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viernes, 18 de julio de 2014

Cinco razones para ser cristiano


Cinco razones para ser cristiano hoy

¿Por qué cinco razones? ¿No será suficiente una sola: “porque en Cristo está la salvación”? O, si se quiere, ¿no tendrá cada cual su razón o sus razones para ser cristiano? En ese caso nos saldrían cientos y miles de razones. Al igual que habrá muchas personas que tengan sus razones para no serlo.

Lo que sí es cierto es que a cada creyente o no creyente le tocan más a fondo unas razones que otras.

Vale la pena ser cristiano hoy sencillamente porque Jesús de Nazaret es un personaje fascinante. Aunque no fuera el Cristo, valdría la pena acercarse a Él, aunque siempre con el riesgo de ser deslumbrados por el haz de luz que arroja sobre nosotros. Kafka debió decir esto o algo parecido. Jesús de Nazaret es un personaje tan fascinante que ha fascinado a muchas personas que ni son cristianos ni son creyentes, pero no pueden prescindir de Él.

Vale la pena ser cristiano hoy porque ahí, en Jesucristo y en su Evangelio, hay una fuente de sentido. Y hoy este mundo nuestro está tan carente, tan huérfano de sentido, que cualquier persona o cualquier mensaje que ofrezca una pizca de sentido, debe ser tenido en cuenta. El Evangelio de Jesús puede ser respuesta acertada para esta búsqueda de sentido que obsesiona a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo.

Vale la pena ser cristiano hoy porque andamos escasos y huérfanos de felicidad y salvación. Los seres humanos no sabemos exactamente hoy en qué consiste la salvación, pero estamos seguros de que necesitamos algo que se parezca a la felicidad y la salvación que buscamos a tientas. ¿Qué nos pasará hoy que tenemos todas las condiciones para ser felices y, sin embargo, cada vez se nos aleja más la felicidad? ¿Qué nos pasará hoy que, cuando nos parecía que habíamos llegado a la autorrealización total, a base de tanto progreso, resulta que no hacemos pie, que nos sentimos más amenazados que nunca? 

Vale la pena ser cristiano hoy porque andamos escasos en fraternidad y sonoridad, porque nos faltan ambientes comunitarios, porque hay que apoyar todo lo posible la solidaridad entre las personas y los pueblos. La cultura actual tiene en su haber conquistas maravillosas, pero también tiene en su deber lagunas muy serias. Por ejemplo, es una cultura cada vez más individualista, que arroja a muchas personas en la soledad y el aislamiento y, a la larga, en una cierta depresión existencial. ¡Nunca tan interconectados y nunca tan incomunicados! Vale la pena ser cristiano para luchar a brazo partido, Evangelio en mano y en corazón, contra esta lacra del individualismo y esta enfermedad de la soledad y la depresión.

Vale la pena ser cristiano hoy para luchar con todas las fuerzas por causas tan nobles y tan necesarias como son hoy la causa de la justicia, la causa de los derechos humanos, la causa de los pobres y excluidos. Esta fue la recomendación que los Apóstoles hicieron a Pablo y a Bernabé: “Sólo nos dijeron que no nos olvidáramos de los pobres”. Ésta debería ser la señal de identidad de los cristianos: que no se les olvidan los pobres. Porque ellos, los pobres, son los destinatarios del Evangelio.

¿Qué razón te convence más? ¿Qué razones tienes para no ser cristiano hoy? ¿Qué es lo que más te impresiona de Jesús de Nazaret? ¿Qué es lo que menos te gusta de los cristianos? ¿Cuál es la enfermedad de nuestra sociedad del bienestar? ¿Y cuál la de las sociedades de los malestares? 

Año Jubilar y conversión



Una de las cosas que más han atraído la atención sobre el Año Santo (2000) es la Indulgencia Jubilar y es por ello de lo que más se habla y más se cuestiona. Sin embargo, el Santo Padre ha decretado este Jubileo con el fin de que se dé en todo el mundo y en todos los ámbitos una profunda reconciliación. Por tal motivo y a fin de conocer mejor cuál es el sentido y la profundidad de este Jubileo, veamos las notas principales de la Encíclica "Incarnationis Mysterium" del Papa Juan Pablo II. El Papa Inicia esta Encíclica con el pasaje de Ef. 1,3-5.9-10 en el cual salta inmediatamente a la vista que el deseo del santo Pontífice es que toda la Iglesia se renueve para alcanzar la santidad querida por Dios desde siempre para el hombre (1,4) la cual es posible por medio de la adhesión a Cristo Jesús, en quien toda la historia encuentra su punto de referencia, por ello dice el Papa: " La encarnación del Hijo de Dios y la salvación que él ha realizado con su muerte y resurrección son, pues, el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal y todo proyecto encaminado a hacer la vida del hombre cada vez más humana." IM 1
Al mencionar que el Jubileo tendrá como sede no solo la ciudad de Roma, sino Tierra Santa, nos recuerda el gran anhelo de toda la Iglesia de que un día tanto judíos, musulmanes y cristianos, unidos por la misma raíz en Abraham, compartamos también la fe en Cristo. Por otro lado invita el santo Padre a buscar que el conocimiento de Jesucristo se extienda a todos los rincones no solo del mundo sino de nuestra sociedad, para la cual es necesario que todos los cristianos tomemos conciencia de nuestra misión de ser "fermento y el alma de la sociedad humana, que debe ser renovada en Cristo y transformada en familia de Dios" GS 40. Este año deberá ser de docilidad al Espíritu buscando discernir los signos de los tiempos con el fin de agradar en todo a la Santísima Trinidad y alcanzar la unidad de todos aquellos que "habiendo recibido el mismo Bautismo, comparten la misma fe en el Señor Jesús " de manera que este año Jubilar deberá tener características eminentemente ECUMENICAS con el fin de volver a la unidad. IM 4
En este año Jubilar el Papa ha querido destacar por sobre todo la gracia super abundante de la redención traída por Jesucristo para todo el género humano, por lo que dice que: "Nadie, después de esta muerte, puede ser separado del amor de Dios (cf. Rm 8, 21-39), si no es por su propia culpa." (IM 5) Con estas palabras, el santo Pontífice nos urge a una vida de rectitud en unidad con Dios. Para alcanzar este estado de perfección del hombre, el Papa invita a peregrinar hacia los lugares santos, (que en cada Diócesis están representados principalmente por la Catedral), no con el fin de ganar la Indulgencia Jubilar, sino ante todo por que con ella recordamos que toda la vida del hombre es una peregrinación hacia la Jerusalén celestial. Esta peregrinación, dice el Papa, "evoca el camino personal del creyente siguiendo las huellas del Redentor: es ejercicio de ascesis laboriosa, de arrepentimiento por las debilidades humanas, de constante vigilancia de la propia fragilidad y de preparación interior a la conversión del corazón. Mediante la vela, el ayuno y la oración, el peregrino avanza por el camino de la perfección cristiana, esforzándose por llegar, con la ayuda de la gracia de Dios, "al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Ef. 4, 13)". IM 7
Uno de los elementos que forman parte de la celebración Jubilar es la apertura de la Puerta Santa y el pasar por ella. Esto evoca ante todo, como nos lo dice el santo Pontífice, "el paso que cada cristiano está llamado a dar del pecado a la gracia. Jesús dijo: "Yo soy la puerta" (Jn 10, 7), para indicar que nadie puede tener acceso al Padre sino a través suyo". (IM 8). Sin embargo se ha dado en creer que esta puerta tuviera un efecto mágico para perdonar los pecados, lo que ha causado que muchos cristianos asistan a visitar la catedral y los templos designados, con el único fin de ganar la indulgencia pero con poco desea de convertirse y de cambiar RADICALMENTE su vida. Es por ello que continúa el Papa: "Pasar por aquella puerta significa confesar que Cristo Jesús es el Señor, fortaleciendo la fe en él para vivir la vida nueva que nos ha dado. Es una decisión que presupone la libertad de elegir y, al mismo tiempo, el valor de dejar algo, sabiendo que se alcanza la vida divina (cf. Mt 13, 44-46)" (Idem). De manera que hacer una peregrinación o ir personalmente a la Puerta Santa, debe hacerse habiendo tomado la resolución de vivir de una manera cristiana y de evitar el pecado.

Año jubilar e indulgencias

Año jubilar e indulgencias

La Sagrada Escritura, la tradición y el magisterio, nos presentan el proyecto de amor de Dios para el hombre dividido en dos Alianzas. La primera conocida como la “Alianza del Sinaí”, por medio de la cual Israel es constituido como pueblo. Es ahí donde se da la Ley, que tiene que ser observada si se quiere ser fiel a Dios. La segunda y definitiva alianza, se da en el monte Calvario, en la cual mediante la sangre de Cristo se consagra el nuevo pueblo de Dios. En esta Nueva Alianza se entrega una nueva ley que lleva a la plenitud la anterior, y en la medida que se observa se alcanza la paz y la felicidad perfecta.

Año jubilar y conversión

La encíclica “Incarnationis Mysterium” comienza con el texto de Ef 1, 3-5. 9-10, por lo que salta a la vista el profundo deseo del Papa de que toda la iglesia se renueve para alcanzar la santidad querida desde siempre por Dios para el hombre (1, 4) y que se consigue en la firme adhesión a Cristo, quien es el punto de referencia de la historia humana. Por eso comenta el Papa: “La encarnación del Hijo de Dios y la salvación que él ha realizado con su muerte y resurrección son, pues, el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal y todo proyecto encaminado a hacer la vida del hombre cada vez más humana” (IM1).
La intención de celebrar el Jubileo, tanto en Roma como en Jerusalén, nos recuerda el gran anhelo de toda la iglesia de que un día tanto judíos, como musulmanes y cristianos, unidos por la misma raíz en Abraham, compartamos también la fe en Cristo. El santo Padre quiere que el conocimiento de Cristo, no sólo llegue a todo el mundo, sino que impregne a toda la sociedad, para lo que nos recuerda a los cristianos que tomemos conciencia de nuestra misión de ser “fermento y el alma de la sociedad humana, que debe ser renovada en Cristo y transformada en familia de Dios” (GS40).
El Papa nos destaca la gracia superabundante de la redención traída por Jesucristo para todo el género humano, por lo que dice que: “Nadie, después de esta muerte, puede ser separado del amor de Dios (Rm 8, 21-39), si no es por su propia culpa” (IM 5). Nos invita a peregrinar a los lugares santos (que en cada Diócesis están representados principalmente por la catedral), no sólo para ganar la indulgencia jubilar, sino también para recordarnos que toda la vida del hombre es una constante peregrinación hacia la Jerusalén celestial. Uno de los elementos que forman parte de la celebración jubilar es la apertura de la Puerta Santa y el pasar por ella. Esto evoca ante todo, como nos lo señala el Santo Padre, “el paso que cada cristiano está llamado a dar del pecado a la gracia, ya que Jesús dijo: ‘’Yo soy la Puerta’’ (Jn 10, 7), para indicar que nadie puede tener acceso al Padre sino a través suyo” (IM8). “Pasar por aquella puerta significa confesar que Cristo Jesús es el Señor, fortaleciendo la fe en él para vivir la vida nueva que nos ha dado. Es una decisión que presupone la libertad de elegir y, al mismo tiempo, el valor de dejar algo, sabiendo que se alcanza la vida divina (cf. Mt 13, 44-46)” (IM8).

Año Santo

El primer jubileo ordinario fue convocado en el año 1300 por el Papa Bonifacio VIII con la intención de fomentar la espiritualidad, el perdón, la fraternidad para abatir el odio y la violencia que predominaba en la época, el Papa consideró otorgar la indulgencia plenaria para todo el año jubilar y el jubileo se celebraría cada cien años.
Clemente VII en 1350, Bonifacio IX en 1390, Martín V en 1425, Nicolás en 1450. En 1470, Pablo II, mediante una bula establece la celebración del jubileo cada 25 años. Así, se dieron una serie de jubileos durante este período: Sixto IV en 1475, Alejandro VI en 1500, Clemente VII en 1524, Pablo III convocó el de 1550, pero lo abrió Julio III, Gregorio XIII en 1575, Clemente VIII en 1600, Urbano VIII en 1625 y Clemente X en 1675, Inocente X en 1700, Benedicto XIII en 1725, Benedicto XIV en 1750, Clemente XIV convocó el de 1775, pero lo apertura Pío VI, la embestida militar de Napoleón, no permitió a Pío VII convocar año jubilar en 1800. Pero más de medio millón de personas asistió al Jubileo de 1825 convocado por León XII, Pío IX en 1875, León XIII convoca el vigésimo segundo jubileo a comienzos del siglo XX enmarcado por seis beatificaciones y la canonización de San Juan Bautista de la Salle y Santa Rita de Casia. En 1925 Pío XII llamó a rezar por la paz entre los pueblos y la obra valiosa de las misiones; igualmente convocó al año santo en 1950, algunos años después de la segunda guerra mundial y propuso como tema la santificación de las almas por medio de la oración y la penitencia y por la fidelidad a Cristo y su iglesia; año también, en que se proclamó el dogma de la Asunción de María al cielo (1 Nov 1950). El último jubileo ordinario fue celebrado en 1975 y fue convocado por Pablo VI quien llamó a la renovación y a la reconciliación.

El sentido del año jubilar se nutre del jubileo judío que se celebraba cada 50 años, es decir 7 ciclos de 7 años y el años 50 era un año especial para el pueblo. Ese año toda deuda era perdonada, los terrenos vendidos por causas de la pobreza volvían a sus dueños originales, la tierra descansaba porque no se sembraba ni cosechaba. Era, pues, un año de redención y perdón (Lv 25). En estas etapas la iglesia ha ofrecido gracias especiales, entre las que destacan las “indulgencias”, sin embargo, las indulgencias, mal comprendidas, pueden llevar a errores graves, por eso el Papa Juan Pablo II dice: “En el actual contexto ecuménico, la Iglesia experimenta la exigencia de que esta antigua práctica, entendida como significativa expresión de la misericordia de Dios, sea bien comprendida y acogida. El punto de partida para comprender la indulgencia es la abundancia de la misericordia de Dios, manifestada en la cruz de Cristo. Jesús crucificado es la gran “indulgencia” que el Padre ha ofrecido a la humanidad, mediante el perdón de las culpas y la posibilidad de la vida filial (cf. Jn 1,12-13) en el Espíritu Santo (cf. Gal 4,6; Rm 5,5; 8,15-16). De hecho, el hombre debe “curarse” progresivamente de las consecuencias negativas que el pecado ha producido en él (y que la tradición teológica llama “penas” y “residuos” del pecado). A primera vista, hablar de penas después del perdón sacramental podría parecer poco coherente. La pena temporal expresa la condición de sufrimiento de aquel que, si bien está reconciliado con Dios, queda todavía marcado por estos “residuos” del pecado que no le abren totalmente a la gracia. Precisamente, en vista de la curación completa, el pecador está llamado a emprender un camino de purificación hacia la plenitud del amor. Este es también el significado de la “satisfacción” requerida por el sacramento de la Penitencia.

Por indulgencia se entiende la “remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos”(cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1471). Por tanto, existe un tesoro de la Iglesia que es “dispensado” a través de las indulgencias. En el misterio insondable de la sabiduría divina, este don de intercesión puede ser benéfico también para los fieles difuntos, que reciben sus frutos de manera apropiada a su condición”.

“Entonces se puede ver cómo las indulgencias, en lugar de ser una especie de “descuento” del compromiso de conversión, son más bien una ayuda para un compromiso más disponible, generoso y radical. Esto se exige hasta el punto de que para recibir la indulgencia plenaria requiere como condición espiritual la exclusión “de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial” (Enchiridion indulgentiarum, p.25). Todos los fieles, debidamente preparados, pueden beneficiarse copiosamente del don de la indulgencia durante todo el Jubileo, según las disposiciones especificadas a continuación. Teniendo presente que las indulgencias ya concedidas, sea de manera general sea por un rescripto especial, permanecen en vigor durante el Gran Jubileo, se recuerda que la indulgencia jubilar puede ser aplicada como sufragio por las almas de los difuntos. Durante el año jubilar queda también en vigor la norma según la cual la indulgencia plenaria puede obtenerse solamente una vez al día”.

“Todo el camino jubilar, preparado por la peregrinación, tiene como punto de partida y de llegada la celebración del sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía, misterio pascual de Cristo, nuestra paz y nuestra reconciliación: éste es el encuentro transformador que abre el don de la indulgencia para uno mismo y para los demás. Después de haber celebrado dignamente la confesión sacramental, el fiel, una vez cumplidos los requisitos exigidos, puede recibir o aplicar, durante un prudente período de tiempo, el don de la indulgencia plenaria, incluso cotidianamente, sin tener que repetir la confesión. La participación en la Eucaristía -necesaria para cada indulgencia- es conveniente que tenga lugar el mismo día en que se realizan las obras prescritas”.

“Estos dos momentos culminantes han de estar acompañados, ante todo, por el testimonio de comunión con la Iglesia, manifestada con la oración por las intenciones del Romano Pontífice, así como por las obras de caridad y de penitencia, según las indicaciones dadas más abajo. Estas obras quieren expresar la verdadera conversión del corazón a la que conduce la comunión con Cristo en los Sacramentos quien impulsa a cada uno a un filial y confiado encuentro con el Padre de la misericordia. De este encuentro surgen los compromisos de conversión y de renovación, de comunión eclesial y de caridad para con los hermanos”.

“Los religiosos y religiosas de clausura, los enfermos y todos aquellos que no puedan salir de su vivienda, podrán realizar, en vez de la visita a una determinada iglesia, una visita a la capilla de la propia casa; si ni siquiera esto les fuera posible, podrán obtener la indulgencia uniéndose espiritualmente a cuantos cumplen en el modo ordinario la obra prescrita, ofreciendo a Dios sus oraciones, sufrimientos y molestias”.

“Respecto a los requisitos necesarios, los fieles podrán obtener la indulgencia jubilar: 1) “En Roma”, haciendo una peregrinación a una de las Basílicas patriarcales, a saber: la Basílica de San Pedro en el Vaticano, la Archí-basílica del Santísimo Salvador de Letrán, la Basílica de Santa María la Mayor o la de San Pablo Extramuros y participando allí con devoción en la Santa Misa o en otra celebración litúrgica como Laudes o Vísperas, o en un ejercicio de piedad (por ejemplo, el “Vía Crucis”, el Rosario mariano, el rezo del himno “Akáthistos” en honor de la Madre de Dios); también visitando, en grupo o individualmente, una de las cuatro Basílicas patriarcales y permaneciendo allí un cierto tiempo en adoración eucarística o en meditación espiritual, concluyendo con el “Padrenuestro”, con la profesión de fe en cualquiera de sus formas legítimas y con la invocación a la Santísima Virgen María.

En esta ocasión especial del Gran Jubileo, se añaden a las cuatro Basílicas patriarcales los siguientes lugares y con las mismas condiciones: la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, la Basílica de San Lorenzo junto al cementerio verano, el Santuario de la Virgen del Divino Amor y las Catacumbas cristianas. 2) En Tierra Santa, observando las mismas condiciones y visitando la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, la Basílica de la Natividad en Belén o la Basílica de la Anunciación en Nazaret. 3) “En las demás circunscripciones eclesiásticas”, haciendo una peregrinación a la iglesia Catedral o a otras iglesias o lugares designados por el Ordinario y asistiendo allí con devoción a una celebración litúrgica o a otro tipo de ejercicio, como los indicados anteriormente para la ciudad de Roma; también visitando, en grupo o individualmente, la iglesia Catedral o un Santuario designado por el Ordinario, permaneciendo allí un cierto tiempo en meditación espiritual, concluyendo con el “Padre nuestro”, con la profesión de fe en cualquiera de sus formas legítimas y con la invocación a la Santísima Virgen María. 4) "En cada lugar", yendo a visitar por un tiempo conveniente a los hermanos necesitados o con dificultades (enfermos, encarcelados, ancianos solos, minusválidos, etc.), como haciendo una peregrinación hacia Cristo presente en ellos (cf. Mt 25,34-36) y cumpliendo los requisitos espirituales acostumbrados, sacramentales y de oración. Los fieles querrán ciertamente repetir estas visitas durante el Año Santo, pudiendo obtener en cada una de ellas la indulgencia plenaria, obviamente una sola vez al día”.

“La indulgencia plenaria jubilar podrá obtenerse también mediante iniciativas que favorezcan de modo concreto y generoso el espíritu penitencial, que es como el alma del Jubileo. A saber: absteniéndose al menos durante un día de cosas superfluas (por ejemplo, el tabaco, las bebidas alcohólicas, ayunando o practicando la abstinencia según las normas generales de la Iglesia y las de los Episcopados) y dando una suma proporcionada de dinero a los pobres; sosteniendo con una significativa aportación obras de carácter religioso o social (especialmente en favor de la infancia abandonada, de la juventud con dificultades, de los ancianos necesitados, de los extranjeros en los diversos Países donde buscan mejores condiciones de vida); dedicando una parte conveniente del propio tiempo libre a actividades de interés para la comunidad u otras formas parecidas de sacrificio personal”. 

El monje obispo que tiene más de 300 hijos, y sólo 4 con su mujer: historia de amor, fe y adopción
El monje obispo que tiene más de 300 hijos, y sólo 4 con su mujer: historia de amor, fe y adopción
El padre Longin empezó adoptando un niño y luego ya no pudo parar...

El obispo Longin, de Bancheny, tiene más de 300 hijos. Y no son de su esposa. Es un obispo de la Iglesia Ortodoxa en Ucrania, en una zona fronteriza con Rumanía, donde la gente tiene nombres y costumbres rumanas.

Longin tiene más de 300 hijos porque los ha adoptado y les ha dado un hogar. Lo cuenta Anna Petrosova en 
este artículo de Segodnia.ru, anterior a la designación episcopal de Longin en 2012, cuando era archimandrita (abad de monasterio).
El monje que adopta niños
En la frontera entre Ucrania y Rumanía, en la villa de Bancheny (Ucrania Occidental) se ubica el monasterio de la Ascensión, único en su especie. 

Aquí reside un monje conocido en toda Ucrania, el monje que adopta niños. El archimandrita Longin (en el mundo Mijail Vasilievich Zhar), de 49 años, tiene 332 hijos.

Muchos de ellos son portadores de VIH, hepatitis C, tienen parálisis cerebral.

El padre Longin busca en los internados y orfanatos a los más graves, niños con diagnosis sin esperanza, y si no puede evitar su temprana muerte, da a su vida corta amor y cuidado.



Cuento de hadas
Para sus niños, el padre le edificó una residencia fabulosa en el pueblo de Molnitsa, una ciudad en miniatura, llena de flores y figuras de personajes de cuentos. Para los chicos, chicas y niños que padecen el SIDA, se han construido tres edificios de colores. Las escaleras de mármol tienes elevadores para los niños con dificultades motrices.

El interior es acogedor, lleno de olores caseros. En las habitaciones hay muebles bonitos, alfombras, un montón de juguetes. Peceras y flores por todas partes.

Trabajan cuidando de los pupilos 104 personas, de los cuales 65 son monjas, el resto es personal asalariado: enfermeras, cocineros, educadores.

Los niños (si la salud se lo permite) corren por los edificios sin límites, jugando a juegos ruidosos. A menudo traen de la calle a gatos o perros callejeros. Nadie les prohíbe alojar y cuidar a los animales, al revés, sus buenas intenciones se alaban.



Para sus niños, el padre construyó una piscina, sauna, invernadero y estadio con un pavimento especial.

Una vez los niños le pidieron patines a papá, el padre Longin. Se los compró (200 pares), pero resultó que en el pueblo no había dónde patinar…

Entonces, en su ayuda acudieron los monjes de Bancheny (que a menudo visitan a los niños y les traen regalos de cumpleaños) y pusieron una pista asfaltada en el patio trasero de la residencia.

Título de Héroe de Ucrania
El archimandrita Longin tiene muchas condecoraciones, de parte de la Iglesia Ortodoxa y el Estado, incluido el título del Héroe de Ucrania. Para los ucranianos, el monje se ha convertido en un héroe de verdad, pero para sus niños es simplemente papá, amoroso y nutricio. Hasta juega al fútbol con ellos…




Hasta hace poco, a pesar de sus múltiples tareas, el padre Longin personalmente preparaba la sopa para sus hijos.

Cuando aparece en la ciudad infantil, los chicos se apresuran a abrazarle: “¡Papaíto ha venido!” Sin fuerzas para tocar y abrazar a cada uno, el padre Longin se tumba en el suelo, y los pequeños se le suben encima con chillidos y risas: “¡Bésame a mí también, papi!”

Infancia pobre y sin amigos
El mismo padre Longin tuvo una infancia difícil. Vivió en pobreza con su madre, a los 11 años comenzó a trabajar en una granja ordeñando el ganado. Saltaba muchas clases, tuvo que pasar a trabajar al turno nocturno, cuidando de animales. “Sólo tenía un pantalón heredado de mi madre, - recuerda el archimandrita Longin. - Por la noche limpiaba el corral, por la mañana lavaba mi pantalón, me enrollaba en una sábana, me ponía el pantalón mojado encima, y al cole. Los otros niños se apartaban de mí, hasta después de lavada, mi ropa apestaba a corral. No tenía amigos, nadie quería jugar conmigo.”
Y pronto quedó huérfano. Cuando murió su madre, enfermó y pasó medio año en el hospital. Recuerda que una vez, en invierno, estaba parado en la calle, mirando el humo que salía de las chimeneas vecinas preguntándole a Dios “Señor, ¿por qué no tengo leña? No, la leña no. ¡Que esté viva mamá! Pero no tenía mamá, ni calor, ni familia… ¿por qué?”

Por eso en los hambrientos 90, cuando ya mayor, casado, con tres hijos, sacerdote en el templo ortodoxo del pueblo de Boyany, Mijail Zhar trajo leche de sus vacas para ayudar a un orfanato, no se lo pensó dos veces.

Las condiciones en las que se encontraban los niños estremecieron al cura de 27 años. En seguida se llevó a dos pequeños.



Recogiendo niños en orfanatos
Tiempo después, el padre Mijail vio en el orfanato de Chernovtsy a Vania, de tres años, con parálisis cerebral. Tanta pena le dio el niño que convenció a su mujer Lidia para acogerlo.

