No son pocos los que actualmente dicen: Yo creo en Cristo, pero no creo en la Iglesia. Quienes dicen esto han olvidado que la Iglesia es el cuerpo de Cristo en donde cada uno de sus miembros lo va llevando a la plenitud. Desde el momento de nuestro bautismo pertenecemos a este cuerpo, es decir, a la Iglesia, pues hemos sido injertados en Cristo, de manera que la Iglesia es un organismo vivo que se alimenta de la Eucaristía y que a la vez está estructurado de manera orgánica a fin de que éste funcione adecuadamente. No reconocer una estructura en un cuerpo es considerarlo un “caos” o un monstruo. En este cuerpo cada miembro de la comunidad tiene un papel importante y diferente que permite a éste realizar la obra de Cristo, su cabeza. Cada ministerio, desde los obispos y sacerdotes, los cuales tienen la función de “coordinar” el trabajo del pueblo, hasta el último bautizado realiza para el cuerpo una función. Por ello yo no puedo decir: yo creo en Cristo, pero no reconozco que en el cuerpo de Cristo haya estructura, sacerdotes, obispos, liturgia, sacramentos, leyes y ordenamientos. Por otro lado, si reconocemos a la Iglesia como un cuerpo vivo, debemos aceptar que haya partes débiles, e incluso enfermas (producto del pecado y de la debilidad de los hombres) que hay que fortalecer y sanar. |
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viernes, 25 de julio de 2014
Cuerpo de Cristo
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