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viernes, 30 de mayo de 2014

CRISTO REDENTOR

 
22.1) La triple función redentora de Cristo: Profeta, Sacerdote, Rey.
22.2) Valor salvífico de todos los misterios de la vida, muerte y glorificación de Jesús.
22.3) El misterio pascual: muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo.
22.4) El modo de la redención: satisfacción, mérito y eficiencia.
22.5) Frutos de la Redención: liberación y reconciliación.
 
22.1 La triple función redentora de Cristo: Profeta, Sacerdote, Rey.
Redención es aquella economía sobrenatural según la cual Cristo, cabeza nuestra, en nuestro lugar ofrece a Dios por nosotros un sacrificio perfecto y una reparación adecuada a la ofensa inferida por los pecados de la humanidad. Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres. Esta mediación se hace posible por la unión hipostática, que le sitúa entre los extremos, porque tiene algo en común con ambos (divinidad, humanidad) y algo que le diferencia. En la mediación de Jesús puede también distinguirse los llamados tres munera Christi: se trata de las funciones pastoral (o real), profética (o magisterial), y sacerdotal. Estas tres funciones no son independientes, sino que, por el contrario, son manifestaciones o, mejor dicho, frutos de un misma raíz: la Encarnación. En cada acción y en cada palabra, Cristo ejerce su Magisterio, su Sacerdocio y su Realeza.
1.Sumo y único Maestro y Profeta: Se ve en los relatos evangélicos como Cristo enseña y profetiza. De manera excelsa: por su ciencia (Io. 3,11), autoridad (Mt. 17,5; Mc. 16,15), modo de enseñar (Lc. 24,32); es único Maestro (Mt. 23,10). El Evangelio le llama Maestro más de 50 veces.
Cristo como Profeta habla a los hombres palabras de Dios, Jesús anuncia el Evangelio, la Buena Nueva, del Reino de Dios (cfr Mc 1, 15). Jesús es, pues, Profeta. Enviado por el Padre para llevar a los hombres la Palabra de Dios; la autoridad de su predicación es, por eso divina: el mismo Padre ordena escuchar la palabra de Jesús (Mt 17, 5). Y como Maestro enseña la verdad por propia autoridad: "yo os digo". El mismo es la verdad que por sus palabras y obras (Verba et Gesta) lleva al culmen la Revelación, la confirma con milagros y habla de los que ve y conoce: la esencia misma de Dios; El es el Maestro, es decir, el que enseña por propia autoridad (Mt 7, 29).
El carácter supremo y definitivo de las enseñanzas de Jesús se fundamenta en su condición de Dios-Hombre, por la que sus palabras humanas son, en sentido pleno, palabras humanas de Dios Pero aún cabe decir más: Jesús no enseña sólo la verdad, sino que El es la Verdad (cfr Jn 14,6), porque es el Verbo, la Palabra eterna y perfecta del Padre hecha visible en la carne. El es, al mismo tiempo, el Maestro que enseña y la Verdad enseñada
2.Cristo es Rey: La fe de la Iglesia afirma de Cristo que está sentado a la derecha del Padre, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, y añade que su reino no tendrá fin, repitiendo así la expresión del anuncio hecho a María: El será llamado Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin (Lc 1, 32-33).
Esta potestad regia corresponde a Cristo diversos "títulos": a) Por la unión hipostática, pues al ser Hijo de Dios por naturaleza, por El todo fue hecho (Cf Col 1,15), incluso los ángeles deben adorarle y obedecerle. b) Por título de "conquista", pues su sacrificio realizó un acto de reparación de valor infinito, librando la humanidad de la esclavitud del pecado, del demonio y de la muerte. c) Por la plenitud de su Gracia, de la que todos hemos recibido.
Cristo ejerce su función de Rey en la instauración de su reino con las acciones propias del Señor: reuniendo a su pueblo y estableciendo las leyes del Reino, del que se declara Juez supremo. Esa soberanía es universal: se extiende a todos los hombres, a todos los lugares y a todas las cosas.
3.Cristo en cuanto hombre es Sumo Sacerdote: Ps. 109,4 "Tu es sacerdos in eaternum...". En la Carta a los Hebreos, Cristo es presentado como el Gran Sacerdote de la Nueva Alianza. Más aún, es sobre todo en su cualidad de sacerdote, como Jesús aparece sentado a la diestra del Padre.(Hebr 8, 1). Se trata, pues, de un reinado sacerdotal y de un sacerdocio regio.
La mediación de Cristo es una mediación sacerdotal. No es idéntico el contenido de estos dos términos: mediación y sacerdocio, pues aunque todo sacerdote es mediador, no todo mediador es sacerdote. En Cristo la razón de su ser de mediador es la misma de su ser de sacerdote: la gracia de unión. Su mediación está fundada en sus funciones sacerdotales respecto del sacrificio y de la oración, siendo como una propiedad que dimana del mismo ser sacerdotal. La misterio de la muerte y resurrección del Señor constituye la clave de su mediación. Es en su calidad de Gran Sacerdote de la Nueva Alianza como Cristo está sentado a la derecha del Padre, es decir, ejerce la potestad regia; de igual forma es su Sacerdocio lo que da tono característico a su munus propheticum. La totalidad del misterio y de la obra de Cristo es sacerdotal, porque El es sustancialmente sacerdote, como es sustancialmente ungido y santo en vitud de la unión hipostática. Y es también sustancialmente mediador. El constitutivo formal del sacerdocio de Cristo es la unión hipostática, pues lo es de la función mediadora de la que forma parte la sacerdotal (STH. III, 22,1).
Y esta mediación (ascedente y descendente) se da en Jesucristo precisamente por su humanidad (Jesucristo es sacerdote en cuanto hombre ,Hebr 5, 1) en cuanto unida hipostáticamente al Verbo, ya que, por una parte, el sacrificar y orar son actos del hombre y no de Dios, y, por otra, el valor infinito de esta mediación le viene a la Humanidad de Cristo de su unión en unidad de persona con el Verbo.
La Carta a los Hebreos señala dos características en el sacerdocio de Cristo: vocación divina (ninguno se toma para sí este honor, sino el que es llamado por Dios, como Aarón, 5, 4, Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado 5, 5) y consagración o constitución (tomado de entre los hombres, es constituido, 5, 1;).Se suele considerar que la unción sacerdotal de Cristo, su consagración, no es otra cosa que la misma unión hipostática, por la que la Humanidad de Cristo es constituida verdaderamente en mediación entre Dios y los hombres.  
Jesucristo, sacerdote y víctima. Una de las razones en que se apoya la afirmación del sacerdocio de Cristo es el carácter sacrificial que tuvo su muerte (Hebr 2, 14-18; 5, 7-9; 7, 26-28; 9, 11-28; 10, 11-18). Este sacrificio, al mismo tiempo, viene descrito como muy superior a todos los sacrificios antiguos, que eran sólo su figura y que recibían su valor precisamente de su ordenación a el. El valor de este sacrificio es superior a todos no sólo por el sacerdote que lo ofrece, sino por la víctima ofrecida “de valor infinito”, y también por la perfección con que se unen en un mismo sujeto el sacerdote que ofrece y la víctima ofrecida, que no es otra que el mismo sacerdote, que se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios (Hebr 9, 14) y entró una vez para siempre en el santuario, realizada la redención eterna (Hebr 9, 12). En efecto, ofrecer el sacrificio es el acto propio del sacerdocio.
22.2 Valor salvífico de todos los misterios de la vida, muerte y glorificación de Jesús.
Todo lo que el Señor hizo y padeció tiene carácter salvífico; todas sus acciones anteriores a la Resurrección fueron meritorias (sentencia más común entre los teólogos). STH. (III,34,1-3) expone este valor, basándose en la perfección de la naturaleza humana de Cristo y la unión hipostática. Haber merecido la salvación desde el primer acto no hace inútiles los demás, ni hace que sus méritos le sean más debidos por más razones.
Toda acción humana de Jesús, considerada en sí misma, podía ser suficiente para redimir a todo el género humano, por ser acción del Dios-Hombre, mediador perfecto entre Dios y los hombres. Pero la voluntad divina fue que la Redención se operase a través de la Muerte y Glorificación de Cristo
Pero los misterios de la vida de Cristo, desde el momento de la Encarnación, no son mera preparación para la redención, sino que son ya en si mismos realidad de redención, pues constituyen con el misterio pascual una unidad salvífica. El acto mismo de la Encarnación tuvo ya un sentido redentor y una eficacia salvífica para nosotros.
La esencia del acto redentor es el amor del Hijo de Dios, en cuanto ofrenda de su Humanidad al Padre por la salvación de los hombres. Este amor se manifiesta en su obediencia al Padre.
La Muerte de Cristo no fue uno de los posibles términos de su vida terrena, sino la meta terrena prevista que consumaba su acción redentora, querida por Dios y querida también por la voluntad humana de Jesús (Lc 12, 50).
La resurrección de Cristo es la Glorificación, por su dignidad y su obediencia; cuyo valor soteriológico es la de formar parte esencial de nuestra redención, redención de nuestro cuerpo, es la causa instrumental de nuestra resurrección corporal y espiritual, y afecta a la creación entera. La glorificación es parte integrante de la obra redentora; sin embargo comenzó inmediatamente después de su muerte. El alma de Cristo, unida secundum Personam al Verbo, recibe ya plenamente la gloria que se deriva de la visión beatífica inmediatamente después de la muerte.
22.3 El misterio pascual: muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo.
La muerte de Cristo era la meta prevista que consumaba su acción redentora. La iniciativa es del Padre, Cristo es la donación de Dios a la humanidad, Cristo es donado, enviado con una misión concreta: hacer la voluntad del Padre: morir en la Cruz, que es la consumación (Gloria) de la existencia terrena de Jesús, en ella, como sacerdote y víctima, consuma el sacrificio redentor. La muerte de Cristo sucedió verdaderamente, así es predicado por los Apóstoles desde el primer momento.
Es muerte por separación del alma y del cuerpo: Es la manera de morir propia de la naturaleza humana, lo cual muestra, una vez más, la realidad de la naturaleza asumida. Pero alma y cuerpo permanecen unidos a la divinidad, por la indisolubilidad de la unión hipostática En la separación alma-cuerpo no se ve afectada la persona del verbo, sino sólo su naturaleza humana. El cuerpo, que fue sepultado, no sufrió corrupción y su alma descendió a los infiernos: mostrando verdaderamente la muerte de Cristo, su soberanía sobre la vida y la muerte, liberando a los justos.
La resurrección de Cristo es el fundamento de toda la fe cristina (1 Cor 15,17). Resucitó uniendo, por su propia virtud, el alma al cuerpo. Su cuerpo tiene características de cuerpo glorioso. En los actos que nos narra el Evangelio se ve que es un cuerpo humano verdadero, el mismo que murió (llagas); informado por un alma con funciones nutritivas, sensitivas e intelectivas; y unido a la naturaleza divina (milagro de la peca, Ascensión).
La ascensión de Cristo es un artículo de fe. En ella se expresa el Señorío de Jesucristo, su plenitud de vida y de poder Está sentado a la derecha del Padre, gozando de una glorificación merecida e intercediendo eternamente por nosotros. La ascensión de Cristo es la causa eficiente de nuestra salvación. La ascensión no añade nada a Cristo, simplemente manifestó la Gloria de Jesús ante sus discípulos, a ellos les dice: " os conviene que yo me valla, porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy , os lo enviaré".
22.4 El modo de la redención: satisfacción, mérito y eficiencia.
La Pasión de Cristo causa nuestra salvación por modo de satisfacción, condigna, sobreabundante y vicaria.: La redención es esencialmente la destrucción del pecado y la reconciliación con Dios. Esto se realiza por la satisfacción, por el mérito y la eficacia. Del cuarto poema del siervo de Yahvé se desprende que el sufrimiento y muerte de Cristo es la materia de la expiación. Ese dolor de Jesús es sufrimiento de Dios: el Verbo sufre en su Humanidad. La materialidad del dolor recibe su sentido redentor precisamente de la infinita caridad y obediencia con que Cristo padece. Obediencia vivida por amor. La satisfacción es la compensación de la injuria inferida, según igualdad de justicia. El elemento material es la obra de carácter penal; el formal es la aceptación voluntaria de esa pena que, en el caso del pecado, radica la caridad. Cristo satisfizo a Dios por los pecados de los hombres. Cristo merece el perdón de nuestros pecados porque satisface por ellos ante el Padre, con su amor y su obediencia. 
Cristo por su Pasión mereció la salvación de todos los hombres. Mérito es derecho al premio. Sus méritos son infinitos en atención a la Persona que realiza la obra. Jesús con su obediencia hasta la muerte no sólo satisface por el género humano, sino que merece para sí mismo y para el genero humano las bendiciones divinas: es decir la nueva vida de la gracia y de la gloria. Decir que Cristo merece nuestra salvación con su Pasión y su Muerte equivale a decir que éstas han sido verdadera causa de nuestra redención por el valor moral que tienen ante Dios. 
Jesús no solo mereció para nosotros la gracia que nos reconcilia con Dios y nos libera del pecado, sino que la causa realmente en nosotros. La infinita caridad y obediencia de Cristo le hacen acreedor ante el Padre de nuestra reconciliación, es decir, Cristo merece que el Padre nos conceda el perdón de los pecados y la filiación adoptiva. La causa eficiente principal de la gracia de la salvación sólo puede ser Dios, pero Dios causa esta gracia en nosotros mediante la Humanidad de Jesús. La Humanidad del Hijo de Dios es el instrumento que su Divinidad quiso utilizar para producir -y no sólo para merecer- todas las gracias en los hombres.
22.5 Frutos de la Redención: liberación y reconciliación.
La Redención tiene dos efectos complementarios, distintos entre sí, frutos de una misma causa (la obra de Cristo): Cristo nos reconcilió con Dios porque nos liberó de todo lo que nos aparta de El, y porque eso se realiza de forma meritoria y sumamente grata al Padre; el modo en que se ha realizado esto es la Redención, que consiste en liberar al cautivo pagando un precio (re-d-emere: re-comprar). 
Los frutos de la Redención son:
-Nos liberó:
*del pecado: la victoria del Señor sobre el pecado es total. Y nos hace partícipes de ella. Cristo con su predicación desenmascara al pecado; lo muestra en su maldad, y lo condena como lo que es: como enemistad con Dios, como expresión demoníaca del egoísmo. Esta liberación significa también que el hombre puede -con la gracia de Dios- vencer en sí mismo el poder del pecado.
*del poder del diablo: en la medida en que el hombre es esclavo del pecado, se encuentra también bajo el dominio del demonio, no porque tenga un derecho sobre el pecador, sino porque tiene un mayor influjo sobre él. La llegada del reino de Dios implica la destrucción del poder tiránico del demonio.
*de la pena por el pecado: directamente (por satisfacción sobreabundante) e indirectamente (remitiendo el pecado que es causa de la pena).
*de la muerte: la muerte y todo lo que de dolor y frustración se sintetiza en ella, es pena del pecado (Rom 5,12), la liberación del pecado, comporta, pues , la liberación de la muerte. La victoria de Cristo sobre el dolor y sobre la muerte comporta también el haberlos cambiado de signo: su negatividad se convierte en positividad.
*de la ley: Jesucristo no vino a destruir la ley, sino a darle cumplimiento (Mt 5,17); pero también habla de su sangre como sangre de una nueva alianza (Lc 22,20), y como un nuevo Moisés pronuncia palabras que llevan la Ley Antigua a su última perfección, una perfección que trasciende al mismo tiempo que le da plenitud.
-Nos reconcilió con Dios, satisfaciendo por la ofensa inferida, por medio del sacrificio gratísimo a Dios y mereciendo la salvación y todos los bienes de la gracia y de la gloria.

jueves, 29 de mayo de 2014

LA HUMANIDAD DE CRISTO

 
21.1) Testimonio bíblico sobre la perfección humana de Jesús.
21.2) Conciencia mesiánica de Cristo.
21.3) La explicación teológica sobre la perfección de la humanidad del verbo encarnado: Santidad y Gracia; ciencia; voluntad y libertad impecables.
21.4) Coexistencia en Cristo de la plenitud de la gracia y de la condición de viador.
21.1 Testimonio bíblico sobre la perfección humana de Jesús
Cristo es el Mesías prometido, el Redentor del género humano: toda la Escritura se refiere a El como centro de la atención y de la esperanza del hombre. La perfección humana de Cristo aparece testimoniada en la Escritura constantemente: -de modo implícito: en cuanto que es el Mesías y libertador, el deseado de todos los pueblos, por cuanto sus días son plenitud de los tiempos, por cuanto es el Modelo y el camino que todos deben seguir; -de modo explícito: atestiguando específicamente la perfección de su ciencia, de su gracia, etc.
Así lo expresa Sacrosanctum Concilium , n. 5: "Dios, el que quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de de la verdad (1 Tim 2,5), después de haber hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas (Heb 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos, mandó a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido del Espíritu Santo, para anunciar la buena nueva a los pobres, devolver la salud a los contritos de corazón, 'como médico de la carne y del espíritu' y Mediador entre Dios y los hombres. Su humanidad, unida a la Persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación"
21.2 Conciencia Mesiánica de Cristo
En todos los actos de Jesús de Nazaret se manifiesta destacadamente su conciencia de tener una misión divina que cumplir. El mandato del Padre es para él una legitimación y un deber. La conciencia de su misión divina ("He sido enviado", "He venido") es el rasgo característico de la imagen evangélica de Cristo. En esta conciencia se fundan la sublime seguridad de su actuación y la constante claridad del fin a que tiende. La certeza de su misión está relacionada con la conciencia de su preexistencia y de ella recibe su carácter y su fuerza singular. Jesús es siempre consciente de las consecuencias que se derivan de su misión divina. Procede como quien tiene poder (Mc 1,27). Sólo esta conciencia de su misión divina explica la Extraordinaria libertad con que Jesús se enfrenta a las cosas del mundo y la sensación que tiene de ser ajeno al mundo (Mt 10,17). Explica también su inconmovible obediencia a la voluntad del Padre. Todas las expresiones indican lo mismo: Jesús tiene conciencia de haber sido enviado por Dios para publicar y realizar la buena nueva de la salvación divina.
21.3 La explicación teológica sobre la perfección de la humanidad del Verbo Encarnado: Santidad y Gracia; ciencia; voluntad y libertad impecables.
Santidad y Gracia
La Sagrada Escritura habla con nitidez e insistencia de la santidad de Jesucristo.(cfr Is 11, 1-5; Lc 1, 35; Hech 3, 14; Jn 10, 36). Al hablar de la santidad de Jesucristo, no nos referimos, como es obvio, a la santidad del Verbo, esencialmente santo por ser uno con el Padre y el Espíritu Santo. Corresponde al Verbo la santidad absoluta y total que corresponde a la Divinidad. Cuando tratamos de la santidad de Jesucristo, nos referimos exclusiva y reduplicativamente a Jesucristo en cuanto hombre, es decir, tratamos de la santificación, de la "divinización" de su naturaleza humana
En Cristología se habla de que existe en Cristo una triple gracia: la gracia de unión “es decir, la unión hipostática considerada en su aspecto de don o gracia otorgada a la humanidad de Jesús”, la gracia habitual “la gracia que llamamos santificante”, y la gracia capital, es decir, la gracia que Cristo posee en cuanto cabeza de la humanidad. La naturaleza humana de Cristo ha sido elevada por la unión hipostática “la gracia de unión” a la mayor unión con la divinidad “con la Persona del Verbo” a que puede ser elevado ser alguno. De ahí que la gracia de unión sea para Cristo el mayor don que su naturaleza humana ha podido recibir. Una gracia infinita con la misma infinitud del Verbo con el que se da ontológicamente unida su naturaleza humana. Por esta unión, el hombre Jesús “la naturaleza humana de Jesús hipostasiada en el Verbo”, al ser persona en y por el Verbo, no recibe una filiación adoptiva, sino que es el Hijo natural del Padre.
Esta santidad es llamada sustancial. porque no se puede estar más unido a Dios, ni pertenecer más a El, que como hijo natural. Jesús es santo sustancialmente también en su naturaleza humana. Por esta razón, Jesús es adorable también en su humanidad: esta humanidad es santa sustancialmente con la santidad de Dios. La gracia de unión, sin embargo, hace muy congruente que se otorgue a Cristo la gracia habitual “la gracia santificante” en toda su plenitud junto con las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo. En efecto, aunque por la unión hipostática la humanidad de Cristo haya sido santificada, sin embargo permanece en sí misma simplemente humana, sin haber sido divinizada con esa transformación accidental que eleva la naturaleza y las operaciones del alma hasta el plano de la vida íntima de Dios.
Son tres las razones que suelen aducirse para afirmar la existencia de la gracia habitual en Cristo: 1) la proximidad de la humanidad de Cristo a la fuente de la gracia, el Verbo; 2) el alma de Cristo, por su cercanía al Verbo, debía alcanzar a Dios lo mas íntimamente posible por medio de sus operaciones de conocimiento y amor, para lo que necesitaba la elevación de la gracia; 3) Cristo, en cuanto hombre, es cabeza de todos los santos, con una capitalidad que debía redundar en los demás: Jn 1, 16
Las virtudes que son exclusivas del status viatoris, como la fe y la esperanza, o las que incluyen en sí una imperfección, como la virtud de la penitencia, no están formalmente en Cristo, pero lo que tienen de perfección se encuentra en El asumido en una perfección superior. También estuvieron en Cristo todas las gracias gratis datae y todos los carismas, como corresponde "al primer y principal Doctor en la Fe" (STh III, q. 7, a. 7, in c.). La razón más universalmente aducida fue formulada por San Agustín con estas palabras: "De igual forma que en la cabeza están todos los sentidos, así en Cristo estuvieron todas las gracias"
Toda la tradición ha afirmado constantemente no sólo la santidad de Cristo, sino su plenitud de gracia. También existe unanimidad en la afirmación de que Cristo tuvo plenitud intensiva de gracia, es decir, en cuanto a su perfección, y plenitud extensiva, es decir, en cuanto a los dones y gracias a que se extiende. Las razones son que esta plenitud debía estar en Jesús por su unión con el Verbo y por su misión de Cabeza de la humanidad.
La gracia de Cristo en cuanto gracia capital trata de la gracia que conviene a Cristo en cuanto que es Cabeza de la Iglesia y Mediador de todos los hombres. La expresión de Cabeza y Cuerpo místico, tan usadas por San Pablo, (cfr p.e. Rom 12, 4-6, etc), se aplica a Jesucristo por analogía con la cabeza y el cuerpo físicos del hombre. En concreto, se dice de Cristo que es Cabeza del Cuerpo místico por su conformidad con el cuerpo “es hombre, de la misma naturaleza que aquellos de quienes es cabeza”, y, sobre todo, porque de El, en cuanto cabeza, fluye la vida a los miembros y da unidad al cuerpo.
Ciencia
Afirmar que en Cristo existen dos naturalezas perfectas, la divina y la humana y, en consecuencia, dos operaciones, una divina y otra humana, implica, como es obvio, afirmar que existen en Cristo dos modos de conocer: uno divino y otro humano, el cual se encuentra en la base de sus elecciones humanas libres y, en consecuencia, de su capacidad para merecernos la salvación.
