Cuando a comienzos del siglo
XVIII, algunos jesuitas y teólogos de la Universidad de Munich, y de la
zona de Baviera, deseaban avanzar hacia campos de la investigación hasta
entonces no explorados, se producen algunos roces entre los grupos mas
conservadores y los más entusiastas, de modo que el Padre General de la
Orden estima no continuar con estudios mas profundos, en campos que
pudiesen ser sensibles dentro del seno de la Iglesia Católica, y para el
Tribunal de la Inquisición, que había estado bastante activo hasta
1668, aunque ahora estaba avocado a los nuevos cristianos o conversos.
Lo
concreto es que, algunos de estos jesuitas mas osados planifican
penetrar organizaciones que gusten de los temas secretos, y de las
llaves, y de los temas ocultistas.
Es
así como algunos agudos estrategas jesuitas alemanes vieron que los
gremios de los canteros y albañiles formaban grupos bastante "cerrados",
con códigos y simbolismos para guardar algunos de sus aportes técnicos a
la construcción de edificios e iglesias, pero que no revestían peligro
alguno, ya que estos gremios sólo buscaban proteger sus secretos de
construcción frente a otros gremios, tener trabajo para todos los
miembros de la Logia, y realizar grandes actividades sociales.
Este
simplicidad y debilidad de los grupos canteros, en inglés masones, fue
utilizado por los jesuitas para "ingresar" o "penetrar" a dichas logias
con todo el conocimiento y la erudición de siglos de saber, en sus
exploraciones tanto hacia América como en dirección a los países de
Oriente, donde Francisco Javier y Mateo Ricci habían sido los
precursores.
En comparación
a los Jesuitas del siglo XVIII, los Masones de esa época eran locales,
simples, amantes de las actividades sociales, departir una "buena mesa",
pero sin ambiciones otras que "tener trabajo y dinero para ellos y sus
familias". Los jesuitas, en cambio, con su natural "peso histórico" y
sus avanzados estudios lingüísticos, y el saber de antiguas
civilizaciones y culturas, no tardaron en subyugar a los cándidos e
ingenuos Masones y a todas sus cofradías, y ni siquiera las Logias de
Londres y de Irlanda pudieron "escapar" al "empuje" jesuita.
Los
propios japoneses y chinos, de una prestigiosa cultura ancestral,
habían sucumbido al arte y a las ciencias de los misioneros de la Cia de
Jesús, ¿podrían los Masones haberse resistido a estos conocimientos,
que se les abría ante sus ojos gratuitamente? . Evidentemente, No.
Con
el adiestramiento que los jesuitas y clérigos católicos hicieron sobre
las logias masónicas, también existieron algunos Masones que se
interesaron en algo mas que "comer y beber, y tener trabajo seguro".
Estos
masones fueron enseñados secretamente por eximios jesuitas
principalmente alemanes, en las ciencias y las artes que dentro de la
Iglesia Católica estaban prohibidas, de modo que ya hacia 1750 los
conocimientos de la Masonería se acercaban fuertemente a los que hasta
hacía unas décadas atrás les eran propios sólo a los Altos Miembros de
la Cia. de Jesús. Hasta los simbolismos entre ambas corrientes fueron
idénticos.
Por ejemplo, el Ojo inscrito sobre un Triángulo fue
un símbolo netamente usado por los Jesuitas, y sólo por ellos
interpretado. Con las disenciones surgidas al interior de la Orden
Jesuita, los jesuitas bávaros trasladaron todo este lenguaje simbólico
hacia las Logias Masónicas inglesas e irlandesas, propagándose hacia el
1760 al resto de Europa.Por ello, cuando Adam Weishaupt, educado e instruido por jesuitas en instituciones también de la Compañía, funda en 1776 la Orden de los Iluminati de Bavaria, en realidad lo que forma es sólo un atisbo o "punta de Iceberg" del proceso de migración secreta de muchos jesuitas desde seno de la Iglesia hacia las Logias Masónicas también ahora controladas por ellos.
Así, parte de los secretos guardados por siglos y que eran de propiedad de los Jesuitas, quedan ahora en manos de las Logias Masónicas, resultando en una "pérdida de memoria" para los nuevos miembros de la Orden de Jesús que ingresan luego de ser nuevamente autorizada en 1815.
Estos nuevos jesuitas y los que seguirían durante todo el siglo XIX y XX, ya no poseían los grandes conocimientos y los secretos de sus pares de antaño, quienes con su muerte o expulsión en 1767, y luego excomulgados por el papa en 1772, quedaron fuera del recuerdo de la Historia.
Se dice que una de las actividades famosas y secretas de los jesuitas de Baviera, Suiza y Holanda (desconocidas por los Jesuitas de España, Francia e Inglaterra) era la de grabar sus importantes descubrimientos en los cálices y copones de Misa, o en las Custodias.
