¡Qué bien haríamos en verificar en cada momento lo que brota de esta fuente que en definitiva te permite confiar confiar en Dios o en lo negativo de la vida!
Ambas cosas son incompatibles. Donde la alegría del corazón reina se vierte paz y confianza en Dios, incluso en tiempos de incerteza. Si lo que reina en el corazón es la crítica, lo que se manifiesta es negatividad.
Alegría o negatividad... Depende de cada uno escoger lo que reina en el corazón y así en tantas y variadas ocasiones en el transcurso del día. Cuando la negatividad toma el control permitimos que el derrotismo se imponga.
Si se permite que la negatividad invada el corazón, la fe acaba desvaneciéndose, dejándonos al margen de las devaneos de la vida. Si abono los malos sentimientos o los pensamientos negativos estos se reflejan en todas mis actitudes y provocan afectación en mis relaciones personales, con los hombres y con Dios. Si la amargura impera, la razón se nubla y el amor acaba extinguiéndose. El corazón es, en definitiva, ese frondoso árbol del cual brota el fruto que damos. Si lo que conserva nuestro corazón es bueno, entonces el fruto que dará también será bueno y viceversa. Por eso con cuidado debo vigilar mi corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida.
¡Señor,  envía tu Espíritu Santo para que me conceda la gracia de expulsar de mi  corazón cualquier pensamiento triste o negativo! ¡Ayúdame a no  lamentarme de las cosas sino a ver siempre su lado positivo! ¡Que  siempre sea agradecido por la alegría y la felicidad que me regalas pese  a las cruces cotidianas! ¡Concédeme la gracia de aceptar mi vida como  es, regalo tuyo, y a adaptarme a ella con confianza y esperanza! ¡Cuando  algo me desagrade, Señor, no permitas que me lamente más al contrario  dame la gracia de estar agradecido para poner a prueba mi voluntad de  mostrarme confiado y feliz! ¡Permíteme, Señor, controlar siempre mis  pensamientos, mis impulsos, mis acciones, mis nervios… para que por  medio del dominio de mi mismo sea capaz de dar testimonio de Ti! ¡No  permitas que me recree en mis fracasos y mis caídas sino que me alegre  de mis triunfos por pequeños que sean! ¡Ayúdame a no criticar y ante  cada crítica hazme ver, Señor, las virtudes de los demás para olvidarme  de sus defectos! ¡Hazme sensible a las necesidades del otro, a practicar  la paciencia y no permitas que la indiferencia me invada! ¡Y ayúdame  siempre a afrontar los problemas con valentía y determinación y no dejar  las cosas para mañana! ¡Señor, en ti confío, en tus manos pongo mi  miseria y mi pequeñez!
Música a cappella para acompañar la meditación de hoy:
