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martes, 9 de agosto de 2016

El rostro de la misericordia en el tiempo de Bergoglio

“Obró con fe heroica y con un amor que no percibía. Por eso su santidad es mucho más grande, ¡excepcionalmente heroica!”. Es una frase extraña en boca del padre Brian Kolodiejchuk, la persona que mejor conoce en el mundo a la mujer que el próximo 4 de septiembre será proclamada Santa por el Papa Francisco. ¿Y puede obrar sin amor una candidata a la santidad? Antes de explicar esta afirmación, el sacerdote canadiense que forma parte de los Misioneros de la Caridad, la última rama masculina fundada por Madre Teresa, explica por qué Madre Teresa es una “persona-mensaje” para nuestro tiempo. 

En una entrevista al jesuita Jeaque Servais, Benedetto XVI dijo que “es un signo de los tiempos” el hecho de que la idea de misericordia de Dios sea cada vez más central y dominante”. ¿La Madre Teresa, entonces, es un signo de los tiempos?  

Sin duda, y de muchas maneras. Podemos decir que cada santo es un “signo de los tiempos” para esa época que le tocó vivir, pues, por lo general, Dios hace surgir un santo para dar un mensaje a ese tiempo; es una forma que tiene Dios para hacer que la Iglesia y el mundo tomen conciencia de las necesidades del momento presente. 

Primero con el Papa Juan Pablo II, después con el Papa Benedicto, y actualmente con el Papa Francisco, la misericordia de Dios ha sido un tema predominante en sus enseñanzas, y con el Papa Francisco, sobre todo con su ejemplo. Toda la obra de la Madre Teresa y las Misioneras de la Caridad se concentra en las obras de misericordia, tanto espirituales como corporales. En agosto, el Centro de Madre Teresa publicará un nuevo libro, precisamente sobre la relación de la Madre Teresa con las obras de misericordia. El libro reúne las enseñanzas de la Madre Teresa sobre las obras de misericordia y luego ofrece ejemplos de cómo las vivió, tomados de los testimonios que se recogieron durante el proceso. El título es, “Un llamado a la Misericordia: Corazones para amar y manos para servir” y será publicado primero en inglés y después de la canonización en otros idiomas; seguramente también lo será en español. 

¿Por qué dijo de ella misma que quería ser un “lápiz de Dios”?  

Un lápiz es algo insignificante, es sólo un instrumento que alguien utiliza para escribir un mensaje. Cuando usted recibe una carta, por ejemplo, usted quiere leerla para saber lo que la persona le quiere decir; no se interesa en el papel o en el instrumento que utilizó para escribirla. 

Al considerarse a sí misma como un lápiz, Madre Teresa quería poner el acento en la humildad del instrumento – ella misma – y la grandeza de Dios, que se vale de la “nada para mostrar su grandeza”, como a ella le gustaba decir. Y otra cosa, un lápiz es barato y accesible para todos, por lo tanto, muy común. El que lo usa – Dios – es el que hace grandes cosas, si ese lápiz le permite actuar con libertad. 

Hay un momento que Madre Teresa llamaba el día de la inspiración, cuando escuchó la voz de Jesús que le pedía que fundara una nueva congregación. No se puede comprender la oscuridad si no se conoce la luz, y muchas personas no tienen idea de esa experiencia. ¿En qué consiste?  

Ahora sabemos que la Madre Teresa escuchó la voz de Jesús por primera vez el 10 de septiembre de 1946, pidiéndole que fuera a los más pobres de los pobres en los barrios pobres de Calcuta para llevarles su luz y su amor. Estas locuciones interiores y más tarde, en 1947 las visiones interiores, continuaron hasta entrado el año de 1947. Antes de eso la Madre Teresa había pasado ya por las purificaciones regulares que San Juan de la Cruz explica en sus escritos. Esta purificación la condujo, en 1947, a la experiencia consoladora de una unión continua y profunda con Jesús. 

Mucho se ha hablado de los 50 años de “noche oscura del alma”. ¿Se puede decir que corresponde a la experiencia de otros santos o tiene un significado distinto?  

Incluso después de haber alcanzado la unión con Jesús, la experiencia de la “oscuridad”, como ella la llamaba, regresó. Después de algunos años empezó a dirigirla un sacerdote Jesuita, quien la ayudo a entender esta oscuridad como el lado espiritual de su trabajo. Era la forma de identificarse con Jesús en sus sufrimientos más grandes, en el Huerto de los Olivos y en la Cruz. A su vez, ella estaba experimentando lo que llamó “la mayor pobreza en el mundo actual, es decir, de no ser amado, ni deseado, ni querido”. Para la Madre Teresa su oscuridad no era tanto para su purificación sino más bien como expiación, era penetrar en la oscuridad de los pobres que no tienen fe y sobre todo no tienen amor. 