1. La ciencia divina y la ciencia humana de Cristo: El acto de conocer del Verbo en cuanto Verbo es común a las Tres Divinas Personas, como es común todo lo que existe en la Trinidad fuera de la relationis oppositio. Se trata de la ciencia increada. La afirmación de un conocimiento humano en Cristo es patente en todo el Nuevo Testamento (cfr p.e., Lc 2, 52).Y aunque no ha existido intervención directa del Magisterio sobre la existencia en Cristo de ciencia humana, esta verdad se encuentra implícitamente definida al afirmarse que existe en Cristo alma racional, y al afirmar que en El cada naturaleza obra lo que le es propio.
2. Visión beatífica, ciencia infusa y ciencia adquirida.:a) Visión beatífica. La mayor parte de los teólogos a lo largo de los siglos ha admitido en Cristo la ciencia de visión o visión beatífica, es decir, la visión intuitiva de la Divinidad a la que se refiere S. Pablo con la expresión de ver a Dios cara a cara (cfr 1 Cor 13, 12) y S. Juan al decir que conoceremos a Dios tal como El es en sí mismo (cfr 1 Jn 3, 2). Una de las razones más poderosas para afirmar la existencia de ciencia de visión en Cristo se encuentra en aquellos textos del NT en que se habla de que El Hijo ha visto al Padre, da testimonio del Padre (cfr p.e., Jn 3, 11 y 32; 6, 46; 8, 38 y 55). La ciencia de visión parece exigida también en Cristo por el carácter de su Mediación: "El es el Mediador, aquel que une a los hombres con Dios; y la visión beatífica es el culmen de esta unión, su acabamiento. No se puede admitir que El haya tenido necesidad de ser unido a Dios en cuanto hombre, porque habría tenido necesidad de mediación siendo Él el primero y único mediador". La plenitud de santidad y gracia existente en Cristo parece exigir también la ciencia de visión. En efecto, la unión intuitiva y facial de Dios no es un don accidental añadido y separable del supremo grado de gracia, sino que es en sí misma el desarrollo supremo de la gracia, la suprema unión del alma con Dios. De ahí que negarle a Cristo la ciencia de visión implique necesariamente negarle la plenitud absoluta de gracia y unión de su alma con la Trinidad. 
b) Ciencia infusa.:Se llama ciencia infusa aquel conocimiento que no se adquiere directamente por el trabajo de la razón, sino que es infundido directamente por Dios en la inteligencia humana. Piénsese, p.e., en el conocimiento profético, que no es un pronóstico, sino un verdadero y firme conocimiento del futuro. La mayor parte de los teólogos a partir del medioevo enseñan que Cristo gozó de ciencia infusa. Se apoya este convencimiento en el principio de perfección con que acceden al estudio de la ciencia humana de Cristo: puesto que la inteligencia humana de Cristo era capaz de recibir la ciencia infusa, debía recibir esta ciencia. Los textos del NT no son apodícticos en este sentido. Sin embargo, no se deben minusvalorar aquellos en que se habla de un conocimiento sobrenatural de Cristo, conocimiento que puede atribuirse al don profético de Jesús, conocimiento de cosas que Jesús no podía conocer por los recursos ordinarios de su ciencia adquirida. 
c) Ciencia adquirida. :Por ciencia adquirida se designan aquellos conocimientos que el hombre adquiere por sus propias fuerzas, a partir de sus sentidos; esa ciencia de que habla p.e., San Lucas mostrando a Jesús adolescente que crece en sabiduría, edad y gracia (cfr Lc 2, 52). Se trata de un conocimiento experimental, que progresa con los años, el esfuerzo y la experiencia. Hablar de este conocimiento adquirido en Cristo “y, por tanto, progresivo”, es consecuencia del realismo con que se acepta la Encarnación del Verbo. Muchos teólogos, Santo Tomás entre ellos, han enseñado que la ciencia adquirida de Cristo abarcaba "todo aquello cuanto puede ser conocido por la acción del entendimiento agente". En este sentido sería, pues ilimitada. Cristo no habría ignorado nada en ningún orden de conocimiento humano. Semejante afirmación va directamente contra el realismo de una ciencia adquirida que Cristo consigue con el esfuerzo de sus sentidos y potencias y en la que progresa en forma semejante a los demás hombres. La experiencia de que Cristo disponía era, obviamente, limitada y acorde con su época y lugar.
Voluntad y libertad impecables: Existe en Cristo una doble voluntad: la voluntad divina y la voluntad humana, correspondientes a las dos naturalezas -la divina y la humana- que se encuentran perfectas en Cristo. Nuestro Señor ora en el Huerto diciendo: No se cumpla mi voluntad, sino la tuya (Mt 26,39). En estas palabras pone de relieve no sólo que tiene una voluntad humana distinta de la del Padre, sino que esta voluntad tiene una tendencia que es contraria al cumplimiento del mandato recibido y, en consecuencia, que, para cumplir la voluntad del Padre debe vencer la resistencia de su voluntad humana. En el querer humano de Cristo existe un aspecto llamado Voluntas ut natura , consistente en la inclinación que la voluntad tiene por su propia naturaleza para elegir lo que es bueno y lo que es malo a la naturaleza del sujeto. En cambio, la Voluntas ut ratio significa el querer en cuanto elección dirigida por la razón, y, en este sentido, la voluntad puede elegir incluso lo que es contrario al sujeto si esto es conveniente a una razón superior.
La libertad humana de Cristo.:Es de fe que Cristo tuvo libertad humana y libre albedrío. En efecto, la libertad pertenece a la integridad de la naturaleza humana, pues a la existencia de inteligencia y de la voluntad sigue necesariamente la capacidad de elegir. La existencia de libertad humana en Cristo y de su capacidad de elegir no sólo se encuentra implícita en aquellos lugares en los que se afirma que Jesús es hombre perfecto, sino también en aquellos otros en los que se dice que Cristo obedeció a su Padre o que mereció por nosotros (cfr p.e., Fil 2, 5-11; Jn 5, 30). En efecto, sin auténtica libertad es imposible obedecer y merecer. También para merecer se requiere gozar de libre albedrío, es decir tener voluntad libe de coacción externa y de necesidad interna 
La impecabilidad de Cristo, y su libertad.:Consecuencia de la unión hipostática, de la santidad sustancial y de la infinitud de gracia habitual es la afirmación unánime en torno a la ausencia de pecado en Cristo “la impecancia” y a su incapacidad de pecar, su impecabilidad. La Sagrada Escritura afirma explícitamente que Cristo no cometió pecado. À Quién de vosotros me argŸirá de pecado? (Jn 8, 46; Jn 1, 29, etc.). Dada la unanimidad existente en esta cuestión, las intervenciones del Magisterio son muy escasas, y se limitan a la afirmación de la ausencia de pecado en Cristo. Jesús, por haber ignorado todo pecado, "no tuvo necesidad de ofrecer la oblación en favor de sí mismo"; "fue concebido sin pecado, nació sin pecado, y murió sin pecado". La ausencia de pecado en Cristo, se entiende a la luz de tres realidades fundamentales: la unión hipostática, la santidad de Cristo, y su misión de Redentor.
He aquí algunas de las principales razones: 1)Las personas son las que responden de las acciones realizadas a través de su propia naturaleza; si Cristo hubiese cometido pecado, sería la Persona del Verbo la que habría pecado a través de su naturaleza humana; 2) La santidad infinita de Cristo es incompatible con cualquier sombra de pecado; 3) Finalmente, su misión de Redentor “es la argumentación que hemos visto usada por el Concilio de Efeso”, era contraria a que Cristo cometiese pecado. El es el sacerdote santo que no necesita ofrecer víctimas y sacrificios por sí mismo, sino sólo por sus hermanos, y no hubiese sido modelo perfecto si hubiese habido pecado en El.
Las tentaciones de Cristo: En razón de la unión hipostática, Cristo era esencialmente impecable. También en razón de la unión hipostática y de su carencia de pecado, Cristo careció del fomes peccati, es decir, del desorden introducido en el hombre por el pecado original. En consecuencia, Cristo no experimentó la tentación ab intrinseco, desde dentro. Esto no quiere decir que no hubiese en el alma y en la carne de Cristo apetencia de lo que era bueno para ellas y rechazo de lo que les era nocivo, o que Cristo no tuviese las pasiones humanas. Decir que Cristo no padeció el desorden de la concupiscencia no equivale a decir que no tuvo sensibilidad. Al contrario, se encuentra adornado de una sensibilidad exquisita, como se muestra en sus reacciones, en su predicación, en sus parábolas. Jesús siente hambre y apetece el comer; tiene sed y sueño, y siente la apetencia de saciarlos; se indigna con ira santa; experimenta el gozo de la amistad; llora con auténtico dolor de hombre; siente miedo y angustia ante la muerte (cfr Mt 26, 37-38). Su naturaleza humana, santa y rectamente ordenada, rechaza lo que le hace daño, como son los tormentos y la muerte, sin que ese rechazo sea desordenado, sino todo lo contrario. Esa misma naturaleza humana, con su acto libre, domina la repulsión que le provocan los tormentos, obedeciendo al Padre. En su materialidad, las tres tentaciones relatadas por los Sinópticos apuntan hacia el mesianismo de Cristo, y guardan un estrecho paralelismo con la interpretación terrena que el judaísmo daba al papel del Mesías. Satanás tienta a Jesús para que oriente su mesianismo en mezquino provecho propio y contra la voluntad del Padre. De hecho, Jesús tuvo que rechazar a lo largo de su vida las presiones de su ambiente, incluso de sus discípulos, contrarias al plan del Padre. Es la misma tentación que le propondrán los judíos, cuando está ya en la cruz: Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz, y creeremos (Mt 20, 20-22; Mc 10, 37-38). 
21.4 Coexistencia en Cristo de la plenitud de la Gracia y de la Condición de Viador
La principal dificultad que la existencia de ciencia de visión en Cristo presenta al teólogo estriba en que, al admitirla en Cristo, hay que admitir también que El, durante su vida terrena fue al mismo tiempo viador y comoprehensor., es decir, está al mismo tiempo en estado de caminante con las características que este estado implica -capacidad de merecer, etc.-, y en estado de término , es decir, habiendo llegado ya al final de su destino humano. Esto parece en sí mismo contradictorio. En cualquier caso, es necesario subrayar la veracidad del caminar terreno del Señor, un caminar compartido con los hombres de su época y de su entorno. Así es como aparece en los Evangelios. Y es en razón de este estar en camino como el Señor puede redimirnos. Como para cualquier otro hombre, el tiempo de merecer termina para Cristo con la muerte. Después causará nuestra redención "per modum efficientiae", pero no "per modum meriti".
Repetidamente afirma Santo Tomás que coexisten en Cristo el estado de caminante y el de comprehensor: "Viador es el que marcha hacia la bienaventuranza; bienaventurado es el que descansa en ella (...) El alma de Cristo, antes de su Pasión, gozaba plenamente de la visión de Dios y, por tanto, poseía la bienaventuranza propia del alma. Mas fuera de éste, le faltaban los demás elementos que integran la bienaventuranza, pues su alma era pasible, y su cuerpo pasible y mortal (...). Por consiguiente, en cuanto poseía la bienaventuranza propia del alma, era bienaventurado; y en cuanto tendía a aquellos elementos de la bienaventuranza que aún le faltaban, era a la vez viador".
Santo Tomás se limita, como buen teólogo, a aceptar sin limitaciones los datos que le ofrece el NT. En efecto, mientras que, por una parte los evangelios presentan a Jesús como compañero de camino en esta tierra, de forma que es claro que su vida marcha hacia la consumación de la muerte (es decir, está en estado de caminante), por otra parte, al ser el Unigénito del Padre también en su Humanidad, es obvio afirmar que se encuentra en estado de término. Pues si el estado de término no consiste en otra cosa que en la definitiva unión con la Divinidad, no hay unión con Dios más estrecha e irreversible que la unión hipostática. Mantiene al mismo tiempo que "es imposible que el mismo sujeto y bajo el mismo aspecto camine hacia su fin y a la vez descanse en él" (STH. III, q.15,a.10). Por ello, señala que Cristo está en estado de caminante en cuanto a la pasibilidad del alma y del cuerpo, mientras que, en cuanto a lo profundo del alma, se encuentra ya en estado de término (Viador y Comprehensor en relación a dos términos formalmente diferentes).

miércoles, 28 de mayo de 2014

LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS



 
 
20.1) El misterio de Cristo según la Sagrada Escritura.
20.2) Los Títulos Cristológicos.
20.3) Enseñanza de los grandes Concilios Cristológicos.
20.4) Unión Hipostática.
20.5) Conmunicatio Idiomatum.
20.6) Cuestiones en torno al concepto moderno de Persona. Su influencia en Cristología.
20.7) Instrucción Mysterium Filii Dei.
20.1 El misterio de Cristo según la S.E.
El anuncio de Cristo en el Antiguo Testamento: El elemento central de la espera de una redención en el AT consiste en la esperanza de que Dios mismo enviará un salvador. El cumplimiento de esta promesa hecha por Dios en el principio de la historia de la humanidad se realiza en Cristo. Puede situarse la "prehistoria" de Cristo en las intervenciones salvíficas de Dios antes de la Encarnación. Se desarrolla desde la primera promesa de un redentor (protoevangelio) y prosigue a través de la Alianza y de la creación del "pueblo de Dios", pasando en fin por los profetas hasta el mismo Cristo.
Las profecías del AT, de un modo general, contienen estas afirmaciones fundamentales:
1¼) Que no hay más que un sólo Dios;
2¼) que su reino espiritual debe extenderse a todas las naciones;
3¼) que el Mesías, enviado por El, será el jefe de este reino.
Esta síntesis se confirma con el análisis de las principales profecías, especialmente, si se considera el desarrollo progresivo de la revelación divina, desde las promesas hechas al primer hombre (Protoevangelio) y a los patriarcas, hasta las predicciones hechas a David (anuncia en los Salmos los sufrimientos y las glorias del Mesías: será Hijo de Dios (2,7), rey poderoso, dulce con los humildes, el sacerdote por excelencia (Ps 109,4), y al mismo tiempo víctima voluntaria por el pecado (38,7-9): padecerá muerte (Ps 21) y saldrá glorioso del sepulcro, Ps 15,10) e Isaías , que precisan las circunstancias de vida y pasión del Redentor (Poemas del siervo de Yaveh).
El misterio de Cristo en el N.T.(I) :El Nuevo Testamento es un testimonio divino y perenne de que Jesús es el Hijo de Dios (Ioh 20,30-31). Los evangelios nos narran la vida de Jesús siguiendo el esquema del discurso de Pedro a Cornelio (Act 10,37-43). San Juan empieza remontándose hasta la eternidad del Verbo en el seno del Padre, y exponiendo la Encarnación del Hijo de Dios y su vida entre los hombres (Ioh 1,1-14). San Mateo y San Lucas inician la narración evangélica con los relatos sobre el nacimiento, infancia, y vida oculta de Jesús, Hijo de Dios (Mt 1-2; Lc 1-2). San Marcos da comienzo directamente a su escrito con el anuncio de Juan Bautista acerca de la necesidad de la penitencia para recibir al Mesías. "Los evangelistas nos narran fielmente lo que Jesús, el Hijo de Dios viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente hasta el día de la ascensión". (Dei Verbum, n 19).
20.2 Los Títulos Cristológicos
En los escritos de S. Pablo destacan los Títulos Cristológicos.
1.-Salvador: Rom 7,24:"¿ Quién me librará de este cuerpo de muerte?". La respuesta es Cristo Jesús.
2.-Dios: Gal 2,20; Rom 1,4:"...manifestado Hijo de Dios..."; Jesucristo Dios y hombre verdadero es el Hijo enviado por el Padre, consubstancial al Padre.
3.-Primogénito: Col 1,15-18:"...primogénito de toda la creación...todo fue creado por El y para El; y existe con anterioridad a todo....pues en El reside la plenitud de la divinidad corporalmente". Es el primero y anterior a todo porque es eterno; es el creador porque no es criatura; y todo su fundamento radica en que es Dios.
4.-Hombre: Aparece esta nota de Cristo en Rom, Philip, 2 Cor, Gal 4,4-5, etc. Rom 8,3:"...lo hizo Dios enviando a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado y por causa del pecado condenó al pecado en la carne". El misterio salvífico es fruto de la misericordia y del amor de Dios: el Hijo, sin dejar de ser Dios, asume nuestra naturaleza humana.
5.-Redentor: Este título aparece en Rom, 1 Cor, Galat Cristo es el Nuevo Adán (cfr. Rom 5,12ss). Es el Redentor por su vida y su muerte; Cristo ha sufrido el castigo que nosotros merecíamos por el pecado (Rom 4,25) y con su Sangre derramada hemos sido rescatados (1Cor 6,20). La muerte de Cristo ha constituído la reparación perfecta del pecado y nos ha introducido a una vida nueva. Cristo al asumir la naturaleza humana se constituyó en representante y cabeza de toda la humanidad, en el Nuevo Adán.
6.-Verdad: La Resurrección de Cristo es la prueba de que Jesús decía la verdad. La realidad histórica de la Resurrección lo desarrolla en 1Cor 15.
7.-Cabeza de la Iglesia: Eph 2,20:"Vosotros fuisteis edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y de los profetas, siendo la piedra angular Jesucristo en persona". En Efesios se nos narra la unión de Cristo y la Iglesia: Cristo es la piedra angular y nosotros las piedras vivas; El es la Cabeza de la Iglesia. Rom 12,4-5:"...formamos un solo cuerpo en Cristo...". La Iglesia es el cuerpo místico de Cristo.
20.3 Enseñanza de los grandes Concilios Cristológicos
NICEA (a. 325) define la divinidad de Cristo: el verbo es consustancial al Padre. Lo negaba Arrio, que decia que Cristo es el verbo encarnado, si, pero el verbo no es Dios, sino la primera criatura emanada de Dios, la más perfecta y semejente a Dios: casi Dios, pero no sustancialmente igual al Padre.
El texto clave para la Cristologia se encuentra en el Símbolo en la palabra homousios.: Genitum, non factum, consubstatialem Patri".
Las afirmaciones más importantes son las siguientes:
- El Hijo es engendrado y único, y de la misma sustancia del Padre.
- Se contrapone "genitum" (gevnnhma) a "factum" (poivhma).
- Se define la consustancialidad del Verbo con el Padre, con la fórmula "consubstantialem Patri"
- Se afirma que es El mismo Verbo quien se encarnó, se hizo hombre, sufrió, murió y resucitó al tercer día.
- Todo el ciclo cristológico de este Símbolo está enmarcado en la afirmación soteriológica "qui propter nos homines et propter nostram salutem".
- Se afirma la verdadera y completa naturaleza humanana de Cristo, contra Arrio: "Et incarnatus est de Spiritu Sancto, ex Maria Virgine, et homo factus est".
EFESO (a. 431) define la unidad de la persona de Cristo y, como consecuencia, que María es Madre de Dios. Cirilo intervino activamente contra Nestorio, éste negó que en cristo habría dos naturalezas, la humana y la divina: el verbo habitaría en la persona humana (en Cristo) como en un Templo, y entre las dos habría una perfecta unión moral, por lo que María no sería Madre de Dios, sino Madre de Cristo: no es Theotocos, sino Christotocos.
La doctrina de la definición del concilio, que expone la maternidad divina de María como Theotocos, tenía por objeto proteger por una parte la confesión de fe en la divinidad y humanidad de Jesucristo, y por otra la íntima unión de ambas naturalezas al nivel de una sola persona. Esta unión es verdadera y real en una persona no sólo por lazos de consentimiento y complacencia, pura voluntad o decisión; sino por una unión física. El Verbo se unió a una carne animada por un alma racional, se hizo hombre de modo inexplicable e incomprensible, pero verdadero.
El Tomus ad Flavianum: Flaviano, Patriarca de Constantinopla, recibió del Papa León Magno el Tomus que sería fundamental para el concilio de Calcedonia.
Los puntos doctrinales fundamentales son los siguientes:
- Jesucristo no es más que una sola Persona: el Verbo y Cristo no son dos, sino el mismo individuo.
- En esta persona única, hay dos naturalezas, por haber un doble origen: el divino y el humano, sin confusión ni mezcla de ambas naturalezas.
- Cada una de estas naturalezas tiene sus facultades y operaciones propias, que no realiza independientemente de la otra y fuera de la unión que es permanente.
- La unidad de la persona entraña la comunicación de idiomas. Cada naturaleza obra lo que le es propio, con comunicación de la otra.
- En la Encarnación no hay metamorfosis, pues son dos naturalezas perfectas y verdaderas.
CALCEDONIA define la dualidad de naturalezas en Cristo contra Eutiques, que sostenía en Cristo una sola naturaleza, resultante de la unión de la divina y de la humana. Cristo -decía- es "ex duabus naturis", pero no "in duabus naturis". La doctrina monofisista contradice la Escritura y la Tradición, y va también contra la razón, pues la divinidad y la humanidad no pueden unirse inmediatamente entre sí, ya que entonces la naturaleza humana -finita- desaparecería en la divina - que es infinita- o, bien, la divinidad entraría en composición con la humanidad, lo cual repugna a la inmutabilidad divina y da pie al panteismo, ya que convierte a Dios en forma de lo creado.
La clave de la definición es el modo en que se expone la conciliación entre unidad y dualidad en Cristo, con cuatro términos muy concretos, que recogen las dos líneas imperantes en toda la cristología anterior al concilio. Las dos naturalezas se unen en Cristo con cuatro características concretas:
- Inmutabiliter: ninguna ha perdido sus atributos; la unión se ha hecho en la persona, no en las naturalezas. Es decir, la Encarnación no ha sido una metamorfosis.
- Inconfuse: en la unión, no se ha confundido las naturalezas entre sí; de lo contrario, Dios no sería perfecto Dios y Hombre.
- Indivise: las naturalezas no son compartimentos estancos: Cristo tiene un sólo yo, porque no está compuesto de dos naturalezas yuxtapuestas.
- Inseparabiliter: nunca se separan, ni se pueden separar.
III Concilio de Constantinopla: Para atajar definitivamente el monotelismo a la afirmación de dos naturalezas, se adjunta la confesión de las dos voluntades y de las dos operaciones connaturales, indivisa, inmutable, inseparable e inconfusamente; pero su duplicidad no comporta contrariedad entre ellas, sino que su voluntad humana actúa sin resistencia a la voluntad divina. La sumisión a la voluntad divina no es como la de un extraño, porque igual que su carne es carne del Verbo de Dios, la voluntad natural de su carne es propia también del Verbo de Dios. Lo que se dice de las voluntades hay que afirmarlo igualmente de las operaciones.
20.4 Unión Hipostática
En la afirmación "Jesucristo es Perfecto Dios y Perfecto Hombre", se encierra toda la Cristología. En efecto, esta afirmación implica estas otras tres: 1) Afirmación de la perfecta Humanidad del Señor; 2) Afirmación de su perfecta Divinidad; 3) Afirmación de la estrecha unidad con que ambas naturalezas están unidas en la Persona del Verbo, formando en El una sola persona. 
La unión hipostática: La naturaleza humana de Jesús es perfecta, pero no constituye una persona humana, porque no existe en virtud de su propio acto de ser, sino que está unida sustancialmente a la Persona del Verbo, esto es, existe en virtud del ser divino del Verbo. La unión hipostática, pues, no es otra cosa que la unión de la naturaleza humana de Cristo con la Persona del Verbo en unidad de persona. Dicho de otra forma, la naturaleza humana de Cristo no subsiste con subsistencia propia, sino que subsiste en la Persona del Verbo y, por estar unida a El sustancialmente, le confiere el que sea hombre. El Verbo es hombre, precisamente porque subsiste en su naturaleza humana, comunicándole el acto de ser. Por esa razón, la Persona del Verbo responde de las acciones y pasiones de su naturaleza humana; el Verbo es el sujeto de esas acciones.
La palabra susbistencia se convierte así en concepto clave para entender la noción de persona, La persona es tal, porque, además de ser sustancia completa, subsiste por sí misma separadamente de las demás sustancias completas. La no subsistencia en sí misma, sino en la Persona del Verbo, es la razón por la que la humanidad de Cristo “que es completa” no es persona humana, sino que está hipostasiada, personalizada, en la Persona del Verbo
La asunción de la naturaleza humana por parte del Verbo es el fundamento o razón por la que esa naturaleza se encuentre relacionada con relación de unidad con la Persona del Verbo. Asumir se usa en este lugar con el significado de "tomar sobre sí". El Verbo, en la Encarnación, "asume" a la naturaleza humana. Se trata de una acción misteriosa: La Trinidad une la naturaleza humana a la Persona del Verbo, no porque haya alguna mutación en el Verbo, sino porque se cambia la naturaleza humana de forma que subsiste en el Verbo hasta el punto de que puede decirse que está "asumida" por El y que el Verbo subsiste también en su naturaleza humana. El Verbo no tomó el alma antes que el cuerpo con prioridad temporal, ni el cuerpo antes que el alma, sino que se unió a ambos en el mismo instante.
20.5 Conmunicatio Idiomatum
La comunicación de idiomas es una consecuencia directa de la Encarnación: la comunicabilidad y el cambio recíproco de las propiedades divinas y humanas de Cristo. Como Jesucristo es Dios y Hombre, es posible nombrar a su Persona a través de palabras que hagan referencia a cada naturaleza. Se puede, en efecto, nombrar a Cristo como Hijo de Dios, como verbo, como Dios; pero se le puede también nombrar como Jesús de Nazaret, Hijo de David, etc. Y por esto, se puede atribuir a la Persona, designada mediante un nombre divino, atributos humanos, y a la Persona designada mediante un nombre humano, atributos divinos.
20.6 Cuestiones en torno al concepto moderno de Persona. Su influencia en Cristología
1.-Concepto de Persona: Originariamente el término prósopon o persona designaba el rostro y también la máscara del actor en el teatro, y más tarde el personaje representado. De aquí se tomó este nombre para significar la dignidad del hombre constituido en autoridad o la excelencia del que ocupa un lugar preeminente sobre los demás. Trasladado este concepto a la metafísica, expresa el modo de ser perfecto, propio de la sustancia completa, individual y racional, reservándose para los seres irracionales el término similar de supuesto, suppositum. Según esto, quedan excluidos del concepto de persona: a) Los accidentes; b) Las sustancias incompletas; c) Los conceptos universales; d) Los singulares completos, comunicables o comunicados a otra persona.Lo propio de la persona es ser una sustancia individual, completa, independiente e incomunicable, es decir, perfectamente subsistente en sí misma.
Boecio definió a la persona como rationalis naturae individua substantia, subrayando así lo que la persona comporta de concreción e individualidad junto con algo que le es inseparable: su carácter intelectual. Ricardo de San Víctor define a la persona como la existencia incomunicable de una naturaleza intelectual, poniendo de relieve que la persona es lo más perfecto en la línea del ser. De ahí que se defina a la persona como incluyendo en sí misma la razón de totalidad, de integridad, de perfección de ser para sí. Santo Tomás define a la persona como quid subsistens in rationali natura (STh I q. 29, a 3). 
2-Las cuestiones en torno al constitutivo formal de la persona.: En la forma de concebir la subsistencia es donde se manifiestan las divergencias entre los diversos autores a la hora de explicar el constitutivo formal de la persona, es decir, aquello en lo que más propia y radicalmente consiste la persona. He aquí algunas de las posiciones principales:
Capreolo : entiende que la subsistencia pertenece al terreno del esse, o del acto de ser. De ahí que pueda definirse a la persona como la naturaleza racional en cuanto está bajo su propio ser. En consecuencia, la naturaleza humana de Jesús no es persona humana, porque no tiene su propia existencia, sino que existe con la existencia del Verbo. He aquí algunos de los problemas que suscita la opinión de Capreolo: cómo en la Trinidad, habiendo una sola existencia hay tres Personas; cómo es posible hablar de una sola existencia en Cristo, cuando el acto de existir del Verbo es común a las otras Personas. 
Cayetano: coloca el constitutivo formal de la unión hipostática en un modo sustancial, es decir, en algo que modifica la sustancia y que le confiere incomunicabilidad. La subsistencia, pues, sería un modo sustancial, distinto de la naturaleza concreta, a la que modificaría volviendo incomunicable. La mayor objeción que suscita la posición de Cayetano es que ese modo sustancial de que habla, y que no es más que una mera terminación de la sustancia, es supérfluo. 
Escoto:: la razón formal de persona consistiría en una doble negación: negación de estar asumida por otra, y negación de ser asumible por otra. La incomunicabilidad propia de la persona viene concebida, pues, como mera negación. La objeción mayor que encuentra esta posición es que parece contradictorio decir que el constitutivo del ser más perfecto, como es la persona, consiste en algo negativo. 
Suárez:: busca un camino intermedio entre Escoto y Cayetano. Por una parte, coloca el constitutivo metafísico de la persona en algo positivo, no negativo, como hacía Escoto. Ese algo positivo sería un modo sustancial, que haría incomunicable a esa naturaleza. Ese modo sustancial no prepara a la naturaleza humana apara recibir la existencia, sino que le adviene después de la existencia, terminando a esa existencia. En consecuencia, la naturaleza humana de Cristo no sería persona humana, porque le faltaría ese modo sustancial que la haría incomunicable. Una de las objeciones más graves que se pueden hacer a esta posición consiste en que, lo que adviene a la sustancia completa, ya constituida en su ser, sólo puede sobrevenirle como un accidente, como un añadido. Ahora bien, la unión hipostática no es accidental, sino sustancial.
Hay que decir que la persona implica la subsistencia como añadida a la naturaleza completa. Por eso se puede afirmar que la naturaleza humana de Cristo es completa y perfecta en sí misma, y se puede decir al mismo tiempo que no es persona humana: porque la subsistencia, que es la que la constituye en persona, es realmente distinta de la naturaleza. En Jesús esa subsistencia es suplida por el Verbo que es quien la hace subsistir en Sí mismo. No se puede olvidar que la fe cristiana confiesa que en la Santísima Trinidad hay una naturaleza y tres personas, mientras que en Jesucristo confesamos que existe una persona en dos naturalezas.
En teología, los conceptos de naturaleza y persona han de usarse, como es obvio, en forma analógica a la hora de referirse a Dios o a los seres creados, dada la diferencia existente entre Dios y las criatura.
20.7 Instrucción Mysterium Filii Dei
Las cristologías "no-calcedonianas": Algunos autores han intentado elaborar una cristología al margen o en contra de la definición del concilio de Calcedonia. De ahí que se llamen cristologías anticalcedonianas. Así, p.e., para Schillebeeckx, Jesús es una persona humana, "pues nadie es hombre si no es persona humana"., persona humana tan de Dios que podríamos hablar de que en El se da una identificación hypostática . Los términos son cuidadosamente escogidos por Schillebeexck, para evitar en cualquier momento la decidida afirmación de que Jesús es Dios. Jesús es un ser humano en quien tiene lugar la revelación suprema de Dios y la apertura de lo humano a lo divino. Y esto es decir sólo que Jesús es especialmente santo...
Se comprende que teniendo presente esta problemática, ya en 1972 la Congregación para la Doctrina de la Fe saliese al paso de las cuestiones planteadas, sobre todo, por los llamados teólogos anticalcedonianos, insistiendo en que son errores contra la Doctrina de la Fe aquellas "opiniones según las cuales convendría abandonar la noción de la única persona de Jesucristo, engendrada por el Padre antes de los siglos según la naturaleza divina, y engendrada de la Virgen María según la naturaleza humana; y también (va contra la Doctrina de la Fe) la afirmación según la cual la humanidad de Jesucristo existiría no como asumida a la persona eterna del Hijo de Dios, sino más bien en sí misma, como persona humana, y por tanto el misterio de Jesucristo consistiría en que Dios, revelándose en manera suma, estaría presente en la persona humana de Jesús".

JUSTICIA Y PECADO ORIGINAL


 
 
19.1) Elevación del hombre al estado sobrenatural.
19.2) Tentación y caída.
19.3) El pecado original: existencia, naturaleza, y consecuencias.
 
19.1 ELEVACION DEL HOMBRE, AL ORDEN SOBRENATURAL.
Dios creó al Hombre en estado de gracia, ordenado al estado de beatitud sobrenatural. Presuponiendo la naturaleza y el ser natural, Dios dotó la naturaleza de una capacidad sobreañadida para poder lograr el fín sobrenatural: Conocer y amar la intimidad de Dios.
Lutero negó que la gracia fuera sobrenatural, puesto que la consideraba como algo connatural al hombre en estado de inocencia.
La fe en la elevación sobrenatural y en la gratuidad de la elevación fue vaciada de contenido por Bayo y Jansenio. Bayo negó la posibilidad de un estado natural del hombre sin elevación a un fin sobrenatural: lo sobrenatural sería debido a la naturaleza. Pio V en la Bula EX OMNIBUS AFFLICTIONIBUS. (1-X-1567) en la cual condena los errores de Bayo; entre ellos la afirmación de que <<en la integridad de la primera creación no fué exaltación indebida de la naturaleza humana, sino condición natural suya>> (Dz 1026).
Más recientemente Pío XII, en la Enciclica HUMANIS GENERIS. (a.1950), lamenta algunos errores de la <<Nouvelle Thelógie>> que en realidad eran ya antiguos, <<Otros desvirtúan el concepto de gratuidad del orden sobrenatural, como quiera que opinan que Dios no puede crear seres intelectuales sin ordenarlos y llamarlos a la visión beatifica>> (DZ.2318).
19.2 Tentación y Caída .
Dios una vez que todo estaba creado le entregó al hombre toda la creación para que la dominará. y pacto con Adán en estos términos: "Come del fruto de todos los árboles del paraíso; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que comieres de el, infaliblemente morirás" (Gén. 2,16-17).
"Tentada por el diablo, en forma de serpiente, Eva come y da de comer a Adán. Dios castiga a ambos con la expulsión del paraíso, diciéndoles además, que "mediante el sudor de tu rostro comerás del pan hasta que vuelvas al suelo, pues de le fuiste formado" (Gén. 3).
A lo largo de todo el capítulo 3 del génesis se nos muestra la caída del hombre, esto es fruto de la Soberbia, pues el hombre quería ser como Dios. Con la caída viene la pérdida de los bienes preternaturales, y de igual modo entra el desorden, el pecado y la muerte.
19.3 Pecado Original existencia, naturaleza y consecuencias.
El Concilio de Trento definió que: "Si alguno no confiesa que el primer hombre Adán, al trasgredir el mandamiento de Dios en el paraíso, perdió inmediatamente la santidad y la justicia en que había sido constituido, e incurrió por la ofensa de esta prevaricación en la ira y la indignación de Dios y, por tanto, en la muerte con que Dios antes les había amenazado, y con la muerte en el cautiverio bajo el poder de aquel que tiene el imperio sobre la muerte (hebr.2,14), es decir, del diablo, y que toda la persona de Adán por aquella ofensa de prevaricación fue mudada en peor, según el cuerpo y el alma. sea anatema" (DZ 788).
El Catecismo de la Iglesia Católica manifiesta que el primer pecado del hombre fue la desobediencia, razón por la cual en adelante todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad (CatIC.397).
Consecuencias del pecado Original:
1.- la pérdida de la gracia santificante.
2.- La Expulsión del paraíso (Gen 3,8)
3.- La pérdida de los dones preternaturales.
4.- La pérdida de la inmortalidad.
5.- El dominio del demonio (Hbe 2,14).
6.- La naturaleza humana quedo herida (inteligencia y voluntad).
La perdida de los dones preternaturales.
Los dones preternaturales son dones sobrenaturales "secundun quid" ya que, aunque superan las fuerzas de la naturaleza humana, no introducen al hombre en la intimidad divina. su función es dar plena integridad y vigor a la naturaleza, de modo que quede aún mejor dispuesta para la recepción de los dones estrictamente sobrenaturales.
Por decreto divino, tanto la gracia como estos dones preteranaturales fueron dados a Adán para que los trasmitiera por generación a sus descendientes. Y es por esto que Trento define que Adán no sólo perdió la santidad y justicia no sólo para sí, sino también para nosotros".(Dz.792).
Los dones preternaturales son:
1. Don de integridad. Es el perfecto equilibrio, rectitud y dominio de las pasiones.
2. Don de inmortalidad. este don consistía en la actualización del "poder no morir", no en un "no poder morir".
3. Don de impasibilidad. no sufrían las consecuencias de los padecimientos exteriores.
4. Don de ciencia. se refiere la desarrollo intelectual y a la capacidad del hombre a conocer lo que era necesario para su vida terrena como para la vida eterna.
5. Don de perfecto dominio . el hombre, en estado de inocencia podía dominar con suma facilidad todas las creaturas inferiores y utilizarlas de modo perfecto. ( sentencia común).
El pecado original se trasmite por generación a todos los descendiente de Adán , con excepción de la Santísima Virgen María, esto fue definido por el Concilio XVI de Cartago y el II de Orange, y Trento asoma esta posibilidad.
En cuanto a la naturaleza del pecado original, se definió en el concilio de Trento que tiene verdadera y propia razón de pecado. Antes de Trento tanto Abelardo y algunos escolásticos decían : que era solamente reato de pena eterna. Según la carta a los Romanos 5,12 ‘Todos pecaron por Adán’ y la doctrina paulina nos recuerda que el pecado original es algo por lo que todos pecadores.
Tampoco se puede afirmar que el pecado original consiste en una cualidad enfermiza del alma, trasmitida por Adán a sus descendientes, algunos como, Zwinglio, Occam, Hermes, identificaron con la concupiscencia habitual, la pugnan entre razón y apetitos sensibles.
Por lo tanto la esencia del pecado original consiste formalmente en la privación de la gracia santificante, causada por el pecado original. El concilio de Trento define al pecado como muerte del alma y privación de la gracia, es de hacer notar que el único medio para recobrar la gracia es el Sacramento del Bautismo por el que se nos perdona el pecado original.
Santo Tomás de Aquino (I-II, q.82,a.3).’El pecado original materialmente es la concupiscencia, pero formalmente es el defecto de justicia original’. Esta sentencia de Sth. Aquino manifiesta una enseñanza distinta de el error de Lutero, el cual enseñó que la concupiscencia es lo formal del pecado original, de tal modo que ella misma el pecado original, prescindiendo de otros elementos. Santo Tomás sólo considera la concupiscencia como algo material, que acompaña a lo verdaderamente formal en el pecado original que es la privación culpable de la gracia.
Resumen:
1.- La revelación nos da a conocer el estado de santidad y de justicia original es del hombre y a la mujer antes del pecado: de su amistad con Dios nacía la felicidad de su existencia en el paraíso.(384).
2.-Constituido por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, persuadido por le Maligno, abusó de su libertad, desde el comienzo de la historia, levantándose contra Dios e intentando su propio fin al margen de Dios (GS13,1) (415).
3.-Por su pecado, Adán, en cuanto primer hombre, perdió la santidad y la justicia original es que había recibido de Dios no solamente para él, sino para todos los humanos.(416).
4.-Adán y Eva trasmitieron a sus descendencia la naturaleza humana herida por su primer pecado, privada por tanto de la santidad y la justicia originales. Esta privación se llama ‘Pecado Original’. (417).
5.-El pecado original se trasmite, juntamente con la naturaleza humana, ‘por propagación, no por imitación’ y que ‘se halla como propio en cada una’.
Nota: los números corresponden al Catecismo de la Iglesia Católica.