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martes, 11 de abril de 2017

Todo a su diositiempo

orar-con-el-corazon-abierto
Dificultades siempre encontraremos en nuestro caminar aunque para cada dificultad hay siempre una solución.
Problemas siempre encontraremos aunque cada problema siempre pueda ser resuelto.
Incertidumbres siempre encontraremos en el camino aunque cada incertidumbre siempre puede ser aclarada.
Incomprensión siempre encontraremos aunque cada incomprensión podamos siempre revertirla.
Las dudas siempre existirán aunque cada duda siempre tendrá una respuesta clarificadora.
Las ofensas siempre las encontraremos aunque cada ofensa puede ser mitigada por el perdón.
Los menosprecios siempre existirán aunque cada menosprecio puede ser superado con un chispazo de reconciliación.
Dificultades, problemas, incertidumbres, incomprensión, dudas, ofensas, menosprecios… todas estas situaciones las encontraremos en algún momento en nuestra vida y todas tienen su tiempo y su momento para ser solventadas. Para ello, es muy importante poner a Cristo en el centro porque Él es el único dueño del tiempo. Todo se cumple siempre según el tiempo y la voluntad de Dios. Así que poniéndolo todo en sus manos, en el silencio y en la claridad de la oración, uno encuentra esa respuesta que sólo Él puede ofrecer.
Es la confianza en Dios la que abre horizontes, la que permite vivir en la esperanza, la que nos hace conscientes de que el tiempo está siempre en sus manos y que todo lo que nos ocurra es para nuestro bien.

¡Señor, sabes que son muchos los momentos en los que la incertidumbre atenaza mi vida, que los problemas se me presentan de manera inesperada, que las dificultades me hacen perder la serenidad, que las dudas me impiden con claridad, y que todas estas situaciones no me permiten pensar con claridad y encontrar las soluciones adecuadas! ¡Señor, ayúdame a ponerlo todo siempre en tus manos, en el silencio de la oración, para ganar la calma y vivir estos momentos con la máxima lucidez para que escuchándote a ti en lo más profundo de mi interior sepa tomar las decisiones más acertadas! ¡Envía tu Espíritu, Señor, para gozar de la sabiduría necesaria y saber discernir en cada momento cuál es la decisión más acertada es que debo adoptar! ¡Envía tu Espíritu, Señor, para que me otorgue la fortaleza necesaria para no desesperar nunca!  ¡Envía tu Espíritu, Señor, para que sea capaz de comprender que eres el que siempre guía mis pasos y que todo lo que yo haga estará siempre apoyado por ti que me acompañes, me proteges y colocas tu mano poderosa para enderezar mi vida! ¡Envía tu Espíritu, Señor, para que sea capaz de aceptar todas las dificultades clamando siempre «Padre que se haga tu voluntad y no la mía»! ¡María, Madre del Salvador, permíteme ponerme en tu regazo para sentirme protegido por Ti, que eres una Madre que te ama! ¡Señor, gracias te doy por hacerme comprender que todo está en tus manos que calman todas mis angustias y me hacen sentirme en paz!
Hoy nos deleitamos con la Meditación para cuarteto de cuerdas del compositor belga Guilleume Lekeu:

jueves, 23 de marzo de 2017

Mi particular camino hacia Damasco

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Uno se enorgullece mucho de tener en su Iglesia a un santo como San Pablo ejemplo de conversión de calado, de furibundo perseguidor del cristianismo a adalid del Evangelio en nombre de Cristo. San Pablo es una columna viva para la fe de todo cristiano. Este ardiente apóstol del cristianismo que tanto ayudó a establecer los fundamentos doctrinales de la fe cristiana no tuvo una conversión inmediata cuando cayó del caballo que le conducía a Damasco. Perdida la visión, en el tiempo de reposo, comenzó su paulatino proceso de encuentro con el Dios de misericordia. Hoy, en el día de su conversión, San Pablo me enseña varias cosas.

Me enseña que Dios se hará un hueco en mi vida de la forma más insospechada porque los tiempos de Dios son inescrutables. Como con Saulo de Tarso escogerá al menos esperado para llevar a cabo su obra. No puedo por eso menospreciar a nadie, por muy pecador que sea. Dios puede hacer renacer en el corazón del hombre la bondad de la fe y de la esperanza. Transformar la vida para nacer de nuevo. No depende de uno sino del precioso momento que Dios decida.
Me enseña que, en su infinita misericordia, Dios no abandona nunca. Saulo, azote de los cristianos, no tenía condescendencia con los seguidores de Cristo. El dolor y la persecución herían las esperanzas de los cristianos. Pero de manera prodigiosa, el poder divino de Dios le hizo caer del caballo. Dios interviene siempre para sanar las heridas del alma incluso cuando, en nuestro pecado, parezca que no seamos merecedores de ella.
Me enseña también que Dios derriba siempre a los hombres de los caballos de la soberbia, del orgullo, de la falta de caridad, del amor propio, de la intolerancia, de la falta de generosidad, de la arrogancia, de la avidez por el poder o los bienes materiales para hacernos dóciles a Él y convertirnos en misioneros de su Palabra.
Pero, sobre todo me enseña, que debo ser humilde a la llamada del Señor. Que Cristo quiere llegar a mi pobre corazón y entrar en Él. Quiere que le acepte. Quiere que me llene de su amor y de su misericordia. Quiere que despierte de mi ceguera y me ponga en camino. Quiere que nazca de nuevo. Quiere que le acepte y que deje de ser lo que soy para ser una persona nueva. Quiere que cambie mi manera de pensar, mi forma de actuar y de comportarme, de pensar y de sentir, que modifique mis actitudes con los demás, mi íntima relación con Dios, los deseos profundos de mi corazón. Quiere que en mi corazón se arraigue el Amor. Y, esencialmente, quiere que le experimente de verdad. Quiere que me sienta protagonista de mi propio camino hacia Damasco para darme cuenta que ni soy tan bueno, ni tan piadoso, ni tan servicial, ni tan talentoso ni tan generoso como mi razón pretende hacerme creer. Soy un ser humano al que Dios ama profundamente pero que tiene todavía que comprender el verdadero sentido del Amor. Y, fundamentalmente, hacerlo suyo en lo más profundo de su alma.

¡Señor, de algún modo por mi ceguera yo también te persigo cuando no amo a mi prójimo y te soy infiel con mis comportamientos pecaminosos! ¡Señor, postrado de rodillas, descabalgado de mi caballo, camino hacia mi Damasco particular a la espera que hagas el milagro de transformar mi corazón para hacerlo más sensible a tu llamada! ¡Derríbame, Señor, del caballo de mi orgullo, de mis ansias de ser reconocido, de mis seguridades mundanas, de mis autosuficiencias de barro, de mi soberbia... para que caído en el suelo y puesto de rodillas pueda preguntarte ¿quién eres?! ¡Envía Tu Espíritu, Señor, para que no me conforme con lo que soy y lo que tengo sino que aspire a la grandeza y a la santidad! ¡Envíame, Señor, Tu Santo Espíritu para que me ayude a mirar hacia mi interior y darme cuenta de mi pequeñez y mi fragilidad y no me crea un hombre bueno y piadoso! ¡Envíame Tu Espíritu, Señor, para que sea dócil a tu llamada y a un encuentro personal contigo! ¡Quiero experimentar de verdad tu amor, Señor, ese amor tan amoroso, desinteresado y misericordioso! ¡Sáname, Señor, de mi ceguera para que desde la humildad del corazón y la sencillez del alma sea capaz de seguirte siempre! ¡Hoy, como san Pablo, Señor, te entrego mi vida, mi voluntad, mi ser, mi corazón; me entrego enteramente a Ti para que desde mi pequeñez, mi ineptitud,  mi incapacidad y mi insignificancia pueda convertirme en un auténtico apóstol del Evangelio! ¡Ayúdame a ser, Señor, un pequeño instrumento tuyo en este mundo! ¡Y a ti, san Pablo, te pido que te vea como modelo para ver lo que Dios puede hacer con cada uno de nosotros, para como tú dejarme tocar por su gracia y seguir tu ejemplo cuando uno se entrega de verdad a Cristo!
Himno al amor, con las palabras de San Pablo para este día tan hermoso para los cristianos: