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viernes, 25 de julio de 2014

Cartas de San Pablo

A los Filipenses Hay múltiples indicios de que ésta fue escrita cuando el Apóstol estuvo preso en Éfeso durante su 3ª Misión (cf. Act. 19,1-20). Aun cuando no se tienen registros históricos de este encarcelamiento, en (1Cor 15,30-32) habla de los múltiples confinamientos y de las múltiples veces en que estuvo preso. Esto lleva a los expertos a considerar que debió ser escrita al rededor del año 57-58. Esta carta (que al parecer es una colección de tres cartas escritas por el apóstol a esta comunidad y que fueron unidas posteriormente), tiene como propósito agradecer el donativo que le hicieron llegar. Por otro lado, habiendo sido informado del antagonismo que había en la comunidad provocada por el orgullo y la soberbia y algunos brotes de persecución, el apóstol urge a los hermanos con gran empeño a unirse en el amor y la humildad, a soportar con paciencia todas las tribulaciones que vienen como consecuencia del seguimiento de Cristo. En ella, invita a que la comunidad no se deje engañar por los “mentirosos” que van proponiendo falsas doctrinas (judaizantes). Es indiscutible el amor que manifiesta el apóstol por la comunidad, y el firme deseo que tiene de que todos lleguen a conocer “la perfección” del amor de Dios que supera todo entendimiento. Cartas Pastorales La carta del apóstol San Pablo a Tito es una de las cartas conocidas como cartas pastorales, ya que el apóstol San Pablo las escribió para sus colaboradores con la idea de ayudarlos en el trabajo pastoral. Algunos expertos piensan que los elementos contenidos en las cartas expresan el pensamiento de Pablo, sin embargo, parte de su desarrollo teológico los ha llevado a pensar que muy posiblemente no fue directamente el Apóstol quien las escribió sino alguno de sus seguidores (compuestas ca. 90-100). Otros exegetas no están de acuerdo con esta teoría, y mantienen la autoridad paulina (ca.67 desde Corinto). De cualquier modo, son de gran actualidad ya que contienen muchos consejos pastorales, sobre todo para los líderes cristianos y para la comunidad en sí. En ella encontramos el consejo de tratar con los falsos profetas, con los jóvenes y los ancianos; a todos les hace ver el contraste que hay entre lo que nosotros creemos como cristianos y lo que proponen las demás religiones y el mundo en sí. El cristiano debe ser un hombre totalmente nuevo. En su conjunto, son cartas que bien vale la pena meditar, sobre todo los que tiene algún encargo en la Iglesia, la familia o la sociedad. Carta dirigida a Filemón Esta carta de San Pablo fue escrita por él mismo, muy posiblemente desde Roma mientras estuvo preso por primera vez (ca.61-63). La dirige a un buen amigo suyo llamado “Filemón” de quien Onésimo había escapado, al parecer robando o causándole algunos daños. Pablo, de acuerdo a la sociedad en la que vivió, regresa al esclavo que había escapado, pero ahora lo presenta no como tal, sino como “un hermano” en la fe. Pablo mismo está dispuesto a responder por todo cuanto hubiera causado Onésimo. Por lo que sabemos, Onésimo fue liberado por Filemón y de acuerdo a Col 4,9 se unió como colaborador de Pablo. Finalmente, por testimonio de Ignacio de Antioquía sabemos que incluso llegó a ser obispo de Éfeso. Es una carta llena del sentimiento cristiano y del valor de la justicia y la amistad. Contra aquellos que la han utilizado para defender equivocadamente el derecho a la esclavitud (en cualquiera de sus formas) esta carta, nos muestra que el Apóstol sigue las normas sociales de su tiempo, pero no está de acuerdo con ellas. Ahora Filemón, si realmente se considera cristiano deberá tratar a su esclavo como “un hermano amadísimo”. Es también importante esta carta, porque nos muestra cómo Pablo, pudiendo ejercer su poder (privilegios) sobre un amigo, le suplica por amor y las razones que le da, no son otras que el mismo amor. Las palabras de San Pablo Uno de los más antiguos himnos litúrgicos que la Iglesia ha recogido sobre la persona de Jesucristo, es el que nos transmite San Pablo en la carta a los Filipenses, en la que pone a Cristo como modelo para la vida de la comunidad, con las palabras: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que tuvo Cristo”. ¡Qué palabras más profundas y qué invitación tan clara a dejar de lado nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra vanidad y autosuficiencia! Este mensaje nos viene muy bien a todos, pero de manera especial aquellos que estamos acostumbrados a hacer uso de nuestros “privilegios” como sacerdotes, padres de familia, hermanos mayores, jefes, políticos, etc., pues nos hacer ver que es precisamente la renuncia a estos “privilegios”, la que permite que sea Dios el que nos dé la verdadera honra. Es una invitación clara a ser servidores de aquellos a los que consideramos “inferiores” a nosotros, y a reconocer que es precisamente en ese servicio, en donde se encuentra al mismo tiempo la verdadera gloria y la paz. Estas palabras de Pablo nos dan de nuevo la oportunidad de reconocer, que no soy mejor que los demás, y que si Dios me ha concedido alguna “dignidad” o “cargo” en la sociedad o en la familia, esto ha sido para que desde ahí sirva mejor a los que dependen de mí. Introducción de la carta de San Pablo a los Gálatas Esta carta no está dirigida a una comunidad en particular, sino al parecer a una serie de comunidades que habitaban toda la región de Galacia, la cual él visitaría en su primera misión (Act. 13,15-14-51). Fue escrita aproximadamente en el año 54 antes de la llegada de Pablo a Éfeso. El apóstol escribe preocupado y en tono enérgico a la comunidad, pues al parecer algunos se propasaban y querían volver a valorizar las prácticas judías. Los fieles vuelven a sus antiguas prácticas religiosas porque no han comprendido u olvidado que ser cristiano no es practicar una religión sino más bien vivir una fe. Durante un tiempo, la comunidad había vivido la experiencia de ser conducidos por el Espíritu, pero era difícil que la comunidad se mantuviera en una línea tan nueva. Transcurrido el momento del primer entusiasmo, la gran mayoría de estos nuevos cristianos sintió la necesidad de reglas y de prácticas. Tenían fe en Cristo, pero era demasiado pedirles que fueran todos “espirituales”. La respuesta de Pablo es severa, y tal vez nos parecerá muy parcial y negativa con respecto a las prácticas religiosas, - pero es palabra de Dios. Dar demasiado crédito a las reglas y prácticas de una religión, es encerrarse en un sistema, en un orden en el que se espera, aún sin decirlo, la recompensa por las buenas acciones. La fe, por el contrario, significa entregarse a Dios y a su misterio tan temible como la cruz que es su símbolo. San Pablo y la comunidad Seguir la voluntad de Dios nunca ha sido fácil, pues el mismo Jesús nos mostró con su vida que muchas veces está marcada con el signo de la cruz y la persecución. Por ello, San Pablo anima a la comunidad a continuar trabajando en la construcción del Reino sabiendo que es el mismo Dios el que da la fuerza y la gracia para conseguirlo. Si a veces te sientes cansado y sin ánimos de seguir adelante en la empresa que te habías propuesto, puede ser que sea porque has querido hacerla depender de tu propio esfuerzo, o porque ésta no era precisamente concorde al proyecto de Dios. Por ello, cuando te viene el desánimo, sea por los problemas que encuentras en tu vida, o por las dificultades a las que te tienes que enfrentar, recuerda que la fuerza nos viene de Dios. Él es el primer interesado en que su proyecto se cumpla (en tu familia, en tu comunidad, en tu lugar de trabajo o estudio), y por ello no te negará los recursos que necesites para que el Reino se establezca y puedas verdaderamente brillar como una antorcha en medio de la oscuridad. ¡Ánimo! Estudio Cuando nos referimos a la carta de Pablo a los Efesios, algunos se preguntan ¿si se puede realmente hablar de una “carta” de Pablo? Durante mucho tiempo ha sido discutida la autoridad de esta carta, y por lo mismo la fecha de su composición. Algunos expertos consideran que es una carta basada en la carta de Pablo a los Colosenses y que fue redactada por alguno de sus discípulos después de la muerte del apóstol (ca. 80). Otros, por el contrario, piensan que fue escrita después de la carta a los Colosenses desde Roma (ca.60-62). Pablo retoma aquí su discurso sobre el plan de salvación, desarrollándolo, pues dice haber comprendido esto en una revelación. El mundo ha sido creado para los hombres, para que de ellos emerja el Hombre Nuevo y la única familia en Cristo. Es una carta de profunda doctrina sobre la vida cristiana, de manera particular, sobre la vida familiar por la que el apóstol manifiesta una gran preocupación, así como por la vida espiritual de la comunidad.

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