Entrada destacada

ADORACIÓN EUCARÍSTICA ONLINE 24 HORAS

Aquí tienes al Señor expuesto las 24 horas del día en vivo. Si estás enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el...

Mostrando entradas con la etiqueta Vaticano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vaticano. Mostrar todas las entradas

martes, 9 de agosto de 2016

El rostro de la misericordia en el tiempo de Bergoglio

“Obró con fe heroica y con un amor que no percibía. Por eso su santidad es mucho más grande, ¡excepcionalmente heroica!”. Es una frase extraña en boca del padre Brian Kolodiejchuk, la persona que mejor conoce en el mundo a la mujer que el próximo 4 de septiembre será proclamada Santa por el Papa Francisco. ¿Y puede obrar sin amor una candidata a la santidad? Antes de explicar esta afirmación, el sacerdote canadiense que forma parte de los Misioneros de la Caridad, la última rama masculina fundada por Madre Teresa, explica por qué Madre Teresa es una “persona-mensaje” para nuestro tiempo. 

En una entrevista al jesuita Jeaque Servais, Benedetto XVI dijo que “es un signo de los tiempos” el hecho de que la idea de misericordia de Dios sea cada vez más central y dominante”. ¿La Madre Teresa, entonces, es un signo de los tiempos?  

Sin duda, y de muchas maneras. Podemos decir que cada santo es un “signo de los tiempos” para esa época que le tocó vivir, pues, por lo general, Dios hace surgir un santo para dar un mensaje a ese tiempo; es una forma que tiene Dios para hacer que la Iglesia y el mundo tomen conciencia de las necesidades del momento presente. 

Primero con el Papa Juan Pablo II, después con el Papa Benedicto, y actualmente con el Papa Francisco, la misericordia de Dios ha sido un tema predominante en sus enseñanzas, y con el Papa Francisco, sobre todo con su ejemplo. Toda la obra de la Madre Teresa y las Misioneras de la Caridad se concentra en las obras de misericordia, tanto espirituales como corporales. En agosto, el Centro de Madre Teresa publicará un nuevo libro, precisamente sobre la relación de la Madre Teresa con las obras de misericordia. El libro reúne las enseñanzas de la Madre Teresa sobre las obras de misericordia y luego ofrece ejemplos de cómo las vivió, tomados de los testimonios que se recogieron durante el proceso. El título es, “Un llamado a la Misericordia: Corazones para amar y manos para servir” y será publicado primero en inglés y después de la canonización en otros idiomas; seguramente también lo será en español. 

¿Por qué dijo de ella misma que quería ser un “lápiz de Dios”?  

Un lápiz es algo insignificante, es sólo un instrumento que alguien utiliza para escribir un mensaje. Cuando usted recibe una carta, por ejemplo, usted quiere leerla para saber lo que la persona le quiere decir; no se interesa en el papel o en el instrumento que utilizó para escribirla. 

Al considerarse a sí misma como un lápiz, Madre Teresa quería poner el acento en la humildad del instrumento – ella misma – y la grandeza de Dios, que se vale de la “nada para mostrar su grandeza”, como a ella le gustaba decir. Y otra cosa, un lápiz es barato y accesible para todos, por lo tanto, muy común. El que lo usa – Dios – es el que hace grandes cosas, si ese lápiz le permite actuar con libertad. 

Hay un momento que Madre Teresa llamaba el día de la inspiración, cuando escuchó la voz de Jesús que le pedía que fundara una nueva congregación. No se puede comprender la oscuridad si no se conoce la luz, y muchas personas no tienen idea de esa experiencia. ¿En qué consiste?  

Ahora sabemos que la Madre Teresa escuchó la voz de Jesús por primera vez el 10 de septiembre de 1946, pidiéndole que fuera a los más pobres de los pobres en los barrios pobres de Calcuta para llevarles su luz y su amor. Estas locuciones interiores y más tarde, en 1947 las visiones interiores, continuaron hasta entrado el año de 1947. Antes de eso la Madre Teresa había pasado ya por las purificaciones regulares que San Juan de la Cruz explica en sus escritos. Esta purificación la condujo, en 1947, a la experiencia consoladora de una unión continua y profunda con Jesús. 

Mucho se ha hablado de los 50 años de “noche oscura del alma”. ¿Se puede decir que corresponde a la experiencia de otros santos o tiene un significado distinto?  

Incluso después de haber alcanzado la unión con Jesús, la experiencia de la “oscuridad”, como ella la llamaba, regresó. Después de algunos años empezó a dirigirla un sacerdote Jesuita, quien la ayudo a entender esta oscuridad como el lado espiritual de su trabajo. Era la forma de identificarse con Jesús en sus sufrimientos más grandes, en el Huerto de los Olivos y en la Cruz. A su vez, ella estaba experimentando lo que llamó “la mayor pobreza en el mundo actual, es decir, de no ser amado, ni deseado, ni querido”. Para la Madre Teresa su oscuridad no era tanto para su purificación sino más bien como expiación, era penetrar en la oscuridad de los pobres que no tienen fe y sobre todo no tienen amor. 

Los únicos santos que han tenido una experiencia similar de oscuridad por un tiempo tan largo fueron San Pablo de la Cruz, quien también experimentó períodos de consuelo, y Santa Juana de Chantal. Lo que también es único en la Madre Teresa es que su oscuridad, hasta donde sabemos, continuó hasta su muerte. 

¿Cómo explica en una santa este “silencio”? ¿Y por qué no es una objeción para la santidad?  

La santidad consiste en la fe, la esperanza y el amor, y por lo tanto no consiste en lo que uno siente, sino en cómo actúa. Madre Teresa actuó con fe heroica y con un amor que no percibía. Por lo tanto, su santidad es mucho más grande, ¡excepcionalmente heroica! 

También podemos decir que nadie es canonizado por sus sentimientos, sino por sus obras; en última instancia: por su “amor en viva acción”, otra expresión que a Madre Teresa le gustaba usar. Como nos dice el Evangelio: por sus frutos los conoceréis. 

Madre Teresa fue beatificada en 2003 por Juan Pablo II, quien había puesto inmediatamente en marcha la causa derogando los cinco años que requería el código de Derecho Canónico. Y tampoco se puede decir que el Papa Francisco haya perdido tiempo. ¿A qué se debe ese apuro?  

La Madre Teresa es excepcional, en el sentido de que ya en vida tenía una reputación sólida y generalizada de santidad. Las personas la consideraban y la llamaban santa, incluso en su presencia. Después de su muerte, esta reputación de santidad y su poder de intercesión (muchas personas estaban reportando favores e incluso milagros por su intercesión) le permitió al Papa Juan Pablo II hacer por primera vez una excepción a la espera de cinco años antes de comenzar (una regla que se estableció para confirmar con hechos la reputación generalizada de santidad, que es el requisito básico para que la Iglesia pueda comenzar una causa de canonización). 

Sin embargo, aunque se hizo una excepción al período de espera, el proceso se realizó de acuerdo con las normas canónicas; el proceso en sí no fue menos exigente que cualquier otro. Para Juan Pablo II, la Madre Teresa era una “persona-mensaje” para nuestro tiempo, que encarna muchas de las enseñanzas fundamentales de su pontificado, por ejemplo, la “civilización del amor” y “el respeto a la vida”. Con el Papa Francisco, existe una afinidad en su carisma de ir a los marginados, a las periferias de la existencia humana, a los más pobres entre los pobres. 

Es sorprendente que después de la muerte de la Madre Teresa, las Misioneras de la Caridad hayan tenido su mayor expansión. Eran 3.842 en el momento de su muerte, trabajando en 594 casas, y ahora son más de 5.000 en 758 casas de 139 países. ¿Debe morir el fundador para que la obra que ha nacido de él se difunda en el mundo?  

En realidad, las hermanas Misioneras de la Caridad tuvieron su mayor expansión a fines de los años 70 y principios de los 80, cuando la Madre Teresa aún vivía. El hecho de que la congregación siga creciendo es sólo una señal de que su carisma sigue vivo y activo en la Iglesia, sigue dando frutos. Pero no es éste el caso de que se hayan expandido sólo después de su muerte. 

¿Usted conocía a las 4 hermanas de Madre Teresa que fueron asesinadas en Yemen?  

No, no las conocí. 

¿El martirio forma parte del carisma de las hermanas de Madre Teresa?  

Ser mártir, lo mismo que la santidad, es una posibilidad que existe en toda vocación cristiana. Sin embargo, el martirio es una gracia, y no sabemos para quién la tiene reservada Dios ni quién está “listo” para recibirla. Dicho esto, la Madre Teresa esperaba dar santos y mártires a la Iglesia, y después de su muerte se le concedió su deseo. 

miércoles, 29 de junio de 2016

La Biblioteca del Vaticano ya está en Internet

75.000 códices, 85.000 incunables y más de un millón de libros serán digitalizados paulatinamente


La Biblioteca Apostólica Vaticana, mejor conocida simplemente como “Biblioteca Vaticana” o, incluso, “VAT”, fue establecida oficialmente en en 1475, aunque en realidad es mucho más antigua. Fue en 1451 cuando el Papa Nicolás V, bibliófilo, procuró hacer de Roma, nuevamente, un centro académico de importancia mundial, fundando una relativamente modesta biblioteca de más de 1200 volúmenes que incluían su colección personal de clásicos de la Antigüedad clásica griega y romana, y una serie de textos traídos desde Constantinopla.

La Biblioteca permite un acceso fácil e inmediato a, por ahora, dos colecciones: una de manuscritos selectos (los primeros en haber sido digitalizados fueron, desde luego, los más significativos, como una copia de una Biblia prologada y comentada por San Jerónimo, por ejemplo), y una de códices precolombinos.
La Biblioteca permite un acceso fácil e inmediato a, por ahora, dos colecciones: una de manuscritos selectos (los primeros en haber sido digitalizados fueron, desde luego, los más significativos, como una copia de una Biblia prologada y comentada por San Jerónimo, por ejemplo), y una de códices precolombinos.
En la actualidad, la Biblioteca Vaticana atesora alrededor de 75.000 códices, 85000 incunables (esto es, ediciones hechas entre la invención de la imprenta y el siglo XVI), y un total de más de un millón de libros, de la era precristiana a la contemporánea, lo mismo en lenguajes occidentales que orientales, cubriendo materias que van desde la literatura y la teología hasta las matemáticas y las ciencias sociales, por solo nombrar unas pocas.

Y ahora, todo esto se está digitalizando. Poco a poco. Y está al alcance de cualquier persona con acceso a internet. Y libres para descargar, de paso, en formato JPEG.


Ya se pueden consultar, aquí, una buena serie de manuscritos, incunables y códices que han sido debidamente digitalizados utilizando tecnología IIIF (International Interoperability Image Framework), que permite un acceso fácil e inmediato a, por ahora, dos colecciones: una de manuscritos selectos (los primeros en haber sido digitalizados fueron, desde luego, los más significativos, como una copia de una Biblia prologada y comentada por San Jerónimo, por ejemplo), y una de códices, incluyendo colecciones aztecas.

Para acceder a la Biblioteca, haz clic aquí.

Angelus Domini, desde la Plaza de San Pedro

sábado, 18 de junio de 2016

Audiencia Jubilar del Papa Francisco

La conversión es auténtica cuando caemos en la cuenta de las necesidades del prójimo



«Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto».(Lc 24, 45-48)

En la Audiencia Jubilar del sábado 18 de junio el Papa Francisco impartió su catequesis a partir del Evangelio de San Lucas que narra una de las apariciones de Jesús a los discípulos, para hablar acerca del contenido fundamental de la predicación que los apóstoles deben ofrecer al mundo, es decir, la conversión y el perdón de los pecados, centrándose, en esta catequesis, en la conversión. A continuación, el texto de la síntesis que pronunció en español: 

Queridos hermanos y hermanas, Jesús se manifestó después de su resurrección varias veces a sus discípulos y les indicó que la predicación se debía centrar en el “perdón de los pecados” y en la “conversión”. Esta última, la conversión, está presente en toda la Sagrada Escritura. Para los profetas, convertirse significa cambiar de rumbo para volver de nuevo a Dios. También Jesús predicó la conversión y lo hacía desde la cercanía con los pecadores y necesitados; de ese modo les manifestaba el amor de Dios. Todos se sentían amados por el Padre a través de él y llamados a cambiar vida.

La auténtica conversión se produce cuando experimentamos en nosotros el amor de Dios y acogemos el don de su misericordia; y un signo claro de que la conversión es auténtica es cuando caemos en la cuenta de las necesidades del prójimo y salimos a su encuentro para ayudarle.
-----------------------------------------------
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que el Señor Jesús nos conceda la gracia de la auténtica conversión de nuestra vida. Si nos abrimos a la misericordia de Dios, encontraremos la verdadera alegría del corazón. Muchas gracias.

miércoles, 15 de junio de 2016

Papa Francisco: Allí donde está Jesús siempre hay liberación y salvación

Francisco en la audiencia de hoy 15-6-2016

Este miércoles en la Plaza de San Pedro tuvo lugar una nueva Audiencia General con el Papa Francisco, quien dedicó su catequesis a la parábola del ciego de Jericó y explicó que cuando pasa Jesús “siempre hay liberación, siempre hay salvación”.

“El Evangelista Lucas cuenta que el ciego estaba sentado en el borde del camino mientras mendigaba. Un ciego en aquel tiempo –pero también hasta hace poco– sólo podía vivir gracias a las limosnas”, explicó.

Francisco dijo que “la figura de este ciego representa a muchas personas que, también hoy, se encuentran marginadas a causa de una desventaja física o de otro tipo”.
El ciego del Evangelio “está separado de la gente, está allí sentado mientras la gente pasa metida en sus pensamientos… y en tantas otras cosas; y la calle, que puede ser un lugar de encuentro, para él sin embargo es lugar de soledad”.
“Es triste imaginar a un marginado, sobre todo en el contexto de la ciudad de Jericó, la espléndida y exuberante como un oasis en el desierto”, manifestó el Papa.

“Esa ciudad representa la puerta de entrada en la tierra prometida” porque "es donde el pueblo de Israel terminó el éxodo", aclaró después.

Volviendo al ciego, el Santo Padre recordó que “grita llamando a Jesús” pero “la gente lo regañaba para que estuviera en silencio”. “No tienen compasión por él, es más, les parece molesto sus gritos. La indiferencia y la hostilidad hace ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos al Señor”.
El Pontífice comentó cómo alguien de la muchedumbre –según el relato– le dice al ciego que está “pasando Jesús”. Sobre esto, el Papa señaló que “el paso de Jesús es indicado con el mismo verbo que en el Libro del Éxodo donde se habla del paso del ángel exterminador que salva a los Israelitas en Egipto”.
Para el ciego cuando pasa Jesús “es como si viniese anunciada su pascua. Sin dejarse intimidar, el ciego grita más veces hacia Jesús reconociéndolo como el Hijo de David, el Mesías esperado que, según el profeta Isaías, abriría los ojos a los cielos”.

“A diferencia de la gente, este ciego ve con los ojos de la fe” y “gracias a ella su súplica tiene una potente eficacia”, añadió.

Jesús al oírlo se para y hace que el centro de atención sea el ciego. “Se realiza aquí un doble paso: por un lado, la gente había anunciado una buena noticia al ciego, pero no quería tener nada que ver con él; ahora Jesús obliga a todos a tomar conciencia de que el buen anuncio implica poner en el centro de la propia calle a aquel que estaba excluido”.
Por otro lado, “el ciego no veía, pero su fe le abre la vía de la salvación y él se encuentra en medio de cuantos han bajado a la calle a ver a Jesús”.
Por tanto, “el paso del Señor es un encuentro de misericordia que une a todos en torno a Él para permitir reconocer quien tiene necesidad de ayuda y de consuelo”.
El Papa comentó que las palabras que Jesús dirige al ciego “¿qué puedo hacer por ti?” son “impresionantes”: “El Hijo de Dios ahora está frente al ciego como un humilde siervo”. “Dios se hace siervo del hombre pecador. Y el ciego responde a Jesús no llamándolo más ‘Hijo de David’ sino ‘Señor’, el título  que la Iglesia desde los inicios aplica a Jesús Resucitado”.

Entonces, “el ciego pide poder ver de nuevo y su deseo viene cumplido: ‘¡Que puedas ver de nuevo!, tú fe te ha salvado’”.

“Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús”, afirmó el Papa. “Por eso el relato termina diciendo que el ciego comenzó a seguirlo glorificando a Dios: se hace discípulo, de mendigo a discípulo”.

Pero “se da otro milagro: lo que le ocurre al ciego hace que la gente también vea. La misma luz ilumina a todos aunándolos en la oración de alabanza. Así Jesús infunde su misericordia a todos aquellos con los que se encuentra: los llama, los atrae hacia sí, los reúne, los sana y los ilumina, creando un nuevo pueblo que celebra las maravillas de su amor misericordioso”.

Audiencia papa francisco 15 junio 2016

miércoles, 1 de junio de 2016

¿Eres como el fariseo corrupto, soberbio e hipócrita del Evangelio?

Catequesis Papa Francisco sobre la parábola del fariseo y el publicano

El Papa Francisco dedicó la catequesis de la Audiencia General del miércoles a la parábola del fariseo y el publicano y denunció las actitudes de aquellos que, como el fariseo, son falsas y corruptas. “Y además, su actitud y sus palabras están lejos del modo de actuar y de hablar de Dios, quien ama a todos los hombres y no desprecia a los pecadores. Éste desprecia a los pecadores, también cuando señala al otro que está ahí. Aquel fariseo, que se considera justo, descuida el mandamiento más importante: el amor a Dios y al prójimo”, explicó.

CATEQUESIS, texto completo.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El miércoles pasado hemos escuchado la parábola del juez y la viuda, sobre la necesidad de orar con perseverancia. Hoy, con otra parábola, Jesús quiere enseñarnos cuál es la actitud justa para orar e invocar la misericordia del Padre: cómo se debe orar. Una actitud justa para orar. Es la parábola del fariseo y del publicano (Cfr. Lc 19,9-14).

Ambos protagonistas suben al templo a orar, pero actúan de modos muy diferentes, obteniendo resultados opuestos. El fariseo ora «de pie» (v. 11), y usa muchas palabras. La suya, si, es una oración de agradecimiento dirigida a Dios, pero en realidad es un alarde de sus propios méritos, con sentido de superioridad hacia los «demás hombres», calificándolos como «ladrones, injustos y adúlteros», como, por ejemplo – y señala a aquel otro que estaba ahí - «como ese publicano» (v. 11). Pero precisamente aquí está el problema: aquel fariseo ora a Dios, pero en verdad mira a sí mismo. ¡Ora a si mismo! En vez de tener delante a sus ojos al Señor, tiene un espejo. A pesar de encontrarse en el templo, no siente la necesidad de postrarse delante de la majestad de Dios; está de pie, se siente seguro, ¡casi fuera él, el dueño del templo! Él enumera las buenas obras cumplidas: es irreprensible, observante de la Ley más de lo debido, ayuna «dos veces por semana» y paga la “decima” parte de todo aquello que posee. En conclusión, más que orar, el fariseo se complace de la propia observancia de los preceptos. Y además, su actitud y sus palabras están lejos del modo de actuar y de hablar de Dios, quien ama a todos los hombres y no desprecia a los pecadores. Éste desprecia a los pecadores, también cuando señala al otro que está ahí. Aquel fariseo, que se considera justo, descuida el mandamiento más importante: el amor a Dios y al prójimo.

No basta pues preguntarnos cuánto oramos, debemos también examinarnos cómo oramos, o mejor, cómo es nuestro corazón: es importante examinarlo para evaluar los pensamientos, los sentimientos, y extirpar la arrogancia y la hipocresía. Pero, yo pregunto: ¿se puede orar con arrogancia? No. ¿Se puede orara con hipocresía? No. Solamente, debemos orar ante Dios como nosotros somos. Pero éste oraba con arrogancia e hipocresía. Estamos todos metidos en la agitación del ritmo cotidiano, muchas veces a merced de sensaciones, desorientadas, confusas. Es necesario aprender a encontrar el camino hacia nuestro corazón, recuperar el valor de la intimidad y del silencio, porque es ahí que Dios nos encuentra y nos habla. Solamente a partir de ahí podemos nosotros encontrar a los demás y hablar con ellos. El fariseo se ha encaminado hacia el templo, está seguro de sí, pero no se da cuenta de haber perdido el camino de su corazón.

El publicano en cambio se presenta en el templo con ánimo humilde y arrepentido: «manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho» (v. 13). Su oración es breve, no es tan larga como aquella del fariseo: «Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador». Nada más. “Oh Dios, ten piedad de mí pecador”. Bella oración, ¿eh? Podemos decirla tres veces, todos juntos. Digámosla: “Oh Dios, ten piedad de mí pecador”. “Oh Dios, ten piedad de mí pecador”. “Oh Dios, ten piedad de mí pecador”. De hecho, los cobradores de impuestos – llamados justamente, publicanos – eran considerados personas impuras, sometidas a los dominadores extranjeros, eran mal vistos por la gente y generalmente asociados a los “pecadores”. La parábola enseña que se es justo o pecador no por la propia pertenencia social, sino por el modo de relacionarse con Dios y por el modo de relacionarse con los hermanos. Los gestos de penitencia y las pocas y simples palabras del publicano testimonian su conciencia acerca de su mísera condición. Su oración es esencial. Actúa como un humilde, seguro solo de ser un pecador necesitado de piedad. Si el fariseo no pedía nada porque tenía ya todo, el publicano puede solo mendigar la misericordia de Dios. Y esto es bello, ¿eh? Mendigar la misericordia de Dios. Presentándose “con las manos vacías”, con el corazón desnudo y reconociéndose pecador, el publicano muestra a todos nosotros la condición necesaria para recibir el perdón del Señor. Al final justamente él, despreciado así, se convierte en icono del verdadero creyente.

Jesús concluye la parábola con una sentencia: «Les aseguro que este último – es decir, el publicano - volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado» (v. 14). De estos dos, ¿Quién es el corrupto? El fariseo. El fariseo es justamente el icono del corrupto que finge orar, pero solamente logra vanagloriarse de sí mismo delante de un espejo. Es un corrupto pero finge orar. Así, en la vida quien se cree justo y juzga a los demás y los desprecia, es un corrupto y un hipócrita. La soberbia compromete toda acción buena, vacía la oración, aleja a Dios y a los demás. Si Dios prefiere la humildad no es para desanimarnos: la humildad es más bien la condición necesaria para ser ensalzados por Él, así poder experimentar la misericordia que viene a colmar nuestros vacíos. Si la oración del soberbio no alcanza el corazón de Dios, la humildad del miserable lo abre. Dios tiene una debilidad: la debilidad por los hombres. Delante a un corazón humilde, Dios abre su corazón totalmente. Es esta humildad que la Virgen María expresa en el cantico del Magníficat: «Ha mirado la humillación de su esclava. […] Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen» (Lc 1,48.50). Que Ella nos ayude, nuestra Madre, a orar con un corazón humilde. Y nosotros, repitamos tres veces más, aquella bella oración: “Oh Dios, ten piedad de mí pecador”. “Oh Dios, ten piedad de mí pecador”. “Oh Dios, ten piedad de mí pecador”. Gracias. 

AUDIENCIA GENERAL 01/06/2016

AUDIENCIA GENERAL      01/06/2016


jueves, 26 de mayo de 2016

El Papa en el «Corpus Domini»

Hay que «partir» la vida por los pobres y los marginados

Papa Francisco recordó «a los santos y a las santas (famosos o anónimos) que se han ‘partido’ a sí mismos, la propia vida, para ‘dar de comer’ a los hermanos», a los padres que «han ‘partido’ sus corazones para hacer crecer a sus hijos» y a todos los cristianos que «como ciudadanos responsables», han «‘partido’ la propia vida para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados». Lo hizo en la homilía que pronunció en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Domini), que conmemora el acto de «‘partir’ el pan» con el que Jesús instituyó la Eucaristía. La ceremonia fue en la Basílica de San Juan de Letrán, y el Papa presidió, como todos los años, la procesión hasta Santa María Mayor.

Francisco comenzó su reflexión a partir de la expresión que utiliza dos veces San Pablo, en la Carta a los Corintios, para describir el mandato de Jesús a la hora de la institución de la Eucaristía: «Hagan esto en conmemoración mía»; «Es el testimonio más antiguo sobre las palabras de Cristo en aquella Última Cena», subrayó Francisco. «Hagan esto. Es decir tomen el pan, den gracias y rómpanlo; tomen el cáliz, den gracias y distribúyanlo. Jesus manda que repitan el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, mediante el que nos donó su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el ‘hacer’ la Eucaristía, que siempre tiene a Jesús como sujeto, pero se pone en práctica mediante nuestras pobres manos ungidas por el Espíritu Santo. Hagan esto. Antes, Jesús había pedido a los discípulos que ‘hicieran’ lo que Él ya tenía en su ánimo, en obediencia a la voluntad del Padre. Lo hemos escuchado hace poco en el Evangelio. Ante las multitudes cansadas y hambrientas, Jesús dice a sus discípulos: ‘Ustedes mismos denles de comer’. En realidad, es Jesús quien bendice y parte los panes hasta saciar a toda esa gente, pero los cinco panes y los dos pescados son ofrecidos por los discípulos. Jesús quería justamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, pusieran a disposición lo poco que tenían. Y luego hay otro gesto: los pedazos de pan, rotos por las manos santas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos, que los distribuyen entre la gente. También esto es ‘hacer’ con Jesús, es ‘dar de comer’ con Él. Está claro que este milagro no quiere solo saciar el hambre de un día, sino es signo de lo que Cristo pretende cumplir para la salvación de toda la humanidad, dando su carne y su sangre. Sin embargo, siempre hay que pasar a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir el pan roto por las manos de Jesús y distribuirlo a todos».

El Papa después se detuvo para reflexionar sobre otra palabra que explica el sentido de ese «Hagan esto en conmemoración mía». «Partir». Jesús, dijo Francisco, «se partió, se parte por nosotros. Y nos pide que nos demos, que nos partamos por los demás. Justamente este ‘partir el pan’ se ha convertido en el ícono, en el signo de reconocimiento de Cristo y de los cristianos». Es «la Eucaristía, que se convierte, desde el principio, en el centro y la forma de la vida de la Iglesia. Pero —explicó Bergoglio—, pensemos también en todos esos santos y en todas las santas (famosos y anónimos) que han ‘roto’ a sí mismos, la propia vida, para ‘dar de comer’ a los hermanos. Cuantas mamás, cuantos papás, junto con el pan cotidiano, cortado en la mesa de casa, han roto sus corazones para hacer que crezcan sus hijos, ¡y hacer que crezcan bien! ¡Cuántos cristianos, como ciudadanos responsables, han roto la propia vida para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres marginados y discriminados! ¿En donde encuentran la fuerza para todo esto? Justamente en la Eucaristía: en la potencia del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: ‘Hagan esto en conmemoración mía’».

El Papa concluyó pidiendo  que «pueda también el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco haremos, responder a este mandato de Jesús. Un gesto para recordarlo; un gesto para dar de comer a la multitud de hoy; un gesto para partir nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero».

Niña italiana podría ser pronto la santa más joven de la historia de la Iglesia

La Venerable Antonietta Meo podría convertirse en la santa “confesora” más joven, no mártir, de la historia del cristianismo


Antonietta Meo nació en Roma el 15 de diciembre de 1930, y murió cuando tenía sólo seis años de edad, el 3 de julio, 1937. Pronto podría llegar a ser la santa “confesora” más joven (que no mártir)  canonizada por la Iglesia Católica. Pero ¿cuál es la historia de Antonietta?

Cuando tenía sólo cinco años de edad, Nennolina (como le apodaba su familia) se cayó y se lesionó la rodilla. Al ver que su rodilla no sanaba, se le diagnosticó un osteosarcoma, una forma agresiva de cáncer de hueso. Su pierna tuvo que ser amputada, y luego se le entregó una pierna artificial. De acuerdo con sus biógrafos, la niña soportó todo con una alegría excepcional.


Nennolina escribió más de cien cartas extraordinarias a Jesús y la Virgen María, que le han ganado la reputación de ser una mística a carta cabal, entre los teólogos católicos, debido a su contenido.
Nennolina escribió más de cien cartas extraordinarias a Jesús y la Virgen María, que le han ganado la reputación de ser una mística a carta cabal, entre los teólogos católicos, debido a su contenido.
Pero, además, Nennolina escribió más de cien cartas extraordinarias a Jesús y la Virgen María, que le han ganado la reputación de ser una mística a carta cabal, entre los teólogos católicos, debido a su contenido. Escritas durante sus últimos meses de vida, las cartas muestran una comprensión de los misterios de la fe y acciones espirituales que van mucho más allá de las de cualquier niño promedio de su edad. Algunas de las cartas estaban dirigidas a Jesús (“Querido niño Jesús, tú eres santo, tú eres bueno. Ayúdame, dame tu gracia y devuélveme mi pierna. Pero si no quieres, entonces hágase tu voluntad”), y algunas otras describen visiones celestiales.
Nennolina escribió más de cien cartas extraordinarias a Jesús y la Virgen María, que le han ganado la reputación de ser una mística a carta cabal, entre los teólogos católicos, debido a su contenido.

Nennolina insistía en escribir una última carta a Jesús unos días antes de su muerte. En ella, le pidió a Jesús que cuidase de todos aquellos a quienes amaba, y pidió fortaleza para soportar el dolor por el que estaba pasando. La carta quedó inconclusa, interrumpida por enfermedad de la niña. Las últimas palabras que escribió fueron: “Tu niña te envía muchos besos”.

Poco después, dijo a su madre que estaba a punto de morir: “En unas pocas horas, voy a morir, pero no voy a sufrir más, y no debes llorar. Debería haber vivido unos días más, pero Santa Teresa del Niño Jesús dijo, ‘¡Es suficiente!’”. Después de la muerte de la niña, su madre tuvo una visión de Nennolina en gloria, asegurándole que estaba ahora en el cielo.

Las reliquias de Antonietta Meo se encuentran ahora en la Basílica de Santa Croce, en Roma, donde fue bautizada, y pasó gran parte de su tiempo rezando y meditando.

domingo, 22 de mayo de 2016

Prepárate para alabar a Dios

¿Cuál es mi experiencia más honda de Dios?


Hablar de la Trinidad no es tan sencillo, es un misterio. Hablar de un solo Dios y tres personas, de un amor que se construye en un silencio eterno, de un misterio que mi corazón no abarca,… no logro comprender el misterio.

Me gusta pensar en un hombre hecho a imagen de la Trinidad. En un hombre que es reflejo del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Un hombre inhabitado por Dios Trino. Bendecido.
Estoy llamado a ser un hombre trinitario. Un hombre pobre, vacío de mí y lleno de Dios. Un hombre anclado en lo más profundo del cielo y al mismo tiempo con los pies muy en la tierra.
Una persona rezaba: “Me da miedo que el espíritu pierda la fuerza y dejar de soñar con las cosas imposibles. Me da miedo ser demasiado del mundo y demasiado poco del cielo. Pero sé que Tú estás ahí para recordarme de dónde vengo y adónde voy”.

