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jueves, 11 de agosto de 2016

“Dios nos creó para estar de pie y nos repite: «¡Levántate!»”

Palabras del Papa en la audiencia general


David Chiang
 
«Dios nos quiere de pie, nos creó para estar de pie», y, cuando caemos, nos repite: «“¡Levántate!”». Papa Francisco volvió a hablar sobre el Jubileo durante la audiencia general de los miércoles, en el Aula Pablo VI, y subrayó que la Misericordia es «un camino que parte desde el corazón para llegar a las manos», es decir: parte desde la curación del encuentro con Jesús, cuya compasión levanta a las personas que han caído, y se traduce en obras de misericordia hacia los demás.

«El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos escuchado nos presenta un milagro de Jesús verdaderamente grandioso: la resurrección de un chico», recordó el Papa. «Sin embargo, el alma de esta narración no es el milagro, sino la ternura de Jesús por la mamá de este chico. La misericordia aquí toma el nombre de gran compasión por una mujer que había perdido a su marido y que ahora acompaña al cementerio a su único hijo. Es este gran dolor de una madre que conmueve a Jesús y lo provoca al milagro de la resurrección».

«Durante este Jubileo, sería una buena cosa que, al pasar por la Puerta Santa, la Puerta de la Misericordia, los peregrinos recordaran este episodio del Evangelio, que sucedió a las puertas de Naín»; cuando Jesús vio a una madre llorando por la muerte de su hijo detuvo el la procesión fúnebre y, «movido por una profunda misericordia por esta madre», que «entró en su corazón», «decidió afrontar a la muerte, por decirlo así, de tú a tú (y la afrontará definitivamente, de tú a tú, en la Cruz)».

Francisco prosiguió explicando que a la Puerta Santa «cada uno llega llevando la propia vida, con sus alegrías y sufrimientos, sus proyectos y sus fracasos, sus dudas y sus temores, para presentarla a la misericordia del Señor. Estemos seguros de que, en la Puerta Santa, el Señor se acerca para encontrar a cada uno de nosotros, para traer y ofrecer su potente palabra de consuelo: “¡No llores!”. Esta es la Puerta del encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios. Pensemos siempre en esto: un encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios».

Al pasar por el umbral, recordó Francisco, «nosotros cumplimos nuestro peregrinaje dentro de la misericordia de Dios que, como con el chico muerto, repite a todos: “Yo te digo: ¡levántate!”. ¡Levántate! Dios nos quiere de pie. A cada uno de nosotros nos dice: ¡levántate! Dios nos quiere de pie, nos creó para estar de pie, por ello la compasión de Jesús lleva a la curación, y la palabra clave es “levántate”, “de pie”.

“Pero, padre, nosotros caemos tantas veces”. ¡Ánimo, levántate! Al pasar por la Puerta Santa tratemos de escuchar esta palabra: “¡Levántate!”. La palabra potente de Jesús puede hacer que nos levantemos y también puede obrar en nosotros el pasaje de la muerte a la vida. Su palabra nos hace revivir, da esperanza, consuela a los corazones cansados, abre a una visión del mundo y de la vida que va más allá del sufrimiento y de la muerte. ¡En la Puerta Santa está escrito para cada uno el inexorable tesoro de la Misericordia de Dios!».

Frente al chico que volvió a la vida y que fue devuelto a su madre, «todos sintieron temor y glorificaban a Dios diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros”, y “Dios ha visitado a su pueblo”», recordó el Papa argentino. Todo lo que Jesús ha hecho «no es solo una acción de salvación destinada a la viuda y a su hijo, o un gesto de bondad limitado a aquella aldea. En el socorro misericordioso de Jesús, Dios sale al encuentro de su pueblo, en Él aparece y seguirá apareciendo ante la humanidad toda la gracia de Dios».
En este sentido, «al celebrar este Jubileo, que —subrayó el Papa— quise que se viviera en todas las Iglesias particulares, es decir en todas las iglesias del mundo y no solo en Roma, es como si toda la Iglesia esparcida por el mundo se uniera en el único canto de alabanza al Señor».

La misericordia, pues, «tanto en Jesús como en nosotros, es un camino que parte del corazón para llegar a las manos… ¿Qué significa? Jesús te ve, te cura y dice: “¡Levántate!”… Con el corazón curado por Jesús hago obras con las manos. Jesús te ve, te cura con su misericordia, te dice: “¡Levántate!” y tu corazón es nuevo. Y con el corazón nuevo, curado por Jesús, hago las obras de misericordia con las manos y trato de curar a tantos que tienen necesidades. La misericordia es un camino que parte del corazón y llega a las manos, es decir a las obras de misericordia».

Durante los saludos en italiano, al final de la audiencia, el Papa volvió a reflexionar sobre la misericordia: «El otro día me decía un obispo que en su catedral puso puertas de misericordia de entrada y de salida. Yo le pregunté: “¿Por qué?”. Y me explicó que las primeras son para entrar y pasar por esa puerta y pedir el perdón y la misericordia de Jesús, y las segundas para llevar la misericordia a los demás. Es inteligente este obispo, ¿eh? También nosotros hagamos lo mismo. El camino de la misericordia que va del corazón a las manos, ¡es la Iglesia en salida!».

miércoles, 15 de junio de 2016

Papa Francisco: Allí donde está Jesús siempre hay liberación y salvación

Francisco en la audiencia de hoy 15-6-2016

Este miércoles en la Plaza de San Pedro tuvo lugar una nueva Audiencia General con el Papa Francisco, quien dedicó su catequesis a la parábola del ciego de Jericó y explicó que cuando pasa Jesús “siempre hay liberación, siempre hay salvación”.

“El Evangelista Lucas cuenta que el ciego estaba sentado en el borde del camino mientras mendigaba. Un ciego en aquel tiempo –pero también hasta hace poco– sólo podía vivir gracias a las limosnas”, explicó.

Francisco dijo que “la figura de este ciego representa a muchas personas que, también hoy, se encuentran marginadas a causa de una desventaja física o de otro tipo”.
El ciego del Evangelio “está separado de la gente, está allí sentado mientras la gente pasa metida en sus pensamientos… y en tantas otras cosas; y la calle, que puede ser un lugar de encuentro, para él sin embargo es lugar de soledad”.
“Es triste imaginar a un marginado, sobre todo en el contexto de la ciudad de Jericó, la espléndida y exuberante como un oasis en el desierto”, manifestó el Papa.

“Esa ciudad representa la puerta de entrada en la tierra prometida” porque "es donde el pueblo de Israel terminó el éxodo", aclaró después.

Volviendo al ciego, el Santo Padre recordó que “grita llamando a Jesús” pero “la gente lo regañaba para que estuviera en silencio”. “No tienen compasión por él, es más, les parece molesto sus gritos. La indiferencia y la hostilidad hace ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos al Señor”.
El Pontífice comentó cómo alguien de la muchedumbre –según el relato– le dice al ciego que está “pasando Jesús”. Sobre esto, el Papa señaló que “el paso de Jesús es indicado con el mismo verbo que en el Libro del Éxodo donde se habla del paso del ángel exterminador que salva a los Israelitas en Egipto”.
Para el ciego cuando pasa Jesús “es como si viniese anunciada su pascua. Sin dejarse intimidar, el ciego grita más veces hacia Jesús reconociéndolo como el Hijo de David, el Mesías esperado que, según el profeta Isaías, abriría los ojos a los cielos”.

“A diferencia de la gente, este ciego ve con los ojos de la fe” y “gracias a ella su súplica tiene una potente eficacia”, añadió.

Jesús al oírlo se para y hace que el centro de atención sea el ciego. “Se realiza aquí un doble paso: por un lado, la gente había anunciado una buena noticia al ciego, pero no quería tener nada que ver con él; ahora Jesús obliga a todos a tomar conciencia de que el buen anuncio implica poner en el centro de la propia calle a aquel que estaba excluido”.
Por otro lado, “el ciego no veía, pero su fe le abre la vía de la salvación y él se encuentra en medio de cuantos han bajado a la calle a ver a Jesús”.
Por tanto, “el paso del Señor es un encuentro de misericordia que une a todos en torno a Él para permitir reconocer quien tiene necesidad de ayuda y de consuelo”.
El Papa comentó que las palabras que Jesús dirige al ciego “¿qué puedo hacer por ti?” son “impresionantes”: “El Hijo de Dios ahora está frente al ciego como un humilde siervo”. “Dios se hace siervo del hombre pecador. Y el ciego responde a Jesús no llamándolo más ‘Hijo de David’ sino ‘Señor’, el título  que la Iglesia desde los inicios aplica a Jesús Resucitado”.

Entonces, “el ciego pide poder ver de nuevo y su deseo viene cumplido: ‘¡Que puedas ver de nuevo!, tú fe te ha salvado’”.

“Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús”, afirmó el Papa. “Por eso el relato termina diciendo que el ciego comenzó a seguirlo glorificando a Dios: se hace discípulo, de mendigo a discípulo”.

Pero “se da otro milagro: lo que le ocurre al ciego hace que la gente también vea. La misma luz ilumina a todos aunándolos en la oración de alabanza. Así Jesús infunde su misericordia a todos aquellos con los que se encuentra: los llama, los atrae hacia sí, los reúne, los sana y los ilumina, creando un nuevo pueblo que celebra las maravillas de su amor misericordioso”.

Audiencia papa francisco 15 junio 2016