El procedimiento era aparentemente simple:
Se confeccionaba una masa de metal, acero o fierro de gran pureza, se procedía a grabar la información en clave y algunos dibujos (generalmente relacionando ciertos aspectos geológicos o formaciones naturales distinguibles) . Las imágenes grabadas o los textos, o siglas, dibujos de llaves, etc. imposibles de interpretar para cualquiera, podían ser perfectamente leídas por otros jesuitas con similares conocimientos, y por ejemplo, ubicar la zona o la montaña a la que se hacía alusión sin necesidad de intercambiar una sólo palabra. Finalizado el lento y laborioso copiado-grabado en la superficie metálica maciza del Cáliz, el jesuita procedía a recubrir toda la superficie externa con plata (nunca con oro, pera evitar su robo), recubriendo también las figuras grabadas, en dicho Copón, para finalmente proceder nuevamente a grabar sobre la película de plata, figuras sólo decorativas y con alusión a motivos bíblicos.
De
esta manera, cuando un sacerdote era trasladado de un país a otro,
podía llevarse su Misal, su Patena, y su Cáliz para consagración. Y en
caso que el Cáliz fuera robado, que era sólo de metal con recubrimiento
en plata, pocos se atreverían a fundirlo (si es que podían), y sólo
lograrían extraer la plata, pero el metal de acero quedaría intacto, no
existiendo en aquel entonces tecnología para refundir el material
acerado, a excepción del Horno donde se forjó. Así, la información
perduraría con el tiempo, aún después de la muerte del fraile o
sacerdote.
Es así como, en
la Hacienda de Calera de Tango, por un espacio de 19 años, pacientemente
un hermano jesuita, entre 1748 y 1767, confeccionó lo que se conocería
como la Obra de Arte más Perfecta jamás efectuada en toda América (norte
y sur de América); Cáliz que se confeccionó en un Horno de Platería que
hoy puede ser visitado en la Hacienda de Calera de Tango, y que se
ubica en el extremo sur-este de dicha propiedad.
Aunque
muchos se admiran del trabajo arduo del hermano jesuita que confeccionó
el Cáliz, y por la belleza de los grabados efectuados en el
recubrimiento de plata del mismo por espacio de 19 años, algunos piensan
que la explicación puede ser otra que la de solamente efectuar una obra
de arte: la batalla que se libraba desde el Vaticano en contra de los
sacerdotes y clérigos que habían abrazado la Masonería estaba por
alcanzar el territorio del Reino de Chile, y quizá los hermanos
albañiles y plateros, y arquitectos, traídos en 1748 por Karl von
Haimbhausen a territorios del Reino de Chile, no eran del agrado de
muchos obispos y cardenales que para entonces ya comenzaban a ver con
malos ojos la tremenda expansión de la Compañía de Jesús por todo el
Mundo.
El padre Haimbhausen
debió conocer lo sucedido, mas de un siglo antes, en 1616, cuando el
General de la Orden, el jesuita Mucio Vitellechi, quemó toda la
documentación de la Compañía, para evitar un ataque sobre ella, y
preservar la continuidad de la misma.
Evidentemente,
la envidia y el resentimiento hacia quienes tenían grandes
conocimientos en las ciencias y en las artes, además de grandes sumas de
dinero, no era desconocida por el padre Haimbhausen, quien provenía de
una familia noble, y quizá en forma muy inteligente planificó
cuidadosamente la acción de ocultar la información obtenida, por él y su
grupo selecto de hombres, de toda esta Región de las Indias, y decidió
entonces escribir textos impresos haciendo uso de la Imprenta traída en
1748 y cuyas copias se confeccionaban tanto en Chile como en Córdoba.
Cuando
"la Caída de los Jesuitas" estaba por concretarse, para entonces los
padres bávaros Haimbhausen y Juan Nepomuceno Walther ya habían asegurado
sus libros y enciclopedias en diversos puntos y en terrenos
probablemente subterráneos y secos, sin humedad que deterioren los
textos. Lo que quedaría en las estanterías de las Haciendas Jesuitas
serían sólo material común, y sin gran importancia, tales como copias de
tratados de matemáticas, física, astronomía, medicina, etc., todas
traídas de Europa.
Como una
biblioteca vacía sería sospechoso para los Ministros y Oficiales
encargados de la incautación e inventario de los bienes de los jesuitas,
éstos se habrían asegurado con al menos dos años de antelación, del
ocultamiento de las cosas y piezas importantes, reemplazándolas por
cosas y libros de menos valor, o de poco interés.
Por
ello, cuando el Cáliz de Plata fabricado en Calera de Tango terminó en
la Catedral de Santiago, junto con la Custodia y otros numerosos objetos
recubiertos en plata, nadie probablemente sospechó que bajo el
recubrimiento de plata de dicho Copón estaría guardada cierta
información que el padre Haimbhausen no comentó con la comunidad entera,
y que probablemente le costó sacrificar su vida por tal silencio (como
veremos en el siguiente subtítulo).
En
la superficie del acero, bajo el recubierto, podría haber estado las
indicaciones geográficas de los lugares explorados por los misioneros
jesuitas, como Curicó y la Laguna de Nahuel-Huapi, o las posiciones de
cerros donde buscar la documentación oculta.
Habiendo
transcurrido casi 215 años desde la Expulsión de los Jesuitas, hacia el
año 1982 pocos podrían interesarse en el Cáliz de Plata Jesuita,
custodiado en el Museo de la Catedral, sometido a la legislación del
Consejo de Monumentos Nacionales, como no sea un eximio conocedor de las
técnicas jesuitas bávaras traspasadas a la Masonería Británica.