Llevaron al pequeño por lugares santos, hasta le pusieron en el pesebre donde nació Jesús… Y el crío comenzó a caminar.

Ahora tiene 24 años, y su padre le puso a dirigir la tienda. Con todo el dinero que gana, Vania compra dulces y los reparte entre otros niños. Después de Vania, el padre Mijail adoptó niños hasta que se le acabaron las páginas dedicadas a hijos en el pasaporte. Los demás eran de acogida.

Un nuevo monasterio desde cero
En 1996 el padre Mijail se hizo monje y se convirtió en padre Longin. Pero no dejó a sus hijos. Ellos se trasladaron junto a él. Con la bendición de su superior, empezó a construir el nuevo monasterio, en compañía de otros 4 monjes. Los vecinos le conocían bien, porque era sacerdote en un pueblo cercano. Así, cuando comenzaron las obras, le vinieron muchos voluntarios para ayudar: trabajaban de peones, traían ladrillos, vigas, comida y dinero.

Con el tiempo, en el territorio del monasterio aparecieron ocho templos, refectorio,edificios vivienda para monjes, un campanario, una fuente, cobertizo con pavos reales, caballerizas con ponis – para la alegría de los niños.



Junto con los edificios, aumentaba el número de los niños acogidos por el padre Longin.

“Una vez celebraba la liturgia funeraria por una mujer", cuenta el padre Longin. "Estábamos en invierno. Miro, terminada la ceremonia, al lado de las tumbas en el cementerio. Todos se han marchado y veo que ahí han quedado cuatro chavales. tiritando, con botas de goma con todo aquel frío… unos 20 grados bajo cero. El menor era un crío. Les pregunto: “¿por qué no vais a casa?" Responden: “no nos iremos sin mamá. No tenemos a donde ir.” Es que el padre les había abandonado, y la madre ha muerto. Digo: ´vuestra madre está en el cielo. ¿Queréis ir a vivir conmigo?´ Asienten. Así que los traje al monasterio.”

Una nueva comunidad de hermanas
Cuando el número de niños superó al de los monjes, empezaron a pensar en construir un edificio especial para ellos. Encontraron un sitio perfecto a 4 km del monasterio, en el pueblo de Molnitsa. Mientras tanto en Boyany, a partir de la parroquia, se formó una comunidad de religiosas. Las hermanas se ocuparon de los niños

Así que ahora en Bancheny funciona un monasterio masculino (actualmente de 86 hermanos), en Boyany, monasterio femenino (actualmente de 120 hermanas), y una residencia infantil en Molnitsa. El padre Longin es el director espiritual de los dos monasterios.

Tres infartos, quimioterapia... nada detiene al padre
Con toda su vida tan llena, el padre Longin no es de fuerte salud. Tuvo tres infartos, dos intervenciones cardíacas, le sacaron un tumor y pasó por quimioterapia. En 2004, durante una operación, se le paró el corazón. Los médicos durante 5 horas no pudieron arrancarlo.

“Me acuerdo que en un momento en el quirófano me volví en sí y pensé: Señor, si me permites vivir un poco más, construiré una catedral de la Santa Trinidad",recuerda el archimandrita. 

"Dios me regaló la vida, y cumplí con mi promesa. Pedí que la gente que venía, pusiera cada uno un ladrillo en los muros del templo. Lo logramos en 5 años. Ahora es una de las iglesias ortodoxas más grandes y bellas de Europa, terminada en 2011".



Y así quedó la iglesia que construyó tras el infarto,
la catedral de la Santa Trinidad


Residencia para los desamparados
En 2002, en un orfanato para bebés abandonados, el padre Longin vio a Larisa de 2 meses. Su madre la había dejado por que la niña estaba infectada de VIH.

Los cuidadores la colocaron en una habitación aislada, con cerradura, la cogían en brazos sólo con guantes y mascarilla. En una lejana comarca ucraniana, las palabras SIDA y muerte eran casi sinónimas…

Los médicos advirtieron al padre Longin que todos los miembros de su enorme familia podrían infectarse de VIH, pero la pena por la bebé abandonada resultó más fuerte.

En una noche los monjes canalizaron agua a una habitación individual, le prepararon la cuna más bella. Luego el padre Longin fue al monasterio femenino y dijo a las hermanas: “Acabo de acoger a una niña con VIH. Alguien quiere cuidar de ella sabiendo que puede infectarse de una enfermedad incurable?” Salieron varias voluntarias.

La bautizaron como Filaftea, casi no caminaba porque todos le llevaban en brazos. Cuando creció un poco, la llevaron a la iglesia, y cuando los monjes cantaban, le gustaba salir delante y dirigir sus cantos. Hace poco los médicos se asombraron al no encontrar rastro de VIH en su sangre. Ahora Filaftea estudia en el 5º y su diagnosis ha sido archivada.

Niños con sida, con todos los demás
En 2009, el padre Longin acogió a 36 pequeños, entre 1 y 7 años, con VIH y los alojó en el edificio nuevo para los niños con SIDA. Ahora allí viven 80 niños con esta diagnosis. El padre Longin los buscó por todos los orfanatos de Ucrania.

No les aíslan de otros pupilos, van juntos al colegio, juegan, nadan en la piscina. Lo único que vigilan las hermanas, que los pequeños se cepillen los dientes con cepillos individuales. Estos niños necesitan observación médica constante, por eso en la residencia se creó el departamento infantil del centro provincial del SIDA donde les brindan terapias antirretrovirales y se les proporciona alimento rico en calorías.

“Los pequeños cambian ante nuestros ojos, enseguida ganan peso, son más alegres, son como unas flores que se abren. – dice la enfermera en jefe del centro, ayudante del epidemiólogo Raisa Kilaru. A seis de nuestros niños ya se les han archivado la diagnosis de VIH, en sólo un medio año de estar en la residencia. Tres veces tomamos el análisis de Filaftea, Misha, Lavrentiy, Antón, Alina y Valentín. Los test certifican que la sangre de los niños está limpia del VIH.”



Residencia de niños discapacitados
Un acontecimiento especial para el monasterio ha sido la apertura, al final del 2011, del hogar para minusválidos. Bajo la acogida del archimandrita están 125 niños minusválidos, de 1 a 20 años.

Gleb vive en la residencia 18 años. Una madre enferma de cáncer dio a luz a un hijo minusválido y antes de morir, vino en persona para entregar a su hijo al padre Longin. Es ciego, sordo, con gran deficiencia del sistema nervioso: Gleb reconoce a la gente por tacto.

Nectario, de 11 años, padece hidrocefalia y artrogriposis. Con su cabeza enorme, cuerpecito diminuto y extremidades poco desarrolladas, tumbado en el suelo, sonríe a los visitantes.

A Stepán, lo encontró el padre Longin en un internado para niños minusválidos. El niño sin brazos salió delante de él y recitó poesías de su propia composición. Luego le seguía como atado al monje y cuando este se dispuso a irse, le pidió llevárselo con él. El monje lloró, le abrazó a Stepán y se lo llevó.

Ahora, en días festivos, el padre Longin le lleva consigo al campanario. Stepán hace sonar las campanas apretando la cuerda con los dientes.

En su nueva casa ha encontrado a un nuevo amigo, Román, que toca el teclado que está instalado justo al lado de su cama. Román tiene dificultades para moverse, padece parálisis cerebral.

Y se completa con 60 ancianos
Además de tres centenares de niños y doscientos monjes, bajo la custodia del padre Longin están 60 ancianos acogidos en el monasterio.

El archimandrita Longin no para de sorprenderse con la aparición de los medios para mantener tanta gente. Cada día va al correo: de todo el país le llegan transferencias. Le ayudan los patrocinadores.

Por ejemplo, una mujer les regaló a los niños su vaca, otra, dos hectáreas de terreno. En estas hectáreas las hermanas plantaron patatas para el comedor infantil. Además, en las tierras de la residencia se gestionan campos, huertos, una granja, invernaderos con flores. Los niños trabajan en la tierra junto con los mayores. Así, el monasterio y la residencia se abastecen de alimento a sí mismos, y los restos donan a los organismos sociales de la región.

"El Señor nos enviará el aceite"
Una vez por la tarde el padre Longin con sus monjes trabajaba en el campo: cosechaban maíz. En este momento le vienen de la cocina a decir que se acabó el aceite y no hay con qué preparar la cena. Las tiendas de la comarca ya estaban todas cerradas, pero para dar ánimos a todos, el padre dijo: “Si es tan necesario, el Señor nos enviará el aceite.” Pasó una media hora y a la residencia vino un señor que trajo… 200 litros de aceite.

El monje que lo recibió lo cogió de las manos y comenzó a dar vueltas: “Te ha enviado Dios, que hoy se nos ha acabado el aceite”. El pobre hombre se le desprendió y se apresuró a desaparecer… para volver en una hora con 40 litros de aceite más.

Casas para los hijos crecidos y casados
Actualmente, el padre Longin está construyendo una villa para sus hijos adoptivos crecidos. Veinte de ellos ya están casados. Todos recibieron enseñanza superior.

"¿Es que es posible en nuestro tiempo construirse una casa con un sueldo de maestro o médico?", lamenta el archimandrita [en Ucrania es un sueldo escaso]. "Les ayudo con lo que puedo porque es un gran pecado dejar a los hijos a la mitad de ese gran camino. Ahora estamos construyendo 10 casas. Para proveerles a todos de vivienda, arrendé tierra en Chernovtsy. Si Dios nos lo permite, pronto echaremos cimientos para edificios de pisos".

Una región especial
La región Gertsa es peculiar, con una mayoría absoluta de población rumana. Quedó dentro de Ucrania con el pacto de Molotov-Ribbentrop [cuando nazis y soviéticos se repartieron Europa del Este en 1939] “para no liarse mucho y tener la línea de la frontera más recta”.

Por eso allí hay mucha población que no sabe ucraniano, y las iglesias ortodoxas, aunque pertenecen al patriarcado de Moscú, tienen dispensa de seguir la liturgia según el calendario gregoriano, y en rumano.

A diferencia de otros orfanatos, donde los pupilos suelen llevar ropa de segunda mano donada, el padre Longin tiene acuerdo con una empresa turca para proveer a los niños de ropa nueva de tallas adecuadas.

Tiene apoyo entre los políticos. Yanukovich puso el primer ladrillo del edificio infantil y luego visitó varias veces la residencia, traía regalos a los niños y les donó un cine en casa. Yuschenko le condecoró como héroe de Ucrania.

La esposa del padre Longin, ahora es la Madre Solomea: se hizo religiosa junto con él. Ahora trabaja en la residencia cuidando a los niños con SIDA.

Oficialmente, tiene 29 hijos, 4 propios y 25 adoptivos. Nunca ha pedido ayuda para ellos como familia numerosa, aunque le correspondía. Pero cuando le llaman de administración u otra gente pudiente para preguntar por las necesidades de sus pupilos, no se niega y acepta cualquier ayuda.

En 2011, el orfanato no tenía estatus de tal. Por eso le acribillaban con comités que pretendían saber para qué recogían niños de todos los orfanatos y si querían hacerlos monjes.

Los niños, cuando ven llegar comités y funcionarios suelen pensar que les quieren devolver a sus orfanatos de origen, lloran y se aferran a las monjas.

A veces los comités funcionariales vienen con preguntas extrañas: ¿por qué los tejados son de color azul? Qué hay debajo de las camas de los niños? Les responden a la cara que las alfombras y la comida decente las ponen sólo para impresionar a la comisión.

El padre Longin dice que sólo pretenden tomar el pelo, a diferencia de otras comisiones “correctas” que se interesan por el bien de los niños. Les contesta que no tiene que rendir cuentas ante los revisores, porque si uno le roba a un niño, Dios lo castigará, y eso es lo que hay que temer, y no a la comisión.

Toda confesión es un Pentecostés

Toda confesión es un Pentecostés

Carta del Card.Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor, a todos sus hermanos confesores y a todos los penitentes, con ocasión de la Solemnidad de Pentecostés de 2014.

 Queridísimos,reunidos espiritualmente en el Cenáculo junto a la Santísima Virgen María, en una intensa comunión eclesial, revivamos el misterio de la “Pascua roja”, el descenso del Eterno Espíritu de Amor, que vivifica la Iglesia y la renueva incesantemente a través el don de gracia con el cual el Señor nos ha consagrado a su servicio: el sello bautismal y sacerdotal.
Teniendo presente que el sacramento de la Misericordia es como la “puerta” mediante la cual, el Espíritu sopla con más fuerza sobre la historia y orienta su curso, deseo enviar a todos mis hermanos que ejercen el ministerio de confesores y a todos los penitentes una reflexión para la solemnidad de Pentecostés y asegurarles que los encomiendo diariamente en mis oraciones.
Sabemos bien que nuestra vida nueva hunde las raíces en el envío del Espíritu Santo y así también la misma identidad de la Iglesia y la vitalidad de su misión. En el gran “abrazo” de Pentecostés, la misma persona de Jesús, Resucitado y Ascendido al cielo, se hace presente, hasta el fin de los tiempos, en todos sus discípulos y, a través de ellos, por obra del mismo Espíritu, se dilata en un eterno respiro de misericordia. Para esta obra divina la realidad de la Persona y del Amor salvífico de Cristo no permanece “lejana”, como una cosa para imitar, pero fundamentalmente inaccesible, o como un “modelo ideal” al cual imitar pero sin poder alcanzarlo jamás; al contrario, llega a ser la raíz misma de nuestro ser, la nueva realidad en la cual vivimos, aquella fuerza de Amor que “habita” en nosotros y que pide, durante la peregrinación terrena, poder actuar en el mundo a través de nosotros.
Sabemos bien que todo esto, válido y actual para cada fiel, en virtud del Bautismo, toca particularmente a los sacerdotes, porque ellos, han sido introducidos, no por sus méritos, sino por gracia, a un tal “nivel del ser”, a una tal intimidad con el Señor, de llegar a ser partícipes del Amor de su Corazón, de su misma obra de salvación, tanto que, a través de ellos, sucede ahora realmente, para los hermanos, el encuentro con Cristo. Los sacerdotes han sido constituidos ministros de la misericordia divina, por lo tanto, servidores del Dios de Amor y compasión de Jesús.
Por esta razón el sacerdote, objeto de la misericordia, no podrá otra cosa que ser siempre “un hombre de la misericordia”.
Su nuevo ser lo testimonia y el ejercicio fiel y apasionado del ministerio llega a ser un recuerdo continuo de ello.
Para ser expertos en misericordia, será suficiente estar “a la escucha” de la obra del Espíritu en nosotros y en los fieles, “a la escucha” del don de Pentecostés, que nos ha consagrado a todos en el Bautismo, y los confesores en la ordenación sacerdotal, y que nos “renueva” por medio de cada celebración de los sacramentos; en un modo muy particular, en el sacramento de la Reconciliación.
Este sacramento, de hecho, constituye una experiencia siempre nueva del Espíritu Santo en acción, sea para el sacerdote como para el penitente.
Para el penitente, porque el perdón sacramental representa un verdadero y propio “Pentecostés para el alma”, que es iluminada por su luz divina, purificada por la sangre del Cordero inmolado y adornada por cada don de gracia, a comenzar una plena y renovada comunión con Jesús. Y para el sacerdote, que unido profundamente con Cristo, vivo punto de llegada de toda acusación del hombre pecador, aprende cada vez más, el pensamiento del mismo Cristo, en corregir, valorar, curar y, mientras pronuncia las palabras de la absolución, siente renacer en el corazón, por obra del Espíritu, el sello sacramental y la personal identificación con el Buen Pastor. ¡Qué Amor se nos muestra!
Pidamos a la Santísima Virgen María, Esposa del Espíritu Santo y Madre del Redentor, que nos enseñe a guardar y a recordar estas realidades, para que siempre pueda reavivarse y resplandecer el fuego de Pentecostés, que es fuego de Amor, fuego de misericordia.