Soy ciudadano del cielo en la tierra. Con esa tensión que provoca ser templo de Dios entre los hombres. Lleno de luces y de sombras. Volcado en la tierra y abierto a la luz del cielo.
Quiero vivir así. Anclado y enraizado. Sujeto y atado. Perteneciendo a Dios. Siendo parte de los hombres. Es el misterio de la vida. Es el misterio de Dios. Siempre me supera. Un misterio de amor que no comprendo.El amor de Dios es imposible. Me desborda. Sin Él no puedo vivir. Tanto me amó Dios que me creó con infinito cuidado, soñando conmigo desde siempre.Me buscó, me esperó, salió a mi encuentro en tantas esquinas de mi vida. Me perdonó, me abrazó. Lo dejó todo, todos sus privilegios, para hacerse hombre y caminar a mi lado. Para tocarme con manos humanas, sanar, darlo todo y morir.

Tanto me amó que se quedó conmigo en su cuerpo y en su Espíritu. Tanto me ama que quiere habitar en mí, para que sea más suyo. A pesar de mi pobreza, quiere que mi corazón sea su morada. Y ser luz para mis pasos. Susurrarme por dónde puedo ser más feliz, hacer más feliz a otros, amar más.

¿Quién es Dios para mí? ¿Cuál es mi experiencia más honda de Dios? Seguro que tiene que ver con mi sed de amor, con mi herida de amor. Justo ahí Dios se ha derramado en mi vida. Me ha sostenido. Me ha querido más todavía. Ha vuelto a morir por mí.En los momentos de desaliento sus ojos no se apartan de mí. Llena mi pozo vacío. Se derrama en la grieta de mi roca. En mi pecado. En mi dolor más hondo ahí está Dios abrazándome y diciéndome que vuelva.
Me dice que me quiere, que me perdona, que me cuida. Me recuerda que no hay nada que haya podido hacer en mi vida que no pueda perdonarme. Todo es motivo para amarme y esperarme.

Si me abro, si me dejo, Él entra. Él puede cambiar en mi vida lo gris en azul. Él tiene ese poder que me parece increíble, es el mayor milagro.Él ha convertido mis momentos de cruz en momentos de apertura. La amargura en paz. La renuncia en crecimiento interior. El dolor en ocasión para pedir ayuda y sentir que no estoy solo. La oscuridad en búsqueda. La angustia en esperanza.
Él ha salido a mi encuentro tantas veces en mi desaliento… En tantos caminos de Emaús Él ha ido a buscarme. Porque me quiere.¡Cuántas veces en mi vida he sentido que Dios volvía a buscarme y lo hacía sólo por mí! ¡Cuántas veces en mi vida he sentido su mirada de amor cuando yo le había negado previamente como Pedro!
¿Cuál es ese rostro de Dios que me busca? Ese rostro que me pide habitar en mi alma. ¿Cómo puedo vivir siempre a su lado? ¿Cómo puedo ser de verdad templo de la Trinidad?

Si no hago más que ir y venir, si no hago más que buscar fuera de mí al que está muy dentro, si no me abro permaneceré vacío y roto.Me gustaría que hoy, cada uno de nosotros, se hiciera esta pregunta: ¿Cómo han sido los pasos de Dios en mi camino, en mi alma, en la tierra más honda y árida de mi corazón?
Dios, a veces delante, a veces detrás, a veces a mi lado, ha caminado siempre conmigo. ¿Cómo ha sido su mano, su mirada sobre mi vida?

Quiero adorarlo. Alabarlo. Darle gracias. Hoy es un día de darle gracias por sus huellas ocultas en mi alma. Por su fidelidad. Adorarlo de rodillas, en silencio, mirarlo.¡Cuántas veces me miro a mí mismo al rezar! Quiero mirarlo a Él y decirle que le quiero. ¿Cuál es mi oración de alabanza hoy? ¿Por qué le quiero dar gracias de forma especial?
Una persona rezaba: “Gracias, Dios mío, por ir a mi lado, por esperarme, por ir a buscarme, por llegar a mí. Pasa dentro. Muy dentro. Hasta la hondonada de mi alma. Y quédate. Enséñame a sentirme querido por ti, a veces no me siento así, me cuesta creerlo. Y necesito creerlo. Enséñame a amar. Hasta que nos encontremos en el cielo, camina junto a mí”.
Le doy gracias porque nunca está lejos, porque es el Dios de mi vida, y se acerca cada día hasta mí. Porque toma mi corazón y lo va modelando, con mi pobreza y mi riqueza, con mis montes y mis valles, con mis sueños y mis miedos. Con mis caminos de luz y mis caminos de renuncia. Con mis odios y mis amores. Con mis síes y mis noes.

Hoy alabo a Dios porque su amor es más fuerte. Porque me ama desde siempre, porque cada día lo deja todo por mí para llenar mi pozo vacío, mi alma seca. Porque me ama como soy y no como debería ser.Ser hijo es lo más bonito que puedo ser. Hoy de nuevo quiero ser hijo y decirle a Dios que tome el timón de mi vida. Él sabe mejor que yo el rumbo hacia el cielo. Le entrego mis proyectos y decisiones. Sin condiciones. Sin pedirle que lo haga a mí manera.

Quiero estar junto a Él, tal como soy. Quiero que me lleve en sus manos, que sea mi descanso, mi refugio, mi roca. Que me enseñe a amar un poco según Él. Amar sin medida, sin límite, sin condiciones.Parece imposible. Pero la cruz lo hizo posible para mí. Le doy gracias porque mi vida sin Él estaría vacía, y con Él está tan llena. El templo de mi alma lleno de Dios. De ese Dios Trino que hace morada en mí.
Hoy es un día para mirar cuánto me ama Dios a mí de forma concreta. ¿Conozco su forma de llegar a mí? Esa forma que sólo usa conmigo. Porque conmigo usa un camino que nadie sabe, que sólo es para mí…

Sí, quiero ser templo de Dios. Quiero vaciarme de mí mismo para llenarme sólo de Él. Le pido hoy a Dios ese milagro.

5 revelaciones sorprendentes del “tercer secreto” de Fátima


En el 2000, el entonces cardenal Joseph Ratzinger explicó los signos y los símbolos de las apariciones marianas


El 13 de mayo es el 99° aniversario de las apariciones marianas en Fátima, en Portugal. Durante todo el siglo pasado, individuos de todas partes del mundo han elaborado teorías para descifrar el mensaje oculto en los “tres secretos” de Fátima, pero sor Lucía dijo que la interpretación pertenecía no al vidente, sino a la Iglesia. Toca a la Iglesia interpretar los diversos signos y símbolos de Nuestra Señora de Fátima para ofrecer a los fieles una guía clara en la comprensión de lo que Dios quiere revelar.

La Iglesia hizo exactamente esto en el 2000, cuando el entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribió un largo comentario-interpretación a nivel teológico del famoso “tercer secreto”. Al cardenal se le encargó que aclarara los signos y símbolos que se encontraban en las visiones de la Virgen, e hizo algunos descubrimientos extraordinarios.

Aquí cinco revelaciones sorprendentes que se desprenden del “tercer secreto” de Nuestra Señora de Fátima tal y como lo interpretó el cardenal Ratzinger (ahora papa emérito Benedicto XVI).


¡Penitencia, penitencia, penitencia!

“La palabra clave de este “secreto” es el triple grito: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!”. Nos vuelve a la mente el inicio del Evangelio: paenitemini et credite evangelio (Mc 1, 15). Comprender los signos del tiempo significa: comprender la urgencia de la penitencia – de la conversión – de la fe. Esta es la respuesta correcta al momento histórico, que está caracterizado por grandes peligros, los cuales serán delineados en las imágenes sucesivas”.
El mensaje central de Nuestra Señora de Fátima era “Penitencia”. Ha querido recordar al mundo la necesidad de alejarse del mal y de reparar los daños provocados por nuestros pecados. Esta es la “clave” para comprender el resto del “secreto”. Todo gira en torno a la necesidad de penitencia.

Nosotros hemos forjado la espada de fuego

“El ángel con la espada de fuego a la izquierda de la Madre de Dios recuerda imágenes análogas del Apocalipsis. Este representa la amenaza del juicio, que se cierne sobre el mundo. La perspectiva que el mundo podría ser carbonizado en un mar de llamas, hoy no parece ya que sea una pura fantasía: el hombre mismo ha preparado con sus inventos la espada de fuego. La visión muestra después la fuerza que se contrapone al poder de la destrucción — el esplendor de la Madre de Dios, y, procedente en cierto modo de ello, la llamada a la penitencia”.
Esta parte de la aparición tiende a ser la más angustiosa. Parece que Dios puede destruirnos a todos con una “espada de fuego”.

Pero el cardenal Ratzinger, sin embargo, subraya que la “espada de fuego” sería algo que creamos nosotros (como la bomba atómica) más que un fuego que desciende del cielo. La buena noticia es que la visión afirma que la espada de fuego se extingue al contacto con el esplendor de la Virgen, en conexión con la llamada a la penitencia. La Virgen tiene la última palabra, y su esplendor puede detener cualquier cataclisma.


El futuro no está grabado en piedra

“Se subraya la importancia de la libertad del hombre: el futuro no está de hecho determinado de modo inmutable, y la imagen, que los niños vieron, no es un film anticipado del futuro, del que nada podría ser cambiado. Toda la visión sucede en realidad sólo para apelar a la libertad humana, para encaminarla en una dirección positiva… El sentido de la visión … es… el de movilizar las fuerzas del cambio al bien”.
Contrariamente a la convicción popular, las intensas visiones ofrecidas por Nuestra Señora de Fátima no son una previsión de lo que sucederá. Son una previsión de lo que podría suceder si no respondemos al llamamiento a la penitencia y a la conversión del corazón que la Virgen hace. Tenemos aún nuestro libre albedrío, y se nos exhorta a usarlo por el bien de toda la humanidad.

La sangre de los mártires es semilla de la Iglesia


“La conclusión del ‘secreto’… es una visión consoladora, que quiere hacer permeable al poder curador de Dios una historia de sangre y lágrimas. Los ángeles recogen bajo los brazos de la cruz la sangre de los mártires y riegan así las almas, que se acercan a Dios… Como por la muerte de Cristo, de su costado abierto, nació la Iglesia, así la muerte de los testigos es fecunda para la vida de la Iglesia. La visión de la tercera parte del ‘secreto’, tan angustiosa al principio, se concluye con una imagen de esperanza: ningún sufrimiento es vano, y precisamente una Iglesia sufriente, una Iglesia de mártires, se convierte en signo indicador para la búsqueda de Dios por parte del hombre”
Es verdad que la visión contiene mucho sufrimiento, pero no es en vano. La Iglesia puede tener que sufrir mucho en los años venideros, y esto puede no ser una sorpresa. La Iglesia ha vivido la persecución desde la crucifixión, y nuestro sufrimiento en la época actual producirá efectos positivos solo en el futuro.


Tened valor, yo he vencido al mundo

“‘Mi Corazón Inmaculado triunfará’. ¿Qué significa? El Corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que las armas de todo tipo … El maligno tiene poder en este mundo … tiene poder porque nuestra libertad se deja continuamente separar de Dios. Pero… la libertad para el mal no tiene la última palabra. Desde entonces vale la palabra: ‘En el mundo tendréis tribulaciones, pero ánimo, yo he vencido al mundo’ (Jn 16, 33). El mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa”
Para concluir, el “secreto” de Fátima nos da esperanza en este mundo lacerado por el odio, por el egoísmo y por la guerra. Satanás no triunfará, y sus planes malvados serán obstaculizados por el Corazón Inmaculado de María. Podrá haber sufrimiento en el futuro próximo, pero si nos agarramos a Jesús y a Su Madre saldremos victoriosos.

sábado, 14 de mayo de 2016

AMORIS LAETITIA EN 10 PUNTOS

1. DEFINICIÓN DE MATRIMONIO

En el nº 52 de la Exhortación apostólica, el Papa Francisco ofrece una definición esencial del matrimonio, en sintonía con la Tradición de la Iglesia: “unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer “. Posteriormente, en el n. 66, citando el documento conciliar “Gaudium et Spes“, explica el modo de esa unión: “comunidad de vida y amor“. El matrimonio es un vínculo entre dos personas, varón el uno y mujer la otra, presidido e informado por el amor esponsalicio; vínculo existencial, entendido como communitas, que una vez constituido tiene vocación de permanencia. Esta amorosa comunión de dos es plena y verdadera sólo cuando está abierta a la creación de nuevas vidas.
Dedica mucho espacio el documento a abundar en el motor y esencia del sacramento, que es el amor conyugal. Ofrece una primera nota en el nº 28, recuperando aquella preocupación que mostró ya en “Evangelii Gaudium“: la ternura, elemento necesario de la caridad esponsalicio. Después, a lo largo del capítulo 4, desde la exégesis de 1 Co 13, presenta una larga serie de caracteres obligados del amor verdadero.


2. PELIGROS DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

A partir el número 33 y hasta el 56, avisa sobre ciertas formas culturales de la sociedad del siglo XXI que amenazan gravemente la pureza del amor matrimonial. Comienza señalando el fuerte carácter individualista que inculca en sus miembros, haciéndoles creerse autosuficientes y cimentando un fuerte egoísmo que será después alimentado por la sociedad de consumo. El hombre se dirige así al otro desde una radical autonomía que a su vez supone en el prójimo, y reduce toda amistad a una mera asociación de individuos.
Especialmente preocupante es la creencia, relativamente común, de la incompatibilidad entre ley y libertad. Al hombre de hoy le resulta difícil conciliar ambas realidades, hasta el punto de entenderlas contradictorias: la norma supone compeler al sujeto y coartar así su libre albedrío. Existe una clara tendencia a rechazar toda clase de normas morales, cualquier directriz externa de la conducta, y nublar las nociones de verdad y ley natural, en favor de la validez de cualquier decisión libre (válida por el mero hecho de haber elegido) y de la potestad de la persona de decidir quién es de modo absoluto. Se absolutiza el valor libertad, y cualquier pretensión de informarla o canalizarla supone establecer un límite inadmisible.
Por último y en la misma dinámica, se concibe la indisolubilidad del matrimonio como un ataque frontal al régimen de libertades. Es muy frecuente en los novios el miedo al compromiso. El Papa pretende superar esta dicotomía centrando la atención en la realidad del consentimiento: “El sentido del consentimiento muestra que libertad y fidelidad no se oponen, más bien se sostienen mutuamente, tanto en las relaciones interpersonales, como en las sociales” (AL, 214).
Contradicen también la realidad del matrimonio nuevas formas de afectividad que han calado en lo más hondo del individuo. La forma de concebir el impulso sexual y las pasiones como hechos puramente biológicos o fuentes de placer, desligados de su potencia expresiva y realizadora, y la pansexualización y la liberación sexual iniciadas décadas atrás, han depauperado el significado último de este profundo acto de amor y sustraído su alcance. De todo ha resultado en muchos casos la ruina de su contenido.
Cierran la serie distintas consideraciones socio-económicas, estructurales, que obstaculizan el florecimiento de numerosos matrimonios, como determinados modelos de estudios superiores o la precariedad laboral. Destaca el sucesor de Pedro la desmedida dificultad de acceder a una vivienda digna, que a menudo aleja a las parejas de la estabilidad que supone el sacramento, y ruega a los distintos gobiernos de los Estados combatir en beneficio de la familia estas contrariedades.
En otro lugar, el capítulo 8, analiza el daño que causa a las familias el mal uso de la tecnología, agravando problemas, como el consumo de pornografía, ya sugeridos con anterioridad y contribuyendo a la dispersión de sus miembros, dificultando sobremanera las relaciones personales y combatiendo así la forma de comunidad de personas que debe caracterizarlas.


3. SIGNIFICADO DEL MATRIMONIO PARA LA IGLESIA

En el nº 11 de la Exhortación, ofrece una contemplación original de aquel versículo del Génesis que sitúa al ser humano, creación de Dios, como su imagen y semejanza. Recupera este título, tan desglosado por la Teología, para afirmar, en primer lugar, la imagen de Dios Creador de la fecundidad del matrimonio. Así como del amor de Dios al hombre ha surgido todo cuanto existe, del amor del hombre y la mujer se origina el mismo ser humano, que luego “abandonará a su padre y a su madre” para ser con otro “una sola carne “.
Recuerda el Papa, una vez contemplado Dios “ad extra” en su faceta creadora (si se puede hablar así), que la realidad familiar alude igualmente a su divina interioridad; es también imagen de Dios Uno y Trino, en cuanto un tercero procede del amor de otros dos (como sugiere la Teología para la procesión eterna del Espíritu Santo). La familia es una unidad definida como comunión de personas, al igual que la Trinidad (salvando la insalvable distancia, y me valgo del juego de palabras), y ha sido bendecida en su misma esencia por esta bellísima remisión a su Creador.
Señala por último el mismo número, y se profundiza en ello después (nº 71-75), la realidad sacramental del matrimonio: el amor esponsalicio entre el hombre y la mujer es signo sensible del amor de Cristo a su Iglesia y la respuesta de aquella a su Cabeza. Un amor que llega al extremo de sellar una Nueva Alianza en la muerte en cruz. Un sacramento del que los mismos cónyuges son ministros y que es constituido únicamente por su consentimiento, que patentiza en el mundo el amor a los hombres de Cristo crucificado.
Representa en los puntos 15 – 18 la consideración del Concilio Vaticano II de la familia como Iglesia doméstica. Recuerda que la vida de fe comienza en este lugar de forma similar a como la Iglesia se constituyó a partir de las familias (cuyos hogares, no en vano, acogieron la celebración de los sacramentos y se llamaron “Domus Ecclesiae“, o “casa de la Iglesia“). La familia es Templo de Dios, en que le plugo morar, y escuela de vida cristiana para los hijos. En el n. 65 utiliza estos dos mismos caracteres para proponer como ejemplo la Sagrada Familia, en que el Verbo se hizo carne y, en expresión harto confusa (todo hay que decirlo), “se educó en la fe de sus padres “.
Por último, desde el nº 158 hasta el 162, reflexiona Francisco sobre la virginidad y el matrimonio. La virginidad es un estado de vida laudable y que merece la veneración de toda la Iglesia, pero no por ello superior al matrimonio. Trae a colación el magisterio de san Juan Pablo II para concluir con él que la Biblia “no da fundamento ni para sostener la ‘inferioridad’ del matrimonio, ni la ‘superioridad’ de la virginidad o del celibato"(Catequesis del 14 de abril de 1982). Utiliza también 1 Co para relativizar, con las mismas palabras de san Pablo, su conciencia de la superioridad del celibato sobre el matrimonio.


4. SIGNIFICADO DE LA SEXUALIDAD Y FINES DEL MATRIMONIO

En los números 80 – 83 se centra el Papa sobre el acto sexual. Señala que, allende la pura biología, la fisiología y el placer erótico (realidades que en absoluto desdeña, y anima a disfrutar ordenada y amorosamente), el coito tiene un valor expresivo y realizador muy alto; es el momento de mayor donación en la vida del hombre, en que se funden dos personas para ser “una sola carne “, en palabras del Génesis. Indica asimismo que, en su misma naturaleza, el acto sexual (en mi opinión considerado aquí también en toda su amplitud, y no reducido al momento de la penetración) está abierto al amor de un tercero; conduce al acogimiento de una nueva vida amada. Reducir el acto sexual al amor entre esposos, tanto en el deseo de los cónyuges como en la materialidad del acto, supone falsear el amor matrimonial. Con mayor razón y culpa si esa reducción se continúa una vez concebida una nueva vida y se actúa para suprimirla. El Papa aprovecha esta ocasión para rechazar el aborto una vez más, con tesón.
Por el mismo motivo expuesto, Francisco se dirige contra las formas reproductivas separadas de la caridad esponsalicio, tanto las denominadas “de reproducción asistida” como el acto sexual separado del amor conyugal (con fines exclusivamente procreadores). Supone, antes que una donación personal entre los cónyuges personalizado en una nueva vida, un frío acto de planificación de los padres. Es reducir el amor mismo en que nace una nueva vida y es acogida, el abrazo de los consortes en que acontece el hijo amado, a una “variable de los proyectos individuales o de los cónyuges” (“Relatio synodi ”, 57).
En los números 143 – 147 en continuidad con esta consideración de la dimensión corporal del matrimonio, santa y querida por Dios en su misma dimensión erótica, el Santo Padre lleva la mirada también hacia el valor de las pasiones. No deben situarse en un segundo plano, como algo inferior a la espiritualidad conyugal, sino ser integradas y tenidas en su justa importancia en la relación esponsalicio. Recuerda asimismo la necesidad de las virtudes, que orientan las emociones y los sentimientos de un cónyuge hacia el otro.
Finalmente, en el n. 167 recuerda la predilección de la Iglesia por las familias numerosas, encareciendo su capacidad de entrega y la grandeza de su amor (y zanjando así la absurda polémica de hace un año y medio) a la vez que llama a todos los esposos a una paternidad responsable, que los libre de una procreación indiscriminada y mantenga la generación de la prole en los límites que marca su capacidad.


5. FECUNDIDAD ESPIRITUAL DEL MATRIMONIO

Se aborda esta cuestión en los números 181 – 184. Más allá del significado procreador que, en mi opinión, debe situarse también en el deseo íntimo de los cónyuges que les invita a fundirse en el acto sexual, y que ya comenté en su lugar, el matrimonio es un manantial de caridad que desborda no solo hacia dentro, sino hacia fuera. El Papa valora altamente una de las expresiones de esa fecundidad espiritual que es la adopción, quizá la concreción por excelencia, y advierte en el amor de los esposos un impulso que lleva, desde ese mismo abrazo exclusivo y personal, a abrasar alrededor el mundo circunstante. La caridad matrimonial, si es tal, es también fuente de caridad con el prójimo.


6. LA POLÉMICA “LEY DE LA GRADUALIDAD”

Estallaron numerosos obispos y teólogos en clamores contra el “Instrumentum laboris” de la XIV Asamblea sinodal por la ambigüedad de varios de sus puntos, a su juicio expresamente perseguida, que ciertamente se repetiría en la “Relatio post disceptationem“, el primer documento no definitivo resultante del Sínodo y que iba a levantar tantas o más ampollas. Uno de ellos fue el referido a la ley de la gradualidad, una novedosa incorporación de la “Familiaris Consortio” de san Juan Pablo II para juzgar con mayor benevolencia las debilidades de los hombres. Consiste en distinguir en el camino de santidad de la persona diversas etapas intermedias entre una situación de pecado y el estado de perfección que se busca, y adaptar el juicio moral a las circunstancias. Esta ley de la gradualidad no puede confundirse con la gradualidad de la ley, que resultaría de acomodar el ideal de santidad a esos estados intermedios, y eliminar la nota de “camino”, identificando la situación actual de los esposos con su meta.
Esta cuestión quedó en efecto, por unas causas o por otras (no es el lugar para esos juicios de valor), oscurecida en los inicios del itinerario sinodal, de manera que podía interpretarse con facilidad que los Padres optaban por la gradualidad de la ley en lugar de la ley de la gradualidad. En la Exhortación apostólica postsinodal se despeja toda duda al respecto, excluyendo expresamente la primera forma, en los números 292, 295 y 300.
Desde esa ley de la gradualidad invita el Papa a contemplar algunas situaciones irregulares, distinguiendo dos clases principales en función de su referencia al matrimonio: “Otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo” (AL, 292).
En el nº 296 y siguientes, se afirma la necesidad de estar al caso concreto, para evitar cometer injusticias al aplicar reglas generales sin el adecuado discernimiento. Se reconocen “situaciones de fragilidad e imperfección “, pero Francisco apuesta por adoptar una perspectiva integradora. Estos puntos pueden resultar especialmente confusos si no se contemplan desde la óptica que hasta aquí hemos expuesto


7. DISTINCIÓN ENTRE ESTADO DE PECADO Y PECADO

A continuación de la exposición de la ley de la gradualidad (y la ubicación sistemática no es casual), asevera el Santo Padre: “no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal” (AL, 301). En determinados casos pueden darse multitud de factores que atenúen e incluso supriman la responsabilidad moral del causante de dicho estado de cosas. Se cita una enumeración abierta del Catecismo de la Iglesia Católica, ejemplificando diversas circunstancias que afectan al consentimiento del actor y que en algunos casos incluso lo excluyen. Es por ello necesario distinguir entre situaciones de pecado mortal y efectivo pecado mortal. “Un juicio negativo sobre una situación objetiva no implica un juicio sobre la imputabilidad o la culpabilidad de la persona involucrada” (Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, “Declaración sobre la admisibilidad a la Sagrada Comunión de los divorciados que se han vuelto a casar“).
Continuando esta línea de argumentación, el Papa concluye que “es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios” (AL, 305). Es quizá de lamentar que no se pronuncie explícitamente sobre la posibilidad para estas personas de recibir los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía; no obstante, se impone en consecuencia la respuesta afirmativa, como en 1981 lo declarara san Juan Pablo II en el nº 84 de la Exhortación apostólica “Familiaris Consortio” y en el año 2000 la citada declaración.


