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viernes, 25 de julio de 2014
El misterio del dolor y el sufrimiento
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 1]
Uno de los misterios que siempre han inquietado al hombre y con el que frecuentemente tiene que convivir es el del sufrimiento y el dolor. Se pregunta o nos preguntamos sobre su sentido y la causa de ésta experiencia que nos desgasta y puede llegar incluso a quietarnos la paz y la felicidad. Por ello en nuestras próximas catequesis, queremos hacer un comentario sobre este particular. Para ello nos referiremos a la excelente encíclica de Juan Pablo II «Salvifici Doloris» en la cual trata sobre este gran misterio. El Sumo Pontífice inicia su reflexión sobre el sufrimiento humano diciendo cómo el «sufrimiento parece ser particularmente ESENCIAL A LA NATURALEZA DEL HOMBRE» (SD 2), el cual desde su nacimiento es frágil de manera que su cuerpo experimenta la sed, el hambre, el calor; si se corta, sangra y experimenta el dolor en su carne, de hecho el mismo Cristo, lo vivió en toda la magnitud que cualquier hombre lo puede vivir, e incluso hasta el mismo extremo. (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 2]
El sufrimiento humano es una aspecto complejo de la vida del hombre del cual ni la misma ciencia medica atinan a responder con facilidad, aun y cuando ésta esta empeñada no solo en prolongar la vida humana, sino, y sobre todo, en evitar el sufrimiento. De hecho, podemos decir que «el hombre sufre de modos diversos, no siempre considerados por la medicina, ni siquiera en sus más avanzadas ramificaciones. El sufrimiento es algo todavía más amplio que la enfermedad, más complejo y a la vez aún más profundamente enraizado en la humanidad misma» (SD 5). Esto encuentra su fundamento en la complejidad del hombre que es Alma y Cuerpo, por lo que el sufrimiento no únicamente se radica en nuestros miembros, sino en lo más profundo de nuestro ser, ahí donde solo nosotros y Dios tenemos accesos, por lo que el dolor moral, puede en muchas ocasiones ser más intenso e incluso más difícil de entender y de sanar, pues estamos hablando del dolor del alma. « Se trata, en efecto, del dolor de tipo espiritual, y no sólo de la dimensión" psíquica " del dolor que acompaña tanto el sufrimiento moral como el físico. La extensión y la multiformidad del sufrimiento moral no son ciertamente menores que las del físico; pero a la vez aquél aparece como menos identificado y menos alcanzable por la terapéutica. » (Ibid). (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 3]
Podemos decir que en el AT existe una identificación entre mal y sufrimiento. Sin embargo, esto es debido a que el lenguaje hebreo no tiene otros elementos para expresar lo que el hombre padece, por ello en las versiones griegas y en el NT nos encontramos que no todo mal es sufrimiento o que no todo sufrimiento tiene como origen el mal. Para el cristiano, la dimensión del sufrimiento tiene una valencia diferente a la que tiene para otras religiones y concepciones humanas, pues para quien tiene fe, «se podría decir que el hombre sufre A CAUSA DE UN BIEN del que él no participa, del cual es en cierto modo excluido o del que él mismo se ha privado. Sufre en particular cuando "debería" tener parte - en circunstancias normales - en este bien y no lo tiene». (SD 7) Este bien, al que se refiere su Santidad no es otro que el Paraíso mismo, la vida bienaventurada, la eternidad, en donde todo es gozo, alegría y paz. Es por ello que, como dice el Papa, «El sufrimiento humano constituye en sí mismo casi un específico "mundo" que existe junto con el hombre, que aparece en él y pasa, o a veces no pasa, pero se consolida y se profundiza en él» (SD 8). ( Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 4]
Cuando el hombre experimenta el dolor y el sufrimiento, sobre todo cuando éste es producido por cataclismos naturales, por la guerra y el hombre, la enfermedad y la muerte de los niños, acontecimientos y situaciones que flagelan no solo a quien enferma sino a los que conviven con el enfermo, lleva continuamente al hombre a preguntarse el por qué o el para qué de este sufrimiento, ¿cuál es el sentido de todo este sufrimiento? Esta pregunta que está en íntima relación con el sentido del mal en el mundo, debemos admitir que son preguntas difíciles de responder sobre todo cuando las hacemos de hombre a hombre, pero más aun cuando las preguntamos a Dios, pues ante una falta de respuesta convincente lleva al hombre en no pocos casos no solo a conflictos y frustraciones en su relación con Dios, sino incluso a la negación misma del Creador. «En efecto, si la existencia del mundo abre casi la mirada del alma humana a la existencia de Dios, a su sabiduría, poder y magnificencia, el mal y el sufrimiento parecen ofuscar esta imagen, a veces de modo radical, tanto más en el drama diario de tantos sufrimientos sin culpa y de tantas culpas sin una adecuada pena.» (SD 9). (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 5]
En la búsqueda de respuesta adecuada, el pueblo de Dios reflexiona sobre el dolor, el sufrimiento y la enfermedad, la cual cual años habia vinculado al mal: El sufrimiento, y la enfermedad son el castigo que Dios manda por haber cometido una falta grave contra el Creador. Sin mebargo, el libro de Job, nos muestra que no es así. En su desarrollo nos presenta a tres amigos de Job, quien ha perdido todo: sus hijos, sus ganados, e incluso la misa salud, quienes buscan convencerlo de que todos estos males solo pueden tener como origen la infidelidad de Job. Para ellos, como dice el Papa, «el sufrimiento aparece, [...] como un "mal justificado". La convicción de quienes explican el sufrimiento como castigo del pecado, halla su apoyo en el orden de la justicia, y corresponde con la opinión expresada por uno de los amigos de Job: "Por lo que siempre vi, los que aran la iniquidad y siembran la desventura, la cosechan" (Jb 4,8.)» (SD 11). Si embargo, Dios irrumpe en la escena para hacerles ver que el dolor y el sufrimiento no es un castigo que Dios manda sobre los hombres y el cual debe ser aceptado como un misterio que el hombre no puede comprender a fondo con su inteligencia. (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 6]
Yendo más allá, y basados precisamente en el aspecto moral, el sufrimiento nos lleva a comprender que el mal que se padece, aunque no está directamente vinculado con el mal moral, presenta la oportunidad de llevarnos a la conversión. De esta manera el mal sufrido, que se convierte en dolor, va adquiriendo sentido en cuanto que nos empuja a la conversión. Por ello dice el Papa: «El sufrimiento debe servir PARA LA CONVERSION, es decir, PARA LA RECONSTRUCCION DEL BIEN en el sujeto, que puede reconocer la misericordia divina en esta llamada a la penitencia. La penitencia tiene como finalidad superar el mal, que bajo diversas formas está latente en el hombre, y consolidar el bien tanto en uno mismo como en su relación con los demás y, sobre todo, con Dios». (SD 12).En otras palabras, podemos decir que el hombre al experimentar su fragilidad, es llevado a profundizar en el fin último de su vida, el cual, ante el desmoronamiento de su existencia, es llevado a la esperanza de la vida futura, en la cual ya no hay llanto ni dolor, pero la cual no se obtiene sin una vida en comunión con Dios. (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 7]
Podemos decir que la llave que de alguna manera abre la puerta del misterio del dolor es el amor. El Papa en su encíclica lo explica diciendo que «el Amor es también la fuente más plena de la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo» (SD 13). Por ello, para poder penetrarlo es necesario, por un lado ir a la Revelación y por otro lado comprender la sublimidad del amor divino. Al margen de esta dos consideraciones, el sufrimiento se presenta como un sin sentido. Si retomamos lo que hemos dicho sobre la union que existe en etre el pecado y el sufrimiento, podemos darnos cuenta, como claramente lo presenta el Génesis, que el origen del sufrimiento está en el pecado, pues a partir de ahí es cuando tanto el hombre como la mujer experimentarán no solo la fatiga sino el dolor (cf. Gn 3,16-19). Este pecado, el cual san Pablo, llama «la frustración del universo» (cf. Rm 8,20-23) que lo lleva a la muerte. Sin embargo debemos entender este pecado no únicamente como nuestro pecado persona, sino, comolo entiende la Revelación la cual se refiere a la muerte definitiva como separación de Dios. Por ello decía el p. Félix de Jesús, que «el dolor es lo que el hombre experimenta al ponerse en contacto el pecado con el amor». De manera que no estamos entonces hablando únicamente de nuestro pecado personal, sino de lo que san Pablo llama «el misterio de iniquidad» que está en el mundo (cf. 2Tes 2,7). (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 8]
Podemos, ahora decir que el sufrimiento del hombre está en una relación estrecha con la idea grabada en su corazón de haber sido creado para la eternidad y experimentar el deterioro de su persona (producto de la enfermedad e incluso de la vejez) y que en su finitud siente que le impedirá alcanzar el fin definitivo para el cual fue creado. Esto produce en él dolor, soledad y sobre todo angustia al ver que la vida se le escapa sin remedio y que su permanencia eterna no se realizará. Esta experiencia, sin lugar a dudas, es producto del pecado original que ha nublado el entendimiento humano impidiéndole ver que a pesar de este deterioro su vida se encamina hacia la eternidad. Si a esto añadimos que cuando el hombre no solo ve viciada su visión del futuro por el pecado original sino incluso con el pecado personal, el sufrimiento se hace aun más grande pues, el alma, ahora no solo experimenta el ver que su cuerpo se destruye, sino que todo él se encamina hacia la muerte eterna, a la separación definitiva de Dios. Esto, aunque el hombre no creyente no lo acepte o lo crea, está gravado en el alma, y ésta, que ve hacia donde se dirige, padece y con ello se incrementa el sufrimiento en el hombre. Por ello dice el Papa: «El mal, en efecto, está vinculado al pecado y a la muerte. Y aunque se debe juzgar con gran cautela el sufrimiento del hombre como consecuencia de pecados concretos (esto indica precisamente el ejemplo del justo Job), sin embargo, éste no puede separarse del pecado de origen, de lo que en san Juan se llama "el pecado del mundo" (Jn.1,29), del TRASFONDO PECAMINOSO de las acciones personales y de los procesos sociales en la historia del hombre. Si no es lícito aplicar aquí el criterio restringido de la dependencia directa (como hacían los tres amigos de Job), sin embargo no se puede ni siquiera renunciar al criterio de que, en la base de los sufrimientos humanos, hay una implicación múltiple con el pecado.» SD 15. (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 9]
Podemos ver entonces que efectivamente existe una vinculación entre la muerte, el pecado y el sufrimiento del hombre. Es por ello que, si bien Jesús no vino a quitar la enfermedad, las catástrofes, etc., las cuales son parte de la vida del mundo y de nuestra existencia en él, si vino para que desapareciera de nosotros el estado de angustia y de temor que son la causa del sufrimiento humano. «Con su obra salvífica el Hijo unigénito libera al hombre del pecado y de la muerte. Ante todo el borra de la historia del hombre el dominio del pecado, que se ha radicado bajo la influencia del espíritu maligno, partiendo del pecado original, y da luego al hombre la posibilidad de vivir en la gracia santificante. En línea con la victoria sobre el pecado, El quita también el dominio de la muerte, abriendo con su resurrección el camino a la futura resurrección de los cuerpos. Una y otra son condiciones esenciales de la "vida eterna", es decir, de la felicidad definitiva del hombre en unión con Dios; esto quiere decir, para los salvados, que en la perspectiva escatológica el sufrimiento es totalmente cancelado. Como resultado de la obra salvífica de Cristo, el hombre existe sobre la tierra CON LA ESPERANZA de la vida y de la santidad eternas.» SD 15 (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 10]
Podemos decir que con la redención traída por Cristo, las raíces del pecado, que son la causa profunda del sufrimiento del hombre, han sido redimidas y así el hombre, aunque padece por su finitud, se abre a la «esperanza cierta» de la vida que no acaba y con ello desaparece todo estado de angustia y frustración, lo que le permite vivir con paz el hecho de que su carne, irremisiblemente se destruirá. El mismo Jesús quiso no solo acercarse al mundo del sufrimiento, sino experimentarlo en su propia carne. Así como todo humano, conoció y vivió en plenitud el proceso que conduce al hombre a Dios: la muerte. Pero para Cristo, la muerte no fue fracaso sino triunfo. El sabía que iba al Padre, y aun en medio de los dolores atroces de la crucifixión, tiene palabras de consuelo para la humanidad, para sus amigos y para su misma Madre. Con Jesús el misterio del sufrimiento no se devela, sino que se redimensiona. El sufrimiento, deja de ser esterilidad y camino al vació, para convertirle en fuente de redención, purificación y acercamiento a Dios. «Precisamente por medio de este sufrimiento suyo hace posible "que el hombre no muera, sino que tenga la vida eterna". Precisamente por medio de su cruz debe tocar las raíces del mal, plantadas en la historia del hombre y en las almas humanas. Precisamente por medio de su cruz debe cumplir la obra de la salvación.» SD 16 (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 11]
En este encuentro con la dimensión del Sufrimiento en relación al pecado, nos encontramos que Dios mismo permitió que Jesús, siendo su Hijo único, experimentara de manera total lo que nosotros los hombres padecemos por causa del pecado. El hombre-Dios, clavado en la Cruz, experimenta la consecuencia definitiva del pecado y con ello el dolor máximo (aun sin haber cometido pecado, lo que revela que el dolor y el sufrimiento no están en relación única con el pecado). En la cruz experimenta el estar lejos de Dios, cuando dice: “Dios mío Dios mío ¿por qué me has abandonado?” Y es que de acuerdo a la tesis que hemos venido sosteniendo, la consecuencia trascendente del pecado es la separación de Dios, y es ahí en donde el hombre experimenta no solo el sufrimiento y el dolor corporal, sino el más grave que es el sentir que su vida se le escapa y que no verá más a Dios. Sin embargo, una vez redenta incluso esta experiencia, la paz vuelve a él y es capaz ahora de entrar con paz en el momento definitivo del hombre que es la muerte. Jesús muere en medio de dolores atroces en su cuerpo, pero con una infinita paz. «El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: HA SIDO UNIDA AL AMOR, a aquel amor del que Cristo hablaba a Nicodemo, a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella toma constantemente su arranque. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva» SD 18. (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 12]
Podemos ahora decir que con Jesucristo y sobre todo EN Cristo, el hombre puede vivir el misterio del dolor y el sufrimiento en paz. Y es que en Cristo, el hombre es liberado de todos sus temores, principalmente el de la muerte eterna. Con ello, el sufrimiento no es ya capaz de atemorizar al hombre, no tiene ya poder sobre él pues el pecado ha sido sometido por la cruz de Cristo. Quien vive en Cristo, no obstante que al igual que sus hermanos en la humanidad, se verá sometido a la destrucción de su carne, como único medio para alcanzar la vida en el Paraíso, su respuesta al sufrimiento no será de desesperación sino de paz. Fortalecido con la gracia del Espíritu Santo, podrá descubrir en el sufrimiento, un auténtico camino de redención y podrá unirse, como Cristo, de una manera más íntima al Padre. Además, Cristo habiendo padecido por y con nosotros, es ahora una auténtica fuente de consolación para todos aquellos, que como él, nos vemos envueltos en el misterio del dolor (cf. 2Cor 1,5). (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 13]
Por otro lado, es el misterio del dolor el que, como a Cristo, nos introduce en la vivencia terrena del Reino. (Debemos decir terrena, pues sabemos que en el cielo ya no hay llanto, ni dolor, sino únicamente gozo, alegría y paz). De la misma forma que los padecimientos de Cristo abrieron el camino de salvación para toda la humanidad, de esta misma manera, cuando el hombre une sus sufrimientos a los de él, se abre misteriosamente para él un nuevo modo de ver las cosas, las personas e incluso sus propios padecimientos (cf. 2Tes 1,4-5). Es por ello que el Papa escribe en su encíclica sobre el dolor «Mediante sus sufrimientos, éstos devuelven en un cierto sentido el infinito precio de la pasión y de la muerte de Cristo, que fue el precio de nuestra redención: con este precio el reino de Dios ha sido nuevamente consolidado en la historia del hombre, llegando a ser la perspectiva definitiva de su existencia terrena. Cristo nos ha introducido en este reino mediante su sufrimiento. Y también mediante el sufrimiento MADURAN para el mismo reino los hombres, envueltos en el misterio de la redención de Cristo.» SD 21 (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 14]
Sin lugar a dudas que uno de los elementos que hacen que el hombre pueda atravesar el misterio del sufrimiento y del dolor en paz, es la aceptación amorosa de la cruz. Para Cristo, el martirio de la cruz no fue únicamente aceptado como si no hubiera ninguna otra alternativa, Jesús no se «resigno» a sufrir, sino que amó y se entrego a la cruz. Es por ello que cuando el sufrimiento, la enfermedad, la desgracia es asumida por el hombre, ésta pierde su efecto destructor, para convertirse en el medio por el cual caminamos hacia la vida eterna, pues conscientes de que el deterioro de nuestra carne y en general de nuestro cuerpo no es un castigo de Dios, sino precisamente es el proceso natural por el cual Dios pensó en llevarnos a vivir eternamente con él (que es parte de todo este misterio), le devuelve al hombre la confianza y la esperanza, con la cual puede atravesar con paz el misterio del sufrimiento. «La cruz de Cristo arroja de modo muy penetrante luz salvífica sobre la vida del hombre y, concretamente, sobre su sufrimiento, porque mediante la fe lo alcanza JUNTO CON LA RESURRECCIóN: el misterio de la pasión está incluido en el misterio pascual.» SD 21. (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 15]
Es en el misterio del sufrimiento y por ende en el misterio de la Cruz en donde el hombre encuentra el consuelo del Padre pero es también el lugar desde donde, se puede experimentar con mayor profundidad el misterio del perdón. Es como lo dice el Papa, «una llamada a manifestar la grandeza moral del hombre, su MADUREZ ESPIRITUAL» (SD 22). Solo cuando el hombre, ha aceptado que la enfermedad no es un castigo, ni el adelanto, ni el pago por culpas pasadas, sino un proceso de deterioro natural que va predisponiendo al hombre para la vida eterna, es cuando puede con toda serenidad, como Cristo PERDONAR. Esto hace aun más misterioso el mundo del sufrimiento humano, pues es desde la cruz, desde donde el hombre puede entender (aunque como en un mal espejo) la miseria humana y compadecerse de ella. Es entender, como lo dice el Salmo 102, “de qué estamos hechos”, y desde ahí perdonar a sus semejantes, dándose cuenta, quizás, que no se es mejor que los demás, y que al final de cuentas todas las ofensas recibidas proceden precisamente de esta debilidad que ahora, de manera física experimenta el que sufre. Podemos decir que es, como dice san Pablo que es desde la debilidad de donde nace la fuerza, pues el mismo escribe: «Muy gustosamente sufro, y me glorío en mis debilidades para que así habite en mí la fuerza de Cristo» (2Cor.12,9). (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 16]
Sin que lo podamos entender, en el misterio del dolor y el sufrimiento está una llamada de Dios a crecer en la virtud, como lo dice san Pablo: «Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabedores de que la tribulación produce la paciencia, una virtud probada, y la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedar confundida, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,3-5). En entonces el dolor una especie de escuela que nos va capacitando para poder vivir con paz en este mundo en el cual el sufrimiento está siempre presente de manera misteriosa. En esta escuela del dolor es en donde crece y se perfecciona el hombre. Por ello dice el Papa: «Esta es la virtud de la perseverancia al soportar lo que molesta y hace daño. Haciendo esto, el hombre hace brotar la esperanza, que mantiene en él la convicción de que el sufrimiento no prevalecer sobre él, no lo privar de su propia dignidad unida a la conciencia del sentido de la vida». SD 23 (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 17]
Un aspecto importante para nosotros los cristianos, que acogemos no solo como un misterio el sufrimiento, sino como un don de Dios para nuestra vida, es el hecho de que este nos permite participar ACTIVAMENTE en el proyecto redentor de Cristo, según las palabras de san Pablo: «Ahora me alegro de mis padecimientos por ustedes y completo en mi carne lo que falta los padecimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24). Con esto, lo primero que debemos entender es que a la pasión de Cristo no faltó nada, en un sentido estricto, pues su pasión fue total y exhaustiva de manera que por ella hemos recibido todos la gracia y la vide eterna. Sin embrago este modo de hablar del apóstol va en la línea de, como cuerpo de cristo, que somos toda la Iglesia, vemos como este cuerpo continuar sufriendo hasta el ultimo día. El Papa lo explica diciendo que, «en el misterio pascual Cristo ha dado comienzo a la unión con el hombre en la comunidad de la iglesia. El misterio de la Iglesia se expresa en esto: que ya en el momento del Bautismo, que configura con Cristo, y después a través de su Sacrificio - sacramentalmente mediante la Eucaristía - la Iglesia se edifica espiritualmente de modo continuo como cuerpo de Cristo» (SD 24) (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 18]
Dentro de este misterio, encontramos junto a nosotros la figura siempre consoladora de la Santísima Virgen María quien, aun siendo la Madre del Redentor, vivió de manera ejemplar este misterio que abraza a la naturaleza humana. Ella, dejada por Jesús como MADRE DE LOS DISCíPULOS (cf. Jn 19, 25), nos acompaña y nos consuela espiritualmente, como buena madre. Como modelo de la Iglesia y del Cristiano, nos muestra con su vida, que el sufrimiento, cuando se vive desde la perspectiva cristiana, y se unen los sufrimientos a los de Cristo, no es angustia ni desesperación, sino total confianza y paz en el corazón. Con su intercesión poderosa, nos continua alcanzando gracias para que, en medio de nuestras penas y dolores, podamos transitar por el misterio del dolor y del sufrimiento, con paz... con la paz que Cristo nos da. Por ello la Iglesia, desde los primeros cristianos, no ha dudado en llamarla: «Consuelo de los Afligidos». Tenerla como modelo de aquellos que unen su «propia» pasión a la de Cristo, y acogerse a su poderosa intercesión, hace del sufrimiento una autentica experiencia de redención. (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 19]
Es de tal modo misterioso el sufrimiento, que como afirma el Papa, «en él se esconde una particular fuerza que acerca interiormente el hombre a Cristo, una gracia especial. A ella deben su profunda conversión muchos santos, como por ejemplo san Francisco de Asís, san Ignacio de Loyola, etc. Fruto de esta conversión es no sólo el hecho de que el hombre descubre el sentido salvífico del sufrimiento, sino sobre todo que en el sufrimiento llega a ser un hombre completamente nuevo. Halla como una nueva dimensión de toda su vida y de su vocación» (SD 26). De esta manera podemos ver cómo el sufrimiento, dentro de todo lo misterioso que posee, es por un lado la fuerza que hace al hombre madurar como tal y al mismo tiempo, lo impulsa hacia el mismo Cristo, convirtiéndose en sí mismo en fuente de redención. Es por ello que «ante el hermano o la hermana que sufren, Cristo ABRE y despliega gradualmente los horizontes del reino de Dios, de un mundo convertido al Creador, de un mundo liberado del pecado, que se está edificando sobre el poder salvífico del amor». (idem) (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO - 20]
Cuando el hombre, iluminado por la gracias es capaz de penetrar en el misterio del dolor, descubre en él, «el sentido salvífico de su sufrimiento en unión con Cristo el cual transforma la sensación deprimente de angustia, temor y miedo, en alegría y paz. La fe en la participación en los sufrimientos de Cristo lleva consigo la certeza interior de que el hombre que sufre "completa lo que falta a los padecimientos de Cristo"; que en la dimensión espiritual de la obra de la redención SIRVE, como Cristo, para la salvación de sus hermanos y hermanas» (SD 27) Solo desde la perspectiva cristiana es posible vivir el misterio con paz y saber que este sufrimiento no es esterilidad, sino fuente de redención y transformación, no solo de aquel que sufre, sino de todo el mundo. «El sufrimiento, más que cualquier otra cosa, es el que abre el camino a la gracia que transforma las almas. El sufrimiento, más que todo lo demás, hace presente en la historia de la humanidad la fuerza de la Redención». (Idem) (Continuará...)
[EL MISTERIO DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO – 21FINAL]
Finalmente, el sufrimiento del hermano, es la oportunidad que Dios nos da de servirlo y acompañarlo mientras transita por este misterio. La parábola del Buen Samaritano, nos ilustra perfectamente cual ha de ser nuestra participación en este misterio cuando es vivido por nuestro «prójimo» (Lc 10,29-34). Por ello nos dice Su Santidad que «no nos está permitido "pasar de largo", con indiferencia, sino que debemos "pararnos" junto a él. Buen samaritano es todo hombre, que se para junto al sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ése sea. Esta parada no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad». (SD 28). No se trata solo de tener compasión, sino de buscar el medio para hacernos presentes y solidarios, para verdaderamente acompañarlo mientras transita por en medio del misterio del dolor. Es por ello que «en el programa del reino de dios, el sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización humana en la "civilización del amor". En este amor el significado salvífico del sufrimiento se realiza totalmente y alcanza su dimensión definitiva». (SD 30). Podemos terminar nuestra reflexión diciendo con Juan Pablo II, que «el sentido del sufrimiento, es verdaderamente sobrenatural y a la vez humano. Es sobrenatural, porque se arraiga en el misterio divino de la redención del mundo, y es también profundamente humano, porque en él el hombre se encuentra a sí mismo, su propia humanidad, su propia dignidad y su propia misión. El sufrimiento ciertamente pertenece al misterio del hombre.» (SD 31)
Cuerpo glorificado
Pregunta:
Padre, me pregunto ¿Cómo seremos cuando resucitemos y si reconoceremos a los demás? Le pregunto esto porque tenía entendido que seríamos seres luminosos, como ángeles.
Respuesta:
Querido hermano: la verdad es que sobre este tema todo es especulación. Sin embargo, la iglesia apoyándose en los textos de la Sagrada Escritura concluye que tendremos un cuerpo resucitado y glorioso como el de Jesús. Este estado del cuerpo tendrá propiedades que son misteriosas, pues podremos aparecer y desaparecer (Lc 24, 31.36), por lo que será un cuerpo espiritual, pero al mismo tiempo tendrá corporeidad física pues lo podremos tocar (Jn 20, 16—17,27) y podrá, si es que se quisiera, tomar alimento (Lc 24, 41-43). Por otro lado, será un cuerpo que ya no padece, por lo que no tendrá enfermedades ni sufrimiento y vivirá eternamente.
Sabemos que el último día de esta creación, todos los muertos resucitarán (1Tes 4, 13-17) y el Espíritu Santo les dará de nuevo la carne que tenían (de lo contrario no sería resurrección). Ciertamente permanece en el misterio cómo seremos, pero es claro que nos reconoceremos unos a otros pues seremos nosotros mismos. Sin embargo, nuestro conocimiento será como dice San Pablo “perfecto”, pues hoy sólo conocemos la superficialidad, pero en ese día conoceremos de la misma manera que Dios nos conoce (1Cor 13,12). La misma carta a los romanos nos dice: “Si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a sus cuerpos mortales por su Espíritu que habita en ustedes” (Rm 8, 11).
