Mitad de la semana. Miras la agenda y te das cuenta que tus jornadas están repletas de reuniones, compromisos, actividades y encuentros que llenan el día con personas de diferentes mentalidades. Unas con clientes y otras son con compañeros. El tiempo vuela. A veces parece imposible poder atender tanto compromiso.
Entre todo este ajetreo hay una misión. Esa misión implica que como cristiano debo trasladar al otro la buena nueva de Cristo allí donde esté. No implica levantarse en mitad de una reunión y proclamar el Evangelio. Es más sutil y eficaz. Si la responsabilidad fundamental en la vida es proclamar a Cristo eso sólo se logra por medio del testimonio personal. Es la forma de estar en misión, la misión del «id y proclamad el Evangelio».
Todo cristiano por el mero hecho de haber estado bautizado es misionero de Cristo. Pero no hace falta hacer las maletas e irse a un recóndito lugar de África o de Asia. Basta con girar la mirada y observar al compañero de la oficina, de la cadena de montaje, del hospital; observar al vecino o al familiar cercano. Son muchos los que a mi alrededor están tristes, angustiados, viven en la soledad rodeados de gente, perdidos y sin referentes, atribulados por los problemas y desesperados por no encontrar sentido a su vida... Aunque parezca mentira hay mucha gente a nuestro alrededor que no ha escuchado jamás una palabra de consuelo, de ánimo, de misericordia, de esperanza, de alegría. Que no ha oído nunca un «te quiero». ¿Parece mentira, verdad? Incluso muchos que llevan una vida ordenada -espiritual-, no conocen el infinito amor que Dios siente por ellos.
Un día como hoy, como en cualquier otro día de la semana, tengo la oportunidad de ejercer de misionero. De llevar una palabra de esperanza, de anunciar la buena nueva. Tengo que aprovechar ese pequeño resquicio que me ofrece un comentario, una palabra, una mirada… para anunciar a mi interlocutor que Dios le ama profundamente y que recibiendo ese amor la vida adquiere un sentido auténtico.
Testimoniar a Cristo compensa. Es una actividad que no conduce al fracaso.
¡Jesús, creo en Ti y te amo! ¡Eso implica ser tu testigo ante el mundo, anunciar tu Nombre, tus palabras y tu mensaje en el ambiente en el que me corresponde vivir! ¡Dame la valentía para hacerlo y te pido la gracia de saber ser testigo de tu bondad y de tu amor, para que quienes me rodean, me escuchan y me vean, se sientan animados por mi testimonio y sientan la invitación a creer y a amar con una fe y un amor mayores, más profundos, más auténticos, más generosos y con más esperanza! ¡Ayúdame, Espíritu divino, a sentirme hermano de todos los que se crucen por mi camino, incluso de aquellos que te niegan o no creen, te desprecian o están en búsqueda! ¡Muestra tu rostro a todos los que te buscan con el corazón abierto! ¡Señor tengo una misión que cumplir que pasa primero por los más cercanos y por los que me rodean, ayúdame a compartir con ellos tu gracia, tus bondades y tu misericordia! ¡Ayúdame, Señor, a transitar por la vida con la confianza de que eres tú el que me sostienes al llevar a cabo la misión que me tienes encomendada! ¡Ayúdame, Señor, a serte siempre fiel y no dejar pasar ninguna oportunidad para testimoniarte!
Hoy me doy un capricho: el Primer movimiento del Concierto para trompeta de Haydn: