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viernes, 2 de junio de 2017

El delicioso pastel

A veces me pregunto: ¿qué hice para padecer esto?, ¿por qué Dios lo permitió? ¡Aquí hay una explicación maravillosa!
Una hija le comentaba a su madre cómo todo le iba mal. Había suspendido álgebra, su novio cortó con ella y su mejor amiga se esta mudando de ciudad.
Mientras charlaban, su mamá estaba preparando un pastel y le preguntó a su hija:
- ¿Quieres comer algo ?
Y la hija le respondió: - Claro mamá, ¿me das un pedazo de tu pastel?
La mamá le contestó: -Ten , tómate este aceite.
- ¡Venga ya!, respondió la hija.
- ¿Qué tal un par de huevos crudos?, preguntó la madre.
- ¡Que asco, mamá!, respondió la hija.
- Entonces, ¿quieres algo de harina? ¿O qué tal bicarbonato?, insistió la madre.
- Mamá, ¡todo eso es asqueroso!, respondió la hija.
A lo cual la madre responde : - Sí, todas esas cosas parecen malas por sí solas. Pero cuando las unes de la manera adecuada, hacen un pastel delicioso.
Así trabaja Dios. Muchas veces nos preguntamos por qué nos permite pasar por tiempos tan malos y difíciles. Pero Dios sabe que cuando pone todas estas cosas en orden, siempre serán para nuestro bien.
Sólo tenemos que confiar en Él y, tarde o temprano, ¡estas cosas harán algo maravilloso!

martes, 30 de mayo de 2017

¿Libre?

orar con el corazón abierto
Si uno analiza lo que más caracteriza a Jesús enseguida lo tiene claro: su comunión íntima con Dios. En Dios se encuentra el propósito, el significado y la satisfacción. Y es, a través de Cristo, como uno conoce de verdad al Padre. «Abba». ¡Qué hermosa expresión de confianza y unión con Dios que nos enseña Jesús!
Pero todos, en el fondo, somos como Adán el hombre que solo mira hacia su interior y cuya actitud es querer ser como el mismo Dios sin poder serlo. En esta forma de actuar, donde reina la soberbia, se encuentra la auténtica raíz del pecado.
Uno piensa que puede ser libre con la autosuficiencia de su voluntad. Y la aparición de Dios —auténtico antagonista de la libertad humana— nos lleva a pensar que es mejor deshacerse de Él. Sin Dios, más libertad. Sin Dios más satisfacción. Sin Dios más disfrute. Pero es tan grande la mentira que nos ahoga en la insatisfacción. Si me enfrento a Dios, me opongo a la verdad.
Meditando esta unión entre Jesús y el Padre comprendo que solo unido a Dios soy verdaderamente libre. ¡Y yo amo la libertad!
¡Señor, sabes que tengo necesidad de Ti, pero también sabes con cuanta frecuencia cedo ante las ofertas engañosas del mundo, los caminos errados, las propuestas fáciles, las invitaciones maliciosas del Demonio que, en lugar de satisfacerme, dejan en mi corazón y en mi vida un profundo vacío interior! ¡Fortaléceme, Señor, en mi combate interior con la oración, con la Palabra, con la Eucaristía y con la presencia viva de tu Santo Espíritu! ¡Señor, Tu dijiste: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»! ¡Yo deseo la salvación y quiero seguir este camino que lleva a la felicidad plena y duradera! ¡Ayúdame, Señor, a comprender que la verdadera plenitud de la vida se encuentra en Ti que has muerto y resucitado por nosotros! ¡Señor, gracias de corazón por el don de la fe, de la esperanza y la confianza! ¡Ayúdame, Señor, a unirme a Ti y al Padre a través de todos los acontecimientos de mi vida y a manifestar con mis palabras y mis obras que soy un testigo tuyo! ¡Ayúdame, Señor, a no caer en la tentación de rebelarme por soberbia, autocomplacencia o egoísmo, ante la verdad!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: ¡Oh María Santísima, Tú que conoces de manera perfecta los caminos de la voluntad de Dios y de la santidad, ayúdame a elevar mi espíritu a la Santísima Trinidad!
¿Qué quiere Dios de mí? cantamos hoy con la hermana Glenda:

lunes, 29 de mayo de 2017

Hoy es la solemnidad de la Ascensión del Señor. La Pascua casi llega a su fin. Jesús, fiel al Padre, que tras su donación generosa murió en la cruz y resucitó de entre los muertos, sube definitivamente al Cielo para vivir, rodeado de la gloria celestial, en la presencia de Dios, con Dios y en Dios. ¡Qué día más hermoso! ¡Mi enhorabuena, Señor!
Siento este día como algo especial. Como una meta. Yo también aspiro a la gloria eterna. Y, de nuevo, Jesús me marca el camino. Me señala la puerta de entrada a la eternidad. Mi profesión de fe me permite vislumbrar el futuro cierto. Creo que Jesús es El Salvador del hombre y que por su muerte y resurrección yo estoy llamado a la vida. A la Vida Eterna. Y aspiro también a mi ascensión al cielo en el momento de mi paso final por este valle de lágrimas. No quiero quedarme paralizado cómodamente en la antesala del cielo. Mi aspiración concreta es la eternidad y eso exige esfuerzo, trabajo, lucha, compromiso, testimonio.
En esta fiesta de la Ascensión del Señor surge de mi corazón un compromiso firme a ser misionero de la verdad. Testimonio de la autenticidad cristiana. No me puedo permitir el lujo de quedarme mirando al cielo a la espera de que todo me venga hecho.  No puedo como hicieron los apóstoles, escuchar las palabras de los ángeles: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”.
Soy cristiano. Y quiero ser un cristiano comprometido. No me puedo quedar mirando al cielo porque debo volver a la Jerusalén de mi vida cotidiana. Allí también está Cristo vivo, en el corazón del prójimo, en los acontecimientos de cada día. Porque Jesús, que está en el cielo, en realidad no se ha ido porque se hace presente en el mundo en el que vivo. Porque ese Cristo que se ha sentado a la diestra del Padre está muy presente en el amigo enfermo, en ese familiar que sufre depresión, en el compañero que se ha separado, en el amigo que no tiene trabajo y sufre problemas económicos, en el mendigo de la esquina de mi casa, en el hermano de comunidad que tiene problemas con su hijo drogadicto... Ese Jesús sobre todo Nombre es en realidad el cristiano perseguido, el niño abortado y la madre que sufre por ello, la amiga que su marido la ha dejado por otra más joven, el amigo que ha perdido su trabajo con cuatro hijos. En definitiva, ese Jesucristo que sube a la gloria celestial es el Dios que se hace presente en el corazón de todo hombre.
El Señor está hoy en el cielo, sí. Pero también en lo terreno de la vida. En el centro de mi vida familiar, en mi entorno laboral tan descristianizado, en la comunidad parroquial, en el núcleo de mis amigos, en la universidad de mis hijas aunque Dios parezca ausente, en el metro cuando viajo cada mañana... Cristo es cosa del minuto a minuto, del día a día. Yo aspiro al cielo, pero ahora mi cielo es la tierra y es aquí donde debo nutrir mi santidad para que algún día se me abra la puerta celestial a la que aspiro entrar con la mayor de la humildades.

orar con el corazon abierto
¡Señor, enhorabuena por este premio tan hermoso! ¡Tu me recuerdas en este día, Señor, que mi aspiración es el cielo! ¡Que en el personal de mi vida debo hacer la voluntad del Padre y buscar mi salvación cada día de mi vida! ¡Señor, soy consciente de que el Padre me ha encomendado una misión y debo cumplirla! ¡Envíame, Espíritu Santo, la sabiduría, la fortaleza y la confianza para escribir cada día la página certeza de mi vida que siga la voluntad de Dios! ¡Ayúdame, Espíritu divino, a vivir mi vida en perspa deprisa, que no puedo detenerme en mi crecimiento personal y espiritual, que las consecuencias de mis actos tendrán mucho que ver en mi entrada en el cielo! ¡Que mi misión no es solo para mí siectiva de eternidad! ¡Ayúdame a comprender que estoy en la tierra de paso, que el tiempo avanzno también para los que me rodean y encuentro por el amigo! ¡Concédeme, Espíritu divino, las herramientas necesarias para afrontar la vida con decisión y dame los instrumentos para inculcar a los míos los elementos para ayudarle a enfrentar también su vida! ¡En tu solemnidad de la Ascensión, Señor, hazme pescador de hombres, hazme servidor de los demás y que busque siempre servir y no ser servido, hazme cristiano comprometido para continuar tu obra con el impulso y la gracia del Espíritu Santo y la compañía siempre adorable de tu Santísima Madre! ¡Te pido, Señor, por tu Santa Iglesia católica, para que su camino lleve a todos los hombres a la gloria eterna!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: ¡Madre mía, confianza mía, llévame a Jesús!
De J. S. Bach, escuchamos una pieza de su Oratorio Lobet Gott in seinen Reichen (Ascensión de Jesus al Cielo〉 BWV 11 tan señalado para la festividad de hoy:

viernes, 26 de mayo de 2017

Decisiones que ponen en juego la moral

desde DiosUna de las obras maestras del cine es la película El hombre tranquilo, dirigida por John Ford y protagonizada por John Wayne y Maureen O’Hara. El duro actor norteamericano, al que asociamos con los mejores western de la historia del cine, interpreta a Sean Thornton, que después de haber adoptado en conciencia la más importante decisión de su vida, deberá cargar con el peso de esa medida en los postreros años de su vida. Thornton vivirá todo tipo de situaciones al no cumplir ni con las expectativas creadas por su futura esposa y su hermano ni la de los habitantes de la pequeña comunidad del minúsculo caserío del Norte de Irlanda donde se localiza la trama. En principio, los valores que le exigen a Thornton son muy estimables y se enmarcan en las varias veces centenaria tradición de aquellas tierras. Otra cosa es, que las circunstancias más íntimas, le lleven a Thornton a sufrir un camino de espinas y de incomprensiones. El personaje de John Wayne toma la decisión de renunciar a un padecimiento físico y, en su lugar, aceptar el sufrimiento espiritual de verse como alguien incapacitado para cumplir con sus deberes y obligaciones matrimoniales pues su conciencia le dicta aspirar a un bien superior y no a subvertir los valores que son el sustento de su vida.

A lo largo de nuestra vida nos vemos obligados a tomar decisiones de índole moral, muchas de las cuales son tan importantes que suponen un enorme desgaste físico, mental y espiritual. Cargar la cruz de cada día no es tarea fácil, especialmente cuando se trata de hacer las cosas con honestidad y fidelidad a una doctrina. Viene esto a cuenta porque un amigo me explicó hace unos días el caso de una profesional que tenía un importante dilema moral a cuenta de su negocio. Tan profunda era la situación que podría acabar con sus ingresos, y por tanto necesitaba hablar con un sacerdote para que le aconsejara las medidas a adoptar. En la conciencia de cualquier ser humano –inteligencia, emotividad, voluntad– está la propia vocación al bien, de manera que la elección del bien o del mal en las situaciones concretas de la vida acaban por marcar profundamente a la persona en cada expresión de su ser. Es la situación de esta chica. Yo, personalmente, también he estado en esta situación y no siempre, por las circunstancias, he tomado el camino correcto.
Olvidamos a veces que antes de ser clavado en la Cruz, Cristo hizo parada en el huerto de Getsemaní. Tal vez allí su sufrimiento fuese mayor que durante el tormentoso y oprobioso paso por el palacio de Pilatos donde, además de humillado, escupido y vejado fue flagelado, coronado de espinas y revestido con una túnica para iniciar el cortejo hacia el Gólgota. Sin reproches, el Señor, con la grandeza de aceptar la voluntad del Padre, sólo pidió que se apartase de Él aquel cáliz.
Los cristianos tenemos la obligación de ser fieles a la Cruz de Cristo, pues sin Cruz no hay salvación; pero antes hemos de pasar por nuestro Getsemaní particular, que es nuestro momento espiritual, con la conciencia limpia y libre, el que nos lleva a aceptar la voluntad de lo que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros, con el fin de cargar posteriormente la cruz de cada día. Todos somos un poco ese Thornton de la película de John Ford, porque todos estamos obligados a buscar con la conciencia limpia la verdad de nuestra vida con la misma honestidad que lo hace John Wayne en las verdes praderas del norte de Irlanda. Para que eso se logre nuestra alma debe estar serena. Y cuando rechazamos la verdad y el bien que Dios nos propone, hay que escuchar lo que Él nos propone a través de la voz de la conciencia, buscándole y hablándole, para reconocer y enmendar nuestros errores y abrirnos a la Misericordia divina, la única capaz de sanar cualquiera de nuestras heridas.

¡Señor, ayúdame a asemejarte cada día más a Ti para actuar siempre con corrección; sin Tí, Señor, y sin tu ejemplo no puede haber una base sólida para desarrollar una ética personal! ¡Envíame los frutos del Espíritu Santo, Señor, para llenarme de Ti que eres el Señor de la vida de la forma de ser y relacionarte! ¡Envíame tu Espíritu Señor, para tener un carácter amable, generoso, puro, entregado, alegre, flexible, servicial, cariñoso, justo, honrado, honesto y fiel! ¡Envía tu Espíritu Señor, para que mis actos siempre reflejen bondad, comprensión, humildad y firmeza frente al pecado, la injusticia y la maldad! ¡Concédeme la gracia de esforzarme para vivir de acuerdo a tus mandamientos, siendo diligente en servirte a Ti y a los demás y defendiendo siempre la verdad aunque esto me lleve a la persecución y el sufrimiento! ¡Concédeme la gracia de ser una persona llena del Espíritu Santo, sometido a la verdad de la Escritura, que viva una vida limpia con conductas ejemplares, que nazca de un corazón henchido del Evangelio y viva la realidad de las bienaventuranzas! ¡Ayúdame a que mi valores sean los del Evangelio y mi ejemplo de vida sea el tuyo! ¡Quiero ser un autentico seguidor tuyo, Señor, y seguir tus mandamientos! ¡Dame la fuerza para con la gracia de Dios que viene del Espíritu Santo a servir, amar y aplicar las verdades del Evangelio, servir por amor a Dios y no para mi mismo!

Como hoy va de Irlanda, qué mejor que nos acompañe la música del más renombrado de sus compositores clásicos, Sir Charles Villiers Stanford, y uno de sus célebres motetes, Beati Quorum Via:

lunes, 22 de mayo de 2017

Un simple jardinero

orar con el corazon abierto
Para vivir los hombres modificamos el medio ambiente en función de nuestras necesidades. Una de las más propias es disfrutar de un entorno agradable para vivir, que proporcione calidad de vida y facilite el retorno a la naturaleza. Pero no a una naturaleza agresiva y hostil, sino a una naturaleza que invite a la tranquilidad y la relajación, además de a la estética.
Una de las maneras que ha empleado el hombre para conseguir esta circunstancia es la jardinería. Hay quien encuentra la felicidad en el cuidado de su jardín. En la unión perfecta con una soledad bien entendida, pasando las horas y los días rodeado de plantas, contemplando como salen las flores del cerezo, crecen las rosas o las enredaderas carmesíes… observando las luces y colores de las distintas estaciones… Pero este disfrute no es suficiente sin el cuidado del jardín, arrancando las malas hierbas que perturban el entorno.
La vida espiritual se asemeja en gran medida al arte de la jardinería. Para mantener la belleza se han de erradicar de raíz las malas hierbas para que estas no vuelvan a resurgir. De lo contrario, el entorno se estropea y se hace imprescindible segar una y otra vez. La vida ascética exige «lucha» contra las malas hierbas de nuestra vida para lograr un crecimiento en el desarrollo de nuestra vida sobrenatural. La gracia de Dios es un don puramente gratuito pero corresponde al hombre fomentar y defender la participación de esa vida divina recibida contra las inclinaciones que le son contrarias; exige amor y esfuerzo para desarrollar el germen de la vida sobrenatural que lleva en su alma y luchar contra los obstáculos que se opongan a su desarrollo personal.
Cada día uno tiene el propósito de hacer bien las cosas, de amar, de ser generoso, caritativo, amable, honesto, servicial, humilde... evitando ofender a Dios. Pero cada mañana la raíz del pecado emerge de nuevo en el corazón. Es en el corazón donde está la raíz del pecado. Mientras uno no pode esa soberbia que domina, esa sensualidad que todo lo pervierte, ese rencor y ese odio que tanto daño provoca, esa envidia que todo lo corroe, ese egoísmo que desmorona toda libertad... el trabajo seguirá siendo inútil y poco fructífero.
Hay que pedir al Espíritu Santo con insistencia que purifique nuestro corazón porque desde la nitidez y sin abandonar la lucha ascética de cada día no se pueden asumir ni interiorizar los sentimientos de Cristo en el interior del corazón. Analizo ahora mi propio corazón y ¡no me queda más que postrarme de rodillas y pedir perdón al Señor porque queriendo ser un jardinero fiel soy incapaz de podar aquello que pervierte mi corazón!

¡Señor, te pido que hagas de mi corazón un jardín florido y no un desierto seco y agreste! ¡Te pido, Señor, que riegues con tu Santo Espíritu mi corazón pequeño y rudo! ¡Que lo llenes con el abono de la gracia para que elimine los rencores, las amarguras y las tristezas y haga mi vida más fuerte que el amor y una fuente de esperanza y alegría! ¡Señor, riega mi corazón para florezca la alegría y no me ahoguen ni las caídas y los fracasos! ¡Señor, cuando las flores de mi corazón se marchiten te pido que con tu sangre preciosa me ayudes a revivir y morar en Ti para crecer en santidad! ¡Señor, que no me den miedo las espinas ni me agobie por los abrojos porque sé que Tú estás conmigo! ¡Y cuando todo me vaya bien, y mi jardín estén bien florido, ayúdame a no relajarme y no cantar victoria para que no se marchite mi corazón con la soberbia y la autosuficiencia! ¡Señor, quiero mirarte siempre a Ti que eres el mejor jardinero y quiero que me conduzcas al mejor jardín que Dios ha pensado para los hombres: el jardín celestial! ¡Espíritu Santo, purifica mi corazón para llegar a ser santo cada día!
Jaculatoria a la Virgen en el mes de mayo: Virgen María, eres sosiego y ternura eres la luz y la fe, dame consuelo en el dolor.
El jardinero, la canción para la meditación de hoy: