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sábado, 15 de julio de 2017

Por las almas del purgatorio

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Dedico cada día una brevísima oración por las almas del purgatorio, especialmente por mis familiares y amigos. Cada ser querido difunto ha cargado también con su cruz; la cruz del sufrimiento, de la enfermedad, del trabajo, de las dificultades económicas, de las preocupaciones cotidianas, de las adiciones... Y, gracias precisamente por haberlas llevado encima, gozan en el cielo dando alabanza al Señor el habérselas concedido. Ninguna de esas almas sufre el olvido celestial porque con la muerte, en el umbral del atrio eterno, el hombre recibe el primer abrazo de Dios y allí enjuga sus primeras lágrimas. El purgatorio es un lugar donde el amor fluye a raudales.Uno de los motivos de mi oración por ellos es porque yo puedo haber sido la causa de su sufrimiento y de sus penas. En algunos casos pude provocar dolor en su vida, heridas en el corazón del que me amaba; no supe satisfacer sus necesidades o me mostré incapaz de comprender sus anhelos. En otras, pude herirles con el desdén de mis palabras o la cerrazón de mis pensamientos. Y no puedo negar también que hubiera podido hacer más el bien al que caminaba a mi lado.
Rezo por las almas del purgatorio porque merecen la esperanza del cielo pero también porque es una manera sencilla y humilde de tratar de reparar aquel daño provocado y tratar de ayudar, desde mi insignificancia, a aquel que se encuentra en la agonía del purgatorio. Cuando oro por las almas del purgatorio mi oración es de consuelo y de invocación a la esperanza.
En el purgatorio El amor no tiene límites ni fronteras, y se recibe el consuelo del saber que tras el sufrimiento llega la gloria del gozo infinito. En cada oración por un alma del purgatorio doy consuelo a esa alma y acorto su sufrimiento. Y un vez llegado al atrio celestial esa alma devolverá en su agradecimiento su intercesión por quien contribuyó a aminorar su sufrimiento y su espera.
Compensa rezar por las almas del purgatorio. En cada oración por un alma del purgatorio no solo uno mi alma si no que me siento más unido a Dios cuyo deseo es que todos lleguen a la gloria eterna.

Mi breve oración reza así: «Dales el descanso eterno a las almas del purgatorio, Señor, y que la luz perpetua ilumine sobre ellas. Que descansen en paz. Amén».
Una oración larga bien podría ser esta:
Dios omnipotente, Padre de bondad y de misericordia, apiadaos de las benditas almas del Purgatorio y ayudad a mis queridos padres y antepasados.
A cada invocación contestar: «¡Jesús mío, misericordia!»
Ayudad a mis padres.

Ayudad a todos mis bienhechores espirituales y temporales.
Ayudad a los que han sido mis amigos.
Ayudad a cuantos debo amor y oración.
Ayudad a cuantos he perjudicado y dañado.
Ayudad a los que han faltado contra mí.
Ayudad a aquellos a quienes profesáis predilección.
Ayudad a los que están más próximos a la unión con Vos.
Ayudad a los que os desean más ardientemente.
Ayudad a los que sufren más.
Ayudad a los que están más lejos de su liberación.
Ayudad a los que menos auxilio reciben.
Ayudad a los que más méritos tienen por la Iglesia.
Ayudad a los que fueron ricos aquí, y allí son los más pobres.
Ayudad a los poderosos, que ahora son como viles siervos.
Ayudad a los ciegos que ahora reconocen su ceguera.
Ayudad a los vanidosos que malgastaron su tiempo.
Ayudad a los pobres que no buscaron las riquezas divinas.
Ayudad a los tibios que muy poca oración han hecho.
Ayudad a los perezosos que han descuidado tantas obras buenas.
Ayudad a los de poca fe que descuidaron los santos Sacramentos.
Ayudad a los reincidentes que sólo por un milagro de la gracia se han salvado.
Ayudad a los superiores poco atentos a la salvación de sus súbditos.
Ayudad a los pobres hombres, que casi sólo se preocuparon del dinero y del placer.
Ayudad a los de espíritu mundano que no aprovecharon sus riquezas o talentos para el cielo.
Ayudad a los necios, que vieron morir a tantos no acordándose de su propia muerte.
Ayudad a los que no dispusieron a tiempo de su casa, estando completamente desprevenidos para el viaje más importante.
Ayudad a los que juzgaréis tanto más severamente, cuánto más les fue confiado.
Ayudad a los pontífices y gobernantes.
Ayudad a los obispos y sus consejeros.
Ayudad a mis maestros y pastores de almas.
Ayudad a los finados sacerdotes de esta diócesis.
Ayudad a los sacerdotes y religiosos de la Iglesia católica.
Ayudad a los defensores de la santa fe.
Ayudad a los caídos en los campos de batalla.
Ayudad a los sepultados en los mares.
Ayudad a los muertos repentinamente.
Ayudad a los fallecidos sin recibir los santos sacramentos.

V. Dadles, Señor, a todas las almas el descanso eterno.

R. Y haced lucir sobre ellas vuestra eterna luz.
V. Que en paz descansen.
R. Amén.

Canto para las ánimas:

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