Termino con las palabras de catecismo de la iglesia, que resumen todo lo que te he dicho:
“Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado, reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, todos nosotros resucitaremos en el último día.” (CIC. 1016
Cuerpo de Cristo
No son pocos los que actualmente dicen: Yo creo en Cristo, pero no creo en la Iglesia. Quienes dicen esto han olvidado que la Iglesia es el cuerpo de Cristo en donde cada uno de sus miembros lo va llevando a la plenitud. Desde el momento de nuestro bautismo pertenecemos a este cuerpo, es decir, a la Iglesia, pues hemos sido injertados en Cristo, de manera que la Iglesia es un organismo vivo que se alimenta de la Eucaristía y que a la vez está estructurado de manera orgánica a fin de que éste funcione adecuadamente. No reconocer una estructura en un cuerpo es considerarlo un “caos” o un monstruo. En este cuerpo cada miembro de la comunidad tiene un papel importante y diferente que permite a éste realizar la obra de Cristo, su cabeza. Cada ministerio, desde los obispos y sacerdotes, los cuales tienen la función de “coordinar” el trabajo del pueblo, hasta el último bautizado realiza para el cuerpo una función. Por ello yo no puedo decir: yo creo en Cristo, pero no reconozco que en el cuerpo de Cristo haya estructura, sacerdotes, obispos, liturgia, sacramentos, leyes y ordenamientos. Por otro lado, si reconocemos a la Iglesia como un cuerpo vivo, debemos aceptar que haya partes débiles, e incluso enfermas (producto del pecado y de la debilidad de los hombres) que hay que fortalecer y sanar. |
Ciclo litúrgico
Celebración
Se celebra en la Iglesia la Ascensión del Señor. Sin embargo, con la renovación litúrgica y pastoral que ha traído el Concilio Vaticano II, que busca que las grandes solemnidades sean verdaderas fiestas y no únicamente una obligación de asistencia a la Misa, ha permitido que en los lugares en donde no se puede celebrar las solemnidades entre semana, la “c
elebración litúrgica” puede ser trasladada al domingo siguiente.
En México, por situaciones históricas, esta fiesta no tiene incidencia en el calendario civil, por ello forzaba a los fieles a celebrarla apresurada y forzadamente después del trabajo cotidiano, lo que hacía que no se disfrutara, sino simplemente se cargaba a la comunidad con el peso de una “obligación” litúrgica. Teniendo esto en cuenta, el calendario litúrgico en México ha movido su celebración litúrgica para el domingo siguiente. Ahora bien, esto no significa que nosotros, como fieles cristianos, no le demos hoy su lugar en nuestra oración diaria y en nuestra vida. Leer y meditar los pasajes de la Ascensión (Act 1, 6-14 y Lc 24,46-53) nos preparará y dispondrá para celebrarla de una manera más gozosa y plena.
Estructura
Las lecturas están divididas, para los domingos, en tres ciclos “A, B y C”; para los días de entre semana en dos “Pares e Impares”. Los ciclos dominicales no tienen una manera de calcularse. El ciclo comienza el primer domingo de Adviento. Los ciclos de los días de entre semana corresponden al año par o impar que se trate. El año 2010 (par) se leerán las lecturas del ciclo “Par”.
De esta manera podríamos decir que cada tres años, en las lecturas dominicales, hemos leído toda la Biblia; mientras que en las lecturas de entre semana lo habremos hecho en solo dos. Sin embargo, es conveniente que en casa revisemos las lecturas de cada domingo o de cada día y vayamos teniendo una lectura continuada, lo que nos permitirá hacer alguna anotación y tener contacto directo con la Palabra de Dios.
Ejes
El año litúrgico, se articula sobre dos ejes: La Navidad y la Pascua. Dado que la Navidad es fija el 25 de diciembre; el Adviento se establece 4 domingos antes de esta fecha. El siguiente domingo a la Navidad se celebra la Sagrada Familia, excepto si el 25 fue domingo ya que entonces el siguiente Domingo sería 1 de enero Solemnidad de la Maternidad Divina, por lo que solamente en este caso, la Sagrada Familia se celebraría el viernes 30 de Diciembre. La Epifanía se celebra el domingo siguiente al 1 de Enero, es decir, el domingo entre el 2 y el 8 de Enero. La Pascua es una fiesta variable pues está basada en el calendario Judío que se guía por la luna. Con esta base se cuenta hacia atrás los 40 días para establecer el miércoles de ceniza y la cuaresma. Después del domingo de Pascua se tendrán 40 días hasta la Ascensión y una semana después Pentecostés. Los tiempos que no están contemplados en estos tiempos fuertes se llaman “Tiempo Ordinario” y comienza con el Bautismo del Señor después de la fiesta de la Epifanía y se cuentan 34 semanas hasta Cristo Rey.
Signos
La celebración Eucarística busca ser, además de la Cena del Señor, una verdadera catequesis. Esta es la razón de los signos litúrgicos. Entre estos signos nos encontramos con las vestiduras de los ministros. En la medida que conocemos su significado, la misma celebración adquiere sentido. Así tenemos que el sacerdote para celebrar la Eucaristía debe usar: la Sotana, el Alba, el Amito, la Casulla y la Estola. La Sotana es la vestidura litúrgica negra que se usa sobre la ropa ordinaria y que significa, por su color, la renuncia que el cristiano hace al mundo, ya que la vida en plenitud (colores) llega solo a su plenitud en la eternidad. Para cubrir el cuello y la espalda usa el “Amito” que es un pedazo de tela blanca que significa la protección que Dios da en la celebración para resistir las “flechas incendiarias del enemigo”. El Alba, significa la pureza interior con la que se debe celebrar la Eucaristía (hoy en día casi se ha suprimido el uso del amito y de la sotana con el uso del Alba-Sotana). Sobre el Alba se pone en el cuello la Estola que es el signo del poder que la Iglesia le ha dado al sacerdote para la celebración de los sacramentos (los diáconos la usan terciada sobre el hombro derecho). Finalmente la Casulla, que es la vestidura litúrgica propia del sacerdote para la Eucaristía la cual nos ayuda a distinguir la celebración por sus colores.
Colores
Otro de los elementos que a menudo se desconocen son los colores dentro de la celebración litúrgica. Con el fin de ayudarnos a vivir mejor nuestras ceremonias y ubicarnos en la misma celebración, la Iglesia ha designado varios colores que identifican el periodo del Ciclo litúrgico o la festividad que se celebra. El MORADO, nos indica que es tiempo de Adviento, de Cuaresma; el color BLANCO nos indica que es tiempo de Navidad, de Pascua, o que estamos celebrando alguna solemnidad del Señor, o la fiesta de algún santo; el color ROJO nos indica la celebración de Pentecostés, la fiesta de un mártir y es usado también el domingo de Ramos y el viernes Santo; el AZUL se ha designado para las fiestas de Nuestra Santísima Madre. Finalmente, el VERDE se usa para el resto del tiempo, y que llamamos “Tiempo ordinario”. El diácono usa la “Dalmática” que es más corta y con mangas.
Vestiduras Litúrgicas
Las vestiduras litúrgicas del Obispo son las mismas del sacerdote, sin embargo, él usa algunos elementos adicionales. De ordinario el Obispo usa una cruz grande al pecho que se llama “Pectoral” y que es el signo de su “apostolicidad”; su sotana de ordinario tiene unos filos rojos en las costuras y usa una banda púrpura a la cintura. Usa también para la celebración litúrgica, un pequeño sombrero pequeño de color púrpura y que se llama “solideo” que le recuerda como a los hebreos la presencia de Dios que está sobre ál. La Mitra, que lo distingue como obispo y el “báculo”, que lo distingue como pastor son los elementos propios de las celebraciones eucarísticas. Finalmente usa en la mano derecha un anillo que es el signo de comunión con Roma. Los signos son importantes, tengamos siempre aprecio por ellos.
Cartas de San Pablo
A los Filipenses
Hay múltiples indicios de que ésta fue escrita cuando el Apóstol estuvo preso en Éfeso durante su 3ª Misión (cf. Act. 19,1-20). Aun cuando no se tienen registros históricos de este encarcelamiento, en (1Cor 15,30-32) habla de los múltiples confinamientos y de las múltiples veces en que estuvo preso. Esto lleva a los expertos a considerar que debió ser escrita al rededor del año 57-58. Esta carta (que al parecer es una colección de tres cartas escritas por el apóstol a esta comunidad y que fueron unidas posteriormente), tiene como propósito agradecer el donativo que le hicieron llegar. Por otro lado, habiendo sido informado del antagonismo que había en la comunidad provocada por el orgullo y la soberbia y algunos brotes de persecución, el apóstol urge a los hermanos con gran empeño a unirse en el amor y la humildad, a soportar con paciencia todas las tribulaciones que vienen como consecuencia del seguimiento de Cristo. En ella, invita a que la comunidad no se deje engañar por los “mentirosos” que van proponiendo falsas doctrinas (judaizantes). Es indiscutible el amor que manifiesta el apóstol por la comunidad, y el firme deseo que tiene de que todos lleguen a conocer “la perfección” del amor de Dios que supera todo entendimiento.
Cartas Pastorales
La carta del apóstol San Pablo a Tito es una de las cartas conocidas como cartas pastorales, ya que el apóstol San Pablo las escribió para sus colaboradores con la idea de ayudarlos en el trabajo pastoral. Algunos expertos piensan que los elementos contenidos en las cartas expresan el pensamiento de Pablo, sin embargo, parte de su desarrollo teológico los ha llevado a pensar que muy posiblemente no fue directamente el Apóstol quien las escribió sino alguno de sus seguidores (compuestas ca. 90-100). Otros exegetas no están de acuerdo con esta teoría, y mantienen la autoridad paulina (ca.67 desde Corinto). De cualquier modo, son de gran actualidad ya que contienen muchos consejos pastorales, sobre todo para los líderes cristianos y para la comunidad en sí. En ella encontramos el consejo de tratar con los falsos profetas, con los jóvenes y los ancianos; a todos les hace ver el contraste que hay entre lo que nosotros creemos como cristianos y lo que proponen las demás religiones y el mundo en sí. El cristiano debe ser un hombre totalmente nuevo. En su conjunto, son cartas que bien vale la pena meditar, sobre todo los que tiene algún encargo en la Iglesia, la familia o la sociedad.
Carta dirigida a Filemón
Esta carta de San Pablo fue escrita por él mismo, muy posiblemente desde Roma mientras estuvo preso por primera vez (ca.61-63). La dirige a un buen amigo suyo llamado “Filemón” de quien Onésimo había escapado, al parecer robando o causándole algunos daños. Pablo, de acuerdo a la sociedad en la que vivió, regresa al esclavo que había escapado, pero ahora lo presenta no como tal, sino como “un hermano” en la fe. Pablo mismo está dispuesto a responder por todo cuanto hubiera causado Onésimo. Por lo que sabemos, Onésimo fue liberado por Filemón y de acuerdo a Col 4,9 se unió como colaborador de Pablo.
Finalmente, por testimonio de Ignacio de Antioquía sabemos que incluso llegó a ser obispo de Éfeso. Es una carta llena del sentimiento cristiano y del valor de la justicia y la amistad. Contra aquellos que la han utilizado para defender equivocadamente el derecho a la esclavitud (en cualquiera de sus formas) esta carta, nos muestra que el Apóstol sigue las normas sociales de su tiempo, pero no está de acuerdo con ellas. Ahora Filemón, si realmente se considera cristiano deberá tratar a su esclavo como “un hermano amadísimo”. Es también importante esta carta, porque nos muestra cómo Pablo, pudiendo ejercer su poder (privilegios) sobre un amigo, le suplica por amor y las razones que le da, no son otras que el mismo amor.
Las palabras de San Pablo
Uno de los más antiguos himnos litúrgicos que la Iglesia ha recogido sobre la persona de Jesucristo, es el que nos transmite San Pablo en la carta a los Filipenses, en la que pone a Cristo como modelo para la vida de la comunidad, con las palabras: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que tuvo Cristo”. ¡Qué palabras más profundas y qué invitación tan clara a dejar de lado nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra vanidad y autosuficiencia! Este mensaje nos viene muy bien a todos, pero de manera especial aquellos que estamos acostumbrados a hacer uso de nuestros “privilegios” como sacerdotes, padres de familia, hermanos mayores, jefes, políticos, etc., pues nos hacer ver que es precisamente la renuncia a estos “privilegios”, la que permite que sea Dios el que nos dé la verdadera honra. Es una invitación clara a ser servidores de aquellos a los que consideramos “inferiores” a nosotros, y a reconocer que es precisamente en ese servicio, en donde se encuentra al mismo tiempo la verdadera gloria y la paz. Estas palabras de Pablo nos dan de nuevo la oportunidad de reconocer, que no soy mejor que los demás, y que si Dios me ha concedido alguna “dignidad” o “cargo” en la sociedad o en la familia, esto ha sido para que desde ahí sirva mejor a los que dependen de mí.
Introducción de la carta de San Pablo a los Gálatas
Esta carta no está dirigida a una comunidad en particular, sino al parecer a una serie de comunidades que habitaban toda la región de Galacia, la cual él visitaría en su primera misión (Act. 13,15-14-51). Fue escrita aproximadamente en el año 54 antes de la llegada de Pablo a Éfeso. El apóstol escribe preocupado y en tono enérgico a la comunidad, pues al parecer algunos se propasaban y querían volver a valorizar las prácticas judías. Los fieles vuelven a sus antiguas prácticas religiosas porque no han comprendido u olvidado que ser cristiano no es practicar una religión sino más bien vivir una fe. Durante un tiempo, la comunidad había vivido la experiencia de ser conducidos por el Espíritu, pero era difícil que la comunidad se mantuviera en una línea tan nueva. Transcurrido el momento del primer entusiasmo, la gran mayoría de estos nuevos cristianos sintió la necesidad de reglas y de prácticas. Tenían fe en Cristo, pero era demasiado pedirles que fueran todos “espirituales”. La respuesta de Pablo es severa, y tal vez nos parecerá muy parcial y negativa con respecto a las prácticas religiosas, - pero es palabra de Dios. Dar demasiado crédito a las reglas y prácticas de una religión, es encerrarse en un sistema, en un orden en el que se espera, aún sin decirlo, la recompensa por las buenas acciones. La fe, por el contrario, significa entregarse a Dios y a su misterio tan temible como la cruz que es su símbolo.
San Pablo y la comunidad
Seguir la voluntad de Dios nunca ha sido fácil, pues el mismo Jesús nos mostró con su vida que muchas veces está marcada con el signo de la cruz y la persecución. Por ello, San Pablo anima a la comunidad a continuar trabajando en la construcción del Reino sabiendo que es el mismo Dios el que da la fuerza y la gracia para conseguirlo. Si a veces te sientes cansado y sin ánimos de seguir adelante en la empresa que te habías propuesto, puede ser que sea porque has querido hacerla depender de tu propio esfuerzo, o porque ésta no era precisamente concorde al proyecto de Dios. Por ello, cuando te viene el desánimo, sea por los problemas que encuentras en tu vida, o por las dificultades a las que te tienes que enfrentar, recuerda que la fuerza nos viene de Dios. Él es el primer interesado en que su proyecto se cumpla (en tu familia, en tu comunidad, en tu lugar de trabajo o estudio), y por ello no te negará los recursos que necesites para que el Reino se establezca y puedas verdaderamente brillar como una antorcha en medio de la oscuridad. ¡Ánimo!
Estudio
Cuando nos referimos a la carta de Pablo a los Efesios, algunos se preguntan ¿si se puede realmente hablar de una “carta” de Pablo? Durante mucho tiempo ha sido discutida la autoridad de esta carta, y por lo mismo la fecha de su composición. Algunos expertos consideran que es una carta basada en la carta de Pablo a los Colosenses y que fue redactada por alguno de sus discípulos después de la muerte del apóstol (ca. 80). Otros, por el contrario, piensan que fue escrita después de la carta a los Colosenses desde Roma (ca.60-62). Pablo retoma aquí su discurso sobre el plan de salvación, desarrollándolo, pues dice haber comprendido esto en una revelación. El mundo ha sido creado para los hombres, para que de ellos emerja el Hombre Nuevo y la única familia en Cristo. Es una carta de profunda doctrina sobre la vida cristiana, de manera particular, sobre la vida familiar por la que el apóstol manifiesta una gran preocupación, así como por la vida espiritual de la comunidad.
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