Los únicos santos que han tenido una experiencia similar de oscuridad por un tiempo tan largo fueron San Pablo de la Cruz, quien también experimentó períodos de consuelo, y Santa Juana de Chantal. Lo que también es único en la Madre Teresa es que su oscuridad, hasta donde sabemos, continuó hasta su muerte. 

¿Cómo explica en una santa este “silencio”? ¿Y por qué no es una objeción para la santidad?  

La santidad consiste en la fe, la esperanza y el amor, y por lo tanto no consiste en lo que uno siente, sino en cómo actúa. Madre Teresa actuó con fe heroica y con un amor que no percibía. Por lo tanto, su santidad es mucho más grande, ¡excepcionalmente heroica! 

También podemos decir que nadie es canonizado por sus sentimientos, sino por sus obras; en última instancia: por su “amor en viva acción”, otra expresión que a Madre Teresa le gustaba usar. Como nos dice el Evangelio: por sus frutos los conoceréis. 

Madre Teresa fue beatificada en 2003 por Juan Pablo II, quien había puesto inmediatamente en marcha la causa derogando los cinco años que requería el código de Derecho Canónico. Y tampoco se puede decir que el Papa Francisco haya perdido tiempo. ¿A qué se debe ese apuro?  

La Madre Teresa es excepcional, en el sentido de que ya en vida tenía una reputación sólida y generalizada de santidad. Las personas la consideraban y la llamaban santa, incluso en su presencia. Después de su muerte, esta reputación de santidad y su poder de intercesión (muchas personas estaban reportando favores e incluso milagros por su intercesión) le permitió al Papa Juan Pablo II hacer por primera vez una excepción a la espera de cinco años antes de comenzar (una regla que se estableció para confirmar con hechos la reputación generalizada de santidad, que es el requisito básico para que la Iglesia pueda comenzar una causa de canonización). 

Sin embargo, aunque se hizo una excepción al período de espera, el proceso se realizó de acuerdo con las normas canónicas; el proceso en sí no fue menos exigente que cualquier otro. Para Juan Pablo II, la Madre Teresa era una “persona-mensaje” para nuestro tiempo, que encarna muchas de las enseñanzas fundamentales de su pontificado, por ejemplo, la “civilización del amor” y “el respeto a la vida”. Con el Papa Francisco, existe una afinidad en su carisma de ir a los marginados, a las periferias de la existencia humana, a los más pobres entre los pobres. 

Es sorprendente que después de la muerte de la Madre Teresa, las Misioneras de la Caridad hayan tenido su mayor expansión. Eran 3.842 en el momento de su muerte, trabajando en 594 casas, y ahora son más de 5.000 en 758 casas de 139 países. ¿Debe morir el fundador para que la obra que ha nacido de él se difunda en el mundo?  

En realidad, las hermanas Misioneras de la Caridad tuvieron su mayor expansión a fines de los años 70 y principios de los 80, cuando la Madre Teresa aún vivía. El hecho de que la congregación siga creciendo es sólo una señal de que su carisma sigue vivo y activo en la Iglesia, sigue dando frutos. Pero no es éste el caso de que se hayan expandido sólo después de su muerte. 

¿Usted conocía a las 4 hermanas de Madre Teresa que fueron asesinadas en Yemen?  

No, no las conocí. 

¿El martirio forma parte del carisma de las hermanas de Madre Teresa?  

Ser mártir, lo mismo que la santidad, es una posibilidad que existe en toda vocación cristiana. Sin embargo, el martirio es una gracia, y no sabemos para quién la tiene reservada Dios ni quién está “listo” para recibirla. Dicho esto, la Madre Teresa esperaba dar santos y mártires a la Iglesia, y después de su muerte se le concedió su deseo. 

sábado, 25 de junio de 2016

Francisco: «el amor concreto es la tarjeta de presentación del cristiano»

VATICAN INSIDER  25 JUNIO, 2016

Es el amor concreto «la tarjeta de presentación del cristiano». «Otras formas de presentarse son engañosas e incluso inútiles, porque todos conocerán que somos sus discípulos si nos amamos unos a otros». Papa Francisco se dirigió de esta manera a la comunidad católica armenia, en la ciudad de Gyumri, en donde los católicos son más numerosos y que se encuentra en una región que se vio devastada por un violento terremoto en 1988. Y pronunció palabras que van a lo esencial del testimonio de los cristianos. 

Francisco quiso visitar esta ciudad, a pocos kilómetros de la frontera, cerrada, con Turquía. Lo recibió una multitud de miles de personas, que durante la mañana se cubrían del sol con sombrillas. Hay grupos que llegaron desde Georgia, país que al que el Pontífice viajará en septiembre de este año. Entre todos los católicos que había, también estaban los fieles de la Iglesia apostólica, que en esta ciudad viven una disminución demográfica, después del terremoto de 1988, cuando fallecieron alrededor de 250.000 personas. La vida dura en casas improvisadas y las dificultades para reconstruir el tejido social provocaron que la población pasara de 222.000 habitantes registrados durante el censo soviético de 1984 a poco más de 210.000 en la actualidad. El Papa entró en procesión al lado del Catholicos Karekin II, llevando una mitra blanca con la cruz armenia. 

En su homilía, Bergoglio recordó el temblor que destruyó la que era la ciudad más industrializada del país: «Después de la terrible devastación del terremoto, estamos hoy aquí para dar gracias a Dios por todo lo que ha sido reconstruido. Pero también podríamos preguntarnos: ¿Qué es lo que el Señor quiere que construyamos hoy en la vida?, y ante todo: ¿Sobre qué cimiento quiere que construyamos nuestras vidas?». El Papa respondió proponiendo tres «bases». La primera es la memoria: «Una gracia que tenemos que pedir es la de saber recuperar la memoria, la memoria de lo que el Señor ha hecho en nosotros y por nosotros». Dios «nos ha elegido, amado, llamado y perdonado». Pero también hay otra memoria que debemos custodiar, la memoria del pueblo. «Los pueblos, en efecto, tienen una memoria, como las personas. Y la memoria de su pueblo es muy antigua y valiosa. En sus voces resuenan la de los santos sabios del pasado; en sus palabras se oye el eco del que ha creado su alfabeto con el fin de anunciar la Palabra de Dios». Francisco después invitó a los armenios a recordar «con gratitud que la fe cristiana se ha convertido en el aliento de su pueblo» y que lo ha sostenido incluso en las «tremendas adversidades». 

La segunda base es la fe. «Existe siempre un peligro que puede ensombrecer la luz de la fe: es la tentación de considerarla como algo del pasado, como algo importante, pero perteneciente a otra época, como si la fe fuera un libro miniado para conservar en un museo». Pero si se queda encerrada en los «anales de la historia, la fe pierde su fuerza transformadora, su intensa belleza, su apertura positiva a todos. La fe, en cambio –explicó el Papa–, nace y renace en el encuentro vivificante con Jesús, en la experiencia de su misericordia que ilumina todas las situaciones de la vida». «Nos vendrá bien –añadió– dejar que el encuentro con la ternura del Señor ilumine el corazón de alegría: una alegría más fuerte que la tristeza, una alegría que resiste incluso ante el dolor, transformándose en paz». 

Después de haber invitado a los jóvenes a descubrir su vocación a responder generosamente en el caso de una llamada, Francisco habló sobre la tercera base sobre la que hay que construir nuestras vidas: el amor misericordioso. «El amor concreto es la tarjeta de presentación del cristiano: otras formas de presentarse son engañosas e incluso inútiles, porque todos conocerán que somos sus discípulos si nos amamos unos a otros. Estamos llamados ante todo a construir y reconstruir, sin desfallecer, caminos de comunión, a construir puentes de unión y superar las barreras que separan. Que los creyentes den siempre ejemplo, colaborando entre ellos con respeto mutuo y con diálogo».  

Dios, explicó Bergoglio, «habita en el corazón del que ama; Dios habita donde se ama, especialmente donde se atiende, con fuerza y compasión, a los débiles y a los pobres. Hay mucha necesidad de esto: se necesitan cristianos que no se dejen abatir por el cansancio y no se desanimen ante la adversidad, sino que estén disponibles y abiertos, dispuestos a servir; se necesitan hombres de buena voluntad, que con hechos y no sólo con palabras ayuden a los hermanos y hermanas en dificultad; se necesitan sociedades más justas, en las que cada uno tenga una vida digna y ante todo un trabajo justamente retribuido». 

Al final, Francisco citó al gran santo armenio Gregorio de Narek, «un maestro de vida, porque nos enseña que lo más importante es reconocerse necesitados de misericordia y después, frente a la miseria y las heridas que vemos, no encerrarnos en nosotros mismos, sino abrirnos con sinceridad y confianza al Señor». El Papa añadió antes de concluir: «Quisiera saludar a quienes, con tanta generosidad y amor concreto, ayudan a los que se tienen necesidades. Pienso sobre todo en el hospital de Ashtosk, inaugurado hace 25 años y conocido como el “Hospital del Papa”: nacido del corazón de san Juan Pablo II».