sed santos, perfectos y misericordiosos». Tres palabras que me invitan a no tener miedo a tender hacia lo alto, a no temer que Dios me exija demasiado, a no padecer por lo que Dios me envíe, a dejarme guiar por sus acciones cotidianas. Y aunque sea pequeño, un inútil, pecador, inconstante, egoísta, soberbio, pobre, inadecuado… Él me irá transformando según un único principio: el principio de su Amor.

Hay una hermosa Oración por la santidad que no puede ser superada. Obra del cardenal Mercier, es la que propongo rezar hoy:

Creo en vos, Señor, pero ayúdame a creer con firmeza; espero en vos, pero ayúdame a esperar sin desconfianza; te amo, Señor, pero ayúdame a demostrarte que te quiero; estoy arrepentido, pero ayúdame a no volver a ofenderte.
Te adoro, Señor, porque sos mi creador y te anhelo porque sos mi fin: te alabo, porque no te cansas de hacerme el bien y me refugio en vos, porque sos mi protector.
Que tu sabiduría, Señor, me conduzca y tu justicia me contenga; que tu misericordia me consuele y tu poder me defienda.
Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en vos; te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de vos; te ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad; te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por vos.
Todo aquello que vos quieras, Señor, lo quiero yo. Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento, que fortalezcas mi voluntad, que purifiques mi corazón y santifiques mi espíritu.
Haceme llorar mis pecados, rechazar las tentaciones, vencer mis inclinaciones al mal y cultivar las virtudes.
Dame tu gracia, Señor, para amarte y olvidarme de mi, para buscar el bien de mi prójimo sin tenerle miedo al mundo.
Dame tu gracia para ser obediente con mis superiores, comprensivo con mis inferiores, solícito con mis amigos y generoso con mis enemigos.
Ayúdame, Señor, a superar con austeridad el placer, con generosidad la avaricia, con amabilidad la ira, con fervor la tibieza. Que yo sepa tener prudencia, Señor, al aconsejar, valor en los peligros, paciencia en las dificultades, sencillez en los éxitos.
Concédeme, Señor, atención al orar, sobriedad al comer, responsabilidad en mi trabajo y firmeza en mis propósitos.
Ayúdame a conservar la pureza del alma, a ser modesto en mis actitudes, ejemplar en mi trato con el prójimo y verdaderamente cristiano en mi conducta.
Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos, para fomentar en mí, tu vida de gracia, para cumplir tus mandamientos y obtener mi salvación.
Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno, la grandeza de lo divino, la brevedad de esta vida y la eternidad de la futura.
Amén.

Se acerca Pentecostés, y le cantamos al Espíritu Santo eso de Oh, deja que el Señor te envuelva:


domingo, 6 de noviembre de 2016

¿Tengo la conciencia tranquila y el corazón en paz?

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La Solemnidad de Todos los Santos, fiesta que nos permite invocar a los que nos han precedido en la fe y gozan la alegría de la contemplación de Dios, es para mí una fiesta de gran alegría y de esperanza porque anticipa mi comunión futura y me permite caminar en este peregrinaje terrenal invocando a los amigos de Dios, especialmente a los de mi familia que disfrutan de su compañía.
Es un día de comunión íntima con los muertos de la familia y de todos aquellos cercanos que hemos querido que gozan de la misericordia divina y que interceden ante Dios por nosotros, en ese amor celestial que imagino se debe vivir desde las alturas.
Es un día para grabar en el corazón de nuevo su nombre, para dar gracias al Señor por tantos hombres y mujeres —familiares, amigos, compañeros de trabajo, gente de la parroquia...— a los que estamos hoy unidos para que juntos podamos hacer lo posible para llegar a ese cielo deseado.
Es un día para recordar que la santidad no es una quimera; que es posible alcanzar la santidad sencilla como lo testimonian tantos hombres y mujeres que hicieron de su vida un proyecto de amor a Dios y que de forma silenciosa dejaron la vida terrena para vivir en la gloria de Dios.
Es un día para sentirse profundamente querido por el Padre, que tanto nos ama y nos protege, y para entender que pese a todos los problemas, las dificultades, las dudas, los sufrimientos, la desesperanza, siempre hay un camino de certidumbre como han dejado patente tantos santos anónimos que nos han precedido.
Es un día para responder desde el corazón y desde la fe a esa pregunta que lanza el señor en el Evangelio de San Juan: «Yo soy la resurrección y la Vida el que creé en mí vivirá; el que vive y creé en mí no morirá jamás. ¿Lo crees?».
Es un día para tomar conciencia de mi preparación hacia la vida futura porque mi tiempo en esta vida no depende de mí sino que está en las manos de Dios. Será como Él quiera y cuando Él quiera por eso debo prepararme bien cada día y hacer el propósito de respetar y cumplir sus mandamientos, alejarme del pecado, vivir con amor y desde el amor y frecuentar con devoción la vida de sacramentos.
Es un día para comprender que uno no puede vivir engañado con las mentiras y las vanidades que nos ofrece esta sociedad en la que vivimos y que mi labor consiste en trabajar para salvar mi alma, la única que no morirá nunca y que tiene la oportunidad de gozar de la alegría eterna.
En definitiva, es un día para analizar mi vida, contemplar desde el corazón cuál es el camino que estoy tomando para ir hasta el cielo y que si voy por veredas confusas y sendas erradas debo enderezar el camino y cambiar mi actitud en la vida. Y preguntarme con el corazón abierto: si en este mismo instante tuviera que presentarme ante de Dios, ¿puedo tener la conciencia tranquila y el corazón en paz?

¡Padre, en este año que celebramos tu misericordia, y confiamos en tu amor y en el poder de tu bondad, te pedimos por todas las personas que hacen el camino junto a nosotros y por nosotros mismos para que llevemos un camino de santidad y podamos dejar este mundo para vivir contigo la vida eterna! ¡Te pedimos, Padre, que no tengas en cuenta nuestras miserias, nuestras debilidades humanas, nuestra podredumbre de corazón, nuestra pobreza de intención, nuestros egoísmos y nuestra soberbia, nuestra falta de caridad con los demás y contigo, y que podamos presentarnos ante ti con un corazón limpio y puro! ¡Espíritu Santo, ayúdanos a caminar por la vida con rectitud de intención, buscar la santificación personal en todas las cosas que hagamos, que lo que nazca de nuestro corazón no sea más que ternura y generosidad a imitación de aquellas personas que descansan ya en la gloria eterna! ¡Ayúdame,Espíritu Santo, a estar siempre vigilante en la oración, para que con independencia de la brevedad de mi vida, pueda encontrarme siempre con el Padre con un corazón predispuesto y abierto a su voluntad! ¡Señor de bondad y de misericordia, en este día tan especial queremos confiarte las almas de todas las personas a las que queremos y especialmente aquellos que han fallecido sin arrepentirse de sus pecados, sin el consuelo de los sacramentos o sin haber reconocido que en ti está el camino, la verdad y la vida! ¡Padre, uno de estos días contigo me encontraré contigo, te pido que tus brazos misericordiosos que tanto me buscan me acojan y alcanzar tu Amor! ¡Para ello ayúdame a tener una relación personal contigo y no permitas que olvide que el camino de la eternidad lo estoy recorriendo ya!
Del compositor inglés William Byrd escuchamos hoy su sensible y delicado motete compuesto para la festividad que hoy celebramos: Iustorum animae, que recuerda serenamente a los que mueren en Dios:

jueves, 4 de agosto de 2016

Intenso momento de oración del Papa Francisco en Asís

En los  800 años del Gran Perdon

Largo y profundo silencio guardó el Papa Francisco hoy, en la pequeña Porciuncula que alberga la basílica de Asís, meditando sobre el jubileo extraordinario del Perdón que pidió san Francisco hace 800 años a Honorio III.
Después de hablar sobre la necesidad de perdonar “ante tantas personas que viven incubando rencores y odios”, pues el perdón “es el principal camino hacia el Paraíso”, el Papa en persona se sentó un buen rato en el confesionario, animando con su ejemplo a todos los sacerdotes.

domingo, 26 de junio de 2016

6 enseñanzas que te aportará el Camino de Santiago

Una peregrinación se asemeja mucho a la propia vida


Hace algunas años recorrí la costa oeste de Francia y norte de España, tuve la bendición de realizar el Camino de Santiago, una tradicional peregrinación, llena de historia y aventura que miles de personas de diferentes países llevan a cabo durante todo el año.

Te cuento que para mí fue una oportunidad muy especial,  y tuve una gran certeza interior de que la realizaría, después de leer una publicación sobre las peregrinaciones y conversar con un monje en Mont Saint Michel en Normandía. Me dije interiormente (a la vez que le pedía a Dios que así se diera): "es tu voluntad, no la mía".

Realizar el camino (como se le llama tradicionalmente), fue para mí una experiencia única, intensa, que me marcó: Dios respondió muy concretamente a una serie de preguntas personales que tenía en los últimos años de mi vida, en la línea de descubrir con más claridad qué quiere de mí, en el lugar que ocupo en el mundo, en mis relaciones con las personas que me rodean y en general en conocer más profundamente quién soy yo.

Como habrás escuchado alguna vez una peregrinación se asemeja mucho a la propia vida: hay subidas y bajadas, momentos difíciles y momentos más tranquilos, conoces diversas personas que dejan alguna huella en ti (y tú dejas alguna huella en cada una), siempre caminamos hacia una meta muy concreta dando todo por alcanzarla (que en mi caso aun no ha terminado en otros culmina con el abrazo a la imagen del Apóstol, como símbolo de un encuentro con quien ya recorrió esos pasos, figura de lo que será el cielo). Es por ello que quiero compartirte 6 enseñanzas que me dejó el Camino de Santiago. Espero puedan ser útiles para tu propia vida.

1. Un peregrino está siempre en búsqueda

Es impresionante ver la cantidad de gente que peregrina. Personas de diferentes edades, países, e incluso creencias. En grupo o solos, cada quien con una particular motivación. Me encontré con personas que lo hacían por motivos de fe, otros como ofrecimiento, otros para conocerse más, e incluso había quienes lo hacían por aventura o por deporte. Sin embargo, lo que era permanente en todas estas diferentes experiencias era que todos esperaban algo. Todos estaban en búsqueda de algo más. Algo los atraía a hacer El Camino de Santiago aún con todas las dificultades que implicaban hacerlo. Si bien la meta estaba clara, siempre la mirada estaba atenta a descubrir qué nos traía el nuevo día, qué personas conoceríamos, que obstáculos surgirían, siempre en búsqueda, como en la propia vida. Búsqueda que se hace más llevadera, si tenemos una luz que nos guíe a cada paso. Somos peregrinos de la misericordia.


2. Sé tú mismo

En El Camino no hay poses, máscaras o roles que valgan. Eres tú  y Dios que va contigo. El camino que transitas y las personas con las que te vas encontrando simplemente «conectan» contigo. La amistad va brotando entre los peregrinos de forma muy natural. Te lo explico mejor: en la vida cotidiana muchas veces nos acostumbramos a aferrarnos a nuestras formas de pensar, a nuestros esquemas, que muchas veces se cierran al encuentro con los demás. Lo irónico es que nuestro ser más profundo anhela ese encuentro. Y solo lograremos hacerlo cuando nos quitemos de encima todo ese peso de quien no soy y que tantas veces cargamos para aparentar, quedar bien, y calmar el qué dirán. Ya lo decía el gran escritor francés Saint-Exupery: «Aquel que quiera viajar feliz, debe viajar ligero». Ser yo mismo, con mis dones, virtudes, y cosas por cambiar, eso es lo que abre al contacto sincero con los otros.

3. Existen personas realmente buenas y con hambre de verdad en el mundo

El Camino debe ser vivido en clave de encuentro. Por supuesto tuve mis ratos de oración personal mientras caminaba, y de reflexión mientras veía el paisaje, pero también tenía (sin planificarlo) mis ratos de conversación con otros peregrinos, de conocerlos y darme a conocer, de compartir la vida. Fue muy gratificante encontrar personas de lo más variadas, de países que nunca hubiese pensado conocer, y compartir desde lo más cotidiano. Y entender en ello que realmente existen personas con un gran corazón en el mundo, que buscan a Dios (a veces sin darse cuenta), y que anhelan cosas buenas y verdaderas para su vida, aún a pesar de las diferencias culturales que puedan existir.

4. La alegría de la vida en Cristo, de estar siempre con Él, cuestiona

En esa dinámica de encuentro, desde ese ser yo mismo, encontré algo que siempre fue bien recibido: la alegría y la bondad que viene de Dios, siempre cuestiona y siempre tiene un efecto transformador en la vida de las personas. Cuando tenemos esa certeza fuerte de que Dios habita en nuestro corazón y no nos permitimos nublar esa presencia, podemos vivir con una alegría que irradia felicidad. Y eso contagia, cuestiona, compromete y genera relaciones de amistad sólidas y que pueden ser perdurables.

5. Rezar por los demás te acerca y te hace sentirte acompañado


Durante mi peregrinación tuve la oportunidad de rezar también por muchas personas, de ofrecer mis esfuerzos y oraciones al Señor, así como la misa diaria de los peregrinos en cada pueblo donde paraba cada día, por numerosas intenciones que amigos, familiares y hasta personas desconocidas me pidieron llevara en mi mente y en mi corazón durante todo mi Camino. Fue muy bonita esta experiencia porque de alguna forma, me sentí muy acompañado de todos ellos, y a su vez los acompañé cuando le pedía al Señor por sus esperanzas, por sus sueños, sus propósitos y por las situaciones que les inquietaban.

6. Dios me interpela constantemente con la creación


Finalmente, y no por ello menos importante, fue fundamental el contacto con la Creación. Realmente me encontré con paisajes hermosos, llenos de colores y de vida, que no hacían más que remitirme una y otra vez al Creador y a elevar una acción de gracias por estar allí y por su obra. Dios nos interpela una y otra vez con las maravillas de la naturaleza en el día a día, y esto es ocasión para darle gloria y para agradecerle por todo lo que tenemos que es realmente un tesoro.

«El cansancio del andar, la variedad de paisajes, el encuentro con personas de otra nacionalidad, los abren a lo más profundo y común que nos une a los humanos: seres en búsqueda, seres necesitados de verdad y de belleza, de una experiencia de gracia, de caridad y de paz, de perdón y de redención. Y en lo más recóndito de todos esos hombres resuena la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo. Sí, a todo hombre que hace silencio en su interior y pone distancia a las apetencias, deseos y quehaceres inmediatos, al hombre que ora, Dios le alumbra para que le encuentre y para que reconozca a Cristo. "Quien peregrina a Santiago, en el fondo, lo hace para encontrarse sobre todo con Dios" (Papa Benedicto XVI en Misa por el Año Santo Compostelano en Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela, 6 de noviembre de 2010).

Empezó a caminar. Me gusta pensar en los inicios de tantos caminos míos. Es bonito ese momento de vértigo, en el que no sabes qué te vas a encontrar. Miro a Jesús. Decide y se pone en marcha. Va con los apóstoles. El camino no lo hace solo. Desde que los escogió nunca se ha separado de ellos. Son uno. Ellos van con Él. Con sus torpezas, sus preguntas, sus huidas y cobardías. Pero en su corazón estaba el anhelo de estar con Él, fuera donde fuera. Jesús toma la decisión. Quizás la compartió con ellos. No lo sabemos. Pero ellos también dejan su tierra nuevamente, igual que dejaron sus redes y su mesa de cambios, su vida. Se ponen en camino junto a Él. A su lado merece la pena vivir el miedo y la incertidumbre.

Es lo que me pide siempre Jesús. Confiar, caminar a su lado, salir de mí mismo, ir donde Él vaya. Sé que juntos tocaremos el cielo, que la vida será mucho más que mi pequeña parcela. Ninguno se quedó. Todos se fueron con Él hacia Jerusalén. Caminantes confiados. Abiertos a lo que Dios les preparase. Sin tener todo controlado, sin una casa segura donde dormir cada día. Dejaron Cafarnaúm, donde habían vivido juntos. Con Jesús no necesitaban tantos seguros. Yo también pienso eso. Si voy a su lado, me fío y no quiero calcular tanto. Ni medir. Pobres apóstoles, una y otra vez tienen que abrir el corazón. Jesús les ayuda a romper prejuicios, a superar miedos. Hay dos actitudes ante la vida. O nos ponemos en camino detrás del que nos invita a seguirle o nos quedamos quietos sin hacer nada.

O creemos en Aquel que no tiene dónde reclinar la cabeza o preferimos la seguridad de una vida tranquila, sin agobios ni exigencias.

lunes, 30 de mayo de 2016

No es aguantar, sino hacerlo todo nuevo

A veces me da miedo el abismo de lo eterno, pero el hoy lo consigo



A veces me canso y dejo todo para mañana. O busco mi comodidad, mi cueva en la que me guardo. O me da miedo pensar en una generosidad sin medida, siempre, todos los días, abierta a todos.

Decía el Padre Kentenich: “Hoy Cristo quiere morir en mí. Hoy. No mañana. Una de las más grandes tentaciones del demonio: ¿Vivir toda una vida en forma tan sublime y con tal profundidad religiosa y moral? ¿Quién puede resistir algo así? La respuesta es: ¡Hoy, sólo hoy! Tengo esa responsabilidad sólo por veinticuatro horas. De eucaristía en eucaristía. Las gracias que necesito para bajar hoy a la arena de mi vida, las recibo cada mañana en la santa misa”.

Hoy puedo partirme y morir un poco, morir por completo. Hoy, sólo me pide que lo haga hoy. Eso me da paz. Un día es posible. Y mañana de nuevo la petición. Mañana, otro día. Y después cada día recibo la fuerza para partirme, para morir un poco más. Cada día recibo más fuerza. Pero sólo por ese día.

Creo que la fidelidad se construye así, día a día. Sueño con el siempre. Vivo en el presente. Recibo la fuerza para dejar de pensar en mí y en lo que yo necesito. Para dejar de mirar mi dedo, mi ombligo, mis miedos, mis ansias. Un día. Sólo un día para dar la vida por entero, sin miedo.

Me conmueve pensar en ese amor de Dios que se conjuga sólo en presente. Me ama hoy. Por entero. De forma total. Me ama en este momento en el que me vuelvo hacia su cruz. Es el amor presente de Jesús a mi lado. El viático para recorrer las horas de mi día. Las horas de mi presente.

A veces me da miedo el abismo de lo eterno. Ese siempre sin fecha de retorno. Ese presente continuo que se derrama en un futuro incierto. Me asusta. Y vuelvo entonces a notar la presencia de Jesús hoy. Para hoy. Para las próximas horas. Desaparece el miedo. El hoy lo consigo. El hoy es posible.

Siempre, en el camino de Santiago, donde la meta final está clara, lo que permite caminar un día más es saber a cuánto está el siguiente pueblo, el siguiente albergue. Da igual su nombre o su importancia. Lo importante es saber cuántos kilómetros me faltan hasta la siguiente parada. Cinco, siete, diez. Es posible. El camino es posible.
Luego contaré, mirando hacia atrás, cuánto llevo. Y celebraré con alegría el camino recorrido, los aniversarios celebrados. Pero me centro en el hoy, en los kilómetros de hoy, en mi vida partida hoy. Con renuncias, sacrificios y alegrías. Hoy. Sólo hoy. Eso me salva.

Comenta el papa Francisco: “Se confunde, a menudo, la fidelidad y el aguante. Aguantar significa resistir el peso de una carga, y es condición propia de muros y columnas. La fidelidad supone algo mucho más elevado: crear en cada momento de la vida lo que uno, un día, prometió crear. Debemos grabar a fuego en la mente que la fidelidad es una actitud creativa”.Cada día me comprometo de nuevo a crear una vida según Cristo. A crear horas santas, una entrega santa. Creativo en un amor que se hace de nuevo cada mañana. La fuerza creadora de mi vida. Me comprometo de nuevo a amar hasta el fondo del alma de forma creativa. Me comprometo a cuidar el camino que Dios me ha regalado. Ahora y siempre.

No simplemente aguanto y soporto lo que me toca vivir. El amor que Dios me pide va mucho más allá, más lejos, crea vida. Me comprometo a ser fiel de forma creativa. Haciéndolo todo nuevo, cada día nuevo. Desde lo más hondo de mi vida.
La fidelidad se juega aquí y ahora. En medio de mi camino Dios me anima a ser fiel, a darme por entero. A no guardarme con egoísmo pensando en el futuro. Quiere que mi amor se entregue sin reservas. Aquí y ahora.

En cada eucaristía Jesús me enseña a partirme, a darme, a ser para otros pan partido. A llegar a todos con mi vida limitada, rota, herida. Me emociona pensar en la fe de Jesús en mí. Cree en mi fidelidad. Cree en mi sí repetido cada mañana.

viernes, 27 de mayo de 2016

Lourdes: ¿Hacia una 70ª curación milagrosa?

