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jueves, 6 de julio de 2017

El pecado que vive en mi

desde dios
Uno de los aspectos que más me impresionan de la figura del apóstol san Pablo, ese espejo que tenemos los cristianos para fortalecer nuestra fe, es su confesión de que de una manera reiterada tenía que luchar contra los demonios que combatían su espíritu. San Pablo se declara en la carta los Filipenses como un ser imperfecto, consciente de su absoluta vulnerabilidad, confesión que reitera en la carta a los Corintios; se considera el primero de los pecadores, aspecto que incide cuando escribe a Timoteo; e, incluso, duda de que algún día pueda llegar a salvarse, como manifiesta en la epístola a los Romanos. Si Paulo de Tarso, apóstol del cristianismo y uno de los mayores protagonistas de su expansión tras la muerte de Cristo, mantiene consigo mismo una idea tan profunda de su pequeñez, ¿en qué situación me encuentro yo, hombre con pies de barro, que se cree tan perfecto, con una vida interior tan ínfima, tan pobre, tan angostada?Pensar en san Pablo es entender que el pecado vive en mí a pesar de mis desvelos por desterrarlo de mi alma y de mi corazón, cautivo como estoy a los estímulos del pecado, con una experiencia espiritual que no es más que una retahíla de fracasos y de caídas permanentes, con negaciones constantes al Señor…
Asumiendo la vida del apóstol siempre hay esperanza. Y esa esperanza viene de Dios. De ese Dios hecho carne, de esa salvación prometida, de ese cumplimiento para que yo pueda salvarme, de ese gesto impresionante de morir en mi lugar para que yo pueda redimirme del pecado. Contemplo la Cruz y veo la grandeza de ese Cristo yaciente, su santidad, su muerte redentora, la grandeza de ese gesto y no me queda más que exclamar con convincente gozo: ¡Gracias, Dios mío, por darme a Jesucristo, que se ha ofrecido a si mismo sin mancha, y me hace entender que estoy en este mundo para servirte a Ti como un verdadero hijo tuyo!
Mi camino es imperfecto aunque tantas veces me crea un ser superior pero si hay algo que Dios tiene claro es lo que quiere de mí y cómo conseguirlo. Y todo pasa por desterrar la soberbia del corazón para vivir entregados a Él y a los demás con humildad, amor, servicio y generosidad. Y cuando me crea perfecto… basta con tratar de leer los renglones torcidos que Dios escribe en mi vida para entender por donde debe ir mi transformación interior.

¡Señor, sé que lo que te agrada de mi es que sea sencillo, mi pequeñez, mi humildad, mi camino paso a paso! ¡Bendice, Tú Señor, mi caminar! ¡Perdóname, Señor, por las ocasiones en que no me someto a tu voluntad sino que hago lo que creo que es más conveniente para mí si tenerte en cuenta a Ti! ¡Perdóname, Señor, por esas obras pecaminosas que me apartan de tu corazón inmaculado! ¡Perdóname, por los acuerdos con el enemigo que me hacen ver el pecado como algo liviano y trivial! ¡Te pido, Señor, que selles mi mente, mi espíritu, mi cuerpo y mi alma con tu sangre! ¡Señor de misericordia, abre mi ojos para que siempre sea capaz de descubrir el mal que hago! ¡Toca con tus manos mi corazón para que me convierta sinceramente a Ti! ¡Restaura en mi corazón tu amor, Señor, para que en mi vida resplandezca con gozo la imagen de tu Hijo Jesucristo! ¡Señor, tu exclamaste que querías la conversión del pecador; aquí estoy yo Señor para confesar mis pecados y reclamar tu perdón! ¡Ayúdame, Señor, a escuchar tu Palabra, a hacerla mía! ¡Ayúdame, Espíritu Santo, dador de vida, a comportarme con sinceridad en el camino del amor y la entrega a los demás, y a crecer en Jesús en todos los acontecimientos de mi vida! ¡No tengas en cuenta mis negaciones, Señor, y mírame cada vez que caiga con tu mirada de amor misericordioso porque sabes que esto mueve a mi corazón a prometerte fidelidad!
Himno al amor, para acompañar el pensamiento de hoy:

