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miércoles, 12 de julio de 2017

Dios existe

Muchas personas dudan de la existencia de Dios porque ven mucho sufrimiento en el mundo, mucho dolor, muchos enfermos, niños abandonados, etc. Creen que si existiera Dios, no permitiría estas cosas. Sobre este tema, les propongo leer el siguiente relato:

Desde Dios
Un hombre fue a una barbería a cortarse el pelo y recortarse la barba. Como es costumbre en estos casos, entabló una amena conversación con la persona que le atendía.
Hablaban de muchas cosas y tocaron varios temas. De pronto, hablaron de Dios. El barbero dijo:
Fíjese caballero, que yo no creo que Dios exista, como usted dice...
- Pero, ¿por qué dice usted eso? - preguntó el cliente.
- Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe, o dígame, acaso si Dios existiera, ¿habrían tantos enfermos?, ¿habría niños abandonados?. Si Dios existiera, no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad. Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.
El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio. Nada más salir de la barbería, observó en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo. Al parecer, hacía mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado.
Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero:
- ¿Sabe una cosa? los barberos no existen...
- ¿Cómo que no existen? - preguntó el barbero - Si aquí estoy yo, y soy barbero.
- ¡No! - dijo el cliente - No existen porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle.
- Ahh, los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí.
- ¡Exacto! - dijo el cliente - ese es el punto, Dios sí existe, lo que pasa es que las personas no van hacia Él y no le buscan, por eso hay tanto dolor y miseria...

jueves, 6 de abril de 2017

JUGAR AL DOMINÓ


¿Alguna vez has jugado al dominó? Cuando yo era muchacho, jugar al dominó era uno de mis pasatiempos favoritos. Hace algún tiempo, mientras visitaba a una familia, vi a un joven muchacho y a su abuelo jugando a ese juego. Al pensar en los días de mi niñez me vino a la mente un torrente de recuerdos.

Lo extraño del juego de dominó es que se gana perdiendo. Para ganar, tienes que perder tus fichas. El que primero se deshace de sus fichas gana el juego. Tienes que dar para obtener, perder para ganar, ser reducido a nada para llegar a la cima.

No es como el béisbol, el tenis u otros juegos, en los que el mayor número de carreras, puntos o anotaciones determina al ganador. ¡No! En el dominó, el que triunfa es el que primero llega a la nada.

La regla del hombre natural es: «Consigue todo lo que puedas.» La regla del hombre espiritual debería ser: «Da todo lo que puedas.» En la esfera espiritual, sólo conservaremos para siempre aquello que damos.

En la vida cristiana muchas veces las victorias más significativas y más importantes vienen disfrazadas en un atuendo de derrota, debemos reducirnos a nada antes de llegar a ser algo. La semilla que se guarda en el granero se enmohece y se deteriora, pero si se «bota» en el suelo aumenta 30, 60 y 100 por uno. «... si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo...» (Juan 12,24).

Recuerda, Jesús lo dio todo. Él es nuestro ejemplo.

Marcos 15:31 "Y de esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar." (aunque sí podía, decidio no hacerlo. Por ti y por mi)

La vida es como un partido de tenis: ¡No Puedes ganar si no "sirves" bien!.

Mateo 20:28 "Como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos."

domingo, 2 de abril de 2017

El regalo

Si un día al despertar, encontraras al lado de tu cama un lindo paquete envuelto con sumo esmero, lo abrirías, incluso antes de lavarte el rostro, con curiosad de ver lo que hay dentro.
Tal vez hubiese dentro algo que no te guste. Entonces lo guardarías pensando qué hacer con aquel regalo.
Pero si al siguiente día recibes otra caja igual y encuentras algo que te gusta mucho (un recuerdo de alguien distante, un rico perfume, o un ramo de flores de alguien que se acordó de ti) lo disfrutarías.
En realidad, esto ocurre diariamente, pero no lo percibimos. Todos los días al despertar, tenemos frente a nosotros una caja con un regalo enviado por Dios. Se trata de un día entero para usarlo de la mejor manera posible.
A veces, viene lleno de problemas: cosas que no conseguimos resolver, tristezas, decepciones, lágrimas. Pero otras veces viene lleno de sorpresas, alegrías, victorias y conquistas.
Lo más importante es que todos los días, Dios envuelve con todo cariño para nosotros, mientras dormimos, nuestro regalo: El día siguiente.
Él acerca nuestros días, con cintas de colores, sin importar lo que esté por venir.
Ese día, cuando despertamos, recibimos el regalo de Dios para nosotros. No siempre nos regala Él lo que queremos o esperamos. Pero Él siempre nos manda lo mejor que precisamos, que es de lo que merecemos .
Abre tu regalo todos los dias, agradeciendo primero a quien te lo envio, sin importar lo que viene dentro de la caja. Sin duda Él no se engaña en la remesa de los paquetes. Si no vino hoy lo que esperabas, permanece a la espera.
Ábrelo mañana con más cariño, pues en cualquier momento, los sueños y planes de Dios llegarán para ti envueltos en el regalo.
Dios no atiende nuestras voluntades, sino nuestras necesidades.
Que tengas un día con bendiciones y sientas la presencia de Dios, y que Su regalo te traiga mucha paz, cercanía con Dios y sabiduría sobre lo mucho que todavia tenemos que aprender de Él y por Él.

martes, 4 de octubre de 2016

Dar y recibir

Una vez un mendigo que estaba tendido al lado de la calle vio a lo lejos venir al rey con su corona y su capa. Pensó:

- "Le voy a pedir, él es un buen hombre, de seguro me dará algo".

Cuando el rey pasó cerca, le dijo:

- "Majestad, ¿me podría, por favor, regalar una moneda?" (... aunque en su interior pensaba que él le iba a dar mucho).

El rey le miró y le respondió:

- "¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey?"

El mendigo no sabía que responder y sólo atinó a balbucear:

- "¡Pero, Majestad...yo no tengo nada!".

El rey contestó:

- "¡Algo debes tener!... ¡Busca!".

Entre asombro y enojo, el mendigo buscó entre sus cosas y vio que tenía una naranja, un bollo de pan y unos granos de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darlos, así que en medio de su enojo tomó 5 granos de arroz y se los dió al rey.

Complacido, él dijo:

- "¡Ves como sí tenías!".

Y le dio 5 monedas de oro, una por cada grano de arroz.

El mendigo dijo entonces:

- "Majestad... creo que por aquí tengo otras cosas...".

Pero el rey lo miró fijamente a los ojos y, con dulzura, le comentó:

- "Solamente de lo que me has dado de corazón, te puedo yo dar".

Moraleja: Es fácil en esta historia reconocer el acto de dar y recibir. ¿Cuántas veces en nuestras acciones, que decimos son de servicio, entran en juego el egoísmo y nuestros propios intereses? ¿Cuántas veces realizamos un  favor sólo pensando en el beneficio personal que nos reportará? Demos de corazón, sin calcular, sin sacar cuentas, sin pensar en lo que recibiremos a cambio... y la mayor ganancia será la felicidad que sentiremos al dar.