Una niña italiana sorda de nacimiento empieza a oír en una peregrinación al santuario francés


Una niña italiana de seis años, sorda de nacimiento, empezó a oír, inexplicablemente, durante una peregrinación a Lourdes que realizó del 8 al 12 de mayo, junto a su madre, su hermano pequeño, su abuela y otros cientos de peregrinos de las parroquias de la ciudad de Milán.

La noticia llegó diez días más tarde a los medios italianos. A través del teléfono, el santuario de Lourdes declara “ser consciente del entusiasmo de los medios” que provoca este acontecimiento.Pero precisa: “En Lourdes, cada gracia de curación o conversión es recibida con alegría, pero hay que respetar los procedimientos que exigen prudencia y el deber de la discreción”, sobre todo porque es el caso de una niña menor de edad.

Los hechos de la curación

La pequeña, cuyo nombre no ha sido revelado, padecía una sordera profunda en ambos oídos y tenía que usar audífonos.
Pero el pasado 11 de mayo, a las 20:30 horas, se los quitó y le dijo a su madre: “Ya no me hacen falta, escucho bien”, declara Giuseppe Secondi, director de la peregrinación organizada por UNITALSI-Lombardie.

Él se encontraba jugando con la niña y fue testigo directo de la escena: “Tenía que irme porque tenía un compromiso, pero la vi acercarse a su madre y quitarse sus dispositivos. Sin ellos, estaba condenada a la sordera. Entonces su madre le dijo que se los volviera a poner, pero la niña se negó diciendo que podía escuchar bien”.
La chica es natural de la región de Liguria. Nació el 25 de diciembre de 2009, después de sólo 26 semanas de embarazo, con un peso de solamente 800 gramos.

Los médicos lograron salvarla, pero algunos de los medicamentos usados durante sus tres meses de hospitalización, en el Instituto pediátrico Gaslini de Génova, causaron hemorragias cerebrales que dañaron sus canales auditivos.
Los exámenes efectuados posteriormente confirmaron una “pérdida auditiva profunda en ambos oídos”. Sin embargo, gracias a la logopedia, la niña consiguió aprender a leer los labios y a hablar, aunque con dificultad.

La peregrinación de la misericordia

La familia tomó la decisión de ir en peregrinación a Lourdes en el último momento, aprovechando que coincidía con el Año de la Misericordia para “dar las gracias a la Virgen María por haber protegido a nuestra niña, que estuvimos a punto de perder y que al final se salvó, y también para pedir su apoyo y así tener la fuerza de hacer frente, mi hija, yo, todos nosotros, a un estilo de vida tan exigente”, confiesa la madre.

Era su primera estancia en Lourdes y la vivieron “con gran emoción y fervor” ya desde los preparativos, según explican sus allegados.“Cuando escuché a mi hija decir: ‘Oigo bien, ya no necesito mis dispositivos’, mi corazón comenzó a latir muy fuerte… En realidad tenía aspecto de estar oyendo mejor. Los niños no mienten y mi hija no se los habría quitado sin motivo”, continúa la madre.Ese día, la noticia se extendió de inmediato entre los peregrinos. “Lo celebramos y seguimos celebrándolo”, asegura el director de la peregrinación.
Y añade: “No sabría dar un nombre a lo que ha sucedido. Sólo sé que es un acontecimiento hermoso en el que hay que profundizar”.

El sacerdote de Giovanni Frigerio, ayudante de UNITALSI, intenta ponerle palabras: “Yo lo llamo una curación. Otros ya explicarán el cómo y el por qué”.
“Lo que yo sé es que aquí vienen muchísimas personas que sufren, en el cuerpo y en el espíritu, y que regresan revitalizadas, dispuestas a retomar el camino de sus vidas llenas de esperanza y gracia”.

Prudencia y discreción

La madre llevó de inmediato a su hija a la Oficina de Constataciones Médicas de Lourdes.

Los médicos han pedido toda la documentación referente al historial médico y han propuesto nuevos exámenes audiométricos.Según la madre y el responsable de UNITALSI, “efectivamente, se ha confirmado una mejoría auditiva, así como el restablecimiento de los órganos”.Pero todos están de acuerdo en ser prudentes y rigurosos. Tras presentar el expediente, el proceso de verificación acaba de comenzar.
Si el caso es considerado “serio”, el médico convoca un “consejo”, es decir, una reunión para la “discusión de un caso clínico” en la que pueden participar todos los médicos y el personal sanitario presentes en Lourdes, independientemente de sus creencias religiosas.

¿Cómo se autentifica una curación?

Según explica Patrick Theillier, antiguo director de la Oficina de Constataciones Médicas y miembro del Comité Médico Internacional de Lourdes (CMIL), “para que sean reconocidas como milagrosas, las curaciones inexplicables producidas en un contexto de fe deben ser autentificadas –de inmediato e indisociablemente– desde un punto de vista médico (la razón) y un punto de vista espiritual (la fe); puesto que la curación milagrosa es mucho más que una curación médica”.
Aquí, la función de la medicina, continúa, es asegurar la veracidad de la curación: “Tiene que haberse producido objetivamente una transición de una condición patológica demostrada hacia un estado de buena salud evidente”.
“Para que el estudio médico pueda concluir en favor de una curación ‘verdadera, definitiva y sin explicación médica’ hay cuatro condiciones necesarias: certeza del diagnóstico y de la enfermedad, pronóstico estable o fatal, curación extraordinaria y súbita, tratamiento sin relación con la curación”.
Por tanto, la constatación de una curación en un contexto de fe es, claramente, tanto médica como espiritual. La intervención de los hombres de ciencia es un requisito previo, pero una curación “inexplicable” no basta para hablar de un milagro.Por eso, explica y concluye el experto, sólo hay 69 milagros reconocidos en Lourdes, mientras que el consultorio médico ha confirmado más de 3.000 curaciones objetivamente inexplicables.La 69ª curación reconocida como milagrosa por la Comisión médica se remonta a julio de 2013. Había sucedido hacía 24 años, lo que dice mucho de la lentitud y complejidad del proceso y de la prudencia de la Iglesia.

martes, 17 de mayo de 2016

LOS PAPAS QUE PEREGRINARON A FÁTIMA

De los nueve Pontífices que ha tenido la Iglesia desde la aparición de la Virgen de Fátima en 1917, tres llegaron al Santuario mariano en Portugal, la tierra donde la Madre de Dios habló a los tres pastorcitos. El Papa Francisco será el cuarto en peregrinar a ese importante lugar cuando vaya en 2017, en el centenario de las apariciones. El primero fue el Beato Pablo VI el 13 de mayo de 1967, fecha en el que el mundo celebraba el 50 aniversario de la primera aparición de la Virgen de Fátima. “Queremos pedir a María una Iglesia viva, una Iglesia verdadera, una iglesia unida, una Iglesia santa”, dijo el Beato durante su homilía ante miles de fieles. El segundo fue San Juan Pablo II quien el 13 de mayo de 1982, al cumplirse el primer aniversario del atentado que sufrió en la Plaza San Pedro, visitó Fátima para agradecer a la Virgen por haberlo protegido. Retornó al Santuario de Fátima en 1991 como agradecimiento por los 10 años de haber sido “salvado” por la “mano materna” de María durante el atentado y más adelante, en el Jubileo del año 2000, volvió para beatificar a los videntes de Fátima, Francisco y Jacinta Marto. Al conmemorarse los 10 años de la beatificación de los pastorcitos, el Papa Benedicto XVI también peregrinó al Santuario de Fátima y el 13 de mayo de 2010 celebró una multitudinaria Misa. Allí el Pontífice advirtió que “se equivoca quien piensa que la misión profética de Fátima está acabada”. “Nuestra Madre bendita ha venido desde el Cielo ofreciendo la posibilidad de sembrar en el corazón de todos los que se acogen a ella el Amor de Dios que arde en el suyo. Al principio fueron sólo tres, pero el ejemplo de sus vidas se ha difundido y multiplicado en numerosos grupos por toda la faz de la tierra”, destacó. En este recuento de los Pontífices que llegaron a Fátima hay dos que no han sido incluidos porque peregrinaron al Santuario antes de ser elegidos para la Sede de Pedro. El 13 de mayo de 1956, el entonces Cardenal Roncalli (luego Papa San Juan XXIII) presidió las ceremonias de la peregrinación por el aniversario de las apariciones. Mientras que el Cardenal Albino Luciani (después Juan Pablo I) estuvo en Fátima el 10 de julio de 1977.

MISA EN EL SANTUARIO DE FÁTIMA