martes, 27 de septiembre de 2016

Las cinco lecciones de la conversión de San Pablo

Dios lo esperó y lo hizo caer de lo más alto

“Todos hemos leído la historia de la conversión de Saulo; de acérrimo enemigo de los seguidores de Cristo a legendario evangelista por Dios”, escribe Gabriel Garnica en un artículo reciente publicado en Catholic Stand.
Garnica señala que Pablo “no se convirtió en esta leyenda tan pronto como cayó del caballo; antes bien ahí comenzó el proceso que lo llevó a jugar el maravilloso papel que ha jugado en la historia de nuestra fe”.
Dejando a un lado el proceso en general –dice el autor—podemos descubrir al menos cinco lecciones directas de la caída en sí misma:
  1. La misericordia divina de Dios llega, generalmente, cuando nos encontramos peor, en nuestro punto más bajo. Saulo fue una pesadilla para los primeros cristianos, y su persecución parecía no tener límite. Recordemos que estuvo presente y aprobó la lapidación de Esteban. Dios lo esperó y lo hizo caer de lo más alto, tanto de su caballo como de la ventolera que había tomado en contra de los seguidores de su Hijo. De forma similar, Cristo nos ofrecerá pacientemente su divina misericordia cuando parezca que menos la merecemos; incluso cuando menos creamos merecerla. Hay que recordar el recibimiento del padre al hijo pródigo.
  2. La intervención de Dios en nuestras vidas será siempre inesperada. La forma de medir el tiempo de Dios nada tiene que ver con nuestra forma de hacerlo. Su intervención en nuestras vida no refleja nuestras expectativas. Saulo era la última persona en la cual los primeros cristianos esperarían que fuese su más apasionado defensor, que fue, exactamente, lo que Dios hizo nacer en Saulo. Fe no es esperar a comprender en totalidad la bondad de Dios; paciencia es tener la fe para esperar por ella.
  3. La presencia de Dios en nuestras vidas se encuentra más a menudo fuera de una iglesia. Mientras que es necesario ir a Misa para refrescar el alma escuchando la Palabra de Dios y para alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, gran parte de las aplicaciones de la enseñanza de la Iglesia ocurren en el mundo. Saulo cayó del caballo en el camino hacia Damasco, no en su destino, ni en una casa o en algún lugar de adoración. La casa del Señor es la estación de servicio, donde rellenamos de combustible nuestra fe; pero nuestra misión en el servicio a Dios es en el camino, donde aplicamos la fe para ayudar a otros.
  4. Todos tenemos un caballo de Damasco. Saulo iba montando su caballo camino a pelear en contra de Dios. Podría haber usado el mismo caballo para ayudar a Dios, pero decidió usarlo para hacer lo contrario. Dándole esa respuesta, hizo que Dios lo derribara, para humillarlo como preparación a la gran misión de servirlo en su plan. Todos tenemos un caballo que nos puede llevar lejos de Dios: ese caballo puede ser orgullo, arrogancia, dinero, poder… ¿Nos bajaremos por iniciativa propia o esperaremos a que Dios nos derribe?
  5. Fe y humildad superan a los cinco sentidos.Pablo nunca caminó al lado de Cristo. No fue de los originalmente elegidos. Pero su fe y su humildad lo hicieron tan grande como aquellos que caminaron con el Señor. Dios viene a nuestras vidas, y nosotros le permitimos entrar, sin la proporción de lo que creemos, vemos, escuchamos, tocamos o gustamos. Los cinco sentidos y todas las sensaciones que les siguen son polvo en el camino de la humildad y la fe. Pablo estuvo ciego por un tiempo tras ser derribado de su caballo por Dios Nosotros a menudo estamos ciegos por un tiempo mucho mayor, en el viaje hacia nuestro Damasco.