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martes, 19 de julio de 2016

Reliquias: ¿Qué poder tienen?

Contemplando los huesos, o a veces todo el cuerpo, de alguien que dedicó su vida a Dios de modo tan especial que se convirtió en santo, nace el deseo de una vida similar.


El encuentro con las reliquias tiene que cambiar algo en mí. No se trata de un poder mágico, no es el culto por el culto. No adoramos los huesos, sino reconocemos la santidad de la persona, explica en la siguiente entrevista el dominico Jacek Szymczak.

¿De dónde viene lo del culto de las reliquias?

Es una forma de devoción que nació entre los fieles y se formó desde abajo. Está presente en la Iglesia desde el principio, desde los primeros siglos, incluso décadas, de la existencia del cristianismo.

Tuvimos entonces muchos mártires. La gente empezó a acudir espontáneamente a sus tumbas para honrar los restos enterrados.

Pero no todo el mundo tenía esa oportunidad. De ahí la idea de que los mismos trozos, partes del cuerpo, viajaran por el mundo y en cierto sentido peregrinaran a nosotros.

¿Todos los católicos deberían venerar las reliquias?

No hay ninguna orden por parte de la Iglesia. Esta forma de culto no es obligatoria.

Cuando alguna reliquia llega a tu parroquia y, por ejemplo, hay una procesión o adoración, y te sientes distante, sientes en ti mismo que esto no te atrae, no pasa nada si te quedas sentado.

Sentirse distante es decir poco. Muchos católicos simplemente no lo entienden, y algunos incluso lo consideran un tipo de chamanismo.

El culto a las reliquias, contrariamente a lo que muchos creen, es profundamente cristiano. Y esto debido a que, paradójicamente, muestra que el cuerpo humano no es un saco ni una jaula para el alma de la que sólo la muerte nos libera.

No, el cristianismo aporta un enorme valor al cuerpo. Recordamos a san Pablo, quien en la primera carta a los Corintios escribe: “¿No sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo? (…) Por lo tanto, alabad a Dios en vuestro cuerpo”.

Esta es la primera perspectiva del culto: del cuerpo vivo. Sin embargo, aún hay otra que es la de la resurrección.

No se puede contemplar de una manera madura la adoración de las reliquias sin la resurrección. Sin ella, todo se rompe. Se convierte en teatro o en una compañía de circo ambulante.

La cuestión de la resurrección, según muestran algunos estudios, es bastante ajena a nosotros…

Tengo la impresión de que la doctrina de la resurrección, que después de todo es el fundamento de nuestra fe, es apenas enseñada por la Iglesia.

Aún podemos hablar de ella desde el púlpito de una manera inteligente e interesante, pero los fieles no tratan la verdad de la resurrección como fundamental para su fe.

Pero ¿por qué la cuestión de la resurrección es importante para una buena comprensión del culto de las reliquias?

Recordemos que después de la muerte de cada cuerpo, el santo, menos santo o incluso de un gran pecador, tendrá su resurrección. Se trata de la perspectiva tanto del que irá al cielo, como del que puede ir al infierno.

Si Dios ha querido que nuestros cuerpos después de la muerte de algún modo resurgieran, significa que se merecen la debida atención.

Así pues, la doctrina de la resurrección nos lleva por el camino del respeto por los restos de nuestros seres queridos depositados en las tumbas.

Si veneramos las cenizas de los miembros de nuestras familias, también podemos venerar las reliquias o los restos de los santos.

Bueno, pero a veces ocurre que tratamos con objetos pertenecientes a los santos, no sólo sus propios cuerpos.

Soy escéptico con este tipo de historias, tales como la presentación de la canoa en la que navegaba san Juan Pablo II, como una reliquia.

Me dan pequeños escalofríos cuando veo este tipo de personas que están intentando celebrar de alguna manera tal objeto como algo mágico.

Si detrás del culto de las reliquias no va la enseñanza de la Iglesia que lo explica de forma pastoral y desde la perspectiva adecuada, la gente empieza a entrar en terrenos que no tienen nada que ver con la fe.

Y para las personas que miran desde el exterior, efectivamente, este hecho puede verse como un acto del chamanismo.

Me he dado cuenta de que las reliquias disfrutan en nuestras iglesias de mucha popularidad. Cada vez más se las colocan de forma permanente en las capillas laterales y la gente se arrodilla delante de ellas para rezar como ante el tabernáculo.

En el culto a las reliquias es muy importante que no eclipse el culto eucarístico. No culpo aquí a los fieles, sino a nosotros, el clero.

Si se insiste tanto en, por ejemplo, que una Eucaristía se celebre con un cáliz de san Juan Pablo II, y al mismo tiempo la conciencia de la Eucaristía entre los fieles no es muy elevada, no nos debemos sorprender de que para algunos esta copa será más importante que los contenidos de la misa.

¿Después de todo, sería posible mostrarle positivamente las reliquias al hombre moderno y darle una idea novedosa para utilizarlas?

Veamos. Nosotros mismos guardamos diversos artículos que pertenecieron a nuestros muertos. Todos aquellos que vivieron la muerte de un ser querido, saben lo difícil que es deshacerse de sus cosas.

Hace poco alguien me mostró un hermoso abanico de su bisabuela. Sabemos que la historia de este objeto no es la historia del abanico, sino de la bisabuela.

Si un objeto así nos ayuda a recordar a la persona, lo harán aún más unos huesos humanos.

Contemplando los huesos o veces todo el cuerpo de alguien que ha vivido consagrado a Dios de manera tan estricta que se convirtió en santo, deberíamos proyectar en nosotros el deseo de una vida similar.

El encuentro con las reliquias tiene que cambiar algo en mí. Esto no es la toma mágica del poder, no es un culto por el culto. No les rendimos culto a los huesos, sino a la santidad de la persona.

Y cómo tratar tales ocasiones, como la peregrinación de las reliquias del beato Peter George Frassati en Polonia?

Se podría decir que es como si nos regalaran unas gafas. Asumo que estas gafas de la marca Frassati tienen el poder de ayudarme a enfocar correctamente la perspectiva adecuada para mirar en dos dimensiones: en la de Dios presente en la vida de la persona cuyas reliquias adoro y en la de mi propia vida.

Y aún más, se refiere a un vistazo de ti mismo en su totalidad. Si en el marco del culto a los santos, junto con la oración, imitación de sus vidas, aprendizaje de sus biografías y sus preciosos escritos y pensamientos, veneramos además sus reliquias, o sus cuerpos, esto significa algo.

Es una llamada al sabio cuidado de nuestros propios cuerpos.

Este tipo de eventos, como el relacionado con la peregrinación de las reliquias del beato Frassati, vale la pena tratar como el encuentro con alguien quien vivió plenamente en Dios.

De esta manera, se convierte en una guía para mí, en una brújula que me puede mostrar cómo vivir para caminar en santidad. Porque esta persona ya se encuentra en el lugar, que también es mi objetivo.

[Venerar las reliquias] no consiste en mirar un hueso a través de un cristal, ni en adorar un ataúd. Se debería hacer diciendo: Quiero llegar al mismo lugar donde tú te encuentras.