8. SOBRE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO

En el n. 55 de la Exhortación y, sobre todo, en el magistral n. 56, Francisco se enfrenta a la ideología de género que, con el fin de rescatar a la mujer de su posición previa e inferior respecto al varón, ha pretendido igualarla a él, aniquilando toda diferencia. Confiesa su dilección hacia los movimientos feministas, pero rechaza aquellos que contienen en su acervo estas pretensiones igualitarias, que obvian la distinción entre un sexo y otro.
Tal es la concepción del Papa, hasta el punto de que más adelante, en el n. 221 de la Exhortación, sentencia: “quizás la misión más grande de un hombre y una mujer en el amor sea esa, la de hacerse el uno al otro más hombre o más mujer“. Afirma así no solo la diferenciación sexual entre varón y mujer, sino que en esa misma diferencia están referidos uno a otro (vertidos hacia el otro, si me permiten), de manera que la mujer es plenamente mujer por su predicación del varón y viceversa.
En el n. 286 tiene Francisco la valentía de dialogar con los postulados de la ideología de género, toda una novedad en el Magisterio de la Iglesia, reconociendo que en aquello que llamamos “varón” y “mujer” concurren dos elementos, uno inmutable y precedente que es el dato biológico (sexo) y otro cultural y mutable (género). Los movimientos feministas y análogos deben trabajar para que el contenido del género, concordando con el sexo de que se predica y sin separarlo del amor al otro, haga justicia a la realidad de la persona a la vez que se reclaman sus derechos en sociedad.


9. LA CUESTIÓN DE LOS DIVORCIADOS

En primer lugar, el Papa recurre a la doctrina patrística para argumentar un trato más favorable a los cónyuges en las situaciones irregulares. Se trata de la teoría de las semillas del Verbo, “semina Verbi” en latín, a la que ha recurrido el Magisterio pontificio en más ocasiones. Quizá la más destacable, y en paralelo al tratamiento que aquí se propone del divorcio y de situaciones análogas al matrimonio, sea la Declaración “Dominus Iesus” sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y la Iglesia, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que Francisco asume y entrecruza con la cuestión del matrimonio, por lo que la comprensión más perfecta del tema exigiría un conocimiento previo del documento.
San Justino y san Ireneo, en el siglo II, propusieron una forma de revelación divina que no se circunscribiría exclusivamente a la Iglesia católica (o en ese momento a la Iglesia cristiana); el contenido pleno del mensaje revelado se hallaría en la Tradición apostólica, pero no desdiría niveles graduales de acercamiento a la Verdad. Un Verbo hecho semilla, germinal, (“λόγος σπερματικός “, noción importada del estoicismo), presente en todas las cosas en mayor o menor medida y que constituiría diversos estadios en el proceso de la revelación. Consecuentemente, san Justino es capaz de advertir un principio de cristianismo en la doctrina platónica, e incluso llega a denominar a Sócrates, en una de las dos apologías que se conservan, como “el cristiano antes de Cristo “.
El Papa vincula las semillas del Verbo a la ley de la gradualidad anteriormente glosada, y establece en los números 76 – 79 una analogía entre diversas formas de unión y el matrimonio cristiano, como “analogatum princeps“. Justifica así un tratamiento benévolo en el contexto de un camino hacia la perfección de la familia, tal y como propone la Tradición de la Iglesia. Los modos análogos que estudia el Santo Padre son principalmente las uniones de hecho, el matrimonio natural, los divorciados vueltos a casar y otras formas religiosas del matrimonio.
Es importante destacar la exclusión del “matrimonio” homosexual de este orden de consideraciones: aunque el final del n. 79 de la Exhortación puede inducir a confusiones (transcribo literalmente: “Por lo tanto, al mismo tiempo que la doctrina se expresa con claridad, hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición“), una contemplación conjunta con el n. 251 clarifica la posición de Francisco: “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia“.
Respecto a la famosa controversia sobre la posibilidad de la recepción de los sacramentos, y partiendo siempre del rechazo radical e insoslayable del divorcio (“el divorcio es un mal “, en el n. 246), hilemos fino. En primer lugar, y en un orden abstracto, se desprende “a sensu contrario” del documento la separación de los divorciados vueltos a casar de los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia. En efecto, son objeto de contemplación, en dos números distintos y consecutivos, los casos de los solo divorciados y de los divorciados que han contraído una nueva unión (n. 242 y 243); únicamente de los primeros se dice: “hay que alentar a las personas divorciadas que no se han vuelto a casar—que a menudo son testigos de la fidelidad matrimonial— a encontrar en la Eucaristía el alimento que las sostenga en su estado “.
Parece contradecir la conclusión de arriba: que los divorciados vueltos a casar podrían acceder a la vida sacramental en determinadas circunstancias. La contradicción es aparente: mientras aquí se están considerando en general el divorcio y el emprendimiento de nuevas uniones, y así se infiere que es materia de pecado mortal y causa de exclusión de la gracia santificante, en el apartado aludido se optó por una óptica casuística (en particular) para concluir la dignidad para recibir la Comunión cuando concurrieran circunstancias que justificaran al divorciado incurso en una nueva unión (según los criterios expuestos, en particular, en el n. 300).
Por último, y en cualquier caso, “los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo” (AL, 299). Como colofón, y refiriéndonos ahora meramente al arte del ministro de la Comunión, la recepción por un divorciado que se ha vuelto a casar nunca debe originar escándalo, o confusión acerca de la doctrina, en los fieles que lo presenciaren.


10. EL “MATRIMONIO” HOMOSEXUAL Y LA ADOPCIÓN DE MENORES

No deja lugar a dudas el nº 251 de la Exhortación: nunca, tampoco ahora, ha admitido la Iglesia la posibilidad de recibir el sacramento por parte de parejas homosexuales (“no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia “). Como dejara claro el Concilio de Trento, no se trata de cuestiones de discernimiento eclesial sino de derecho divino; así como una planta se sostiene sobre la tierra, el matrimonio, por institución divina, exige la concurrencia de un varón y una mujer. Es, junto con el consentimiento solemne y correctamente otorgado por los cónyuges, la esencia del sacramento (en la terminología tridentina, es la materia sacramental).

Centra también su atención el Papa sobre la adopción de menores por parte de estas parejas. Desde el principio del interés superior del menor (aceptado en los ordenamientos jurídicos de multitud de Estados, también por el Derecho internacional convencional; pretende Francisco con este recurso un diálogo más cercano y efectivo), y habiendo rechazado una procreación o adopción al margen del amor fecundo de los esposos, que reduciría la acogida amorosa de nuevas vidas a meras variables en el proyecto personal de los cónyuges, el Santo Padre se pronuncia negativamente, si bien implícitamente. “Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración íntegra y armoniosa (…). Si por alguna razón inevitable falta uno de los dos, es importante buscar algún modo de compensarlo, para favorecer la adecuada maduración del hijo” (AL, 172).